Aproximación a los conceptos de
Naturaleza
(physis) y técnica (techné)
en Juan David García Bacca
David De los Reyes
Anselm Kiefer, Urd, 2005. Óleo, emulsión,
acrílico y plomo sobre lienzo 192 x 332 x 25 cm
“Nada de oraciones,
penitencias, salmos, letanías o procesiones...;
las pestes se
curan con ciencia y técnica”
J.D. García Bacca
J.D. García Bacca
La visión que nos da Aristóteles sobre la técnica de su tiempo es, según García Bacca, sólo historia “olfateada”. La
condición natural de cada cosa es
llegar a ser en cuanto fin realizado. Hay una evolución natural , es el caso del hombre, por ejemplo, que llega a tener una
perfección corporal a través del desarrollo de cada una de sus edades
evolutivas; pasa de la niñez a la adolescencia, de la adolescencia a la
juventud, de la juventud a la madurez, de la madurez a la vejez y de la vejez a
su punto final o el comienzo de otra condición de ser.
Respecto al desarrollo del hombre en cuanto ser racional apuntará a ser un filósofo. “Filósofo –y conste que son
Platón y Aristóteles quienes hablan por la voz del autor- es el ápice, cenit y
acmé del desarrollo del hombre en cuanto ser racional”. El filosofó constituye el final del hombre y su fin es
convertirse en Sabio[1]. La
idea de fin queda más allá que la de final; quédase en trascendente. (Elogio de la Técnica, 1968 p.16s)[2].
En relación con el hombre griego y el romano, García Bacca nos narra que
fueron hombres naturalmente contentos con su alma y cuerpo, y satisfechos de
todo lo natural, que es lo dado de
manera inmediata, lo que está al alcance de los ojos y de las manos.
Aristóteles catalogó a ese hombre
como animal racional y ésta sería su
esencia inmutable, extrahistórica.
Para ese momento hay una complacencia del hombre con la naturaleza, con su
cuerpo y alma natural. Este hombre natural
griego romano y hasta cristiano es ya fin
y final en sí mismo.
A todas estas nos podemos preguntar ¿cuál es el concepto de naturaleza
para García Bacca? Naturaleza, nos dirá el filósofo hispano, es lo que por sí
mismo es fin y final. El final de
algo es lo que detiene el proceso –de-crecimiento, de-desarrollo, des-evolución...-
y fin será lo que la cosa llega a
ser o estar perfecta. Es el caso de “nuestros
ojos humanos” los cuales son naturales
porque el acto de ver es el fin y final de un conjunto, complejo y múltiple, de
operaciones.
Permanecer dentro de ese naturalismo[3],
donde el hombre permanece en tanto fin y final, no es otra cosa que ser un anacronismo viviente, como lo son
aquellos saberes teóricos del Derecho natural, Religión natural, que no vienen
sino a ser expresión, fin y final de instituciones que se asientan dentro de un
naturalismo anacrónico.
En este entorno clásico de la
filosofía antigua surge, a la par de todo ser natural, también un ser forjado o, mejor dicho, perfeccionado por la técnica. ¿La técnica perfecciona? ¿Qué
perfecciona? Conocida es la concepción aristotélica en que dentro de las cosas
naturales puede darse cabida al accidente.
Ello no remite sino aquellas cosas que no llegaron a su fin y final
intrínsecos, no son perfectas por sí
mismas y es ahí en donde entraría la técnica
(techne) a redondear su condición, terminar lo que la naturaleza comenzó y dejó
imperfecto. Igualmente encontramos que la técnica, es este estadio histórico,
tiene también su propia limitación.
Podemos resumir todo esto diciendo que: 1.- la naturaleza de cada cosa -sea sentidos del hombre, su mente, agua,
luz, árbol, etc.- tiende a desarrollar y poseer un cierto grado de perfección
según Aristóteles, estado propio e insuperable, equilibrado y estable. 2.- La
técnica sólo se justifica, en todo este período antiguo, una acción para perfeccionar o reponer lo que se hubiera
perdido o cambiado por accidente dentro de dicha naturaleza; 3.- la naturaleza
se yergue como norma o fin supremo, en donde la técnica es sólo un medio para
ayudar a tal fin.
