APUNTES SOBRE LAS REDES SOCIALES VEGETALES
David De los Reyes
Ponencia para el ILIA-UARTES/OCTUBRE 2021
I
Mi proyecto
de Redes Sociales Vegetales surge de lo que se ha denominado en las tendencias
estéticas artísticas contemporáneas como
LandArt (también llamado Lant, Earth Art o Earthworks.
El
Landart surge a partir de las últimas décadas del siglo XX. La definición más
simple de ella es la conocida como Arte
de la Tierra, arte ambiental, u obras de tierra. Es una corriente
contemporánea en la que el paisaje y la obra de arte están estrechamente
enlazados. Utiliza a la naturaleza como material para intervenir en sí misma.
Me he
apoyado en esta visión, pero redireccionándola hacia el mundo vegetal de las
plantas, de los árboles, de los hongos y todo organismo celular que tiene como
principio fundamental la actividad de la fotosíntesis para el sostén de su
propia condición vital. Las expresiones de LandArt más cercanas a nuestro
proyecto artístico estarían en lo referente al paseo como arte. Acción
propia de artistas como Richard Long y
Hamish Fulton. Long tiene una obra que data de 1967 e interesante al respecto,
cuyo título es A Line Made by Walking.
El
Landart ortodoxo, vamos a llamarlo así, utiliza elementos materiales/orgánicos
como la tierra, la piedra, las rocas, el fuego, el agua y la madera. Es
procurar la inserción sensible del
espectador en el ambiente intervenido, del cual se espera despertar emociones
en la presencia alterada del entorno natural.
Mi caso es distinto, me he acercado
a ello a través del mundo vegetal, el cual no se ha tenido muy presente
dentro de esta postura artística. Ello me aproxima a una tendencia del pensamiento
que emerge de la nombrada Ecosofía.
Las
plantas, o el campo de lo vegetal, desde los primeros indicios de incluirlas
como un objeto de estudio y conocimiento, se han considerado el último estadio
de los seres vivos. Aristóteles las asumió como seres inmóviles, sin capacidad
de reproducción. Seres sin alma,
pues para el estagirita sólo tendrían este corpúsculo volátil inserto en
los cuerpos de los animales que poseían
sensibilidad y sentido. A diferencia del materialista Demócrito y su visión del
movimiento continuo de los átomos que incluía también, de forma afirmativa, a
los entes vegetales
Sin
embargo, persistió por muchos siglos la visión aristotélica, en que las plantas
se consideraron como seres inertes,
inmóviles, inexpresivas, sin sentidos, sin sensibilidad, sin inteligencia. Es
lo que se ha catalogó como un ser vegetal, calificativo que se da a las
personas que han perdido la capacidad de reacción ante los estímulos y
contactos con el entorno, quedando solamente con los signos vitales de vida del
cuerpo, ejercidos por el cerebro parasimpático, siempre que el cuerpo se siga
alimentando.
Las
investigaciones más recientes en el reino de la botánica han cambiado este
enfoque. Ello comenzó, posiblemente en
el siglo XIX, con las arriesgadas propuestas científicas de Charles Darwin al
escribir un peculiar libro, cuyo título es El poderoso movimiento de las
plantas, donde ya afirmaba una tesis fundamental, las plantas tienen
movimiento y se comunican. Su hijo, Francis Darwin, botánico, vino a vislumbrar
otro aspecto más impactante, cuando en 1905 afirmó frente a un cónclave de
científicos, que se podía hablar de la inteligencia de las plantas. Esto
a partir de los hallazgos que observó en el ápice central de la raíz de ellas.
Ante
esta situación, correspondiente apenas a una enunciación del estado del arte
del conocimiento botánico y biológico en el presente, nuestra postura no busca
resultados de un conocimiento positivo, de corte cientificista, sino que,
inspirándose en él, se procura obtener la atención en torno a las posibilidades
estéticas y artísticas a través de los recursos del arte digital.
