Lo Nuevo, creación o acontecimiento:
Castoriadis y Baidou
María Eugenia Cisneros Araujo
Universidad Central de Venezuela
Universidad Central de Venezuela
Resumen
Ante el
establecimiento de la metafísica trascendental como la única que tiene la
verdad de la explicación y comprensión del mundo, de la sociedad, de las
instituciones, que reivindica la razón en su desarrollo científico, lógico,
positivo, teórico-abstracto como una condición universal de validez que da
cuenta de todos los aspectos humanos desde la causalidad, la determinación, el
ser absoluto, eterno, definido, surge una línea de pensadores que se desmarcan
de esta visión y la ponen en entredicho. Aquí se estudiarán dos de ellos:
Cornelius Castoriadis y Alain Baidou. La finalidad del presente ensayo consiste
en contrastar las visiones de ambos filósofos sobre la noción de lo nuevo en
dos puntos: 1) Cornelius Castoriadis y la emergencia de lo nuevo: Aquí se
resaltarán dos categorías fundamentales la imaginación
radical y lo imaginario instituyente
como potencias de producir la emergencia de lo nuevo tanto en la esfera
individual singular como en lo histórico-social para incorporar en lo
establecido instituciones inéditas; y, 2) Alain Baidou y el acontecimiento: En este segundo
apartado, se mostrará que la revelación de lo nuevo para el mencionado pensador
francés aparece con el acontecimiento producto de la manifestación del ser
concebido como lo múltiple, vacío, inconsistente y cuya aparición requiere del
proceso de subjetivización de un sujeto para materializar su inmanencia en un
cambio real en la situación de las relaciones humanas y sociales.
Palabras
claves:
nuevo, creación, acontecimiento, imaginación radical, imaginario instituyente,
situación, fidelidad, sujeto, verdad.
Abstract
Faced with the establishment of transcendental metaphysics as the only
one that has the truth of the explanation and understanding of the world, of
society, of institutions, which claims reason in its scientific, logical,
positive, theoretical-abstract development as a universal condition of validity
that gives account of all human aspects from causality, determination,
absolute, eternal, definite, there are a line of thinkers who are detached from
this vision and put in question. Two of them will be studied here: Cornelius
Castoriadis and Alain Baidou. The purpose of this essay is to contrast the
views of both philosophers on the notion of the new in two points: 1) Cornelius
Castoriadis and the emergence of the new: Here the two fundamental categories
will be highlighted the radical imagination and the imaginary institute as
powers of to produce the emergence of the new, both in the individual and in
the social-historical sphere, in order to incorporate previously unpublished
institutions; and, 2) Alain Baidou and the event: In this second section, it
will be shown that the revelation of the new for the aforementioned french
thinker appears with the event product of the manifestation of being conceived
as the multiple, empty, inconsistent and whose appearance requires of the
process of subjectivization of a subject to materialize its immanence in a real
change in the situation of human and social relations.
Key words: New, creation, event, radical imagination, imaginary institute, situation, fidelity, subject, truth.
Introducción
Ante el
establecimiento de la metafísica trascendental como la única que tiene la
verdad de la explicación y comprensión del mundo, de la sociedad, de las
instituciones, que reivindica la razón en su desarrollo científico, lógico,
positivo, teórico-abstracto como una condición universal de validez que da
cuenta de todos los aspectos humanos desde la causalidad, la determinación, el
ser absoluto, eterno, definido, surge una línea de pensadores que se desmarcan
de esta visión y la ponen en entredicho. Aquí se estudiarán dos de ellos:
Cornelius Castoriadis y Alain Baidou.
Castoriadis en
el prefacio del libro La institución imaginaria
de la sociedad, expone que lo relativo a la “sociedad instituyente,
sociedad instituida, lo imaginario social, la institución de la sociedad, lo
social histórico”[1],
debía ser estudiado nuevamente. Y para ello reconsideró la teoría
psicoanalítica, la reflexión sobre el lenguaje, un nuevo análisis sobre la
filosofía tradicional. Este desafío lo llevó a darse cuenta que era necesario
mostrar los límites y desvelar lo que hasta entonces había ocultado el
pensamiento heredado. El hallazgo del filósofo greco-francés parte de su
propuesta de la imaginación radical y
de lo imaginario instituyente[2].
Afirma que “Lo imaginario del que hablo no es imagen de. Es creación incesante
y esencialmente indeterminada (histórico-social y psíquico) de
figuras/formas/imágenes, a partir de las cuales solamente puede tratarse de
«alguna cosa». Lo que llamamos «realidad» y «racionalidad» son obras de ello”[3].
Para este pensador la realidad y la racionalidad son productos de la
vinculación de lo imaginario y la imaginación, puesto que ambos se
manifiestan como un lazo que se materializa en las creaciones
histórico-sociales y psíquicas. En otras palabras, los hechos en sí mismos son
la puesta en movimiento de la unión de lo imaginario
y de la imaginación. Lo imaginario y la imaginación se manifiestan en las acciones creativas.
Las
preocupaciones de Baidou[4]
sobre la filosofía, la ética y la política tienen como telón de fondo una
articulación entre acontecimiento, situación, sujeto, verdad y fidelidad que
exige los derechos de la creación, de la invención en el pensamiento, de la
política de la emancipación, del arte de vanguardia. Persigue una recomposición
del pensamiento político emancipador y de las fuerzas efectivas que le
corresponden. Su propuesta supone un sujeto
como fragmento local del proceso de verdad producto de un acontecimiento; el
concepto de situación que deriva de
la noción del ser como múltiple; un
acontecimiento que cambie toda la lógica de la situación; la aparición del
acontecimiento que constriñe al sujeto a la fidelidad;
la trayectoria de la verdad que
plantea la cuestión del surgimiento de las verdades.
