martes, 1 de mayo de 2018


De Richard Wagner a Joseph Beuys:
obra de arte total e interdisciplinariedad
David De los Reyes

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“No tengo dinero, pero lo que sí tengo
es un enorme deseo de cometer actos de terrorismo artístico”
Richard Wagner
(De la carta enviada a Franz Liszt (futuro suegro), en junio de 1849)
En el arte Joseph Beuys (1921 – 1986) está presente la huella de la tradición wagneriana en sus propuestas estéticas y artísticas. Y ello no ha de dejarse  pasar por debajo de la mesa, al evidenciar cómo estte artista del siglo XX dará una traducción y una actualización de algunos de los principios que marcan la concepción de una  expresión estética que tiene como finalidad una obra de arte comprensible para la comunidad, para el público, sorteando las posturas clásicas del arte de lo bello y de agradar al asumir una visión trágica y dramática de la creación. De allí que no sea casual que encontremos una intensa relación de amor y odio con el artista total romántico Richard Wagner (1813 – 1883). Su propuesta, la obra de arte total (Gesamtkunstwerk), la captamos en ese punto de mira complejo y único de sus  óperas o dramas musicales. Y ese punto de intencionalidad creadora también se puede observar en la diversidad de las instalaciones del artista demiurgo  interdisciplinario Beuys, como consecuencia creativa que busca ampliar la visión del arte hacia los límites de la obra de arte total. Es lo que deja entrever la gran cantidad y variedad de trabajos y registros que habitan su hacer: objetos diversos, múltiples, instalaciones, obra plástica, música, películas, acciones, fundación de organizaciones políticas y univeritarias, discusiones-conferencias, presencia en medios de comunicación y todo de cara al público, como un factor vivo e integral de la obra.
Beuys sabía manejarse cómoda e intencionalmente entre medios de masa al tener conciencia de la capacidad de penetración e influencia en ellos, convirtiéndose en un mago de la palabra y la imagen. Era su anhelo de gestar una obra de arte total, de creador absoluto, planteándose incidir en el vínculo artista-creación-público.
Este creador, a lo largo de su vida, declaró varias veces sobre la concepción de su propuesta artística enraizada en la tradición romántico-wagneriana del arte de la obra de arte total. ¿Qué recoge Beuys de todo eso? Según se conoce por diversos autores, Wagner usó escasamente en sus escritos el término Gesamtkunstwerk para designar lo que conocemos como obra de arte total; más bien se refirió a la obra de arte del futuro (das Kunstwerk der Zukunft), que connota mucho menos la idea de “total” o “absoluta” y mucho más la idea de “en común”. Denis Bablet señala que Wagner se vale de una serie de equivalentes tales como la obra de arte más común (höchste gemeinsames Kunstwerk); la obra de arte más general (allgemeinheitliches Kunstwerk), y la obra de arte más total e inteligible (allgemein verstänliches Kunstwerk). Por tanto, afirma, que quizá deberíamos entender por la wagneriana palabra alemana Gesamtkunstwerk como obra de arte integral o, mejor, obra de arte en común. Según Bablet, las palabras zusammen e insgesamt, bases etimológicas del término, dan la idea de conjunto, de  vocación unitaria y de ninguna manera de totalidad ni homogeneidad, mucho menos la de coincidencia de las artes[1].
En La obra de arte del futuro (Das Kunstwerk der Zukunft), escrita en 1849 y publicada en 1850 durante su exilio en Zúrich, el Wagner anarquista y revolucionario, denuncia que desde la perspectiva de la vida pública el arte no es otra cosa sino lujo, frivolidad y superficialidad, un pasatiempo de diversión para unos cuantos en su tiempo de ocio. Un arte indiferente a la naturaleza de los sentidos, pero sobretodo, insensible a las necesidades de la comunidad. Tal manifestación debe ser superada por una forma de arte capaz de ir más allá de la red de intereses utilitarios en los que se encuentra, para restituirlo a su naturaleza artística originaria. 
