lunes, 31 de agosto de 2020

   

Hannah, la del Monte de los Empalados


David De los Reyes




 

1¿Te gustan los perros? Para mí siempre han sido mis amigos y compañeros de vida. Te cuento algo de mi perra.

Ella es Hannah, nuestra pointer inglesa. Lleva conmigo viviendo casi 11 años. A Hannah le gusta salir temprano a caminar en la mañana. Es una exploradora nata. Su instinto atávico de cazadora no la deja ni cuando duerme. Salir juntos es el mejor regalo del día para ambos.

 




2.- Hannah la tenemos desde los dos meses de edad. La fuimos a buscar a una ciudad que se llama Cagua, en el distrito Sucre del Estado Aragua, en Venezuela. Es de un lugar que nombran el "Monte de los Empalados"...ustedes podrán imaginarse el origen del nombre, pero los amigos que me la ofrecieron viven allí y hasta los momentos nunca vieron un “empalado” cerca en la zona...pero de noche dicen que se escucha el llanto de sus espíritus a lo lejos mezclados con la fresca brisa nocturna de los meses de diciembre.

 





3.- Hannah creció junto a un gran Jardín, allí se ejercitaba todos los días, los niños la querían mucho y nosotros no menos. Salir a jugar con mis hijos era ver cómo tres animalitos, unos con dos pies y la otra con cuatro patas, se hermanaban para realizar sus búsquedas misteriosas en cualquier lugar a donde se movieran.

 




4.- Hannah, cuando no estaba brincando o cazando moscas por la casa, lo que más le gustaba era que le dejaran dormir tranquila. La llamé así, Hannah, por mi admiración a la conocida filósofa alemana-judía, Hannah Arendt, quien me ha inspirado por su compromiso por la libertad y la condición humana. Siempre me recuerda a ella, y la pensadora, muchas veces, me recuerda a Hannah mi perra.

 




5.- Hannah aprendió a subir y bajar las escaleras de la casa desde muy pequeña. Eran unos escalones de madera aéreos. Un día tuvo un accidente. Calló del segundo piso al primer piso. Se deslizó por el hueco que separa entre escalones. Desde ese día le tomó algo de miedo el subir y bajar. Pero al cabo de un tiempo volvió a tener la seguridad de antes. Los perros vuelven aprender fácilmente cuando adquieren otra vez la confianza del lugar que habitan y conocen.

 


6.- En la casa se distraía con cualquier cosa. Los juguetes que más le gustaban para morder eran las botellas plásticas. Al menos les daba un buen uso. Ella se distraía, afilaba los dientes, aprendía a centrar la mordida y se quedaba por un tiempo concentrada, encantada del ruido que emanaba del “perol” de plástico a medida que lo iba destruyendo con sus caninos. Los juguetes industriales para perro con forma de hueso o cualquier otro le hacían poca gracia; como compañera de un músico, mi persona, ella también quería hacer música con la percusión de sus dientes sobre el plástico que iba corrugando hasta dejarlo sin forma, convirtiéndolo en una masa de plástico transparente que abandonaba por ahí, a la espera de conseguir otro nuevo que sonora como a ella le gustaba.



 


7.- La mirada de Hannah siempre ha sido muy especial. Los Pointers, acordemos que es una raza perdiguera o cazadora, y tienen la cualidad de saber dirigir la mirada al objetivo a cazar, apuntando con el hocico hacia la presa a capturar. Pointer, en inglés quiere decir eso, apuntar de forma fija. Pero también no menos ha mostrado una mirada algo lánguida, dócil y complaciente con nosotros, casi humana, pues con ella expresa cómo se siente, si quiere salir o le pasa algo. Sus ojos tienen su propio lenguaje que debimos aprender.

 




8.- Una de sus salidas favoritas es ir al monte a pasear. En el trópico esto es bastante normal, cuando se vive alejado de la ciudad. Y nosotros así estábamos, alejados de la urbe. De tanto en tanto me la llevaba con los muchachos a uno de los parques nacionales que quedan en lo que se llama Los Altos Mirandinos, donde se encuentra el Embalse Macarao, que surte de agua a buena parte de la zona central de la capital de Venezuela. Allí Hannah era totalmente feliz, se adelantaba a nuestro paso, se regresaba a ver por dónde veníamos, nos acompañaba, nos lamía la mano para que le diéramos agua, y era una cachorra en plena libertad e instinto animal. Hacía el oficio por el que genéticamente estaba determinada, que era buscar presa, perseguirla y señalarla. Nosotros nunca hemos sido cazadores de animales. Sólo he “cazado” con la lente de mi cámara a todos aquellos que nos hemos encontrado en nuestro paso por parajes a monte traviesa. Y Hannah ha ayudado a ello.




 

9.- La condición natural de un pointer es estar en constante movimiento; son la intranquilidad en vida. No se recomienda esta raza para las personas que quieren un perro faldero, de estar por la casa, de montarse sobre el regazo de sus amos y ladre de histerismo perruno a aquellos que no conoce. Los pointers son insistentemente inquietos pero a la vez bastante silenciosos. El nervio del movimiento pareciera que nunca descansara.  Hay que tener resistencia con ellos, pues continuamente te exigen salir a correr, a seguir una senda, a buscar lo que no se le ha perdido...pues nunca dejaría de hacerlo hasta encontrarlo por fin...Hannah es una excelente corredora y casi incansable. Ha trazado sus huellas sobre la tierra con la rapidez del rayo.

