domingo, 1 de marzo de 2009


De la erótica platónica. 
Una interpretación.David De los Reyes.
“…sexo es la raíz, el erotismo es el tallo y el amor la flor.
¿Y el fruto? Los frutos del amor son intangibles. Este es uno de los enigmas”
Octavio Paz, La llama doble.
Me pregunto quien inventó el corazón humano.
Dímelo y muéstrame el lugar donde lo ahorcaron.
Lawrence Durrell. El Cuarteto de Alejandría: Justine.




IPareciera que el tema del amor no fuera importante para el desarrollo de la filosofía griega. Platón es el principal autor antiguo occidental que reflexiona desde la filosofía en torno al amor. Pensar que ha dejado de estar presente su filosofía en nuestras concepciones filosóficas y cotidianas respecto al sentimiento amoroso sería un exabrupto. Nada más la expresión amor platónico se ha vuelto de uso común para referirse al amor ideal, no consumado de forma carnal. Su influencia sobre la idea del alma incita aún a múltiples discusiones; sin ella la filosofía sobre Eros no tendría la importancia que ocupa en nuestra cotidianidad y quizás hubiera dado pie a otras formulaciones de las que no somos capaces de imaginar. Para Homero la idea del alma no es corpórea propiamente, las almas son sombras. La distinción entre alma y cuerpo no es platónica; aparece en ciertos filósofos anteriores, como Pitágoras y Empédocles. Pero con Platón se ancla en la mente de Occidente hasta nuestros días, es el fundador de nuestra filosofía del amor. El tema del amor es inseparable de su filosofía (Paz, 1993:37). Esta metáfora del alma y cuerpo se convirtió en uno de los ejes primordiales de su pensamiento que, para bien o para mal, nos lleva a retomarla en nuestro trabajo sobre la genealogía de la sexualidad. Como veremos, la concepción del alma regirá sus reflexiones en torno a eros, dando una perspectiva que hoy se encuentra alejada de nuestra conducta y del significado de la sexualidad. Podemos afirmar que su concepción está muy alejada de nuestra percepción de lo sexualidad y el amor pero, sin embargo, ella nos da para reflexionar sobre esa condición humana en nuestro presente. Para ciertas perspectivas, se pudiera decir que, más que hablar de una filosofía del amor platónico, pudiéramos hablar de una sublimación erótica de la sexualidad a través de la filosofía, según la propuesta de Platón.
El tema de Eros aparece en tres de sus diálogos: Lisis, El Banquete y el Fedro. Pero es en el Banquete donde se desarrolla todo un horizonte intelectual que abre una amplia perspectiva cultural del amor, tema que no pasa indiferente para la tradición socrática. Eros es presentado entremezclándolo con reflexiones sobre la belleza, el cuerpo y el alma, la salud, la educación, la procreación, el origen, junto con la teoría de las ideas, y la relación amorosa que debe presentar la filosofía con un conocimiento erotizado, en tanto búsqueda del saber. El diálogo tiene la intención de establecer una similitud entre Eros y Sócrates. El Banquete plasmará su concepción, altamente difundida, de amor platónico, que muchas veces es mal comprendido o, tomada en parte o, a medias. Eros es el centro de este diálogo donde participan siete comensales y celebran el triunfo de Agatón, al ser premiado por su primera tragedia. En este elogio al amor, se nos muestran las opiniones y puntos de vista comunes de la época, además de la perspectiva socrática que puede ser, en parte, la de Platón.
En esta nueva propuesta para filosofar y examinar la vida erótica ateniense, Platón nos coloca como expositores a Fedro, Pausanias, Erixímaco, Aristófanes, Sócrates (además de éste hacer una alusión a la sacerdotisa Diotima de Mantinea, quien aparentemente lo instruye sobre eros), y el homenajeado Agaton, terminando el diálogo con la llegada de Alcibíades, especie de personaje tragicómico, presente en completa ebriedad, que nos da un elogio y estampa amorosa de Sócrates, quien representa, ante los ojos de este político, los rasgos esenciales del propio Eros, presentándolo como un filósofo del eros, pero de un eros apolíneo.
La introducción al tema no se da de manera inmediata. Platón buscó un narrador externo al momento del Banquete, Apolodoro. El relato se inicia por la solicitud de un amigo, interesado en Eros y quiere saber sobre qué se dialogó ese día; para la fecha ya habían transcurrido unos diez años del afortunado y divertido encuentro filosófico. Apolodoro dirá que a él se lo relató Aristodemo, que estuvo presente y que si bien no estaba invitado directamente, gracias a un encuentro fortuito con Sócrates en el camino, solicitando que lo acompañe, asiste al histórico encuentro.
El tema erótico irá apareciendo como en una especie de cajas chinas: un tema remite al otro. Cada participante nos da una idea de cómo se pensaba, se opinaba, se practicaba, se sentía, se representaba y originaba lo erótico en la Grecia antigua.
En este homenaje a Agatón se hablará y elogiará extensamente del amor. Se mostrará como uno de los dioses más antiguos (Fedro) y conoceremos su esencia, su significado para los seres vivos, sus obras, la idea de que todo Eros es Eros de algo que se desea, lo que pensamos qué es amor; la emoción del Eros siempre arrastra una carencia y deseamos lo que no poseemos en el momento presente. Por otra parte se nos presentará que el amor es deseo de lo bello y no de lo feo. Y se refiere lo que es el amor en sí mismo, el Eros no es lo bello y bueno por sí, sino un aspirar a obtener esos valores humanos. Eros, también será cuestionado como Dios, pues estos son perfectos y no muestran carencias. Eros más que un dios es un daimon, un genio –en el sentido griego; un ser que participa de la inmortalidad y la mortalidad. Eros no será bello ni feo, es un intermediario (ti metaxy; 201e/ 202a-b), está entre ambas cualidades, como también entre lo humano y lo divino, lo inmortal y lo mortal, y entre el saber y la ignorancia. Es un daimon que sirve de enlace para el hombre griego del momento: establece la comunicación con lo celestial; llena el vacío de la vida contribuyendo a obtener la unidad del todo de la existencia (202e/ 203b).
El diálogo imaginario entre Sócrates y Diotima nos narra el tradicional origen de Eros. Se asienta en la interpretación obtenida de Hesíodo. El nacimiento de Eros es debido a Penia (la pobreza) y Poros (el poder de obtener lo que se quiere; la riqueza), quienes se encuentran en un festín olímpico que celebra el nacimiento de Afrodita (¡otra celebración!). Por ser hijo de Penia, Eros es carente e indigente, no es bello, es desaliñado, rudo y sin hogar. Por ser hijo de Poros, en cambio, es viril y acometedor, poseerá la capacidad de perseguir sin descanso, con astucia e inventiva lo que desea y, en su caso, lo bello y lo bueno. Por esta doble condición su aspecto y ánimo será cambiante, puede presentarse vivaz y acucioso como triste y muriéndose, para luego renacer otra vez. Eros se encuentra en un punto medio entre la sabiduría y la ignorancia. Sus incontables recursos son rápidamente adquiridos como vilipendiados.
El atributo de mediador caracterizará igualmente al filósofo, por ser un individuo que se encuentra en una situación intermedia entre el saber y la ignorancia. Platón advierte (204ª) que ningún dios se presta a la filosofía, pues no desea llegar a ser sabio, lo es. Y en esto también incurren los ignorantes, que tampoco la buscan, teniendo la presunción de que se sienten y son bellos, buenos y prudentes; he ahí la ignorancia presente en ellos.
Sólo seres intermedios entre los dioses (sumo saber) y los hombres comunes (ignorantes), son los que se prestan a filosofar y uno de ellos es Eros. Esta concepción parte del cuerpo físico para alcanzar las cimas del saber filosófico. El amor es tendencia, deseo, anhelo de la posesión perpetua de lo bueno, el objeto del amor es alcanzar lo bueno pero en la medida que nos apropiamos y lo poseemos en nosotros. No es posesión transitoria sino permanente. Esta condición la engendra el amor y aquel que ha sido tocado, herido, por él: ansia de lo bueno.
Otro de los aspectos del amor es el afán de engendrar, de crear belleza tanto por el cuerpo como por el alma. Toda creación debe contener y realizar lo bello pues en ello hay algo de divino; para esta perspectiva, entre lo divino y lo feo sólo puede haber discordia; entre lo bello y lo divino hay armonía. Y esto se prodiga al argumentar que gracias a la perpetua procreación y fecundidad nos encontramos con un principio de inmortalidad en los seres mortales, como es el caso del hombre.
En nosotros habita, según Platón, una búsqueda perpetua de belleza e inmortalidad que se da cita en nuestras creaciones y en nuestra procreación. Lo inmortal (principio universal) se nos presenta como lo bueno y lo bello que, debido al deseo erótico, se presenta en los seres mortales como el hombre. Gracias a este daimon de Eros es que podemos entrelazar nuestra finitud con un principio infinito de perpetuidad y armonía. Se nos da como un principio necesario a toda vida humana.
El principio de la experiencia erótica física y corporal se presenta sólo al inicio de la propuesta socrática, es solo un paso a instancias más elevadas del amor, como veremos posteriormente. Del deseo de procreación y del placer sexual pasaremos al deseo de gloria imperecedera, que para el griego viene a constituirse en una fecundidad del alma y que le proporciona la opción de una vida virtuosa. Esta creatividad del alma es superior al de los cuerpos. Está representada en las obras del pensamiento, en las acciones heroicas, en los poetas como Homero y Hesíodo, en inventores, en los legisladores (cuyas virtudes supremas son la prudencia y la justicia: sofrosyne kai dikaiosyne).
Las almas bellas atraen a otra de igual condición –más que los bellos cuerpos-, desarrollando el afecto erótico una paideia formativa. Estos hijos que han sido formados más por el alma que por la posesión del cuerpo son los hijos que contribuyen más a la inmortalidad que los que se conformaron con el apremio de la carne.
El amor tiene sus propias vías de acceso y grados en la filosofía platónica. Podemos notar que en una primera instancia no se niega el Eros guiado y focalizado hacia la obtención y admiración de la belleza corporal. Primeramente se nos da en el amor por admirar un cuerpo bello particular y luego en la búsqueda de la belleza corpórea en general. De aquí, por medio de la reflexión y el conocimiento de lo erótico, esta formación, -para la obtención permanente de lo erótico-, nos conducirá a la búsqueda de la belleza de las almas, es decir, una belleza de la virtud, de lo moral, de la acción heroica. Por penúltima estación Eros nos debe guiar hacia el amor por el conocimiento, con lo que alcanzamos al ideal del filósofo y el desapego y servidumbre de los seres humanos concretos. El último grado del conocimiento erótico lo constituye la obtención de lo bello en sí, que es lo que encuentra en tanto apariencia y experiencia de Eros superada, quien ha recorrido los grados anteriores de este saber en sí. Es la revelación de algo maravilloso (thaumastón), respecto al que se ordenan todos los grados anteriores. Esta es la Idea misma de lo bello (210a-e). Nos encontramos con la aptitud filosófica netamente platónica. La belleza está adscrita a la misma concepción de la inmortalidad del alma. Esta idea de la belleza en sí es eterna e inengendrada, ni disminuye ni aumenta. Es una belleza para siempre, no temporal o contingente. No puede representarse mediante una forma concreta, por ejemplo, por medio de un rostro o teniendo manos bellas, o con cualquier otro tipo de atributo corporal, tampoco por un logos o razón, ciencia o episteme, ni existiendo en algún ser existente, o en el cielo, o en cualquier otro lugar. Es la experiencia espiritual de experimentarla, vivirla en sí y por sí misma en uno mismo. Experimentar la belleza como esencia en sí misma (autú monoeides aei; 211a-b) y en sí mismo de la que parten, en esta concepción idealista esencialista, el resto de las cosas bellas.
Esta concepción de belleza la debe alcanzar en vida el filósofo, integrándola, en su propia experiencia de lo verdadero. Es lo que podemos interpretar del discurso erótico de Alcibíades al ofrecer la estampa de Sócrates al final del diálogo. El filósofo es, como Eros, un ser intermedio, un metaxy, entre lo físico y lo metafísico. Esta concepción del Eros retira el cuerpo como fin del amor y nos la muestra como un impulso ascensional que tiene a término la contemplación del mundo de las ideas. Eros, se prende del cuerpo en un primer momento, como experiencia iniciática en tanto necesidad vital de belleza y creación; luego, en el proseguir de nuestra experiencia erótica, la reflexión platónico-filosófíca nos lleva a darle una existencia superior a través de la belleza del alma. La fuerza de Eros reúne al filósofo con el Ser, el Bien y la Belleza. Los misterios de Eros parecieran que presentan todo un halo religioso al emparentarla con la metafísica de lo divino, lo cual será el punto de arranque de toda la deformación del cristianismo en su concepción del amor celeste dentro de su monoteísmo.