II
En la
tradición milenaria del arte oriental, influido por el budismo, el taoísmo y
por el sintoísmo, nos encontramos con un
arte del uso de los elementos florales para crear propuestas
artístico-vegetales de contemplación meditativa y ambiental. En occidente se desarrolló un arte del paisaje
construido bajo un sentido urbano, que data desde la existencia de los antiguos
y espectaculares Jardines de Babilonia
(s. VI a.C., también conocida en la Biblia por Babel y nombrada
como una de las siete maravillas del mundo antiguo), bajo el reinado de
Nabucodonosor, contiguo a las orillas del rio Éufrates; dicho jardín estuvo
constituido por palmeras y árboles frutales (dátiles, cítricos, cocos, etc.).
La
mitología griega no es indiferente al mundo vegetal. Aparecen vinculados a ella
ciertos atributos de los dioses, héroes, ninfas y demás mortales. Podemos
nombrar a Deméter, Dionisos, Atenea, Apolo y Afrodita. Pero están las referencias
específicas romanas con Flora (diosa de las flores), Vertumno (dios del cambio
de las estaciones) y su amada Pomona (diosa de las frutas).
En la
América nativa y amazónica, la referencia entre la vegetación y lo chamánico no
puede separarse de los usos de las plantas tanto para rituales espirituales
como para usos medicinales, lo cual nos muestra una búsqueda de armonía entre
los seres y los elementos de la selva. La imagen persistente es la del árbol
de la vida, también llamado árbol del conocimiento o árbol
del mundo. Es una imagen poderosa,
que incluye fundamentos religiosos, filosóficos y mitológicos, no sólo para
nuestro continente, sino también en las culturas antiguas alrededor del mundo.
Por
ejemplo, en las culturas ancestrales de Norteamérica (con los iroqueses), en
las Mesoamericanas (con los mayas, los azteca y los mixteca, entre otros), como
en las de Suramérica (donde diferentes étnicas amazónicas se trenzan, por
ejemplo, con el mito del Watuna, que representa el ciclo de la creación
para los yekuana, maquiritares, o los waraos en el Orinoco (Marc de Civrieux),
y los tipí-cocoma del territorio peruano, hasta en diferentes étnicas de la
sierra andina, por solo nombrar algunas). Para muchas culturas ancestrales su
cosmogonía está relacionada al árbol del mundo, representado por
la ceiba. En este árbol vivieron los primeros habitantes, y
dona las referencias topográficas de los puntos cardinales, un árbol como axis
mundi, como eje del mundo. No menos para los
habitantes de África, como el pueblo serer, para quienes constituye
toda una imagen espiritual-religiosa del orden del universo. Podemos así
concluir que el mundo vegetal no está separado tanto de los mitos originarios
como tampoco de los hábitos comunes y cotidianos de vida de esos pueblos.
III
La filosofía
griega también tendrá un acercamientos a los espacios vegetales y naturales
para su expansión. Así tenemos que Platón instala su escuela en el Monte de
Academus, Aristóteles con su escuela peripatética, situada al lado del templo dedicado a Apolo Licio,
el cual poseía un jardín donde enseñaba caminando a través de esos espacios
naturales, reflexionando en torno a la vida, y Epicuro, el más centrado en
estos métodos, quien desarrollará toda una comunidad filosófica en torno al
cultivo del jardín y la reducción del dolor humano, espacio conocido como el
Jardín de Epicuro. Y estas posturas filosóficas desplegaron toda una
influencia a lo largo de los siglos.
También
surgen los lujosos jardines de los musulmanes, referente importante de la
cultura islámica del cercano y medio oriente al ocupar territorios en la cuenca
mediterránea. Estos jardines estaban cercados por un muro, demarcando privadas
estancias. Eran el corazón de un palacio o de un edificio público. Se adaptaban
a los desniveles del terreno para producir zonas distintas de sombra o de luz,
de aire o de agua, transformándose en un pulmón de enfriamiento para
el recinto.
En el
alba de la modernidad occidental, el siglo XVI los jardines eran espacios
privados y de esparcimiento. Propiedad de cierta aristocracia y de
eclesiásticos. Se componían de especies vegetales exóticas, extrañas a las
propias de la región, dándoles un sentido de lo raro y de lo ejemplar.
