Hegel y la Modernidad
David de los Reyes

I
De
la modernidad
Deberíamos comenzar con ciertas preguntas que nos hemos hecho más de
una vez, frente a este difícil autor alemán. ¿Es Hegel un filósofo de la
modernidad?, ¿La filosofía hegeliana es el fin de la filosofía moderna?, ¿Es
Hegel el primer autor que se plantea al pensamiento de la modernidad como
problema?, ¿Qué diferencia encontramos entre la novísima filosofía alemana y la
filosofía de la Edad Media ?,
¿Terminó la modernidad con Hegel?, ¿Cuál es la solución que da Hegel ante esa
modernidad filosófica?.
Cabe decir que ser moderno es ante
todo, un querer insistir que uno sabe que está viviendo en el presente y por
otra parte es una expresión de una agudizada conciencia histórica. Aspira a una
reconciliación de la conciencia filosófica con el presente y el mundo creado
dentro de este tiempo nuevo. Bien ha dicho que en épocas como éstas, el
Espíritu, que es la creación de la conciencia finita e infinita reconciliada
dentro de la historia, parece avanzar velozmente con botas de siete leguas.
Hegel comprende que la reconciliación con el presente es algo necesario, algo
que urge al hombre para adquirir confianza en sí mismo, en su pensamiento y
respeto a la naturaleza tanto dentro como fuera de él y en relación al mundo
celestial de la teología medieval. ¿Pero, por qué esta necesidad de vivir en el
presente? Vivir en el presente es entrar al mundo de lo general, de las leyes
tanto científicas como políticas, apropiarse de ese mundo y hacerlo suyo. En la
época moderna serán significativos los descubrimientos tanto en el campo de la
naturaleza como en el de las artes, ya que en sus palabras, la inteligencia
despierta a lo temporal. El hombre se hace infinitamente lleno de
posibilidades: su conciencia deja de ser una conciencia desgarrada por
problemas de una divinidad del más allá y de una vida del más acá. El hombre
despierta ante sí. Pareciera que otra
vez nos encontrásemos bajo el lema del antiguo sofista de Abdera, Protágoras (485 a 411 a.n.e): El hombre es la medida de
todas las cosas. El hombre cobra conciencia de su voluntad y de su
capacidad: encuentra justo preocuparse de su economía doméstica, le parece
normal e inteligente el ocuparse de su tierra, de su suelo, de sus oficios. El
capitalismo vuelve laico lo que pareciera o tenía aún algún viso de salpullido
divino. Centra al hombre en sus poderes productivos y dentro de sus ganancias
obtenidas por sus productos. El globo terráqueo se vuelve cognoscible en su
totalidad y se buscan nuevas rutas comerciales para alcanzar a las Indias
Orientales. El Europeo encuentra a América y América encuentra Europa para bien
y mal de ambas; descubre tesoros, pueblos, naturalezas exóticas y se descubre
el europeo a sí mismo. El mundo –ha dicho Hegel- vuelve a ser digno
de que el espíritu vuelva a tener interés por él. Y esto es importante. Es
importante porque el hombre en vez de alejarse de sí, regresa
su mirada tanto a lo externo como a su interioridad y ello lo lleva
avanzar, no sólo filosóficamente; en la obra de Hegel encontramos uno de los
esfuerzos mayores en su época para hacer real, no solo dicha evolución filosófica, sino
también desde el punto de vista científico, religioso y estético, encontrando una fuerza humana
arrolladora desde lo que va del siglo XV hasta el mismo XIX, sin contar
realmente lo que ocurrirá dentro de nuestro siglo, pues ese está fuera de los
límites del pensamiento hegeliano.
Hegel va a ser el primer autor que
entenderá que la filosofía sólo puede llevar su época a pensamientos, o mejor
dicho, filosofía para él, es llevar a pensamientos su época, su momento histórico.
La filosofía concibe su tiempo en pensamiento y cada uno es hijo de su
tiempo (Hegel, 1976, Prefacio). Nos ha dicho que la prensa era la oración
matinal del hombre moderno y él ha tratado de mostrárnoslo en su filosofía. El
fin último y el interés supremo de la filosofía consistirá en conciliar el
pensamiento, el concepto, con la realidad, con su momento histórico, construido
bajo la acción del hombre. Hegel concibe sólo el pensamiento en tanto realidad;
sólo existe el pensamiento que existe en la realidad. La acción del hombre será
el medio con el cual se construya esa realidad. La acción hará que la realidad
exterior del mundo se establezca de acuerdo y conforme al concepto. Y el
movimiento del pensamiento en la realidad es lo que comprende él por su
espíritu. El movimiento del pensamiento es el desarrollo de ese mismo
pensamiento dentro de la realidad histórica. Así, su obra la Fenomenología
del Espíritu (1806/7), será una visión total del desarrollo del pensamiento, de la
conciencia por medio de la contradicción que se presenta dentro de ella; va
desde el momento más indeterminado, la certeza sensible, hasta remontarse al
momento más determinado, completo y desarrollado del pensamiento, del espíritu;
es decir, el saber absoluto.