II


El diálogo se inicia con la figura de Apolodoro, amante de la filosofía, y será el intermediario entre la realidad literaria y la ficción de la memoria, lo cual es, tanto en la literatura como la filosofía, una doble ficción. A Apolodoro un amigo le pregunta, al subir a la ciudad, sobre la reunión que hubo en casa de Agatón, donde asistieron un grupo de amigos –y entre ellos Sócrates-, al banquete en honor al premio obtenido como creador de tragedias. Evento donde se expresaron una serie de discursos en torno a Eros. El hecho se lo había relatado su amigo Aristodemo, quien asistió, y era el enamorado predilecto para el momento de Sócrates. La narración transcurre durante el camino que hace Apolodoro con su amigo a la ciudad.

1.- Apolodoro y la filosofía. Este personaje nos da la opinión que tiene de la filosofía (173c). Se regocija y saca provecho sólo con hablar o escuchar de ella. Y siente repulsión al escuchar otras conversaciones donde sólo se trata de los temas de los hombres ricos, es decir, de negocios. Esas conversaciones le producen hastío y nace en él un sentimiento de compasión hacia estos hombres pues creen hacer algo de provecho sin realmente hacer nada para su propio ser. Sabe que estos comerciantes opinan que él es un desdichado, pero él si está seguro que ellos sí lo son[1].
Apolodoro es un personaje que permanentemente se maldice y se niega a sí mismo. Por ello lo llaman maníaco. Habla mal de sí y de todo el mundo menos de Sócrates, su ídolo filosófico, que considera que es el único en haber encontrado la verdadera felicidad.
Su relato del Banquete lo remite al encuentro casual entre Sócrates y Aristodemo. Este descalzo y Sócrates, que siempre así estaba, se encontraba, para la ocasión, con sandalias puestas, recién lavado y acicalado para ir bello al encuentro de un hombre bello: Agatón. El maestro le invita a que lo acompañe. Al llegar al lugar, Aristodemo entra y es convidado por el dueño de la casa, mientras que Sócrates se queda afuera, cerca del portón vecino, en una actitud contemplativa y meditativa. Los otros invitados preguntan por qué no pasa. El joven amigo explica a los presentes que es una costumbre del filósofo entrar en esos estados meditativos, sin moverse del sitio y quedando como separado del mundo. Situación que hay que dejarlo en paz, hasta que él mismo salga cuando quiera de ello. Era una costumbre socrática meditar de esta manera. El trance ocurría al atravesar su pensamiento un problema que no lograba resolver inmediatamente[2].
Al salir del estado meditativo y entrar a la mitad del banquete, es invitado a sentarse al lado del agasajado, Agatón, quien dice que se aproxime para así disfrutar de ese sabio pensamiento que se le presentó en el portal. Y que salta a la vista que dio con él y lo tiene en sí. En caso contrario no se hubiera movido de allí (176a).

2.- Banquete griego; un ritual por la amistad. Todo banquete (symposia) ateniense, como el presentado en esta obra platónica, constaba de dos partes. Había un ritual establecido de antemano. Lo primero era el deipnon o syndeienon, la comida. Para ello los invitados se lavaban los pies y manos pues comían reclinados en lechos.






La escena de un festín representada por figuras masculinas semidesnudas, coronadas con hojas y semirrecostados en los klinai. Procedencia: Necrópolis sur de Posidonia. Datación: 480 a.C. Material: Piedra calcárea decorada con frescos.



A continuación de los manjares se pasaba al segundo momento, el pótos o sympotos, el de la bebida en común. En esta parte del evento los amigos comparten las livaciones de vino y al ser animados por éste, pronuncian discursos, se cantaba o se hacía una divertida sobremesa en función del programa prefijado por el presidente del banquete (symposiarchos). Este tenía también la potestad de la medida de vino a mezclar con agua en la cratera. Antes del sympotos se limpia y ordena el cuarto, se retiran las mesas y se hace una primera toma de vino puro, para cambiar los ánimos en honor a Dionisos, además de entonar un pean (himno) a Apolo.






En esta escena nos encontramos representados a cinco hombres recostados en klinai, delante de ellos hay unas mesas bajas, tocan instrumentos, otros charlan o cantan amigablemente compartiendo el vino. El joven del arpa gira para contemplar a la pareja central que portan sendos kylikes (copas de vino), manteniendo el plecto en la mano. Procedencia: Necrópolis sur de Posidonia. Datación: 480 a.C. Material: Piedra calcárea decorada con frescos. 



Estas reuniones terminaban, por lo general, en una orgía, aunque el banquete platónico se desviará a unos fines filosóficos por la ocasión, al tratar el tema del amor de forma elevada.
Este modelo de encuentro filosófico fue usado en la literatura por distintos autores además de Platón. Entre ellos están Jenofonte y Plutarco (Charlas de mesa - Simposíaca), Ateneo (Banquete de los eruditos - Deipnosofistas) se prolongó hasta el siglo VI C. por el obispo Metodio de Olimpo, que toma este modelo literario para escribir un Symposium o Tratado de las diez vírgenes o de la castidad, muy próximo al sentido e interpretación cristiana del concepto del amor platónico (cit. en: Platón 1972: 566s: ver nota 16).



3.- El Banquete platónico. El banquete platónico, como señalamos, es una excepción a la regla. Debido a la celebración del premio recibido por Agatón el día anterior y por la condición en que se encuentran todos los invitados, deciden no beber, limitándose a tomar cada quien el vino que considere oportuno, sin imposición ni medidas preestablecidas por el simposiarchos, que aparentemente es Erixímaco. E igualmente se pide que no se toque música (flauta), lo cual era lo acostumbrado. Y finalmente se exige a los invitados toda la atención a los discursos sobre el amor.
Se comienza sobre el tema reclamando el abandono de los poetas hacia Eros; no le componen, como a los otros dioses, himnos y peanes en su honor. Nadie lo ha alabado de una manera digna. Son observaciones de Fedro. Por ello se exigió que la reunión fuera un tributo en alabanza al dios del amor y expuesta su concepción por cada uno de los presentes.

Los discursos en torno a Eros se acometen en una cerrada sucesión, de izquierda a derecha, en el orden que están los invitados sentados. El turno de cada uno queda así: Fedro, Pausanías, Erixínaco, Aristófanes, Agatón, Sócrates (Diotima de Mantinea) y Alcibíades, que llegará al final de los discursos escuchados[3].




III


Discursos sobre Eros

1.- Fedro o el eros en la literatura. Inicia el discurso sobre el amor. Comienza afirmando que Eros es un dios grande y admirable entre los hombres gracias a su origen y lo considera uno de los más antiguos. Es un dios, aparentemente, sin padres y ningún poeta lo menciona. Retoma las palabras de
Eros
Hesíodo (Teogonía, v, 116ss)[4] donde afirma que en primer lugar existió Caos y luego la Tierra, de amplio seno, sede siempre firme de todas las cosas y el amor.
Este discurso presenta una aproximación literaria a Eros. Fedro, amante de los oradores y del arte de escribir, presenta varias ideas sobre el tema. Afirma que Eros es un dios antiguo y causa de bienes mayores en los individuos. Esta versión se ajusta a Hesíodo y Acusilao, para ellos es hijo de Caos y Gea. Los bienes que prodiga es otorgar al amante merecedor un joven amado. Eros guía nuestras vidas en la medida que queramos vivir de manera bella. Este inspirador de lo bello está por encima de nuestros parientes, de los honores, de las riquezas o cualquier otra cosa que le antepongan (178c). La motivación infundida en nosotros debemos buscarla en sus resultados, no en la causa, sino en el efecto. Lo deshonroso puede hacer gala al ser infiel al amado, causando dolor y sufrimiento. La finalidad de este dios, según Fedro, es inspirar a los hombres querer vivir bellamente.
Según sus palabras, no hay mayor bien para un joven adolescente que tener un amante virtuoso, o para un amante tener un amado[5]. El amor es norma de vida presente en todos los hombres que intenten vivir honestamente. Tiene un componente moral, lo bello también debe procurar lo bueno. El amor está por encima de cualquier valor mundano: dinero, fama, honores, filiación familiar; ninguna de ellas inculca en el ánimo lo que hace este sentimiento amoroso. Esto lo refiere al hablar de la ciudad ideal.
La propuesta de la significación de los efectos de Eros en lo social es expresada al poner la idea de la excelencia para una ciudad que estuviese compuesta de amantes y amados. Su gobierno sería perfecto, alejando a los ciudadanos de lo deshonroso, emulan vivir en la práctica del honor y la virtud.
Otro de sus ejemplos de la virtud que despierta en los hombres Eros está en la propuesta, muy griega, de pensar un ejército compuesto por soldados amantes y amados: la razón es que al combatir juntos tendrían mayor valor para vencer al enemigo. En esto prodiga la pena de amor que causaría en el soldado al ser visto como cobarde, abandonando su puesto o arrojando sus armas y ser rechazado por su amado. Una milicia homosexual no es dañina para la guerra sino todo lo contrario, según las palabras de Fedro (179a). Tampoco los amantes se separarían o abandonaría el uno al otro, gracias a que Eros les inspira valor.
Eros, en los amantes, además del afecto y la dependencia pasional y sexual, infunde un instinto vital que lleva a irrumpir como defensa de la vida. Este planteamiento surge por las emociones que se originan de los efectos de esta sensibilidad erótica. Pareciera cierta la afirmación de este personaje que proclama el siguiente corolario: sólo los que aman están dispuestos a morir por el otro, y eso indistintamente del género masculino o femenino (179b). El amor infundado por Eros es tan fuerte y da tanta osadía y valentía que arrojarse para salvar al amado estaría en el alma de quienes aman de manera total. Si hubiera algún medio de que llegara a existir una ciudad o un ejército compuesto de amantes y de amados, de ningún modo podrían administrar mejor su patria que absteniéndose, como harían, de toda acción deshonrosa y emulándose mutuamente en el honor (178c). El amor inspira honor, valentía, ímpetu, coraje, sacrificio en el campo de batalla al amante para no defraudar a su amado; valentía que pareciera brotar por el carácter de sí mismo, pero es lo amoroso lo que guía ese impulso osado.
Nos ofrece varios ejemplos mitológicos. Primero la leyenda de Alcestis, hija de Pelias, que estuvo dispuesta a morir, por el amor a su marido Admetus. Esta acción maravilla a los dioses y la premian haciendo regresar del Hades a su alma, algo poco común concedido a los hombres. La concepción de los dioses para los griegos muestra estima, por encima de todo, a la abnegación y la virtud en el amor.


Alcestes y Admetus.
Imagen del Museum Fine Arts, Boston: http://www.mfa.org/



Otro caso es el de Aquiles (hijo de Tetis), y Patroclo, donde el primero prefirió morir, por el amor a su amante Patroclo, al vengar su muerte con la de Héctor. Sabía, por los presagios de su madre, que este enfrentamiento causaría su muerte; haciendo lo contrario, podría regresar a su casa, terminando sus días en la vejez. Ante el augurio prefiere seguir al amado en la muerte. Aquiles quería morir valientemente por -y para seguir a- Patroclo. Por ello, los dioses lo premian enviándolo a la Isla de los Bienanventurados, pues aunque admiran por sí esta acción, la admiran aún más cuando es el amado y no el amante, el que sacrifica y da su vida para resarcir y vengar la muerte del amante: recompensan más cuando es el amado quien demuestra su afecto por el amante que cuando lo hace el amante por el amado, ya que el amante es algo más divino que el amado, puesto está poseído por la divinidad (de eros) (179c).