Visto de esta manera la técnica y la naturaleza se contraponen y se
complementan al mismo tiempo. La naturaleza, lo dado en tanto materia, tendrá
accidentes que vendrán a dejar imperfectas las cualidades de los objetos dados
como tales, y la técnica será el recurso de este hombre naturalista que desarrollará para perfeccionar lo que no
está contenido en la fase inicial de todo proceso natural de fin y final del
ser de las cosas. Y ello es lo que no posee la técnica, ni fin ni final propio.
El fin y el final se lo debe dictar la naturaleza.
Es el estadio en que la visión del hombre natural (desde el griego al medieval),
se posa sobre los mismos ojos y no acerca nada externo para ejercer su arco de
visión y observar la realidad. Aristóteles antepone al comienzo de su Metafísica la frase “Todos los hombres tienen apetito natural de
ver”, que García Bacca la trasmuta a “todos los hombres naturales tienen apetito
natural de ver con ojos naturales”. ¿Qué nos quiere decir con esto? Que
para tales ojos naturales, para esa mirada que se deposita en lo inmediato y en
lo contingente, sólo requiere dejar la mirada en sus propias dimensiones y no
traspasarlas o ¿perfeccionarlas?
–según lo que mire- con un telescopio o
un microscopio (ET:20s). Es una mirada que se mantiene acorde con el orden
que ve. Trascender dicho orden debe concebir una especie de desorden que imponga al orden natural. Sólo
inventando tales aparatos antinaturales
a partir del siglo XVI y XVII es que se alarga la visión y se perfecciona la
mirada de lo muy lejano y de lo muy pequeño. No fue casual, señala García Bacca, que todo
espécimen comprometido, filosófica y teológica como religiosamente con ese naturalismo rechazará tales inventos, negándose
a mirar por tales artilugios. También había un desnivel de orden intelectual,
no sabían lo que tenían que mirar, a dónde debían enfocar la mirada; estaban frenados,
estáticos, pues admirar un dato con valor filosófico y científico distintos al
mundo visual e imaginario divino de la escolástica y de las formas teologales
establecidas no se avenía para nada con esta nueva realidad que vendrían a aportar esos datos que descubrían los astrónomos con estos nuevos anteojos.
Ese desnivel o anacronismo intelectual del saber categorial científico
vendrá a corroborar aquella frase de Heráclito: poco sirven ojos y oídos cuando se tiene alma de bárbaro, es decir,
de hombre natural. En el caso del rechazo de lo artificial por ser de por sí
inoperante para los hombres tanto de la antigua Grecia como los del mundo
medieval, se centraba en el convencimiento profundo de que sólo lo natural es operante, es decir, según ellos posee la causa eficiente al
servicio de una causa final; de ahí que los instrumentos técnicos se quedaron
dentro del orden natural, y empobrecidos por esta concepción de la técnica,
retrasaron a inventar a máquinas e instrumentos que tuvieran la virtud de
funcionar por ellas mismas, máquinas que se especializaran a encomendarles una
tarea y que “trabajen ellas”. “Su
naturalismo les taponaba mente y entumecía brazos” (ET, 1968:24). Es así que
Aristóteles, el gran naturalista, señalaría
que “Si la naturaleza engendrara casas, las haría como nosotros las hacemos por
técnica; si la técnica hiciera vivientes, los haría como ahora los hace la
naturaleza”. Y cuando la naturaleza es ya perfecta, la técnica no le queda sino
imitarla (Aristóteles: Física, II: c.8).
García Bacca va más allá aún al
decir que si la naturaleza se pudiera a producir aviones, submarinos, autos,
televisores lo que vendría a producir sería, sin más remedio, que aves peces,
cuadrúpedos, ojos.
