lunes, 1 de marzo de 2021

  

Mauricio, Ecce Hommo *

David De los Reyes




 

A la memoria de Mauricio Navia 1956-2018

I

Nos conocimos en la Escuela de Filosofía de la Universidad Central de Venezuela. Corrían los últimos años de los setenta del siglo pasado. Nos encontramos con una escuela que nos daría una formación clásica, moderna y contemporánea de la filosofía. Sin embargo, entre muchas de las materias que veíamos a lo largo del ciclo normal de nuestra formación, en varias nos inscribimos de forma entusiasta. ¿Cuáles fueron esas materias? Las concernientes con temas de estética y arte, los cuales serían de importancia para nuestro desarrollo posterior como docentes, investigadores o simplemente como jóvenes curiosos y diletantes en relación con los problemas de la filosofía del arte. Esas materias las impartieron profesores queridos y recordados. Estaban Victoria de Stefano, José Luis Ruggeri, Francisco Romero, entre otros. En el caso de Victoria de Stefano nos encontramos con la presencia de una madura y personal reflexión en torno a la novela, el romanticismo, la filosofía hegeliana y las relaciones que se extendían a la obra del filósofo húngaro de la corriente marxista estética György Lukács, así como también con el inclasificable pensador Walter Benjamin. En el caso de Ruggeri nos presentó temas apasionantes, bien por juventud o por sentimiento de cuestionamiento y otras miradas al arte y la vida, a través de su relación con la estética anarquista y la relación entre Wagner y Nietzsche. Romero, gran lógico y pianista español enraizado en el país desde muchos años, nos dictó uno de los seminarios más intensos y densos sobre música medieval y sus relaciones con la escolástica y la filosofía. Además de estas materias estaban las obligatorias de distintos autores clásicos, Platón, Aristóteles, Santo Tomás, Descartes, Spinoza, Vico, Kant, Hegel, Nietzsche, Marx, Freud, Foucault, entre otros. Fue de esta manera como nos fuimos dando cuenta de la amplitud del pensamiento occidental y sus variaciones filosóficas. Un largo camino con muchas bifurcaciones entre las que debíamos escoger por dónde tomar la senda del ser filosófico personal.

Mauricio al graduarse de licenciado, se dirigió hacia varios cauces del conocimiento de marras. Se fue a México a realizar estudios de cuarto nivel en la prestigiosa UNAM. Allí vino con un equipaje filosófico que lo llevaba por dos caminos ya inseparables para él, y a los que sería fiel a lo largo de su trayectoria como pensador. Eran la estética y la ontología. Su tesis de maestría la defendería en el Instituto de Filosofía de la UCV en torno al pensamiento de Marcuse y sus afiliaciones político-estéticas entre el eros y la civilización, animadas por los coqueteos hegelianos del autor alemán. Una vez obtenido su grado de maestría en el Instituto de Filosofía de la Universidad Central de Venezuela, se desplazó a su anhelada ciudad de Mérida y su sempiterno cordial ambiente andino para la creación, el arte y la filosofía.

 

II

La Universidad de Los Andes vendría a convertirse en su bunker creativo, su campo de acción filosófica en los más diversos temas del pensamiento. Además de ontología y estética, estarían también los de la filosofía de la educación, la filosofía política, los filósofos presocráticos, y en especial su permanente amor por el oscuro y solitario Heráclito de Éfeso. En el departamento de filosofía de esa institución se encontró con otro gran entusiasta de la filosofía del arte, de la educación estética y la poesía, me refiero a su amigo Luis Alberto Arvelo, que se especializaba en filosofía alemana y debatía entre autores como Schelling, Hegel y Nietzsche en su discurso; este filósofo-poeta acentuó siempre la necesidad de la educación estética del hombre para la transformación de la sociedad.

Esto permitió a Navia encontrarse con una muy buena tierra abonada para su andar inteligente por la reflexión teórica, y perfilar un desarrollo exponencial de la filosofía dentro de la Facultad de Humanidades de la ULA. Y a su vez, pudo proyectarse personalmente en casi todos los espacios del interés intelectual, cultural y artístico de la ciudad de Mérida. La filosofía había vuelto a tomar cuerpo y por ende presencia cultural y cívica, gracias a la gallardía de los docentes de su departamento académico. Un retorno empoderado dentro de una tradición muy merideña, pues la universidad había salido del Seminario de Mérida, que luego se transformaría, con la independencia y la república, en universidad.

Mauricio intuyó muy bien el ambiente espiritual filosófico en el que se enmarcaba su vida.  Su labor estaría dirigida a la expansión del pensamiento filosófico en esta latitud andina, tomando a las corrientes intelectuales que iban marcando el hacer reflexivo del momento. El campo de la estética se abría a un cielo reflexivo abierto como uno de los más interesantes para llevar un estandarte dentro del terreno del pensamiento nacional e internacional. Y así comenzó su preocupación por desarrollar los temas de la filosofía del arte, la estética y de una ontología muy personal desde los aspectos teóricos de la filosofía. Esto sería el germen del cual despertaría toda una preocupación formativa propia, llevándolo a realizar su trabajo doctoral, trasladándose como investigador becario en la española Universidad Autónoma de Madrid. De allí retornaría con una mirada y entusiasmo esclarecedor y original sobre el pensamiento trágico de Friedrich Nietzsche y su vital visión del devenir y del eterno retorno.

 

III

A su regreso no se dio descanso, ni menos buscó dormirse en los laureles doctorales obtenidos. Comenzó a intensificar y ser un gran promotor del arte, de la estética, de la reflexión ontológica y teórica. La dura filosofía tamizada por la criba del pensamiento hermenéutico surgido de las directrices, en principio, de los alemanes Heidegger y Gadamer. Se empeñó, junto con otros compañeros de marras, crear la maestría en filosofía. Y luego más tarde daría otra fecunda creación académica para la república, organizando y constituyendo el doctorado de filosofía de la ULA. Más tarde, plenamente convencido de la importancia y la necesidad de crear la Escuela de Filosofía de la universidad andina venezolana para toda la población interesada en discurrir y pasear por los salones del quehacer filosófico universal y local.

A la par de esto, por si fuera poco, surge una respuesta a los inusitados y desatendidos campos por la filosofía nacional, con su proyecto de encuentros sobre el saber y la producción del pensamiento estético y del arte, de su importancia en la condición moderna, postmoderna y transmoderna, dentro del flujo civilizatorio de fin de siglo XX y principios del XXI. Mauricio tenía un don de gentes, y poseía gran poder de producción y capacidad para la organización de eventos académicos, artísticos y culturales. Se da la tarea, junto a un grupo de estudiantes, amigos, investigadores y docentes, de establecer los encuentros que se llamarían Simposios de Estética, acompañado de su órgano editorial difusivo, la revista Estética y su correspondiente Galería de Arte La otra banda. Un evento sin par a nivel nacional y por qué no, a nivel internacional. Esto último lo refiero por la capacidad de convocatoria y calidad de invitados que se logró traer para afirmar la importancia de los temas del arte, de la estética y afines, en el campo del pensamiento contemporáneo. Un evento que, además de abordar la política del arte, también se adentró en los nuevos derroteros de la creación y crítica artística en todas sus especialidades: arquitectura, plástica, música, teatro, performances, cine, comics, nuevas propuestas conceptuales, digitales y experimentales del arte. Filósofos, críticos y artistas internacionales de la talla de Jean-Fran­cois Lyotard, Omar Calabrese, Michel Maffessoli, Jesús Soto, Dieter Jung, Antoni Muntadas, entre otros, fueron los que nutrieron esos encuentros consecutivos de una forma prodigiosa a toda una juventud que tenía un intenso entusiasmo y curiosidad por la experiencia y formación artística en todos sus ámbitos.

 

IV

Mau, así lo llamamos los amigos, nunca dejó de proseguir esa necesidad del encuentro entre el ser artístico y filosófico que arraigaba dentro de sí.  Sus seminarios y escritos lo declaran abiertamente. Su pertinaz desempeño por el pensamiento de Nietzsche, sus derivaciones lectoras en la senda del bosque de la obra de Heidegger, sus recorridos ontológicos por Gadamer y la dura piedra filosófica cotidiana del alumbrado de Éfeso, Heráclito y el problema de la traducción de sus fragmentos del griego antiguo a los diversos idiomas contemporáneos y su precisión en el horizonte del idioma español, serían encuentros constantes en sus clases y seminarios, sin olvidar su diálogo contemporáneo y filológico con los pensadores presocráticos. Son las ramas en que sostuvo una intensa mirada personal sobre la condición del pensamiento contemporáneo de la filosofía. Un acercamiento a la continua interrogación y apertura a los matices de las intuiciones y conceptos sobre el ser y el ente. Sin dejar de cuestionarlos y de separarse de lo que llamó, su estimado Nietzsche, la egiptología filosófica. Lo que podemos inferir como la condensación e inmovilidad del pensamiento en su devenir y su transformación permanente ante los estambres que iban surgiendo de una renovada ontología y la cultura filosófica. Una puesta en escena reflexiva en permanente interacción con la fructífera escuela filosófica de la sospecha discursiva y crítica.

Haciendo un recorrido por el Heidegger de Mau nos encontramos que su concepción entra en el contexto del vitalismo y del dasein, del ser-ahí, en apertura al mundo. ¿Cuál es el estambre en que se teje esa vida como apertura al ser del mundo que retoma y traduce nuestro amigo filósofo de los Andes en sus derivados reflexivos? En principio el medio que nos rodea, natural (lo poco que queda…) y cultural vendrían a ser cauces que portan significados al tema de la ontología y de una posible antropogénesis. La distinción entre el hombre y el animal está en cómo enfrenta y actúa ante el entorno próximo, que lo condiciona y lo hace suyo. Comprendiendo esto, Mau se adentró a transformar los entornos merideños en el campo filosófico, dando múltiples significados y respuestas en un devenir argumentativo y práctico, donde su pensamiento partía del presentimiento que se rodea del ocultamiento al develamiento del ser y la existencia.  Y aquí encontramos el desocultamiento que enrumbó de forma constante, en la dirección inalterable ante la vida, al arte, a la confrontación de las diferencias complementarias, y un estilo de estar en el mundo donde lo apolíneo y lo dionisíaco, razón y pasión, logos y physis, marcaron su desentrañamiento de los temas filosóficos en deriva fructífera. Está claro que en Mauricio la postura de lo que pudiéramos llamar, siendo nominalistas, esencia humana, está en el enraizamiento personal y social con la existencia construida. Mostrando su concepción, y parte de su hermenéutica filosófica, en un diálogo que lo vuelve visible, matizado, casi tangible, en el umbral que separa las cosas y lo biológico de la construcción del ser.  En Heidegger encuentra la mano para seguir repensando(se), dentro del marco prístino y original de los filósofos mal llamados presocráticos. Un punto para establecer, cuestionar y aclarar las simples interpretaciones del concepto de physis en las páginas de la Metafísica de Aristóteles y su imputación de materialistas al corpus de los presocráticos, al determinar el concepto, bajo la simpleza de ser tomado sólo como causa material del universo separado de un logos y nous originario.

