martes, 1 de octubre de 2019


Poe y Melville: 

un epicentro literario marino

David De los Reyes
(Universidad de las Artes, Guayaquil
Universidad Central de Venezuela)

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I
El poeta nicaragüense Rubén Darío fue un profeta respecto a la celebración de la obra de Poe. Publica en 1920 un particular libro de ensayos con el título de Los Raros. Ahí presenta a una serie de reflexiones críticas sobre sus poetas predilectos. El primer ensayo que encontramos es sobre el raro poeta Edgar Allan Poe y suscribe una apreciación personal que, aún pasado más de un siglo, se mantiene en pie. Esta apreciación agorera tiene una doble consecuencia. Primero advierte del permanente interés, pertinencia y constancia en torno a la inconfundible obra universal de Poe por autores de disímiles latitudes, diferentes disciplinas artísticas como de tendencias diversas. Y segundo, de su infaltable y constante celebración anual en muchas partes del globo. Y de esto último se trata aquí. Nunca pasó ni pasa desapercibido este hombre de capa negra gótica. Las palabras del romántico poeta latinoamericano así lo precisan: “La influencia de Poe en el arte universal ha sido suficientemente honda y transcendente para que su nombre y su obra no sean a la continua recordados. Desde su muerte acá, no hay año casi en que, ya en libro o en revista, no se ocupen del excelso poeta americano, críticos, ensayistas y poetas. Y hoy, por encima de todo, no menos presente el comentario y apreciación de su fantástica obra en el continuum virtual de la letra digital de las pantallas luminiscentes.
Pero este año 2019 tiene una particular y doble celebración. A Poe se le ha adherido a éste consabido recuerdo, la celebración del introspectivo Herman Melville, por los doscientos años de nacimiento. Si el octavo mes del año fue para tributar la obra y memoria de Herman Melville (nació el 1 de agosto de 1819-1891), no menos presente resulta la gran figura de Edgar Allan Poe (1809-1849), a los 210 años de su nacimiento (que fue el 19 de enero) o a los 170 de su partida a conmemorarse este 7 de octubre. Una muerte por demás espectral y no muy aclarada. Del final de uno de esos divinos semilocos necesarios para el progreso humano, en palabras del nicaragüense Darío, quien continúa refiriendo a Poe como el cisne desdichado que mejor ha conocido el ensueño y la muerte, poeta infeliz, príncipe de los poetas malditos.

¿Por qué traer a estos dos creadores estadounidenses en este breve ensayo? Ambos, Poe y Melville, tienen en común, además del ejercicio de la escritura de ficción, haber elaborado dos de las novelas más singulares en torno al tema marino de la literatura en la primera mitad del siglo XIX. La Narración de Arthur Gordon Pym de Nantucket (1838), del bostoniano y la profusamente comentada pero menos leída Moby Dick (1851) del neoyorquino. Ambos serán narradores que dirigieron la proa de su imaginación literaria al vasto espacio, casi infinito, de los mares, de los habitantes de sus profundidades y de la vida impetuosa e irracional de los hombres que habitan en su personal literatura de viajes y de arenas saladas. Una y otra obra, tienen en común otro elemento determinante para el destino de sus autores: estos libros serán en su momento sendos fracasos comerciales para sus editores. Sus atentos lectores, pudiéramos inferir, aún no habían nacido.
Poe escribió, como sabemos, en principio poesía (sus tres primeros libros editados estuvieron enmarcados en ese género literario), y una serie de impecables cuentos cuyo entorno y pie ondean la atmósfera marina, pero su única novela fue cimentada sobre un turbulento mar arrollador y en un torbellino de pasiones oscuras que atraviesan a sus personajes. La narración de Arthur Gordon Pym de Nantucket (Harpers and Brothers ed., N.Y), su cuarta publicación editorial, es una obra a la que pudiéramos acercarnos bajo la lectura como una creación que rompe los parámetros de la novela usual del realismo, del naturalismo y del costumbrismo del siglo XIX. Su autor la presentó como un ensayo basado en el Diario de anotaciones de su amigo (ficcional) Jeremías Reynolds, que había llevado a cabo una expedición a la Antártida en el año de 1829. Reynolds había sido destituido de su barco por un motín dejándolo en Chile.
Leerla nos exige una mirada bajo un acercamiento tonal de hibridez, tanto por su forma y como por su contenido, pues comienza con un prólogo que es una confesión de Pym en tanto polizón de dieciséis años en un ballenero anclado en el puerto de New Bedford (EEUU). Luego, tras el relato de naufragio y la muerte, se desarrolla como una novela de aventuras, o una visión particular sobre hechos insólitos dados sobre el mar, como es la oscuridad de la inteligencia ante la desesperación del hambre de los sobrevivientes y su consecuente canibalismo, al que se  ve conminado Pym junto a otros compañeros. Han de comerse a su amigo Richard Parker para sobrevivir al naufragio; o a situaciones escabrosas en que ciertos hombres se ven confinados a vivir, o leer la obra como un documento periodístico (que hoy podría pasar como un sutil fake news), pero que termina en una doble vertiente. Por un la lado, tiene un implacable final fantástico, gótico y misterioso; y por otro, un recuento de sucesos que hubieran podido ser vistos como reales para la imaginación colectiva lectora. Por tal condición Pym se ve obligado a narrar los hechos tal como fueron.