El mundo no se comprende bajo una serie
de conceptos y leyes propios de la conciencia dentro de sí, separados de los
demás, de la sociedad, de los otros, de la comunidad, de las instituciones
políticas del estado; sino la comprensión estriba en que encuentre la
conciencia finita una reconciliación con lo infinito, con lo universal, con la
sociedad, con su comunidad, con su estado, etc., y ello es posible cuando es
llevado a cabo por la mediación de la acción del hombre. El hombre no es pura
contemplación, no es separación entre pensamiento y ser, el hombre reconciliado
con su época encuentra que lo propio de su interioridad se halla realizado en
el mundo exterior, en el espíritu histórico y absoluto. Avanzar sin cesar,
pues sólo el espíritu es progreso. Filosofía que imprime un optimismo al
curso de la historia, filosofía que bien encontramos que se mantiene dentro de
una concepción feliz de la historia desde el punto de vista de las ideologías;
su filosofía era también el fin de todas las filosofías por llegar a conciliar
lo finito y lo infinito, gracias al saber de lo absoluto en tanto haberse
desarrollado la libertad del suelo del presente histórico, representada dentro
de la sociedad, el estado, etc.. La libertad interior, como lo concebía Kant,
no es verdadera ni tampoco plena libertad,
es un momento del desarrollo de la libertad pero que no puede darse en
la conciencia separada del hombre. Para Hegel, la libertad es una situación
ética que se vive en conjunto, la libertad será la libertad de prensa, de
asociación, política o comercial, la existente dentro del Estado (Vasquéz,
1988, p. 174). La libertad que se busca dentro de la interioridad del individuo
aislado, será una concepción más moral que ética, por tanto no identificada con
la realidad dada dentro del universo social, de la libertad construida por la
acción del hombre, a partir del concepto plasmado en las instituciones y leyes
dadas por la acción del mismo hombre y
no por otro ser; como por ejemplo, las leyes dadas en forma divina. En estas
épocas en que la corteza terrestre se desmorona como un edificio podrido y
sin alma y el Espíritu se revela revestido de una nueva juventud calza las
botas de siete leguas. Surgen los tiempos modernos con un concepto de la
realidad del espíritu del mundo, donde Hegel cree poder conocer definitivamente
la víspera de los nuevos tiempos; la actividad social y universal es la vida
del espíritu mismo; al final sólo encontramos su concepto que se aprehende a sí
mismo. La filosofía no puede ir ni remontarse más allá de su propio tiempo, que
es igual a su concepto, el espíritu humano, el pensamiento, la acción guiada
por el pensamiento discurre paralelamente junto a todas las fases de la
realidad. Hegel continuamente está reafirmando su ser moderno, su insistir en
querer mostrarnos que sabe que está viviendo junto al presente y que es el
filósofo de su tiempo.
Ahora bien el concepto es un elemento determinante dentro de su filosofía.
Eduardo Vásquez (1988), continuamente nos lo ha estado presentando así y creemos que este intérprete de Hegel no se equivoca
en ello. El concepto es el instrumento intelectual por el cual se nos puede
revelar y hacer comprensible el Espíritu del mundo; es decir, lo que
llamaríamos el presente concreto de la historia, a su totalidad. Para Hegel,
sólo la totalidad es lo verdadero; el espíritu es lo verdadero porque en él
está representada la realidad concreta y ello es posible al concepto,
que será la forma universal que adquiere el pensamiento para poder realizar la
totalidad real. Pero ello sólo es pie para poder comprender al pasado como un
momento superado y presente dentro de la realidad actual. Hegel nos ha dicho
que lo más alto, lo más importante de todo es el presente (H., 1955,
p.514). Si su filosofía se apoya en el saber en tanto Absoluto, esto no quiere
decir que encuentra a éste como algo unilateral, abstracto, celeste, como
esencia eterna, separada del mundo; ello sería creer en lo que él llama como mal infinito,
que es querer una realidad, una verdad sólo desde el punto de vista del
pensamiento sin llegar a plasmarse dentro de la realidad infinita de la
naturaleza y del hombre por medio de su acción en el mundo. El saber absoluto
es conocer en la unidad la oposición de sus términos y en la oposición la
unidad de esos opuestos; lo finito se torna infinito y lo infinito se convierte
en finito, por medio de su acción. Hegel así lo comprendió y para él no era más
que el movimiento propio de la realidad del espíritu humano.
