lunes, 9 de junio de 2025

 La Contaminación ambiental 

en Venezuela a ojo de pájaro…

David De los Reyes

 



    Explotación  de la minería ilegal  en la Amazonía Fuente: Andina 

Las condiciones ambientales en muchos de los entornos naturales y urbanos en Venezuela corren un gran peligro de deterioro acelerado. Y los problemas que ha generado estos procedimientos extractivistas están todos ellos interconectados Una de sus causas está en una falta de regulación jurídica legal. Y los desmanes contra la biodiversidad en los campos con yacimientos de minerales de alta compra en los mercados en el exterior son un caso diario de desequilibrio y descuido criminal.  Nos encontramos ante una explotación descontrolada de los recursos naturales y una decadente y crítica regulación institucional.

Para iniciar, podemos referir el alto grado de contaminación de sus ríos por ser vertederos de desechos industriales, residuos plásticos y desechos domésticos. No sólo el río Guaire, que atraviesa la capital del país, sino el Tuy, el Tocuyo, el Aroa, que junto a los ríos en torno a las ciudades de Maracaibo y Valencia están altamente contaminados por aguas servidas, residuales, domésticas e industriales. En la región del lago de Maracaibo sobre todo por la industria petrolera y petroquímica. A ello se le agrega el uso indiscriminado de agroquímicos, utilización exacerbada de herbicidas y pesticidas, derrames petroleros que han degradado una gran extensión del suelo fértil. La calidad del agua ha disminuido, afectando a la biodiversidad del entorno.

Los descuidos de las emanaciones de gases tóxicos se hacen presentes en muchos de los parques industriales, pero sobre todo por las industrias relacionadas con el manejo del oro negro. A esto se le suman el parque automotor de vehículos con escapes sin revisión del porcentaje de CO2 que afectan la calidad del aire de las zonas urbanas e industriales.

Los desechos sólidos son otro elemento más que suma al deterioro ambiental, intensificándose los residuos llevados por la proliferación de vertederos ilegales a cielo abierto, contaminando tanto la salud pública como el medio ambiente. Espacios donde el impacto ambiental no se puede ocultar y se hace irremediablemente presente por lo evidente de su acumulación, deteriorando las condiciones de vida de la ciudadanía. Se pone en juego los ecosistemas que favorecen la biodiversidad,  reduciendo el sutil porcentaje necesario para sostener todo tipo de vida, y no solamente la humana, sino también los seres no-humanos. La degradación de los suelos es indetenible e inevitable.

Por otra parte, las selvas forestales y los parques nacionales se han visto reducidos por la tala ilegal de la industria maderera, la expansión agrícola, la deforestación para la construcción de viviendas sin permisología adecuada que, junto a los incendios forestales (muchos de ellos provocados para invadir el territorio), lo cual han reducido significativamente la zona boscosa, sobre todo en los espacios de la Amazonía venezolana. Un 32% de las zonas forestales han sido desbastadas[1], afectando la reserva forestal de Ticoporo. Además de arrasar con una biodiversidad en general, contribuyendo todo ello a un negativo impacto climático profundo al no poder filtrar la misma cantidad  de Dióxido de Carbono (CO2), almacenado en los árboles. Esto amplia más el cerco abierto atmosférico para los efectos del calentamiento global del planeta.

A lo anterior habría que agregar que al Sur del Lago de Maracaibo hay una expansión descontrolada de cultivos de palma aceitera que afecta a las zonas protegidas de los parques nacionales y sus cuencas hidrográficas, sin un estudio de impacto adecuado.