Proponía entender al arte como un factor de vida en común y analizarlo en cuanto producto final. Ideas que pudiera suscribir completamente el neo-romántico Beuys. La obra de arte común nace de la coexistencia, o diríamos de la interdisciplinariedad, de diversas expresiones creativas: danza, música, poesía, arquitectura, escultura y pintura, conservando cada una sus características, de sus fuerzas específicas para poder asegurar su poder ensamblado y común para engendrar un arte trascendente. Sus palabras son afirmativas: Ni siquiera una sola capacidad desarrollada de las artes individuales permanecerá sin utilizarse en la obra de arte integral (Gesamtkunswert) del futuro[2].
La modernidad había roto el vínculo que unía al artista con otros, un aislamiento que, para Wagner, había pervertido al arte. Es su diagnóstico, presentado en su visionaria propuesta que intenta construir una simbiosis interdisciplinaria. Tales cánones wagnerianos, como referiremos más adelante, la encontramos en el corazón de  las preocupaciones vanguardistas del arte del siglo XX y puede, como eco resonante, no menos estar en muchos de los proyectos del arte  de estas primeras décadas del siglo XXI, al incluirse la innovación tecnológica  en el llamado arte digital actual y su direccionalidad a lo que he denominado art-complex[3].
¿Qué representó producir una obra de arte total? Consistía especialmente en asociar técnicas y formas de diversas disciplinas o varios medios en un fin  artístico común, pero también en incorporar  al espectador en ella, afectando y despertando todos sus sentidos, para llevarlo a una experiencia exploratoria personal y a la vez colectiva/pública[4]. Era fundir   arte y vida. Ello no sólo desde el punto de vista de una nueva arquitectura teatral (su Teatro de Bayreuth) o de su inclusión en al arte cinematográfico, sino la de una propuesta utópica de conducir y ampliar significativamente el curso de la vida, premisa incorporada al concepto de arte ampliado de Beuys. Como declara el músico trágico: “Que sea la propia voluntad el señor del hombre, el propio placer su única ley, la propia fuerza su propiedad toda pues lo único  sagrado que hay es el hombre libre, y no hay nada más elevado que él”[5].  Es descubrir el valor de la vida. Arte y vida vendrían a dar forma el encuentro con la máxima libertad romántica y revolucionaria, que sólo podía ser expresada por el verdadero arte[6].
 Al postular la integración de las artes, Wagner supuso su origen común en el impulso creativo, que Nietzsche  tomará  y desarrollará como kunstrieb (pulsión artística) apolínea[7]. El supremo bien del hombre, dentro de esta metafísica romántica de la creación, es su fueza creadora, la fuente de la que brota toda felicidad, plasmado en un auténtico y pleno goce supremo; estadio que no se centra sólo en su producto final sino en la misma actividad del producir, en poner en prueba nuestra fuerza[8].  Se trata un intento de destruir el orden de las cosas que separa el disfrute del trabajo, que convierte en proceso laboral en una carga insoslayable, que termina transformando el goce en vicio, que convierte a un hombre en miserable bien por exceso o por defecto[9].
Esta concepción del goce de la labor bien hecha es un planteamiento que encontramos no solo en los escritos juveniles del joven Marx de 1848, sino en las reflexiones del mismo Beuys, quien lo replanteará y activará en su vida personal. Pero el escultor social de Beuys, sin quedar en una idílica isla wagneriana, comprende que la transformación de la materia implica más que el disfrute y la libertad del crear. En toda transformación material inciden procesos biológicos de la vida. Y esto lo modela de la actividad de las abejas, especie que se esfuerza para generar una dinámica  transformadora-creadora. Pero si en la vida animal la labor del trabajo se confunde con el instinto propio de la vida, en los seres humanos se realiza de una forma multidimensional en tanto actividad no sólo artística o artesanal, sino cognitiva, expresiva e instrumental. La fuerza creadora de Wagner o en Beuys, energía creativa, la concibe como una complejidad que encarna al pensamiento con el hacer al desarrollar una actividad que contiene, crea y construye la energía para fundar al hombre y al mundo como una realidad socialmente humana.

