Walter Benjamin
a 24 por segundo (II)
David De los Reyes
Observación: Esta es la segunda entrega del ensayo. La primera se hizo en el mes de agosto. La tercera y última será colocada en el mes de octubre del 2013.
Walter Benjamin y el tiempo
histórico
Benjamin
plantea un cambio radical, una vuelta en la historia de la civilización, un
cambio de ruta; una ruptura del «continuum» histórico. Pero la lucha emprendida
por este "judío marxista" estaba perdida de antemano, su obra es
víctima de una división insuperable entre pasado y futuro[1].
Encontramos una imposibilidad en él para controlar la noción de tiempo; su
dialéctica estática está en querer
detenerse en el curso del presente para que no escape el instante mismo en que
aparece; detener el presente para vivir
en el presente, para conocer al presente. Más que abolir un segmento de tiempo
hallamos la necesidad y la exactitud de neutralizarlo para urgar en él; un
querer permanecer entre el demasiado pronto y el demasiado tarde, para entrar
dentro de un marco que está en un continuo desvanecerse y dar chance para la construcción de una obra. Así,
Benjamin nos da una interpretación del siglo XIX tan rica que nos ayuda a
prefigurar el futuro de la modernidad;
el concepto de modernidad no estará superado a sus ojos como tampoco
desgastado. En su visión estará presente la imagen de la guerra, la cual teñirá
de pesimista su actitud ante ese presente. Las directrices que encuentra del
desarrollo de la época lo llevan a defender
al individuo; actitud de reserva del
campo de lo privado frente al drama colectivo. "Contra el flujo de la
historia y el eterno retorno, que constituye la catástrofe. Benjamin invoca el
tiempo mesiánico, el de ruptura y el juicio final"[2]. Su interés en detener y neutralizar el
presente, es para conservarlo como un pasado que aparece como un "relámpago" y se eclipsa
para siempre en el instante siguiente.
Arte, reproductibilidad técnica y el peligro de la vida.
Fundación de una estética materialista
Dentro de las teorías sobre la obra de arte en nuestro siglo, una de las que mayor relevancia y acogida ha tenido por todos los distintos teóricos de ese fenómeno es la formulada por el filósofo alemán Walter Benjamin dentro de su ensayo de 1936 titulado La obra de arte en la época de la reproductibilidad mecánica" (conocido por "Kunstwerkarbeit"). Un primer paso para emprender lo que siempre tuvo en mente: la creación de una concepción estética materialista (uno de los intereses más persistentes en los últimos años de su vida). En este ensayo se hacen patentes las palabras que Adorno acuñó respecto al sentido filosófico de Benjamin: «Lo característico de Benjamin, también desde el punto de vista teórico, es que en él el vigor filosófico abarca objetos no filosóficos, incluso materiales aparentemente ciegos y desprovistos de intensión. Casi podría decirse que se mostraba tanto más luminoso filosóficamente cuanto menos correspondía a los llamados objetos oficiales de la filosofía aquello de que hablaba»[3].
Dentro de las teorías sobre la obra de arte en nuestro siglo, una de las que mayor relevancia y acogida ha tenido por todos los distintos teóricos de ese fenómeno es la formulada por el filósofo alemán Walter Benjamin dentro de su ensayo de 1936 titulado La obra de arte en la época de la reproductibilidad mecánica" (conocido por "Kunstwerkarbeit"). Un primer paso para emprender lo que siempre tuvo en mente: la creación de una concepción estética materialista (uno de los intereses más persistentes en los últimos años de su vida). En este ensayo se hacen patentes las palabras que Adorno acuñó respecto al sentido filosófico de Benjamin: «Lo característico de Benjamin, también desde el punto de vista teórico, es que en él el vigor filosófico abarca objetos no filosóficos, incluso materiales aparentemente ciegos y desprovistos de intensión. Casi podría decirse que se mostraba tanto más luminoso filosóficamente cuanto menos correspondía a los llamados objetos oficiales de la filosofía aquello de que hablaba»[3].
Benjamin
muestra que la modificación del ideal de «belleza» depende de procesos externos
al arte y de cortes más básicos, procesos promovidos por las transformaciones
económicas y técnicas de la producción. Benjamin observó correctamente que la
historia de cada forma de arte conoce períodos críticos en los que dicha forma
persigue ciertos resultados que, necesariamente sólo podrán obtenerse mediante
técnicas artísticas distintas, es decir, a través de una nueva forma de arte;
técnica y forma nueva de arte que dependerá, aunque sea de manera relativa y no
mecánica, de las transformaciones del proceso tecnológico de producción en el
ámbito de la sociedad global. Luego de
Benjamin autores como Mukarovsky, Francastel, Della Volpe, McLuhan, Adorno,
subrayarán no solamente el aspecto
ideológico sino material y técnico de las prácticas artísticas.