En el
siglo XVII se siguió con esta tendencia que se ancla en el entorno de la
realeza. La monarquía absolutista hará
de ello un símbolo: son un espacio de ostentación y exteriorización del poder
del rey. Versalles, a las afuera de Paris, es un buen ejemplo de ello, con sus
simetrías, sus bosques, sus jardines, sus estanques y fuentes de agua, sus
esculturas y un orden geométrico que viene a mostrar una idea del sentido
absoluto y central del poder monárquico.
Los
jardines, como orden vegetal construido
para el esparcimiento, el encuentro, la
reunión, la muestra del poder imperial o ciudadano, seguirán proliferando hasta
hoy. Bien como espacios privados o públicos. Presentes en la agrupación de
zonas urbanas, urbanizaciones privadas o terrenos públicos. Pero todos ellos
tienen como eje central un ordenamiento verde, vegetal, compuesto de árboles de
distintas especies, de plantas exóticas
o florales, donde se combinan texturas, colores, formas creando un juego
paisajista que da un llamado para despertar el encuentro con lo vegetal urbano.
Por lo
tanto, podemos decir que habría una vegetación especializada y seleccionada para
su existencia dentro de los espacios urbanos, con toda una propuesta cultural
del uso y selección de una vegetación
ornamental, como otras que vendrán a ser
utilizadas para la alimentación, además de la flora propia de las regiones
salvajes geográficas de la selva, la sierra, la costa.
IV
Todo lo
dicho antes nos da cuenta de cómo lo vegetal está siempre en nuestro
entorno. Si bien tenemos poca atención a
lo prolífico de las especies vegetales que nos rodean, bien podemos referir que
de toda la biomasa que sostiene la tierra, la capa vegetal ocupa el 99.7 % de
ella, dejando sólo el 0.3 % para todas las otras especies animales. La tierra, más que ser nombrada un
planeta azul, por las grandes zonas oceánicas que la ocupan, podríamos decir,
también, que es un planeta verde.
Esto
nos lleva a tener una consideración particular. El animal hombre, por razones
religiosas, creencias y dogmas, tomado como el espécimen vivo más importante de
la tierra, pasaría a ser sólo un índice ínfimo en relación con la especie viva
que ha sido la más exitosa de todas: las plantas o el llamado reino vegetal.
De allí
que esta preocupación surgiera a raíz de lo vivido personalmente por la
pandemia del 2020. Miedos, exclusiones, evitar contactos animales y humanos,
movilidad reducida, horario de salida, de compras, limitación al máximo de
todos los posibles espacios públicos durante muchos meses en que prolifera la
peste china y la incertidumbre que arrastra a todos de contagio, enfermedad y
muerte.
En ese
fragmento de vida casi espectral ante la cotidianidad aplazada surgen mis
paseos solitarios, acompañados por mi perra, alrededor de la urbanización en donde habito. Los días pasan unos iguales
a otros, no tengo mucha idea del nombre de ellos, y a los únicos ciudadanos que
nos dan permiso de salir por la zona y en diferentes momentos del día, somos
los que tenemos un lebrel que pasear. Son las horas que me permiten husmear y
caminar largo a través de una ciudad casi abandonada, silenciada, sin
referencias humanas, donde los pocos que andamos por las calles tienen
finalidades muy específicas, salir a comprar alimentos, medicinas, o, como en
mi caso, sacar un rato a pasear a su mascota.
Es
cuando entro en cuenta de que el mundo pudiera seguir muy bien sin la presencia
humana. Donde la única especie expectante y constante serían, los insectos, los
animales que habitan libremente en torno a la ciudad y las plantas, el mundo
vegetal.
Al
caminar me encuentro con los cuidados jardines de las casas, o de las floras
que están presentes en el entorno urbano. Grandes árboles, palmeras de todas
las especies, plantas tropicales florales, hongos, etc. Y es cuando surge la
idea de comenzar a realizar tomas con el
dispositivo digital más popular de nuestro tiempo, el celular.
Las
fotografías del móvil tienen un formato específico, unas dimensiones cerradas,
un enfoque particular y una perspectiva y nitidez técnica circunscrita a los
límites de sus posibilidades. La tecnología nos proporciona instrumentos de uso
corriente que podemos darles otros usos a los habituales: un uso creativo y no
sólo neurótico mimético: los usos que marcan las tendencias comunes de la
mayoría de los usuarios del celular.
