jueves, 1 de octubre de 2009


De Instalaciones. Merysol León: acción y transgresión del cuerpo.

David De los Reyes

Topo Sannin.



Obra de Kin Jonn, maestro del body art

“Savor kidness because cruelty is always posible later”
(Saborea la bondad, porque la crueldad siempre puede llegar luego),
Jerry Holzer

Características de una época y una estética.


La instalación como forma de creación y expresión dentro del arte contemporáneo se ha nutrido del espíritu de la época. ¿En qué consiste este enviroment epocal? Veámoslo.
Entre las muchas señas de identidad de esta acción artística podemos señalar algunas. Encontramos, primeramente, que el creador tendrá que dar a su obra distanciamiento al funcionalismo y racionalismo imperante de la modernidad y deslizarse a través del valor de lo emocional y de la transgresión de formas, materiales y fines; para algunos creadores adentrados en la postmodernidad estará la presencia de una reacción ante las vanguardias y el experimentalismo que contrajo estas militancias artísticas. Una transdisciplinariedad estética como reacción a toda modernidad, basada en una interrelación múltiple de materiales, gestualidad, formas, intencionalidades, movimientos/acciones y saberes que se adjudicaban a un plano seguro e intransferible; la aparente incertidumbre estética como proceder y estilo de vida. En el fondo es hallar formas comunes en fenómenos sin relación aparente o explícita: elementos extraídos de la literatura, del lenguaje común, de los mitos, de lo mórbido, del cine, de la fotografía, de la plástica, de la escultura, de los medios de masas, de la cibernética, de la danza, del teatro, del performance, de la decoración, de la moda, de la publicidad, de la antropología cultural y de la arqueología urbana, todos ellos son algunos de los parámetros en donde se sitúa el instalador para la presentación de sus objetos encontrados, con los que llega a los límites del cuerpo para manejarlo como un instrumento de estatización, completando lo que la naturaleza había hecho incompleto; sus auto-intervenciones sadomasoquistas (ej. del body art), como ritos de paso de purificación propio de nuestra época neo-tribal abandonada por los dioses.



Obras de Kin Joon, maestro del Body art
Es una circunstancia donde no se puede dejar de lado la presencia de los medios de masas y sus influencias en nuestros modos de percibir, sentir y pensar, (si es que realmente es algo que se requiere para la cultura de hoy, donde todo pareciera ya estar hecho y reiteradamente pensado, sólo nos queda la ¿descripción?, el vínculo es una emoción, como diría el sociólogo Raymond Williams).
Ante este embrujo electrónico del que participa este trans-arte, no hay escapatoria posible. Se lee hoy la Divina Comedia de Dante, por ejemplo, pero a ritmo pulsional de la comedia (o tragedia) del mundo como espectáculo y diversión presentado por los medios, por ejemplo, con la sombra icónica de un 11 de septiembre, y ahora con un 11 de marzo madrileño de la Estación de Atocha, añadidos y perennes en nuestras mentes. Es la recaída adictiva de buscar lo mismo en lo diverso, presentado por las formas cotidianidad de la narcosis electrónica a golpe de globalización consensuada que está presente hasta en los mal llamados movimientos antiglobalización, (¿qué harían ellos sin internet o sin una cámara digital portátil, los tales duros militantes de la defensa de la regionalización y localismo a ultranza? los desconociéramos).



Omar Calabresse


Para Omar Calabresse (1989) son nueve los rasgos definidores de la cultura del presente neobarroco: ritmo y repetición; límite y exceso; detalle y fragmento; inestabilidad y metamorfosis; desorden y caos; nodo y laberinto; complejidad y disolución; “más o menos” y “no sé qué”; distorsión y perversión. Rasgos constantes en las manifestaciones no sólo del arte o de la creación estética sino en los resquicios de nuestras vidas y acciones públicas y privadas, acciones/eventos que van matizando, haciendo, ¿dirigiendo? y ¿domesticando? nuestra percepción, sensibilidad y comprensión del mundo.

Una perspectiva de lo mediático en el arte actual


Gillo Dorfles

Dorfles (2003) ha dicho que a partir de las décadas de los 70 y 80 hubo una caída tanto en de interés como de calidad en toda creación y si habría que hablar sobre una crisis del arte debería estar referida sobre todo a las artes figurativas. Lo que lo contrarresta a este letargo de la plástica es la aparición de nuevas formas expresivas y tratamientos simbólicos en las que se incluyen desde la publicidad hasta el diseño del mobiliario urbano. Las instalaciones entrarían como una ya no tan nueva forma de narrar la diversidad de los hallazgos estéticos entre el hombre-instalador y los objetos y fragmentos del mundo desde una poética particular, cercana, muchas veces, a la presentación de lo enigmático: lo sacral/contingente. Esta configuración expresiva de la instalación vendría a presentarse como un nuevo cosmopolitismo formalista-informal que se envuelve entre los límites de una asfixiante estetización global; desde Tokio a Mérida nos encontraremos con un panorama que está centrado en refinados y burdos efectos estéticos, desde los carteles publicitarios a las marquesinas, los medios de trasporte, el uso y el resultado gráfico de los softwares de diseño, como los conciertos de masas tanto en su disposición técnica, su puesta en escena, su performance y environment del evento.

Es por ello que en muchas propuestas planteadas, estas ya no tan nuevas formas expresivas, más que aspirar a equipararse con una globalización de la creación artística o estética, parecieran buscar y utilizar a los nuevos medios tecnológicos para hacer posible la ubicuidad, simultaneidad y rapidez del movimiento axial/virtual en forma de bites de sus obras. Una universalización de la información no va en contra de los aspectos comunicativos intrínsecos y ontológicos de toda obra-evento. Y esta situación muchos artistas la han comprendido, conectándose y explorando la esfera del Net-art, por ejemplo. Estos aspectos de los medios globalizados vendrían a ser justificados si se pudiera llegar a mantener en la mirada estética los aspectos y cualidad del paisaje cultural de cada país o región, dando una puesta en escena electrónica de las características étnicas, culturales originales y únicas, sin dejar de asimilar la multiculturalidad cuando sea requerida; alejadas de modas y tendencias frente a una identidad de la globalización mercantil, una globalización de la identidad regional sin separarse de los aspectos acuciantes en tanto especie y planeta.



Obra de net art de JR Calo. 


Todo proceso creativo tiene en cuenta y participa del ambiente, la latitud, el clima, el suelo, las tradiciones culturales, sus sonidos propios, sus aspectos gastronómicos, sus vestimentas, sus imperfecciones humanas dentro de una población para lanzar, a modo de sonda, una aproximación de cuáles elementos y aspectos pueden nutrir y dirigir a su arte. Con ello se deslinda la creación de la cultura basura ampliamente difundida por los media; hecho que a Baudrillard (1999), le ha hecho considerar y preocupar en el arte contemporáneo, condición que lo haya apropiado, mimetizado, ¿situado?, exactamente en la banalidad, el despojo y la mediocridad en tanto valor e ideología. En estas últimas cuatro décadas lo que hemos visto muchas veces es dirigir al arte hacia un proceso deshumanizador y su consecuente pérdida -¿atrofia?- de la sensibilidad.


J. Baudrillard 
Uno de los aspectos que se sufre ante tanta saturación de la instalación es el hecho de que se ha deslindado del asombro al/el espectador y se ha convertido en una cotidianidad más dentro del museo o de la calle, etc.; una objeto más del decorado urbano o geográfico. De un olvido en resaltar aspectos místicos, míticos, iniciáticos; sólo se nos llena de mundanidad y cotidianidad en muchas obras con olor a globalidad icono-electrónica; paradójicamente, en esta enorme divulgación se ha alcanzado un gran cansancio en la creación y una nivelación hacia abajo. Aunque bien sabemos, y quizás en nuestra edad de la ansiedad, sea el cansancio de la vida lo que vendría a estar presente en el tipo de arte que corresponde a nuestra época, ¿perdida del sentido del gusto? ¿aún se mantiene un fijo o seguro concepto de obra de arte o estamos hablando de otra cosa? ¿sólo es arte lo que se exhibe en los museos o se vende en las galerías de arte?¿cuantos espectadores (¿curadores? ¿marchantes?) pueden hoy saber distinguir entre una obra de arte de la que no lo es?
En nuestro mundo de populismo y expansión de la metálica sequedad perceptual de las masas nos encontramos con el error de que el arte debe ser comprensible para todos. Juicio errado. Para comprender –¿y emocionarse?-, por ejemplo, con la música contemporánea o cualquier otra manifestación se requiere cierta preparación, mejor dicho, cierta instalación en nuestra sensibilidad. Para ello lo más conveniente es aspirar a una mejor adecuación y comprensión estética, de una formación para la decodificación estética como un principio y derecho alcanzado por una democracia que aspira a la mejora de la tolerancia y condición humana, de la reducción de su porcentaje de violencia absurda y no la pérdida de los rasgos sensibles y expresivos del hombre.

Horror vacui, horror pleni 
Se podría hablar de dos periodos de la evolución en las instalaciones. Uno moderno y otro postmoderno. El primero al menos ha tenido la sabiduría de saberse superar a sí mismo, e ir más allá del Kitsch, el postmoderno está por verse si acepta su propia superación e ir más allá del cerco electrónico kitsch en que buena parte se haya sumido. Volviendo a sugerir una búsqueda de la obra en sí y no permanecer en la satisfacción de conocer o describir sólo el proceso creador del artista.