II
Para la aparición del libro, partes de la novela fueron publicados en periódicos como si hubieran sido hechos reales, convenciendo a muchos lectores de la existencia de una tierra ignota en que el agua se calentaba en vez de enfriarse a medida que se viajaba hacia los polos. Poe se adelanta a la condición de colocar noticias falsas literarias, como ya dije más arriba, para su uso publicitario y crear una expectativa literaria.
El origen de la inspiración tanto para la obra de náufragos caníbales de Poe como para la cacería de la ballena Moby Dick por el capitán Ahad está basada en el trágico caso del ballenero Essex, el cual zarpó en noviembre de 1819 del puerto de Nantucket, (año que nace Melville), a un viaje sin retorno, donde su destrucción y naufragio se debió a un cachalote enfurecido ante el ataque y cacería de esa nave contra un grupo de ballenas junto a sus crías, frente a las costas de Chile. El caso es que Poe toma el hecho del hundimiento sin referir a la envestida destructiva del gladiador cetáceo contra el Essex y Melville tomará ese insólito hecho como un motivo para dirigir, como proa poética, la trama de su obra hasta el final. En ésta, la destrucción del barco por el cachalote blanco sería punto de partida para inspirar su relato; en la otra, sería el naufragio y el canibalismo el punto de partida y desarrollo de la aventura.
La obra del marinero literato Herman, se engendra cuando escucha y lee del caso estando en el mar, sirviendo como marinero en el ballenero Acushnet, y entrabar amistad con el hijo de uno de los oficiales náufragos, el primer oficial Owen Chase, quien había escrito una relación de los hechos, dejándole en sus manos prestada una copia del manuscrito donde relataba la desastrosa aventura de su padre. Poe, cultor de imágenes donde la sombra de la muerte es implacable, se detendrá en narrar naufragios y la supervivencia del grupo de marineros por el sacrificio vital de sus compañeros.
Pareciera que ambos escritores se hubieran puesto de acuerdo para utilizar e inspirarse cada uno en una parte distinta de la historia. Poe desarrolla su obra en los linderos que tocan la parte más directa, truculenta e inhumana, la del naufragio y canibalismo; Melville se inspirará de forma más abstracta y simbólica a través de la glorificación de la brutal fuerza natural e inconmensurable del cetáceo blanco y su envestida fatal ante la frustrada venganza del desquiciado capitán. Ese cachalote albino, hoy se sabe que existió y habitó realmente los mares del Pacífico Sur, cerca de las islas Mocha, al suroeste de la costa de Chile.
La primera edición de la obra de Poe data de 1838. Y por lo dicho hasta acá nos preguntamos si ¿la habría leído en ese momento Melville? No lo sabemos, pero sí la leyó en alguna de sus travesías en el mar, influyendo en él; tal apreciación es bastante segura. Melville tendría diecinueve años para ese entonces, y buscaba su futuro e incierto destino; se había desempeñado en varios oficios, como maestro y empleado de banco, hasta llegar a tomar la decisión de echarse a la mar para no suicidarse, como nos lo dice en primer párrafo de su impresionante novela Moby Dick, que tendrá que esperarse dos décadas para su aparición en 1851.