Aquí comienza un contraste de hombres paralelos. Somos hombres naturales,
pero también, a partir de la modernidad, artificiales o técnicos. Artificiales
por el componente técnico que nos
rodea, por el paisaje artificial que
envuelve a toda atmósfera habitada por humanos que han transitado por la
modernidad. Lo natural sólo lo entendemos en tanto material simple y bruto,
materia prima, para fines inventados y utilizados por hombres técnicos que
poseen y se han formados en ellos tales capacidades de manejo e invención. “Es
que la técnica actual es no sólo diferente
en especie de la griega y medieval, sino diversa
–más que de género a género” (ET,1968:26).
Si tomamos el sentido aristotélico de la técnica en tanto perfeccionar los
accidentes producidos por un mal desarrollo de los fines y fin de las cosas
encontraríamos que en relación con los accidentes
propios de nuestra visión sería a recomponer los defectos –imperfecciones- de la miopía, presbicia o astigmatismo. Con ello,
ojos degradados por un defecto natural vendrían a retomar su normalidad de su
campo perceptivo visual, ni más ni menos que lo pedido por el fin y el final de
la naturaleza de la visión. Tales
aparatos, telescopio[4] o
microscopio[5],
no serían ni naturales ni científicos (ni de física natural o de ciencia física natural: propia de los hombres griegos y
también medievales: hombres cercados dentro de lo natural).
Hay que esperar hasta el renacimiento para que se creen tales aparatos descalificadores de la naturaleza. El
telescopio vendrá a descalificar al órgano de la vista como observador
astronómico, así como el termómetro y el barómetro al tacto; como quedarán
relegadas las leyes naturales, el
derecho natural, la religión natural, la sociedad natural. De ello se desprende la
necesidad de dividir a los aparatos naturales y artificiales: serán naturales
“pico y pala, más no excavadora mecánica; azada o arado de madera, pero no
arados mecánicos” y así etc., hasta encontrarnos que la mano o la garganta son
naturales mas no audífonos ni teléfonos ni microscopios. En esta división
encontramos separación propia de que todo medio de comunicación de masas, sea
el que sea, no reproduce ni puede ser nada de un realismo natural sino es más lógico hablar de un realismo artificial y ahora virtual, propio de este estadio que ya
se ha superado a lo mecánico en buena parte e introducido todo un nuevo estadio
técnico a partir de la utilización y desarrollo de objetos de información y su
intercomunicación a partir de las propuestas prácticas de la cibernética; no
son nada naturales: “televisores, teléfonos, telegramas,
radar sónico o no. Admitidas, por seminaturales, abstracción funcional, duda
metódica, epoqué fenomenológica,
lógicas no aristotélicas, geometrías no euclidianas...” (ET, 1968:23).
Cualquier invento es naturalmente
imposible: un avión es invento humano, mas no el invento natural del volar de los pájaros.
García Bacca hace una división temporal respecto a la modalidad técnica de
cada período.
1.
Técnica de imitaciones:
es la medieval y la griega: es “respetuosa de la naturaleza”.
2.
Técnica de analizadores:
propia del Renacimiento: es un “irreverente desvelamiento” y
3.
Técnica de explosivos:
propia de dos terceras partes del siglo XX: propia de “desaforada violación de
secretos” (genoma humano, física cuántica, modificación genética animal y
vegetal, etc.)
Pudiéramos nosotros ya introducir un cuarto momento del ser de la técnica producida por la
elaboración del manejo de la información y la traducción de todo objeto en lenguaje
de bits. Es decir, la técnica de la cibernética, propia de nuestro siglo XXI y
que si bien seguirá desentrañando secretos
(estructuras internas propias de una nanontología), se dirige a comprender los procesos orgánicos y sus
correspondientes informaciones internas de los genomas para la reproducción o
creación original pero artificial de
formas de vida.
4. Técnica de la digitalización: propia del siglo XXI: clonación
artificial y virtualización de toda
realidad gracias a la comprensión de los procesos cibernéticos, los patrones
de vida (Bateson), desentrañados gracias a su traducción digital y la manipulación digital de tales
datos en bloques de bits.