Si nos fijamos a los juicios de Hegel
sobre la sociedad de su tiempo, veremos que ellos encajan perfectamente con su concepción
dialéctica de la realidad. Pero Hegel tiene la particularidad de que, si bien
estaba completamente familiarizado con toda filosofía tanto del pasado como del
presente, de igual forma le presta atención a una disciplina que va
desarrollándose con botas de siete leguas para ese momento, todo gracias
a la evolución de las naciones y del capitalismo mercantil. Dicha ciencia es la
economía política. De ella saca conclusiones y advierte que el tráfico
económico capitalista había producido una sociedad moderna, que, si bien
seguía adjudicándole el rótulo de sociedad civil, representaba una realidad
completamente nueva que no podía compararse con las formas clásicas de la societas
civilis o de polis; pese a que aún se tenía ciertas relaciones con
el derecho romano. El concepto que desarrolla de sociedad civil, ilustra
realmente al movimiento dialéctico de la realidad llevado a cabo gracias a lo
que el llama como astucia de la razón, donde el individuo será lo que
invierte y lo invertido al mismo tiempo; cree permanecer aislado de la
comunidad pero su acción lleva a cohesionarse con esa realidad que rechaza
desde su pensamiento; la acción del individuo pasa a ser en tanto realidad
universal y viceversa, en lo infinito, en lo universal siempre se hallará presente,
en tanto realidad, su unión con lo particular. Hegel se plantea la relación que
se da entre el individuo singular y su comunidad. Si bien el individuo tiende a
aislarse y a únicamente velar por sus intereses, a ser sólo para sí,
convertirse en un absoluto, en querer convertirse en un ser que no necesita de
los demás, siempre terminará uniéndose a los otros. En eso está lo que este
alemán llama movimiento dialéctico. Vásquez lo ha expresado reiteradamente, él
nos dice:
"(...) el singular se aísla de lo universal (el individuo se aísla de la
comunidad), se opone a él, como dos seres separados, pero la acción de ese
mismo individuo lo lleva a unirse a la comunidad. En lenguaje lógico A (el
singular), pasa a No-A (la comunidad). Pero, a su vez la comunidad (la sociedad
civil, sus relaciones, sus instituciones), no existen aisladamente de la
actividad de los singulares. Es la acción de éstos la que crea las
instituciones, la moralidad objetiva (o eticidad) y todo tipo de relaciones
universales...De modo, pues, que la comunidad (lo universal) no existe sin la
acción de los individuos singulares. Es de nuevo A (la comunidad) que pasa o
transita a No-A, pues no podemos encontrar lo que es A repitiendo que A es A,
sino que ella se disuelve en No-A, donde encuentra su verdad y realidad. En
esto consiste la crítica de H. a la identidad abstracta (Vásquez, 1988., p.
173).
Este movimiento dialéctico reseñado por Vásquez lo encontraremos
constantemente dentro del opus hegeliano y en especial en la Fenomenología del Espíritu. Pero veamos como define a
la sociedad civil del presente de entonces: en la sociedad cada uno es fin
para sí mismo, todo lo demás no significa nada para él. Pero sin la relación con los otros no puede alcanzar
sus fines. Estos otros se convierten, por tanto, en medio para el fin del
individuo particular. Pero el fin particular se da a sí mismo, mediante su
relación con los otros, la forma de la universalidad y se satisface
satisfaciendo simultáneamente el bienestar de los otros. La sociedad civil
es el lugar de encuentro de lo finito, del interés particular, y de lo
universal o infinito, del conjunto del resto de los individuos que forman a
dicha sociedad y ninguno se da por separado; ambos se necesitan para satisfacer
sus necesidades e intereses y ello es lo que da pie para que surja el
movimiento dialéctico de la realidad. Mejor dicho, la dialéctica es el mismo
movimiento de lo particular y de lo universal propio de la edad moderna, propio
del capitalismo moderno. Por otra parte, se nos describe el desarrollo
mercantil como un ámbito éticamente neutral, en oposición a lo moral; un estado
social en el que todos los miembros le son reconocidos sus derechos y todos
satisfacen sus necesidades sin necesidad de violar el interés del otro. Este
terreno neutralizado da campo para fundar y desarrollar los intereses privados,
egoístas, particulares, presentes dentro de un sistema de dependencia
multilateral. La sociedad civil será la creación del mundo moderno, cuadro
donde encuentra la emancipación; para Hegel, el individuo al estar cohesionando
sus intereses con los intereses del conjunto social, ésta cohesionada su
libertad individual dentro de la libertad realizada en conjunto y establecida
dentro de las leyes e instituciones de la sociedad burguesa. La emancipación del
individuo viene dada por una libertad legal a la cual todos se adjuntan. Lo
arbitrario y caprichoso de las necesidades y del trabajo individual, es un
momento necesario en el camino por el que la subjetividad se educa y se forma