Este ensayo
consta de dos puntos: 1) Cornelius Castoriadis y la emergencia de lo nuevo:
Aquí se resaltarán dos categorías fundamentales la imaginación radical y lo imaginario
instituyente como potencias de producir la emergencia de lo nuevo tanto en
la esfera individual singular como en lo histórico-social para incorporar en lo
establecido instituciones inéditas; y, 2) Alain Baidou y el acontecimiento: En este segundo
apartado, se mostrará que la revelación de lo nuevo para el mencionado pensador
francés aparece con el acontecimiento producto de la manifestación del ser
concebido como lo múltiple, vacío, inconsistente y cuya aparición requiere del
proceso de subjetivización de un sujeto para materializar su inmanencia en un
cambio real en la situación de las relaciones humanas y sociales. Con estas dos
partes se pretende contrastar las visiones de los mencionados filósofos sobre
la noción de lo nuevo.
1. Cornelius Castoriadis y la emergencia de lo nuevo
La
afirmación contundente de Castoriadis: el pensamiento tradicional niega la
creación. La filosofía tradicional, entre ellas la marxista, postula que la
actividad humana, la política, la historia y la técnica descansen sobre una
teoría que se presenta como un saber absoluto y definitivo. Esto es
precisamente, lo que cuestiona el filósofo greco-francés. La esencia de la
actividad humana no radica en un saber absoluto; consiste en un hacer, reside en el intento siempre incierto de realizar un
proyecto de elucidación del mundo. Y por esa razón, la medicina, pedagogía,
política pertenecen al campo del hacer, del proyecto y de la praxis.
Castoriadis
explica que llama praxis:
a ese
hacer en el cual el otro, o los otros, son considerados como seres autónomos y
como el agente esencial del desarrollo de su propia autonomía […] En la praxis
hay un por hacer, pero este por hacer es específico: es precisamente
el desarrollo de la autonomía del otro o de los otros […] en la praxis, la
autonomía […] es […] un comienzo.[5]
La esencia de la
actividad humana como proyecto que se desarrolla con la praxis consiste en la
autonomía. La autonomía individual y la autonomía de los otros. La autonomía se
presenta así como una estética de vida, en la medida en que no estamos ante un valor
universal y no se responde a meros conceptos memorísticos. Por consiguiente, la
praxis se apoya en un saber provisional y fragmentario. “…Es fragmentario,
porque no puede haber una teoría exhaustiva del hombre y de la historia; y es
provisional, porque la praxis misma hace surgir constantemente un nuevo saber,
pues hace hablar al mundo en un lenguaje
a la vez singular y universal…”[6].
Desde esta perspectiva, la teoría no podría ser previa a la actividad porque el
saber nace propiamente de la actividad humana:
Elucidación
y transformación de lo real progresan, en la praxis, en un condicionamiento
recíproco. Y es esta doble progresión lo que constituye la justificación de la
praxis. Pero, en la estructura lógica del conjunto que conforman, la actividad
precede la elucidación, pues, para la praxis, la instancia última no es la
elucidación, sino la transformación de lo dado.[7]
Lo que realmente
caracteriza a la praxis como esencia de la actividad humana es la
transformación de lo dado. Ese cambio que busca realizar el proyecto de la
autonomía en la experiencia del individuo, del otro, de los otros, de la
sociedad. El contenido de la praxis es la actividad humana en su hacer y por hacer de un proyecto que persiga la autonomía. El hacer y por hacer producen lo nuevo. Se trata de la actividad humana
imprevisible, creadora, innovadora de lo diferente, en el que constantemente se
modifiquen recíprocamente los individuos, los otros y la experiencia.
Esta idea de la praxis innovadora humana adquiere su
sentido en lo histórico-social, porque sólo en ese ámbito es que se despliega
la creación humana y social. En su libro Sujeto
y verdad[8],
Corneille explica que lo histórico-social
ha estado secuestrado por las concepciones funcionalistas y estructuralistas.
Estas visiones suponen que las instituciones sociales y los actos de los
individuos están destinados a cumplir una función que se determina previamente
y además también responden a un conjunto de elementos definidos, a una
estructura ya diseñada. De acuerdo a lo anterior, lo humano y lo social se
configura por la idea de cumplir una función que se le asigna a priori y su contenido refiere a una
estructura universal:
…quieren
hacerse elementos eternos de la sociedad, y esto, siguiendo reglas
pseudomatemáticas. Matemática ultraelemental: la teoría de los conjuntos en su
forma más pobre, lo implica tratar a la sociedad como un pequeño conjunto
finito en sentido matemático, tratar entonces los fenómenos sociales como
simples apariencias, epifenómenos, determinados por estructuras profundas, de
hecho, pequeños grupos dotados de algunas operaciones elementales….[9]
Castoriadis
rechaza esas visiones del mundo humano y social porque para él, tanto el
individuo como la sociedad se caracterizan por un misterio que los coloca en un
abismo entre la hominización y la
animalidad, que es la creación. La creación en el individuo se expresa como imaginación radical y en lo histórico-social como imaginario instituyente. La imaginación
es un poder humano de creación de formas inéditas. Con este planteamiento, el
mencionado pensador, se separa de la concepción del pensamiento heredado que se
encargó de etiquetar a la imaginación como copia de, imitación de, ámbito de
falsedad; e incluso saca a la luz que la exploración realizada en el ámbito
imaginativo, por la tradición convencional (determinista, conjuntista,
teórica), se limitó a hacerlo únicamente desde el pensamiento lógico-formal,
ocultando la verdadera manifestación creativa ínsita en la imaginación. Lo que
se propone Corneille es mostrar que la imaginación es un acto creativo de hacer
emerger representaciones, aunque estas, provengan o no de lo externo.
En
su conferencia dictada en la Universidad de Buenos Aires, Colegio Nacional
Buenos Aires, Facultad de Psicología, el 3 de abril de 1993[10], explica que para los
individuos considerados singularmente y como comunidad hay una realidad
imaginaria social porque hay una imaginación radical. La imaginación radical es
una capacidad, una facultad de hacer emerger representaciones, de crear formas.
Esta imaginación es el poder de hacer ser
lo que en un sentido no está en la realidad porque en su aspecto más
elemental le da una forma específica a
algo que en sí no tiene relación con esa forma. Esa representación creada posee
una unidad, una organización, no es amorfa.