A ello se le agrega la explotación de la minería legal e ilegal por mafias internacionales y locales, en las zonas del Arco Minero del Orinoco, causando deforestación y contaminación de las aguas por el uso de mercurio, junto al desplazamiento de comunidades indígenas y asesinatos de sus miembros. Para la extracción del oro los mineros arrasan extensos territorios selváticos, eliminando toda diversidad a su paso: vegetación, especies animales, etc. Una vegetación que es el clarificador de regulación del clima y el mantenimiento de un equilibrio hídrico propio de ese hábitat. Se puede agregar que se han perdido 140.000 hectáreas de bosque entre 2016 y 2020, con una aceleración en lo que va del 2025. Para 2022 se habían contabilizado 3.700 puntos de actividad minera, junto a una red de pistas de aterrizaje utilizadas para el tráfico de oro y droga. Además de la inseguridad y la falta de derechos reales que genera este negocio ilegal rampante para las comunidades de nativos indígenas, se le debe agregar la contaminación de las aguas para su toma y uso, junto a la dependencia indígena de una buena parte de peses para la dieta diaria, han afectado a la subsistencia de las etnias yanomani, piaroa y yekuana. Sus integrantes se han visto padeciendo daños neurológicos y renales por la exposición al mercurio, usado para la extracción del oro. Muchos miembros de estos pueblos se han visto forzados a emigrar a las ciudades de Pto. Ayacucho y Ciudad Bolívar, siendo desplazados de sus hábitats ancestrales, generando insuficiencias de los servicios públicos y un aumento marginal de asentamientos informales. Además del impacto en la población humana también se agrega a esto la escasez de agua potable y cabios climáticos drásticos., que afectan a la agricultura y otros recursos esenciales. [2] 

 Por otra parte, no se salvan las especies exóticas de verse incluidas en un tráfico ilegal de fauna y flora silvestre, al desarrollar una caza indiscriminada de especies endémicas y protegidas, poniéndolas muchas de ellas en peligro extinción.

¿Alguna recomendación además de las que se suponen que deberían estar siendo implementadas de forma normal y que no se cumplen? Nada. La falta de voluntad del gobierno, con un ente institucional para ese trabajo (Ministerio popular para la ecología socialista), no da muestras de mayores políticas efectivas ante este deterioro a todo lo ancho del territorio venezolano. No se ha podido llevar a cabo políticas efectivas para el control y y la reducción de la huella destructora humana inconsciente de los recursos naturales. No se ha incentivado en crear un ambiente de protección y cuidado de nuestros espacios geográficos que son de una importancia vital tanto para las generaciones del presente como del futuro.




Los datos referidos en las gráficas han sido tomadas de SOS Orinoco, en el que un informe advierte que se ha perdido más de un millón de hectáreas de bosques y sabanas entre 2000 y 2020, que haciendo una proyección se puede advertir una pérdida de 1.300.000 hectáreas para este año. Causada por la expansión de la minería ilegal, especialmente en el Alto Orinoco (ver: https://es.mongabay.com/2023/03/deforestacion-bosques-sabanas-venezuela/).

En el caso de la contaminación de agua y aire en el territorio venezolano se ha tomado las  referencias del portal Ecología Verde, (ver: https://www.ecologiaverde.com/principales-problemas-ambientales-en-venezuela-2533.html

 

Bibliografía

1.     Paz Cardona, Antonio José. “Venezuela perdió más de 4 millones de hectáreas de sus ecosistemas naturales en casi cuatro décadas.” Mongabay Latam, 26 de febrero de 2025. https://es.mongabay.com/2025/02/venezuela-perdio-millones-de-hectareas-estudio/.

2.     Radwin, Maxwell. “Venezuela’s Environmental Crisis Is Getting Worse. Here Are Seven Things to Know.” Mongabay, 13 de junio de 2023. https://news.mongabay.com/2023/06/venezuelas-environmental-crisis-is-getting-worse-here-are-seven-things-to-know/.

3.     EcologíaVerde. “7 Problemas Ambientales en Venezuela - Los Principales.” EcologíaVerde, consultado en junio de 2025. https://www.ecologiaverde.com/principales-problemas-ambientales-en-venezuela-2533.html.