Aquiles cura las heridas de Patroclo.





EROS-tiempo…( Yo arrastro con mi futuro).Por: Teowald D’Arago Finol








Autor: Pablo Corral Vega.Título: Eros 01.Técnica: Fotografía492 x 500 - 34 Kb



Nadie puede hablar de la vida, fuera del dolor, y la relación que mantiene con la muerte, cuando se omite, y finalmente nos golpea con fuerza, nos damos cuenta que la vida humana ocurre desde su acontecimiento.
He venido a cumplirme, a cumplirme a mi mismo, tanto será verdad, que eso es lo que todo el mundo hace, cumplirse a si mismo.
Todas las cosas que comienzan, terminan. ¿O nada comienza ni termina? Cumplirse, es mutar, avanzar hacia lo que sigue, sin memoria, hasta cuando lo sintamos. Pero me gustó desde el inicio, ¿No creen que sea erótico (vital)? Tranquilos, estoy haciendo algo que no había hecho en toda mi vida…respeto…respetarse a uno es respetarlo todo…
Comenzar encendiendo la pasión, participar, palabra clave para la mujer, eros, momentos de la flor que es el principio de la vida; la adaptación, es lo que hacen todos los organismos, si no, no se cumplirían. Todo es originario…
¿Cuál es tú género?
Que nadie me busque por casi morir…No se que decir, me parece cómico, necesitar un guionista para hacer mi libro, el libro de mi cumplimiento.
Así que, por favor…
Dicen que las orquídeas son sexi, pero a mi me parecen ¿gélidas?, eróticas. ¿Por qué será?
Porque las flores creo que deben ser asombrosas, y las orquídeas son como “fantasmas” de o por lo realmente irreales que son, pero eso es lo que me gusta de la vida lo irreal que es, y “no” se como hacer eso, eso de la vida.
¿Será porque es mujer?
¿Qué más podía ser? Y ¿A que más pertenecer?
¿Protagonista? La hembra. Eros. La vida.
¿El hombre?
Su tiempo
Finitud
Muerte.

Autor: Pablo Corral Vega. Título: Eros 02. Técnica: Fotografía


Que coincidencia, la mujer (Eros - la vida) y él…(nosotros) la finitud.
Adorable, escribir la tarea, siento como si estuviera frente a una grabadora, cumpliéndome, comiéndome a mi mismo hasta morir, pero…
¿Soy patético?…
Estoy cerca de alguien tan viva, que por eso, cuando todo está en mí, contradigo, si se puede, y sigo derecho, porque es fácil enamorarse de ella, por estar fuera de alcance.
¿O es que lo que está a nuestro lado nos enamora? Eros.
Vida, si no te atreves, nada pasa al lado o queda fuera de alcance.
Aquí estoy porque mi excursión al abismo me hizo este personaje, protagonista del deseo,
Todos los días pasan cosas, de todo en secreto, porque el final hace la película, solo ahí podemos decir…
Yo soy, y el cambio debe venir para cumplirme.
Lo espero ¿o te espero a ti más a mi lado?
Eros. Si no huyeras de mi…no tendría que salvarte… y hacerlo es lo que me hace continuar, como buen Pigmalión.
Y ser felicies juntos, mujer, yo tiempo…
El cambio solo pasa porque algo pasa en el “pantano” El abismo…
¿“Terminé” con las Orquídeas? ¿Los fantasmas?
Ahora solo HUMMM…
¿Te sientes sólo a veces?
No, yo las amo, la amo, por eso soy hombre hacedor de tiempo…
Podemos amar a quien quiera como tiempo…
Somos lo que y a quien amamos, no solo quien nos ama.
Cuando “se murió mi gemelo”, ya no se puede poner en palabras,
Solo se apuesta a que si…lleno de esperanza.
Arrastrando con mi futuro.








Advertencia: Este artículo es de dominio público, agradecemos que sea citado con nuestra dirección electrónica: http://www.filosofiaclinicaucv.blogspot.com/.




domingo, 1 de febrero de 2009



Del cinismo antiguo:

sexualidad, sufrimiento y provocación.

Por: David de los Reyes


Diógenes el Cínico en su tonel

El cínico es “lo más elevado que puede alcanzarse
en la tierra; para conquistarlo hace falta los puños
más audaces y los dedos más delicados”.
Nietzsche, Ecce homo

El cinismo antiguo propone una gaya ciencia, un alegre saber insolente. Su intención está en hacer caer las máscaras de la vida civilizada y oponerse a la hipocresía en boga  y asumir las costumbres del perro (1)el cual es su animal emblemático, colocando al hombre en el camino que lo conduzca a la felicidad y lucidez individual. Su principal maestro o guía será Diógenes de Sinope, quien se erige en médico de la civilización, cuando el malestar de la cultura desborda la vida y satura el presente de nuestras existencias.
La condición normal de los cínicos antiguos –y la de los actuales que siguen a este estilo de vida filosófica- estará en arrancar las máscaras, de denunciar supercherías, destruir mitologías y hacer ridícula la estupidez generada al amparo de la sociedad.
Su máxima se puede reducir en no ser esclavo de nada ni de nadie  dentro del pequeño universo social  en el que uno halla su lugar. Su interés es estético, por ello consideran a la ética como una modalidad de estilo, proyectando su esencia y ludismo en la existencia individual. La vida del filósofo no como un geómetra, al modo platónico, sino como un artista, un escenógrafo de gran vuelo. Se esfuerzan por hacer lo contrario de lo que hace el común de las personas con su existencia (D.L., VI:64)
(2).
La vida de estos filósofos fue una persistencia en la búsqueda de la sencillez en tanto virtud; hacer de la sencillez extrema, una extrema virtud. Su invitación fue al desprendimiento de lo material y el repudio a comulgar con lo ostensivo; basta lo elemental para obtener la autonomía de la existencia individual: el hombre debe dominar las condiciones de su vida y, no lo contrario, los medios dominarlo a él. Desprendimiento, sencillez, austeridad, serán sus fines diarios. Vivian desaliñados, desdeñaban la higiene más elemental, rechazaban con energía los perfumes, los cosméticos y cualquier accesorio de belleza. Su vestido sólo tenía la función útil para protegerse del frío, del sol, de la intemperie o de las agresiones naturales, no para mostrar seducción o distingo de rango o clase; hasta en esto el cínico muestra su voluntad de independencia y autonomía, y el pudor era una de sus menores preocupaciones. Esto nos muestra a cuál orden se dirigía esta existencia estética, una confianza en la naturaleza o lo natural, y un repudio a la civilización, acendrado por el gusto a la provocación y la anécdota pedagógica inquietante.
Los cínicos practican la “mordedura” filosófica con fines pedagógicos, así procuran más sabiduría y virtud; su intención era redimir al hombre: en que “los demás perros muerden a sus enemigos, mientras que yo muerdo a mis amigos con la intención de salvarlos” (Estobeo, cit. en Onfray, 2002: 41). Ladrar y morder son modos de llamar la atención sobre la dirección que se debe seguir, el camino que ha de recorrerse para la cínica liberación, la cual se logra al constituirse en un ser autónomo e independiente. Sus gañidos son lanzados contra la molicie y la dependencia, el relajamiento y la sumisión. Estas son las presas contra las que las fauces del cínico se dirigirán. Respecto a la vida social la consideran como un entramado de valores y relaciones que nos llevan a cultivar virtudes mezquinas. Sin embargo reivindicaban, por su voluntarismo ético, la virilidad, entendida como cualidad de aquel que puede hacer que lo real se doblegue a su arbitrio.
Igualmente encontramos un nominalismo cínico que se basa en mostrar hasta qué punto cómo los hechos se contradicen a menudo con los efectos del lenguaje, de la dialéctica sutil y la retórica ampulosa de la metafísica; hay una negación contra toda actitud filosófica que lleve a convertir en ídolos a la Razón y la Retórica, las Esencias y la Dialéctica. Es el desprecio contra todo platonismo, el cual separa lo sensible, -hasta la misma vida-, de una realidad inteligible preexistente, en un universo de esencias e ideas y formas puras; la única ventaja que se puede observar en la concepción platónica es que se puede valorar la idea en su forma abstracta y despreciar lo real, invitar la contemplación de la esencia y repudiar lo sensible, donde nada de lo concreto es real; para ellos esto sólo significaba un desprecio por la vida y la voluntad de un ideal ascético sin sustancia; su interés se centrará, al contrario del idealista, por la inmanencia y las cosas próximas, por la vida cotidiana y lo concreto. Diógenes haciendo gala de su sentido cínico se refería al platonismo afirmando que no tenía ninguna dificultad para ver los objetos como una mesa o una taza, pero que no llegaba a mirar en absoluto a la esencias de donde supuestamente derivaban, (Onfray, 2002:59ss); se puede conocer al caballo más no la caballosidad.
Su metodología de acción gestual privilegia el gesto, el acto, la teatralidad corporal o el signo por encima de la palabra y del discurso: hablar puede ser un ingrediente para agravar la incomunicación. Están a favor del juego de palabras, del humorismo, de la ironía y la provocación, ello siempre con la finalidad de mostrar al otro una sabiduría superior; nada más lejano a Diógenes que la maldad pura y gratuita (ídem:107). La filosofía debe practicarse sin desterrar la risa, la sexualidad, la liviandad y la gracia, aunque ello pueda hacer parecer al filósofo sospechoso.
Por otra parte exige el dominio de sí como una primera virtud pero sólo ante los acontecimientos que nos llevan al inútil combate y  a la guerra; dominio de sí para superar al acontecimiento en lugar de verse arrastrado por él. La técnica para alcanzar ese estado era sencilla y consistía en reprocharse con idéntica intensidad a uno mismo aquello que con tanto ardor se reprocha a los demás; deshacerse de nuestros propios defectos, para alcanzar el renacimiento de nuestras virtudes, para ello se debe andar por un camino destructor y quebrantador de lo más interno que poseemos, de un yo falsificado y mitómano; técnica para construir el arte de bastarse a sí mismo. Cualquier situación extrema del ambiente es propicia para poner en práctica nuestro temperamento y en ejercitar la resistencia ante la inclemencia del tiempo y del momento.
El cinismo es un antecesor del estoicismo. Pero este ejercicio de dominio de sí entiende que la felicidad (eudaimonía), debe mantener una relación armónica con el mundo, tratando que lo real sea menos un obstáculo que una compañía circunstancial. No se puede obtener el éxito sin una preparación previa; el entrenamiento nos da la libertad y el poder superar todo. La felicidad, antes de hacer esfuerzos inútiles, se exige seguir la norma de la naturaleza pues ella nos provee separarnos de la infelicidad a causa de nuestra propia estupidez. Evitar esfuerzos inútiles e inconducentes, como los que sólo persiguen la ostentación y el exhibicionismo. Economía de esfuerzos, simplicidad de vida. Nuestras acciones deben ser la guía para ello, obteniendo con ellas beneficios inmediatos para nuestro fin real, que en este caso finaliza en la búsqueda de la autonomía y la distensión del sufrimiento inútil; las acciones nos deben conducir a una teleología de la liberación de nuestra propia alienación.
Este ascetismo carnal y placentero es una meditación primordial para este tipo de conducta filosófica. Se preocupó más por construirse un ascetismo del cuerpo y en una la liberación del alma. Con el ejercicio del cuerpo llegamos a ser capaces de asegurar la soltura de los movimientos que apuntan a realizar actos virtuosos; ambos son consustanciales para esta escuela; la buena forma como la fuerza son requeridos tanto por el cuerpo como por el alma. No debe haber la imperfección que causaría una disociación. Si esto ocurre, obtenemos: o deportistas imbéciles por un lado y, por otro, sacerdotes contritos: “unos habrían olvidado el fin de cultivar las aptitudes y los otros habrían descuidado los medios” (ídem: 65). Aspirar a una buena vida estriba en tener un dominio del cuerpo, de sus posibilidades, de sus capacidades y de sus límites. El cuerpo es el instrumento para ejercitarse en obtener un equilibrio con lo más natural que poseemos; nuestra naturaleza está instalada en nuestro propio cuerpo y es por ello que no podemos dejar de observar cierta preocupación de sí respecto a su cuido y satisfacción.
Su ejemplo venía de los hombres que practicaban un oficio de manera disciplinada y continua por mucho tiempo. Artesanos y músicos son individuos que muestran cómo con la disciplina y con su acción obtienen el dominio de su hacer, perseverando en sus hábitos de trabajo y vida. El sabio nos muestra otro tanto, al empeñarse en obtener su sabiduría pues ésta sólo se presentará luego de muchos intentos, ensayos, reflexiones, prácticas, pruebas y adversidades encontradas en su propio camino recorrido. Alcanzar cierta destreza o arte filosófico debe proseguirle obtener igualmente un estado de júbilo dado por añadidura, el cual es inseparable del dominio logrado; el cínico sabe que su adiestramiento en el arte de la filosofía lo debe conducir al deleite de uno mismo; donde su contexto no debe separarse de una vida asentada en la sencillez y en la capacidad de conformarse con lo simple. Para el asceta cínico la acción es el entrenamiento privilegiado. El filósofo es un practicante y su método recurrente, el gesto, la huella que deja en el ambiente y pasa a ser anécdota e historia; se subordina la acción a la belleza del gesto en contra del espíritu de gravedad.
Al ser demasiado rebeldes y libres su creación está en lo efímero aparente del gesto, creando un sistema fragmentado de anécdotas y comentarios que serán las formas que mejor se ajusta al propósito del cínico; todos ellos expresan la necesidad de la soberanía singular. Si los platónicos y muchos otros advertían que debíamos tomar como modelo a los dioses, los cínicos se fijarán en los animales como modelos a imitar (el perro vagabundo, la rata independiente, el pez masturbador, las ranas que viven en dos elementos, la vaca rumiante, pues cada uno de ellos observa una virtud natural en su comportamiento).
El sentido de lo divino ya no surge en la relación especial con la ciudad o una religión externa; se niegan asumirlo como algo exterior al hombre; lo aceptan consustancial a él. Se reduce toda prerrogativa sagrada y se observa lo divino como lo que puede expresar a lo que puede tender cada persona para hacer su vida una obra que pueda distinguirse gracias a la construcción de un estilo propio; eso es lo divino, la unicidad original que se desarrolla en la vida.
Ante este ascetismo estético se opone el ascetismo calculado, el cual no es otro que buscar la autonomía divina mediante la aritmética reductora de los placeres y los deseos. Aquella actitud estética se aparta, para deambular en libertad y sin miedos, del mundo ilusorio preocupado en cosas fútiles, como lo son, a sus ojos, la política, el comercio, la guerra, la agricultura, la paternidad, el matrimonio; actividades todas lejanas a expresar y desarrollar un divino estilo propio e individual. Por eso el cínico se hace un espectador distante acompañado de una conciencia clara, una mirada limpia y una lucidez implacable; su ascetismo lo lleva a no colaborar con el engranaje de las convenciones de la máquina social. La rebelión y un solipsismo discreto son actitudes que fortalecen sus posiciones estéticas; se elude la intersubjetividad que siempre lleva una carga de agresividad implícita: sólo se aspira a la autonomía.
En el transcurso de la historia de los pensadores encontramos que éstos han sufrido la llamada bilis negra, es decir, la conocida melancolía, la cual llena al individuo de un pesimismo prematuro y una languidez ante la existencia; Aristóteles ya advirtió el parentesco entre el hombre de genio y la melancolía. Diógenes se nos presenta como un pensador contrario a tal lastre anímico. Su antídoto está en observar una vida gozosa que la protege de los sinsabores. Como refiere Diógenes de Laercio: Vivir no es malo, vivir mal sí lo es (D.L. VI: 55).
Los miembros de esta escuela se preocupan por desarrollar un discurso desmistificador. El sabio debe optar por establecerse, para llevar a cabo sus enseñanzas, donde haya un mayor número de necios con el fin de desenmascarar y corregir la estupidez humana, para ello dispone con su voluntad de desestabilizar. Para lograrlo recurre al juego, a la administración de la acción lúdica, encontrando en ello una excelente farmacopea psíquica para atacar las verdaderas afecciones de los enfermos de necedad. Si bien es cierto que para muchos el filósofo debe ser un médico de la civilización, Diógenes fue uno de esos primeros médicos -¿alienista o forense?- de la civilización griega. La terapia practicada por éste es todo un arte: la psicología cínica supone la existencia de dones y talentos, dominio de ciertas técnicas, inspiración aguda y un sentido permanente y pertinaz del diagnóstico y de la prescripción médica, ello salpicado del vértigo y de la mascarada como elementos principales de este juego filosófico terapéutico. En el fondo se debe partir al ver que sólo está en camino de curación aquel individuo que toma conciencia del mal que padece. Por tanto se debe rebelar al paciente, y no ocultar o falsear, las dolencias que sufre; comprende que no hay nada peor que un enfermo que ignora su mal.
En la obra Discursos de Dion Crisóstomo (VIII.4.5.) encontramos esta declaración:


“Con todo, me sorprendoSi pretendiera curar los dientes, todos los que necesitan una extracción acudirían a mí; si dijera que puedo curar los ojos, todos los que tienen los ojos enfermos se presentarían ante mí; y lo mismo ocurriría si yo pretendiera conocer un remedio para curar la hipocondría, la gota o el catarro. Pero cuando prometo liberar de la locura, la perversidad y la intemperancia a las personas que me escuchen, ya nadie me presta atención, nadie me pide que lo cure, aun cuando pueda obtener un importante beneficio pecuniario. Pareciera que las personas se preocupan menos por estos últimos males que por las otras enfermedades, o que fuera más terrible para un hombre soportar un bazo inflamado o un diente cariado que un alma estúpida, ignorante, ruin, arrogante, voluptuosa, servil, irascible, cruel, perversa, en una palabra, completamente corrompida”, (cit. en Onfray, 2002: 84s).

En el fondo de lo que se queja este cínico es que los hombres no saben vivir en libertad, de querer conocer las delicias de la autonomía, la responsabilidad individual, la autosuficiencia y el pleno gobierno de sí mismo. En esto se basa la gran salud cínica. Sin embargo nuestra cultura, y en todas las épocas, lo que asalta al hombre ha sido el gusto por lo frívolo, la liviandad, el dinero, el poder, el consumo, los honores, los placeres adictivos, la mezquindad, la estrechez de mira y de proyectos, el conformismo y la aceptación de actividades deshumanizadoras como el trabajo impuesto, la familia obligante y la ilusoria patria heroica.
En su camino de curación propuesta alcanzamos una dimensión estética individual desde la que se comprende la vida como una totalidad a partir de la autonomía y mi individualidad, obras de artista y una acción dirigida a mantenerse dentro de esa disciplina en tanto dominio gozoso de sí. Esculpir la propia existencia como una obra de arte, dar materia, contenido, volumen, naturaleza, espesor, dimensión, intensidad, consistencia y armonía a la vida cotidiana transfigurada. Una vida como resultado de una intención, un pensamiento, un deseo que son actualizados en todo momento gracias a una energía que se dirige a realizar un objeto único e irrepetible; la vida es juego pero también combate (agon).
No hay nada más detestable para el cínico que aquellos hombres que contribuyen con vehemencia y ardor a profundizar en su propia alienación, abandonándose al azar y a la suerte con la mayor pasividad; ellos aborrecen la indolencia. Su acción es un compromiso con lo real, un combate singular con la resistencia del mundo, (ídem: 86). Sus adversarios más temibles no eran personas que corran, luchen ni salten con pértiga, o luchadores ni lanzadores de jabalinas o discóbolos; eran las personas que corrigen a los hombres sin corregirse a ellos mismos. E igualmente aquellos que rezuman de gordura y glotonería incontinente. Estos obesos, junto a la enfermedad y la pesadez, están relacionados con el espíritu que se entorpece a causa de su peso, un hombre que poco se valora su existencia, llegando asemejar a un puerco. El cuerpo del sabio debería mostrar soltura, agilidad, delicadeza, elegancia; prácticamente recuerda al bailarín nietzscheano que se adentra en el éter: un hálito en el viento donde fluye suavemente a través del espacio. La victoria sobre el cuerpo es vista como la pura y sencilla victoria sobre uno mismo; ella es el puente para alcanzar la segunda, la victoria sobre el alma, de la psique. Se debe proteger y combatir todo aquello que le resta energía y fluidez a su existencia.
Onfray nos señala que su ética es un juego: 

“…además de ser un arte apela a esa parte de nosotros que corresponde al gusto por lo agónico, el vértigo y el mimetismo. A ratos, artista, a ratos médico, atleta o bailarín, el filósofo mantiene más relaciones con la estética que con la ciencia, más relación con lo bello que con lo verdadero. Diógenes es lo contrario de un positivista: Kierkegaard diría que era un filósofo ético, Nietzsche lo llamaría filósofo artista, (ídem: 88).