La
imaginación radical como fuente, origen del lenguaje perceptivo, de las formas
lógicas es lo que hace posible a los humanos, crear para sí mismos y por sí
mismos, un mundo propio en el que se puedan ubicar. Los sujetos estructuran lo
que viene de lo externo porque el mundo de por sí es susceptible de ser
organizado; y es en esta facultad que se expresa el aspecto ontológico del ser
humano. La interioridad del sujeto está compuesta por un flujo perpetuo de
representaciones vinculadas con afectos, deseos y aspectos sociales. Esta
corriente de representaciones, afectos, deseos, es propia de cada individuo
considerado singularmente. Este movimiento que caracteriza a la imaginación radical son los principios
de formación de un mundo propio de cada quien y a la vez de distanciamiento y
de acción. En otras palabras, el ser humano viene al mundo dotado de un aparato
constituyente que le capacita para tratar con su dimensión lógica, este
dispositivo es la imaginación radical, la capacidad de ver una cosa en lugar de
otra cosa que es la presuposición de todo simbolismo y por lo tanto también del
lenguaje; así como crear lo imaginario social para instituir las instituciones.
Lo
que quiere destacar Castoriadis es que el predominio de la imaginación radical
es la que hace que lo humano se constituya en un ser disfuncionalizado y junto
a ello la capacidad de instituir sociedad. Esto significa que:
…la
sociedad se crea a sí misma. A partir del momento en que hay un colectivo
humano, o bien este colectivo se autoinstituye, o bien desaparece […] postular
una facultad creadora del campo histórico-social, a saber, colectividades
humanas anónimas, que hacen ser instituciones que les permiten existir como
colectividades.[11]
El
filósofo greco-francés opone a las concepciones funcionalistas,
estructuralistas, científicas la emergencia
de la creación de lo nuevo desde el individuo singular y la imaginación radical y lo histórico-social como un colectivo anónimo que se manifiesta como
un imaginario instituyente. ¿Quiere
decir esto que Castoriadis excluye lo funcional, lo estructural, la lógica de
conjuntos? No. El mencionado filósofo lo que busca destacar es que el individuo
y lo social no se reducen a lo funcional, estructural y lógica de conjuntos.
Precisamente por la capacidad creadora individual y social, el ámbito de las
ciencias positivas se somete a otras cosas y esto es lo que da lugar a la
creación de lo nuevo[12].
La imaginación y lo imaginario operan en lo establecido, en lo instituido. Se
incorporan allí para transformar lo dado mediante la creación que proviene del
vínculo entre la imaginación y lo imaginario, cuya expresión es la siguiente: alteridad-alteración. Esto significa que
en la medida que pienso-me pienso, altero-me autoaltero, creo-me autocreo,
transformo-me autotransformo.
El
problema reside en la postulación del pensamiento heredado para eliminar lo
imaginario en su carácter de imaginario social y en su calidad de imaginación
radical, a pesar que, el mundo en sí mismo se manifiesta mediante
representaciones. En ambas facetas (histórico-social y radical), lo imaginario
tiene un origen “…indomable, y perpetuamente en acción, de la historia en
general y de la historia de la psique singular; indominable en su efectividad,
indominable por el pensamiento…”[13].
Según el filósofo greco-francés, para los individuos singularmente considerados
y el colectivo, hay una realidad como imaginario social porque hay una imaginación
radical. Al respecto señala:
…esta
sublimación es cada vez tal como es,
específicamente -sin lo cual no habría psique, ni pulsión, ni psicoanálisis-
por intermedio de la institución de la sociedad que hace que, para los
incontables individuos de la sociedad, tales
objetos de sublimación resulten obligados,
con exclusión de tales otros, y que estos objetos se consideren en relaciones
recíprocas que no sólo les confieren su significación, sino que también hacen
posible la vida de la sociedad como vida relativamente coherente y organizada….[14]
El
contenido social-histórico de la sublimación es un proceso de sentido. Esto es,
la sublimación conlleva las significaciones históricas de la sociedad de la que
se trate. Y en este contexto, Castoriadis sostiene que la realidad es la
sociedad. Una sociedad específica que tiene significaciones imaginarias
históricas. La realidad es una realidad social.
La
cuestión radica en que la socialización del individuo no extingue la capacidad
de hacer emerger representaciones, aunque esas representaciones provengan o no
de lo externo. No elimina su poder de autoalteración perpetua, su facultad
constitutiva de ser un flujo representativo de hacer ser lo que no está en la realidad, la creación continua de
formas distintas[15].
La dimensión de la imaginación radical y de lo imaginario histórico-social nos
coloca ante el enigma de lo indeterminado que por su propia naturaleza es
inaprensible por las categorías lógicas-conjuntista de lo determinado. Ante lo
indeterminado de las representaciones no se sabe si son o no son, si son reales
o no lo son. Siempre hay un flujo de representaciones mientras el ser humano
viva. Lo que le interesa a Castoriadis es elucidar el modo de ser en sí mismo
de la representación. Al respecto, dice el mencionado pensador que:
…La
representación lleva consigo o presenta o deja ver relaciones de pertenencia,
inclusión, etc., pero estas relaciones son indeterminadas o constantemente
redeterminadas; las posiciones y funciones respectivas de los «términos» que en
ella se podrían discernir, son cambiantes y están en constante redefinición.
Todo lo que se puede elegir en general acerca de su organización se reduce a la
siguiente condición, prácticamente vacía: siempre hay figura y fondo (pero la
figura puede convertirse en fondo y el fondo en figura, como se sabe). Sería
mejor decir: siempre hay diferenciación o heterogeneidad o alteridad mínima.