4.    García, Tere. "El avance de la minería ilegal en el Amazonas venezolano. El País, 25 de feb 2025https://elpais.com/planeta-futuro/2025-02-28/el-avance-de-la-mineria-ilegal-en-la-amazonia-venezolana-impacto-ambiental-y-migracion-forzada-hacia-las-ciudades-intermedias.html 

 

 

NOTAS

[1] Felipe Sánchez Sociedad e impacto ambiental en Venezuela. Ver: https://resolutorio.com/sociedad/impacto-ambiental-en-venezuela/

[2]  Tere García: "El avance de la minería ilegal en el Amazonas venezolano. El País, 25 de feb 2025. Ver:  https://elpais.com/planeta-futuro/2025-02-28/el-avance-de-la-mineria-ilegal-en-la-amazonia-venezolana-impacto-ambiental-y-migracion-forzada-hacia-las-ciudades-intermedias.html 

 

viernes, 6 de junio de 2025

Del tiempo profundo y la Tierra

David De los Reyes





 

A lo largo de mi experiencia vital he sentido una conexión profunda con la tierra, con esos espacios verdes y salvajes que parecen susurrar historias de un tiempo en el que el hombre no era amo, sino parte de un todo. En Venezuela, mi país, la naturaleza es un regalo abrumador: los paisajes de los Andes, la inmensidad del Amazonas, los tepuyes de Canaima que parecen desafiar la gravedad. Pero, al mismo tiempo, me pesa en mi ser ver cómo hemos reducido todo esto a una idea de "Tierra inanimada" o “tierra saqueada”, un concepto que no es más que una construcción de cierta tradición epistémica y religiosa occidental. Se nos ha enseñado a ver la naturaleza como algo separado, distante de nuestro ser, como un recurso mudo a explotar ilimitadamente, cuando en realidad está viva, vibrante, comunicándose de formas que apenas comenzamos a entender. La hipótesis Gaia, de Lovelock, que plantea que la Tierra es un sistema autorregulado que mantiene las condiciones necesarias para la vida, hoy se ha convertido en una realidad distópica. La intervención de ciertos modelos de producción y estilos de vida han generado un cambio radical en ella; las condiciones de la existencia dependen ahora de lo que hagamos los humanos día a día.

Por otra parte, cada vez somos más conscientes de la interconexión entre las realidades de lo humano y lo no humano. Surgen descubrimientos asombrosos sobre las relaciones que se establecen entre los organismos que nos rodean. Los árboles, por ejemplo, tienen sistemas complejos de comunicación. En los bosques, se envían nutrientes y responden a las llamadas de angustia de otros árboles. Todo esto lo sabemos, y sin embargo, dentro de determinada tradición occidental, el lenguaje es tan primordial que restringimos toda idea de comunicación a palabras, ignorando las conversaciones silenciosas pero profundas que suceden bajo la tierra y entre las ramas.

Recuerdo haber leído sobre las experiencias de Ashish Kothari, quien compartió una vivencia que me marcó profundamente. Contaba que, en el territorio de la nación indígena Sapara en el Amazonas ecuatoriano, le explicaron cómo viven sus vidas en parte a través de la interpretación de los sueños. Me impresionó saber que, en sus sueños, tanto sus ancestros como los espíritus del mundo natural que les rodea vienen a ellos. Intentan organizar su vida en un diálogo constante con los espíritus del río, de las plantas y los animales. Es algo fascinante, casi mágico, prácticamente de otro mundo espiritual al nuestro, que me hace cuestionar cómo hemos perdido esa capacidad de escuchar, de dialogar con lo que nos rodea. En mi propia cotidianidad, a veces siento que la naturaleza me habla, pero no sé cómo establecer el vínculo. ¿Cuál es el lenguaje que debo utilizar? Estoy atrapado en un mundo que solo valora, y nos ha condicionado a valorar, lo que se puede medir o vender.

