miércoles, 1 de septiembre de 2021

 

 

 Ai Weiwei y los Cangrejos

David De los Reyes

 (Uartes - UCV)



Ai Weiwei / He Xie, cangrejos de porcelana de dimensiones variables. 

Instalación en el Museo Hirshhorn de Washington, DC.

 

El cangrejo, ese crustáceo que camina corriendo hacia atrás por las playas del mundo, siempre ha tenido un significado particular ante los ojos humanos. Encontramos cangrejos de mar, de río y hasta unos que los nombran ermitaños, estos últimos por esconderse dentro de las conchas vacías de los caracoles marinos; de ahí la expresión: es hora de que salgas de tu caparazón, deja de esconderte, ¡cangrejo!  Lo que parece cierto es que al pobre crustáceo decápodo siempre se le relaciona muchas veces con una situación humana negativa.  Por mi parte siempre me han parecido unos seres extremadamente inteligentes, activos, vivaces, viviendo en comunidad, que saben escapar velozmente como por la tangente, gracias a sus ocho patas y sus dos tenazas, cuando se les ve sobre la arena. En distintos países se les adjudica con una connotación particular: en Santo Domingo, por ejemplo, es utilizada la palabra para referirse indirectamente a las personas que tienen costumbres y gustos homosexuales; en Ecuador, país de cangrejos y sus exquisitas variantes culinarias, la palabra es usada para designar a una persona tonta, bobalicona; en Perú y en Bolivia se le da igualmente un sentido peyorativo, utilizándolo como individuo cangrejo aquel que es inmoral, tramposo, ladino, incorrecto; también  en esos países  es referido a cierta tipología de damas, al referirlo despectivamente como mujer ligera, que tiene un flojo No y un presto Si, es decir, popularmente una mujer cangreja sería aquella de fácil trato, que busca diversión y no tiene límites.

 También conforma una constelación astronómica, la de Cáncer. En la astrología y en la medicina está presente. En las cartas del Tarot es un símbolo lunar, está representado en la carta de la Luna, la cual es una guardiana que tutela al cangrejo, procurando su bienestar en el medio acuático. Este marino terráqueo se mueve de forma armónica y natural guiado por la presencia de la luna, la tierra y el agua de manera perfecta. La sabiduría del cangrejo, en su sentido afirmativo, es que su extravagante condición, como el de poseer su cuerpo una especie de armadura por fuera y de suave carne por dentro, junto a sus movimientos de traslación irregulares e indirectos, encontramos que es una especie de dulce guerrero que sabe cuándo debe avanzar o retroceder, siguiendo las ondas naturales del entorno, sin dar cuentas a nadie de su por qué. Por esta cualidad ha sido tomado con un ser feliz. En Inglaterra, a diferencia de los países andinos, el cangrejo tiene un significado positivo y distinto, pues se suele decir “se feliz como un cangrejo” por lo antes referido. Nadie ni nada lo detiene en su escabullirse hacia el mar o debajo de la arena.

Así, notamos que su caminar es notable. Nunca lo veremos tomar una línea recta, es decir, ir hacia adelante o de frente en su movilidad. No es un ser de andar derecho sino, por lo general, en zigzag. Su itinerario pareciera un avanzar y retroceder, como si tuviera los ojos en la espalda o andar de espalda con la mayor naturalidad del caso. Nos enseña que no en todos los caminos tenemos que ser directos, hay que dar ciertos rodeos para alcanzar la salida; nuestra mirada al cangrejo nos revela que hay situaciones que pueden ser no ortodoxas, menos transitadas, poco populares pero que si se toman con decisión, nos ofrecen el ir con una menor resistencia para encontrar el mejor andar para llegar al lugar buscado.   El cangrejo sí sabe que todos los caminos conducen no a Roma sino al mar.

También está el dicho “pa´trás como los cangrejos”, el cual refiere a una situación que si no va en mejora está yendo de mal a peor.  El cangrejo nos recuerda por el saber popular latino que una situación podría más que mejorar, empeorar. En países de habla castellana es la referencia a este maravilloso ser marino que encontramos en todas las costas, que puebla y transita entre arenas y piedras, en la orilla o en las profundidades del mar y de ciertos canales y ríos adyacentes a él.