De estos cuatro estadios dela técnica los dos primer vendrán a asentarse
sobre el plan naturalista, los dos
últimos en la concepción supernatural o
transnatural de la técnica. Los inventos mecánicos de la revolución industrial
y los creados a partir de todo el despliegue técnico científico de la
revolución de las comunicaciones nos ha llegado a involucrar campos del saber
que se mantenían separados, creando la concepción epistemológica de la
interrelación, interacción, interdisciplinariedad y transdisciplinariedad de
los conocimientos. De esta manera “La fe es (y fue: señalamiento nuestro), causa supernatural de corporales milagros;
la ciencia y técnicas actuales tienden a ser
y van siendo, causa supernatural de
descomunales efectos corporales” (ET, 1968:42).
Uno de los medios neutros
(McLuhan) de la comunicación es la corriente
eléctrica la cual no es una causa natural
o si bien se manifiesta en la naturaleza (rayos) su manipulación humana viene a
desprenderla de su reducto natural y gracias a su condición de supernatural vendrá a hacer posibles los
apartados inventados para producir una traducción
de dicha energía en otro tipo de función, como lo son aquellos que producen
calor, luz, movimiento mecánico, transformaciones químicas. Es la constelación
de la electrónica que no es producto
sino de una ciencia supernatural,
concentrándose e inventando la novedad de presenciar formas espectaculares de
usos como los desencadenados en los medios de comunicación: televisión,
celulares, laptop, etc.
García Bacca, al escribir su trabajo a fines de la década de los años
sesenta del siglo pasado, no llega a nombrar para tal tipo de efectos y de
realidad técnica. a la contradictoria noción de realidad virtual que surgiría de todo este manejo digital posterior
y se referirá a los productos de esta ciencia-técnica de lo supernatural
–siendo “no por ello menos real que lo natural”- como trascendente real, por el salto científico cualitativo que imprime
en la cultura humana; terminología con cierto sabor a filosofía kantiana.
Formas naturales y
modelos nuevos
García Bacca distingue una doble condición en el desarrollo de la
filosofía al captar y tratar de comprender la relación del hombre con la
naturaleza, o la relación cultura y mundo. Para el primer gran desarrollo de la
filosofía naturalista encuentra un orden de causa formal en la aproximación que
hacían los antiguos en relación de cómo estaban compuestas todas las cosas del
mundo sublunar. Cuatro elementos, aire, fuego, tierra agua y una quinta esencia
que era el éter para el mundo
celestial. Una misma materia, pero con una pluralidad de formas de acuerdo su
organización y estructura interna y externa. Todas son formas nacidas de la
naturaleza misma.
Pero las formas internas y externas de los objetos construidos por el
hombre moderno vendrán a ser ya de otro orden, hay una intervención en ellas
que vendrán a mostrar la capacidad de construir modelos e imponerlos a la
materia bruta. Formas y funciones de un avión, un ordenador, un auto, dinamo,
satélite, etc. son de otro orden. Son formas nuevas, son modelos. Estos no pueden nacer de formas y materias naturales. No
son productos de una generación
espontánea, como creía Aristóteles y Tomás de Aquino respecto a que los
ratones podían nacer de un trapo sucio.
De esto desprende García Bacca su ejemplo del deseo del hombre de volar y
del periplo recorrido desde la imaginaria alfombra mágica hasta la llegada de
los aviones o de las naves espaciales. “La alfombra mágica tal vez sea la
primera previsión imaginativa de que, para volar el hombre por los aires, tiene
que transformar la forma misma del ave y que, entonces, el hombre podrá volar sin aletear, y cómodamente
sentado” (ET, 1968:52). El deseo de volar nos puede mostrar lo que vendrá a
significar una de las aspiraciones antinaturales
del hombre que ha llegado a realizar a partir de esa representación surgida de
imitar el volar de la forma natural
ave.
La función de volar de un avión es distinta a la del ave. En ésta el volar
está conectada a su fisiología y anatomía del pájaro. El hombre toma la función
y la independiza de cualquier relación orgánica y corporal y la convierte en un
proyecto totalmente autónomo de cualquier función específica y necesaria vital.