su particularidad. Sale del reino de la naturaleza y entra en el de la cultura
social; el trabajo y las necesidades del individuo lo llevan a desarrollar sus
dones, capacidades y fuerzas para poder adentrarse dentro del curso del mundo,
dentro del presente moderno de la sociedad civil. Si bien la eticidad del mundo
antiguo estaba centrada en sus costumbres y en la ley de la ciudad libre,
dentro del mundo moderno, la eticidad se conformará dentro de la sociedad
civil. La sociedad civil moderna, el lugar del intercambio, de la propiedad y
del derecho, será no la esfera de la destrucción de la eticidad sustancial sino
un momento necesario de la eticidad, entendiendo en Hegel por ésta, lo que ya
dijimos anteriormente. El estado social en el que todos sus miembros les son
reconocidos sus derechos y todos satisfacen sus necesidades sin tener necesidad
de violar los intereses de otro. El estado de la antigüedad (polis), queda
lejos de poder restablecerse dentro de la sociedad moderna, de una sociedad
mercantil y casi completamente despolitizada. La sociedad antigua es entendida
por Hegel bajo la idea de una totalidad ética casi tocante a una religión
popular, es casi una fe inmediata, un comportarse inconsciente. Este filósofo
tratará de establecer una mediación entre el ideal ético de los antiguos, bajo
el concepto de que éste es superior al individualismo de la Edad Moderna y las
realidades de la modernidad social.
¿Cómo se hace comprensible el estado moderno para Hegel? El estado moderno sólo se torna comprensible bajo el
principio de la sociedad civil, como asociación operada por el mercado; es
decir, por un principio de asociación no estatal. El estado moderno deja
desarrollar la plenitud el principio de subjetividad, llevando a cabo el
establecimiento de la autonomía de la particularidad personal, la cual es a la
vez reducida a la unidad sustancial del conjunto social, gracias a sus
necesidades y trabajo reguladas por el principio de esa unidad estatal y civil.
Hegel comprende que si el orden social
se estableciera únicamente a través de la sociedad civil, ésta la llevaría, por
los intereses individuales, a su destrucción y sólo encuentra salida a esta
situación canibalesca por medio de la intervención reguladora del estado. En esto pareciera Hegel es más liberal que un conservador. El Estado, vendría a ser la esfera de la
eticidad, de la eticidad del mundo moderno distinta a la del Estado de la antigüedad, en donde lo ético surgiría
de la sociedad y de las creencias populares halladas entre su misma religión.
El estado moderno será el lugar en donde
resida la eticidad perdida de la sociedad civil. Lo interesante de ésta última,
es que gracias a ella llega a conformarse una eticidad individual, pero desde el
punto que su universalidad surgirá por el estado y residiría dentro del estado;
la acción de los hombres crearán en conjunto, a medida que con su acción la
interiorizan, a las leyes en tanto existencia real y a las que apega el
individuo en relación con los demás; el movimiento dialéctico tiende a
reconciliar el individuo con la sociedad y esta situación se da gracias a las
leyes que el hombre se ha dado a sí mismo; las leyes, las instituciones, la
sociedad no son otra cosa que el resultado de su propia acción. Ésta
conformará a la eticidad: la familia, la
sociedad, la formación de voluntad política y de la figuración del conjunto
estatal. Habermas igualmente a podido entrever esto y acota una declaración que
da Hegel en su curso de Filosofía del
Derecho pronunciadas en el semestre de 1819-1820; en esta declaración Hegel
ya anunciaba la crisis que la sociedad civil tiene estructuralmente inscrita en
su seno: La caída de una gran masa de población por debajo del nivel de un
cierto modo de subsistencia... lo que a la vez trae consigo una gran facilidad
para que se concentren desproporcionadas riquezas en manos de unos pocos
(Habermas, 1989, p. 55). Hay que incluir la sociedad antagónica dentro de la
eticidad moderna, hay un predominio de orden superior que es el Estado sobre la
libertad subjetiva de los individuos. La mano visible del estado estará
apretando a la mano invisible del mercado y de la sociedad civil. El estado,
bajo la figura del príncipe, de perpetuidad ética por un lado como la
reconciliación de los antagonismos conformados dentro del seno de la sociedad
civil. La subjetividad del individuo estará completa y necesariamente vinculada
al orden de las instituciones; subjetividad en que se haya toda una lógica del
sujeto que conforma su esencia, su para sí, y su existencia, bajo el dominio de
un fuerte institucionalismo de estado. El estado es para Hegel, la realidad de
la voluntad sustancial y racional en y para sí. En ello se reafirma su
conservadurismo: cualquier movimiento reformista, como una reforma electoral,
al estilo inglés o una autodeterminación del pueblo, al estilo del jacobinismo
francés dados en su época están fuera del modelo monárquico constitucional.