Benjamin
tenía una intensa fe en el progreso
técnico y debió hacer un esfuerzo en
adquirir lucidez frente al
horizonte técnico y reaccionar contra el optimismo científico y afirmar que los
avances realizados en el control del mundo y de la naturaleza sólo tienen valor
cuando van acompañados de un progreso que arroje un mayor bienestar y una mayor
conciencia social[4]. Si bien se ha dicho que ciencia sin
consciencia arruina al alma se podría acuñar otra fórmula seguida a ésta: la
ciencia mata a la conciencia[5]. Lo
decimos porque la máquina puede ser un
producto generado por la ciencia y la tecnología, y que lleva a empobrecer al
hombre respecto a las experiencias primarias. La máquina para las artes y en
las artes puede ser un instrumento de
múltiples y conflictivas posibilidades; se ha utilizado como un sustituto
pasivo para la experiencia; se ha utilizado para falsificar formas más antiguas
de arte. También se ha usado para concentrar e intensificar y expresar nuevas
formas de experiencias. Pero como sustituto de experiencias primarias, reales,
no virtuales, la máquina no tiene valor: resulta empobrecedora. De la misma
manera que un microscopio resulta inútil si el ojo que lo usa no es penetrante
en su observación, los aparatos mecánicos -dentro de las artes- dependen, para
su éxito, de la debida cultura de las
aptitudes orgánicas, fisiológicas, conceptuales y espirituales que se
encuentran bajo su uso. La máquina no puede usarse como atajo a la necesidad de la experiencia orgánica. La
reproducción mecánica puede llevar a la parálisis de la experiencia humana. Si
los aparatos de sonido nos quitan el impulso de hacer música o de cantar, si la
cámara el impulso de ver y el automóvil la necesidad del andar, la condición
funcional de la máquina termina en el control de las emociones humanas y en una
parálisis de las posibilidades de la sensibilidad. La utilización de
instrumentos mecánicos dentro del arte
no es el mayor peligro. El peligro está
en no saber cómo integrar nuestras artes con la totalidad de nuestra
experiencia vital: el triunfo de la máquina es creciente a la abdicación de la
creatividad y espiritualidad humanas. Lo que se pide es un cultivo consciente
de ella dentro de las artes. Algunos autores lo han dicho: debemos sentir, ver,
tocar, manipular, cantar, bailar, comunicar directamente antes de que podamos
extraer de la máquina algún apoyo ulterior para la vida. "Si estamos
vacíos antes de empezar, la máquina sólo nos dejará más vacíos aún; si somos pasivos e impotentes
para empezar, la máquina sólo nos dejará
más débiles aún"[6].
Ante
ese valor político del progreso y del arte arrimado a ese ciego avance,
intelectuales como Adorno le reprocharán
a Benjamin que apoye esta postura. Adorno nos dice que ante la amenaza de
convertir arte en barbarie es preferible apartarse, permanecer callado que
pasarse al enemigo y enrolarse en una evolución que lleva hacia la integración
en lo existente a causa de su predominio[7].
"Incluso cuando el arte se vanagloria de su libertad, por ser
arte-protesta, sigue siendo esclavo, pues la protesta está canalizada"[8]. La
lucidez de Adorno lo lleva a declarar que la actitud adecuada del arte sería la
de quedarse con los ojos cerrados y los dientes apretados.
Rolando Cubero, óleo
Maquinismo, fotografía
y cine
En
Benjamin hay una interacción y estimulación entre el marxismo y la
técnica; sus inquietudes hacia ambas
esferas intelectuales van paralelas. Respecto a la técnica estará influenciado
por el libro de Pierre-Maxime Schul Maquinismo
y Filosofía, que estudió y leyó íntegramente. Cree que la máquina es de gran ayuda para el
hombre. La fotografía y el cine, artes específicamente de la máquina, son inventos en los que se podrán
observar cambios importantes y hasta
beneficiosos para el acontecer y la percepción del hombre; ayudarán a que la
percepción sea más completa, rica y compleja, dando facilidad a las masas de acceder
tanto a las obras y formas de vida del pasado como del presente[9];
ambas "técnicas" cambiarán la naturaleza del arte y Benjamin ve en la
máquina una tendencia deseada para la sociedad contemporánea. El cine, por ejemplo, más que ser el llamado
7mo. arte, podrá comprenderse como el arte que utiliza a todos los demás:
dibujo, pintura, arquitectura, música, pero también trabajos de orden mecánico,
eléctrico, cibernético, etc. Visto así el cine pudiera ser tomado como una
forma colectiva de arte, compuesto de distintos individuos que dirigen, dan
color, disponen el alumbrado, cuidan del sonido, actúan y hablan. El cine tiene como característica el ser una acción
artística corporativa.