III
Este pequeño homenaje que traemos aquí, en memoria de estos dos autores decimonónicos estadounidenses, ha querido ofrecer algunos aspectos en torno al tema de lo marítimo en estos dos autores, sin poner de lado la temática de los balleneros y sus particulares concepciones de mundo en cada uno de ellos al respecto.
Si bien La Narración de Poe tiene una serie de eventos que muestran las condiciones de los colonos de los océanos, también advertimos que los barcos referidos en su obra, el Grampus y el Jane Guy, son balleneros, naves que zarpan a la cacería y al comercio de los productos del cetáceo por los Mares de Sur. El intrépido Pym-Poe, nos hablará de motines, naufragios, rescates, canibalismo y enfrentamiento a seres fantásticos que son, ¿coincidencia con la ballena Moby Dick?, varios de ellos de color blanco, que simbolizará el bien y el mal. Poe muestra en su novela a los nativos de las islas como supersticiosos a ese color, presente en el animal extraño que habían capturado en alta mar los tripulantes del ballenero, como también de los grandes blancos pájaros que surgen de la vaporosa cortina blanca del polo sur. Entre esos visos de ser ensayo y literatura ficcional a la vez, la obra de Poe, girando en torno al blanco presente en seres sobrenaturales, pudo surgir –y he aquí una especulación personal- en Melville la idea de la ballena blanca que estremecerá sublimemente a los trágicos tripulantes del Pequod.
Impresiona que, a diferencia con Melville, Poe tendría una reducida experiencia del mar. Un único viaje a Inglaterra (Londres), cuando se traslada de niño a suelo inglés con su familia adoptiva, donde en ese país adquirirá una formación de lenguas clásicas y modernas, del latín y del francés.  Y nada más.

Las dos obras decimonónicas estarán enmarcadas en una literatura de viajes y aventuras marítimas, presentando lugares y eventos exóticos, perdidos, inauditos a los urbanitas de entonces. Ambas tuvieron críticas que las ensalzaron como las denostaron estos divertimentos estéticos literarios de una fina y abierta exploración y conocimiento del alma y la naturaleza humana.
Ambas obras han sido calificadas por la crítica (de antes y de ahora inclusive), de ser imperfectas, cansinas y pesadas en largos pasajes casi teóricos marítimos, donde parecieran hacer un inventario de actividades y de situaciones en torno a la navegación, diferenciándose del giro final de cada una. La Narración de Poe desconcierta con su abrupto final aparentemente gratuito y trunco, frente a un ignoto ser blanco que absorbe a los personajes sobrevivientes de un naufragio.
El caso del capitán Ahab y el blanco cetáceo concluye con la destrucción del ballenero Pequod son su tripulación, del que solo dos seres continuarán con vida: Ismael, que también es la voz narradora que nos relata su aventura, y la ballena blanca; los únicos sobrevivientes de un encuentro mortal y ejemplarizante entre el hombre y las fuerzas de la naturaleza que representa el animal marino, el cual ejerce la atracción y venganza del poseído capitán Ahab, que vendría a representar la soberbia y el mal, la voluntad de poder destructiva y tiránica de este tiránico y experimentado marinero de marras.
Con esta breve relación entre estas dos obras peculiares sobre la condición del hombre de mar y al entorno de la líquida tela oceánica a que es referida como fondo de sus acciones y aventuras, de sus relatos y tramas marinas, hemos querido celebrar así como constatar, las agoreras palabras del nicaragüense Rubén Darío, a la obra expectante y única del admirado Edgar Allan Poe, pero no menos la del marinero Herman Melville. 

David De los Reyes 17 de septiembre 2019. filosofiaclínica1.blogspot.com


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