Hegel es el filósofo del Estado burgués moderno.
Creo que en todo esto podemos sacar una
concepción del estado moderno dado dentro de Hegel. Al igual podemos encontrar
toda una crítica a la subjetividad dentro de su filosofía, donde todos los
desgarramientos, toda individualidad, toda crisis particular de conciencia
queda apaciguada por el concepto de lo Absoluto. Lo Absoluto como poder
unificante y garante de la paz social, gracias a interponer entre el individuo
y la sociedad un fuerte institucionalismo interventor, justificado por las
ecuaciones de que sólo lo racional es real y lo real es racional; lo que surja
fuera de este esquema queda fuera del concepto del saber absoluto, de la relación
dialéctica entre lo finito e infinito. Y esto por entender que para Hegel, la
libertad forma parte de la realidad racional, de la realidad construida bajo el
concepto del hombre gracias a su acción
Hemos constituido todo un discurso en
donde mostramos, refiriéndose a ciertas parcelas, a la comprensión de Hegel de
la modernidad, como un problema filosófico pertinente dentro de sus trabajos, y
a la vez tendríamos que entender a la modernidad como el momento que se ha
desprendido de todo modelo –la sociedad moderna se ha desprendido del pasado
gracias al desarrollo del capitalismo. La modernidad es un abanico abierto al
futuro, llena de espíritu de innovación; sus criterios surgen únicamente de sí
misma; como única fuente de lo formativo se ofrece el principio de la
subjetividad, de la cual brota la propia conciencia histórica de la modernidad.
Hegel le ha puesto freno a toda crítica, al establecer a la razón únicamente
como existencia realizada por la acción del individuo en tanto fin dentro de la
realidad; es decir, sólo lo racional es real y lo real es racional, con ello su
filosofía privada de toda crítica a una posible evolución del pensamiento
filosófico por otros causes; Marx pudo ser uno de ellos, como también lo fue
Kierkegaard o Max Stirner. De todas formas Habermas lo ha dicho: “Hegel no es
el primer filósofo que pertenece a la época moderna, pero es el primero para el
que la modernidad se torna problema” (Ibíd., p. 60). Será quien toque
primeramente a la constelación de la modernidad, la conciencia del tiempo y la
racionalidad. Su problema está en querer llevar a la razón a espíritu absoluto,
con lo cual Habermas ha dicho que neutraliza las condiciones bajo la que la
modernidad tomó conciencia de sí misma. Para Hegel la modernidad, bajo su concepción,
es un problema cerrado, resuelto. No establece una razón bajo términos más
relativos a la época sino que quiere comprender dentro de su sistema, la
culminación de la razón bajo la rúbrica de espíritu absoluto, reconciliación de
lo interno y lo externo desde la conciencia en y para sí; la evolución de la
sociedad no puede darse mediante proyectos alternos a la misma sociedad fundada
dentro de un presente; la evolución social vendrá dada mediante el desarrollo
de nuevas leyes, mediante reformas, si acaso; por reconciliaciones entre la
acción individual y el movimiento del espíritu histórico social plasmado tanto
en la sociedad como en el Estado. Para Hegel, no se admiten cambios
revolucionarios, los procesos de cambios tienen que ser fundados por medio del
desarrollo del concepto de la realidad que se conforma con la acción
cohesionada al conjunto. Las Revoluciones, para Hegel, sólo instauran el reino
del Terror, la guillotina y la muerte en nombre de la autodeterminación de la
soberanía popular. Hegel huye de la oclocracia, del gobierno de la plebe, de la
democracia jacobina y admite el gobierno constitucional pero representado bajo
la figura de un Príncipe que da continuidad a la configuración del estado.

II
Entre monjes y filósofos
Otras preguntas: ¿Cuál será el viraje
que dará la Edad Moderna
respecto a la Edad Media ?,
¿Cómo se desprende la ilustración moderna del oscurantismo medieval? Hegel sabe
que dentro la Edad Media ,
la religión cristiana ha dado un cambio sustancial respecto a lo Absoluto,
divino. ¿Cuál?, y es que el contenido absoluto lo coloca dentro del espíritu
del hombre; siendo lo Absoluto un contenido supra-sensible lo coloca en el
centro del individuo. Pero frente a la vida religiosa aparece un mundo
exterior: un mundo natural y otro espiritual, que ocupan las inclinaciones,
necesidades y libertades del hombre y sólo admiten un valor al ser superadas
sus unilateralidades como mundo espiritual. La Edad Media estuvo
constantemente elaborando diferencias entre esos dos mundos, el natural y el
espiritual, manteniendo las diferencias; hasta que supera tal separación y con
el cual se adentra a un tiempo nuevo.