Si algo que sacamos como prueba de la intención vital de Mau es comprender cómo la fuerza animal del ser se transforma en posibilidad y revelación humana, en pulsión creadora y apolínea, decantando en el principium individuationis implícito en nuestra evolución junto al establecimiento de la apariencia, en contraposición a la naturaleza y al mundo, a través de la presencia del hombre-artista.  Volviendo la irracionalidad y el misterio de la existencia en significado y en un cuerpo que irrumpe con su pulsión creativa en obra de arte, a través de concebir esa misma obra como un campo en expansión, del cual él refirió, justamente, como el concepto ampliado del arte. Ecos de artistas y pensadores transitaban por esa concepción. Kant, Nietzsche, Gadamer y Heidegger fueron llamados a declarar ante un público ávido de pronunciamientos y aclaraciones para su hacer artístico. Artistas fueron también evocados, como lo son los ahora ya clásicos Duchamp, Cage, Warhol, Soto, Beuys, entre otros. De este último nunca estuvo más presente su lema todo hombre, un artista. Figuras clásicas que daban realce al campo de experimentación estético y artístico que promocionó constantemente Mauricio, con una particularidad propia en tanto propuesta filosófica crítica y reflexiva al país desde las márgenes de su región geográfica andina.

 Estuvo consciente, como nos advierte el Nietzsche de El Ocaso de los Dioses, en contraponerse a lo que se había convertido parte de la filosofía desde milenios. Ser una actividad que se nutrió - ¡y se nutre! - de momias conceptuales, que no queriendo vincularse con el desgaste consustancial e inevitable del ser, sin colocarse en situación histórica, murieren por no producir nada vivo, real con el pensamiento y la pulsión creadora humana. Ante esto, nuestro homenajeado introdujo una valoración e interpretación reflexiva desde la óptica sensible, fisiológica y corporal en la filosofía. Se inspiró en la disposición trágica dionisíaca-artística, de todo elemento humano. Postura donde todo concepto es asumido como variable en desarrollo. Nada pueden ponerse en el pedestal del estatismo de lo eterno, pues sólo lo muerto puede ser eso. La vida tiene la perdurabilidad, el tiempo, como el vital impulso embriagante que nos lleva a un absurdo estar y existir que sólo creando nuestros propios valores nos damos una significación. Era su propuesta en aceptar lo trágico, lo contingente y la incertidumbre como condición de toda existencia en devenir. Un devenir en tanto juego del fuego interior heracliteano del ser inocente que destruye y construye bajo una primera instancia amoral, más allá del bien y del mal. Un ludismo dionisíaco que explora una perspectiva óptica del ser y del ente en tanto pensamiento y su sentir corporal atravesado por la voluntad de poder del artista y su indetenible presentar nuevos valores - ¡apariencias! - ante la realidad congelada de una innombrable verdad absoluta.

 

V

Se abrieron las puertas piramidales que se contenían. Ya no sólo se trata del músculo de la razón filosófica que hay que ejercitar y argumentar. El cuerpo vendría a ser convocado como centro de ramificaciones expresivas, poéticas, sensibles y emocionales, con significaciones que desbordaban hacia discursos filosóficos que, para su momento, no se habían tocado en la ciudad de Mérida. De esta manera, con el entusiasmo de Mauricio junto investigadores, docentes, artistas y estudiantes se pusieron en la mesa de discusión lo corporal, el cuerpo y sus implicaciones estético-filosóficas, como tema de interés en los grandes encuentros que se dieron para la cita irremplazable muchos interesados e invitados casi anualmente en los Simposios. El cuerpo y su physis bajo la mirada del escalpelo crítico a la ciencia que enrejaría sus posibilidades de significación del ser a un reduccionismo algorítmico y a meras reacciones bioquímicas. El cuerpo es llevado más allá del reduccionismo positivista y del datismo contemporáneo bajo una mirada en cómo la ciencia no lo piensa sino sólo traduce a datos.  Frente a ello el conocimiento científico, como toda realidad, en su propuesta filosófica personal la va a observar bajo la óptica trágica del legado fisiológico nietzscheano. La ciencia, y toda realidad, son productos que deben abarcarse como espectros poéticos por surgir de la cantera expresiva de la imaginación y el logos del hombre-artista.

Ante la religión del datismo contemporáneo y sus algoritmos perpetuos, procuramos asumir el arte como un reactivo fulminante del nihilismo pasivo global, ampliado hoy aún más con la pandemia china del criminal COVID19. Como bien leímos a través de las palabras de Nietzsche, ver la ciencia bajo la óptica del arte y el arte bajo la de la vida. Una ciencia que amplía su campo por la introducción de la estética y del arte ante la existencia informe, y a veces asfixiante, que está más allá de los entes, del ser mismo. Ante un mundo de representaciones falseadas y de manipulación digital exacerbada, que pareciera desear la condición inoculada de enfermo, de débil a todo humano, se planteó al arte como un campo de valor superior a eso que han llamado la certeza declarativa mediática. Ampliándolo a través del concepto disruptivo estético del espectador-crítico.

Mauricio propuso, finalmente, comprender la realidad representada del mundo de la apariencia como una tela producida artísticamente por lo que llamó pulsión artística (kunstrieb) apolínea, promocionado un principio individual y colectivo que constituye y crea lo real, las cosas. El mundo como un estambre de fenómenos en tanto obras de arte, impulsado de forma irresoluta y reiterativa por la condición de la fuerza perpetua del germen implícito, pero necesariamente buscado y elegido, del nihilismo creador.    

Ante la persistencia de un absurdo y presente régimen político en Venezuela con más de veinte años establecido y padeciéndolo colectivamente, en su afán de animalizar a lo humano del hombre por una situación  sorda e insensible, Mauricio, como saliendo de las cuevas de Lascaux, supo reconocer y profundizar el paso original que significaba  el cambio que evolucionamos de animal a hombre, donde el juego, lo lúdico, la transgresión y el arte transformador de physis (naturaleza), arranca desde las entrañas y necesidades, la diferencia de lo humano ante el ambiente transformado y transformador. El arte como una sensibilidad casi mágica, misteriosa, separándonos de una epidermis estática a una en flujo permanente de experimentación del ser. Arte como sacrificio y rito, como vida y muerte, destrucción y creación, inmovilidad extática y éxtasis, placer y dolor, convirtiendo toda convocatoria en un ejercicio de negación dialéctica transgresora de nuevas sensibilidades y conceptos.

 

VI

Con estas palabras he querido acercarme y argumentar sobre este trabajo individual y colectivo, radical que sostuvo el amigo Mau. Puede que falten muchos recuerdos que describirían nuestra entrañable amistad. Pero puede que sea para otra instancia. Por ahora describo en estas palabras algunas de las vivencias intelectuales de nuestro amigo. De un hacer que se opuso cual fuerza esclarecedora ante un régimen claustrofóbico, organizado para la mediocridad y sometimiento, para el encerramiento y la criminalidad negadora no sólo de la existencia corporal sino, y, sobre todo, del ser de lo imaginario en el hombre. Su propuesta fue abordar la vida bajo el escudo de la reflexión y la acción disruptiva de la filosofía y del arte. Del Arte asumido como la forma más transparente y conocida de la voluntad de poder tanto del mismo arte como de su engendrador, el artista. El ser del artista como un poder hacer original, conspirando contra el mundo al representar algo que aún no es o no ha sido. Es su invitación a una oposición al nihilismo metafísico enquistado de la realidad establecida. Se trata de seguir llevando a cabo la labor del arte reconociéndolo como la actividad humana más necesaria, que tiene más valor que la verdad.  Surge la paradoja de la necesidad de esta mentira nada piadosa del impulso artístico de la voluntad, de la apariencia para vivir y ordenar nuestros significados existenciales; de una voluntad de la apariencia que emerge de sí misma y se sintoniza con su devenir. Arte como desocultación, crítica (destruktion), deconstrucción ante el cielo metafísico de la modernidad en una época asaltada por la imagen acuciante de la hiperrepresentación.

Dentro de este viaje narrativo por su amplio péndulo creativo, Mauricio nos presentó en su insistente interrogatorio heracliteano/nietzscheano, la transparencia de un saber vivir por un trabajo cultural, docente, investigativo, creador y artístico junto a las prohibiciones y las carencias derivadas de un tiempo nacional confuso, fatigoso, enfermo y reductor a lo animal del hombre. Ante el muro de la dura realidad atroz y aparentemente inamovible, y su rueda enceguecedora que puede llevarnos a la inútil y estéril inercia, sabía - ¡y sabemos! -, que se tienen que contraponer, como un espacio siempre abierto, como un astringente pharmacón, la dimensión resiliente de lo lúdico, la apuesta por el juego inocente, el cuerpo vital y su imaginación, el arte y la transgresión. Actitudes que serán, hoy y siempre, la condición del ser prestablecido para la construcción, experiencia, creación de la compleja vida humana.

Podemos referir otras esferas por la que se hizo sentir la voz de Mau. No menos importantes fueron sus apreciaciones y participación con el arte cinematográfico, su planteamiento ante la estética postmoderna de la arquitectura, y sobre todo en lo que derivó su relación académica con la dirección del doctorado en filosofía y su nueva generación de relevo que construyó conscientemente para no morir en el intento. Todo ello sin dejar de atender a su incansable actividad como productor cultural de la ciudad de Mérida, a su paso en el cargo de la Dirección de Cultura de la ULA, al que entregó su quehacer de forma permanente y entusiasta hasta su irremediable partida. 

Creo que todo ese conjunto de situaciones teórico-filosóficas y culturales rememoradas aquí, a partir de la permanente e insoslayable amistad entre Mau y mi persona, podrán ir definiendo y reconociendo, a lo largo del tiempo por venir, la obra auténtica de una acción humana genuina que expandió con todos los fueros a su alcance, la importancia de la cultura, del arte, la literatura y no menos del saber filosófico, concentradas en la personalidad de Mauricio Navia. Un amigo que, haciendo eco de Nietzsche, fue conscientemente un artista-filósofo trágico, pero no pesimista, sino dionisíaco, pues siempre dijo  incluso a todo lo problemático y terrible que se le interpuso en su senda de su fructífera vida creadora. Ecce Homo

 

David De los Reyes                                                                                       

Guayaquil, septiembre 2020 


* Este artículo fue publicado primeramente en enero del 2021 en la Revista Actual de la Universidad  de Los Andes (Mérida-Venezuela) # 73, dirigida por la Prof. Dianayra Valero.  http://erevistas.saber.ula.ve/index.php/actualdivulgacion/index


 

lunes, 1 de febrero de 2021

 

Lo imprescriptible:

el perdón está muerto en los campos de la muerte

David De los Reyes




 

Dentro del gran coro de los filósofos y pensadores del siglo XX que han contribuido y reflexionado sobre el imponderable acontecimiento del Holocausto, hay algunos que suenan más que otros. En la delirante música enarmónica del mundo de las comunicaciones encontramos una serie de intelectuales que se hacen más presentes y otros quedan ausentes. Entre los que no aparecen mucho entre el coro de los pensadores de la Shoa (Catástrofe), uno que no es alemán ni austriaco, menos inglés o polaco precisamente. Este pensador de marras, casi olvidado, era, por parte de padres, de origen ruso, pero por nacimiento francés. Su nombre: Vladimir Jankélévitch (1903-1985), quien nunca pasó por ser un pensador complaciente con el estatus imperante y menos con las posiciones ponderadas y reconciliatorias del suceso más inhumano del pasado siglo y que, por otra parte, ha llevado a convertirlo en un acontecimiento casi de culto religioso: la Shoa. Filósofo, músico, docente universitario, partisano de la Resistencia Francesa, posee una de las obras más relevantes en el desdeñado terreno actual de la filosofía moral que, paradójicamente, pareciera ser silenciada y condenada al olvido.