Cueva de Lascaux, Francia


En el hombre prehistórico sentimos una necesidad de horror vacui que le llevó a pintar las cavernas para dar y obtener un sentido de vida. Nuestra época, sumida en un horror pleni nos encontramos, ante la necesidad de llenar nuestra soledad, en el extremo contrario al del hombre prehistórico; ya no hay lugar para hacer casi nada, o se alberga la sensación del todo está hecho y lo que queda es jugar, es decir, volver a un lúdico reordenamiento de lo mismo y trastocamiento de sentido en el abarrotamiento barroco del mundo por los objetos encontrados, puestos y desechados. Ante una vida de tendencias marcadamente esquizofrénica, nos volvemos a llenar nuestra vida con los aditamentos que nos ofrece la acumulación consumista pues ese lleno es lo que nos da una sensación de seguridad. Es ante tanta oronda seguridad replantearse la incertidumbre existencial para salir del embotamiento cotidiano de lo pleno, del exceso, de lo demasiado y arrimarse al pasadizo sin barandas del abismo y simplicidad en el ser urbano. En las instalaciones pudiéramos reencontrarnos en ese exceso que vivimos, y que da la sensación de no haber casi libertad de elección, por el hecho de que todo está pleno, dado, realizado, como si sólo quedara sentarnos cómodamente a activarnos el síndrome del pulsador (Calabrese dixit) o zapping ante el televisor. Las instalaciones proponen esa mirada desreguladora ante esta civilización de lo lleno, de lo excesivo, de la saturación mental, industrial y urbana, simbólica e icónica. Es darles una vuelta de tuerca al exceso encontrado, tanto en las informaciones (dadas por prensa, tv, radio y cualquier otra), en las artes (música, literatura, plástica) en un mundo donde pareciera que ya se han perdidos los relieves y nada llega a destacarse, la asfixia de lo pleno nos acomoda el plato de nuestra atrofia perceptual.
La instalación podría verse, por tanto, como un ir al encuentro con la variación dentro de lo mismo pero que contiene el germen de la extrañeza como sazón estética ante el acomodo de la inercia vivida. Casi se ha vuelto imposible saborear de manera puntual lo que se ha propuesto en el presente como obra de arte. Sólo comprender esto nos debe llevar a un punto de ruptura para todos aquellos que se sienten comprometidos con un estilo y un sentido particular de la sensibilidad o insensibilidad ante el mundo. Las instalaciones pudieran dar pie a un descubrir otra ves la manera de volver a paladear lo que se ha vuelto insípido o demasiado sazonado. ¿Cómo? Sabiendo elegir nuestras percepciones y en especial las estéticas. Una estética dominado por la asimetría, la desarmonía, el vacío, la imperfección, el material pobre o la pobreza de los materiales (madera, paja, carbón, basura, cartón, metal, poliuretano y un etc. casi infinito), el reciclaje, lo inacabado, la interrupción, la imperfección, lo fortuito, el espacio abierto, la calle, el lugar en que estamos situados, el espacio en que habitamos o por el que transitamos, un espontaneísmo (controlado) de la acción, el silencio y la pausa como fenómenos positivos, y esto como aventura estética personal en un mundo en que, al menos en arte, no hay leyes y si las hay huelen a pérdida de libertades y un colocar amarres comisariales de salón o bienal. Algo por lo cual han transitado los cultores del llamado Arte Povera. Se estaría así enfrentándose al enfático Hegel al declarar que “el arte ha perdido para nosotros su verdad y su vida”. Beuys, ese gran chaman-predicador –y profusamente imitado en forma mediocre- del arte contemporáneo, bien se planteó borrar los limites entre arte y vida, la vida como prolongación del arte y el arte en tanto prolongación de la vida trastocada por una sensibilidad, obsesiones y orden individual, aunque nos halla introducido en una gran confusión de criterios.



Obra de Giannis Kounellis 

A pesar de este cansancio por demasía, las instalaciones, que han ido en contra de la tradición, que al negarla implica también un acto de incluirla, nos han traducido y descubiertos nuevos aspectos de la realidad con obras que ya no tienen nada que ver con las convenciones del arte en tanto goce estético o con la misma idea de contemplación. La instalación, sin embargo, se ha aprovechado del surco abierto por el arte conceptual, propio del estilo de arte duro de los años sesenta, cuya característica principal era hacer prevalecer la idea sobre cualquier otra consideración, aun con el riesgo de aniquilar a la misma obra de arte; no hay obra sin concepto. Con ello surgieron otros intereses y valores estéticos hasta alcanzar una radicalización que, en muchas propuestas, destruía la propia capacidad de comunicación de la obra, vaciándola de su sustancia. Un evento estético que se sumía en sucesivas rupturas deconstruccionistas y transgresoras de los modelos y fijezas en el orden mental que habían prevalecido. La brecha iniciada con el carácter lúdico del ready made de Duchamp a principios del siglo XX, (exactamente en 1913), aún tiene vida en nuestro enfermo siglo naciente; me pregunto ¿por cuanto tiempo más?, no sabemos, sólo que hoy podemos notar y prever una tendencia global de las instalaciones ya no fuera sino dentro de los museos, o en la cotidianidad más banal y presente, como es el caso de la publicidad o hasta por el acogimiento del mecenazgo de las corporaciones en patrocinar salones, bienales, documentas y actividades que presentan nuevos derroteros de formas y sensibilidad y su posible traducción mercantilista implícito. Ningún patrocinio es gratuito en el mundo del capitalismo de ficción. ¿Y dónde mejor buscar la ficción y tendencias que en las formas y los valores estéticos surgidas de la sensibilidad e intuición de los creadores del presente?

Merysol León: acción y transgresión del cuerpo. 




Obra A vuelo de pájaro. Foto Jesús León. 



La obra de esta entrañable amiga y creadora merideña (Venezuela) estuvo compuesta de múltiples acciones gestuales, instalaciones e intervenciones, de danza y entusiasmos estéticos perennes, por donde exploró los resquicios de lo posible y de lo invisible, de lo sacral y lo cotidiano, del ocaso del performance y la necesidad y búsqueda de una actividad más prestidigitadora de la construcción estética del evento emocional en devenir contextual. Es por lo cual me veo llevado a tratar uno de los primeros planteamientos sobre el fin del performance, que le escuchamos en nuestras ya acostumbradas sesiones bianuales del Simposio Internacional de Estética sobre el qué-hacer estético que se ha dado de manera interrumpida en la ciudad de Mérida (Venezuela), gracias a los entusiastas organizadores del Centro de Investigaciones Estéticas (CIE) de la Universidad de los Andes.
La performance, llamado también Life Art o Arte accional, está destinada a la muerte, nos dice Merysol (ML). Postuló su fin. Como si quisiera acelerar su no-estar; avanzar a su desaparición, venía a ser la condición de toda actuación dentro de los límites de la inmaterialidad de la acción, siendo lo único que la saca del olvido es su efímera captación virtual en la fotografía o en el video, es decir, de su grabación.
En la performance su vida, su accionar, es atrapar y envolverse en su muerte; no pretende eternizarse, sólo es como un soplo borrado junto al diseño de la línea de su devenir. La sustancia de esta acción remite al momento silencioso de la misma acción; su percepción nos arrastra a una lógica borrosa del sentido; he ahí que la performance provea a sí mismo el propio germen de su desaparición, de su fin. Sin embargo para ML la performance nace como la operación simbólica de la muerte del arte; acto en que se deslinda de la tradicional conceptualización del arte para abarcar nuevos derroteros.



La Trampa. Foto: Luis Trujillo.

Al igual, también siguió hablando del artista como tal, por un no dejar, por un referirse a algo conocido y facilitar su designación, pero en el fondo el artista también desaparece o pierde para ella significación dentro de esta situación emocional estética del accionar del gesto, del cuerpo y la elocuencia perdidos en su no sens.

Frente a un cuestionado arte contemplativo ML quiere someter su mirada hacia nuevas vías de la transgreción estética activa. ¿Nuevo concepto de arte?, un acto creativo que evoca, construye, se inspira y trastoca la realidad por el ejercicio lúdico a tempo de presente continuo. Un evento accional donde lo colectivo se invoca para anclar al arte la vida o mejor, la vida sólo se adviene si es sentida en tanto intencionalidad estética, en tanto creación lúdica, surcando el cauce del espíritu dadaísta inundando a todos y a uno. La propuesta de ML era una acción donde el artista en tanto ganancia es catalogado como un sumergirse en el matizado estanque de la ilusión y sólo comprendiendo la negación de sí, la pérdida de sí en su acto transgresor, es que gana esta situación estética en iluminación creadora del cuerpo, de la acción. Menos es más, para tararear las palabras de la Bahaus, pero un menos en cuanto rodeo del ser por la fantasmagoría de las pretensiones de transcendencia en el acto creador.