Pero esta alteridad como alteridad concreta se altera también ella, y nada
podemos decir en general de sus soportes, de los cuales es ella inseparable en
cada momento. En ellos nos apoyamos cuando aplicamos a la representación el
esquema de la separación o de la discreción; pero esta aplicación, en una
infinidad de aspectos, es siempre ficticia […] entre las representaciones […]
existen diferentes clases de relaciones; pero la única presente siempre y por
doquier es la relación de remisión:
toda representación remite a otras representaciones […] Remite: las engendra o
puede hacerlas surgir. En cuanto a cómo, a partir de qué, sobre qué apoyo y
hacia qué, nada de universal puede decirse.[16]
De
la precedente cita se puede decir que el modo de ser en sí mismo de la
representación se caracteriza porque sus relaciones son indeterminadas o
resignificadas. Tales relaciones se encuentran en un perpetuo cambio porque su
cualidad consiste en el poder de autoalterarse
y de alterar lo dado. No se puede dar
explicación de la existencia de algún fundamento para que tales
representaciones se comporten de esa manera. Lo que cabe en la dimensión de las
representaciones es la remisión. En
su propia capacidad de autoalteración
y de alterar lo establecido se genera
un movimiento perpetuo de crear representaciones provengan o no de lo externo.[17]
En
resumen: 1) La imaginación radical es el poder de hacer emerger
representaciones o que el flujo de representaciones junto con los afectos,
deseos, intenciones constituyen la imaginación radical. El ser de la
imaginación radical es la representación que se manifiesta mediante su
capacidad de autoalteración y de alterar lo otro por las remisiones
magmáticas de las que son productos como una fuente permanente de cambios,
modificaciones, variaciones. El movimiento del flujo mismo del hacer ser lo que no está en la realidad
o de dar un modo específico a algo que en sí no tiene relación con esa forma.
2) En cuanto a lo histórico-social se puede agregar lo siguiente: Castoriadis
en su artículo “Tiempo y creación”[18],
explica que hay dos modos de creación en lo histórico-social: 1) la repetición,
anclada en el pensamiento heredado que difunde la lógica
conjuntista-identitaria y el tiempo identitario[19];
y, 2) la que se presenta como alteridad, que promueve la lógica de los magmas y
el tiempo imaginario[20].
El asunto es que para el mencionado filósofo, hay un sujeto y un mundo para ese
sujeto. Y ambos son creaciones histórico-sociales. El individuo existe en un
mundo social que puede organizar de una manera diferente, cada vez que se
atreva cambiar lo que ha sido instituido. En este contexto, el individuo se
topa con dos tipos de instituciones: 1) La institución
instituida en cuya raíz se encuentra la ontología del ser como determinado,
absoluto, definido, atemporal; tiende a la repetición de lo idéntico mediante
la concepción del tiempo identitario (es el tiempo calendario, el que puede ser
medido). Concibe el sujeto y el objeto separadamente y excluye lo
histórico-social. 2) La institución
instituyente que visibiliza una ontología de la creación que asume al ser
como lo que “es” pero también como un “por ser”[21];
un espacio histórico-social donde es posible la alteración de lo dado. Lo que se traduce en la manifestación del magma instituyente del colectivo anónimo creando el ser de su
propia sociedad mediante el tiempo imaginario. Castoriadis explica que:
La
psique, en su núcleo es irreductible a la sociedad. La verdadera polaridad no
es entre individuo y sociedad, sino entre psique y sociedad. El individuo es
una fabricación social. Pero la psique no puede sobrevivir a menos que sufra el
proceso de socialización que la sociedad le impone, o construye alrededor de
ella, las capas sucesivas de lo que será, en su cara externa, el individuo. La
socialización es la obra de la institución que es […] cada vez mediatizada por
los individuos ya socializados.[22]
Por
el proceso de socialización el individuo repite lo instituido. Pero también,
esa misma socialización lo empuja a realizar cambios radicales en lo
establecido. La sociedad se instituye mediante la creación de sus propias
significaciones imaginarias sociales. La cuestión es no permitir la
cristalización de esas significaciones como formas únicas, inmutables y a
partir de las cuales se impone una verdad. Se trata de la organización del
espacio y el tiempo social lleno de cosas y relaciones investidas de significación.
Y esto sólo lo pueden hacer los individuos mediante la vinculación de la imaginación con lo imaginario. El tiempo imaginario es el de la transformación
radical. Lo que se mueve en lo imaginario son las acciones humanas -praxis- y esto hace que el tiempo
imaginario esté unido con las representaciones, los afectos y las intenciones
establecidas socialmente[23].
Los que provocan lo instituyente radical son los individuos sociales mediante
el decir y el hacer[24].
Para Castoriadis “…la sociedad humana […] sólo existe como emergencia de una
nueva forma (eidos) y encarna dicha
forma…”[25].
Es decir, en la emergencia de lo otro, lo distinto es que podemos considerar
que ha operado una alteridad radical: “…Algo es nuevo significa […] algo es la
posición de nuevas determinaciones, de nuevas leyes. Este es el sentido de la
forma; del eidos”[26].
Y esa nueva forma es creada ex nihilo.
Son los individuos sociales los que crean el sentido que darán a las
significaciones imaginarias sociales de su institución particular y con las
nuevas significaciones aparece el tiempo imaginario propio de éstas.