En el fondo se trata de ser un alma fuerte, un ser excepcional que en vida se convierte en ley individual viva. Rebelde y solitario, el cínico hace una única contribución social: la construcción de una vida a partir de la pura soledad; en su carga poética creadora e inspiradora está presente toda su postura estética. Su felicidad se puede resumir en la frase nietzscheana: un sí, un no, una línea recta, un objetivo (Nietzsche).Ante la figura del sabio estudioso y erudito, sentado sobre un pupitre medieval y alejado del mundanal devenir del mundo, el sabio cínico aspira a convertirse en un filósofo errante y del camino. Y ello ayuda a comprender y estar más cerca del Ser, al no disponer de nada que lo ate a ningún sitio o persona; se trata de buscar la proximidad de lo esencial mediante el desapego continuo. Sólo al no tener nada se estará más próximo a comprender nuestra experiencia del ser personal. El filósofo errante es aquel que ha aceptado la sencillez en su manera de vivir y hasta cierta indigencia, e introduce el pensamiento en su vida y a su vida en su pensamiento, como condición única de su quehacer reflexivo; hacer de la filosofía una disciplina de la inmanencia (3) y hacer de la inmanencia el campo de la disciplina filosófica. Convertir a la filosofía en un camino para vivir mejor, obtener un bienestar natural y una mejor calidad de existencia. Una sabiduría que guía a nuestra vida a buen puerto con la mayor alegría y beatitud con un mínimo de penas y sufrimientos posibles. Si Platón nos ha dicho en su dialogo El Fedón, que la filosofía es un ejercitarse aprender a morir, el cínico está consciente de ello, pero en la medida que del vivir cotidiano saquemos el mejor provecho en todas sus variables o posibilidades.
Promover la vida bienaventurada y cómo conseguirla es la función de la filosofía para Diógenes. Juliano el Apostata refiere en sus Discursos (IX, 13) el objeto y fin de la filosofía cínica, como por otra parte se propone toda filosofía, es (alcanzar) la felicidad. Ahora bien, esa felicidad consiste en vivir de conformidad con la naturaleza y no según la opinión de la multitud. En ello está implícito sentirse y ser libre, el cual será aquel que ha vencido sus temores ficticios y reales. Se trata de desesperar en el sentido etimológico del término, es decir, dejar de esperar, destruir las ilusiones y las mitologías que rezuma la civilización y que se cristalizan en el conformismo y la convención. Luchar contra la preferencia netamente humana de lo ficticio, de la ilusión, de la idea, manteniéndose en la realidad de la realidad misma. La verdad se presenta muchas veces amarga, incómoda y desagradable para las personas sin espíritu, mientras que cuanto más amplia e intensa sea la falsedad con que se rellena su vida más aceptada por el sentido común. Para la filosofía cínica esta será la postura de todo enfermo de civilización; la filosofía se erige aquí como farmacopea del enfermo, el sabio es su médico, metáfora que la aporta el estoico Marco Aurelio.
El auténtico trabajo filosófico consiste en descubrir la superchería, denunciarla y practicar una pedagogía de la desesperanza, en el sentido antes señalado, en dejar de esperar algo y vivir en el presente natural; en el fondo es crear una moral propia, aquella que sólo debemos responder a nuestra propia norma, propio de un individualismo responsable. Fundir medios y fines en sí mismo con la finalidad de surgir un estilo propio de vida: se trata, como dijimos, de construir la propia singularidad como una obra de arte que no tiene copia.
Su modelo de hombre se encuentra en el mítico y homérico semidios Hércules y sus doce trabajos, emblema de autonomía y voluntad eficaz; héroe que se encuentra en el bosque con el león de Nemea, en la ciénaga con Hidra y en el jardín de las Hespérides con las amazonas y las manzanas, aparte de los toros domesticados en sus idas, las aves peligrosas exterminadas y el regreso de algún viaje al infierno. Se le admira por ser símbolo de energía, valentía y fuerza ante las adversidades titánicas; en él se encuentra expresada las pruebas que tiene que sobrepasar el alma en su camino para alcanzar la virtud emparentada con la libertad a toda costa.
"Apártate del sol para que me caliente", le dice Diógenes a Alejandro Magno
I
Sobre los cínicos y la sexualidad.
No dejes de tallar tu propia estatua.
Plotino.
Al ser la filosofía una estética de la existencia no escapa de ellos una comprensión de la sexualidad en tanto placer natural del cuerpo que lo debe llevar a una autonomía del sentir y de un desapego de todo compromiso que implica la ruptura de su libertad individual. La práctica sexual de los cínicos es correspondiente a su afinidad con la sencillez de la vida. Sabemos que su filosofía no se nutre de conceptos difíciles ni de complicaciones argumentativas. Se trata de mostrar maneras de vivir, modos y técnicas de obrar y gozar del uso del cuerpo a partir de sí mismo. Ejercicio que por su choque y provocación apelan a poner en tela de juicio los valores sagrados y asentados que conforman nuestra vida social. Ante la sexualidad, como respecto al resto de su vida, nos advierten que el hombre debe aceptar y aprender a partir de sí mismo, ejerciendo un dominio sobre sí. Hacer que nuestra voluntad deje de ser objeto al transformarla en sujeto, domesticar lo peor de nosotros y apelar a la ironía como práctica esclarecedora de la superchería rampante. Se trata de construirse uno mismo mediante la práctica de ejercicios espirituales, formadores de la conciencia y del cuerpo, y en relación a la sexualidad lo mismo exige.
Esta escuela, nombrada como una escuela socrática menor, no dejó de perfilar de manera aún más radical lo propuesto por las palabras de Sócrates presentes en la Apología de Platón (36c), donde escuchamos que nada de lo que le interesa a la mayoría es significativo para el filósofo. Lo relativo al dinero, a la administración pública y de los propios bienes, las especulaciones del estratega, los éxitos de la retórica política, las intrigas, los cargos públicos no son de interés. Todos nos apartan de nuestra propia vida. El mayor de los bienes, había dicho este maestro, es el que podamos hacernos a nosotros en particular, al preocuparse menos por lo que se tiene con el fin de poderse hacer lo mejor y razonable posible.
Los cínicos seguramente que aceptarían la afirmación realizada por Jacques Lacarrier en su obra Les gnostiques (1984:111), donde al hablar de esta secta nos dice que hacían saltar el polvorín al afirmar que toda sublevación, que toda oposición al mundo, toda pretendida liberación espiritual individual o social, para ser eficaz, debe comenzar por liberar primero al sexo. Este autor lamenta que ninguna de las propuestas rebeliones y acciones subversivas iniciaron esa transformación ni marcharon en esa dirección, sin llegar a concretar una conciencia libertaria del hombre.
Los cínicos tienen la particularidad de ser tendenciosos. Lo fue Antístenes, Diógenes, Crates e Hiparquía, Demetrio el Cínico, entre otros.
Diógenes se dedicó, por su tono y espíritu individual, a derribar máscaras de la vida civilizada para su momento. Se opuso a la hipocresía en boga contrastándolas con las del perro, incitando a los hombres a tomar un camino para la felicidad. ¿Cuál? De ello ya hablaremos. Entre sus propuestas está no ser esclavo de nada ni de nadie dentro del pequeño universo en que uno encuentra su lugar. Se esfuerza por hacer lo contrario de lo que hace la multitud. Como perfumarse los pies antes que la cabeza, pues el esparcido arriba se pierde en el aire, mientras que el de los pies se eleva hasta las propias narices (D.L. VI, 39).
Diógenes, este Sócrates furioso que habitaba en un tonel, satisfacía sus necesidades sexuales con la misma prontitud y emotividad con que calmaba el hambre. En la plaza pública, burlándose de los paseantes asombrados por su conducta lasciva, al faltarle compañera se prodigaba a sí mismo placer solitario mediante las técnicas propias del consabido onanismo. Uno de los aforismos llegados a nuestra época era el siguiente: Si solamente pudiera poner fin a mi hambre y mis necesidades frotando así el vientre (en Ateneo, Deipnosofistas, IV,158.F., op. cit. en Onfray, 2002:40). Esta práctica de realizar la satisfacción públicamente es aplicada contra el ocultamiento del cuerpo en la relación la sexualidad. En la Grecia antigua se tenía la costumbre de practicar el amor en la noche, ello por la necesidad, de orden moral, de ocultarse de las miradas ajenas. Se trata de no dejarse ver en estas relaciones que estaban dominadas por el signo de la aphrodisia¸ (la satisfacción corporal sexual), condición que no era muy honrosa para la constitución y formación de la parte noble y espiritual del hombre (recordemos a Platón y su Banquete, en el discurso aludido a Pausanías). Es contra esta regla que Diógenes dirige su performance sexual masturbatorio. Pues una de las propuestas cínicas era hacer públicas todas sus actividades necesarias: las comidas, el amor, las enseñanzas, la sexualidad, los desahogos fisiológicos, etc. Si ninguna de ellas produce algún mal o enfermedad entonces tampoco es malo hacerlo en público. La autosatisfacción sexual comprendida en tanto necesidad corporal individual, no puede tener ningún signo de vergüenza y sufrimiento para el individuo; encuentra la sencillez de la masturbación como el medio más expedito para apocar este prurito corporal y a mano de todos, (Foucault, 2007: 53).
Otros actos de desplante cínico realizadas por este conductor fue sobre las excreciones. Emulando a los perros, en una ocasión, cuando asistía a un banquete en que los convidados les lanzaban huesos, el filósofo respondió levantándose la túnica, regando en abundancia con un grueso chorro de su orina a los comensales estupefactos. Otra ocasión en que los flujos más sólidos le hacían inminente el evacuarlos, en medio de un grupo de personas atentas a sus palabras se puso de cuclillas a defecar, y luego seguir plácidamente su discurso. Como cínico, ladrar y morder son maneras de llamar la atención sobre la dirección que quiere advertir a sus seguidores. En el fondo no es otro que el de procurarse la autonomía y la independencia ante todo. Gruñen ante aquellos que ponen obstáculos a esa condición.
El tebano Crates, se introdujo en esta escuela por Diógenes y, a su vez, fue maestro de Zenón. Nacido en familia de buena fortuna se deshizo de ella y adoptó la vida errante y simple del can. Su poesía fue burlesca y parodió a Homero y Solón. Imitador de la Odisea, en ese ejercicio literario nos describe, la ciudad ideal del cínico. Dicha ciudad la llama Alforja (Pera), aludiendo al zurrón que la secta cargaba en la espalda. Cita Reyes (2000:214): La Alforja, -dice Crates-, la ciudad del cínico, se levanta entre las humaredas rojas del orgullo, inaccesible a todo parásito, y allí crecen liberalmente el tomillo, los higos y el pan, de suerte que los hombres no se los disputan por la violencia. La fama de este cínico creció por su audacia para colarse en las casas particulares a dar consejos espontáneos. Su apodo fue el abrepuertas. Sin ser para nada inoportuno, en algunas puertas se podía leer: en esta casa puede entrar cuando le plazca Crates, el buen demonio (daimón).El caso de la pareja Hiparquia y Crates es otro a señalar. Esta filósofa cínica, hermana del cínico Metrocles, que fue recopilador de anécdotas, se enamoró perdidamente de Crates. Los padres de la dama le rogaron a éste que la disuadiera de su apego amoroso. Lo intento, y sin ser bien parecido ni bello, el último recurso que tuvo para convencerla fue desnudarse ante ella diciéndole: He aquí cuanto soy y poseo. Ante eso, la dama cínica decidió unírsele de por vida con él. Vistió la túnica corta de la secta, afrontó estar en intercambio carnal con hombres sin mayores miramientos (Reyes 2000:215). Fue la primera representante femenina de este grupo provocador y no se arredra de exhibir en público su sexualidad, a modo de incitar a los caminantes. Sexto Empírico señala la anécdota: Los hombres se retiran al ámbito privado para tener comercio carnal con su mujer, mientras que Crates lo hace en público con Hiparquia (cit. en Onfray, idem).
Respecto a la sexualidad, como otros procederes, siguen a su modelo natural, al de su animal emblemático, el perro, que lo hace en vía pública y a la vista de todos. No requieren elementos de embellecimiento y seducción. Simpleza en el vestir, desdeñaban la higiene más elemental y rechazan los perfumes, los cosméticos y cualquier accesorio de belleza. El cuerpo natural es su proporción áurea para la acción sexual.
Bajo el signo de la renuncia y de la provocación, su vestimenta se reduce a cubrir el cuerpo para cuidar de los elementos del clima: del frío o del sol, por ejemplo. Nada de modas, diseños exclusivos, sus vestidos deben manifestar la misma voluntad de independencia y deseo de autonomía. Seguir los gustos masivos es una de las formas de esclavitud social. El pudor es la menor de las preocupaciones. Su reivindicación de la virilidad comprendida como cualidad de la persona que puede hacer que lo real se doblegue a su arbitrio. El uso de la barba como condición natural de diferenciarse el hombre de la mujer; Diógenes le dijo a un paseante rasurado: ¿Acaso le reprochas a la naturaleza que te haya hecho hombre y no mujer? (op. cit.: Ateneo, Deipnosofistas, XIII, 565.C. en idem).
En relación a los cabellos el cínico tiene su cabeza rasurada o con cabello corto. Como el mismo Sócrates, andaba descalzo todo el año, disponiendo por todo accesorio un zurrón y un báculo.
Respecto a la alienación del deseo sexual, Diógenes tendrá una fórmula que aprende del “pez masturbador”. Este animal le sirve para responder a todo lo concerniente al tema de Afrodita. Si Platón enseñaba en adorar una diosa celeste, la Afrodita Urania, como amorosa guía capaz reconducirnos a la verdad de las esencias por la vía del ascetismo intelectual y una homosexualidad subliminal, el cínico guiará su deseo hacia una Afrodita pandemos o vulgar, consagrada al amor carnal de los cuerpos y al placer sexual. El platonismo reduce el cuidarse de sí a aquella primera, y luego frecuentaba los burdeles para calmarse (idem, 61). Pero la condición del cínico se asoma a buscar el goce terreno, sin desacreditar la sensualidad del cuerpo a la teoría, colocándolo en consonancia con la vida e invocando al extraño pez modelo de virtud.
Dionisio al sentir deseo sexual lo satisfacía de forma inmediata, a fin de no dejarse esclavizar por él y mantener su espíritu libre. Si no encontraba prostitutas, mujeres fáciles o complacientes, recurría al onanismo antes que a la continencia. “En este sentido –decía Diógenes-, los peces demuestran tener casi más inteligencia que los hombres: cuando sienten la necesidad de eyacular, salen de su retiro y se frotan contra alguna superficie áspera…” (Dion Crisóstomo, Discursos, VI, 18-20, cit. idem,62). No permitir que el deseo nos aliene, encauzarlo al placer como único remedio al exceso de libido.
Más que mostrarse proclive al ascetismo astringente lo evita a todo trance, encuentra absurdo hacer de la resistencia al placer una ley y de la laceración y otras mortificaciones, un acto de constricción. El cínico se vuelve hedonista al preferir la calma que ofrece el goce más que permanecer en el estado que quedamos al aceptar el renunciamiento a su satisfacción. Obedecer al deseo satisfaciéndolo, es la mejor manera de olvidarlo. Por ello, ante el sufrimiento del deseo y al dolor de la carne por tal coacción infringida consciente, prefiere la distensión que está a la distancia de la mano y nuestro cuerpo (es decir masturbarse). Es la forma que el hombre puede regir, gracias a esta técnica onanista de la evitación, al dolor y al sufrimiento. No aceptan las virtudes masoquistas ni las beatitudes de la mala conciencia; no aceptan los ideales ascéticos que se fundan en el renunciamiento, la abnegación y la abstinencia del cuerpo como principios cardinales de nuestro deseo y conducta.
Igualmente como no es proclive a los ideales acéticos tampoco lo fue a las virtudes masoquistas ni a las beatitudes de la mala conciencia. No a la abstinencia y a la abnegación como principios rectores de vida. Onán, como vimos, es la respuesta a la platónica Afrodita Urania, cuando la Afrodita Pandémica no se presenta. El cinismo bien practicado debe conducir al deleite de sí mismo.
Diógenes, originario y expulsado como monedero falso de su patria Sínope, vivió luego entre Atenas y Corinto, donde fue honrado hasta su muerte con una tumba sobre la cual se admiraba un perro de mármol (Reyes, 2000:213). Pareció lograr con su vida una unidad entre lo ético y lo estético, entre la moral y el estilo. Su ascetismo calculado, ejercitador del cuerpo y del alma para obtener soltura de los miembros y la fluidez de su inteligencia irónica, le permitió alcanzar la autonomía propuesta, gracias a una aritmética de los placeres y los deseos. No será ni buen padre, ni buen esposo, ni buen ciudadano, ni buen trabajador, señala Onfray (ídem: 75). Se aparta del mundo ilusorio, que se limita a preocuparse por actividades fútiles –la política, el comercio, la guerra, la agricultura, la paternidad, el matrimonio, etc.- y construye una actitud estética ante el mundo: se hace espectador distante y sonriente, que se sabe a qué ha escapado cuando ve a los otros picar el anzuelo con insistencia. Tiene la conciencia clara, la mirada limpia, la lucidez implacable (ídem: 76).
Diogenes Laercio refiere su actitud de alabar a aquel que no termina por lo que prometió:
Diógenes alababa a todo aquel que, estando a punto de casarse, no se casaba; a aquellos que, dispuestos a hacer una travesía, se decidían a no hacerla; a los que, prontos a ocuparse de la política, terminaban por no ocuparse; a los que, habiendo proyectado criar niños, no los hacían; a quienes se aprestaban a vivir en la compañía de príncipes y de pronto preferían no acercárseles, (D.L VI: 55).
Una cruel lucidez nada pesimista. Su vida transcurre en un tonel junto al templo de la Diosa Madre o en el bosquecillo de cipreses del Cranión, junto al santuario de Afrodita y el mausoleo de Las (Reyes, 2000: 213).
Diógenes con su lámpara, para iluminar a los hombre