Una de sus memorables contribuciones filosóficas póstumas fue la titulada Lo imprescriptible. ¿Perdonar? En el honor y la dignidad, donde abordó directamente el tema sobre la crueldad desplegada contra la humanidad o lo que se ha llamado de manera certera, crímenes contra la humanidad. En ella se plantea que ante el horror y la crueldad, el crimen cometido no puede prescribir. No puede prescribir ni por el paso del tiempo, ni por retóricas intelectuales o por intereses fortuitos políticos.

Este raro ensayo nos muestra el andar de un filósofo citadino que no voltea su rostro ante la injusticia de su tiempo, asumiendo la mayor seriedad como testigo de lo ocurrido. Sus reflexiones son un honesto intento de argumentar una postura desde la linterna de la moral, para develarnos los alcances del genocidio nazi, sus consecuencias y la constelación de sus relaciones implícitas y explícitas.

Sus argumentos irrebatibles van directo al nudo esencial de los hechos, no es una proclama en el tono de la retórica diplomática de los Derechos Humanos del 48 o sobre los criterios técnicos y los daños colaterales inherentes de las absurdas guerras contemporáneas. Su punto de vista considera lo imprescriptible que condiciona la posición humana y jurídica ante los crímenes genocidas contra la humanidad. Plantea que lo ocurrido en el pasado no puede dejarse sin estar presente en la memoria, asumiendo lo que Theodor Adorno demandó como el nuevo imperativo ético que se abría ante este horizonte de destrucción, humo, cenizas y muerte: “que Auschwitz no se repita”. Una prescripción moral que no salía de los bosquejos de una abstracta razón pura kantiana, sino de la experiencia histórica y corporal vivida. Un principio que, a pesar de la desgarradora experiencia, se ha dejado muchas veces de lado, permitiendo ante la mirada de la actual globalización mediática, seguir cometiendo hechos terroristas y genocidas de la misma abominación en las dos décadas del siglo XXI.

La sola indignación sin acción es absolutamente insuficiente ante el sentimiento del horror al que puede llegar acometer un gobierno de fuerza, con una población narcotizada y sumida en una cultura del banal espectáculo cotidiano del consumo. Por lo cual este autor no acepta asumir posturas de tolerancia ante lo intolerable. Como bien afirmó: “El perdón está muerto en los campos de concentración”, escribe este sobreviviente, convocándonos a protestar sin descanso la indiferencia frente a la consternación y el espanto del crimen masivo. Su llamado es mantener un luto desde ese pasado en adelante. Un luto permanente en acto hasta el fin de los tiempos por los asesinatos realizados emanados por una inteligencia del mal a partir de los esquemas y planes de una razón instrumental aniquiladora del otro. En otras palabra, anular al que esgrime su diferencia particular frente a la homogeneidad del colectivo nacionalista de la masa, que no quiere reconocer que ese pájaro pintado no es más que otro ser humano. El recuerdo del horror, tanto por los hechos imprescriptibles de ayer como los que se siguen cometiendo por los distintos regímenes de hoy, es de una obligación moral actuante insoslayable. No es la postura de la recordada Hannah Arent al afirmar que el perdón es la clave para la acción y la libertad. Jankélévitch escribirá otro texto imprescindible para responder esa frase, El perdón.

La pregunta de este pensador es: ¿qué hacer ante los casos de violencia extrema? Del mal por el mal mismo donde se comenten los actos más atroces e inimaginables, de quienes no sienten ni culpa ni arrepentimiento de lo cometido, de aquellos que no tienen médula espinal y desfilan como soldados de plomo ante el tirano. Jankélévitch no es cercano a la mirada de Derrida sobre el perdón como una condición esencial ante lo imperdonable. Ante el abusus crimen conmunis no puede aceptarse el acto de perdonar, bien sea por el paso del tiempo o por discursos reconciliatorios de comodidad e intereses políticos. Ante ello sólo podemos sostener una postura irrevocable, la de la resistencia. Resistencia de no ser indiferentes ante el crimen y su ejecutor. Para este moralista de la resistencia francesa sólo queda tomar esta posición ética y política en cualquier tiempo que se quiere reconocer y enaltecer a las víctimas de las minorías, desarmadas del holocausto por los verdugos de los uniformes y sus símbolos de asesinas calaveras.

Ante lo acontecido y vivido, se preguntó, ¿qué debemos hacer ante ese horror? Y nos responde que, en un sentido estricto y para el presente en que escribe su texto, aparentemente no se puede hacer más que gestos impotentes, simbólicos y poco razonables, como el de no pisar jamás el suelo alemán o el sumiso espacio de la anexión austriaca, como tampoco aceptar las indemnizaciones o clamores públicos oficiales y sus sutiles reparaciones, o dejar de enaltecer a los filósofos alemanes que se asentaron o acogieron alrededor del pardo coro ejecutor del crimen imprescriptible. Todos serán actos simbólicos de una resistencia ética enraizados no por una razón práctica, sino por un sentimiento moral, cónsona con una sensibilidad y una indignación que se inscribe más allá de cualquier indiferencia o postura amoral ante lo acontecido. Los verdugos de ayer y de hoy en la acción plena contra el otro debilitado y desarmado, dejan en éste una huella irreparable ante la ipseidad de cada vida, al experimentar el crimen, el trauma, la tortura y el miedo aniquilador; al desamparo de la fuerza el hombre que no puede hacer nada. El daño está hecho para siempre y es irreversible. Y al asumirlo de forma trágica y realista, nadie podrá resarcir esa pérdida de vida. Toda violencia extrema o dosificada pero persistente, genera, por el perjuicio causado, la pérdida del proyecto personal de vida.  El sujeto ha dejado el impulso y los hábitos por los que conducía su existencia, para llegar alcanzar el destino que una vez quiso realizar, de una vida como expresión y garantía de una libertad reconocida por derecho y hecho como condición universal vital para todos los conciudadanos. Difícilmente se podría decir que una persona es verdaderamente libre si carece de opciones para encaminar su existencia y llevarla a su natural culminación. Esas opciones poseen, en sí mismas, un alto valor existencial¸ son sus palabras.

En su declaración sobre el perdón no apuesta al que todo pueda ser absuelto por parte del ofendido ante el ofensor. Ante la fría crueldad ejecutada no puede haber reconciliación; no puede existir consentimiento y complacencia ante ese tipo de violencia expuesta y ejecutada desde la inhumanidad y el mal banal (Arent). Se trata de un rechazo que surge desde las entrañas y fibras del hombre, no de una normativa jurídica, de un principio abstracto legal; es el sentimiento humano del derecho de defender la vida ante el mal y la infamia. Es la indignación contra el atentado forjado por una fría consciencia común pero asesina, que trunca la cotidianidad y la posibilidad del ser y del hacer. Es una intolerancia moral ante lo inaceptable.  Como refiere el mismo Jankélévitch: “Los hombres tolerantes se toleran, se soportan como se miran los perros de porcelana, es decir, viven codo a codo sin conocerse, cohabitan sin dirigirse la palabra, se abstienen simplemente de toda violencia”. Se separa de los llamados hombre puros pues prefiere la impureza del coraje y de la buena voluntad apasionada, para terminar, afirmando que en toda acción desde la resistencia se requiere aceptar mediaciones impuras. En ello está asumir nuestra situación de mundo ante la irrupción de toda voluntad de perversión criminal. Exige un re-sentimiento perfilando su energía contra aquellos que callan y olvidan, negocian y se lucran con la violencia que está detrás del rostro de apariencia humano pero ejecutor del mal. Así, cuando no se puede hacer nada lo que sí podemos hacer es sentir y re-sentir ante lo inaceptable del pasado contra la humanidad, contra el hombre común. Un sentimiento que no es rencor sino el que expresa el más intenso horror ante lo vivido, lo sucedido, el horror ante el fundamentalismo, el fanatismo, o los amorales que se quieren limpiar las manos y seguir pensando que aquí no ha pasado nada. Re-sentir es renovar el sentimiento que intensifica lo vivido de lo inexplicable. Para Jankélévitch re-sentir desde la resistencia ética es protesta contra una amnistía moral que no es sino vergonzosa amnesia; nutre la llama sagrada de la inquietud y de la fidelidad a lo invisible. El olvido sería aquí una grave afrenta a quienes murieron.

Lo sustancial de la enseñanza ética de este pensador de la resistencia moral radica en que los crímenes contra la humanidad son imprescriptibles, es decir, no prescriben, el tiempo no los puede borrar y perdonar.  Se está ante un crimen metafísico de una maldad ontológica, que viene a justificar la eliminación de la existencia del otro, no por tal o cual caso, sino a partir del hombre visto desde la degradación biológica a simple bacteria a destruir. Los crímenes contra la humanidad son crímenes contra la esencia del hombre, es decir, contra la humanidad del hombre general. Una forma de calificar este tipo de crimen es la de aquellos que son vistos como una existencia que no debe por qué existir, constituyéndose un atentado del hombre en tanto hombre, pues niega a una parte del género humano el derecho de formar parte de ella. Advierte que olvidar el gigantesco crimen de todos los campos de la muerte sería un nuevo crimen contra el género humano. A tono con la cita anterior de Adorno, declararía que Auschwitz no es una opinión. Nos queda luchar apasionadamente contra el olvido pues los muertos dependen enteramente de nuestra fidelidad. El pasado no se defiende completamente solo como se defiende el presente o el porvenir. El pasado, como los muertos, tienen la necesidad de nosotros; no existe sino en la medida en que nosotros los conmemoramos. Y de tal forma que no mueran dos veces y sean hundidos en las tinieblas.

El deber de la memoria se hace presente ante lo imprescriptible. No hay posible perdón para aquellos que han privado para siempre a otros de toda palabra. Por ello el perdón está muerto en los campos de la muerte.