Y es que, quizás, estemos viendo el inicio de un cierto tipo de mentalidad que he llamado biofilia, lo que algunos expertos refieren como una especie de religión verde. Estas creencias se extienden no porque los humanos hayamos despertado de repente, sino porque la Tierra se ha metido ella misma en nuestras conversaciones cotidianbas con gran violencia y preocupación, creando ansiedades y cambios radicales. Estamos viendo que casi todo lo que creíamos son sandeces. De todas las formas de pensar, una de las más erróneas es la de la economía, vista como el conocimiento que solo aspira a obtener una riqueza material ilimitada, sin comprender que es la disciplina que enseña a administrar la escasez. Ahora podemos ver sus devastadores efectos en la biosfera del planeta, tanto en la superficie terrestre como en las profundidades de los océanos. Y, sin embargo, vivimos en una sociedad que adora la economía y su fetichismo productivista y consumista desbordado. Está muy claro que tenemos que relacionarnos con la tierra de una manera diferente y me gustaría confirmar que esto está sucediendo. No obstante, también siento que debemos tener ciertas precauciones, porque esta propuesta de biofilia puede deslizarse muy fácilmente hacia un cierto tipo de ecofascismo, en el que la gente se imagine que hay una especie de conexión y jerarquía de sangre y suelo entre las personas y la tierra. Sin embargo, algo ha cambiado, por ejemplo, lo interesante que fueron las protestas en Niyamgiri, contra la explotación de un bosque sagrado en esa región en la India por la empresa británica de bauxita Vedanta Resources, y las del oleoducto de Dakota. Ambas manifestaciones civiles, si bien fueron dirigidas por indígenas, de ninguna manera se limitaron a ellos. La protesta se expandió hasta convertirse en una toma de conciencia ciudadana global. Gente de todo el mundo se unió a esta manifestación de tipo biofílica. Son estos los modelos de política ciudadana que deberíamos tomar en cuenta, porque nos muestran que la lucha por la tierra no es de unos pocos, sino un deber de todos.

A todo esto, también me pregunto: ¿se puede hablar de un solo modelo de tiempo común? ¿Podemos hablar un poco más sobre las diferentes nociones de tiempo? Comparados con los marcos temporales lineales que las civilizaciones occidentales han usado para uniformar la acción social y económica global, muchos pueblos indígenas o culturas no occidentales tienen nociones muy diferentes de tiempo. ¿No es esto algo importante que tenemos que introducir en nuestra forma de pensar? Se puede advertir que las ideas occidentales de temporalidad son muy breves; todo tiene que suceder, por ejemplo, dentro de un ciclo electoral. Mientras que históricamente la gente siempre había pensado en las generaciones venideras, en un tiempo a futuro, y eso se ha perdido. Nuestro tiempo no solo es un factor instantáneo, inmediato e intensamente lineal, sino que pareciera que tampoco espera por nadie. Todo tiene que hacerse en esta especie de prisa loca y desbordante. Todo es para ayer, y ese es uno de los problemas que constatamos al seguir aceptando "la dinámica de los negocios como siempre". Al sentir ese desvanecimiento y empuje cotidiano hacia la nada mundana, en mi propia vida también caigo en esa urgencia, en esa carrera contra el reloj que no me deja detenerme a reflexionar con sosiego sobre el impacto de mis acciones, de mi huella ecológica de cara al futuro. ¿Cómo sería vivir con un sentido del tiempo más amplio, más conectado con las generaciones que vendrán, con la tierra que seguirá aquí mucho después de que nos hayamos ido?

Este pensamiento me es latente, pero también me da cierto horizonte posible a construir. Siento que estamos en un momento de cambio; de aprender individualmente (y de forma colectiva), a ver la naturaleza no como algo que poseo, sino como algo con lo que convivo y de lo que formo parte consustancial. Me gustaría poder escuchar sus mensajes, como lo hacen los nativos de  Sapara en la amazonia ecuatoriana en sus sueños, y unirme a esas luchas colectivas que trascienden fronteras y culturas. Tal vez, solo tal vez, podamos encontrar una nueva forma de estar en este mundo, una que honre el tiempo profundo y de los largos periodos de la Tierra y no solo del fugaz y contingente tiempo de nuestras agendas prestablecidas por el afán de poder y destrucción sin más.

 

domingo, 1 de junio de 2025

Sobre Sacrificios Humanos:

 el conflicto actual entre el estado de Israel 

Gaza


 Un hombre camina en las inmediaciones del Hospital al-Shifa, en el norte de Gaza, tras un ataque del ejército israelí. © dpa Picture Alliance, tomado de la página Anmistía Internacional, España



La conexión entre los sacrificios humanos y la sangre en contextos históricos y su posible paralelismo con conflictos contemporáneos, como el que se desarrolla actualmente entre Israel y Gaza, invita a una reflexión profunda sobre la naturaleza del poder, la violencia y el simbolismo del sacrificio en nuestras sociedades. Esta exploración no busca equiparar directamente los rituales antiguos con las dinámicas modernas, sino analizar cómo ciertos patrones de pérdida de vida y derramamiento de sangre persisten como herramientas de control, cohesión o resistencia, adaptándose a contextos políticos, históricos y culturales específicos. Al incorporar datos estadísticos y referencias al conflicto en curso (con la información disponible hasta octubre de 2023, actualizada con proyecciones razonables para el contexto de 2025), se pretende ofrecer una visión amplia y documentada de cómo la violencia sistémica opera como un "sacrificio" moderno en esta región.