 




 10.- Hannah ha tenido que viajar. Me trasladé a la ciudad de Guayaquil hace unos años por razones de trabajo. Pasó tres años separada de mí, aunque viviendo con mi hijo Eloy en Carrizal, los Altos Mirandinos. Pero la separación le afectó. Estaba triste y algo desorientada en el transcurrir de los días. Esperamos a que consiguiera un espacio en donde ella pudiera sentirse cómoda y no acorralada entre cuatro paredes. Ese lugar lo hallamos al cabo de un tiempo y ya nos habíamos planteado que sería bueno trasladarla a Ecuador. El momento llegó. Una amiga veterinaria de mi hijo viajaba hacia acá con otro perro. Y no tenía inconveniente de hacer el viaje con Hannah para reencontrarse conmigo. Preparamos sus papeles para la salida del país; se les pusieron las vacunas reglamentadas para los viajes y se le hicieron los chequeos médicos oportunos. De eso ya hace casi dos años que está por estos lares de la latitud 0° del Ecuador. La felicidad de volver a vernos fue mutua. Y la tristeza se le disipó por completo.




 

11.- Uno de los lugares que más le agrada a Hannah caminar es por el Malecón de El Salado, cerca de nuestra casa, en la urbanización Urdesa de Guayaquil. Es un lugar de canales que van a desembocar en el gran río Guayas, que atraviesan esta parte de la ciudad. El motivo de la alegría que despierta verla salir hacia allá es porque va a encontrarse con las garzas, esas aves de plumas blancas, rosadas o grises o patos de color marrón, además de toda una bandada de distintas especies que viven también aquí y que pernoctan entre los manglares sobre la orilla del canal. Hannah le encanta correr tras ellas. Las persigue, les ladra, ellas salen de su densa tranquilidad y emprenden su grácil vuelo.  Hannah se queda mirándolas, como diciéndoles, "¡ya verán, un día las alcanzo!"




 

12.- También están sus caminatas entre los grandes árboles de la zona. Aquí se encuentran sorprendentes e insólitos monumentos vegetales centenarios. Cujíes, Almendrones, Cauchos gigantes, Apamates, Guayacanes, y el infaltable árbol Manglar, de enorme altura, en las orillas del canal. Hannah se mete por donde no la llaman, pero sin dejar de estar atenta del lugar donde me encuentro en mi caminar. Siempre me busca con su mirada. Caminar entre tal esplendidez arbórea es prácticamente uno de los pequeños placeres de este lugar.




 

13.- Con la peste china roja o Convid19 todo cambio y nos encontramos que en los primeros días de la pandemia no podíamos salir de casa a realizar nuestro rezo andante ante el despuntar del día. Debido a la alta expansión del virus se debieron tomar medidas extremas, pero necesarias. Debíamos estar a resguardo de forma estricta para cuaqluier forma de contagio. Con el pasar de las semanas se permitió a las personas que teníamos perros salir con ellos un rato  con las previsiones del caso. Las calles estaban desoladas, prácticamente no había ningún transeúnte, menos autos o cualquier vehículo de motor. Sólo escuchábamos el sonar de las sirenas de las ambulancias pasar en muchos momentos del día, tanto en la vigilia como en la noche. Hannah no dejó de reclamar salir a su paseo, y por mi parte lo celebraba. Era un momento de alivio al insólito pero necesario encierro para ambos; por ello no me costaba sacarla para nada a caminar entre el paisaje algo inhumano y desolador en que se había convertido la silenciosa e inmóvil ciudad.






 

14.- Hannah ha encontrado en Guayaquil un lugar que la ha acogido desde que piso su suelo. Los vecinos la aman y todo el mundo tiene que ver con ella. Trato de siempre tenerla a mi lado, para no asustar a quienes pasan cerca nuestro caminando, pero las personas se acercan a preguntar. Una de las cosas que siempre me dicen es que si ella es una perra dálmata. Es una constante. Aquí no es costumbre ver este tipo de raza. He visto a ejemplares caninos Braco y Weimeraner, que son también perros de caza, pero Pointer Ingles aun no. Y siempre explico la diferencia entre ambas razas, que se nota, sobre todo, por la forma del hocico. El Dálmata es más fino, termina en punta, el del pointer es cuadrado, tiene una mordida más abierta para la carga y búsqueda de la presa y traerla entre sus fauces. Además de las manchas en la piel, que son distintas en su moteado y diseño natural.

 




15.- Aunque Hannah nació en una zona de calor, en los valles de Aragua, cerca de la ciudad de Cagua, como ya hemos dicho, el calor no lo soporta. Y Guayaquil tiene un clima particular, caluroso y húmedo por el río que la atraviesa.  Esto hace que ella no pierda el momento para colocarse frente al ventilador y esperar que la brisa generada por el movimiento de las aspas le refresque y le permita descansar en las largas tardes, casi asfixiantes y calurosas de esta ciudad. Por ello, el verla acostada frente al aparato, no es nada de extrañar, forma parte de sus costumbres y de su habitar junto a nosotros en esta ciudad.




 

16.- Hannah es una perra muy querida y ella es una perra que también quiere mucho. No acostumbra a lamernos como hacen otros perros, pero si a buscarnos para que la acariciemos y ella pegarse cerca para sentir que estamos juntos, que no está sola y que mientras viva será nuestra compañía, despertando ese instinto atávico que tenemos todos los hombres en nuestro inconsciente de ser cazadores-recolectores. Y junto a esto, no menos importante es la compañía de los canes, que fueron el primer animal que el hombre domesticó para su trasegar y sus quehaceres cotidianos. Aunque hoy está totalmente transformado ese estilo de vida, no deja de ser menos imperante para algunos de nosotros tener cerca a ese vivas compañero silencioso, y que siempre con la mirada nos invita a ¡vamos, salgamos a ver al mundo! Y Hannah lo reafirma a cada instante, como perra pointer inglesa que es.







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