Ciertamente, “…la alteridad es inseparable […] de las formas o los
acontecimientos que hacen ser la alteridad, y hacen de ella, cada vez, una
alteridad otra…”.[27]
2. Alain Baidou y el acontecimiento
Para Alain Badiou las circunstancias
hacen visible al sujeto; ¿Qué quiere decir esto? El sujeto está preso de su situación[28];
su situación está conformada por su
cotidianidad, por el ser-múltiple, el
mundo de las opiniones: relaciones con los otros, familia, entorno, trabajo,
pareja. En algún momento algo sucede en el ritmo habitual de su vida que hace
que el sujeto sea “requerido para que una verdad le abra paso”.[29]
El sujeto es llamado por el acontecimiento, es decir, algo ha sucedido en su
vida ordinaria, algo ha sobrevenido que provoca una discontinuidad efectiva en
el ritmo continuo de su mundo. El sujeto pasa del ámbito de las opiniones al
mundo de la verdad mediante la aparición del acontecimiento. “… a “lo que
llega”, la verdad, “de pura convicción”, “enteramente subjetiva”, es “pura
fidelidad a la apertura del acontecimiento”. Fuera del acontecimiento, ya no
hay más que asuntos corrientes y el juego ordinario de las opiniones…”.[30]
Esta irrupción repentina que enuncia Badiou es lo que Daniel Bensaïd llama el
milagro del acontecimiento:
¿En qué consiste
esta madurez de las circunstancias? ¿Cómo medirlas? Badiou no responde a este
problema. Por no aventurarse en los pliegues y los espesores de la historia
real, en las determinaciones históricas y sociales del acontecimiento, oscila
en una política imaginaria, en levitación, reducida a una sucesión de
acontecimientos incondicionales y de “secuencias” sobre las que no se sabe por
qué ni cómo se agotan y se acaban. La historia y el acontecimiento se vuelven
entonces milagrosos, en el sentido en que Spinoza dice que un milagro es “un
acontecimiento cuya causa no se puede asignar”. Y la política coquetea con una
teología o con una estética del acontecimiento. La revelación religiosa, escribe
Slavoj Zizek, constituye “su paradigma inconfesado.[31]
Y, en esa misma línea, Wahl François señala que en Badiou:
…el acontecimiento no se revela
sino por sí mismo; la llegada de lo invisible a lo visible está suspendida
del gesto de una intervención,
apuesta diagonal sobre la pertenencia de lo múltiple acontecimental a la
situación, decisión aleatoria condesada en la elección de una nominación supernumeraria respecto de la
lengua de la situación […] la “fidelidad”
al acontecimiento.[32]
De las
anteriores citas y de las palabras de Baidou, se puede notar, que el
acontecimiento se presenta como algo que se revela, que surge de la nada, de la
inconsistencia, del vacío, no tiene causa. Y esta irrupción repentina constriñe
al sujeto a una nueva manera de ser. ¿Qué significa que el acontecimiento exige
del sujeto una nueva manera de ser? Una cuestión fundamental: se trata de la
respuesta del sujeto al acontecimiento, esta es, la fidelidad. El sujeto, una vez que en su situación aparece el acontecimiento, está obligado a actuar ante
ese cambio real en su situación e
inventar una nueva forma de ser. En palabras del filósofo francés:
…¿en
qué “decisión” se origina el proceso de una verdad? En la decisión de referirse
de ahora en adelante a la situación desde
el punto de vista del suplemento acontecimental. Designemos esto como una fidelidad. Ser fiel a un acontecimiento
es moverse en la situación que este acontecimiento ha suplementado, pensando
[…] la situación “según” el acontecimiento.[33]
La
precedente cita alude a la siguiente afirmación: Una vez ocurrido el
acontecimiento el sujeto está conminado a
responder a los cambios que genera el suceso. Las circunstancias alteran
su situación de forma tal que está
exigido por el mismo contexto a ser fiel
al cambio que se presenta y así se inicia el proceso de verdad[34]. Fidelidad a la discontinuidad, a la
revelación efectiva de lo nuevo. La naturaleza del acontecimiento consiste en
que su aparecer genere disrupción real en el mundo efectivo, en el ámbito de la
multiplicidad -la situación-. “La
fidelidad acontecimental es ruptura real (pensada y practicada) en el orden
propio en el que el acontecimiento ha tenido lugar (político, amoroso,
artístico, científico…)”.[35] Y
la verdad es la apertura del sujeto
hacia la ruptura inmanente producida
en su situación. Al respecto explica François Wahl que:
La
palabra clave de Badiou es Verdad: es
decir que, si bien él también intenta articular los procedimientos por los
cuales es producida, éstos no tiene nada que aprender de la movilidad del
pensamiento; se trata de lo que puede establecerse como discurso verdadero, en las condiciones en las cuales este puede
advenir, mediante la aplicación del operador de deducción.[36]
El énfasis de
Badiou está en que la irrupción del acontecimiento
coloca al sujeto ante la verdad porque “…La verdad es […] como un
proceso de subjetivización”[37].
El acontecimiento desvela lo oculto,
desenmascara, hace visible algo nuevo que no se conocía por los propios usos de
la situación. El proceso de verdad es posible mediante la aparición del acontecimiento y estos rasgos
constituyen un sujeto singular. “…el
proceso de verdad induce un sujeto”[38].
Desde la perspectiva de Baidou, la verdad
es un asunto práctico, aconcetimental; la
verdad es un proceso que surge de lo
nuevo, la verdad es la del sujeto singular que funge como soporte del
acontecimiento. Lo que está haciendo el filósofo francés es oponer la verdad como subjetivización de un sujeto
singular al saber referencial y mostrar que ese proceso de verdad no es producto del conocimiento meramente
científico y positivo. Se trata de una verdad
que pasa por el sujeto que da cuenta
de un acontecimiento; esa verdad
comunica lo que era indiscernible. ¿Cómo es posible que el sujeto pueda
anunciar lo que se le revela abruptamente? ¿En qué consiste esa
subjetivización? Se trata de la subjetivización del azar, del cambio, de ese
algo que sobreviene repentinamente. [39]
“Esta idea de la verdad […] se trata de un concepto plenamente materialista: no
hay para Badiou verdad transcendental, sino solamente verdades de situación y
de relación, de las situaciones y de las relaciones de verdad, orientadas hacia
una eternidad atemporal…”[40].