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¿Cuáles eran las propuestas románticas de la revolución wagneriana? En su visión de joven artista incomprendido socialmente, pero formado no sólo en lo artístico sino políticamente, escribirá sus radicales apreciaciones para ese siglo XIX lleno de conflictos revolucionarios, comunas enardecidas y pueblos que exigen un cambio en la organización social y económica de la sociedad. Los artistas y el arte estarán afectados por estas perturbaciones que moverán el suelo establecido por un  capital que se sostiene en función  de ampliar extensamente los límites de la sociedad industrial y sus cambios casi imperceptibles en su momento, pero que con su devenir irruptor y miserable trastocará todo lo que toca.
En su texto Arte y Revolución leemos la propuesta de un revolucionario y su programa de acción, de un hijo de su época que ha sentido la injusticia, la miseria y la indiferencia de la dinámica del orden burgués.  El arte es, como se ha dicho, para los románticos la actividad más elevada del hombre, donde se siente que puede ser dueño de sus sentidos y con ello ser capaz de sacar de ese mundo sensible suyo la mayor alegría, en  que el arte es su instrumento preferido, pues sólo del mundo de los sentidos puede nacer la voluntad de crear obras de arte[10]. Junto a esto no se puede dejar de lado la apreciación del paisaje religioso que encuentran los artistas románticos en la naturaleza, y Wagner la expresa advirtiendo la fuerza interna avasallante, que posee, que destruye y vuelve a crear un nuevo orden material, vital y espiritual. La naturaleza contiene energía y materia que la hace fuerte, indestructible e inagotable en su renovación permanente; se eleva como un caudal ante el cual ningún poder imaginable podría limitar su fuerza creadora[11]El arte del futuro  se elevará apoyándose en ella, se elevará, asentado en el fértil y vigoroso terreno de la naturaleza, hacia alturas insospechadas, pues su desarrollo irá desde abajo hacia arriba, como los árboles que desde la tierra se elevan hacia el cielo, desde la naturaleza del individuo hacia el gran espíritu de la humanidad[12]
Su fijación idílica de la creación pública del arte griego está presente en lo que fue su fin artístico para el joven terrorista artístico Wagner. En el arte griego resplandece el espíritu de una gran nación, y por tanto la obra de arte del futuro deberá reflejar el espíritu de una humanidad libre, por encima de las naciones.
Ante la barbarie de la civilización industrial busca a través de la huella de la justicia la guía a seguir por el artista comprometido. De esta situación miserable y sin alma, él se plantea su salida con el apoyo de ese gran movimiento utópico social, blandiendo el cartel programático de una revolución para alcanzar por la fuerza, el arte y la belleza. El arte, son sus palabras, comparte con este movimiento un mismo fin y ambos podrán alcanzarlo sólo si entienden que se trata de un fin compartido. Arte y Revolución son un binomio que arrastra con él la creación artística hacia la obra de arte del  futuro y su vínculo con la comunidad liberada[13]. Al igual que el mundo griego donde el artista no permanecía aislado y superar su aislamiento en la convivencia pública de su arte con la comunidad, ahora ello se convierte en una necesidad imperiosa en la propuesta del arte por venir: la verdadera obra de arte no pueden crearla solos, necesitan de nuestra colaboración: las tragedias de Esquilo y Sófocles fueron obra de toda la ciudad de Atenas[14].
El arte debe conjugar sus creaciones con las supremas finalidades humanas, y para Wagner ello se daría en el drama que propone como conjugación de todas las artes en común y por un común fin humano a realizar, la comunicación con la opinión pública. Que las artes se planteen que articuladas pueden construir un conjunto artístico en común, integrado, interdisciplinar, supremo y máximamente omnicomprensible, presentando la condición de la naturaleza humana de forma plástica e inteligible, ampliándole su comprensión y participando de su alegría. Hacer una manifestación pública al ser humano comunitario.
Sin embargo en Wagner los límites entre las artes son puramente materiales y deben desaparecer para dar lugar al arte mismo, al arte común universal e ilimitado. Era proponer nuevas alianzas artísticas para crear nuevas circunstancias. Así pues, la obra de arte común está inscrita en las potencialidades de cada una de las disciplinas artísticas, una relación interdisciplinaria para operar desde su particularidad a su propia trascendencia, en una síntesis superior que integrase a todas las participantes. La gloria romántica de la obra de arte en común, integral (Gesamtkunstwerk) aspiraba ser una creación orgánicamente unida no sólo por los resultados de las artes implicadas en un proyecto, sino también, como lo planteará Beuys, que superaría al individualismo de los artistas y éstos se unirán espontánea y momentáneamente para dar lugar a la obra, una reunión artística que, planteada así, no ha existido de forma constante jamás. La obra de arte total o como también la llamó Wagner, obra de arte en común, era un acto artístico soberano que supera a sus creadores para asumir una existencia propia e inmediata; se proponía establecer una alianza holística y original entre las artes; síntesis creativa que daba vida al corazón de la ópera wagneriana en tanto drama trágico musical moderno[15]. No era una postura preocupada en preservar el destino del arte sino rescatar toda su vitalidad posible como fuerza creadora libre.