Sin embargo, por otra parte, este peculiar ser marino que no nada sino camina en el fondo de los mares, está relacionado con la introversión personal.  En volverse una especie de cangrejo ermitaño.  Recordando la importancia de tomarse un tiempo para la reclusión introspectiva, del saber, como los cangrejos, cuando debemos retirarnos u ocultarnos para discernir sobre algo que nos atañe de manera significativa. Diferente al espécimen aludido aquí, por su colocarse dentro de la concha de caracol marino, los otros especímenes pueden vivir en una extensa sociedad crustácea, como los de río, también llamados jaibas, recordando la importancia vital de vivir en comunidad para el crecimiento del conjunto de los miembros.

El artista chino y activista por los derechos humanos y la libertad d expresión, Ai Weiwei (1957-Pekín), no ha dejado de lado en su obra el simbolismo oriental popular de este ser vivaz de las orillas de los mares. Ha tomado al cangrejo con un doble sentido para una de sus obras artísticas, donde el arte y la política se mezclan de manera muy fina y sugerente. La obra aludida, que data del 2012, es una instalación que consta de 3200 piezas de cangrejos cerámicos, de dimensiones variables   y se encuentra en el Museo Hirshhorn de Washington D.C. ¿Cuál fue el propósito de ella? El mismo artista nos lo explica:

“En chino, la palabra armonioso (un código usado por la censura del Estado, pero muy popular entre los ciudadanos de la net), parece una palabra cangrejo, y que me ha permitido expresar por medio de mis porcelanas la ironía de la situación política en un lenguaje visual cotidiano, físico, que todo el mundo puede comprender. Por lo pronto, he realizado objetos en forma de cangrejo, los cuales tienen una larga historia en China -durante varias dinastías se han fabricado en jade, en bambú o en ónix. Pero en tiempos recientes, luego del arresto de la Banda de los Cuatro, numerosos artistas han pintado cangrejos para celebrar ese suceso. Los pintaban en el trance de comerse cuatro cangrejos y beber una copa de vino. Mis cangrejos son de porcelana y exhiben lo mejor de las posibilidades de estos artesanos. Su forma es extremadamente delicada, ellos han sido pintados y esmaltados graciosamente, haciendo todo sus detalles con un cuido extremo”[1].

Como notamos, Weiwei nos explica el uso de la palabra cangrejo en la situación histórica de la era de Mao y del momento actual al referirlo a los cibernautas de la net. Relacionar al “cangrejo” con el concepto de “armonioso” de la nomenclatura censora del partido tiene una referencia clara a una situación política represiva particular. Buscar la “armonía” social obligada, por parte de aquellos que disientes por las redes, es advertirles que no deben crear conflictos ni atravesar la línea roja de lo permitido por la oficialidad del régimen, no proceder como vivos los cangrejos, en zigzag.... La armonía así sugerida es un “estate tranquilo, no seas discordante con las bondades del Estado, no te propases y acepta lo dado por los dioses del olimpo comunista del capitalismo de estado”. Es decir, no poseas un pensamiento crítico a la corrupción  y la represión  individual conocida pero silenciada o, aceptar “armónicamente”, lo establecido por el comité central del partido; pensamiento crítico, pero “armonioso”, que tanto gusta referir en occidente cierta izquierda alineada con esos parámetros ortodoxos. La palabra “Armonioso” es, entonces, comprendida como un cangrejo declarado irónicamente. Lo “armonioso” es, un estate quieto, un ir pa´trás o desviarse del sendero oficial trazado, no hagas bulla y mantente en silenciosa aceptación: el régimen cuida de ti.