Además
de ese texto que hemos mencionado, Benjamin había escrito en 1931 otro ensayo
que trataba del avance técnico de la
fotografía con la estética y que tituló Pequeña
historia de la fotografía, el cual
será una extensión, afirmación y complementación del primero; pero en el cine,
superando la ambigüedad estética de la fotografía en lo que concierne al aura
integra el tiempo a la técnica y a
la producción de la obra; en el enfrentamiento entre la fotografía -que está
atrapada entre los bastidores de la
pintura- y el cine, es éste último el que sale triunfador, nos conquista y será
plena expresión de la modernidad, aunque esté atrapado dentro de muchos artificios para subsistir tanto en el ámbito de sus
aficionados como del marco técnico científico en que se construye su realidad.
¿Y qué pasa dentro de la fotografía? Por mucho tiempo la fotografía no tuvo
mayor preocupación que la de
justificarse, comparándose con la pintura.
En un principio se colocó en el lugar menos propicio para encontrar sus propias
señas específicas, ese lugar fue la figura humana y ello tenía razones de orden
económico-sociológicas. Los precios de los daguerrotipos habían aumentado en
vez de disminuir y por ello necesitaba y exigía modelos de la alta burguesía,
de la élite social, de la high class.
"Las fotografías de Daguerre eran placas de plata yodada y expuesta a la
luz en la cámara oscura; debían ser sometidas al vaivén hasta que, bajo una iluminación
adecuada, dejasen percibir una imagen de
un gris claro. Eran únicas, y en el año de 1839 lo corriente era pagar por una
placa 25 francos oro. Con frecuencia se las guardaba en estuches como si fuesen
joyas"[10]. La intencionalidad de la
foto debía apoderarse de la personalidad del fotografiado, aunque sólo se
tratara de una pomposidad hueca. La misión de la fotografía en sus orígenes (el
daguerrotipo) era rivalizar con el
retrato, una de las formas privilegiadas de la alta pintura; el prestigio de
la psicología favorecerá a la foto
respecto a las tentaciones del aura.
En los primeros retratos Benjamin
admite que había "en torno a ellos
un aura, un médium que daba seguridad y plenitud a la mirada que lo
penetraba"[11]. En este fenómeno el
tiempo desempeña un papel fundamental. En un comienzo, la pose debía mantenerse
por un intervalo temporal, aunque no el mismo que debería permanecer el sujeto
retratado ante el pintor. "Frente a la máquina el modelo se complace con
la sensación de su propia importancia y fiel al consejo recordado por Benjamin
no le cuesta nada mirar al objetivo puesto que sólo se contempla a sí mismo,
inmóvil y paralizado, esos pocos minutos, más adelante segundos, son para él como la antesala de la
eternidad"[12]. Luego de ello, su imagen
podrá ser reproducida infinidad de veces en infinidad de ejemplares. Con lo que
entrará la segunda aparición del tiempo en el fenómeno fotográfico. A diferencia de la obra única -sea un retrato
pintado o un escrito- el autor siempre tendrá dificultades en desprenderse y
dar por finalizada su obra, en la fotografía ocurre que aparece la figura en
forma casi inmediata a su toma, además que la foto está completamente terminada
para el momento de su exposición. Benjamin señala la importancia, menor por
supuesto, del retoque que por un tiempo se infringió a la foto, retoque que era
destinado a aumentar la precisión, idea de realidad, más que satisfacción por
la personalidad del modelo.
Lo
anterior sería la genealogía de la fotografía en tanto daguerrotipo en su
primer momento como fenómeno cultural de la sociedad técnica; el segundo
momento aparecerá con el revelado instantáneo, con el cual vendrá la preocupación por la selección de los temas
a fotografiar. El aporte de los fotógrafos más recientes está en cambiar el
objetivo de la figura humana hacia la configuración de los objetos, hacia los
objetos; los rostros y paisajes pasarán a un segundo plano. Tal contribución
lleva a excluir de la fotografía al aura.