Comercial-T o Amarte en la Tierra

Para ML ese arte/juego debe prometer el encuentro con lo simple, algo que encontramos alrededor de su propia vida y su estilo personal; un arte/lúdico que debe inspirarse como diversión y realizarla, desnudándose de pretensiones más allá del hic et nunc, entrando en el terreno de lo insignificante aparente; claro está, es, por tanto, una apartarse de cualquier implicación con valores mercantiles que lo condicionen, lo limiten o le impongan una intencional previa y crematística. Más que un arte por el arte es un encuentro de lo lúdico por lo lúdico a partir de la acción corporal del creador junto a la recreación perceptual del público; es una estrategia de cambio individual más que social; crítica social que se pretende liberar represiones de todo orden; pretendía, como ella misma dice, remover estructuras profundas solapadas en la pasividad del espectador, ¿lo logra? ¿es tan pasivo el espectador como ella nos dice en alguna parte? Preguntas que nos vienen a interrogar a nuestra mente y que dejo abierta esta inquietud para una posterior reflexión.
Pero esta actuación/acción vive en un ambiente generalizado donde el arte oficial o de vanguardias sufre, según ella, la indiferencia del público. Sacarlo de su inercial narcosis de realidad es parte de esta patada de ahogado en la historia que pretende la performance, el happening, lo accional o el fluxus, concepciones todas ellas manejadas por esta artísta.
La especificad del arte muestra desde hace tiempo su perpetua cara agónica. Una transición, transgreción y transdisciplinariedad nutre a este espíritu encerrado en su propia muerte con el momento de su aparición. El modelo de artista contra quien se oponía esta liberadora del arte accional era contra esa especie de locos oficiales, entronizados entre las parafernalias del arte oficial o lucrativo; se aspira a una subversión de lo cotidiano, pauta tan pregonada por el Fluxus. Al menos así fue sus posturas hasta el año 2001; luego hizo algunas concesiones con las instituciones culturales del estado para montar sus últimas instalaciones y acciones, me refiero a sus Instalaciones Urbanas de las edificaciones del los años 50 de la ciudad de Mérida[1].
Este carrusel de oportunidades que invoca nuestra artista la lleva a la búsqueda de una nueva especificidad efímera de una obra de arte total pero en sentido inverso. La plástica, el teatro, la danza, la música han contraído el virus que porta la acción, son sus palabras; juntándose diversos medios, como el video, la moda, la publicidad, las instalaciones que reordenan el espacio, los video-proyecciones sobre objetos, paredes, muros o personas, la televisión como presentadora de motivos icónicos o lingüísticos, y los sonidos de vida subterránea son utilizados para darle cuerpo, espacio y tiempo de una manera dinámica, con un ritmo que seduce y atrapa al espectador (ML, 1999, p.52)[2]. La obra de arte que vive se inserta en y con la vida gracias a su propia destrucción; visto así, la obra de arte se encuentra dando sus últimos estertores, propuesta nada original pero si valiente al enunciarlo en el contexto en que se pronuncia.



Sin Contacto Humano. Kleine wasserspeicher Prenzlauer Berg Berlin Alemania . 1998


Obra accional en tanto evento donde comienzo y fin retumban en el cerco de la simultaneidad pues no se busca, ni pretende encontrar, un desenlace prefigurado; es una acción dónde no se puede prever un final lineal; se busca una percepción alucinatoria, un arañar un intersticio en el tiempo; es un intento de presentar un eco en la memoria destinado a diluirse en un estado de conciencia diferente para el espectador y el promotor de la acción performance.
Estos artistas (como el admirado por ML, auto-amputador de miembros que es Bruce Louden, quien se cortó dedos, lengua, oreja y llama a estos actos prestidigitación jubilosa), vendrían a cumplir la observación citada de V. Vale suscrita por nuestra creadora:
“Abrumados por el sentimiento casi universal de cambiar el mundo, los individuos cambian aquello que está en su poder: sus propios cuerpos” (cit. ML, 121).
Al cuerpo se quita su aspecto sacral; deja de ser una donación divina al modo cristiano; pasa a ser materia a intervenir; se convierte en espacio por un acto de poder personal; es una sustancia más a la que se puede, como la arcilla, moldear, mutilar, cambiar, a gusto o dis-gusto –junto a un dolor/júbilo- que puede transformarse, rehacerse, desarmarse y volver a armar. Son los artistas que han donado su cuerpo al espacio de la acción lúdica y presentarlo como una perenne metamorfosis individual, denotándolo como un disfraz, un volumen moldeado a mi capricho.
Por el desprecio o aprecio inverso/invertido del cuerpo, por un llevarlo a los extremos físicos y químicos, se llega irremediablemente a su purificación; el dolor y la ansiedad, la insensibilidad y la indiferencia engendra el límite a saltar en ese habitáculo del espíritu o de la fetichista concepción del alma eterna. Esta negación corporal se convierte en juego que desborda a una concepción del arte y se dirige a los tatuajes, las escarificaciones, las mutilaciones, a la inserción de objetos bajo y sobre la piel, entre otros usos estéticos. Acciones que hoy vienen a nutrir a toda una estética colectiva cotidiana, inmensa, imprevisible y hasta intensamente mercantilizada. Es entrar en un arte en tanto riesgo, y cercanía de la muerte corporal, del juego del arte trasmutado a la vida en tanto peligro y rigor, dolor y mutilación, desaparición y presencia de un cuerpo en acción en contra de sí asumiendo el peligro cotidiano de las formas trastocadas de la existencia para aceptarlo como una condición ontológica a capricho y necesidad del artista de la acción. Se bordea los extremos, se sobrepasa límites, es un acercamiento constante a la muerte, a la nada, al no-ser, al fin como búsqueda y sentido ontológico. Son actos, son acción más no información, actos y acciones en que lo único cierto es lo incierto o un no man’s land del arte.



Un Happening de los 60 en los 90. Foto: Jesús León.

Visualizó cambios importantes de esta puesta en escena del instante. Frente al performance individual de sus primeros tiempos surgen la recrudescencia de grupos accionales, al igual se halla un interés diferente por la audiencia, la contaminación y ampliación de los efectos gracias al uso de los instrumentos mediáticos de tecnología de punta, un encuentro neutro con el interés de comunicación y escepticismo total respecto a tener una idea de ejercer un influencia transformadora en el espectador. Deja de lado, aparentemente, la intención por comunicar y comunicarse con el público; cito: no se espera del público una comprensión, un entiéndeme y apréciame, ni siquiera el concepto movilizado es una interacción de lo real (ML, 1999, p.53/54), lo cual crea de todas maneras una especie de vínculo comunicante[3]. La sucesión va imponiendo las imágenes que terminan construyendo una red para el espectador que sólo es copartícipe más no un convidado co-partícipe. Cambios que observaba ML en los artistas del país de los ’80 en relación a los existentes a finales de los ’90.
Estos planteamientos son sólo algunos aspectos que he querido señalar de esta artista de la acción. El recorrido de su propuesta estética teórica y práctica aún pueden seguir inspirándonos y llegar a establecer un acto amoroso de comprensión y creación para aquellos que se acerquen a lo intangible de su existencia como creación.
Solo quiero finalmente advertir que con la desaparición física de Merisol León en 2003, el arte de la acción en Venezuela queda mutilado de una de las más consecuentes entusiastas de armar nuevas propuestas fundadas en una constante y cuestionada, crítica y lucida búsqueda, investigación y creación estética; su compromiso y preocupación por saltar límites de lo convencional y colocarnos ante el asombro pueden ser una antorcha para los cultores de esta opción del arte de la acción.



Sirenate. Foto: Jesús León.


Personalmente extraño, como quizá muchos de los aquí presentes, su compañía junto a los atardeceres merideños, cuando luego de nuestros encuentros de trabajo se nos devolvía el libre espacio para respirar la cercanía lúdica de la amistad, la alegría y los cuerpos…
Topo Sannin, 15 de marzo del 2004



Notas:

[1] Ella misma dice: Para hacer del arte algo cotidiano es necesario encontrar entes financieros, fundaciones, instituciones públicas o privadas que aseguren el movimiento de esa maquinaria que nos permita llegar al límite de realización de un proyecto, (ML, 2003, p.67).
[2] Esta poeta del performance advierte en su reflexión que: Desde ahora los conciertos de música rock, punk o de cualquier otra tendencia, festivales de música como el de Lollopaalooza, no se conciben sin el toque que pueda dar la Performance al evento. Ese grado de canalización de la Performance temido por los teóricos, a alcanzado sus proporciones y si no llega definitivamente a comercializarse, la Performance, es actualmente una forma de amenizar vernissages, aperturas de congresos y hasta matrimonios de adultos contemporáneos, (idem).
[3] Allan Kaprow, creador del recordado 18 happenings in 6 parts (“18 happenings en 6 partes”) presentada en 1959, refiere a la crítico RosseLee Golberg (1996) que las acciones no significan nada que pudiera formularse claramente.


Fuentes documentales
Hemerográfícas:
León, Merysol: Territorios del Arte Accional. En Rev. Estética, Nº 2, Mérida, 1999.
León, Merysol: El Fin Indeterminado de la Performance. En Rev. Estética Nº4, Mérida,
2001.
León, Merysol: Intervención Urbana. En Rev. Estética Nº6, Mérida, 2002.
http://vereda.saber.ula.ve/historia_arte/danza_t/IMGk.HTM


Bibliografía:
AA/VV. 1992: Pensar el presente. Traducciones de Francisco Jarauta y Jesús J. Perona.
Cuadernos del Círculo, Madrid. .
Baudrillar, J. 1999: Le complot de l’art. Sens et Tonka, París.
Calabrese, Omar. 1989: La era neobarroca. Traducción de Anna Giordano. Catedra. Madrid.
Dorfles, Gillo/Puppo, Flavia. 2003: Destino Dorfles. ELR Ed. Madrid.
Golberg, RosseLee. 1996: Performance art. Desde el futurismo hasta el presente. Destino, Barcelona. Uberquoi, Marie-Claire. 2004: ¿El Arte a la deriva? Debolsillo, Madrid.