La superación de la separación de la
relación entre el hombre y la vida divina, se manifestó para los ojos de las
autoridades eclesiásticas, como corrupción de la iglesia. Esta corrupción de la
iglesia significaba la temporalización, historificación de lo eterno bajo los
impulsos sensoriales del hombre. La verdad eterna se traslada al campo del
entendimiento, seco, escueto y formal por medio del cual el hombre hace
desaparecer la separación de lo eterno y lo temporal, lo divino y lo humano, lo
finito y lo infinito dentro de la conciencia de sí.
Esta unión del más allá y del más acá dentro de la conciencia del
hombre, hace que surja tal distinción en forma consciente dentro de la cabeza de
Lutero junto a su Reforma, que era un movimiento de separación de la Iglesia Católica.
El principio de reconciliación interior del espíritu, de lo
suprasensible con lo sensible, socaba la interioridad que hasta entonces se
hallaba dividida, además de tumbar las fachadas exteriores del mundo corrupto
de la iglesia. De ahí brotará, de esa cáscara vacía, la nueva forma de los
nuevos tiempos
"En épocas como estas, el Espíritu – que
anteriormente progresaba a paso de caracol, incluso con caídas y retrocesos y
alejándose de sí mismo- parece avanzar velozmente, con botas de siete leguas
(Hegel, 1955, t.III, p. 204).
El desarrollo del
movimiento del pensamiento por la acción y
la reconciliación de la conciencia de sí con el presente, sin estar
desgarrada por una eternidad, hace que el hombre adquiera confianza en él mismo
y en su propio pensamiento junto a la naturaleza sensible tanto fuera como
dentro de él.
Se le da puesto a lo finito, a lo presente; a esto se da
reconocimiento y ello llega hasta llenar las aspiraciones de la ciencia
moderna. Lo finito, el presente interior y exterior, es captado por la
experiencia y elevado por el entendimiento al plano de lo general; se aspira
ahora a reconocer leyes y fuerzas; es decir, a convertir lo particular de las
observaciones en forma general, de lo universal, de leyes universales. El mundo
quiere ser juzgado mundanamente, y su juez es la razón pensante (Ibíd., p.
204).
El punto de vista de la filosofía de la Edad Media , es la de
mantener la diversidad de lo pensado y el universo existente.
El interés pertinente de la Edad Moderna está en no pensar los objetos en su
verdad sino en pensar el pensamiento y la comprensión de los objetos, en una
sola unidad, lo cual significa cobrar conciencia de un objeto que se presupone.
Gracias a esta unidad de ser y pensamiento, de objeto y pensamiento, es que la
filosofía puede separarse de la
Teología , de la misma forma que los griegos se separaron de
su mitología, o sea, de su religión popular. Los griegos querían entender el
universo por medio del pensamiento, sin ninguna otra mediación; el mundo
medieval interponía entre el pensamiento y el universo la traba de la palabra de
Dios, no dejando con ello, desarrollar un pensamiento más terrenal y, por
tanto, más real.
Será en los siglos XVI y XVII cuando aparecerá la verdadera filosofía.
La verdad en cuanto verdad humana, construida por un hombre que se sabe
infinitamente libre en el pensamiento y que se esfuerza por comprenderse a sí
mismo comprendiendo a la naturaleza, comprendiendo con ello el presente de la
razón, la esencia, la ley general misma. Lo propio de la filosofía de la
modernidad será la reflexión centrada alrededor de la subjetividad. La
subjetividad como problema será algo pertinente para Hegel.
El pensamiento de la modernidad no está exento de trabas y tampoco es
espontáneo. Frente a él tiene la oposición, la contradicción entre pensamiento
y naturaleza. Espíritu <-> naturaleza, pensamiento < -- > ser, son
los dos lados infinitos de la idea. Sólo superar por el pensamiento esa
antítesis –dirá Hegel-, es que puede decirse que se ha comprendido esa unidad.
La filosofía tomará dos vertientes para superar esa contradicción.
-La
Filosofía Realista - - > La objetividad y el contenido del
pensamiento nacen de la percepción.
-La Filosofía Idealista
- - > La verdad tiene como punto de partida la independencia del
pensamiento.
