domingo, 1 de septiembre de 2019

Herman Melville
W.H. Auden (1907-1973) (*)

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Este poema  se publica en homenaje al escritor norteamericano Herman Melville, del que celebramos el 200° aniversario de su nacimiento. 




Al final casi, navegando, entró a una calma singular 
y ancló en su casa y alcanzó a su esposa 
y bogó en la ensenada de sus manos
y cada mañana cruzaba a la oficina 
como si fuera otra isla su trabajo.



Existía el Bien: esto era su nueva ciencia
su terror tuvo que alejarse totalmente
para que se diera cuenta; mas fue lanzado por el viento 
allende el Cabo de Hornos del éxito razonable 
que aúlla: “Esta roca es el edén. Aquí naufraga”.



Pero que lo ensordeció con truenos y lo aturdió con 
    relámpagos: 
—el héroe lunático cazando, como a una joya, 
al raro monstruo ambiguo que mutiló su sexo, 
odio por odio hasta vaciarse en grito, 
sobreviviente imposible arrebatado al delirio—
todo eso era falso y complicado; la verdad era simple.



Nada espectacular el Mal, y siempre humano, 
comparte nuestra cama y come en nuestra mesa, 
y nos presenta al Bien todos los días, 
hasta en las estancias rodeadas de yerros; 
tiene un nombre (como “Billy”) y es casi perfecto 
aunque porta como un adorno su tartamudez: 
y cada vez que se topan tiene que pasar lo mismo; 
es el Mal el que es desvalido como un amante 
y busca pleito hasta encontrarlo 
y ambos son destruidos abiertamente ante nosotros.



Pues ahora se había despertado y ya sabía 
que nadie se salva mientras no sea en sueños; 
pero había algo más que había sido trastocado por 
    la pesadilla—



incluso el castigo era humano y era una forma de amor: 
la quejosa tormenta había sido la presencia de su padre 
y había sido llevado siempre en el pecho de su padre. 



Que con delicadeza lo había descendido ahora para
    abandonarlo. 
Se puso de pie sobre el balcón angosto y escuchó 
y todas las estrellas arriba cantaron como en su infancia 
“Todo, todo es vanidad”, pero ya no era lo mismo; 
porque ahora las palabras cayeron como el sosiego 
    de las montañas 
—Natanaél fue tímido por ser su amor egoísta— 
pero ahora gritó, transportado y vencido, 
“La divinidad se ha roto como un pan. Nosotros 
somos los pedazos.”



Y se sentó en su escritorio y escribió una historia.

(+) Wystan Hugh Auden, más conocido como W. H. Auden  (York, 21 de febrero, 1907 - Viena 29 de septiembre de 1973), fue un poetay ensayista británico, nacionalizado estadounidense en 1946. .

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