Advertencia: Este artículo es de dominio píblico. Agradecemos que sea citado con nuestra dirección electrónica: http://www.filosofiaclinicaucv.blogpsot.com/


Wilhelm Reich y el fascismo


Ignacio Dobles Oropeza (*)
Universidad de Costa Rica


Tomado de: Actualidades en Psicología, 2003, Vol.19, No. 106, 97-112 



Resumen. Este artículo discute diversos aspectos de los aportes elaborados por Wilhelm Reich en las décadas de los 30 y 40 para abordar el fenómeno nazi-fascista en Alemania, y sus polémicas con el movimiento psicoanalítico y también con la Internacional Comunista. Enfatiza el abordaje caracterológico del fascismo por parte de Reich y su análisis de la política, la propaganda y la estrategia fascista, cubriendo su lectura del marxismo y del psicoanálisis y las tareas psicopolíticas que intentó esbozar.
Palabras clave: fascismo; psicoanálisis; materialismo dialéctico; sexualidad; carácter.
Abstract. This paper discusses several aspects of Wilhelm Reich’s analysis of the nazi-fascist phenomenon in Germany in the 1930’s and 1940’s and his controversies with the institutionalized psicoanalytical movement and also with the Communist International. The paper discusses the characteriological approach defended by Reich and his analysis of fascist politics, strategy and propaganda, covering his peculiar understanding of marxism and psychoanalysis, and the political tasks he proposed.
Key Words: Fascism, psychoanalysis, materialism, dialectical, sexuality, character.
(*)Dirección postal: 1046 – 2050, San José, Costa Rica; Ce: idobles@yahoo.com
97 Wilhem Raich y el fascismo

Introducción

Quiero discutir en este trabajo la valoración conceptual y práctica del fascismo que hacía el psicoanalista vienés Wilhelm Reich en los años 1930-1940, enfatizando los aportes sociopsicológicos y culturales del autor y su identificación de diversos aspectos ideológicos y culturales del fascismo alemán. Se trata de una perspectiva que engendró, en el marco del movimiento obrero organizado de la izquierda europea de la época, modalidades organizativas y políticas que eventualmente condujeron a contradicciones insalvables con las organizaciones comunistas. El otro lado de la historia se revela en las implicaciones y consecuencias de esta politización del psicoanálisis, lo que produjo otras contradicciones que desembocaron en otras rupturas. Reich era, sin duda, incómodo para muchos.
Se trata de un personaje paradigmático. Psicoanalista, el “más comprometido políticamente” según Dahmer (1983) y el “más vital de los discípulos de Freud” según Moscovici (1985, p. 298), se separa de la ortodoxia freudiana desde principios de los años veinte, y a finales de este decenio de entreguerras se acerca primero al movimiento socialista y luego al comunista, con el que romperá en 1933. Reúne la particularidad de haber sido expulsado del Partido Comunista y también de la Asociación Psicoanalítica de Viena.
Reich era, políticamente, un personaje sumamente incómodo para el establishment psicoanalítico, dirigido por Freud. En su autobiografía, escrita en los años cincuenta, cuenta cómo, ante un escrito suyo acerca del masoquismo en que criticaba la teoría freudiana, Freud hace una advertencia editorial en la revista Internationale Zeitschrift para aclarar que era una publicación abierta a todos los psicoanalistas, pero que en el caso de Reich había que hacer la observación de que se trataba de un “miembro del Partido Bolchevique”, lo que limitaba su “libertad de investigación”. De paso le cuenta a Sandor Ferenczi que la posición de Reich era “el colmo de la tontería” (Dahmer, 1983).
Reich contesta que parecía no existir esa libertad en las discusiones políticas y sociológicas en la Asociación Psicoanalítica, destacando que su crítica a ciertos aspectos de la teoría freudiana antecedía a su encuentro con el marxismo. Lo curioso es que ya en los años cincuenta, en que se ha desentendido de la militancia política, Reich termina dándole la razón al Freud censor. Pero en los años treinta, este analista y militante era un serio problema para un Freud que intentaba, ilusamente, por cierto, desvincular la institucionalidad psicoanalítica de las tormentas políticas de la época (Dahmer, 1983).
Cuando emigra a Estados Unidos, en 1941, Reich es perseguido por el FBI y seguido minuciosamente por J. Edgar Hoover, director de este organismo. Podemos leer en los informes a que se tiene acceso de acuerdo con el Freedom of Information Act correspondientes a estas fechas, que se sospechaba de su “trayectoria comunista” y de su “influencia entre las mujeres doctoras”1. En 1947 una investigación de seis años del FBI llega a la conclusión de que su trabajo no era peligroso para la seguridad nacional de EE.UU., sin embargo, será de nuevo perseguido al continuar durante los años sombríos del macartismo sus investigaciones sobre el “Orgón” y la energía biofísica, en una finca que había adquirido en el Estado de Maine. Acusado de violar disposiciones de la Food **And Drug Administration (F.D.A.) es encarcelado en 1955, muriendo en una cárcel estadounidense en 1957, a los sesenta años, de un ataque cardiaco.
Los libros de Reich fueron quemados por los nazis en 1933 y por el macartismo en Estados Unidos en los años cincuenta. Su obra Psicología de masas del fascismo, que es de fundamental importancia para este trabajo, no pudo ser editada en EE.UU. hasta 1971, y fue por una orden judicial. Es presentado con facilidad como un quack 1 (charlatán) debido a su búsqueda incesante de la fuente última de la energía vital, sin embargo, aún en estas últimas etapas de su vida resulta influyente para algunas concepciones new age y en la etapa que nos concierne, la más politizada de los años treinta, sus observaciones acerca del fascismo y la psicología de masas eran sumamente agudas e influyentes. Su tratamiento de la “familia patriarcal” es central, y además, precursor.
En este trabajo nos concentraremos en esta primera etapa de Reich, de gran fecundidad política, de los años 1920-1940. Cabe anotar que Reich fue reelaborando sus concepciones de acuerdo con su cambio en circunstancias (me refiero a emigraciones, rompimiento con organizaciones, etc.) y en el prólogo de Psicología de masas del fascismo que escribe en 1942 describe como fue abandonando el uso de algunos términos al reelaborar sus escritos 2. Parker (1997) ha advertido acerca de las dificultades que esto provoca al intentar discutir al autor, ya que repetidas veces reelaboró sus obras, manteniendo el mismo título, de acuerdo a las modificaciones en su pensamiento y en sus circunstancias. Reich constantemente se reinventaba a sí mismo, aunque haciendo concesiones en su pensamiento político.
Llama la atención que Mary Higgins, encargada del Trust de Wilhelm Reich, al notar que en los años setenta había un interés renovado por su obra de parte de los activistas políticos de esa época, plantea en la introducción a la edición de Psicología de masas del fascismo que no se puede disociar al Reich politizado (que le interesaba a los activistas, y a este trabajo) del Reich del orgómetro. Esto es muy cuestionable, aunque no sorprenda el interés de la Sra. Higgins en promover la totalidad de la obra del autor.
Reich nace en Dobryzcynica (Austria) en 1897, en una familia judía no practicante en la que se habla el idioma alemán. Su padre, estricto, severo, fue un agricultor, y su madre, que eventualmente se suicida, educadora. Fue teniente del ejército en la Primera Guerra y posteriormente estudia primero Derecho, y luego Medicina. Su ingreso en la Sociedad Psicoanalítica de Viena en 1920 está matizado por el interés de Freud en sus estudios sobre sexología. Dahmer (1983), parafraseando al mismo Reich, expresa que mientras la trayectoria de Freud lo llevó “del psicoanálisis a la sexología” la de Reich lo lleva “de la sexología al psicoanálisis”. Producto típico de la Primera Guerra Mundial, pudo estudiar debido a su condición de veterano de la misma. Su acercamiento a Freud no es
tangencial, sino personal y directo. De hecho, se convierte en asistente clínico del fundador del Psicoanálisis en Viena en 1922. 3
Estos elementos biográficos sirven para delimitar la situación y las características de un clínico e intelectual que en este convulso periodo de entreguerras ofrece no solo visiones particulares de su propia disciplina, sino elementos para conceptuar al fascismo y para enfrentarlo desde las posiciones de izquierda. Hay que subrayar este aspecto. Reich está escribiendo sobre el fascismo en los años de su ascenso, es, por decirlo así, una mirada in situ y no a posteriori, y no es la mirada distante del intelectual observador de los acontecimientos, sino la de un intelectual militante directamente involucrado en el trabajo con las masas.
Dada esta contextualización, los propósitos de este trabajo son los siguientes:

1. Discernir la conceptuación política existente en los escritos de Reich acerca del fenómeno fascista, intentando discutir los alcances y también las limitaciones de esta comprensión.

2. Identificar, propiamente en el campo del psicoanálisis, en que consistía la contribución particular de Reich, y comparar su perspectiva con la de Freud. Esto implica también considerar la notable contribución de Reich al debate sobre psicoanálisis y marxismo que se llevaba a cabo con fuerza en esa época.

3. Discutir las categorías teórico conceptuales, psicoanalíticas y psicosociales, utilizadas por Reich para entender los fenómenos de masas asociados con el fascismo.