Filosofía Realista: su
dirección nace de la experiencia. Filosofar es pensar por cuenta propia, para
asimilarse lo presente, lo que está aquí y ahora: fuente de la cual reside toda
verdad y en donde puede llegar a se reconocida. El principio de causalidad rige
a los fenómenos del mundo y a los juicios de verdad acerca de aquel. Lo
especulativo, lo suprasensible, se achata para ser reducido a la experiencia.
Este algo presente que sirve de pauta es la naturaleza existente, externa y la
actividad espiritual en cuanto mundo político y actividad subjetiva. Sin
permanecer en la inmediatez de la realidad externa, el pensamiento debe sacar
las leyes generales de esa realidad tanto natural como política.
Desde el punto de vista político, esta filosofía observa lo espiritual
tal y como, en su realización, se formaba el mundo espiritual de los Estados,
con el fin de obtener mediante la experiencia cuáles eran los derechos
de unos individuos frente a otros y respecto al Príncipe. Se soslaya al
Antiguo Testamento como dador de todos los principios del derecho público.
Frente a la concepción papal, divina y cristiana del derecho se le opone ahora
a las realizaciones del hombre mismo y su historia, poniendo de relieve lo que
habrá regido como derecho en tiempos de paz y guerra.
Filosofía Idealista: partirá
siempre de lo interior, de lo suprasensible (aquello que no se da en los
sentidos pero que sin embargo existe: el yo, la libertad, etc.). Para ella todo
reside dentro del pensamiento y el espíritu mismo, es todo su contenido. Se
toma por objeto la Idea
misma; con ella se piensa llegar a lo determinado. Lo que en la Filosofía Realista
se extraía de la experiencia aquí se extrae del pensamiento a priori: se
capta a lo determinado no para reducirlo a lo general sino a la Idea.
Hegel nos da un croquis de cómo estaba conformada la filosofía europea
para entonces:
Francia - - > Prevaleció el criterio de lo general abstracto.
Inglaterra - - > El criterio de la experiencia.
Alemania - - > Tomó como punto de partida la idea concreta, el
interior del hombre.
Otro de los temas que encontramos en Hegel, es sus observaciones sobre
las circunstancias de la vida de los filósofos modernos en relación a los
filósofos de la antigüedad y de la Edad Media.
Los pensadores de la filosofía moderna viven en condiciones
completamente distintas a las que vivieron sus anteriores colegas.
Los antiguos practicaron la costumbre de vivir tal y como enseñaron,
despreciando al mundo y manteniéndose al margen de él. Su objeto de
conocimiento, como ya dijimos antes, no fue otro que el de llegar a comprender
el universo por la vía del pensamiento. Se mantendrán al margen de los sucesos
del mundo, repudiando muchas cosas de éste y si no viéndolas transcurrir con el
arreglo a las leyes propias de su pensamiento. Vivían exclusivamente para su
concepción filosófica, para su idea, sin dejarse arrastrar a otras cosas que no
fuesen del interés de su pensamiento. Se rodearán de un ambiente como de
condiciones de vida que cuadren con su ciencia. Procurarán mantenerse como
particulares, independientes, al margen de las relaciones de la vida social; en
este sentido se le puede comparar con los monjes, que renuncian a los bienes
temporales, al menos en teoría.
Para Hegel, la filosofía de la Edad Media corre a cargo, en su mayor parte, de
clérigos y doctores en filosofía. Es un momento de transición.
Dentro del mundo moderno no nos encontramos con individuos filósofos
que forman una clase aparte como lo fue en épocas anteriores. No hay separación
entre ellos y la sociedad. No son monjes; viven dentro del mundo, asociados a
él y tomando parte, de un modo u otro, en las actividades humanas. Viven
sujetos a las condiciones de la vida civil, ocupando opuestos y desempañando
cargos públicos; y cuando no es así, que son simples particulares, su posición
no los aísla y separa del resto del mundo. Viven entregados al presente, al
mundo, entrelazados con la marcha y el desarrollo de éste y se dedican a la
filosofía por añadidura, como un lujo y una superabundancia.
En la modernidad encontramos que el reconciliarse al individuo con el
principio mundanal dentro de él, se aquieta y se adentra en el orden del mundo
exterior; las relaciones mundanales, las clases y los estamentos, las maneras
de vivir, se organizan de un modo natural y racional. Se forma una cohesión
general e inteligible, con lo cual la individualidad adquiere una posición
distinta dentro de la sociedad.
Dicha cohesión es tan fuerte que el individuo forma parte de ella,
quiéralo o no, pero ello no es obstáculo para que no se forme dentro de él todo
un mundo interior. Hegel nos dice que lo exterior se ha reconciliado de tal
modo, que lo interior y lo exterior pueden convivir, manteniéndose al mismo
tiempo independientes entre sí. El individuo puede confiar el lado exterior de
su vida al orden exterior de la sociedad, a diferencia de las plásticas
personalidades de los filósofos antiguos, en los que el exterior dependía
únicamente y exclusivamente de lo interior y era determinado por ello.