El acontecimiento es una verdad
singular que puede llegar a ser universal. Es decir, el acontecimiento producto
de la subjetivización de un sujeto singular puede llegar a ser universal. Este
sujeto no es trascendental, se trata del sujeto que es capaz de inventarse una
nueva manera de ser ante el quiebre que le produce la revelación sobrevenida:
el sujeto que deviene en el amor, de una política revolucionaria, de un proceso
artístico, del hallazgo científico.[41]
En resumen, para
el mencionado filósofo francés, el acontecimiento[42]
presenta las siguientes características: 1) Sobreviene en la situación para producir una discontinuidad efectiva, ruptura,
grieta; 2) Induce a la conformación de un sujeto
no trascendental[43];
3) Hace visible la presencia de un proceso
de verdad y subjetivización; 4) Constriñe al sujeto a la fidelidad hacia el acontecimiento; 5) La
fidelidad al acontecimiento implica
ser fiel al proceso de verdad que es producto de una subjetivización singular;
y, 6) La fidelidad a la verdad significa aceptar la presencia de
procesos de “rupturas inmanentes reinventadas por completo en cada ocasión”.[44]
El
acontecimiento induce al sujeto porque requiere de un alguien que tenga el tino de traducir en términos humanos el proceso de verdad. Un alguien que sea el punto-soporte del acontecimiento porque la fidelidad pasa por el sujeto; la ruptura “estremece su cuerpo
singular y lo inscribe, desde el interior mismo del tiempo, en un instante de
eternidad”[45].
Alguien es ese sujeto capaz de ser fiel al proceso de verdad inducido por la aparición del acontecimiento. El sujeto se encuentra entre la ruptura inmanente de su propia situación y la verdad que deviene. Es decir, un alguien “queda imperceptible e interiormente roto o agrietado por
esta verdad que “pasa” a través de este múltiple sabido que él es”[46].
Dicho de otra manera, la fidelidad al
proceso de verdad que instaura el
acontecimiento pone al sujeto ante una disyuntiva existencial: al inducirlo a
convertirse en un punto singular lo suspende por un instante y lo ubica entre
lo que era hasta ese momento -pura situación-
y lo que se ha movido internamente en éste como consecuencia de la ruptura en
su situación que le muestra algo
nuevo que no tenía presente hasta ese momento[47].
El punto neurálgico está en que el sujeto
tiene que decidir si continuar en su situación
o ser fiel al acontecimiento. Pero,
hay una circunstancia en éste que le sobrevino y a la que no puede escapar,
algo se rompió en su interioridad, algo se quebró dentro de éste. Por
consiguiente, independientemente de su rechazo a ser fiel al acontecimiento y continuar en la situación, ya su ser, su cuerpo y su sí mismo están alterados.
Quizás por esta razón, para Baidou, el acontecimiento constriñe al sujeto a la fidelidad al proceso de verdad que aparece con su irrupción, pero no
necesariamente se dé la subjetivización. Es una decisión existencial porque la fidelidad al acontecimiento le exige a
un alguien exponerse a sí mismo en el devenir
de una experiencia acontecimiental.
En palabras de Baidou: “…hay una ley de
lo no-sabido. Si, en efecto, el “alguien” no entra en la composición del
sujeto de una verdad, sino exponiéndose “completamente” a una fidelidad
post-acontecimiental, el problema estriba en saber qué va a devenir el “alguien” en esta
experiencia”[48].
La fidelidad al acontecimiento es lo
que llama Baidou la consistencia subjetiva, es decir, perseverar en el devenir
de la ruptura, en la experiencia de lo no sabido, de ser fiel a una fidelidad.[49]
Explica François Wahl[50]
que Baidou hace filosofía a partir de un pensamiento donde destaca la
concepción del ser como multiplicidad pura, la verdad procede de una decisión
ante un hecho acontecimental. El ser es lo múltiple puro, inconsistente, se
presenta como un conjunto vacío en el que “una situación se sutura a su ser”;[51]
es decir, el ser es el vacío mismo. Con esta concepción del ser Badiou se
desmarca de la noción de ser como Uno,
un fundamento, una esencia, una sustancia que está allí definida, estructurada
a partir de la cual se explica los desarrollos humanos y sociales. Ese Uno dominante es el que deriva de la
matemática, de las ciencias positivas en general que mantienen en un pedestal a
la razón, al orden como formas de certezas que dan cuenta del ser-ahí. El ser
en sí mismo es un conjunto vacío porque no hay fundamento. Con esta propuesta,
Badiou invita a revisar la ontología para destacar que su naturaleza se
conforma por la multiplicidad. En palabras de Wahl:
…lo múltiple son también conjuntos a-normales
o de excepción, o inestables, algunos de cuyos elementos no componen, a su vez,
un subconjunto, o algunas de cuyas partes no son presentadas como elementos;
objetos de una “tipología del ser”, nueva figura, “latente”, del vacío, y
condición de todo lo que el filósofo, franqueada la barrera del “hay”, tendrá
que fundar.[52]
De
lo que se trata es de lo siguiente: Ante la concepción del ser ahí se opone una noción del ser
no-ahí. Al ser uno se contrapone el ser múltiple. Al ser consistente, estable,
conjunto de elementos definidos que obedecen a la causalidad, a la sucesión se
destaca un ser donde la excepción
puede interrumpir la cadena causa-efecto, lo a-normal, lo inestable, lo
latente, el vacío, la nueva figura, el acontecimiento también lo configuran. Lo
múltiple llena el vacío en la inmanencia no en lo trascendental. El vacío y la
interrupción a la continuidad de la sucesión son rasgos que conforman al ser en
la propuesta de Baidou.[53]
En
resumen, para Badiou el acontecimiento es una aparición repentina cuyo origen
es azaroso, desconocido y que desconcierta al sujeto al cambiar el ritmo de su
cotidianidad; está atravesado por el ser, la situación, el sujeto, la verdad,
la subjetividad y la fidelidad como un único lazo filosófico. Configura un
sistema filosófico donde el ser es un múltiple de múltiples, un conjunto vacío
que no tiene un punto sustancial permanente. En este contexto, la verdad
consiste en un aparecer como acontecimiento.
La
ocurrencia de ese suceso repentino implica que la propuesta del filósofo
francés radica en proyectar al ser como acontecimiento, puesto que lo que
aparece interrumpe el estado de lo que ocurre normalmente.