La conceptuación de Reich sobre el fascismo

Hemos establecido la ubicación militante de Reich ante el fascismo. Se conoce la anécdota de que después de observar la represión ejercida por la policía de Viena ante una manifestación obrera socialdemócrata en 1927 Reich se encuentra con Freud y la comenta con indignación, siendo sorprendido por una respuesta del “maestro” en el sentido de que se trata de una “catástrofe natural” 4. Ese fatalismo político sin duda resultaba chocante para Reich.
La definición del fascismo planteada por Reich es fundamentalmente psicológica, lo que crea enormes problemas conceptuales, ya que, por ejemplo, implica una subvaloración de la problemática ideológica implicada. Es claro, además, aunque no es el propósito de Reich detenerse en eso, que la emergencia del fascismo se relaciona con procesos de concentración y centralización
concomitantes a la creciente monopolización del capital, la competencia entre las potencias capitalistas rivales, y también constituye un intento de revertir y sofocar las olas revolucionarias marxistas que se presentaban en Europa durante y después de la Primera Guerra Mundial. El fascismo es definido por el autor en 1942 como: “la expresión políticamente organizada de las estructuras del carácter del hombre medio, de una estructura que no está ligada ni a determinadas razas ni naciones ni a determinados partidos, sino que es general e internacional” (Reich, 1981, p.11).
Esta conceptuación ofrecida ya en el contexto de la guerra ilustra que la definición del fenómeno se hace dependiente de “estructuras del carácter” y por otro lado denota la ubicuidad del fenómeno en la visión de Reich. Esto, a la vez, crea un problema conceptual en la definición ya que el fenómeno fascista pierde especificidad y precisión, lo que desfigura sus contornos ideológicos y políticos. Esto facilita que para los años cuarenta haya deslizado su análisis de manera tal que aparece el “fascismo rojo” sin establecer, aun en plena guerra, diferencias entre la Alemania Nazi y la Unión Soviética. Esta no era su posición en los años treinta.
Sus críticas a la Unión Soviética se centran en los cambios en las leyes del país de los soviets sobre la familia, la homosexualidad y otros temas a mediados de los años treinta, que para Reich implicaban un retorno a una represión sexual que había sido al menos en parte superada en los primeros años de la Revolución Bolchevique.
Pese a estas dificultades, es claro que en la vorágine de los años treinta Reich expresaba una serie de valoraciones políticas acerca del fenómeno fascista que son de enorme interés. Hay fortalezas y debilidades en su tratamiento del fascismo como fenómeno sociopolítico.
El lugar del “mito” soreliano en la ideología y la práctica fascista ha sido señalado por Sternhell, Sznajder y Asheri (1994). La fuerza de la combinación de “nacionalismo” y “socialismo” antimarxista es evidente en la “religión política” (Gentile) del fascismo y la evocación de estos “mitos movilizadores” no pasaban por la razón, sino por las “emociones”. Reich hace, en sus escritos, una valoración muy perspicaz del papel de la manipulación de lo irracional en la política, y de la fuerza social del irracionalismo expresada en el movimiento nazi: “Hitler revela la fuerza social de la fantasía” escribe con agudeza (Dahmer, 1983, p. 280).
Esta identificación de la fuerza de lo irracional en el fascismo fundamenta, como discutiré mas adelante, el lugar que propone para el psicoanálisis en la lucha antifascista y explica, además, la ineficacia de la propaganda racional de los movimientos de izquierda. La frase de Ernst Bloch citada por Dahmer lo dice todo: “Los nazis hablaban engañosamente, pero a las personas, y los comunistas tenían toda la razón, pero solo hablaban de cosas” (Dahmer, 1983, p.280). Reich señalaba que los partidos marxistas intentaban enfrentar un fenómeno que era nuevo con conceptos que correspondían al siglo diecinueve, lo que es en esencia un reconocimiento del carácter “moderno” del fascismo. Si el dilema era ¿“socialismo o barbarie”?, ¿cómo explicar que triunfara la barbarie?.
Por otro lado, contrario a visiones dominantes en el Movimiento Comunista Internacional a finales de los años veinte (tomemos como ejemplo la visión ofrecida por Jorge Dimitrov en un informe a la Internacional Sindical en Moscú en 1928, en un encuentro en que el fascismo se
convierte en el tema principal) Reich distingue claramente en sus escritos el aspecto “revolucionario” del fenómeno. No se trata de que la ideología fascista (nazi en el caso con el que lidia Reich) sea meramente de derecha o conservadora, o quiera retornar a un orden de cosas anterior, sino que moviliza anhelos de cambio de sus sujetos: “las masas de base del fascismo son de índole subjetivamente revolucionarias y objetivamente reaccionario” escribe Reich (Dahmer, 1983, p.281).
Este es un punto álgido para el posicionamiento del marxismo ante el fascismo. Recurro al informe de 1928 de Dimitrov, figura clave en la Internacional Comunista ante el problema del fascismo, porque coincide cronológicamente con las fechas de “politización” de Reich. En este informe, aunque Dimitrov reconoce la existencia de un fascismo construido “desde abajo” (Italia) se define al fascismo como la “última fase de la dominación de clase de la burguesía” y no obstante que se destaca el uso del nacionalismo y de la colaboración de clases por parte del fascismo no hay reconocimiento alguno del ánimo revolucionario que forma parte del mito movilizador del movimiento, al menos en esa época. Además, Dimitrov, en la línea de la caracterización del “socialfascismo” plantea que hay “completo acuerdo ideológico y político con el fascismo” por parte de las dirigencias sindicales reformistas, lo que en buena ley hacía imposible cualquier alianza contra el fascismo (Dimitrov, 1976).
Ya para 1935 la valoración es muy diferente, y en su famoso informe ante el Congreso de la Internacional Comunista no solo propone el “frente único contra el fascismo” como estrategia de lucha, sino que hace un análisis más detenido de que como logra el fascismo establecer políticamente su influencia en las masas, usando incluso sus “tradiciones revolucionarias” (Dimitrov, 1976). Sin embargo, el análisis de esta influencia coincide muy poco con el de Reich. Es interesante que presenta una autocrítica muy fuerte del trabajo de los comunistas con la juventud, tema predilecto de Reich. Para esta época, ya lo he mencionado, éste ha sido ya expulsado del Partido Comunista.
Otro rasgo interesante de la conceptuación de Reich acerca del fascismo es su desacuerdo con aquellos que lo definían como un asunto pasajero, o que no había que tomar en serio. Mas bien considera que hay que tomar muy en serio a la ideología fascista, en el terreno en que se exprese, y en mi opinión algunos de los pasajes más interesantes de Psicología de masas del fascismo son aquellos en que relata discusiones públicas con los nazis. En esta línea, no extraña que Reich ubique la lucha antifascista no solo en las elecciones, los sindicatos, en la lucha por el poder político, sino también en la familia, en la iglesia, en la sexualidad. La batalla de Reich está en la “cotidianidad” en la “cultura”, y sobre todo, en la “sexualidad”.
En el contexto alemán, el ascenso del nazismo es congruente con la presencia de un clima social y cultural predominantemente conservador y autoritario. Mosse (1964) analiza con mucha claridad este ambiente político, social y cultural que llega a incubar al fenómeno nazi. Me parece que Reich hace una operación similar, aunque su interpretación no privilegia la ideología, como lo hace Mosse.
Llama la atención que ambos autores ofrezcan datos acerca de la filiación juvenil en los movimientos católicos conservadores y nazis a principios de los años treinta. En la concepción de Reich el fascismo es producto de un ambiente conservador, cuya “célula germinal central” es la
familia patriarcal, que el nazismo recupera como símbolo. Esta línea analítica trazada por Reich lo lleva a prestar especial atención a la situación de la niñez, la juventud y de la mujer en el fascismo, lo que no es común en su época. 5
Otro aspecto interesante de la visión de Reich, que antecede a la reelaboración de doctrina por parte de la Internacional Comunista, es que desde el año 1933 escribe y habla acerca de la necesidad de un “frente obrero unido” es decir, de la necesaria unión entre socialdemócratas y comunistas en la lucha contra el fascismo.
Lo fundamental del aporte de Reich consiste en captar la utilización política de la irracionalidad en la política fascista y en su ideología y en ofrecer una visión acerca de sus raíces ubicada en su conceptuación acerca del desarrollo del psiquismo. Identificando la “religión política” del fascismo (aunque, como expondré más adelante, no efectúa la división analítica entre religión y política que llevan a cabo escritores como Gentile, porque parte de que obedecen a la misma matriz del misticismo) y la “teatralización de la política” llevada a cabo por los movimientos fascistas, Reich no se queda en la exterioridad de estos fenómenos, sino que intenta explicar cómo y por qué funcionan en las masas, y, además, como pueden ser combatidos.
Por último, se ha sugerido que el fascismo es una respuesta a los problemas planteados por la modernización a la civilización europea de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Incluso se afirma que el fascismo es, en realidad, la primera filosofía política ubicada en la era moderna. A Reich no se la escapa este aspecto, central, de la cuestión. Define al fascismo no en términos políticos sino como: “la actitud emocional básica del hombre autoritariamente sojuzgado de la civilización maquinista y de su concepción vital místico-mecanicista. Es el carácter místico-mecanicista de los hombres de nuestra época el que crea los partidos fascistas y no a la inversa” (Reich, 1981, p.11).
En otro pasaje expresa que: “el fascista es el sargento mayor en el ejército gigantesco de nuestra civilización profundamente enferma y muy industrializada”(Reich, 1981, p.14).
La contrapropuesta utópica de Reich apunta, en diferentes momentos, a la simplicidad en la existencia, a la “sexualidad natural” y, posteriormente en sus elaboraciones, a la “democracia laboral”. Si el propósito de los sindicalistas revolucionarios en su revisión del marxismo es liberar a la dinámica de los factores productivos de todo condicionante externo a la esfera de la producción (Sznajder, 1997), el de Reich es el de liberar a la “vida sexual natural” de todas sus trabas externas.
Para los primeros se trata de una política económica, para Reich es un asunto de política sexual. Creo que es válido tener presente la pregunta de si esta visión que puede tener tintes románticos de una “vida sexual natural”, que tanto marcó las acciones, las elaboraciones y las polémicas de Reich en esta época y a lo largo de su vida podía estar de alguna manera influenciada por nociones de la ideología “volkista” que permeaba la atmósfera intelectual, cultural y también política de su contexto
y de su época.6 Esto es lo que insinúa Dahmer, cuando hace la observación de que Reich se muestra poco crítico acerca de algunos componentes de las propuestas nazis, aquellas que implicaban cierto “culto a la naturaleza” (las excursiones, los campamentos, la vida "saludable" al aire libre, etc.): “La naturología de Reich lo volvió acrítico respecto del movimiento nazi del culto a la vida, la juventud, la sangre y la tierra” (Dahmer, 1983, p.276).