A
partir de ahí surge la idea de realizar una serie de tomas fotográficas del
tema vegetal. Raíces, hojas, flores, tallos, troncos, bajo una óptima
minimalista, puntual, con un lente cerrado a captar lo específico de las plantas que me despiertan interés en
mi itinerario cotidiano de salir a pasear con mi mascota.
Largas
caminatas solitarias que me llevan a recordar mis lecturas del caminante
filósofo norteamericano Henry Thoreau, o del incomprendido pensador romántico,
exaltador del habitante americano y botánico aficionado, así como polémico y
polímata, el suizo Jean Jacques Rousseau. Los paseos me hacen volver, en estos
tiempos de encierros y de soledad más que buscada decretada, a releer sus obras
y adentrarme al conocimiento de la botánica durante muchos meses. Siendo este
el comienzo de una serie de lecturas de otros autores cercanos a la temática,
desde los escritos del pionero Gonzalo Fernández de Oviedo en el siglo XVI,
pasando por el botánico hispanoamericano
José Celestino Mutis, como a las recensiones de Alejandro Von Humbolt, del
siglo XVIII, hasta los autores más recientes como los textos del biólogo
italiano Stefano Mancuso, entre otros.
Con las
tomas fotográficas que había recolectado, a partir de agosto del año pasado
(2020), comencé a pensar en las
posibilidades que me ofrecía el manejo de las imágenes a partir de las opciones
de los recursos digitales de estas tomas. Encuentro que me dan pie para
desarrollar una opción icónica-digital particular, que me lleva, sin querer queriendo, a mundos
utópicos vegetales: un imaginario de mundos
vegetales posibles.
Es en
esta intuición o pulsión creadora que me permite ocupar parte de mi tiempo en
la expansión de lo que he llamado “intervenciones”. Intervenciones en las
formas “realistas” que arroja la estética fotográfica convencional. Y
reflexionar en las implicaciones de lo vegetal tanto en la vida en general,
pero también como un prodigador de la existencia, del universo verde y su
importancia para todo tipo de vida orgánica.
La
dimensión de lo vegetal es de lo menos tomado en cuenta en nuestras vidas. Estamos más centrados y
seducidos por el último producto de consumo masivo que en las implicaciones
reales de los elementos vivos y vitales para mantener la vida en el planeta.
Sin plantas no hay vida, no hay oxígeno, no hay ciclos hídricos constantes, y
sí un recalentamiento permanente de la tierra en su conjunto y de nuestros
habituales zonas de convivencia: casa,
calles, barrio, plazas, urbanizaciones, campos, montañas, etc.
Esto es
lo que me lleva a una toma de
consciencia ecológica y de estética ambiental. Fue el comienzo de lo que llamé
Redes Sociales Vegetales.
En un
mundo de redes sociales de comunicación creadas por el hombre mediante el
artificio de la ciencia y la tecnología, expandido por el mercado, el capital y
los intereses individuales, empresariales y políticos, nacionales o internacionales,
me surge una idea contrapuesta. Pensando en utilizar los mismos medios que se
tienen para amplificar los mensajes y adentrarnos en un conjunto de
interrelaciones humanas virtuales y superficiales, encuentro que las plantas también tejen sus propias redes sociales de sobrevivencia.
Ante la
indiferencia generalizada sobre lo vegetal del entorno me preocupo por darle un
sentido a esta idea y procuro el diseño de un planteamiento artístico estético
y ecológico con el uso de las redes, de crear una propuesta expresiva verde que
incursione en una de las redes sociales más populares, Instagram (IG), y luego,
en la de Facebook.
Esto me
llevó a construir otros usos de las redes. Salir de la vanidad y del narcisismo
persistente y propio de las opciones que nos exige el celular y dar cabida a lo que no se le presta atención. Las
opciones de la fotografía digital
facilitan una propuesta técnico-artístico-estética que me atrapó.
Estando influenciado por la evolución del arte plástico y la incursión temática variada de la
naturaleza, como la mímesis de representaciones, hermanada al paisajismo
arquitectónico y ornato de jardines, todo ello en su conjunto vino a sentar las bases de mi plan de trabajo de
investigación artístico digital.
