La Naturaleza en los albores de la modernidad.
Sobre belleza y perspectiva
David De los Reyes
Universidad de las Artes, Guayaquil, Ecuador
Universidad Central de Venezuela.
El paso de la laguna Estigia, óleo de Joachim Patinir (Museo del Prado)
El tema de la naturaleza en el llamado
período medieval sigue estando subrogado
a lo religioso y a las construcciones
teóricas que van surgiendo dentro del claustro escolástico en los diferentes
puntos que la acometen como tema teórico y consustancial a la exaltación y comprensión de lo divino.
La naturaleza como locus creado por el arquitecto universal que de sí surgen
los elementos constitutivos de toda la estructura que ve el hombre asentado en
la tierra y que mira hacia la cúpula celeste.
Explicación de gran influencia que llega hasta muchos círculos de creyentes
del presente, como son las posturas insostenibles para la ciencia de los
creacionistas.
Entre las tesis que encontramos en
distintos teóricos del tema está el relacionado entre naturaleza y belleza, (venustas). El universo, expresión de la magnificencia
divina, encuentra toda una mirada pankalia,
en decir, todo el universo está pletórico de belleza, la cual ya encontramos en la concepción de la filosofía estoica grecolatina. Entrando
la tesis invencible e incuestionable por muchos siglos de que el arte debe
imitar a la naturaleza, aunque en ello implica la libertad del creador. Encontrando ya en el teórico Cennini (n.h. 1370: Il libro dell´arte, I.1) el precepto en que advierte: Escucha, la mejor guía y el mejor timón que pueda haber es el arco
triunfal del retratar lo natural. La naturaleza será el espléndido lugar
donde el artista debe encontrar sus
modelos a representar, precepto que será
luego tomado por los artistas románticos del siglo XIX, como lo propone Victor
Hugo en su conocido Prefacio a su obra teatral (inmontable) Cromwell.
Separándose de estas posturas de una
naturaleza que emerge por fuerzas trascendentales con la llegada de la
mentalidad del humanismo se inicia una recuperación de la physis, afinándose una concepción
laica y temporal, secularizando
la vida y el arte, la cultura y la literatura, la ciencia y la filosofía. Se inaugura un interés por el cuerpo humano,
no es sólo el recipiente del alma sino un cáliz de abundantes deseos y
necesidades, cuido y alteraciones. Si bien se tiene presente el memento moris, donde la fragilidad del cuerpo lo convierte en
polvo, se tendrá en cuenta que, mientras respira, despreciarlo sería despreciar
la vida, pues, como dice el gran Alberti, fiel al renovatio hominis renacentista:
la sabiduría consiste en amar nuestro
cuerpo y mantenerlo sano. Creando una alteración de las actitudes a la vida, que
se harán patentes en la literatura, el arte, la estética, la ciencia. La
naturaleza vuelve a ser revalorada a partir de la atención del cuerpo humano
por los humanistas del renacimiento; hay
una atención más al hombre a un nivel más alto y curioso. Filarete en su Trattado sugiere al hombre
como modelo para el arte: Aprende, pues,
a hacer la figura humana, pues en ella se contiene toda medida y proporción de
las columnas y aun de otras cosas.
Hubo un aporte en las formas de vida y mentalidad, donde la invención
de la imprenta implicó una democratización del saber, ampliando la variedad de
observaciones y posturas ante la naturaleza, que fueron tomando importancia
parcial y de forma paulatina.
La naturaleza entró en relación con
la idea de belleza. Ya no es la unidad
de la belleza moral helénica de la kalokagathia, lo bello-y-bueno. La
belleza, por respaldarnos en el tratado más leído y comentado del renacimiento,
Los libros de arquitectura de
Vitruvio, tiene unos límites muy precisos. Como buen constructor la belleza no
puede estar separada de la utilidad, además de ser agradable a la vista por
medio de la simetría, el consenso de sus
partes, la convenientia (armonía), la
proporción y el modo en el sentido de la medida. Y la belleza debe
ser realizada en la naturaleza, de donde el arte toma sus modelos insuperables.
Debe cumplir, a nivel social, una
correspondencia con las necesidades de la gente; existe una belleza formal pero
otra de carácter funcional: al lado de la simetría debe estar el decor. Y es tomada, siguiendo a Cicerón,
como una cualidad objetiva de las cosas (per
se), consistiendo en la disposición de las partes (ordo, convenientia partium), que afecta a los sentidos. Por aspecto, puede ser intelectual o
corporal, formal (pulchrum) o
funcional (decorum) femenina (venustum) y sólo se realizaba plenamente
en la naturaleza. El reducto de un
desarrollo natural único y total está
dejado a un espacio que se distingue del orden artificial que construye el
arte, así trate de imitar, sabiendo
que el artista debe guiar su obra por la idea que tiene en su mente.
Ciencia y Arte tendrán una vinculación de complementariedad. Por el desarrollo de
una se obtendrán cambios en la otra y
viceversa. Matemáticas y arte parecieran darse la mano. Con la aparición de la ciencia
como campo de conocimiento se tendrá una
nueva concepción de la naturaleza. Científicos como Kepler, Galileo, Copérnico,
Bacon, Descartes construirán una nueva física que se asienta en un platonismo
pitagórico, estableciendo métodos apriorísticos y matemáticos en su
indagación. Por otra parte se visualiza otra tendencia alterna que podría
pasar por una postura pre-científica donde abundarán, de todas formas,
elementos supersticiosos, que ofrecerán toda una base para escritos herméticos, que pretenden ahondar en
misterios y construcciones religiosas especulativas que forjaran las llamadas ciencias ocultas, magia,
astrología y alquimia, teniendo a la naturaleza como un reducto de verdades
ocultas y fuerzas misteriosas.