Sobre el psicoanálisis

El segundo tema que me ocupa, el de la relación de Reich con el psicoanálisis, implica no sólo el posicionamiento ante Freud, sino también los reiterados esfuerzos de Reich en los años treinta para ubicar la discusión entre psicoanálisis y marxismo, (punto de unión, de encuentro o desencuentro que a lo largo de estos decenios ha provocado tantas discusiones), de forma tal que se pueda discernir cómo los descubrimientos del psicoanálisis podían ser de utilidad para el marxismo.
La clave para entender la posición de Reich en el psicoanálisis es identificar la importancia que le otorgaba a la sexualidad. La influencia de Bergson (que paradójicamente también influenció a Sorel y al fascismo) es clara. En su autobiografía escribe Reich: “Era imposible negar el principio de una fuerza creadora que rigiera la vida. Solo no podía estar satisfecho en tanto aquella fuerza no fuera tangible, en cuanto esto no pudiera ser descrito y manejado en la práctica” (citado en Dahmer, 1983, p.263).
En otro pasaje escribe: “Por mi propia experiencia, observando a los demás y a mí mismo, he llegado a la conclusión de que la sexualidad es el punto central en torno al cual giran tanto la vida sexual como el mundo psíquico del individuo” (Dahmer, 1983, p.263).
A través de su vida, Reich entiende al materialismo en la dirección de que los fundamentos biológicos de la existencia puedan ser “descritos y manejados en la práctica”. La culminación de esta lógica la encontramos en la propuesta del “Orgón”. Es por esta razón que mientras resalta al Eros o pulsión de vida en la conceptuación de Freud, que considera tiene fundamentos materiales en la alimentación y la vida sexual, rechaza al Thanatos porque la considera “metafísica” al no tener fundamentos materiales (Reich, 1989).
Este rechazo al Thanatos es lo que causa la reacción de Freud ante su escrito sobre el masoquismo, que ya fue mencionado, pero hay que destacar que no se trata únicamente de que Reich considere que esta elaboración de Freud sobre la pulsión de muerte sea inevitablemente leída en clave reaccionaria, sino que intenta fundamentar su rechazo, epistemológico, desde el materialismo dialéctico.
Como recordaremos, en su última versión de una teoría de las pulsiones, Freud distingue entre la pulsión de vida (Eros) que tiene que ver con procesos de construcción, y la pulsión de muerte (Thanatos) que tiene que ver con la destrucción (Freud, 1997a). El Thanatos, seria lógico pensarlo, tendría que ver en la concepción freudiana directamente con el fascismo, con su énfasis en la violencia, el terror, la destructividad. Sin embargo, para Reich esto implicaría hacer una aplicación directa del psicoanálisis a los fenómenos sociales, lo que considera inaceptable. 7
Por estas razones Reich se opone frontalmente a la “sociología analítica” del fundador del psicoanálisis, presente, por ejemplo, en El malestar en la cultura. (Freud, 1997b). Además, mientras que en esta obra Freud plantea la contradicción irresoluble entre cultura y vida psíquica del individuo, Reich ubica la contradicción en el ámbito de estructuras sociales particulares, no universales. Para Reich el conflicto es social, no cultural.
Lo débil de esta posición, por más que se fundamente en un punto de vista epistemológico, desde una lectura del materialismo dialéctico, es que establece una frontera insalvable entre lo social y lo psíquico, eliminando ese terreno de encuentro que es precisamente el ámbito de una psicología que se pretenda social, y además, ignora lo que hay de social en el planteamiento de Freud. Para Reich lo psíquico y lo social ocupaban cada uno su lugar y en conjunto, al menos desde el psicoanálisis y el marxismo, se amparan en la dialéctica materialista, pero por aparte. Su interpretación de la pulsión de muerte difiere, en este sentido, de la que posteriormente ofrecería Herbert Marcuse (1973).
Reich, en el debate de los años treinta sostiene que aunque el psicoanálisis es dialéctico en su método (y materialista) 8 su ámbito de competencia es el de la vida psíquica, por lo que la “sociología” del psicoanálisis, que lo aplica directamente sería “metafísica”. Esto es fundamental para entender la posición epistemológica de Reich sobre el psicoanálisis y para entender lo que considera es su aporte a la compresión del fascismo. Para Reich, escribiendo en la Alemania del 34, la pertinencia del psicoanálisis para el estudio de los fenómenos sociales, que es lo que lo convierte en psicología social, radica en el abordaje de lo que constituye conducta irracional en el ser humano.9
Mientras que el materialismo histórico, conceptualmente, y también en la práctica de los partidos marxistas, apela a los intereses “racionales” de los seres humanos, se queda corto al intentar explicar como la “ideología” se conforma en las cabezas de las personas. De ahí la famosa aseveración de Reich de que lo que hay que explicar no es por qué el obrero va a huelga en defensa de sus intereses, sino por qué el obrero no va a huelga en defensa de sus intereses, que seria una conducta irracional vista desde el materialismo histórico. Esto será desarrollado a mayor profundidad en la próxima sección de este trabajo.
Volviendo a la relación de Reich con el psicoanálisis, podemos, además resaltar los siguientes elementos:
-Mientras que Freud enfatiza la represión intrapsíquica, Reich se basa en la represión sexual externa, la coacción exterior, no la problemática interior. El problema para Reich es de “derribar las instancias morales y en su lugar instalar la autorregulación de las actividades de fundamento libido económicas” (Dahmer, 1983, p.263).
-Reich enfatiza la sexualidad genital. Hay en sus escritos, según Dahmer una “fetichización de la sexualidad genital”. Llega a plantear, en su karacteranalyse desarrollado a principios de los años veinte, 10 que el “carácter genital” es el tipo ideal de la persona sana, con su sexualidad activa y su creatividad. Esto es clave también para la propuesta sexual-política que planteara Reich y para su crítica al fascismo.
Hay que hacer notar que Reich entiende al “carácter” como una especie de “blindaje” que protege al yo de peligros interiores y exteriores, y que identifica los siguientes caracteres: el “neurótico”, el “genital” el “histérico”, el “fálico-narcisista” y el “compulsivo”. Por otro lado, es preciso señalar que el modelo de sexualidad con que trabaja excluye problemáticas no asociadas con el acto sexual directo y por lo tanto dista mucho de la compleja problemática de la sexualidad vista por Freud, quedando por fuera los deseos, los temores, las fantasías, las ilusiones.
Para Dahmer, en la visión de Reich se pierde el “aura utópica” presente en la perspectiva freudiana sobre lo sexual. (1983, p.269). Se ha señalado que esto no era ignorado por Reich al inicio de sus elaboraciones, pero que fue progresivamente quedándose en la sexualidad genital y excluyendo otros aspectos de la propuesta freudiana.
-Como ya he señalado, Reich rechaza la existencia de la “pulsión de muerte” por considerarla metafísica, a la vez que rechaza la “sociología analítica” de Freud. Si para este último la noción de “pulsión” es una especie de “concepto límite” (entre lo psíquico y el mundo social en que se desenvuelve la persona y que la moldea) que necesariamente adquiere al menos cierto grado de ambigüedad, Reich, creyéndose fiel a las primeras formulaciones freudianas e inspirándose en Bergson retoma la “pulsión” como algo que debe materializarse. Lo que quizás para Freud es una esperanza en que un desarrollo posterior de la ciencia sustantivase y así legitimara sus postulados, es para Reich la certeza de que hay que proceder a constatar empíricamente materialidades.
-Enfatiza la psicotécnica, mas que la teoría, en sus consideraciones clínicas sobre el psiquismo. Como, pese a todo, hay una línea de coherencia en la obra total de Reich, esto llega, eliminando lo “psico”, a convertirse en técnica física pura con el “Orgón”.
No deja de ser paradójico, en este sentido, que la crítica de Reich al fascismo alemán, caracterizado por su biocracia,11 por el énfasis en lo racial como un a priori biológico termine basándose en una concepción de la “biología natural”. Tenemos así la paradoja de un psicoanalista que más que cualquier otro en su tiempo buscaba llevar al psicoanálisis más allá de una franja límite
que cuidadosamente instituía y defendía Freud, en lo que se refiere a su encuentro con los procesos históricos y políticos, pero que lo hacía desde una posición epistemológica y teórica que simplifica, irremediablemente, algunos de los postulados más complejos del psicoanálisis.
En lo que se refiere al encuentro de estas dos teorías críticas (sobre la sociedad y sobre lo psíquico), no creo que sea justa la observación de Gruner (1998, p.31) de que los “equívocos y las inconsistencias” de Reich y sus colaboradores representaran un freno a este acercamiento, porque eso es ignorar algunas de las intuiciones y empujes de Reich que dinamizaron una posibilidad, pero no hay duda de que este “arranque inicial” estaba condicionado por las simplificaciones del pensamiento reichiano.