"La fotografía ya no se apoya en el encanto (Reiz) y la sugestión,
sino en la experimentación y en la
enseñanza. Absorbe, malversa, utiliza con otros fines los procedimientos de la pintura. Se convierte también en un sustituto
de la escritura, y el futuro analfabeta es aquel que no sabe valerse de la
foto. Con este criterio, todo escritor tendría
que aceptar convertirse en
fotógrafo: tarea que Benjamin asume en parte cuando se propone, como es sabido,
no decir nada más, sino mostrar"[13]. En
la fotografía encuentra Benjamin que la
técnica pura desempeña una importancia
primordial respecto a la producción de la obra; el poder de la instantánea está en la capacidad de
la máquina en poder congelar un instante
que se nos presente como meramente ilusorio; función que estaba ya presente
desde sus primeros tiempos, pues una de sus funciones era acobijar en su seno
los sueños de una posible eternidad. La función no es el adentrarse en un tiempo atomizado, sino en
desprenderse de él. En la foto el aura parece cambiar de sentido. En su
concepción del aura el acento se coloca
exclusivamente sobre la lejanía. Al introducir con la instantánea la
proximidad genera una tensión que era
inaccesible, tanto por la repetición técnica, como por la precisión del modelo
y la brevedad para alcanzar el sueño de la eternidad. Aunque en 1934 Benjamin
se interesó en la incapacidad del
objetivo fotográfico para capturar una ranchería y un vertedero de basura sin
transfigurarlos. Transformando todo lo que la pobreza tiene de abyecto, ésta,
por medio de la fotografía, se convierte, a su vez, en un objeto de placer. Virilio ha dicho
respecto a esto que tal etapa del arte
fotográfico se halla superada, "pues el fotógrafo, dominado por la indiferencia,
no parece capaz ya de controlar algo nuevo para fotografiar. El objetivo del
pensamiento colectivo impuesto por los diversos medios era aniquilar la
originalidad de las sensaciones y controlar la presencia de las personas en el
mundo, proporcionándoles un conjunto de informaciones para programar su
memoria"[14].
En
el análisis que hace del cine, según Missac, Benjamin avanza por el camino de
esta forma abierta, sin parecer lo bastante sensible al cambio que provoca la precisión de la
fotografía. En el cine, la proximidad extrema, junto a sus detalles,
construye la incertidumbre, y existe -se
pudiese decir- un aura del efecto,
del shok, más que la luz
que irradia el propio objeto.
Rolando Cubero, óleo
Un mundo virtual a 16 mm. y a 24 por
segundo
Se
ha dicho que los rasgos más significativos, en tanto características
universales de la existencia y de la
vida social de nuestra época, se hallan anunciados dentro de lo que podemos llamar experiencia
estética.
En
el ensayo de 1936 sobre la reproducción
técnica ("Kunstwerkarbeit")
apareció, casi por primera vez, una reflexión en torno al problema del
arte dentro de una sociedad organizada, generalizada y mediatizada por los
medios de comunicación. También podemos decir que dicho escrito pudiese ser
tomado como el principio para
reflexionar, como dijimos antes, hacia uno de los temas que más le embargó su
pensamiento durante los últimos años de su existencia, es decir, la elaboración de una estética materialista. La
intuición central de este escrito se ajusta a presentar la idea de las nuevas
condiciones de reproducción y goce
artístico que se dan en la sociedad de los mass-media.
Momento que modifica, en forma
sustancial, la esencia del arte en su forma de manifestarse dentro de la época
presente respecto a las pasadas.
La
importancia de Benjamin se concentra en formular una propuesta teórica que
supere la definición metafísica
tradicional del arte como lugar
de conciliación, de correspondencia entre lo exterior y lo interior, o de
catarsis; preparará el terreno apropiado que orientará la reflexión del sentido, significado y esencia del arte dentro de las
sociedades industrializadas.