II
Un sí, un no, una línea recta y un objetivo.
Nietzsche, Crepúsculo de los ídolos.

Diógenes antepone la belleza del gesto al espíritu de gravedad. La condición lúdica de su postura nos lleva a especular cómo será la actitud esbozada y esgrimida frente a la sexualidad. La sexualidad del cínico es desprejuiciada, en donde la provocación y el juego son elementos indispensables. Un sexo de excesos, de diversión, con cierta locura consensuada, y en dirección a obtener un placer individual sin contraer apegos por el cuerpo del otro. La única expresión de razón aceptadas entre el juego de los cuerpos plácidos es aquella que nos lleva a encontrar una intensidad de emoción y perfección de nuestra sexualidad en la medida que nos despoja de los prejuicios y los falsos esquemas de una sexualidad utilitaria para la obtención de manipulación, dominación, control, reproducción del y con el otro. El grado de independencia de los cuerpos deben ser condición de ambos en la medida que haya acuerdos o gustos, juegos y emociones que se compartan, apuntando a expresar la transgresión ante la represión sexual social.
En los cínicos hay un amor a la fiesta y una expansiva exaltación por la vida, confianza de espíritu, búsqueda espontánea de estilos y gestos.
Una sexualidad dionisiaca ante la apolínea estructura reproductiva de la actividad cristiana de los cuerpos atados al temor y a la obsesión de poblar el mundo de almas empobrecidas. La sexualidad formando parte de la voluntad de diversión, exploración, reconocimiento del cuerpo y del ser en tanto unidad reconciliada con la vida. Una emoción por la vida al reconocer los límites de nuestra miseria y tragedia de finitud existencial. Los goces surgen de la improvisación, de la turbulencia, la despreocupación motivadora de creatividad, hasta llegar, si así se requiere, a la fantasía descontrolada. Teniendo en cuenta que el cínico tiene conciencia que el prójimo adormecido, embrutecido, caído en la inercia de la cotidianidad establecida como “realidad universal” aceptada, es el reducto de su constante provocación; no tiene tanto el rol de actor sino de espectador, al cual el cínico lanza su gestos, actos, palabras que, como limpiador del óxido mental individual y colectivo, limpie e incite a la búsqueda del despertar a la intemperie sus cuerpos dormidos en el silencio o el parloteo consumista y político que constriñe a su ser. Diógenes en todo momento construía un performance en que el espectador estaba sometido a un voyeurismo pedagógico: verán, oirán, ¿comprenderán? pero se les incitará y motivará a una catarsis en su interioridad que los lleve al despertar de la molicie, la debilidad, lo morigerado en sus vidas a cambio de una virilidad emprendedora en los cuerpos sexuados de presentarse sobre el mundo con la finalidad de encontrar otra vez su placer liberador. El uso de la palabra ingeniosa, del gesto provocador, del trampantojo y de la ironía son motivos que tienen un efecto ético en el espectador: esperan una toma de conciencia bien de repulsión o de comprensión, pero lo que no admiten los cínicos es la indiferencia.
La sexualidad igualmente busca la sencillez, donde la profundidad del cuerpo se adquiere por el conocimiento de las posibilidades placenteras de nuestro propio ser.
Y no se reducirá los espacios al encierro de las habitaciones. Lo público, la plaza, la calle, el campo, son lugares adecuados a sus actos de subversión cotidiana. En ellos a través del juego se pone en escena bajo los principios de la improvisación creadora. Y si quiere causar una impresión corrosiva su elección se remitirá a los lugares por donde transitan las muchedumbres. Un acto de riesgo nutre su vida pues ella está signada por la provocación, tanto por esgrimir un discurso o una gestualidad, como una sexualidad desmistificadora. Como advierte Dión Crisóstomo (cit. Onfray idem:83), hablando de Diógenes: 

Él se cuidará bien de rentar un apartamento o de ir a un hostal, y preferirá acampar al aire libre en el Craneión. Había advertido que Corinto era el lugar de reunión de gran cantidad de gente, a causa de su puerto y de sus damas de compañía (léase prostitutas), y porque la ciudad estaba situada en un cruce de caminos de Grecia. Además (Diógenes) pensaba así, como buen médico debe ir a socorrer a las personas allí donde abundan los enfermos, es conveniente que el sabio se establezca donde hay mayor número de necios, a fin de desenmascarar y corregir su estupidez (Dión Crisóstomo, Discursos, VIII, 4.5.).

Por otra parte, las nobles putas atenienses mostraron al desgreñado filósofo favores exclusivos e impagables con que los clientes habituales ni podían pagar ni soñar; entre Lais y Phrine, hetairas estelares de Atenas, y Diógenes parecían estar vigentes las leyes del dar y recibir (Sloterdijk, idem, 214).
De esta impresión de la época sobre la personalidad de Diógenes podemos especular y reafirmar lo que hemos dicho antes. Más que aspirar a una vida dentro de un espacio privado el cínico aspira a una vida en el espacio público, abierta a la confrontación, presta a la provocación, azuzando a los necios a comprender el grado de enfermedad en que se encuentran sus vidas. El cínico será un empedernido médico de almas sumisas y abotargadas. Actividad que nos muestra un gusto por el peligro y la confrontación. La sexualidad y sus placeres no están exentos para la conciencia irónica y lúdica del cínico: una voluntad de desestabilizar nutre a sus actos y el juego proporciona una farmacopea a la psique del prójimo espectador. El cínico es un terapeuta que tiene por finalidad liberar los temores, la represión, el fetichismo y llevar a asumir la restauración de una vida próxima a la norma natural como condición de vitalidad y salud a adquirir, atacando a las verdaderas afecciones por medio del juego y la ironía. Su práctica terapéutica se centra en buscar ayuda en sí mismo. Su eudaimonia (felicidad), la encuentra en practicar una vita simples; por la pobreza dogmática y razonada obtiene su libertad. Sus placeres son elementales o a la mano: echarse al sol, observar el conocimiento del mundo, cuidar su cuerpo, mantener su vida sin esperar nada de nada ni de nadie.
Antes que Nietzsche y Schopenhauer los cínicos comprendieron y asumieron la metáfora del filósofo que tiene la profesión de ser un médico alienista de la civilización, y que practica una medicina reactiva y chocante, dirigida a causar una explosión y subversión en los valores y conductas adormecidas por la ilusión abstracta, que hoy podría ser el mundo virtual; es el arte de la mayéutica que lleva a parir ideas y acciones en los espíritus convencionales. Sabe vencer los peligros asumidos sin buscar la gloria sino el entusiasmo, bien negativo o positivo, contra el mal del momento sin aspirar a la gloria. Revela a sus pacientes sus males y sabe lo difícil que es llevar a término la curación. Diógenes clamaba que si supiera curar dientes, la vista, la hipocondría, todos los enfermos irían por sus terapias corporales, pero cuando les promete curar a los individuos que lo escuchan de su locura, su carencia de disciplina, su intemperancia y su perversidad, nadie lo busca. Las personas no se preocupan de su psique y de esos males que minan la imaginación y su voluntad. Y pareciera que los enfermos son más proclives a soportar una úlcera de estómago, una disfunción coronaria y hasta un dolor bucal que superar la condición de la estupidez, la ignorancia, lo ruin, la arrogancia, la crueldad, la perversidad que corrompe permanentemente a su alma y sus vidas. Al final se encuentra que los hombres se enferman por no saber vivir y asumir su libertad. Esta medicina cínica del alma sabe que ganar la libertad es un ejercicio espiritual que nos introduce en sufrimientos que, si bien liberan de nuestras falsas afecciones y percepciones, no se quieren asumir por el miedo que causan y la perturbación que arroja al edificio social y personal a la vez. Nos enfermamos al no tener un camino claro y una elección decidida para saber transitar por los caminos de la autonomía, la autosuficiencia y el total gobierno de uno mismo. En palabras nietzscheanas, la gran salud.
Más que conocerse a sí y sentir la liberación que proporciona el deslastrarse de la coraza de la frivolidad inscrita en nuestros cuerpos, el cínico comprende que el común está atrapado en el cerco de la liviandad, el poder, el dinero, los honores, los placeres autodestructivos, el conformismo e ideales religiosos que prometen una vida superior a futuro, además de los inveterados valores de aferrarse a la patria, la familia y al trabajo. La vida se les presenta ni trágica, ni absurda, ni melancólica, todo momento es oportuno para lanzar una carcajada, aprender de la sencillez tanto en los placeres como del resto de la vida. Son psicoanalistas avangarde pues analizan las quimeras que envuelven de sufrimientos al hombre, pero por otra parte la ironía y la risa son sus instrumentos de expresión preferida para hacer frente a las sufridas fantasías imaginarias y convencionales. En tanto hombre libre se enfrenta a todo esprit de serieux.Esta liberación y sexualidad cínica es conducida por técnicas estéticas incluidas en torno a nuestra cotidianidad. Se trata de esculpir, como filósofos artistas, nuestra propia existencia en tanto obra de arte sensual y autónoma. Darle forma a la materia de nuestras vidas: a nuestro cuerpo sensible y amoroso, en una armonía que transfigura nuestro ser, nuestro pensamiento, nuestro deseo encausados por una energía que pretende construir un sujeto único y auténtico, irrepetible y singular.
La actitud cínica rechaza toda indolencia, por eso es un compromiso y un conflicto permanente con lo real, con la necedad social establecida; el cínico establece un combate singular contra el mundo para no ser sumergido en el fango de la superficialidad. Arte, dimensión lúdica, combate, compromiso, gestualidad bella y provocadora, armonía individual, búsqueda de lo natural, liberación de los apegos, médico de almas contra la estupidez humana y sus espectros espantosos, son las relaciones agónicas que describe a un alma cínica.
¿Quiénes son los adversarios de este filósofo perro? Sus palabras: 

Las dificultades más arduas que no pueden vencer ni los glotones ni los orgullosos imbéciles, los que pasan el día comiendo y la noche roncando, y que en cambio podrían superar fácilmente los delgaduchos demacrados que tienen el talle más fino que el de las avispas. ¿O crees que esos vientres abultados deberían echar del país después de someterlos por turno a la purificación? Antes bien, habría que inmolarlos, cortarlos en trozos y degustarlos como se hace con los peces gordos que se cocinan en salmuera y agua de mar, a fin de fundir la grasa; la gente de mi región somete a ese tratamiento al tocino de cerdo cuando quiere untarse con él…son hombres que tendrán menos alma que los cerdos…(cit en Onfray, ídem:87).