Pero también advierte que la palabra cangrejo fue el término utilizado por los artistas chinos de la época cercana a la muerte de Mao en 1976 en relación con el grupo que lo sustituyo en el poder, la Banda de los Cuatro, donde se encontraba Jiang Quing, última esposa del dirigente comunista liderando al grupo. Este cuarteto comunista fue conocido por su crueldad radical y obcecación dogmática al aplicar las tesis de la mal llamada y criminal  Revolución Cultural de Mao, periodo pleno de persecuciones y confesiones judiciales terminales, por la que perecieron varios millones de personas junto a un gran destrozo de obras artísticas tanto de la tradición cultural china como occidental (por ejemplo, estaba prohibido interpretar un instrumento como el violín -y todos los de cuerda europeos-, por ser considerado un producto del coloniaje occidental, y con ello, toda la música “burguesa” como, por ejemplo, Beethoven). La Banda de los Cuatro fue detenida y enjuiciada en el gobierno de Deng Xiaoping, que los llevó a la cárcel. Es a este hecho que relata Weiwei respecto a cómo los artistas pintaron cangrejos y festejaron comiendo “cuatro cangrejos y tomando una copa de vino”. Es esta connotación irónica de la que hace uso el artista chino para rememorar lo que ocurre hoy en día con la censura del partido que son los propios cangrejos ¿armónicos o armonizados por la hoz y el martillo? al querer que no se cuestione el orden establecido, sin permitir la libertad de expresión a través de los medios electrónicos o redes sociales. Estos dos años de Covid19 (+Delta, ahora), que han pasado, nos lo han mostrado de forma pertinaz y reiterativamente: solo la voz del partido es la que dictamina qué es la verdad respecto a la situación de la pandemia en China, las voces de los médicos y científicos que alertaron en algún momento inicial fueron y son silenciadas o hasta eliminadas si el caso lo requiere.

No quiero pasar por alto, antes de terminar, que el cangrejo es también en China un animal totémico benefactor, que incluye sabiduría y armonía en los ciclos de la vida, otorga confianza a las emociones adversas de la existencia, protege de no herir y ser heridos. No menos que es símbolo representante de amor y ternura, además de ser un protector ante los peligros, las catástrofes y adversidades naturales y sobrevivir a duras condiciones. Representa una pertinaz fuerza y defensa de convicciones y posesiones de todo tipo. Esta es la mirada benéfica tradicional dentro del pensamiento naturalista oriental chino. Hoy, como hemos visto, su sentido es totalmente otro dentro del lenguaje “crítico” coloquial chino.  


Weiwei con su obra presentó una protesta política y artística a través de una creación artesanal sublime, donde los cangrejos expuestos, 3200 piezas les recuerdo, vendrán a internarse cangrejos de porcelana de color rojos, entre y sobre cangrejos negros y blancos. Siguiendo lo recomendado por los artistas chinos de 1976, que los pintaban al poner preso a la banda desaforada de los Cuatro, esperamos que esa “movida cultural” se de pronto y poder comer “cuatro cangrejos y tomar una copa de vino” celebrando el fin de la banda del régimen que cercena hoy la vida a los venezolanos.

 



[1] AA/VV, 2016: Ai Weiwei. Ed. Taschen, Köln, p.478.

 

  

Denis Diderot

De la Manera[1]

(Texto clásico)