No queremos terminar estas palabras sin las de otro de la resistencia ética ante el horror de los holocaustos. El premio nobel húngaro Imre Kertéz, en su inquietante obra Un instante de silencio en el paredón nos dice:

«Auschwitz no fue un accesorio del poder nazi, no fue, para emplear una palabra de Jean Améry, su mero ‘accidente’, sino su ‘esencia’, su sustancia y hasta su meta. (...) Auschwitz ya acechaba en los inicios en absoluto inofensivos y se convirtió luego en el gran secreto, en la inmensa sombra proyectada por las luces de Nuremberg, en el Gehena que humeaba bajo los pies de todo el mundo y al que al final se precipitaron pueblos y naciones enteras y hasta toda una época».

 

 

 

Bibliografía

 

Jankélévitch, V. (1967). Le pardon. París: París: Aubier-Montaigne.

Jankélévitch, V. (1971). L’imprescriptible, Pardonner? Dans l`honneur et la

dignité. París: Seuil.

 

 

viernes, 1 de enero de 2021

  

El estambre del cuerpo

(en tiempos de pandemia)

David De los Reyes



John Martin, óleo El gran día de la irac. 1853


 

El cuerpo es más que una cosa en el mundo, es una acción contra y sobre el mundo. Es una maya de percepciones que dan entrada a la apropiación de todo lo que puede abarcar. A esto se le suma la dimensión lingüística, la palabra, que es el conducto para direccionarlo y pensarse. Las sensaciones no sólo hacen a ese volumen de materia y vida que se contonea por los transitados y cansados rincones del mundo. Es desde la mudez interna que la corporalidad invita al impulso limitado, anclado sobre el estambre del mundo inmediato, que no es otro que el que construimos con nuestro cuerpo. Mundo inmediato que comienza por los pliegues de la piel y sus exigentes e imparables sed de contactos. Un ir hacia el devenir sentido. La conciencia se vuelve perceptual. Antes del concepto está la carga emocional y sensual del cuerpo. Y la carga del cuerpo está en relación con nuestro abandono y cuido del campo orgánico sensorial. Nuestra intensidad de la sensibilidad o las agresivas cuotas de irritabilidad hacia sí mismo, nuestra agudeza de captar lo interno y lo externo vendrán a constituir la primacía y la carga de la percepción, que no significa otra condición que la primacía de la experiencia irrepetible, resolviéndose en la medida en que la percepción se nos presenta en su dimensión activa y constitutiva.

Nuestros momento presente de pandemia, de encierro, de castigo individual y universal, de acorralamiento sanitario, de enfermedad invisible mortal,  de olvido de los otros vivos y reales -no virtuales, y de la reducción de nuestra experiencia vital corporal a estar recluidos a una silla, una mesa, un cuarto: espacio artificial, y al permanente rezo cotidiano  ante el santuario de los dioses y de los monstruos de la pantalla lumínica, a unas relaciones mudas pero sonoras por membranas plásticas, a unas miradas  en las calles desviadas por  el indetenible miedo al contagio, a unas extremidades mutiladas en su abarcar al otro, a un solitario sexo monoaural , a los filtros químicos de la evasión expedita de las sustancias que alteran nuestros nervios a un momento de reconciliación que acorta vida,  a unos afectos en la distancia líquidos y evanescentes o en la cercanía  repelidos e inaceptables por falta ya de costumbre, todo ello nos llevan a un cambio de ciento ochenta grados en lo experimentado en nuestra efímera existencia corporal. Esto es lo que nos orienta hoy todas nuestras percepciones de la biopolítica de la pandemia.  El cuerpo detenido, domesticado (domus significa casa), en el sentido literal de la palabra, nos dan una idea de nuestra expresión actual del cuerpo sobre este pedazo del mundo nuestro sin poseerlo. Es un cuerpo ante un espacio objetivo casi detenido y enraizado en la nada de la cotidianidad rutinaria en una situación que nos ha polarizado todas nuestras idas y venidas, todas nuestras acciones.

¿Qué queda? ¿Queda recogerse sobre sí mismo y perfilar otro esquema corporal? Quizás. Donde las experiencias vividas las aprehendemos como sutiles materiales de la conciencia para futuros proyectos que rompan el hastío de lo mismo. De las experiencias vividas surgen los posibles esquemas que se imponen, nos imponen y las hemos aceptado como animales amaestrados. ¿Irremplazable realidad física y mental de nuestro focalizado cuerpo con mascarilla y mudo de libre gestualidad? Volvamos a él. El cuerpo puede volverse como prodigioso receptáculo perceptivo que vislumbre un nuevo horizonte de creatividad dimensionada por un impulso de nuevas aperturas a lo desconocido y no resuelto, no experimentado. Una fuerza de negación a la aceptación de lo que se impone como único. Desvía la mirada hacia otro lado y fuera de la pantalla, por ahí comienza otra realidad, otra conciencia perceptual, otro procurarse la vida absurda pero sentida en el estambre de la realidad. Todo comienza con volver aprender a cómo respirar, respirar sin mascarilla…el cuerpo es aire, somos el aire que respiramos…no una cosa. 


DDLR

Guayaquil 10 de agosto 2020


Ludwig Klages

 El hombre y la tierra


 



 

 

Cada edad, y la nuestra no es una excepción, proclama ciertas consignas que encarnan las tendencias internas de la época. Tales consignas poseen el poder de silenciar la voz de la duda en las mentes de los discípulos como si fuera un rugido ensordecedor de tambores. Siempre se muestra una nueva tendencia, e incluso los pocos que permanecen imparciales pronto se congregan alrededor de su bandera. Los tres eslóganes predominantes de nuestro tiempo son "progreso", "cultura" y "personalidad". Ocurre que, para que la idea de progreso pueda ascender como el credo exclusivo de nuestros tiempos, sus rivales pronto abandonarán sus posiciones y prestarán su apoyo, e incluso sus colores característicos, al vencedor. Por lo tanto, hay quienes sugieren que no podemos ser inferiores a los pueblos "primitivos" a quienes nuestros libros de historia dedican algunos párrafos preliminares, y para cualquiera que los cuestione sobre la base de su convicción, tienen una respuesta inmediata: la ciencia ahora alcanza alturas nunca antes alcanzadas, y la tecnología finalmente ha subyugado a la naturaleza; por lo tanto , cada forma anterior de cultura humana debe superar un retirada indefensa ante ellos. La ciencia, que ahora explota con eficacia las riquezas inagotables de la tierra, contribuye metódicamente a la prosperidad general; El espacio y el tiempo están permeados por los sistemas de comunicación de larga distancia, e incluso la atmósfera ilimitada finalmente ha sido "conquistada" por el genio de la tecnología. Sin embargo, no es para el convencido discípulo de esta fe en la tecnología (que morirá con él), sino más para los miembros de una generación más joven, que todavía hace preguntas, que deseamos levantar al menos una esquina del velo. Para revelar el peligroso autoengaño que se esconde detrás de él.

 

Además, aquellos que todavía ven algo extraño en la opinión de que la idea guía de "progreso" ha llevado a resultados horrendos, deben desconcertarse por otras razones. Para los antiguos griegos, el deseo más sublime era lograr "kalokagathie", que era esa unión armoniosa de la belleza interior y exterior del hombre que vieron encarnada en las imágenes de los olímpicos; para los hombres de la Edad Media, fue la "salvación del alma", que vieron como la última ascensión del alma a Dios; para el hombre de la época de Goethe, era la perfección equilibrada del estilo, la aceptación magistral del destino de uno; y no importa cuán diversos puedan haber sido tales objetivos, podemos comprender fácilmente la profunda satisfacción que experimentaron aquellos cuya fortuna les permitió alcanzarlos. Pero el progreso de hoy es sin pensar orgulloso de sus éxitos, ya que de alguna manera ha logrado convencerse de que cada aumento en el poder de la humanidad conlleva un aumento equivalente en el valor de la humanidad. Sin embargo, debemos dudar si él es capaz de experimentar la verdadera alegría y no solo la satisfacción hueca que le brinda la mera posesión del poder. Por sí mismo, sin embargo, el poder es completamente ciego a todos los valores, ciego a la verdad como ciego a la justicia. Finalmente, el poder es, sin duda, ciego a toda la belleza de la vida que hasta ahora ha sobrevivido al encuentro con el "progreso". Vamos a agregar algunos artículos conocidos a nuestra cuenta.

 

Se concede la preeminencia de la ciencia; Es inmune a todas las objeciones, por leves que sean. El alto nivel de la tecnología también está fuera de toda duda. Y sin embargo, uno podría preguntarse: ¿cuáles son sus frutos? Como la Biblia dice sabiamente, es solo "por sus frutos" que debemos estimar el valor de las obras del hombre. Comencemos con seres cuyo estado como organismos vivos nadie cuestionaría: las plantas y los animales. Recordamos que los antiguos soñaban con una "Edad de Oro" o "paraíso" perdido, un reino donde el león se acostaría con el cordero y la serpiente moraría con el hombre como su espíritu protector. Incluso esta idea no es tan fantástica como la falsa doctrina que nos enseña que toda la naturaleza está perpetuamente en las garras de una "lucha por la existencia" incesante.

 