La psicología de masas del fascismo
Emilio Gentile, escribiendo acerca del fascismo italiano, expone una serie de ideas que son también directamente aplicables al nazismo con que lidió Reich. Destaca la dimensión cultural del fascismo y su propuesta, llevada a la práctica, de: “una cultura fundada en el pensamiento mítico y en el sentimiento trágico y activista de la vida, que es concebida como manifestación de la voluntad de poder en el mito de la juventud como artífice de la historia y en la militarización de la política como modelo de vida y de organización colectiva” (Gentile, 1973, pp. 25-26).
Destaca cómo el fascismo hace un “uso racional de lo irracional”, y cómo a través de una mitología y una liturgia política efectúa esa “estetización de la política” usando el concepto de Benjamín (2000) que la convierte en perenne espectáculo:
Donde el hombre nuevo fascista se exaltaba con el discurrir de la masa ordenada, con la repetición de los ritos, con la exposición y la veneración de los símbolos, con el sugestivo reclamo a la solidaridad colectiva hasta alcanzar, en los momentos de alta tensión psicológica y emotiva, la fusión mística de la propia individualidad con la unidad de la nación y de la raza, con la mediación mágica del Duce (Gentile, 1973, p.31).
No hay duda de que Gentile describe con mucha fuerza esta “sacralización de la política”. Sin embargo, su análisis se queda en lo exterior, la preocupación de Reich era la de explicar por qué funcionaban estos mecanismos o rituales. Que ocurría, en los seres humanos, para dar lugar a esta fusión fascista. En el prólogo a Psicología de masas del fascismo escrito en 1942, Reich retoma sus postulados caracterológicos para postular la existencia de tres niveles o “capas” caracterológicas en el ser humano. En un primer nivel se encontraría una capa superficial, en que se ubica la conducta cortés, civilizada, de “modales” a que apelaban los regímenes liberales. Esta capa caracterológica se derrumbaba en tiempos de crisis, como los vividos en Europa en los años veinte. En un segundo nivel caracterológico se ubicaría la destructividad, el sadismo, la crueldad a que apelaban los regímenes fascistas, producto de la represión de impulsos.
Una tercera capa, más profunda, que denomina “núcleo biológico” tenía que ver con las tendencias naturales en el ser humano, en que se ubicaban la sexualidad plena, la creatividad, el ímpetu revolucionario. Esta capa solía expresarse exclusivamente en el plano artístico o de la
ciencia. A este tercer nivel, profundo, tendría que apuntar la política revolucionaria para poder enfrentar al fascismo. Este sería el sustento “biopsíquico” del que carecía la política marxista, dada su “brecha biopsicológica”.
Para Reich este “núcleo profundo” tiene que ver con la sexualidad y su vivencia. Es curioso que, como destaca Mosse (1964), la ideología “volk” tan influyente para el pensamiento conservador alemán y por supuesto para el nazismo apelara también a la “naturaleza profunda” y a la “creatividad” del ser humano, aunque con la vertiente de una profundidad de sentimiento inmerso en la unidad y fusión con otros miembros de su pueblo.
Las claves para la comprensión de la psicología de masas del fascismo, para Reich, son la familia patriarcal y el misticismo, todo relacionado con su visión de la represión de la sexualidad.
Reich consideraba que Hitler se planteaba una serie de preguntas claves en los años 20: ¿cómo hacer triunfar la idea nazi?, ¿cómo combatir eficazmente al marxismo? y ¿cómo tener acceso a las masas?. Su estrategia, al decir de Reich, consistía en apelar a sentimientos nacionalistas, pero organizando al movimiento con métodos similares a los de los partidos marxistas, lo que, de paso, lo llevaba a superar ampliamente a otras organizaciones políticas alemanas de derecha que bebían en las mismas fuentes ideológicas y culturales pero que no podían lidiar con el empuje nazi, y la clave de su éxito era la estructura autoritaria y el miedo a la libertad características de las masas en la sociedad industrial. Este tema lo retomara luego Erich Fromm, pero desde una perspectiva en la que, para disgusto de Reich, no se incorpora la problemática de la sexualidad (Fromm,1968).
La forma de combatir esa estructura autoritaria y temerosa no era apelando a la primera capa caracterológica, que se derrumbaba fácilmente, sino a las profundidades de la estructura biopsíquica, de ahí la necesidad de la política sexual (sexpol).
Reich efectúa un análisis profundo de la clase media, señalando que es la base del partido nazi hasta el año 1932, en que esta base se masifica. Esta clase media, en el contexto de la crisis de los años veinte, está acostumbrada a depender de la estructura de un estado autoritario, y a “mirar hacia arriba” a la vez que le tiene terror a la proletarización.12 Entender su problemática implica ubicarla en tres niveles: uno de su inserción en el modo de producción, otro concerniente a su situación social, y el último ubicado en la familia. Aunque los sectores medios estuviesen en franco deterioro en el contexto socioeconómico, su situación social proporcionaba una serie de claves de status y de identificación que la separaban de las masas obreras, y en la familia se ubicaba una socialización en la obediencia, de rechazo al goce sexual y de una angustia religiosa que inclinaban en una dirección muy conservadora.
La “célula germinal central” del fascismo sería la familia patriarcal, en que se reprime sexualmente a los niños y a las mujeres, y en la que se educa en la obediencia. Esto lleva a una idealización de la madre, asexuada, que es retomada con fuerza por el nazismo. La madre es la patria (“La patria es la madre de la vida, no lo olvides jamás”, sentencia Goebbels. Reich, 1981, p.92), la familia, la nación, y en la ideología fascista, en que este elemento nacionalista juega un papel fundamental, se elevan a
rango supremo valores que tienen que ver con el ideal de “honor” intrínseco a esta concepción idealizada de la familia campesina.
Como destaca Reich el “honor” se convierte en emblema destacado de la ideología nazi, llegando al extremo de los discursos de Himmler en que refiere como los miembros del SS cumplen sus tareas de represión salvaje con un “sentido del honor”. Honor personal, honor familiar, honor de la raza, honor del pueblo alemán. Este lugar de la familia patriarcal ayuda a explicar el papel del hombre como “representante” en ella del estado autoritario, y por otro lado, ayuda a explicar la dependencia ante y sobre todo la identificación con personajes masculinos autoritarios como Il Duce o Hitler. El Führer, escribirá Reich, es el padre severo, pero también protector, una especie de “figura paternal autoritaria”. No se trata por lo demás, de una figura que apabulla, ante la que se busca establecer distancia, sino todo lo contrario la identificación lleva a “sentirse-una-misma-cosa-con-el-Führer” (Reich, 1981, p.96).
De esta manera la fusión de esta “sacralización de la política” funciona no por los rituales, que son facilitadores, sino porque las personas ya han sido socializadas para esta sumisión. La familia patriarcal seria así “el más importante lugar de producción del hombre reaccionario y conservador” (Reich, 1981, p. 138).





En este análisis, el papel de la mujer es, por supuesto, subordinado. Reich escribe que si se llegase a concebir a la mujer como un ser sexual, todo el andamiaje se derrumbaría. Lo que ocurre, más bien, es que se acentúa esa visión de la mujer asexuada, idealizada, la mujer, precisamente de “kinder, kuche y kirche”.
Reich no considera que el fascismo llegue a ocupar el lugar de la religión, apropiándose de rituales y símbolos, sino que, en el fondo obedece a la misma matriz del “misticismo”, asentado sobre la represión sexual. Sólo que mientras que la religión organizada niega el goce sexual, reprime la sexualidad del niño y la mujer, dando lugar en esta negación de lo corporal a una especie de “masoquismo”, el fascismo, basándose en este mismo misticismo, llega a aparear los sentimientos místicos con una “brutalidad sádica”. Por eso, diríamos, los mecanismos sociopsicológicos que funcionan tan bien para la experiencia religiosa serían directamente aplicables a la psicología de masas del fascismo. La lucha contra este misticismo, escribe Reich, no puede darse sólo en el terreno intelectual. Ya Strasser, líder nazi de masas, posteriormente asesinado por Himmler, advertía a principios de los años treinta a los marxistas: “vuestro error fundamental es que negáis u os burláis del alma y del espíritu, que son los que todo lo mueven” (Reich, 1981, p.36).
Precisamente el gran logro del nazismo es el de llevar adelante una “revolución o renovación espiritual”, apelando a las raíces culturales e intelectuales conservadoras, y de manera decisiva al antisemitismo como arma ideológica, mientras deja intacta la estructura socioeconómica de explotación.
Pero para Reich la lucha no está, tampoco, en los ámbitos del espíritu, sino en los del cuerpo. “La conciencia sexual es el final de la mística” escribe (Reich, 1981, p. 226). Se trata no de la lucha contra la religión, sino de “desenmascarar la actitud mística como fuerza antisexual” (Reich, 1981, p.223).
Desde su perspectiva, debido a la represión sexual ejercida en la familia patriarcal y al misticismo, el ser humano “fascistizado”' es un ser humano carenciado, ya que no puede vivir ni expresar esa “sexualidad natural” que forma parte esencial de la propuesta de Reich. La visión que ofrece el autor de la propaganda nazi y sus efectos es consecuente con estos postulados. Así, en el capítulo dedicado a la swástica y sus efectos Reich enfatiza que en realidad podría estar simbolizando la unión de dos cuerpos copulando, y, en lo que se refiere a los imaginarios derivados de la idealización de la madre, del honor patriarcal, y de otros elementos de la ideología fascista encontramos, por ejemplo, el análisis de un escrito de Goebbels, Die verfluchen Hakenkreuzler, en que respondiendo a la pregunta de si un judío era un ser humano escribía:
Si alguien le da a tu madre latigazos en la cara, le dirás ¡Muchas gracias! ¡El también es un ser humano! No es un ser humano, ¡es un monstruo!. ¡Cuánto peor han tratado los judíos a nuestra madre Alemania y siguen haciéndolo hoy día!. Los judíos han corrompido a nuestra raza, minado nuestras fuerzas, socavado nuestras costumbres y roto nuestra energía (citado en Reich, 1981, pp. 92-93).
Evidentemente, desde la perspectiva de Reich, este tipo de discurso de los jerarcas nazis estaría tocando, a fondo, las fibras socializadas de amplias masas y sería por lo tanto sumamente efectivo en movilizar ánimos y acciones.
En esta perspectiva, es lógico, los rituales y las ceremonias cobran una gran importancia, pero por qué se asientan en esta represión sexual producto de la socialización patriarcal. Mencionemos el análisis que hace Reich del militarismo, componente tan importante para el proyecto fascista:
El efecto del militarismo descansa esencialmente, desde el punto de vista de la psicología de masas, en un mecanismo libidinal: el efecto sexual del uniforme, la excitación erótica de los desfiles causada por la perfección del movimiento rítmico, el carácter exhibicionista de la pose militar, han sido hasta ahora más accesibles a una criada o a una empleada media que a nuestros políticos más cultos (Reich, 1981, p. 62).
Desde su perspectiva, lo que no veían estos políticos “cultos” (ni los propagandistas revolucionarios marxistas) era que los rituales y las ceremonias fascistas funcionaban porque se asentaban sobre la estructura caracterológica biopsicosexual de amplias masas y, si se pretendía tener algún éxito en contra de estas tendencias, no se podía confiar únicamente en la propaganda racional y mucho menos en el economicismo, sino que había que ir a la raíz del asunto, ahogando al fascismo no en la cuna, sino en la cama.