Estudio entorno cromático vegetal. DDLR2021. Redes Sociales Vegetales


Tema difícil, demasiado difícil quizá para quien sabe lo poco que yo sé. Materia de reflexiones finas y profundas, que exige unos conocimientos muy extensos y sobre todo una libertad de espíritu de la que carezco. Desde la pérdida de nuestro común amigo[2], por mucho que mi alma intente agitarse, permanece envuelta en las tinieblas del recuerdo de tantas escenas dolorosas. En este mismo instante en que le hablo, estoy al lado de su lecho, lo estoy viendo, oigo su lamento, estoy tocando sus rodillas frías, pienso que un día... ¡Ay, Grimm!, dispénseme de escribir o al menos déjeme llorar un momento. La manera[3] es un vicio común a todas las bellas artes. Sus orígenes son aún más secretos que los de la belleza. Tiene un algo original que seduce a los niños, que impacta a la multitud y que corrompe en ocasiones a toda una nación. Pero le resulta más insoportable al hombre de gusto que la fealdad, ya que la fealdad es natural y no sabe de ridículas pretensiones ni desviaciones mentales. Un salvaje amanerado, un campesino, un pastor, un artesano amanerados son monstruos inimaginables. Creo pues en primer lugar que la manera ya sea en las costumbres, en los discursos o en las artes, es un vicio propio de una sociedad civilizada. En el origen de las sociedades, se encuentran las artes brutas, el discurso bárbaro, las costumbres rústicas; pero tienden al unísono hacia la perfección hasta que nace el gran gusto; no obstante, el gran gusto es como el filo de una navaja, sobre el que resulta difícil mantenerse. Enseguida se depravan las costumbres, se extiende el imperio de la razón, el discurso se vuelve epigramático, ingenioso, lacónico, sentencioso, las artes se corrompen por el refinamiento. Se encuentran las antiguas rutas ocupadas por modelos sublimes imposibles de igualar. Se escribe poética. Se imaginan nuevos géneros. Se hace uno singular, original, extraño, amanerado. De ahí que la manera parezca el vicio de una sociedad civilizada en la que el buen gusto tiende a la decadencia. Cuando el buen gusto ha alcanzado en una nación su más alto grado de perfección, se discute sobre el mérito de los clásicos, que se leen menos que nunca. La pequeña proporción del pueblo que medita, que reflexiona, que piensa, que toma como única medida de su estima lo verdadero, lo bueno y lo útil, es decir, los filósofos, desprecian las ficciones, la poesía, la armonía, la antigüedad. Quienes sienten, quienes son interpelados por una bella imagen, quien poseen un oído fino y delicado, gritan: «¡Blasfemia! ¡Impiedad!» Cuanto más se desprecia al propio ídolo, más se inclinan ante él. Si aparece entonces un hombre original, de espíritu sutil, que discute, analiza y descompone, corrompe la poesía por medio de la filosofía, y la filosofía por medio de unas ingeniosas obritas de poesía, nace una manera que arrastra a la nación. De ahí surge toda una legión de insípidos imitadores de un modelo extraño, imitadores de los que podría decirse, como lo hacía el médico Procopio: «¡De los jorobados os burláis...! ¡Si sólo están mal hechos!»

Esos imitadores de un modelo extraño son insípidos, porque su bizarrearía es artificial. Su vicio no les es propio. Son monos imitadores de Séneca, de Fontenelle y de Boucher[4]. La palabra «manera» es ambivalente, positiva o negativa. Pero cuando está sola, en general se utiliza en un sentido peyorativo. Se dice «tener maneras», «ser amanerado», y siempre en el sentido de vicio. Pero también se dice «su manera es grande», como en el caso de Poussin, Le Sueur, el Guido, Rafael, los Carracci. Sólo cito aquí a pintores, pero la manera se encuentra en todos los géneros, en escultura, en música, en literatura. Hay un modelo primitivo que no existe en la naturaleza y que está sólo vagamente, confusamente, en el entendimiento del artista. Hay entre el ser más perfecto de la naturaleza y ese modelo primitivo y vago un espacio, una dimensión por la que se dispersan los artistas. De ahí las diferentes maneras propias de las diversas escuelas, y de algunos maestros distinguidos de la misma escuela, maneras de dibujar, de iluminar, de colorear, de vestir, de ordenar, de expresar. Todas son buenas, todas son más o menos próximas al modelo ideal. La Venus de Médicis es bella. La estatua de Pigmalión de Falconet es bella. Sólo que parecen ser dos especies distintas de bella mujer. Me gusta más la bella mujer de los clásicos, de los antiguos, que la bella mujer de los modernos porque es más mujer. Porque, ¿qué es la mujer? El primer domicilio del hombre. Tengo que percibir, pues, ese carácter en la anchura de las 