Para los cínicos todo lo que entorpece al espíritu libre debe ser removido: la enfermedad, la pesadez y la obesidad vendrán a constreñir, a causa del peso, al espíritu humano. Onfray nos da cuál debe ser la complexión física del cuerpo de la virtud del hombre cínico: soltura, agilidad, delicadeza y elegancia.
Esta concepción corporal se asemeja más a la de un bailarín que los hombres que frecuentan a los estadios. En ese espacio público la mayor de las veces encontramos es la densidad de los cuerpos, los músculos, los volúmenes cárnicos que encierran a la inteligencia, al espíritu en aprisionada corporalidad volumétrica. La voluntad cínica aspira a la ligereza y desecha la pesadez. Los individuos que acuden a los espacios deportivos a mirar sólo obtienen una práctica vacía del cuerpo. La victoria y competencia del cínico es la que lanza contra su propia corporalidad; busca la simple obtención de ganarse a los malos hábitos, ilusiones, supercherías en uno mismo. El imperio sobre uno mismo es el único éxito digno del cínico, el único propósito que merece que el filósofo combata y comprometa su energía (idem, 88). Afrontar los infortunios, abocarse a ellos diligentemente hace que los neutralicemos; no hay retroceso ni huida de sí, es lo que nos lleva a hacernos poderosos en nosotros mismos y, por ende, más temibles por los otros.
Este espíritu libre mantiene una relación estética con el mundo, es un artista de las máscaras, un acróbata del vértigo de  la vida, un combatiente que no aspira a la gloria pero sí la provocación. Un filósofo que sabe que su vida transitará por intervalos, donde será un amante, un atleta, un bailarín y un médico. Más que aspirar a la verdad y a la ética, busca la belleza, el gozo, la perfección surgida de nuestra natural corporalidad y de experimentar estéticamente con su vida, encontrándose en la justa medida entre intuición y racionalidad, rigidez y debilidad, sensibilidad e indiferencia.
El cinismo nos provee una propuesta exploratoria de la vida y de la sexualidad a partir de nuestra aptitud singular liberadora que contrasta a todo lo que huela hábito y convención; nos exige inventarnos un nuevo estilo de vivir y apreciarla como una creación artística única que surca el horizonte de nuestro cuerpo despierto e independiente. Un cuido de sí que aspira a una salud meridiana, que va de frente a la vida tanto corporal como física. Un alma fuerte, una especie de Sócrates enfurecido, un ser que es portador en sí mismo de una ley vital. Frente a toda retórica del mundo el cínico se desprende del discurso y emprende la conquista de su mundo individual a partir de la diferencia en el ser sobre el mundo. El individuo debe estar antes que la sociedad. Ser rebelde y solitario, cultor de la improvisación controlada y entusiasta, la espontaneidad en tanto ética vital de bastarse a sí mismo, su vida es un ejercitarse a buscar la felicidad dentro de la pura soledad; que implica un olvido del mundo externo y su prójimo. La infelicidad para el cínico viene dada por todo lo que obstruye la expresión libre de mi singularidad: aferrarse a lo que no nos pertenece naturalmente: la propiedad, los padres, los sirvientes, los amigos, la reputación, los lugares familiares (habitación), las relaciones humanas; ello forma el conjunto de lo que nos es ajeno bajo esta mirada cínica antigua. Igualmente querer ser un fanático, un cura, un monedero falso, un erudito exangüe y deprimido. La felicidad no la obtienen aquellos que buscan obcecadamente la salvación del alma. Sólo aspira a la sencillez vital de la sabiduría operativa de bastarse a sí mismo.
La felicidad es el dominio de sí mismo, alcanzar el poder sobre sí (y no sobre otro), la búsqueda de perfeccionarse y mejorarse uno mismo, esgrimir humor sobre los espíritus de gravedad, suspendiendo el juicio a los males ajenos. Diógenes Laercio (VI, 8) señala que la primera tarea para los miembros de esta escuela era la purificación que lleva a deshacernos de nuestros propios defectos. La destrucción de nuestras conductas y hábitos pasados como medida de creación en sí mismo. Un nihilismo activo portador de valores nuevos, que irrumpen en la vida volcándola a los cauces de la experiencia espontánea que otorga al decirle un si a la vida. Se niega para que renazcan nuevas virtudes viriles y creadoras en nuestra individualidad. En Nietzsche podemos escuchar el eco de la frase de Zaratustra donde afirma que todo creador comprende el dominio del bien y del mal es un acto de destrucción y quiebra de valores obsoletos.
Esta poética de la vida lleva a desechar la retórica y la palabra como dominadora de la verdad de la vida. El pensamiento occidental siempre ha temido al vacío y a la irracionalidad y frente a ello ha elevado los muros invisibles de la razón formalizadora recurriendo a tópicos, silogismos, argumentos científicos que terminan siendo la mayoría un sustrato teológico con sabor artificial epistemológico. El nominalismo cínico no acepta las esencias ni sustancias (la única sustancia es la materia), toda reflexión por el lenguaje más que comprender el asunto nos rodea de una malla de chácara lingüística que nos desvía de la experiencia poética y erótica de la vida.
Si la común actividad filosófica se reduce a saber emplear de la mejor manera las palabras (para ocultar…y agravar la comunicación), la actividad comunicativa de los cínicos buscan nuevas formas ya que consideran que es propio de los ignorantes hablar mucho y hay que saber poner freno a la verborrea. Sin optar por la mudez absoluta se convierten en arlequines de la comunicación a partir de la exploración gestual de otras vías para acometer la interacción humana. Frente a la rigidez e inmovilidad del espíritu de seriedad y rigor lógico aspiran, como hemos visto antes, a un espíritu de fluidez y movimiento, opuesto a construir una operación mediante el discurso y presto a escenificar una gestual liberadora que venga a demostrar determinado hecho por medio de la acción. Para ellos la acción es mucho más reveladora que cualquier otro equivalente verbal para demostrar o explicar algo.