Los científicos que estudian las regiones polares nos cuentan la intrépida intimidad con la que pingüinos, renos, leones marinos, focas y gaviotas saludan la primera aparición del hombre. Los pioneros que han explorado las regiones tropicales nunca dejan de sorprendernos con las imágenes que comunican, especialmente aquellas que pertenecen al momento en que estos estudiantes perciben por primera vez, en una convivencia pacífica, enjambres de gansos salvajes, grullas, ibis, flamencos, garzas, Cigüeñas, marabas, jirafas, cebras, ñus, antílopes y gacelas. Entendemos completamente la verdadera simbiosis que abarca todo el reino animal y que se extiende por todo el planeta. Sin embargo, tan pronto como el hombre del "progreso" llega a la escena, anuncia su presencia magistral propagando la muerte y el horror de la muerte a su alrededor. ¿Cuántas de las especies de criaturas que florecieron en las antiguas tierras germánicas han perdurado en nuestro siglo? Oso y lobo, lince y gato montés, bisonte, alce y aurochs, águila y buitre, grulla y halcón, cisne y búho, todos se han convertido en criaturas que habitan solo nuestros cuentos de hadas; Este fue el caso, de hecho, incluso antes de la introducción de nuestras nuevas y mejoradas guerras de aniquilación. Pero hay motivo para una alegría aún más profunda. Bajo el más absurdo de todos los pretextos, que insiste en que un gran número de especies animales son en realidad plagas nocivas, nuestro promotor de progreso ha extirpado a casi todas las criaturas que no son una perdiz, un corzo, un faisán o, si es necesario se, un cerdo. Jabalíes, cabras montesas, zorros, martas de pino, comadrejas, pato y nutria, todos los animales con los cuales las leyendas más importantes de nuestra memoria están íntimamente entrelazadas, se están reduciendo en número, es decir, aún no se han extinguido; La gaviota, el charrán, el cormorán, el pato, la garza, el martín pescador, el cometa rojo y el mochuelo son cazados despiadadamente; Las comunidades de focas en las costas del Mar del Norte y el Báltico están condenadas a la destrucción. Sabemos más de doscientos nombres de ciudades y pueblos alemanes cuyos nombres se derivan de la palabra "castor", un hecho que constituye una prueba del florecimiento de estos roedores laboriosos en épocas anteriores; hoy todavía existe una pequeña reserva en el río Elba entre Torgau y Wittenberg, pero incluso este refugio pronto desaparecerá sin protección legal inmediata. ¿Y quién no se aflige con una grave ansiedad por presenciar, año tras año, la desaparición de nuestros queridos cantantes, las aves migratorias? Hace apenas una generación, el aire azul de nuestras ciudades se llenó durante todo el verano con el zumbido y el zumbido de las golondrinas y los gritos de los marineros, sonidos que, surgiendo de la distancia, parecían llenar uno con el anhelo de viajar. En ese momento, uno podría contar, solo en un suburbio de Munich, hasta trescientos nidos ocupados, mientras que en la actualidad solo se pueden encontrar cuatro o cinco. De manera más inquietante, el campo se ha vuelto silencioso, y ya no palpita como lo hacía una vez cada mañana cargada de rocío en la alegre melodía de las "incontables alondras" de Eichendorff. Ya uno debe considerarse afortunado si, mientras camina por un sendero forestal cercano junto a un hoyo cubierto de hierba, iluminado por el sol, tiene el privilegio de escuchar una sola vez la llamada luminosa y anhelante de la codorniz; en un momento, a lo largo y ancho de Alemania, estas aves fueron muchos, muchos miles, y vivieron en las canciones de la gente común, así como en las obras de nuestros poetas. La urraca, el pájaro carpintero, el oríolo dorado, la curruca, el gallo, el urogallo y el ruiseñor, todos están desapareciendo, y el declive parece ser absolutamente imposible de remediar.

 

Hoy vemos hordas cada vez más grandes amontonadas en nuestras grandes ciudades, donde se acostumbran al hollín que brota de las chimeneas y la agitación de las calles, donde las noches son tan brillantes como los días. Estas masas urbanas creen que han tenido una introducción adecuada al mundo de la naturaleza tan pronto como han visto un campo de patatas, o han visto un estornino posado en una rama de un árbol demacrado al lado del camino. Pero, para cualquiera que recuerde los sonidos y los olores del paisaje alemán de hace setenta años, de las palabras e imágenes en que se incorporan estos recuerdos surgiría un viento para pronunciar un reproche de advertencia a las almas perdidas de hoy tan pronto como comenzar a regurgitar sus lugares a prueba de intemperie sobre "desarrollo económico", "necesidades" y "cultura". 

 

No expresamos opinión en cuanto a por qué la utilidad deriva su deplorable autoridad sobre todas las transacciones modernas.Tampoco perderemos el tiempo trabajando en un punto que pronto se convertirá en conocimiento común; simplemente declaramos el simple hecho de que, en ningún caso concebible, los seres humanos alcanzarán el éxito en su intento de "corregir" la naturaleza. Dondequiera que disminuya la población de pájaros cantores, encontramos una inmensa proliferación de insectos y orugas que chupan sangre, que pueden devorar viñedos y bosques enteros en cuestión de días; Dondequiera que uno dispare al buitre y extermine a la víbora, una plaga de ratones estalla rápidamente para traer destrucción a las colmenas. Como resultado, la fertilización del trébol, que depende de las abejas, no ocurrirá. Con la ayuda de armas mejoradas, los cazadores masacran a los mejores ejemplares de venados salvajes, provocando así la degeneración de la manada a través de la reproducción excesiva de los sobrevivientes no aptos, en un ambiente sin depredadores naturales; y esta implacable masacre continuará de esta manera hasta que surja una reacción grave por parte de la naturaleza herida en tierras exóticas, en forma de terribles epidemias, que se unen al talón de la Europa "civilizada". Esto nos permite entender que la plaga del lejano oriente fue, en realidad, el resultado de la comercialización al por mayor en Asia de las pieles de roedores como el mandril de madera. Pongamos estos hechos a un lado para que podamos enfocar un rayo de luz brillante en el único punto decisivo: estos ejemplos demuestran de manera concluyente que las ganancias que se producen con estas transacciones comerciales no tienen la más mínima conexión con ningún material importante. Necesariamente.

 

A lo que los alemanes se refieren como un "bosque alpino" es solo un puesto recientemente reforestado; un verdadero bosque alpino, como nos parece en los mitos y las sagas, se extenderá hasta los confines de la tierra. América, que durante el tiempo de los indios estaba dotada de los bosques más ricos de la tierra, ahora ha comenzado a importar madera; las pocas regiones que exportan su madera, es decir, Hungría, Rusia, Escandinavia y Canadá, pronto serán las únicas regiones dotadas de un excedente. Las naciones "progresistas", tomadas en conjunto, cortan anualmente trescientas cincuenta mil toneladas de madera para la producción de papel, reduciendo así un libro cada dos minutos y una revista cada segundo; podemos apreciar, solo a partir de estas estimaciones aproximadas, cuán masiva es realmente la producción de estos artículos en el mundo "civilizado". Alguien debería al menos intentar explicarnos por qué es necesario inundar el mundo con tal cantidad de periódicos, hojas de escándalo y thrillers de ficción; si no se proporciona una explicación, debemos considerar, por consiguiente, que la tala de bosques primitivos es una ofensa aún mayor.

 

Los italianos cazan anualmente millones de aves migratorias a lo largo de sus costas, y realizan esta operación de la manera más espantosa; Lo que ellos mismos no consumen, se empaca para exportar a Inglaterra y Francia. Los números expresarán esto con mayor claridad: en un ejemplo de 1909, un solo barco transportó doscientas sesenta mil codornices vivas, que fueron enviadas en jaulas estrechas a Inglaterra, donde las pobres criaturas se mantuvieron en condiciones miserables, hasta que los codiciadores de las codornices se movieron para masacrarlas. En la península de Sorrento, año tras año, las aves han sido capturadas vivas, en números que llegan hasta quinientos mil. Para Egipto, el cómputo de los exterminados alcanza los tres millones, sin contar el número incalculable de alondras, ortolanos, currucas, golondrinas y ruiseñores que también perecieron. No era el hambre lo que requería la masacre de estos cantantes con plumas: caían en el lujo y la codicia. Más espantoso aún es la devastación directamente atribuible a la industria de la moda, como aprendemos cuando leemos acerca de esos codiciosos diseñadores y comerciantes cuya facultad de invención parece haber sido inspirada por el mismo Satanás. En las palabras de la Cri de Paris : "Los modistas de sombreross parisinos utilizan anualmente hasta cuarenta mil golondrinas y gaviotas. Un comerciante de Londres compró durante el año anterior treinta y dos mil colibris, ochenta mil aves marinas y ochocientas mil aves de diferentes especies. Sabemos que cada año se matan no menos de trescientos millones de aves para adornar a nuestras damas de la moda. Hay tierras donde especies distintivas otorgan una apariencia única a regiones de las que ahora han desaparecido. Para garantizar que las plumas y el plumón conserven su brillo, deben ser arrancados del cuerpo de las aves mientras aún viven. Es por eso que uno no puede cazar a las pobres criaturas con armas, sino con redes. "Estos cazadores inhumanos arrancan las plumas de sus víctimas, quienes deben soportar los sufrimientos de los grandes mártires antes de perecer en horrendas convulsiones".

 

Pensando en sí mismo como bien educado, el hombre se niega a reconocer la existencia de acontecimientos tan incómodos, mientras que sus mujeres se adornan cruelmente con los trofeos melancólicos de la caza. No es necesario enfatizar que cada una de las especies animales que hemos enumerado, junto con muchas otras como la "ave del paraíso", están al borde de la extinción. Tarde o temprano, el mismo destino afectará a todas las especies animales, excepto a aquellas a las que el hombre ha destinado para la reproducción o la domesticación.

 

Los miles de millones de pieles de animales de América del Norte, los innumerables zorros azules, las martas y los montes siberianos apuntan a los excesos de la industria de la moda. En Copenhague, en los años transcurridos desde 1908, una corporación ha estado desarrollando un "método para cazar ballenas de una manera más pacífica, y de acuerdo con un método nuevo", es decir, empleando fábricas oceánicas, que procesan los cadáveres inmediatamente después de la caza. Estas fábricas de "natación", durante el transcurso de los dos años siguientes, procesaron aproximadamente quinientos mil de los mamíferos más grandes de la tierra, y el día se aproxima rápidamente cuando la ballena conocida en la historia se habrá convertido en una mera exposición de museo.

 

Durante milenios, el búfalo americano, el preciado juego de los indios, recorrió la pradera. Pero apenas los europeos habían puesto un pie en el continente, cuando estalló una masacre salvaje y sin ley, de modo que hoy el búfalo ha terminado definitivamente. Con el tiempo, el mismo triste espectáculo se llevará a cabo en África. "Con el fin de dotar a nuestro llamado hombre civilizado con bolas de billar, botones, peines y artículos similares tremendamente necesarios, los cálculos más recientes proporcionados por Tournier de París indican que se procesan ochocientos mil kilogramos de marfil puro anualmente. El resultado es la matanza anual de cincuenta mil de las más estupendas criaturas del mundo ... Del mismo modo ocurrió el despiadado asesinato del antílope, el rinoceronte, el caballo salvaje, el canguro, la jirafa, el avestruz y el ñú en los trópicos, Junto con el oso polar, el buey almizclero, el zorro ártico, la morsa y la foca en la zona ártica, una orgía de destrucción sin precedentes se ha apoderado de la humanidad, y es la "civilización" la que ha desatado esta lujuria por el asesinato, para que la tierra se marchite antes. Su aliento nocivo. ¡Estos son, en efecto, los frutos del "progreso"!

 

Todos estos hechos son bien conocidos. En los últimos diez años, personas bienintencionadas y de buen corazón han levantado el grito de advertencia una y otra vez, instando a la humanidad a proteger la naturaleza y preservar las tradiciones regionales del abuso; desgraciadamente, ni las causas más profundas ni las consecuencias masivas de la amenaza a la naturaleza han sido comprendidas. Sin embargo, antes de indagar más profundamente en estos asuntos, debemos continuar pronunciando nuestra acusación.