caderas y los riñones. La elegancia no puede consistir en una esbeltez en contra del carácter, de la esencia, porque será una elegancia falsa, amanerada. Hay una manera nacional que resulta difícil eludir. A uno le tienta la bella naturaleza que ha tenido siempre ante los ojos. No obstante, el modelo primitivo no es de ningún siglo, de ningún país. Cuanto más se acerque a él la manera nacional, menos viciosa será. ¿Qué estropeó casi todas las composiciones de Rubens? La fea y material naturaleza flamenca que se empeñó en imitar. En temas flamencos sería quizá menos reprensible. Quizá, la constitución fofa, blanda y compacta le vaya bien a un sileno, a una bacante y demás seres crapulosos. Sí, le convendría perfectamente a una bacanal. Porque no toda incorrección es viciosa. Hay deformidades propias de la edad y de la condición. El niño es una masa carnosa sin desarrollar; el viejo es descarnado, seco y cheposo. Luego, hay incorrecciones locales: el chino tiene los ojos pequeños y oblicuos; la flamenca, las tetas pesadas y el culo gordo; el negro, la nariz aplastada, los labios gruesos y el cabello encrespado. Si se respetaran tales incorrecciones no se caería en el amaneramiento sino, antes al contrario, estaría evitándose. Si la manera es afectación, ¿qué parte de la pintura no peca de tener ese defecto? ¿El dibujo? Pero si hay quien dibuja redondo y hay quien dibuja cuadrado. Los unos hacen sus figuras longuilíneas y esbeltas, los otros las hacen cortas y pesadas. O las partes se dejan sentir demasiado, o nada en absoluto. Quien haya estudiado al desollado, verá y transmitirá siempre lo que hay debajo de la piel. Ciertos artistas estériles tienen tan sólo un pequeño número de posturas corporales, un solo pie, una mano, un brazo, una espalda, una pierna, una cabeza, un rostro, que repiten siempre. En éste, reconozco al esclavo de la naturaleza, en aquél, al esclavo de la antigüedad. ¿El claroscuro? ¿Pero qué es sino afectación esa manía de reunir toda la luz sobre un objeto y dejar el resto de la composición en la sombra? Parece que esos artistas lo hayan visto todo siempre por un agujero. Otros diseminarán más sus luces y sombras, pero caerán sin cesar en la misma distribución. Su sol es inmóvil. Si se ha fijado alguna vez en las pequeñas circunferencias de luz que refleja el agua de un canal enviándolas al techo de una galería, tendrá una idea correcta de lo que es el parpadeo. ¿El color? Pero si el sol del arte no es el mismo que el sol de la naturaleza. Ni la luz del pintor, la del cielo; ni la carne de la paleta, la mía; ni la visión de un artista, la de cualquier otro. Entonces, ¿cómo no va a haber manera en el color? ¿Cómo no va a ser el uno demasiado brillante y el otro demasiado gris? ¿Y cómo no va a haber un tercero demasiado mate, demasiado oscuro? ¿Cómo no va a haber un vicio de técnica resultante de todas esas falsas mezclas? ¿Un vicio de escuela, o de maestro? ¿Un vicio físico, un defecto del órgano al que los diferentes colores no afectan en la misma proporción? 