El Eros en el tantrismo como instrumento de transformación
Por: Xiomara Silva B



La sexualidad a través de la historia ha movido muchos hilos en el manejo del ser humano, tenemos en nuestra biología esa parte animal, ese instinto sexual y su desempeño se ha manifestado de una forma tan variada, que muchas situaciones han dependido de este elemento a través de todas las culturas de la humanidad.
La cultura helénica y latina, ha tenido relevancia en los actos sexuales manifestándose estos la acción religiosa; la diosa Venus, representa la virginidad y la felicidad, el cuerpo femenino. La mitología greco-latina nos habla de aventuras eróticas, tenemos Apolo que representa la belleza física, a Zeus, como potencial masculino, así otros.
Los griegos y latinos conocían la importancia de desarrollar una sexualidad plena, poseían un ideal sexual y educaban en este sentido. Platón, consideraba que el aprender, establece un vínculo entre el hombre y el ser en sí y entre los hombres en general, estos agrupados en una relación común que no es solo intelectual, ya que compromete la totalidad del hombre y por ende la voluntad. Platón define esta relación como amor, a este tema dedica los diálogos el Banquete y el Fedro. En el Banquete, se considera al objeto del amor, la belleza y la elevación progresiva del alma al mundo del ser, al cual la belleza pertenece.1
Los discursos pronunciados continuamente en agasajo al Eros, por los interlocutores del Banquete, “expresan los caracteres subordinados y accesorios del amor, caracteres que la doctrina expuesta por Sócrates [que] unifica y justifica”. Es así como Pausanías distingue entre el eros vulgar (de los cuerpos) y el eros celeste, (de las almas). 1(Abbagnano: 1964).
Se aceptaba la homosexualidad, esta relación para ellos no desmejoraba su posición varonil, según Alejandro Magno tenía esta practica. 2 Más adelante, la moralidad estoica condena la homosexualidad.
La religión judía reprime la sexualidad, sobre todo en las mujeres, se consideran solo actas para procrear y servir a los hijos; el surgimiento del cristianismo cambia esta consideración, pero al ser oficial del Imperio Romano se convierte en una fuerza política represora, siendo la sexualidad poder del imperio. El islamismo ha sido el más represivo sobre todo a las mujeres, hasta la actualidad.
En el Oriente, la sociedad busca el conocimiento y el desarrollo de la función sexual como medio para elevación interna. En la India, el libro sagrado de erotismo hindú, el Kama Sutra, la sexualidad es una experiencia casi mística, sin embargo el machismo tenía costumbres represivas y no dignas contra la mujer humilde. El Suti, por ejemplo, era una costumbre de incinerar viva a la viuda en la pira funeraria del esposo. Al parecer todavía se practican algunas barbaridades en la actualidad.
Alain Daniélou3, se basa en la antigua sabiduría para explorar sobre los cultos a Shiva y Dionisios; nos explica que existe una religión primera y fundamental, una religión antigua y originaría que nos hace comprender la naturaleza de la creación y de esta manera como las polaridades se manifiestan, mostrando su belleza y su crueldad, de esta manera se mantiene una especie de equilibrio. Pretende explicar en su libro, Shiva y Dionisios, como esta religión primera se mantiene vigente en el hombre actual.
De esta manera parte, siendo especialista en India antigua, afirma que en Occidente el hombre ha perdido el sentido de la propia tradición y se ha alejado de la naturaleza y de lo “divino”.
Nos dice este escritor que, esta es anterior al Hinduismo védico, a la religión griega, al Zoroastrismo, a Abraham, que esta primera religión aparece como el cumplimiento de los esfuerzos del hombre, desde sus orígenes como una necesidad de comprender su lugar en el mundo; se esfuerza por encontrar puntos en contacto entre los distintos estados del ser y buscar su armoniosa cooperación para permitir a cada uno realizarse en el plano físico, intelectual y espiritual de esta manera rescatar su papel en la sinfonía universal.
La historia de la humanidad a través de seres podríamos decir especiales, nos han transmitido por medio de sus experiencias y de sus “intuiciones acumuladas” en diferentes culturas por medio del lenguaje, de los símbolos y de los mitos, estos elementos que expresan las relaciones del hombre y del mundo invisible de espíritus y dioses.
Es así como entramos en las concepciones que el Shivaísmo nos aporta sobre la naturaleza del mundo material y sutil, así también sus métodos como, el Yoga, el Sankhia (cosmología) y el Tantrísmo, para este autor en sus investigaciones, representan un conocimiento jamás igualado de la naturaleza del ser humano y el cosmos. Considera que el redescubrimiento del Shivaísmo-Dionisismo nos debería permitir un verdadero regreso a las fuentes y de esta manera volver a establecer un vínculo casi roto con un saber, podríamos decir milenario, del cual somos ignorantes.
Vivir veinte años en la India y regresar a Occidente produce un gran impacto a este estudioso de diferentes disciplinas, dice: “quedé estupefacto ante el infantilismo de las concepciones teológicas, ante la sequedad de lo que se llama religión. Encontré una humanidad desamparada que se aferra al árbol moribundo del Cristianismo sin comprender siquiera por qué muere”.
Es aquí donde el se pronuncia acerca de ese gran vacío que siente el ser humano, en su afán de hallar un equilibrio en un mundo amenazado, se cae en manos inescrupulosas como falsos profetas, falsas iniciaciones, “Yoga de salón” y así muchas más. Considera que la búsqueda en religiones “dogmaticas y tiranas” no produce tranquilidad.
El mundo moderno parece estar regido por “fuerzas oscuras” que desvían, deforman y aniquilan cualquier impulso de los hombres hacia las “realidades fundamentales”, hacia el orden divino del mundo. De esta manera le es difícil al ser humano llegar a un verdadero saber y a la sabiduría.
“El principio del Shivaísmo es que nada existe en el universo que no forme parte del cuerpo divino, que no pueda ser una vía para llegar a lo divino”; de esta manera considera que todo lo existente es una forma de reconocer nuestras tendencias a lo divino; lo contrario, atrae “sobre nuestras cabezas la locura destructora que es la manifestación de la cólera de los dioses”.
El Tantrismo podría ser ese puente (antakarana), que busca la vinculación entre lo físico y lo espiritual. Se le llama Tantrismo a los métodos prácticos, técnicas, ritos que nos permiten vincular la experiencia del Yoga con los principios universales expresados en la cosmología del Sânkhya; estas técnicas están basadas en las experiencias. El Tantrismo desarrolla y utiliza las posibilidades físicas, sutiles y espirituales del ser humano, teniendo en cuenta la interdependencia de todos los aspectos del ser vivo y su correspondencia con los distintos aspectos del ser cósmico. El cuerpo es la base, el instrumento de toda realización. (Daniélou, 1987: 211).
Este método tántrico, tiene como objetivo despertar, controlar, utilizar esa energía que se encuentra enroscada en el centro base, estas se encuentran potencialmente ligadas a todas las funciones del cuerpo, así también a los poderes escondidos y percepciones sutiles sin espacio ni tiempo, poderes mágicos, espirituales que escapan al el control del pensamiento y la voluntad. Referente a esto nos dice Omraam M. Aïvanhohv, que la serpiente del Génesis, es el símbolo de la energía sexual, esa serpiente enroscada en la espina dorsal de Eva, se despertó al comer del fruto prohibido.
Nos dice Alain, que el método tántrico reproduce en el hombre la historia misma de la evolución, parte de los mecanismos fundamentales del ser vivo para elevarse hacia zonas superiores, los mecanismos mentales, intelectuales y rendijas espirituales del ser humano para controlarlos y superarlos. La vía shivaíta es la vía tántrica, tamásica, la que utiliza las funciones físicas y los aspectos aparentemente destructivos, negativos, sensuales del animal humano como punto de partida.
Es así, como este investigador nos dice que el las concepciones y las prácticas del tántrísmo las encontramos en el Dionisismo, por lo que no son comprendidas por las teorías morales del Cristianismo. Nos hace referencia al Fedro, donde Platón desarrolla una teoría del conocimiento basada en esta participación (bhakti) y en la manía (inspirada por Dionisos) amorosa como fuente de este conocimiento.
Ahora, la parte interesante por la cual llego hasta aquí, es para relacionar a Eros (amor) con el Tantrísmo, si puede decirse de esta manera, profundizar un poco en el significado de la relación amorosa y la sublimación de esa energía para lograr un mayor conocimiento interior y alcanzar la sabiduría. Es lamentable que occidente, solo se quede en lo exterior, vemos como se venden muchos libros de Kamasutra, sin llegar a interesarse en el sentido cósmico que esta doctrina lleva dentro de sí.
El término Kama, (dios del amor) usado en el Budismo (personificado como Mara) e Hinduismo con el significado de <>, <> o <>. En el pensamiento budista, se considera como el primero y principal obstáculo que se opone al progreso espiritual; frecuentemente se asocia a la pasión (raga), el impulso (chanda) y el apetito (gedha.) En el hinduismo, se utiliza con el significado de <>, <>, y es uno de los cuatro fines tradicionales de la vida, junto con ganancia (artha), virtud (dharma) y liberación (moksa). Sutra se relaciona con las prácticas rituales, costumbres familiares y ceremonias.
Tenemos que Tantra también significa “oficio de tejer”, el Tantra percibe al universo como un tejido donde todo se superpone, todo actúa sobre todo; es un instrumento de expansión del campo de la conciencia ordinaria, a fin de acceder a lo supraconsciente, raíz del ser y receptáculo de poderes desconocidos que el tantra quiere despertar y utilizar. (Van Lysebeth: 72).
Para el tántrico, el cuerpo es un templo viviente, no hay frontera entre cuerpo y espíritu y la salud se convierte en un deber. La energía creadora del Universo está en todo lo que existe, de esta manera todo se encuentra relacionado; cada instante de nuestras vidas una fuerza misteriosa crea mi propio cuerpo y es la misma que crea el Universo; es también la Kundalini. Como el tantra no es una religión, su visión del mundo no se opone a ninguna creencia; el pensamiento tántrico es por lo tanto, muy natural.
Solo el tiempo “sagrado” es el tiempo “real”, este no es sinónimo de religioso, la creación actúa aquí y ahora. El ritual tántrico traslada la conciencia del adepto a otro plano de existencia donde capta y vive concretamente estas verdades últimas; de esta manera accede a lo divino y al tiempo sagrado que suprime el tiempo cíclico y lineal.
Es así que, el momento del acto sexual es un momento sagrado, según el tantra dice que, el ego se disuelve, justo antes del orgasmo, las mentes de la pareja entran en contacto fugaz con la mente divina; así cada hombre y cada mujer se convierte en la representación de sus orígenes. “Los dos se funden en un éxtasis que se autoperpetúa y, en ese momento, su ego se pierde en el gran Todo, lo cual es el objetivo de todas las grandes religiones”. (Van Lysebeth: 103).
Tenemos que, el acto sexual tántrico (maithuna) se vive de manera diferente a como lo concibe occidente o el profano; aquí el hombre no el “hace el amor” con la mujer, sino son “dos universos que se unen”. Esta conexión entre la pareja se hacen en todos los planos, en vez de un placer egoísta, cada uno se abre al universo corporal del otro y así mismo. Aunque el orgasmo no queda descartado en el maithuna tántrico, no es el fin, se toma en cuenta el ritual, la sacralización haciendo de este momento un acto sagrado.
Van Lysebeth, se refiere a Alan Watts, para decir que este escritor describe a este momento del acto sexual como “Tao”, la identificación con el otro se intensifica y es como si se produjera una nueva entidad entre ambos, esta vida los eleva por encima de sí mismos y los lleva unidos en un flujo de vitalidad cósmica donde el “yo” y “tú” desaparece; lo considera una experiencia cósmica.
La mujer es iniciadora, Diosa-madre, es el origen de la vida, así como fuente de gozo es la vía hacia la trascendencia, de esta manera “la mujer y su misterio están en el corazón del tantra, son la esencia de su mensaje milenario”. Osho, hace un rescate sobre el poder de lo femenino y de cómo las sociedades han reprimido la sexualidad de la mujer; así mismo como el hombre debe aprender a reconocer en la mujer esa representación de la Madre Divinida.
Para el tántrico, toda mujer encarna a Shakti (energía creadora femenina en su aspecto cósmico, la que hace vivir a Shiva) por lo que su presencia es importante; no es un objeto sexual como en occidente. Así, la Shakti tántrica trata de convertirse en una verdadera mujer que se atreve a explorar las profundidades de su ser para descubrir allí sus fundamentos esenciales.
Partiendo del conocimiento que ya no es tan oculto, sobre el Yin y el Yang, sobre la dualidad, se habla de la parte femenina del hombre y la parte masculina de la mujer, existe más información sobre que cada ser humano tiene ambas energías dentro de sí y es necesario reconocer como se comporta cada una. Estos valores femeninos son: el amor, el afecto, la relación con la naturaleza y la vida, la música, la danza, la poesía; lo femenino es receptivo e intuitivo. De esta manera la mujer, siendo iniciadora, le abre las puertas al hombre hacia los abismos del ser, hacia lo cósmico. En esta unión cada uno se abre a su contrario. Es por eso que en el acto sexual se inicia la pareja en todos los planos y se manifiesta la dualidad de cada uno.
Tanto el hombre como la mujer, busca por medio de la sexualidad el encuentro con la Divinidad, busca el sentido de la vida, de su Ser, quiere encontrar esa parte Divina que se pierde en la separatividad corporal. El otro tiene una parte del rompecabezas que encaja de tal manera, que si logra esa compenetración y logra elevar cada vez su kundalini a través de su columna vertebral, por medio de una meditación interna en ese acto divino, logrará poco a poco despertar ese conocimiento que lleva a la llamada iluminación.
Julie Egli, en el Koka Shastra, no dice que, la esencia del hombre (purushna) es el semen, y “el Creador Prajapati modeló una mujer. Cuando la terminó, la veneró "abajo";. La vagina es el altar; el vello púbico es el pasto de sacrificio con el cual se enciende el fuego; los labios son el fuego del sacrificio”. “Aquel que conoce este secreto comparte el gran mundo del Creador. Pero, aquel que practica el sexo sin saberlo pierde su semen y mérito ante la mujer”. Consideran que cuando se derrama aunque sea una diminuta parte del semen, pierde parte de su vitalidad. La mujer tiene su equivalente durante la excitación sexual, pero es reabsorbido.
La finalidad de las escuelas tántricas es recuperar la fusión transcendental entre Shiva y Shakti, el seguidor del tantrismo procura lograr un estado de armonía espiritual y mental que lo equilibre y lo sintonice con lo Divino, poco a poco va reconociendo su fragmentación a través de la personalidad.
Es posible que haya una relación mística entre una meditación profunda, el orgasmo y esos estados alterados de conciencia de los chamanes, buscan la unión con la Divinidad, es la búsqueda de esa parte divina que mora en nuestro interior. Son esos instantes donde nuestro cuerpo se diluye y se expande de tal manera, que no sabemos el límite de nuestro cuerpo y el Cosmos. Es la comunión de lo físico con lo sublime.
Eros se manifiesta a través de la vida del hombre de una manera muy particular, no es solo la procreación, sino un más allá, una manera de diferenciar la presencia del ser humano ante la naturaleza que lo circunda. Tal vez todo este proceso histórico, es una manera de que el hombre pueda llagar a reconocerse como lo que realmente es: imagen y semejanza de la Divinidad. También, que todo lo que buscamos está en nuestro Templo interior, representada con la Flor de Loto que está en nuestro Chacra Corazón.

Notas:
1-Abbagnano, N. (1964). Historia de la filosofía, Tomo I, pag.77.
3-Profesor de la Universidad Hindú de Benares, director de la Biblioteca de Manuscritos Sánscritos de Madrás.

Bibliografía:
ABBAGNANO, N. (1964) Historia de la Filosofía. Tomo I, Barcelona: Montaner y Simón.
AÏVANHOV, O. (1989) El Trabajo Alquímico o la búsqueda de la perfección.
Francia: Ediciones Prosveta.
BRANDON, S. (1975) Diccionario de Religiones comparadas. Madrid: Ediciones Cristiandad.
DANIÉLLOU, A. (1987) Shiva y Dionisios. Barcelona: Editorial Kairós.
EGLI, J. (1998) Koka Shastra. Bogotá: Círculo de Lectores.
OSHO (2003) El libro de la mujer. Caracas: Debate.
OSHO (200) El libro del Sexo. Caracas : Grijalbo.
VAN LYSEBETH, A. (1988) TANTRA, el culto de lo Femenino. Barcelona: Urano.



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