 

No debemos preocuparnos por determinar si la vida se extiende o no más allá de nuestro mundo, o si la tierra es, de hecho, un ser vivo (que era la creencia de los antiguos), o simplemente un bulto insensible de "materia muerta" (el visión moderna); es solo porque la tierra perdura, que las extensiones de tierra, el juego de nubes, los cuerpos de agua, el manto de la vida vegetal y la actividad incesante del reino animal, se han tejido en una totalidad profundamente animada, que reúne a las criaturas individuales como si estuvieran dentro de un arca, que, a su vez, está estrechamente relacionada con los grandes eventos del universo infinito. Una armonía indispensable resuena en las tormentas clamorosas del planeta, en la sublime desolación del desierto, en la solemnidad de las montañas más altas, en la atractiva melancolía de la infinita salud, en el misterioso tejido de bosques imponentes y en el relámpago pulsante. de la tormenta de mar, ya que lanza sus rayos contra la costa. O esta armonía puede existir en una inmersión de ensueño en las obras primordiales del hombre. Si, en un momento de profundo ensueño, debemos dirigir nuestra mirada a las pirámides, la Esfinge y los capiteles en forma de loto de las columnas de Egipto; o sobre los campanarios de los chinos, decorados con colores brillantes, y la claridad estructural del templo helénico; o sobre la cálida domesticidad de la granja holandesa y el campamento tártaro en las estepas abiertas: percibimos que todas estas creaciones respiran el alma del paisaje en el que se encuentran. Las culturas anteriores decían que tales estructuras habían "brotado de la tierra"; así, también vemos que hay forma y color en todo lo que ha surgido de la tierra, desde las viviendas hasta las armas y los implementos domésticos, las dagas, las lanzas, las hachas, las espadas, los collares, los broches y los anillos, los vasos decorados con elegancia. Los pasteles rellenos de nueces, los recipientes de cobre y las miles de texturas y telas. Más espantosos aún que aquellos artículos que ya hemos examinado, aunque no tan irremediables, son los efectos del "progreso" en las regiones coloniales. La conexión entre las obras del hombre y la tierra ahora se ha interrumpido, rompiendo durante siglos, quizás de forma permanente, el canto primordial del paisaje. Ahora las vías del ferrocarril, los postes de telégrafo y los cables de alto voltaje atraviesan los contornos del bosque y la montaña; Esto se puede ver no solo en Europa, sino también en India, Egipto, Australia y América. Los bloques de apartamentos grises y de varios niveles que están unidos a una fila interminable de estructuras idénticas, brotan donde una persona educada desea mostrar su capacidad para aumentar la "prosperidad".En todas partes, los campos rurales se "combinan" en parcelas rectangulares, se perturban los sitios de las tumbas antiguas, se destruyen los viveros prósperos, se secan los estanques de peces bordeados de juncos, y el floreciente desierto de antaño ha tenido que rendir su estado prístino, porque todos ahora los árboles deben alinearse como soldados, y todo bosque debe ser purgado de los viejos matorrales de maleza "venenosa"; los ríos sinuosos que una vez se suspendieron en curvas brillantes, laberínticas, ahora deben convertirse en canales perfectamente rectos; los rápidos arroyos y cascadas, y esto es cierto incluso para el Niágara, ahora deben alimentar plantas de energía eléctrica; Los bosques de pilas de humo en constante expansión llegan hasta las orillas de los océanos; y la contaminación del agua causada por la industria transforma las aguas prístinas de la naturaleza en aguas residuales sin tratar. ¡Muy pronto, la faz de la tierra se transformará en un gigantesco Chicago, lleno de algunos parches de agricultura! "¡Dios mío!", gritó el noble Achim von Arnim a principios del siglo pasado, "¿dónde están los viejos árboles, bajo los cuales todavía cabalgábamos ayer? ¿Y qué ha pasado con las antiguas inscripciones esculpidas en las piedras de borde? Estas cosas ya han sido olvidadas por nuestra gente, y nada podría ser más triste que vernos golpear contra nuestras propias raíces. Cuando la cima de una montaña elevada ha sido una vez despojada de su madera, ninguna madera volverá a crecer allí; mi misión consiste en ver que la herencia de Alemania no se desperdicie! " Y las impresiones de Lenau sobre el paisaje de nuestra patria le hicieron sentir que la naturaleza se había llenado hasta la garganta, de modo que la sangre brotaba de cada uno de sus poros. ¡Qué tendrían que decirnos estos hombres hoy! Quizás ellos, como Heinrich von Kleist, decidan abandonar la tierra, cuyo hijo, el hombre mismo, ha traído tanta vergüenza sobre su cabeza. "La devastación de la Guerra de los Treinta Años no provocó alteraciones tan fundamentales de la herencia del pasado en la ciudad y el campo como la obsesión de la vida moderna con su búsqueda despiadada y unilateral de propósitos prácticos". (Desde el anuncio del establecimiento de la "Liga para la Conservación de la Naturaleza"). Sin embargo, en lo que respecta al "sentimiento de naturaleza" hipócrita del comercio turístico, apenas necesitamos dirigir nuestra atención a la devastación que su "explotación" de las regiones costeras remotas y los valles montañosos deja tras de sí. Incluso estos asuntos se abordaron de manera integral, una y otra vez, pero el esfuerzo se desperdició. La presentación completa fue desarrollada en 1880 a través de los esfuerzos del escritor de primer nivel Rudorff, a cuyo ensayo de 1910 "Sobre la relación de la vida moderna con la naturaleza" dirigiríamos la atención de todos los lectores.

 

Como si esas cosas no fueran suficientes, la furia por el exterminio ahora ha arrastrado su surco sangriento a través de la humanidad misma. Las poblaciones tribales han disminuido, y algunas tribus incluso han desaparecido. Algunos fueron exterminados o murieron de hambre, mientras que otros sucumbieron a la enfermedad; todos se vieron obligados a aceptar las bendiciones del "progreso": brandy, opio y sífilis. Los indios han sido exterminados; Los aborígenes australianos han terminado; los más nobles polinesios están en su último suspiro; los guerreros africanos más valientes han luchado la buena batalla, pero ahora también deben dar paso a la "civilización"; y Europa acaba de ver a un pueblo igualmente valiente, la última tribu primordial de Europa, los albaneses, esos "hijos de águila", cuya ascendencia se remonta directamente a los legendarios "pelasgianos", asesinados metódicamente, por miles, en el manos de los serbios.

 

No se equivoquen: "progreso" es la lujuria por el poder y nada más, y debemos desenmascarar su método como una broma enfermiza y destructiva. Utilizando tales pretextos como "necesidad", "desarrollo económico" y "cultura", el objetivo final de "progreso" es nada menos que la destrucción de la vida. Este impulso destructivo toma muchas formas: el progreso es devastar bosques, exterminar especies animales, extinguir culturas nativas, enmascarar y distorsionar el paisaje prístino con el barniz del industrialismo y degradar la vida orgánica que aún sobrevive. Es lo mismo para el ganado que para la mera mercancía, y la ilimitada lujuria por el saqueo no descansará hasta que caiga la última ave. Para lograr este fin, todo el peso de la tecnología se ha puesto en servicio, y por fin nos damos cuenta de que la tecnología se ha convertido, con mucho, en el dominio más grande de las ciencias.

 

Hagamos una pausa aquí por un momento. En cierto sentido, incluso el hombre pertenece a la naturaleza; algunos incluso sugieren que la naturaleza humana pertenece enteramente a la naturaleza; Como veremos, esa es ciertamente una visión errónea. En cualquier caso, cuando algo dentro de él lucha con la vida, no es, después de todo, luchar con el hombre mismo. Nuestra cadena de evidencia perderá sus vínculos más importantes si no ofrecemos ilustraciones de la auto-desmoralización de la humanidad. 

 

El pase de lista de los muertos, que podría inscribirse aquí, incluso si se restringiera a los nombres más importantes, superaría con creces la lista de animales caídos. Bastará con conmemorar a algunas víctimas prominentes: ¿dónde están los festivales populares y las costumbres sagradas, que durante milenios sin contar sirvieron como fuentes perpetuas para el mito y la poesía? ¿Dónde está ahora el jinete en el prado que siembra las semillas preciosas? ¿Y dónde podemos encontrar la procesión de la novia pentecostal y el portador de la antorcha corriendo por los campos de maíz? ¿Dónde está ahora la riqueza intrincada del traje tradicional, en el que cada persona puede expresar su propia naturaleza, en su propio paisaje? ¿Los ricos colgantes, los corpiños multicolores, los chalecos decorados, los marcos adornados con metales preciosos y las sandalias ligeras? ¿Dónde podemos encontrar ahora los chales de estilo toga, los turbantes plisados ​​y los kimonos que fluyen? Todos están siendo reemplazados por un atuendo "civilizado". En todo el mundo, la civilización distribuye el traje de tres piezas para los hombres y para las mujeres, el último estilo parisino.

 

¿Dónde encontramos ahora la canción popular, ese tesoro siempre renovado de la melodía, que cubre con su tejido plateado el envejecimiento y la desaparición del hombre plateado? Fiesta de bodas y estela solemne, venganza, guerra y destrucción, embriaguez y pasión por los viajes, el sentimiento de un niño y el deleite de una madre, todas estas cosas respiran y transmiten canciones inagotables, que rápidamente pueden provocar una acción feroz, o acuna rápidamente a otro en el sueño del olvido. Hubo una vez poemas y canciones compuestas para el baile, para la copa desbordante, para despedida y para el regreso a casa, para la consagración y el encantamiento mágico, para el atardecer que cae en la sala de hilado; antes de la batalla, y en el féretro de los muertos, uno fue conmovido por cantos de desprecio, por himnos marciales de una poesía oscura y brillante que mezcla montaña, primavera y arbusto, los animales de la casa, caza y planta, la fuerza. Del viento y del torrente de lluvia. Incluso se consideró que el trabajo era una especie de festival, un sentimiento que desde hace mucho tiempo era inconcebible para nosotros. La canción no estaba reservada únicamente para el errar y el jolgorio; la canción acompañó el alzamiento del ancla, el ritmo del golpe de remo, el desplazamiento de la carga pesada, el remolque de la nave, la estiba de los barriles, el martilleo del herrero y el remo de los remeros; había una canción para cortar, trillar y moler el maíz, y para recoger, trenzar y tejer el lino. No solo el "progreso" ha hecho de la vida gris, sino que también ha silenciado la voz de la vida. Pero no, olvidamos que después de la melodía primordial de las baladas populares se encuentran la opereta y las modestas melodías del cabaret; Después de los instrumentos musicales legendarios como la guitarra española, la mandolina italiana, lakantela finlandesa, el gusli de los eslavos del sur y la balalaika rusa, llegan el piano y el tocadiscos. ¡Ahí tenemos los frutos del "progreso"! Como una conflagración que todo lo devora, el "progreso" recorre la tierra, y el lugar que ha caído a sus llamas, florecerá nunca más, siempre y cuando el hombre aún sobreviva. Las especies animales y vegetales no pueden renovarse, el calor nativo del corazón del hombre se ha ido, los manantiales interiores que una vez alimentaron las florecientes canciones y los festivales sagrados están bloqueados, y solo queda un día de trabajo frío y miserable y el hueco espectáculo de ruidos "entretenimiento." No puede haber duda: estamos viviendo en la era de la caída del alma.