 

Sacrificios Humanos y Sangre en la Antigüedad: Un Acto de Poder y Orden

En las culturas antiguas, los sacrificios humanos y la sangre estaban frecuentemente ligados a la consolidación del poder y al mantenimiento del orden social o cósmico. En civilizaciones como la azteca, los sacrificios humanos no solo eran ofrendas a los dioses para garantizar la continuidad del mundo, sino también una demostración de autoridad por parte de los gobernantes y sacerdotes. La sangre derramada en los altares era un espectáculo público que reforzaba la jerarquía, infundía temor y unía a la comunidad bajo un propósito común, aunque fuera a través del miedo o la sumisión. Este acto, aunque brutal desde nuestra perspectiva moderna, tenía un significado trascendental: la vida de unos pocos se ofrecía por el supuesto bienestar de muchos, y la sangre era el sello de ese pacto.

El sacrificio humano también podía ser una herramienta política. En muchas sociedades, las víctimas eran prisioneros de guerra o miembros de grupos subordinados, lo que servía para reafirmar la dominación sobre los vencidos. La sangre, en este sentido, no solo era un medio de comunicación con lo divino, sino un símbolo de control y supremacía terrenal. Como señala el antropólogo René Girard, el sacrificio en las sociedades arcaicas funcionaba como un mecanismo para canalizar la violencia interna de la comunidad hacia un chivo expiatorio, evitando así conflictos mayores.¹


El Conflicto entre Israel y Gaza: La Sangre como Instrumento de Poder y Supervivencia

En el contexto contemporáneo, el conflicto entre Israel y Gaza, que ha experimentado una escalada significativa desde octubre de 2023 tras los ataques de Hamás y la subsiguiente respuesta militar israelí, presenta dinámicas que evocan ciertos paralelismos con los sacrificios humanos de la antigüedad, aunque desprovistas de una dimensión ritual o religiosa explícita en su ejecución. Este conflicto, profundamente arraigado en disputas territoriales, históricas y políticas, ha resultado en una pérdida masiva de vidas y un derramamiento de sangre que puede interpretarse como un "sacrificio" moderno, donde las vidas humanas se pierden en nombre de ideales como la seguridad, la soberanía o la resistencia.


La Sangre como Control y Temor:

En el conflicto actual, la violencia extrema —ataques armados, bombardeos y enfrentamientos— se utiliza como herramienta para mantener el control o para desafiarlo. Por un lado, Israel justifica sus operaciones militares en Gaza como una respuesta necesaria para garantizar la seguridad de su población tras los ataques de Hamás del 7 de octubre de 2023, que dejaron alrededor de 1,200 muertos y más de 250 secuestrados, según datos del gobierno israelí.² Por otro lado, la respuesta militar israelí ha causado una devastación masiva en Gaza, con el Ministerio de Salud de Gaza reportando más de 41,000 muertos hasta octubre de 2024, incluyendo un alto número de civiles, mujeres y niños.³ Esta violencia, aunque no es un sacrificio ritual, genera temor y refuerza dinámicas de poder, recordando cómo los sacrificios antiguos eran espectáculos públicos que consolidaban autoridad. La sangre derramada, ya sea de civiles israelíes o palestinos, se convierte en un mensaje: el poder y la supervivencia se sostienen a través de la capacidad de infligir o resistir la muerte.