Conclusiones

No pretendo en estas conclusiones retomar aspectos polémicos de la obra de Reich que he venido discutiendo a lo largo de estas páginas. Sí creo que hay que señalar que pese a su influencia (de una u otra manera) en elaboraciones posteriores sobre la relación entre psicoanálisis y marxismo no hay duda de que Adorno y sus colaboradores retoman sus intuiciones en la versión “psicométrica” de la Escuela de Frankfurt que se evidencia en La personalidad autoritaria, para
Actualidades en Psicología, 2003, Vol. 19, No. 106, 97-112 110Ignacio Dobles Oropeza
mencionar tan solo un ejemplo relevante, (Adorno, Frenkel-Brunswick, Levinson y Sanford, 1965) y su “rescate” en diferentes momentos sociopolíticos y culturales, se trata en lo fundamental de un autor incómodo, con varios flancos criticables pero que a la vez termina siendo imprescindible.
No hay duda, por todo lo que he venido discutiendo, que su concepción acerca del fascismo como fenómeno resulta limitada, al no valorar en su debida dimensión sus rasgos ideológicos y políticos. Es notoria, también, la poca atención que Reich brinda en Psicología de masas del fascismo a lo racial (el nazi racista, violentamente antisemita será un sujeto biosexualmente carenciado: “la ideología racial es una experiencia auténticamente biopática del hombre orgásticamente impotente” (Reich, 1981, p. 13), y el análisis, pese a que hay un breve capítulo sobre el tema, no avanza mucho mas allá). Por otro lado su concepción acerca de lo psíquico evidentemente difiere de postulados psicoanalíticos básicos y tiende a ser simplista, por lo que he discutido hasta aquí. En relación con su propuesta utópica, Dahmer (1983) se encarga de atacarla severamente, desde la literatura, al mencionar que mientras Orwell retoma lo sexual en una vertiente de represión en 1984, Huxley se encarga en Brave New World de administrarlo en dosis adecuadas de satisfacción, igualmente represivas.
Sin embargo, tomemos también en serio las siguientes palabras de Moscovici sobre Reich: “su afirmación de que el fascismo debe ser considerado como un problema que dimana de la psicología de masas y no de la personalidad de Hitler o de la política del Partido Nacional-socialista ha permanecido grabada en la mente de varias generaciones, hasta nuestros días” (Moscovici, 1985, p. 297) ya que cuando la discusión acerca del fascismo, o acerca del autoritarismo se desplaza del ámbito del ejercicio del poder político a la familia, a la forma en que se socializa y se educa a los niños y niñas, por ejemplo, de alguna manera se vuelve al terreno que en relación con el fascismo Reich fue el primero en pisar y tratar de entender.
Reich, pese a todas sus limitaciones teórico-conceptuales, sus giros políticos y sus particularidades personales trazó con gran energía una serie de interrogantes y ámbitos de indagación e intervención que marcaron época y que siguen presentando retos. Reich le coloca el cuerpo, socializado, a la discusión sobre el fascismo y esto sigue siendo enigmático, o, como insinúa Moscovici, explosivo.



Notas:
**Esta es una observación policial muy curiosa, dada la perspectiva de Reich sobre la política sexual.
1 En los términos en que se usa este concepto en Estados Unidos, es decir como el “científico charlatán”, “a pretender to medical skill” dirá el Webster’s Seventh New Collegiate Dictionary
2 Términos como “comunismo”, “socialismo”, “conciencia de clase” son reemplazados en esta revisión por otros que considera más “científicos” Reich, W. (1981). Prólogo Psicología de Masas del Fascismo, 23. Barcelona: Bruguera.
3 Sin embargo hay un rompimiento de Reich con Freud, que no es solo teórico, sino también político. En el año 1927, clave para la politización de Reich, éste le solicita a Freud que sea su terapeuta, pero Freud lo rechaza. Leude, J. (1998). Wilhelm Reich, a short biography. En http://orgone.org.
4 La anécdota la menciona Dahmer (1983, p. 279). La incomprensión de Freud ante el fenómeno fascista, parecido al de muchos liberales de su época ha sido comentado en la literatura. Sternhell, Sznajdjer y Asheri nos recuerdan el envío de un libro a Mussolini en 1933 en que Freud se dirigía al dictador fascista como un “héroe de la cultura”.(1994. p. 388) Por supuesto que posteriormente le toca a Freud enfrentarse directamente a la represión nazi, teniendo que huir a Londres. Cabe preguntarse si el episodio del obsequio de este libro a Il Duce fue ingenuidad o cálculo político, comprendiendo los intentos de Freud de preservar la institucionalidad psicoanalítica a flote aún en las turbulentas aguas del fascismo. Hay que agregar, sin embargo, que este obsequio no es una iniciativa de Freud, sino su respuesta espontánea a la solicitud de un paciente italiano. Ver Jiménez Burillo, F. (1993). Freud y la política. Revista Latinoamericana de Psicología, 25,1, pp. 105-113.
5 Es interesante que este es uno de los temas que se encuentran muy presentes en el florecimiento del movimiento feminista en Estados Unidos, haciendo extrapolaciones de la situación de la mujer bajo el régimen nazi a lo que ocurre en otras sociedades. Ver por ejemplo el artículo de Weinstein, N. (1972). Kinder, Kuche, kirche. En: Ruitenbeek, H. (edit). Going Crazy. New York: Bantam Books, pp. 233-247. La autora no menciona a Reich.
6 Me refiero, por supuesto, a los elementos, con tintes románticos, que apuntan hacia la “comunidad germana”, que derivan fácilmente en la superioridad de lo ario.
7 En su ensayo “Psicoanálisis e investigación histórica” Reich expresa que: “Los psicoanalistas eran totalmente consecuentes en la aplicación del método de la interpretación de contenidos psíquicos significativos cuando afirmaban que los fenómenos psíquicos se reducen a mecanismos instintivos inconscientes, incluyendo entre aquellos fenómenos sociales tales como la organización capitalista o la organización monogámica. Y precisamente por eso se equivocaban, ya que la sociedad no tiene psique, ni subconsciente, ni instintos, ni superyo, como supone Freud en El Malestar en la Cultura.” Reich, W. (1989).Materialismo dialéctico y psicoanálisis . México: Siglo XXI, p.82.
8 En Materialismo dialéctico y psicoanálisis (1989) ofrece diversos ejemplos, sobre el complejo de Edipo, la relación vida/muerte, la sexualidad, etc. para demostrar que el psicoanálisis es materialista dialéctico, lo que implica en las controversias de la época, reivindicarlo para el marxismo.
9 Hay que dejar claro, no obstante, que la concepción de Reich sobre lo “irracional” que pretende ser dialéctica, no lo separa mecánicamente de aquello que define como “racional”, ni de las condiciones que lo configuran, lo irracional tiene también su razón de existir. Reich, W. (1989). Materialismo Dialéctico y Psicoanálisis, México: Siglo XXI, p.51.
10 Las primeras elaboraciones propias de Reich en el psicoanálisis lo llevan a examinar las resistencias que presentaban los pacientes ante la terapia psicoanalítica. De ahí deriva su teoría de los caracteres. Para una discusión crítica de estas elaboraciones ver Dahmer, H. (1983). Libido y Sociedad. México: Siglo XXI Editores.
11 El término lo tomo de Lifton, R.J.(1982). The Nazi Doctors New York: Basic Books.
12 Esto se evidencia claramente en el análisis que hace Mosse de la Deutschnationale Handelsgehilfen verband, la principal organización gremial de empleados públicos (Mosse, G., 1964).


Referencias


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Artículo recibido: 8-8-2003 ,
aceptado: 12-11-2003


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