Hegel aclara que el
filósofo moderno no debe empeñarse en aparecer como un carácter independiente y
en lograr una posición en el mundo. Un filósofo –dice-, debe vivir como un
filósofo; es decir, debe ser independiente de las circunstancias y abandonar
las tareas y empeños del mundo. Pero el marco de todas las necesidades,
principalmente la de formación, nadie puede obtener por sí mismo los medios,
sino que debe buscarlos en conexión con los otros. El los buscará en conexión
con sus amigos: Schelling y Holderlin.
El mundo moderno es este poder esencial de la cohesión dentro de él,
es sencillamente necesario para el individuo formar parte de la cohesión
general social respecto a lo que se refiere a vida exterior; los hombres
modernos sólo pueden vivir en común dentro de su sociedad y dentro de su clase;
la única excepción a la regla se tendrá con Espinoza.
La valentía antigua era individual, se asumía el riesgo sólo. La
valentía moderna consiste en que el individuo no obra según su capricho, sino
que su acción sea con arreglo y en confianza en su cohesión junto a los demás,
junto a la sociedad civil y el estado.
Esa realidad es la que le asigna el puesto que debe ocupar y la que le
reconocerá sus méritos.
Unas palabras del propio Hegel para terminar esta relación de la vida
de los filósofos modernos: la clase de los filósofos aún no se halla
organizada como la de los monjes. Los dedicados a la enseñanza y a la vida
universitaria lo están ya un poco; pero incluso esta clase se ve obligada a
hundirse en las formas cotidianas de las relaciones sociales, ya que la entrada
en ellas es algo regulado exteriormente (Hegel, 1955, T. III, p. 213).
Ello, en gran parte, aún sigue siendo así. Aunque existan constituidas
sociedades de filósofos y otras formas parecidas. Hegel con su siglo de
diferencia tiene muchas cosas que son de interés para nosotros, filósofos de
una modernidad junto a su negación, su post-modernidad.

III
Conclusiones:
Nuestro trabajo se centró en Hegel y la modernidad. Este filósofo
sería el primero que asume a esta época como un problema que no había podido
reconciliar al pensamiento con el ser, la naturaleza con el espíritu, lo finito
con lo infinito, lo particular con lo universal, lo sensible con lo
suprasensible. El dará una solución por medio del saber absoluto. El concepto
debe realizarse dentro del cerco del mundo pero debe partir del pensamiento
racional del hombre; obrar es realizar y determinar la acción de un fin
determinado. La modernidad es conciencia del presente y Hegel es el filósofo de
su época, no se extravía el regreso al pasado sin volver a sopesarlos con la
evolución y movimiento del pensamiento de su época. Sabe bien que uno sólo es
hijo de su tiempo y que no se puede salir de él como el pez no puede salirse de
su medio. Si no se tiene conciencia del presente, se está dentro de los
confines del extrañamiento de la conciencia a su propio porvenir. Los filósofos
de la modernidad no se asemejarán para nada a los antiguos; saben que están
cohesionados a su familia, a su sociedad, a su estado y de ahí deben partir sus
propios pensamientos. Lo contrario es que debe mantenerse en la arcadia del
pasado y fijarse a un tiempo que no es su tiempo. El filósofo se vuelve más
mundano, más histórico y más social. Su función, para Hegel, está en comprender
el desarrollo del concepto dentro de la realidad; de una realidad compuesta por
la acción individual y en conjunto de los hombres. El tiempo del filósofo, no
es otro que el concepto mismo en tanto que es ahí; no se capta al concepto, al
tiempo como algo puro, como concepto puro; el tiempo se manifiesta como destino
y necesidad del espíritu de la historia; el espíritu es devenir que llega a
desarrollar su propia verdad. Luego de esto sólo podemos decir, como Fichte,
que hemos querido, en tanto filósofos, no pensar por los demás, sino pensar
delante de los demás para someter a sus críticas nuestras reflexiones sobre
Hegel y la modernidad.
Bibliografía
Hegel:
1976: Fenomenología del Espíritu.
F.C.E. México.
1955: Historia de la Filosofía, t.3. F.C.E. México
1991 : Filosofía del Derecho. Ed. FHE-UCV, Caracas.
Hábermas,
J. 1989: Sobre la Modernidad. Ed.
Taurus. Barcelona.
Vásquez, E.
1988: Ensayos sobre la dialéctica. Ed.
UCV. Caracas.