 

Sacrificio de los Vulnerables por un "Bien Mayor":

En los sacrificios antiguos, las víctimas solían ser prisioneros o miembros de grupos subordinados, ofrecidos por el supuesto bienestar de la comunidad. En el conflicto entre Israel y Gaza, las víctimas más afectadas suelen ser los civiles, especialmente en Gaza, donde la densidad poblacional y la falta de infraestructura protectora agravan el impacto de los ataques. Según la ONU, más del 70% de las víctimas en Gaza hasta 2024 eran mujeres y niños, lo que refleja cómo los más vulnerables pagan el precio más alto. Este "sacrificio" se justifica bajo narrativas de "seguridad nacional" por parte de Israel y de "resistencia contra la ocupación" por parte de grupos como Hamás. Sin embargo, en ambos casos, las vidas de los más desfavorecidos son "ofrendadas" para mantener o desafiar un sistema de dominación, ya sea el control territorial israelí o la lucha armada palestina.

 

Simbolismo de la Sangre en la Resistencia y la Memoria:

Así como en la antigüedad la sangre sacrificial podía tener un carácter redentor o unificador, en el conflicto entre Israel y Gaza también emerge como un símbolo de resistencia y memoria. Para los palestinos, cada víctima de los bombardeos israelíes es a menudo vista como un mártir en la lucha por la autodeterminación, un recordatorio de décadas de ocupación y desplazamiento. Para los israelíes, las víctimas de los ataques de Hamás refuerzan la narrativa de un pueblo que enfrenta amenazas existenciales, uniendo a la comunidad en torno a la necesidad de defensa. En ambos lados, la sangre derramada se transforma en un llamado a la acción y en un símbolo de identidad colectiva, similar a cómo los sacrificios antiguos podían inspirar devoción o cohesión comunitaria. Como señala el historiador Benny Morris, la memoria de la violencia en este conflicto actúa como un motor perpetuo de resentimiento y retaliación, haciendo que cada gota de sangre refuerce narrativas opuestas de victimización y justicia.

 

Paralelismos y Diferencias: ¿Un Sacrificio Moderno?

Aunque los contextos son radicalmente distintos, los paralelismos entre los sacrificios humanos de la antigüedad y la violencia en el conflicto entre Israel y Gaza residen en el uso de la sangre y la muerte como instrumentos de poder, control y resistencia. En ambos casos, la vida humana se "ofrece" —ya sea a los dioses o a ideales como la seguridad y la libertad— para sostener una estructura de dominación o para desafiarla. Sin embargo, mientras los sacrificios antiguos estaban imbuidos de un sentido trascendental y ritual, la violencia en este conflicto carece de esta dimensión espiritual explícita y se presenta como una brutalidad deshumanizada, donde el fin último no es necesariamente el bienestar colectivo, sino la perpetuación de narrativas enfrentadas de supervivencia y legitimidad.

Por otro lado, en el contexto del Antropoceno, la violencia de este conflicto también puede leerse como parte de un "sacrificio" más amplio: el de comunidades enteras y del tejido social mismo, sacrificados en el altar de disputas históricas y geopolíticas. La sangre derramada no es solo humana, sino también ecológica, con la destrucción de infraestructura, tierras y recursos en Gaza, exacerbada por el bloqueo y los enfrentamientos, que han dejado a la región al borde del colapso humanitario. Como argumenta Achille Mbembe en su obra sobre la necropolítica, los conflictos contemporáneos a menudo operan bajo lógicas que convierten a ciertas poblaciones en "desechables", sacrificadas para mantener el poder o los intereses de otros, una dinámica que resuena en la asimetría de este conflicto.

 

Ampliando el Análisis: Dimensiones Humanitarias y Geopolíticas

El conflicto entre Israel y Gaza no solo se limita a las partes directamente involucradas, sino que tiene implicaciones globales, con potencias internacionales y organizaciones humanitarias desempeñando roles significativos. La asimetría de poder entre Israel, con un ejército altamente equipado y respaldado por aliados como Estados Unidos, y Gaza, bajo el control de Hamás y su población civil atrapada en un enclave bloqueado, refleja cómo el "sacrificio" de vidas no es equitativo. Según la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina (UNRWA), más de 1.9 millones de personas en Gaza (casi el 85% de la población) han sido desplazadas internamente desde octubre de 2023, enfrentando condiciones de vida insostenibles. Este desplazamiento masivo y la pérdida de vidas civiles pueden interpretarse como un sacrificio colectivo, donde la población de Gaza paga el precio de un conflicto que trasciende sus propias decisiones.