 

¡En tales circunstancias, todavía habría grandes personalidades! Ciertamente, no deseamos subestimar el ingenio de los maestros de la tecnología, ni el talento calculador de nuestros capitanes de la industria. Sin embargo, si uno coloca tal talento junto a la fuerza de un verdadero creador, seguramente debemos llegar a la conclusión de que la tecnología carece de la más mínima capacidad para enriquecer la vida. La máquina más inteligente tiene sentido solo al servicio de un propósito, e incluso la organización industrial más extensa de hoy no será nada en mil años; mientras que la poesía de Homero, las sabias palabras de Heráclito y las sinfonías de Beethoven pertenecen a los tesoros eternos de la vida. ¡Pero qué tristes nos ponemos cuando pensamos en aquellos que una vez fueron proclamados justamente como los hombres más ilustres, cuando miramos a nuestros poetas y pensadores de hoy! ¿A quién nos queda todavía, ya que los veteranos del espíritu y el hecho han partido: Burckhardt, Boecklin, Bachofen, Mommsen, Bismarck, Keller e incluso Nietzsche, la última llama de ese antiguo fuego, todos ellos desaparecidos sin dejar rastro, sin un sucesor! Está tan vacía en el Parnaso, como en la política y el pensamiento, y mantendremos un silencio discreto con respecto a las artes putrefactas. Cuando bajamos al nivel de la vida cotidiana, podemos ver claramente el nihilismo total detrás de toda la charla común sobre "personalidad" y "cultura".

 

La mayoría de los hombres en realidad no viven, simplemente existen: algunos se usarán como si fueran meras máquinas al servicio de una gran empresa, y algunos se reducirán al estado de los esclavos del dinero, delirantemente ocupados con el valor de las acciones. y bonos; algunos, finalmente, se unen a las frenéticas desviaciones que ofrece la gran ciudad. Muchos, igualmente, están oprimidos por el desgraciado y creciente tedio de esta existencia. En ningún tiempo anterior la infelicidad fue mayor o más venenosa.Grupos de hombres, grandes o pequeños, cuyos miembros están vinculados entre sí para promover algún interés especial, luchan sin cesar para destruir a sus enemigos. Dicha enemistad puede surgir de motivos comerciales, políticos, raciales o religiosos. A veces uno puede descubrir tales luchas de poder enloquecidas incluso dentro de una misma asociación. Los seres humanos de todo el mundo siempre parecen proyectar sus propios prejuicios sobre su entorno. Por lo tanto, el hombre refuerza su propia obsesión con el estatus y el poder sobre la naturaleza, en donde descubre rápidamente una lucha salvaje por la existencia; se convence a sí mismo de que debe haber tenido la razón si solo sobrevivió a esta lucha por la existencia; y pinta el mundo con la apariencia de una gran máquina, donde los pistones solo emiten el vapor que debe girar las ruedas, para que la "energía" no se vea a qué extremo se transferirá. Esto da compañía a todos con un poco de charla ociosa sobre la llamada "filosofía del monismo", que falsifica por completo el billón de vidas de la naturalezapara reducir el universo al nivel del ego humano. Donde antes uno apreciaba el amor, o la renuncia, o una retirada del mundo intoxicada por Dios, encontramos en cambio una nueva religión de éxito, que se anuncia, desde la cima de las tumbas de épocas anteriores, hasta las de poca fe, cuya venida tuvo Anticipado por Nietzsche, quien, con un gran desprecio y un guiño a sabiendas, hace que su "último hombre" proclame: "¡Hemos inventado la felicidad!"

 

Por supuesto, los errores superficiales en todos estos sistemas, sectas y tendencias no estarán con nosotros por mucho más tiempo. La naturaleza no sabe de "lucha por la existencia", sino sólo de   cuidado de la vida . Muchos insectos mueren después del acto de procreación, lo que demuestra el ligero énfasis que la naturaleza pone sobre la mera preservación. La naturaleza solo asegura que formas similares continuarán desarrollándose en medio de las oleadas de la vida. Lo que incita a un animal a cazar a otro a muerte es simplemente la necesidad de aplacar el hambre del depredador; La codicia, la ambición y la sed de poder no tienen cabida aquí. En realidad, aquí hay un abismo enorme que ninguna lógica evolutiva jamás podrá salvar. Las especies nunca fueron exterminadas por otras especies, ya que cada exceso en un lado es seguido casi inmediatamente por una reacción recíproca en el otro; las filas de los vencidos se reducen, y el botín del enemigo asesinado se convierte en el sustento de los más fuertes. La transformación, sin embargo, se consume durante períodos de tiempo gigantescos e invariablemente conduce a un florecimiento de formas de vida más bajas en la vecindad. La aniquilación de cientos de especies durante el curso de la tenencia terrenal de la humanidad no permite ningún punto de comparación con la extinción total del dinosaurio y el mamut.

 

Además, es absolutamente irrelevante la transferencia de las operaciones numéricamente cuantificables de las leyes físicas que rigen la conservación de la energía, a cuestiones de la vida. Nunca se ha creado una célula viva en una réplica química, y si la ciencia anunciara tal logro, no habrá sido como resultado de una combinación de fuerzas físicas, sino porque incluso la materia química con la que debe comenzar ese experimento ya es instinto de vida. La vida es una renovación permanente y perpetua del poder formativo; y extinguimos alguna medida de ese poder cada vez que exterminamos a una especie viva, y la Tierra se empobrecerá hasta el final de los tiempos debido a ella, independientemente de cualquier detrimento a la llamada conservación de la energía . 

 

Como hemos dicho, tales enseñanzas erróneas se desvanecerán y perecerán con el tiempo, pero las eventualidades resultantes, demasiado reales, que se han llevado a cabo se mantendrán, haciendo que todos esos esquemas conceptuales parezcan más meras sombras de pensamiento que el artículo genuino. Ciertamente no hay base para la opinión que considera que la destrucción en curso es un mero efecto secundario de las condiciones de aprobación, de las cuales surgirá algún tipo de intento de reconstrucción. Con esto llegamos al significado del curso de eventos anterior al cual el hombre le ha dado el nombre de "historia mundial".

 

Los antiguos griegos no tenían habilidad con el cableado eléctrico, los cables de alimentación y las radios, y este hecho aclara su habitual desprecio por la ciencia física, que consideraban un negocio bastante humilde. ¡Pero solo ellos podrían construir templos, tallar imágenes en columnas y cortar gemas preciosas, de tal belleza y delicadeza, que solo podemos competir con ellas presentando nuestras herramientas más artificiales! Sin realizar experimentos, y apoyados solo por la percepción cotidiana, los filósofos griegos han influido, y en gran parte han gobernado, el curso del pensamiento occidental durante más de dos milenios. La virtud didáctica de Sócrates ha sido revivida en el "imperativo categórico" más escueto de Kant; La "doctrina de las ideas" platónica ha sido revivida en la estética de Schopenhauer; y el marco filosófico de la teoría atomística de la química proviene directamente de Demócrito. Ante estos hechos, ¿no es más probable que los griegos eviten la ciencia física no por su falta de capacidad para tal estudio, sino porque decidieron no tener ningún trato con ella? ¿Quizás sus místicos podrían permitirnos recuperar muchas ideas que hemos perdido? Tomemos otro ejemplo: los chinos de la antigüedad habrían visto todos nuestros descubrimientos modernos como ajenos a su cultura; Los chinos modernos sentirían lo mismo por estos descubrimientos, si no hubiéramos obligado a China a aceptarlos por la fuerza. Estamos igualmente impresionados por los grandes filósofos chinos, sabios como Laotse o Lia Dsi, quienes nos hablan con palabras de tal sabiduría que incluso Goethe parece un simple ladrón en comparación. Por lo tanto, si los chinos no poseían una ciencia con cuya ayuda podrían haber podido construir cañones, volar montañas y adornar sus mesas con margarina, es porque no tenían ningún deseo por estas cosas. Detrás del escenario, ciertas fuerzas están controlando a la humanidad, y es solo al examinar estas fuerzas que podemos entender un hecho crucial: antes de poder emprender la investigación progresiva de los tiempos modernos, los intelectuales tenían que estar condicionados para adoptar una teoría filosófica sobre la cual se fundará una práctica requerida: a esa práctica la llamamos capitalismo. 

 

Ninguna persona inteligente puede tener la menor duda de que los deslumbrantes logros de la Física y la Química han sido presionados al servicio exclusivo de "Capital". La característica identificadora de la ciencia moderna es su sustitución de cantidades numéricas por cualidades únicas, por lo tanto, simplemente recapitulando, en la forma cognitiva, la ley fundamental de que la voluntad debe controlar todo, incluso la que reside en el dominio de colores brillantes del alma y su valores: los valores de la sangre, la belleza, la dignidad, el ardor, la gracia, el calor y el sentido maternal; estos deben ceder a los valores insidiosos del poder que juzga el valor de un hombre por el peso de su oro. Incluso se ha acuñado una nueva palabra para este punto de vista: "mammonismo". Sin embargo, cuán pocos son conscientes del hecho de que este "Mammon" es una entidad genuina y sustancial, que se apodera del hombre y lo maneja como si fuera una mera herramienta que podría ayudar a Mammon a erradicar la vida de la tierra. Vamos a proporcionar aquí una breve palabra de explicación. 

 

Ya hemos indicado que "progreso", "civilización" y "capitalismo" constituyen diferentes manifestaciones de la misma dirección de la voluntad. Igualmente, debemos admitir que los discípulos de esta visión del mundo centrada en la voluntad se extraen exclusivamente del mundo cristiano. Sólo dentro de ese mundo se acumularon los inventos; solo dentro de ese mundo se llevó a la perfección la metodología científica "exacta" cuantificadora; y, finalmente, solo dentro de ese mundo, ese mundo cristiano que está perpetuamente comprometido con el imperialismo más despiadado que se pueda imaginar, podría encontrar a aquellos hombres que han buscado conquistar todas las razas no cristianas, tal como han tratado de conquistar la totalidad. de la naturaleza. En consecuencia, nos vemos obligados a localizar las causas próximas del "progreso" histórico-mundial en el cristianismo mismo. En la superficie, por supuesto, el cristianismo siempre parece estar predicando sermones en alabanza del "amor", pero cuando observamos más de cerca este "amor", descubrimos que en realidad esta palabra persuasiva funciona como una superficie dorada que enmascara la realidad subyacente de un comando categórico : "Usted debe"; y este mandato incondicional se aplica únicamente al hombre, que ahora se ha considerado a sí mismo como divino, como un dios que se opone a toda la naturaleza. El cristianismo puede pronunciar frases como "el bienestar de la humanidad" o "humanidad", pero lo que la voz dentro de estas fórmulas realmente está diciendo es que ningún otro ser vivo tiene el más mínimo valor o propósito intrínseco, excepto en la medida en que puede serlo. Obligado a servir a los propósitos del hombre . Desde tiempos inmemoriales, el "amor" del cristiano nunca le ha impedido perseguir a los religiosos paganos con un odio asesino; y este mismo "amor" no le impide incluso ahora abolir los rituales sagrados de las culturas tribales conquistadas. Es un hecho bien conocido que el budismo proscribe la matanza de animales, porque el budista reconoce el hecho obvio de que todas y cada una de las criaturas terrenales comparten una naturaleza común con el hombre mismo. Pero cuando uno se opone al asesinato de un animal por parte de un italiano, responderá de inmediato asegurándole que la criatura "no tiene alma" y "no es un cristiano". Esto indica claramente que, para el cristiano devoto, solo el hombre tiene derecho a vivir. Para la gente del mundo antiguo, la religión, que en algún momento también se desarrolló de acuerdo con este patrón que incluso ahora surge en las casuchas de la gente, restringe a su abanderado, y sin embargo, lo excita, por otro lado, y permite el poder de quien amenaza la paz del mundo para prosperar hasta que se convierta en la megalomanía aterradora que considera que los delitos más sangrientos contra la vida están permitidos, e incluso ordenados, siempre que tales acciones resulten en "beneficios" para la humanidad. El capitalismo, junto con su pionero, la ciencia, es en realidad el cumplimiento del cristianismo; La iglesia, como la ciencia, constituye un consorcio de intereses especiales; y el "uno" al que se dirige una moralidad secularizada es indistinguible del "ego" hostil a la vida que, en nombre de la única divinidad del espíritu, que ahora está acoplado con una cosmología ciega, explica la guerra que se ha librado contra los innumerables "muchos" dioses del mundo; las edades más tempranas fueron al menos más honestas en su oposición a las deidades cósmicas, porque se acercaron francamente a la refriega en el aspecto amenazador de los jueces ... 