En
el ensayo de Benjamin hallamos una
teoría que dona al arte más
representativo de nuestro siglo de la reproductibilidad técnica -el cine-, un efecto definido precisamente en
términos de shock (choque perceptual). Efecto que mostrará,
en una buena parte, los rasgos principales de la nueva esencia -y tendencia-
del arte en nuestros tiempos (dadaísmo, surrealismo, etc.). Por otra parte,
para Benjamin el cine mantiene una
relación con el tiempo muy singular y cercana a ciertas posturas de la
historia. Este "tiempo" cinematográfico para Benjamin no es
abstracto, homogéneo, vacío, puro, como lo es el que sirve a una determinada
concepción conservadora de la historia; en la película encontramos un tiempo que hay que saberlo tratar en su
desarrollo, en plena actividad e incluso violentarlo: interrupción, inversión,
fraccionamiento, tomas aceleradas y en ralenti,
montaje asociativo y montaje de "choque", etc., serán acciones que
mostrarían los rasgos específicos de la técnica del cine. Dos frases
encierran y resumen su concepción respecto al cine. La primera, como lo ha
señalado Missac[15], es
que "La unicidad de la obra de arte
se identifica con su integración
a la tradición", es lo que se llamará valor
cultual y la segunda: "La reproductibilidad mecánica de las películas
es inherente a la técnica de su producción", que tendrá un valor exhibitivo. Lo específico de la
obra cinematográfica es que se adecua
estrictamente a su propia duración, con lo cual se opone a todas las otras
artes plásticas existentes, las cuales se instalan dentro de un marco estático
en el espacio y también respecto al caso de aquellas artes que se componen con la duración de la palabra o la escritura,
por un lado, y la música y la danza por otro. El cine será una narración
visual, una elaboración simbólica, un ver "novelas en imágenes"[16],
imágenes-signos[17] -aunque habrá directores
como Bergman que señalarán que el cine, como la música, no tiene nada que ver
con la literatura: evitar la adaptación de libros, con ello se pretende buscar
su propia especificidad: desarrollar su propio lenguaje visual a fin de dejar
de ser «meramente» visual.
Pero
la sucesión temporal, en música, es irreversible; en el cine, según Benjamin,
esta sucesión es más rica que la que se mantiene dentro de la música. El cine
puede remodelar la figura que la obra da
al tiempo. Encontramos una sensación de dialéctica del tiempo en el cine:
imágenes discontinuas se disuelven
(ablösen) en una secuencia continua; en las imágenes podemos analizar las
relaciones dialécticas entre la realidad y las imágenes que se representan.
Cine y dialéctica son, dentro de este ensayo (el llamado
"Kunstwerkarbeit"), dos motivos fundamentales dentro de la reflexión
benjamiana. Toda obra fílmica es una
representación ficticia de la realidad, de ahí que no sea un arte que se
conforme sólo por actos; en el arte cinematográfico encontramos una distancia
entre realidad y representación, entre
pantalla y platea en forma más abismal; en este arte la representación no se
puede disolver en la acción; se ha dicho
que el mayor defecto de un film mal hecho no está en el orden
estrictamente estético, su deficiencia reside en no comunicar con eficiencia el
mensaje o representar la realidad de un modo indiferente o redundante.
Su
teoría surge al analizar la técnica del actor de cine Charles Chaplin,
denominada serie de pequeños "fragmentos en movimiento" que dan, por
su sucesión, la composición de un movimiento completo[18]. Si
bien el cine tiene esta característica de corte, fragmento, discontinuidad, no
es en ello donde radica su esencialidad.
Esta se encuentra en la célula
básica, la "Urzelle" de la película, la cual no es otra que la fotografía instantánea. No sólo por ella
nace la película sino que adquiere de ella toda su existencia. Por su fugacidad
es una imagen sin retorno. En la fotografía la imagen aún puede, podía, ser
contemplada, remedaba a la pintura en forma técnica; en el cine tal invitación
a la contemplación es sacrificada, no puede verse en sí misma, por ella sola,
se esfuma en la que le sigue y difiere
de ella aunque sea mínima la diferencia. Extraída de la secuencia pierde su
poder y aparece débil, insegura y la fotografía queda vestida de un aspecto irrisorio, obsceno: es
como la observamos en las entradas de los cines detrás de la vitrina, expuesta
como una prostituta dentro de un
escaparate, prometiendo al "flaneur", al caminante, ser un sucedáneo
efímero del amor.
La
imagen que nace y desaparece de la película tiene por destino el ser reemplazada por la siguiente y si bien
no sueña con la que le sucede si la anuncia, la contiene, siempre modificada
por una fracción de segundo. Nunca antes como en el cine existió una figura más acabada de la negación del proceso dialéctico,
en la que en su suceder se torna positiva, es decir, a la "aufhebung",
el suceder manteniendo. Al animar la fotografía, el cine hereda los poderes de
la negación que inmediatamente se
tornan en una función positiva al
completar y enriquecer la secuencia de la sucesión de la cinta cinematográfica.