En
síntesis: 1) El acontecimiento desencadena transformaciones radicales en una
situación dada; 2) Sobreviene donde los elementos se movilizan habitualmente,
se incorpora a lo presentado originalmente; 3) La fuerza luminosa para dar
cuenta de la manifestación del ser como acontecimiento es el sujeto; 4) El
sujeto es un ser escindido entre la situación
y el acontecimiento; 5) El acontecimiento hace visible lo indiscernible, interrumpe el régimen normal de las cosas y revela
algo que hasta ese momento era desconocido; y, 6) Un acontecimiento crea posibilidades
completamente nuevas que requieren de un proceso de subjetivización y de
fidelidad.
A manera de conclusión: Lo
nuevo, creación o acontecimiento: Castoriadis y Baidou
Castoriadis
y Badiou son receptores de una propuesta de actualización de la ontología,
filosofía, ética, política, estética que pueda ser abordada desde otra
posición: la aparición de lo nuevo. Ambos, críticos de las posiciones
tradicionales imperantes: metafísica trascendental, científica, positiva,
razón, matemática, de la concepción del ser como ser-ahí, esencia, sustancia.
Ambos postulan una ontología que da cuenta de un ser que lleva consigo lo que
no es, la indeterminación, la inconsistencia, lo a-normal, el azar. El filósofo
de origen griego plantea una ontología de la creación: un ser que es pero que también es un por ser; el filósofo francés propone una
ontología del acontecimiento: un ser de la multiplicidad y vacío.
A
pesar de ser pensadores de lo nuevo, entre ellos existen diferencias en el
origen de sus visiones sobre la noción de lo nuevo.
En Castoriadis
lo nuevo es creación, emergencia de formas producto de la praxis individual y social. En las acciones de los individuos
sociales y el colectivo anónimo tiene lugar la creación de formas inéditas de
institución. El núcleo de la emergencia de lo nuevo se encuentra en la
vinculación entre la imaginación radical y lo imaginario instituyente. La
creación ex nihilo individual y
social se presenta como un magma para resignificar lo dado, para fracturar lo
establecido e incorporar formas inéditas de institución social. El filósofo
greco-francés vincula la emergencia de lo nuevo con la creación, poiesis cuyo origen lo ubica en los
individuos sociales y en el colectivo anónimo.
En cambio,
Badiou vincula el acontecimiento con el ser[54].
El ser en sí mismo es un acontecimiento que se revela como múltiple de
múltiples y por eso su propia naturaleza es una multiplicidad. Pero tal como se
indicó al comienzo, el acontecimiento no tiene un origen, una causa.
Sencillamente sobreviene, irrumpe, aparece, y es este hecho el que conmina a un
sujeto singular a transformarse en soporte del acontecimiento para subjetivarlo;
iniciando así, un proceso de verdad. En
este contexto, la creación humana no es ex
nihilo, tampoco deviene de su praxis.
Podríamos decir que el sujeto queda reducido al papel de ser el mediador del
acontecimiento que en principio no ha sido promovido por éste. Incluso se le
exige fidelidad a un suceso que se le
presenta repentinamente. Esta idea, en mi criterio, sería inaceptable para
Castoriadis puesto que el alguien al
que se refiere Badiou queda arropado totalmente por el acontecimiento que se le
aparece y es arrastrado como un velero por una tormenta lo que imposibilita en
su raíz la manifestación de la imaginación radical como creación. Y la
exigencia de la fidelidad al acontecimiento que deviene abruptamente corre el
riesgo de tender a petrificarse al punto de excluir y rechazar la apertura a la
alteridad-alteración de lo dado.
Desde la
posición de Badiou, la tesis de la emergencia de lo nuevo castoridiana también
sería rechazada porque ni los individuos sociales ni el colectivo anónimo están
obligados a la fidelidad de las
instauraciones inéditas realizadas por ellos mismos. Esta ausencia de fidelidad imposibilitaría la inmanencia
real, efectiva del acontecimiento porque no se daría el proceso de verdad,
quedando el acontecimiento como una mera aparición no subjetivizada. Tampoco
aceptaría el término individuo puesto que en su concepción privilegia al sujeto.
Y esto tiene que ver con posiciones políticas encontradas. Mientras Badiou
trata de rescatar al marxismo desde Lenin y aboga por la revolución como el
gran acontecimiento para los cambios radicales en el mundo contemporáneo,
Castoriadis en vida renunció a su militancia marxista, decepcionado por las
prácticas estalinistas y los totalitarismos establecidos en la Europa del este
que lo llevó a emprender una crítica a la teoría marxista de la historia para
hacer una apología reivindicativa de la libertad y la igualdad desde la
creación de lo nuevo desde la vinculación entre la imaginación radical y lo
imaginario instituyente.
[1] Castoriadis, Cornelius. La institución imaginaria de la sociedad.
Buenos Aires, Fábula Tusquets Editores, 2013, p. 10.
[2] Se colocarán en cursivas
los términos propios que utiliza Castoriadis.
[3] Castoriadis, Cornelius. La institución imaginaria…, cit., p. 12.
[4] Cf. Badiou, Alain. La ética.
Ensayo sobre la conciencia del mal. México, Herder, 2004, pp. 11-21.
[5] Castoriadis, Cornelius. La institución imaginaria…, cit., pp. 120 y 121.
[6] Ibíd., p. 122.
[7] Ídem.
[8] Cf Castoriadis, Cornelius. Sujeto
y verdad en el mundo histórico-social. La creación humana I. Seminarios
1986-1987. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, Primera Edición en
Español, 2004, pp. 17-36.
[9] Ibíd., p. 20.
[10] Ver Castoriadis,
Cornelius. Conferencia en El
Nacional, Buenos Aires I. 1993. www.youtube.com, recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=ORh-WF_5MMw.
[11] Castoriadis, Cornelius. Sujeto y verdad…, cit., pp. 23 y 24.
[12] “…El examen de cada
sociedad, incluida la nuestra, mostrará que todas ellas someten el conjunto de
las instituciones funcionales a finalidades ya no “funcionales” (¿qué podrán ser éstas,
además?) sino imaginarias, y que dependen de las significaciones sociales del
conjunto considerado, y especialmente de las significaciones sociales
nucleares, que son las más importantes…”. Ibíd.,
p. 25.