Esta obra total, unida al artista (o los artistas y sus artes particulares), encuentra su plena realización en su total absorción dentro del y en lo público. Esta concepción estética abriría una espiritualidad extraordinaria, un panteísmo que armonizaría con la visión retroactiva de una naturaleza encarnada en lo que se llamó paisaje religioso (Phillipp Otto Runge). Para Wagner de 1848, pensaba que el artista del futuro sería el pueblo integrado en la comunidad unida fraternalmente por el utópico colectivismo anarquista, que haría posible la comunión de las artes, de los artistas y de la obra con el público/pueblo, o mejor, su desaparición en la experiencia estética total, que la absorbe a todo lo que la conforma[16].  El termino penetró en el arte y en la concepción ideológica de los artistas en aquellas tendencias que entrelazaron arte con cambio social o revolución, las cuales vinieron a pervertirse en su fin al apoyar a las concepciones estatales populistas y totalitarias (artistas que apoyaron a las ideologías del partido único, como el comunismo, el nazismo, pasando por el fascismo). Pero también por artistas que buscaban una arcadia artística y una respuesta compulsiva a la guerra y a la destrucción en masa del siglo pasado. Es por ello  que, además de Beuys, esta propuesta la utilizaron otros artistas que van desde las vanguardias de principios del siglo XX hasta el fluxus, como sus implicaciones en el cine, la industria cultural y no menos con las posturas artísticas del mítico nacional-socialismo  nazi[17] en la segunda mitad y hasta hoy.
El arte vanguardista revisó estos planteamientos de la obra de arte en común al escoger recursos nuevos para sus prácticas artísticas, promoviendo el intercambio, la interdisciplinariedad al mezclarse de forma concreta con disciplinas adyacentes, arrojando fuera todos los prejuicios en una original aprehensión de formas, géneros como los referidos materiales inusitados e industriales que se le darán un sentido extra-artístico y personal. Al igual, evitaron toda la rigidez de las corrientes puras artistísticas por aquellos que se propusieron esta aventura de creación innovadora. Algunos nombres son Eric Satie, Alexander Scriabine, Wassily Kandinsky, Arnold Schöenberg y los cubo-futurista o suprematistas como Kazimir Malevitch. Las primeras inserciones del Gesamtkunstwerk en el arte cinematográfico serían hechas por Arnaldo Guina, Bruno Corra y Leopoldo Sauvage.
Podemos comprender así que esta propuesta romántica vendría articular varias perspectivas holísticas e interdisciplinarias del arte contemporáneo, las cuales irán desde el primitivismo al arte por venir, la fusión y la disolución, del lenguaje mítico a la síntesis del arte. La complejidad de sus relaciones, aunado a las expresiones frecuentemente ocultas de los artistas en sus obras, son muchas veces difíciles de distinguir y rastrear o se hacen confusas para acceder a ellas de forma intencional por su sutileza en las obras. Como se pudo observar en el futurismo y su impacto en la Rusia al causar una ruptura con la ideología simbolista. Como también será el encuentro concordante e impactante entre vida y arte al convertirse en el punto central de la estética que se prolongará con esta concepción de la obra de arte total en las propuestas de la instalación como forma de expresión de los artistas contemporáneos.
Entre los  artistas interesados de la segunda mitad del siglo XX con la ampliación del concepto de arte y que usaron expresiones como arte totaldanza totalhombre total o incluso obra de arte total, podemos citar a Allan Karpow  y a los artistas fluxus y Ben[18]. Sobre la idea de sinestesia presente en la de arte total y su destino en la industria cultural, específicamente con el cine, también ha  tenido un intenso coqueteo con los postulados wagnerianos[19].
La relación que tratamos de señalar entre la visión wagneriana del arte de Beuys se debe a la importancia que revistió en su obra esta búsqueda de alcanzar bajo otros parámetros y medios materiales, la manifestación artística para el cambio del individuo y de la sociedad. Un arte que propone un conocimiento de sí, vinculado directamente con el público, pero ahora saltándose de los espacios canónicos como el museo o el teatro para sus representaciones. Sin embargo, advirtiendo que la inspiración wagneriana de la interdisciplinariedad de las artes en un fin supremo común de creación, es sólo un punto de partida y no su única posibilidad para todo lo que se propusieron las vanguardias de la primera y de la segunda mitad del siglo XX, como su inserción metodológica interdisciplinar de todo el arsenal mediático de las tecnologías digitales en el arte de hoy.