Perspectiva
y naturaleza
“Me decidí a intentar imitar con toda la naturaleza,
En cuanto me fuese posible…Todas estas historias se
hicieron
en unión de la razón
y el ojo, para que éste las mida y
verifique
de tal modo que estando lejos de ellas se le aparezcan
como destacadas”.
L.Ghiberti, I
commentarii, II
El ascenso de las artes visuales en
el renacimiento se debió al advertir en la percepción, y especialmente en la
percepción visual, la fuente primera de la verdad. De ahí la preocupación e
investigación sobre la presión obtenida
del fenómeno óptico y su relación
con la percepción de los objetos. Uno de
los avances en el campo estético y de la comprensión de dicha condición
orgánica, en relación con la naturaleza, fue el planteamiento novedoso de la
perspectiva. Fue un intento de
representar el espacio pictórico a modo de imitar a cómo el fenómeno óptico
capta la imagen focalizada. La perspectiva
consiste en que la imagen de las cosas
percibidas disminuye o empequeñece con
la distancia del perceptor. Ello dio pie
a presentar una doble comprensión del asunto. Por un lado una mirada geométrica
a la naturaleza en la medición de la distancia de la imagen. La segunda es en
relación a la densidad del aire en que se halla entre los ojos y el objeto, lo
cual pueden causar falta o no de nitidez y color del objeto observado; es la
llamada perspectiva pictórica, la cual no es calculable por la geometría sino
pertenece al ojo que mira y su capacidad de captar y percibir. El Renacimiento
será celoso con ello, no admitirá ninguna pintura que no represente el objeto
espacial sin este efecto geométrico y, por descontado, que fuera correcta,
prefiriendo la perspectiva frontal, que era la más sencilla y perspicua. La
visión de representar este efecto natural
al ojo humano representó toda una nueva manera de abordar la imitación
pregonada como condición del arte. Hoy, lo que nos parece obvio por la
evolución de las cámaras fotográficas, no lo fue en el renacimiento, los
pintores tuvieron que usar todo un sistema de espejos para su trabajo. La perspectiva es ahora un recurso
estructurador que encontramos en toda representación fotográfica, incorporada
al encuadre del objeto, impregnando toda imagen de dicha condición en función
del ojo que captura a una porción del
mundo exterior. Nunca ha estado tan presente la perspectiva en la
cotidianidad del hombre como en la actualidad. La virtualidad no deja de
presentar toda imagen en perspectiva, aunque
ahora podemos hablar de una multiplicidad de perspectiva debido al
amplio recurso de manejo de la imagen a través del recurso de los pixeles
constructores de la imagen. Del siglo XV hasta el presente (y más), esta
apropiación realista del objeto representado ha estado en aumento. Casi no
vemos con los dos ojos sino con un ojo,
el ojo de la pantalla que se tiene frontalmente
en todo momento ante nuestro rostro. Independiente del arte causó interés en el
ámbito científico del siglo XV en torno a los problemas ópticos y la búsqueda
de las leyes que la rigen. Ya antes los árabes y los escolásticos le prestaron
atención en tanto fenómeno físico,
mientras que para el renacimiento estuvo
centrado en lo pictórico y la búsqueda del realismo imitativo de la mirada natural del ojo y su plasmación
representativa. Podemos referir que hubo una evolución de asumir el tema desde
una perspectiva naturalis a una perspectiva artificialis, es decir, una
perspectiva aplicada. Platón también la había tratado como un fenómeno
negativo, en tanto prueba de la imperfección de la vista que deforma las cosas.
Para el Renacimiento cambió tal postura,
al absorber el tema dentro de todo un planteamiento matemático que denota precisión y regularidad,
elevándola al nivel de una ciencia, proporcionando seguridad y precisión
científica. Se obtuvo una función cognoscitiva y estética con la aplicación de la óptica geométrica y de la
proyección a partir de problemas artísticos; una necesidad de lograr ciertos
conocimientos objetivos y leyes científicas para la construcción de todo un
lenguaje artístico; ciencia y arte se conjugaron en esa mirada. No sólo fue una concepción estilística sino
también una conquista científica. Sin embargo se llegó a polemizar que la
perspectiva cuatrocentista era engañosa,
falsa y no correspondía a una visión real de las cosas, por tanto más que real
era asumida como una posibilidad estilística. El cuestionamiento se centra
en que se seguía un esquema monocular y
no bifocal; el hombre contempla con dos ojos (180°) y no a partir de uno sólo
(90°), y por tanto la naturaleza de la visión humana observa las cosas de otra
manera. Tampoco toma en consideración la esfericidad de la retina, como tampoco
los movimientos del ojo que hace continuamente. Según esto, la perspectiva
renacentista (y de la fotografía y toda imagen mecánica, reproducida
artificialmente y de manera industrial) presenta un esquema irreal, falso, una
abstracción, un trampantojo que aún sigue siendo requerido dentro de la
iconografía de nuestro mundo plagado de
pantallas en perspectiva digital. Más que ser un recurso que imita a la
naturaleza con que capta el ojo es una inteligente respuesta humana a construir
un falso realismo que asumimos como verdadero y fiel a la reproducción de un objeto,
un paisaje, un sujeto. Podemos decir que
este efecto visual renacentista ofrece un esquema racionalista cómodo y
próximo a la realidad, más no es fiel a ella, fue una simplificación feliz,
asumida por el arte pictórico, para
lograr una armonía requerida en los
fenómenos en el alba de la modernidad.
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