[13] Castoriadis, Cornelius. La institución imaginaria…,. cit., p. 494.
[14] Ibíd., pp. 496 y 497.
[15] “…La constitución del
individuo social no elimina y no puede eliminar la creatividad de la psique, su
autoalteración perpetua, el flujo representativo como emergencia continua de
representaciones distintas…”. Ibíd.,
pp. 500 y 501.
[16] Ibíd., pp. 504 y 505.
[17] “…esta emergencia de la
alteridad, como flujo representativo, es siempre a la vez temporalización y
espacialización, puesto que lo que es no es nunca indiviso, sino que la imagen
o la figura implican que desde el primer momento sean dados ciertos
espaciamientos, distanciamientos, extensiones, diferenciaciones…” Ibíd., p. 506.
[18] Castoriadis, Cornelius.
“Tiempo y creración”, en Ontología de la
creación. Bogotá, Ensayo y error, Universidad Autónoma de México:
Biblioteca. 1997. http://biblioteca.xoc.uam.mx. Recuperado de http://biblioteca.xoc.uam.mx/castoriadis/textos/ontologia/2.pdf.
[19] “Hay siempre, y siempre
debe haber, tiempo identitario (ensídico), cuya columna vertebral es el tiempo
calendario, que establece puntos de referencias y las duraciones comunes y
públicas, que puede ser medido por lo general y se caracteriza esencialmente
por la repetición, la recurrencia, la equivalencia”. Ibíd., p. 77.
[20] “Pero el tiempo social es
siempre, y también debe ser siempre […] tiempo imaginario […] El tiempo siempre
está dotado de significación. El tiempo imaginario es el tiempo significativo y
el tiempo de la significación…”. Ibíd.,
p. 77.
[21] “…el ser es creación;
creación de sí mismo, y creación del tiempo como tiempo de la alteridad y el
ser. Y la creación implica la destrucción; aunque sólo fuera porque una forma
otra altera la forma total de lo que allí está” Ibíd., p. 92.
[22] Ibíd., p. 76.
[23] Ibíd., p. 78.
[24] “…no hay una significación
intrínseca del mundo que los humanos pueden y deben dotarlo de esta
extraordinaria variedad de significaciones fuertemente heterogéneas…”. Ibíd., p. 82.
[25] Ibíd., p. 87.
[26] Ídem.
[27] Ibíd., p. 91.
[28] Se colocarán en cursivas
los términos propios que utiliza Baidou.
[29] Badiou, Alain. La ética. Ensayo sobre la conciencia del mal…,
cit., p. 70.
[30] Bensaïd, Daniel. “Badiou y
el milagro del Acontecimiento”. 2004. http://danielbensaid.org. Recuperado de http://danielbensaid.org/Badiou-y-el-milagro-del?lang=fr
[31] Ibíd.
[32] François Wahl. “Prefacio”, en Condiciones.
Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2002, p. 14.
[33] Badiou,
Alain. La ética. Ensayo sobre la
conciencia del mal. México, Herder, 2004, p. 71.
[34] “Se llama “verdad” (una
verdad) al proceso real de una fidelidad a un acontecimiento…”. Ibíd., p. 72.
[35] Ídem.
[36] François Wahl. “Prefacio”, en Condiciones…,
cit., p. 10.
[37] Bensaïd, Daniel. “Badiou y el milagro…”, cit.
[38] Ibíd., p. 73.
[39] “Badiou opone “verdad y
saber referencial: el objetivo es determinar los procedimientos racionales para un enunciado de verdad
que no deba ya nada a las categorías de la epistemología, o sea, a la
adquisición de un discernimiento…” François
Wahl. “Prefacio”, en Condiciones…,
cit., p. 10.
[40] Bensaïd,
Daniel. “Badiou y el milagro…”, cit.
[41] “El
acontecimiento auténtico pone en jaque así al cálculo instrumental. Este es del
orden del encuentro amoroso (el relámpago), político (la revolución), o
científico (el eureka)…”. Ibíd.
[42] La
relación de este acontecimiento con la ontología de lo múltiple constituye para
Badiou el problema central de la filosofía contemporánea: ¿Qué es pues un
acontecimiento? Azaroso por naturaleza, no podría ser predicho fuera de una
situación singular, ni deducido de esta situación, sin una operación
imprevisible de azar…”. Ibíd.
[43] “…Los sujetos, que son
instancias locales de un proceso de
verdad (“puntos” de verdad), son inducciones particulares e incomparables”.
Badiou, Alain. La ética…, op. cit.,
p. 74.
[44] Ídem.
[45] Ibíd., p. 75.
[46] Ibíd., p. 76.
[47] “…Pertenecer a la
situación es el destino natural de cualquiera, pero pertenecer a la composición
del sujeto de una verdad depende de un trazo propio, de una ruptura continuada,
de la que es muy difícil saber cómo se sobre impone o se combina con la simple
perseverancia-de-sí”. Ibíd., pp. 76 y
77.
[48] Ibíd., p. 76.
[49] “La ética de una verdad,
por lo tanto, se pronuncia finalmente: “Haz todo lo que puedas para que
persevere lo que ha excedido tu perseverancia. Persevera en la interrupción.
Captura en tu ser lo que te ha capturado y roto”. Ibíd., p. 78.
[50] François Wahl. “Prefacio”, en Condiciones…,
cit., p. 12.
[51] Ibíd., p. 11.
[52] Ibíd., p. 12.
[53] “…no hay “hay” sino a
condición del vacío y no hay infinito sino a condición de que lo haya al
infinito”. Ibíd., p. 13.
[54] “…Del
discurso del ser -del discurso de lo múltiple como discurso del ser- no hemos
salido nunca con Baidou, al mismo tiempo que eran definidos y asegurados el
acontecimiento, la verdad, el sujeto.” François,
Wahl. “Prefacio”, en Condiciones…,
cit., p.25.
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