El control de la sucesión de la
cinta por la máquina da al momento de la negación dialéctica una
perfecta -aunque ilusoria- construcción dialéctica. Ella está, inclusive más
que en la música, intrínsecamente ligada
con la estructura constitutiva de la obra.
Rolando Cubero, óleo
Aura y la reproducción técnica
¿Pero,
qué sucede con el aura? Si bien se le vio reaparecer en la fotografía
cuando ya se creía que estaba en marcha toda negación aurática dentro de una obra, el cine mostrará, según Benjamin, que
es alérgica por naturaleza, hostil, al fenómeno del aura. Cualquier presencia del aura
será continua e inequívocamente adulterada. Esto lo ha señalado también Adorno:
"Una película que tendiera a ser «aurática», automáticamente y por el
hecho mismo de semejante ambición, terminaría con la destrucción del aura [19]. En
la época de la reproducción técnica de la obra artística lo que atrofia es el aura
de ésta. Tal formalismo separa lo reproducido de la tradición. "El desmoronamiento
del aura de los objetos -por efecto de las características del espacio social
en el que deberán insertarse, de los medios técnicos de producción y reproducción, y por el carácter reificado
del saber constituido y, por ende, de la conciencia que así se
objetiva-significa que éstos empiezan a comportarse abstractamente con respecto
al contexto universal que ellos inmediatamente expresan en otras condiciones de
experiencia"[20].
Esta teoría del arte arranca con que la
unicidad de la obra de arte se
identifica con su ensamblaje dentro del
contexto de una tradición; de aquí derivará su valor aurático. Dicha tradición es comprendida como algo vivo, cambiante.
Para un griego, por ejemplo, la obra era un objeto de culto, se veía la estatua
de Venus no como una «obra» independiente de su significado religioso, cultual
(de culto), esa misma estatua sería vista por un monje medieval como un «ídolo maléfico»; lo que no se manifiesta
igualmente en ambos es la «unicidad» de la obra, es decir, su aura, como «la manifestación irrepetible
de una lejanía». "Las obras artísticas más antiguas sabemos que
surgieron del servicio de un ritual
primero mágico, luego religioso. Es de
decisiva importancia que el modo aurático de existencia de la obra de arte jamás se desligue de la
función ritual"[21]. El
valor único y auténtico de la obra se fundamentaba en lo ritual, lo cual le
daba su original valor útil dentro de su contexto histórico. Y ello hasta en
las obras de carácter profano; en ellas encontramos un ritual
secularizado. Toda producción
artística comienza dentro de una horma
que está al servicio del culto. Los
bisontes de la cueva de Altamira eran un instrumento mágico. Si el pintor
primitivo exhibía la imagen pintada del animal a sus compañeros de faena antes
de iniciar una cacería, ella estaba destinada, por sobretodo, a los espíritus.
Hoy encontramos que el valor cultual de una obra la remite a permanecer oculta,
accesible a determinado público y en determinadas épocas del año; por ejemplo,
obras religiosas que permanecen
encubiertas; obras que han adquirido un valor desmesurado gracias a las
subastas de los marchantes de arte, llevando a cuadros de Van Gogh a permanecer
ocultos y cambiar su valor estático y artístico por un valor de cambio y de
garantía a las continuas devaluaciones del signo monetario. Por otro lado, se
nos advierte que en la medida en que las
ejercitaciones artísticas se emancipan
del regazo cultual, ritual, aumenta la ocasión de la exhibición de estos
productos. Si bien el valor de una misa respecto a una sinfonía no tiene por qué ser menor, se podría
decir que la última tiene de ganancia
respecto a aquélla que ha sido compuesta
en un tiempo donde su exhibición
prometía ser mayor que la audición de una misa. Pero con la reproducción
técnica han aumentado las posibilidades de exhibición de una obra de arte.
Modificación cualitativa de la
naturaleza de una obra:
èvalor cultual/ritualèarte
primitivo/clásico
obra de arte
èvalor
exhibitivoè arte moderno
Por
poseer la obra de arte primitiva un valor cultual/ritual se convierte en un
instrumento de magia que sólo más tarde será reconocido como obra artística; al
tener hoy la obra de arte sólo un valor
exhibitivo, hace de ella una hechura con funciones por entero nuevas, "entre
las cuales la artística -la que nos es consciente- se destaca como la que más
tarde tal vez se reconozca en cuanto accesoria"[22].