RSV es,
en principio, un proyecto cuyo fin último no es ser expuesto en una galería o
museo o cualquier otro espacio de exhibición alternativo de los que proliferan
en todas las ciudades globales. Como tampoco una obra para exhibirse en la
dimensión real “líquida”. RSV es una obra
intuitivamente direccionada hacia la comunidad de usuarios de IG, luego
expandida hacia las audiencias de Facebook, exclusivamente. ¿Expresión de crypto
arte? Pudiera ser.
Y el
arte de estos tiempos pandémicos, como hemos podido darnos cuenta, ha migrado
también a todas estas plataformas, sumando todo un compendio de expresiones de
todo tipo a su contenido cotidiano. Pasando de los mensajes anodinos, banales,
“meméticos”, a verdaderas presentaciones
que van desde las mismas colecciones de museos hasta generosas
presentaciones musicales, literarias, teatrales, fílmicas. Llegando a lo que he
llamado como el grado Zoom de la cultura. Término que procuraré explicar en
otra ocasión.
De esta
forma, a partir de ese agosto del 2020 comencé a colocar mis fotografías intervenidas, de las
distintas fotos vegetales que captaba mi ojo en mi caminar citadino por medio
de la cámara de mi celular. Luego bajadas y trabajadas partiendo de esas formas
darles un contenido y un tratamiento geométrico, rizomático, azaroso según los
casos, además de los usos de diferentes filtros de texturas y colores,
estableciendo una lúdica paleta personal virtual para ello. Todo, como lo puede
hacer un artista visual que plasma su obra por medio de sus elecciones
materiales, formales y cromáticas en sus propuestas.
Ha
pasado más de un año en ese trabajo creativo y de investigación que surgió como
de la nada. De llenar una necesidad personal de atender la pulsión creadora incitada
por el encierro de nuestra situación pandémica global que ha cambiado nuestras
vidas.
Una
propuesta que tiene la finalidad de despertar una mayor comprensión y atención
a quien se acerque a estas imágenes, de insertarle dentro del más exitoso reino
viviente del planeta, de los seres que mejor han comprendido la necesidad de
trabajar y convivir en provecho de la continuidad de la vida.
Henry Thoureau nos dice algo sobre la apreciación de las plantas, en su libro Colores de Otoño:
”Un hombre puede correr y pisotear plantas que le llegan a la cabeza sin enterarse de que existen, a pesar de que las sigue a toneladas, las esparza por sus establos y alimente con ellas a su ganado durante años. Sin embargo, si se detuviera a observarlas, se sentiría cautivado por su belleza. Hasta la planta más humilde, o hierbajo, como solemos llamarlas, está allí para expresar alguna idea o estado de ánimo nuestro”… (Las plantas) “nos enseñan a morir. Uno se pregunta si llegará el momento en que los hombres, con su presuntuosa fe en la inmortalidad, yazcan con la misma elegancia y madurez (…) se desprendan de sus cuerpos como de sus cabellos y sus uñas. Cuando caen las hojas, toda la tierra se convierte en un agradable cementerio al que entrar” (…) “El hombre sólo ve lo que le interesa. Un botánico absorto en el estudio de las hierbas no distingue el más grandioso de los robles de las praderas. Es como si anduviera debajo de los robles sin darse cuenta o, como mucho, sólo viera su sombra”.
Un verde dominio que está presente desde lo macro a lo micro espacial y vivencial, que sin sus especiales seres, la existencia no tendría cabida en nuestra nave espacial llamada Tierra. En fin, concientizar sobre esa extendida universal y planetaria red social vegetal, que de forma silenciosa y constante, nos pone en atención ante la fragilidad permanente que rodea a nuestras vidas.
Recordando
así al principio ético del gran médico humanista y músico alsaciano, hoy casi
olvidado, Albert Schweitzer, en su texto Reverencia por la vida: “La filosofía verdadera debe
empezar con el hecho más inmediato y comprensivo del sentido: 'soy un ser vivo
y deseo vivir, en medio de seres vivos que desean vivir’”.
¿Dónde se encuentran las Redes Sociales Vegetales?
En Instagram –comunidad IG- en #davidelosreyes57
En Facebook:
https://www.facebook.com/david.delosreyes.5030/
En YouTube: David De los Reyes Redes Sociales
Vegetales
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