 

A estas alturas, debería quedar perfectamente claro, sin embargo, que quien busca enriquecerse a sí mismo, mientras pisa las flores de la tierra en polvo, es el hombre como portador de la razón calculadora y la voluntad de adquisición. Los dioses que él ha arrancado del árbol de la vida son las imágenes en constante cambio del mundo fenoménico, del cual él mismo se ha exiliado. La hostilidad a las imágenes, que fue alimentada internamente por la autoñaceración de la Edad Media, tuvo que emerger a la luz del día, tan pronto como hubo alcanzado su objetivo, que era romper el vínculo que unía al hombre con el alma de la tierra. En las sangrientas atrocidades del hombre contra sus semejantes, solo pudo completar lo que él mismo ya había comenzado: intercambiar los patrones multiformes de imágenes vivas por la trascendencia sin hogar del espíritu alienado del mundo. Ha mostrado enemistad con el planeta que lo aburre y lo cuida, e incluso con las revoluciones de los cielos estrellados, porque ahora está poseído por un poder que se asemeja a un vampiro, que introduce en la "música de las esferas" los sonidos de una oreja. Destrucción de la disonancia. En este punto, está claro, sin embargo, que en el curso de este proceso evolutivo muy antiguo, el cristianismo significa solo una época; Desde comienzos lejanos, este proceso ha llegado a su etapa final. Ciertamente, la fisonomía única de Europa fue determinada decisivamente por este proceso. 

 

De hecho, la fuerza que provoca la enemistad del hombre contra el mundo es precisamente tan antigua como: ¡la "historia mundial"! La "historia" que recibe el nombre de proceso evolutivo , que en el curso de los acontecimientos va más allá, y siempre en adelante, y no puede compararse con el destino de otros organismos, comienza en el momento mismo de la expulsión del hombre del "paraíso". cuando se encuentra en el exterior, viendo ahora con la mirada fría y clara del extraño, y sabiendo que ha perdido su acuerdo anterior con plantas y animales, con océanos y nubes, con rocas, vientos y estrellas. En los mitos de casi todas las gentes encontramos batallas sangrientas en las edades prehistóricas entre héroes solares que están empeñados en instalar un nuevo orden y los poderes "ctónicos" del destino, que finalmente son expulsados ​​a un inframundo sin luz. Sin embargo, ¡un erudito jesuita, en una sorprendente, pero instructiva inversión de circunstancias, ha descubierto en la leyenda de los hechos del griego Hércules un "plagio" profético de la vida del redentor cristiano! Esa reorganización mencionada anteriormente, con la que comienza la historia, es siempre y en todas partes lo mismo: sobre el alma se eleva el espíritu, sobre el sueño reina una racionalidad despierta, sobre la vida, que se convierte y pasa, existe una actividad intencionada. Durante el desarrollo milenario del espíritu, el cristianismo fue solo el empuje final y crucial. Por lo tanto, el espíritu, que surgió de una condición de conocimiento impotente: ¡Prometeo está encadenado, mientras que Hércules es libre! Ahora penetra en la voluntad y en hechos asesinos, que han constituido, sin interrupción, la historia de las naciones desde entonces. una verdad revelada que hasta ahora parecía ser simplemente una noción: que un poder desde fuera de nuestro cosmos había irrumpido en la esfera de la vida. 

 

Por esa razón, nuestro deseo más querido es simplemente que todos abran los ojos. Además, debemos desistir de todos los intentos de mezclar las cosas que están separadas por el profundo abismo que separa los poderes del amor y el alma por un lado, de los poderes de la razón y la voluntad por el otro. Debemos percibir que la esencia misma de la voluntad se manifiesta en su compulsión de rasgar el "velo de Maya" en pedazos; porque cuando el hombre ha sido reducido al estado de una mera criatura de voluntad, debe, en una furia ciega, poner su mano contra su propia madre, la tierra. Al final, toda la vida, junto con el hombre mismo, será tragada por la nada.

 

Ninguna enseñanza nos puede devolver a lo que una vez se ha perdido. Con respecto a todos estos intentos, sentimos que el hombre simplemente no tiene la capacidad de lograr una transformación de su vida interior por sí mismo. Anteriormente dijimos que ; ahora insistimos, además, que aborrecían tales intentos comolos antiguos nunca supusieron desentrañar los secretos de la naturaleza por medio de experimentos, y nunca pensaron conquistarla mediante el uso de máquinas, que descartaron como artilugios inteligentes que solo eran adecuados para los esclavos, además que aborrecían tales ensayos como impiedad. El bosque y la primavera, la roca y la gruta estaban llenos de vida sagrada; desde las cimas de sus elevadas montañas soplaron los vientos de tormenta de los dioses (¡no fue por falta de un "sentimiento de naturaleza" que uno no subió sus picos!), y la tempestad y el granizo amenazaron o se enfrentaron furiosamente en el juego de batalla. Cuando los griegos deseaban construir un puente a través de un arroyo, suplicaron a la deidad del río que perdonara este hecho del hombre por el cual expiaron ofreciéndole una libación de vino del sacrificio. En antiguas tierras alemanas, una ofensa contra un árbol vivo fue expiada por el derramamiento de la sangre del ofensor. La humanidad de hoy solo ve supersticiones infantiles en aquellos que atienden a las corrientes planetarias. Se olvida de que la interpretación de las apariciones era una forma de dispersar las flores alrededor del árbol de una vida interior, que alberga un conocimiento más profundo que toda la ciencia: el conocimiento del poder de tejer del mundo del amor que todo lo abarca . Solo cuando este amor haya sido renovado en la humanidad, las heridas infligidas por el espíritu matricida serán sanadas. 

 

Hace apenas cien años, algo verdaderamente nuevo brotó dentro del corazón de los hombres, como si saliera de las profundidades de misteriosos manantiales: estamos aludiendo a esos soñadores inolvidables, esos sabios y poetas infantiles, a quienes llamamos convencionalmente los "románticos". Sus expectativas eran ilusorias y su tormenta se había calmado; su sabiduría ha sido sepultada, el diluvio ha retrocedido y el "desierto crece". Sin embargo, estamos preparados, como los románticos, para creer en los milagros, y estamos muy dispuestos a considerar que es posible que una generación venidera pueda ver el nacimiento de un mundo nuevo. Tal vez las palabras visionarias de Eichendorff en "Presentimiento y el Presente" describan mejor los dolores de parto que deben preceder al nacimiento de ese mundo: "Nuestra época me parece un crepúsculo incierto y en constante expansión. La batalla de la luz y la sombra siguen siendo, poderosas fuerzas que parecen ser inseparables; nubes de tormenta crean destinos oscuros, y nadie puede decir si sus portentos indican la muerte o la bendición, y el mundo más amplio a continuación permanece abandonado a sus expectativas vacías. Cometas y mensajes celestiales acosan una vez más a los cielos, fantasma, los espíritus vagan por la noche y las sirenas míticas caen al mar como si huyeran temiendo que se acercara una tempestad que ya ha oscurecido la superficie del espejo de las aguas; cantan, gesticulando con dedos ensangrentados, advirtiéndonos de algunos terribles e inminentes, el juego de la infancia sin preocupaciones ni la diversión puede deleitar a nuestros jóvenes tanto como las sesiones de antaño, durante las cuales nuestros antepasados ​​nos prepararon para el lado serio de la vida. Nacemos en la batalla y, sin importar si somos vencedores o vencidos, pereceremos en la batalla. Porque, de entre las nieblas mágicas de nuestros días escolares, toma forma el Fantasma de Guerra, vestido con una armadura, con la cara pálida de la muerte, y con el cabello salpicado de sangre; sus ojos están bien acostumbrados a la soledad, y ya perciben, a través de las redes de humo que se arremolinan a su alrededor, los contornos casi imperceptibles de la lucha que se avecina. ¡Ay de aquellos que, cuando llega la hora de la batalla, se encuentran desarmados y no están preparados para el combate! Cuántos hombres débiles, que desperdician sus horas ociosas en la búsqueda del placer y en las reflexiones frívolas, que logran engañarse a sí mismos tan fácilmente como engañan al mundo, recordarán las palabras del Príncipe Hamlet: "El tiempo está fuera de conjunto; ¡Oh, maldito pesar! ¡Que yo haya nacido para arreglarlo! "Luego, a partir del colapso del mundo, surgirá una vez más una competencia sin precedentes entre lo antiguo y lo nuevo, y las pasiones de hoy que se esconden disfrazadas, encontrarán que sus máscaras ahora están desprestigiadas. Estallará un frenesí ardiente. con la antorcha encendida en lo alto del pandemónium, como si el infierno hubiera sido desatado sobre el mundo. La justicia y la injusticia parecerán haber fusionado sus naturalezas en un acceso ciego de rabia. Pero los milagros finalmente se llevarán a cabo, y la justa voluntad recibirá sus justas recompensas, y un nuevo sol, aunque de alguna manera muy antiguo, irradiará su luz a través de las escenas de horror. El trueno seguirá rodando, pero solo sobre los picos de montañas distantes, y luego la paloma blanca se elevará en el aire. cielos azules claros, y la tierra misma brillará con una luz más brillante de los cielos arriba ".

 

 

Tomado del blog:

http://nacionalismuasturianu.blogspot.com/2018/12/el-hombre-y-la-tierra-de-ludwig-klages.html