No está de más recordar estas últimas palabras de Wagner:

El verdadero esfuerzo del arte es por tanto el de abarcarlo todo: quien está poseído por el verdadero impulso artístico desea alcanzar, mediante el desarrollo máximo de su propia capacidad, no la glorificación de esa capacidad propia, sino la del ser humano en el orden en general[20].








[1] Véase  L’Oeuvre d’art totale et Richard Wagner, en:  Blavet/ Koningson, (1995) p.21.
[2] Wagner: La Obra de arte del Futuro, PDF en: Documents/LIBROS%20ELECTRÓNICOS/LIBROS%20DE%20ARTE/La-obra-de-arte-del-futuro-Wagner.pdf, p.9
[3] De los Reyes, D.: Virtudes de la virtualidad. En: http://filosofiaclinicaucv.blogspot.com/2010/12/virtudes-de-la-virtualidad.html.
[4] Wagner en un diagnóstico sobre el arte moderno advierte que una de sus características negativas es la no participación dentro de la vida pública: El arte se ha convertido en un coto privado de un tipo de artistas: sólo disfrutan de él aquellos que los comprenden, para lo que se precisa de estudios especiales, alejados de la vida real: los de la erudición artística. Op.cit., p.1.
[5] Wagner, R. en Arte y Revolución, PDF: https://omegalfa.es/downloadfile.php?file=libros/arte-y-revolucion.pdffVisitado el 02 de mayo de 2018.
[6] “…el verdadero arte es máxima libertad y sólo la máxima libertad puede expresar el verdadero arte; ninguna autoridad, ningún poder, ninguna meta ajena al arte puede crear arte”, es su premisa que involucra dos ideas la de libertad y verdad a través de la creación artística. Op.cit., 15.
[7] En Nietzsche toda realidad representada en el mundo de la apariencia está producida artísticamente por esta pulsión artística (kunstried) apolínea, en contraposición al vital principio dionisiaco como devenir de la obra de arte.
[8] Op.cit., p.8
[9] Íbid, p. 9
[10] Ibid, p.17
[11] Ibid, p.18
[12] Ibid, p.36
[13] Ibid, p.32-33.
[14] Ibid, p.24.
[15] Comprendiendo que para Wagner la antigua tragedia griega era el modelo de obra de arte total y omnicomprensiva.  Su visión idealizada de la cultura helénica fue determinante para sus propuestas estéticas, y el paradigma de hombre sería el ciudadano de la polis  griega y la paideia (educación) recibida que contraponía a la ineptitud sensible y artística de los hombre de la civilización industrial de su época: Por su educación, el griego era, ya desde su temprana juventud, un individuo despierto y capaz de disfrutar del arte; nuestra miserable educación, destinada a alimentar a la industria, nos enseña a disfrutar con superficialidad y arrogancia de nuestra ineptitud artística y a buscar fuera de nosotros mismos la distracción artística, de modo parecido a cómo el libertino busca fugaces placeres en el regazo de una prostituta.  Ibid, p.25.
[16] Wagner: La obra de arte del futuro. En: http://libertar.io/lab/wp-content/uploads/2016/02/La-obra-de-arte-del-futuro-Wagner.pdf. Visto el 12 de enero 2018. Y Arte y Revolución. En: libertar.io/lab/wp-content/uploads/2016/02/La-obra-de-arte-del-futuro-Wagner.pdf . Visitado el 12 de enero de 2018

[17] Ver: Lacoue-Labarthe, P. y Nancy, J. (2002): El mito nazi.
[18] Véanse por ejemplo los textos de Allan Karpow, (1993): Notes on the Creation of a Total Art, en Essay on the Blurring of Art and Life, p.10-14, y Jean-Clarence Lambert (1994): Arte totalSelección de textos de imágenes de la revista Opus International.
[19] Lista, M. (2002): Des correspondences au Mickey Mouse Effect: l’ouvre d’art totale et le cinema d’animation, en Galard y Zugazagoitia, L’Oeuvre d’art total, p.109-138.

[20]  Wagner: La Obra de arte del futuro, p.3

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