Lo
contrario ocurre con su reproducción técnica; al multiplicar las reproducciones
de una obra pone su presencia masiva, cuantitativa en el lugar donde debería
existir una presencia irrepetible, única; el halo de su autonomía se extingue
para siempre; el artista pierde la función ritual en su arte. Sin embargo, la
reproducción técnica emancipa por primera vez a la obra artística de su existencia parasitaria dentro del
ritual. La obra de arte reproducida se
convierte, en medida continuamente creciente, en obra dispuesta a ser
reproducida. Por ejemplo, de una placa o un negativo fotográfico son posibles
infinidad de copias; ahora, preguntarse por la copia auténtica no tiene sentido
alguno. Por este fenómeno de la reproducción
se transforma la función ritual,
cultual e integral del arte. De la praxis ritual pasa, para Benjamin, a una
praxis política.
¿Qué
es «una manifestación irrepetible de una lejanía»?, "Descansar en un atardecer de verano y seguir con la
mirada una cordillera en el horizonte o una rama que arroja su sombra sobre el
que reposa, eso es aspirar al aura de esas montañas, de esa rama", en
contemplar el instante presente y detenerlo en la magia de su originalidad
irrepetible. El concepto de aura como
manifestación irrepetible de una lejanía (por cercana que pueda estar la obra
de arte) no debe comprenderse por otra cosa que por la formulación del valor
cultual de la obra artística en categorías de percepción espacio-cultural.
Lejanía se opone a cercanía. Lo esencial lejano es lo inaproximable. Una vez
que aparece cualquier obra de arte -no reproducible/reproducida técnicamente-
conserva la «lejanía», la distancia la cual permanece inalterable aún por más
cercana que se encuentre frente a nosotros su materialidad.
Frente
lo anterior está la reproducción masiva de una obra. Los condicionamientos
sociales nos llevan a comprender el sentido del desmoronamiento del aura, de su
imposibilidad dentro de la reproducción mecánica. A pesar de ello Benjamin
tiene una visión un tanto optimista en referencia a las masas en este ensayo de
1936. Cree posible elevarlas al «acercar» espacial y humanamente las cosas por
medio del dato frío y abstracto recogido en la reproducción, de ahí que afirme
que "cada día cobra una vigencia más irrecusable la necesidad de
adueñarse de los objetos en la más próxima de las cercanías, en la
imagen, más bien en la copia, en la reproducción"[23]. En
la presentación o reproducción de la imagen, de la copia técnica/mecánica de
una obra dada en los periódicos y en los medios de comunicación (mass media) la continua fugacidad y la posible repetición se encuentran
presentes. Fugacidad por su fragilidad y
carencia de perpetuación para el observador; repetición por la cantidad de veces que es posible
aparecerla en forma reproducida.
"Quitarle su envoltura a cada objeto, triturar su aura, es la signatura de una percepción cuyo sentido para lo igual en el mundo ha crecido tanto que incluso, por
medio de la reproducción, le gana terreno a lo irrepetible". Lo original,
el carácter de único en la obra aurática, no
compite con la infinita formalidad repetitiva y unidimensional de la
reproducción técnica. La
reproducción técnica de la obra de arte
trae en relación con el arte antiguo una percepción distinta. Cambia,
por ejemplo, la organización del tiempo en que «x» obra del pasado estuvo
vigente. Trae cambios en la sensibilidad. Las modificaciones dentro de la percepción debido a los
condicionamientos sociales en que se encuentra sometido el hombre moderno hace
posible entenderlas como agentes que ayudan al desmoronamiento del aura; preferencia de la reproducción a
la presencia original del fenómeno artístico; facilidad de la reproducción,
dificultad de acceder a la obra de arte debido, seguramente, al standard técnico/mecánico en que se ha
enmarcado.
[3]
Adorno, "Crítica cultural y sociedad", Ariel, Barcelona, 1970.
[4]
Benjamin cuestionó la idea misma de «progreso». En sus «Tesis de la Filosofía
de la Historia» se detiene a cuestionar tal concepto. Pudiendo estar en el
«paraíso», gracias a los adelantos técnicos, nos encontramos que esa tierra de
la abundancia está siendo arrasada por el huracán de una civilización que se nutre de la
explotación -y no de la cooperación- de la naturaleza. Para ello toma la imagen
del cuadro de Paul Klee titulado «Angelus Novus», un ángel que huye de algo que
lo asombra y lo deja pasmado. "Pero desde el paraíso sopla un huracán que se ha enredado en sus alas y que es tan
fuerte que el ángel ya no puede
cerrarlas. Este huracán le empuja irremediablemente hacia el futuro, al cual da la espalda,
mientras que los montones de ruinas crecen ante él hasta el cielo. Ese huracán
es lo que nosotros llamamos progreso". Benjamin, W.: (1970) Sobre el programa de la Filosofía Futura y
otros ensayos, Monte Avila, Caracas, 1970, pág.183.