¿La expresión? Pero si es a la que más se acusa de amaneramiento. Efectivamente, la expresión es amanerada de cien formas diferentes. Hay en el arte, como en la sociedad, las falsas gracias, los melindres, la afectación, el preciosismo, la vulgaridad, la falsa dignidad o la altanería, la falsa gravedad o la pedantería, el falso dolor, la falsa piedad. Todos los vicios, todas las virtudes, todas las pasiones tienen sus muecas. Las muecas están a veces en la naturaleza, pero siempre son desagradables en la imitación. Exigimos que un hombre siga siendo hombre en medio de los peores suplicios[5]. Es normal que un ser que no está volcado por completo en su acción resulte amanerado. Todo personaje que parece decirle a uno: «Mira qué bien lloro, mira qué bien me enfado, qué bien suplico» es falso y amanerado. Todo personaje que se aleja de las justas conveniencias de su estado o de su modo de ser, de su esencia, un magistrado elegante, una mujer que se desespera y que mueve enérgicamente los brazos, un hombre que anda y que mueve con gracia la pierna, son tan falsos como amanerados. Ya he dicho con anterioridad que el célebre Marcel[6] hacía de sus discípulos artistas amanerados, y no me desdigo. Los movimientos ágiles, llenos de gracia, delicados, que confería a los miembros, alejaban al animal de las acciones simples y reales de la naturaleza, sustituyéndolas por otras actitudes convencionales que conocía mejor que nadie en el mundo. Pero Marcel desconocía profundamente el aire franco del salvaje. Aunque estoy seguro que en Constantinopla, si hubiera tenido que enseñar a bailar a los turcos, habría compuesto otras reglas. Pretender que hubiera enseñado igual y de maravilla la monería esa francesa de la buena educación, por qué no. Pero que ese alumno consintiera en desolarse por la muerte o la infidelidad de su amante, o en echarse a los pies de un padre irritado, eso sí que no me lo creo. Todo el arte de Marcel se reducía al conocimiento de un número limitado de movimientos en sociedad. No sabía ni siquiera lo suficiente para formar a un actor mediocre. Y el modelo más insípido que hubiera podido escoger un artista, habría sido un alumno suyo. Puesto que hay grupos que son exigidos, masas convencionales, actitudes fósiles, una distribución esclava de la técnica a menudo en detrimento de la naturaleza y del tema, falsos contrastes entre las figuras, contrastes igual de falsos entre los distintos miembros de una misma figura, hay pues «manera» en la composición de un cuadro. Reflexione al respecto y se dará cuenta de que lo pobre, lo mezquino, lo pequeño, lo amanerado también se encuentra en los tejidos, en la vestimenta, en pintura como materia también. De la imitación de la naturaleza, ya sea exagerada, ya sea embellecida, nacerán lo bello y lo verdadero, lo amanerado y lo falso. Porque entonces el artista está abandonado a su propia imaginación. Se queda sin ningún modelo preciso. Todo lo novelesco es falso y amanerado. –«Pero toda naturaleza exagerada, agrandada, embellecida más allá de lo que nos presenta en los individuos más perfectos, ¿acaso no es novelesca?» No. –«¿Qué diferencia hace usted entre lo novelesco y lo exagerado?» Véalo en el preámbulo a este Salón[7]. La diferencia entre la Ilíada y una novela es que aquella representa el mundo tal como es, un mundo semejante al nuestro, pero donde los seres y en consecuencia los fenómenos físicos y morales son mucho más importantes, más grandiosos. Medio seguro para excitar la admiración de un pigmeo como yo. Pero me canso y me aburro de mí mismo, y acabo por temer aburrirle a usted también. No estoy nada satisfecho de estas páginas, que quemaría sino fuera por la pereza que me da volver a empezar. Mañana, el resto. Y me libraré de usted, y usted de mí.

 

 

 

 

 

 



[1] Denis Diderot: De la Manera. Artículo de su libro Salón 1767. Ed. A. Machado. Madrid, 2003. En Anexos.

[2] Étienne-Joël Damilaville (1723-1769), inspector principal del impuesto «vin- gtième» (había      que    pagar la vigésima parte de los ingresos), en el Quai des Mira- mionnes, amigo íntimo de Diderot (véase correspondencia) y autor de la voz «vingtième» en la Enciclopedia.

 [3] Se refiere al estilo manierista en las artes de su época. Estilo decadente y afeminado, según la opinión de este pensador francés.

[4] Séneca ha sido criticado en múltiples ocasiones por Diderot. A Boucher lo llama el «Fontenelle de la pintura». 

[5]En su ensayo sobre la pintura, Diderot retoma el tema, ejemplificado con el  L aocoonte. 

[6]Marcel, fallecido en 1759, maestro de danza del rey en 1726. Ya trata Diderot  e el   tema con ironía en su Ensayo sobre la pintura, citando como «maestros de gra- cias» a Marcel y a Dupré, maestro de danza en la Ópera.

[7] Se refiere a su propio libro de críticas sobre arte, Salón 1767.