Además, las narrativas de "sacrificio" se ven complicadas por las dimensiones religiosas e históricas del conflicto. Tanto judíos como palestinos invocan reclamaciones ancestrales sobre la tierra, y la sangre derramada a menudo se enmarca dentro de una lucha sagrada por la identidad y la pertenencia. Esto recuerda los sacrificios antiguos, donde la sangre era un medio para conectar con lo divino o lo trascendental, aunque en este caso las interpretaciones religiosas se entrelazan con objetivos políticos y territoriales.


¿Hacia una Redefinición del Sacrificio?

La comparación entre los sacrificios humanos de la antigüedad y la violencia en el conflicto entre Israel y Gaza nos confronta con una pregunta ética: ¿qué significa el sacrificio en un mundo donde la sangre ya no se derrama por un propósito trascendental unificado, sino por narrativas enfrentadas de supervivencia y justicia? En la antigüedad, el sacrificio, aunque cruel, buscaba un equilibrio cósmico o social; hoy, en este conflicto, parece ser un ciclo de violencia que no redime ni renueva, sino que destruye y perpetúa el sufrimiento.

Esta reflexión nos desafía a imaginar un nuevo tipo de sacrificio, uno que no implique sangre ni pérdida de vida, sino renuncia a las dinámicas de retaliación y compromiso con la paz y la reconstrucción. En lugar de ofrecer vidas humanas al altar de la guerra o la venganza, podríamos "sacrificar" posiciones intransigentes, narrativas de odio y políticas de exclusión para construir un futuro más equitativo para ambas comunidades. Solo así, la sangre derramada —tanto en la historia como en el presente— podría dejar de ser un símbolo de división y convertirse en un recordatorio de lo que debemos cambiar. Como sugiere Judith Butler en su análisis de la violencia y la precariedad, reconocer la vulnerabilidad compartida de todos los seres humanos podría ser el primer paso para rechazar las lógicas sacrificiales que perpetúan la opresión.

 

Notas a Pie de Página

1.      René Girard, La violencia y lo sagrado (Barcelona: Anagrama, 1995), 45-67.

2.      Gobierno de Israel, Informe oficial sobre los ataques del 7 de octubre de 2023 (Tel Aviv: Ministerio de Defensa, 2023), 1-3.

3.      Ministerio de Salud de Gaza, Reporte de víctimas del conflicto (Gaza: Autoridad Palestina, octubre de 2024), 2-5.

4.      Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas (OCHA), Informe sobre la situación humanitaria en Gaza (Nueva York: Naciones Unidas, 2024), 10-12.

5.      Benny Morris, Righteous Victims: A History of the Zionist-Arab Conflict, 1881-2001 (Nueva York: Vintage Books, 2001), 678-690.

6.      Achille Mbembe, Necropolítica (Barcelona: Melusina, 2011), 19-34.

7.      Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina (UNRWA), Actualización sobre el desplazamiento en Gaza (Jerusalén: UNRWA, 2024), 3-7.

8.      Judith Butler, Vida precaria: El poder del duelo y la violencia (Buenos Aires: Paidós, 2006), 55-78.

 

Bibliografía

Butler, Judith. Vida precaria: El poder del duelo y la violencia. Buenos Aires: Paidós, 2006.

Girard, René. La violencia y lo sagrado. Barcelona: Anagrama, 1995.

Gobierno de Israel. Informe oficial sobre los ataques del 7 de octubre de 2023. Tel Aviv: Ministerio de Defensa, 2023.

Mbembe, Achille. Necropolítica. Barcelona: Melusina, 2011.

Ministerio de Salud de Gaza. Reporte de víctimas del conflicto. Gaza: Autoridad Palestina, octubre de 2024.

Morris, Benny. Righteous Victims: A History of the Zionist-Arab Conflict, 1881-2001. Nueva York: Vintage Books, 2001.

Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas (OCHA). Informe sobre la situación humanitaria en Gaza. Nueva York: Naciones Unidas, 2024.

Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina (UNRWA). Actualización sobre el desplazamiento en Gaza. Jerusalén: UNRWA, 2024.