[5]
"Pensemos también en las curas con electroshock
a que fue sometido Hemingway en 1960, que destruyeron su memoria al mismo
tiempo que su talento de escritor. Hemingway se suicidará un mes después de
terminado el tratamiento", Virilio Paul: Estética de la desaparición, Anagrama, Barcelona, 1988 pág.54.
[6]
Munford, L.: Técnica y Civilización,
Alianza, Madrid, 1971. pág.366.
[7]
Adorno, T.: Teoría Estética, Taurus,
Madrid, 1971. pág.415.
[8] Idem
pág.416.
[9] En sus
inicios el cine fue llamado en Inglaterra con el nombre de bióscopo debido a su representación visual del movimiento real de
las formas de vida (del griego bios
que significa modo de vida).
[10]
Benjamin, Discursos Ininterrumpidos I,
pág.65.
[11] Idem, pág.72.
[12] Missac op.cit., p.90.
[13] Idem,
pág.90.
[14]
Virilio, op.cit., pág.52.
[15] Idem,
pág.95.
[16]
Respecto a esto de comprender al cine como una narración visual el director
italiano Antonioni se refirió siempre a sus películas como "novelas en
imágenes". Antonioni tendía en un sentido cierta cercanía a esa postura humanística de Benjamin. Antonioni
era un humanista preocupado no sólo por
la muerte del amor sino también por el ritmo del cambio tecnológico comparado
con el ritmo del cambio de nuestros
sistemas nerviosos.
[17]
Imágenes-signos era la concepción del poeta, filólogo y director de cine
italiano Pier Paolo Passolini. Su ideal de trabajo era puramente fílmico, un
lenguaje escrito en un lenguaje
cinematográfico.
[18] McLuhan da un análisis impecable de la técnica y sentido actoral de Chaplin:
"(...) la mímica (...) de Chaplin es precisamente la del robot, la del muñeco cuyo profundo pathos es el de acercarse lo más
posible a la condición de vida humana.
En toda su obra Chaplin escenificó un ballet
parecido al de los títeres al estilo de Cyrano de Bergerac. Para captar este pathos de títere, Chaplin (devoto del ballet y amigo de la Pavlova) adoptó,
desde el comienzo, las posiciones propias del ballet clásico. De este modo podía tener el aura del «Espectro de la rosa» brillando en torno de sus hazañas de
payaso. Del music-hall británico, primer lugar en el que se formó, tomó, con
seguro toque genial, imágenes como la de Mr. Charles Pooter, obsesionante
figura de un don nadie. Haciéndolo atenerse a las posturas del ballet clásico, encerró esta imagen
falsamente amable en una envoltura de feérico romance. La nueva forma del cine estaba perfectamente adaptada a esta
imagen compuesta puesto que el cine es, en sí mismo, un ballet romántico de revoloteo mecánico o sacudidas que nos
proporcionan un sencillo mundo de ensueños lleno de ilusiones románticas (...)
(el cine) se las arregla para ser una representación aproximada de la vida
real, que incluso llega a rebasarla por medio de la ilusión. Este es el por
qué, al menos en sus películas mudas, Chaplin jamás sintió la tentación de
abandonar el papel de Cyrano, del muñeco que jamás pudo ser verdaderamente un
amante. En tal estereotipo Chaplin descubrió el alma de la ilusión fílmica y la
manipuló con fácil maestría haciendo de ella la clave para el pathos de una civilización mecanizada.
El mundo mecanizado siempre se encuentra en proceso de aprestarse para vivir y, para este fin, pone en juego la pompa más
atrayente de habilidad, método y abundancia de recursos"(McLuhan, M.: La comprensión de los medios, Diana,
México, 1969. p.355).
[19] Cit.
en Missac 1988 p.97.
[20]
Martínez, op.cit. Introcc. pág.V.
[21]
Benjamin, Discursos Ininterrumpidos I,
p.22.
[22]
Benjamin Discursos Ininterrumpidos I, pág.30, nota 11.
[23] Idem,
pág.25.
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