De esta manera que ello nos muestra que, así como tenemos un cerebro que
calcula, o el oír de la oreja, o el ver de los ojos, el hombre separa funciones
corporales vitales y les da una reproducción autónoma y técnica, que para García
Bacca será muestra concreta, original, supranatural, del principio de que toda
función natural puede llegar a ser separada de su condición natural.
Cada creación humana se deberá no a imitar exhaustivamente, en tanto
modelo, está apegada a un plan; es el
sustito de la esencia. Todo
instrumento o máquina moderna obedece y se le adjunta un plan que garantiza, debidamente seguido, un tiempo estable de
duración y función de vida media.
Para García Bacca haber inventado planes es el equivalente supernatural de
inventar esencias. De esta manera que
siguiendo la frase de S. Anselmo “Dios es
lo máximo que podemos concebir” en nuestra modernidad ello queda trasladada
a “lo máximo que el hombre puede
concebir, evadiéndose de ser doctrino e imitador de la naturaleza, es lo de ser
planificador e inventor”. Y agrega que lo grande no es ser hombre; lo
grande es convertirse en otra cosa que comenzó siendo hombre: de vidente a
astrónomo, de voceador a locutor de radio, de contar con los dedos a realizar
cálculos con un ordenador, etc. Lo importante no es tenerse por diferente de
cualquier especie animal por nuestra organización y habilidades corporales, lo
significativo es hacerse diverso del
animal y ello ocurre cuando comienza a inventar cosas y amueblar su mundo con ellas. Él llama a esto una ontología del ser como invento: del
ser con plan y sin esencia, del ser con historia y sin naturaleza (idem:55).
El paisaje artificial
Todo esto desemboca en que el hombre desde hace tres siglos se encuentra
en un mundo de paisaje artifical.[6] –de ideas, de normas, enseres, etc.
No es lo mismo vivir ni estar cómodamente sentado y acomodado en algún
refugio natural, cueva, zanja, recodo, etc. que estar cómoda y seguramente en la casa de cualquier decoroso burgués;
de bienestar natural a un bienestar artificial. E igualmente no es lo mismo
comunicarse a gritos que a través de cualquier artilugio técnico, no somos ya
sólo naturaleza, sino que nuestro paisaje artificial es el estadio que nos
muestra nuestra dimensión técnica como supernatural
o como superación de lo natural.
El fin de la técnica.
García Bacca responde que el fin del hombre actual es la omnímoda
disponibilidad. Ello arrastra a toda su condición e igualmente impregna a la
técnica de dicho fin, de disponibilidad. De una disponibilidad inagotable y
perenne, donde su límite lo pone la capacidad de inventiva, de aventuras y
empresas humanas; todo ello a costa de su ser
natural. Ello hace que cualquier punto del universo pueda ser un motivo de la
orientación como sistema de referencia para la creatividad humana. No hay una Cosa central o un Fin único o último del mundo. Ello nos muestra una visión
complemente descentralizada del hombre en su relación y orientación con el
mundo.
Cree en un mundo de finales simples: aquellos que se inventa y construye
el hombre en tanto etapa de una
aventura, no su punto de llegada total. De ahí que tanto el hombre como la
técnica están en este momento a participar de un ser omnímodo a la
disponibilidad.
Es por ello que la condición del hombre es humanizar al universo en la
medida que invente maneras de saberse
y obrar diverso de todo lo que rodea y
ello adviene para García Bacca como la virtud principal de la técnica (idem:85).
Es por ello que este filósofo se refiere a tres momentos manifiestos en
nosotros. Uno: en tanto distinción,
que será la condición del hombre
primitivo –que puede ir desde el pasado, al presente y al futuro- al
considerarse como apegada creatura de
la naturaleza, sin saber lo que es. Dos: en la medida en que deje de ser creatura de la naturaleza y comience a
hacerse distinto de ella, en la
medida que se sirve de ella para sus fines; resultando ser señor de lo natural. Tres: en el momento que inventa la manera de no ser creatura de nada ni de nadie; a través
de su práctica se muestra que se ha hecho diverso
de todo, inclusive de suyo, pasa de ser señor
de la naturaleza a creador: no
sólo es distinto de sus productos
sino también diverso; terminan siendo
creadores los que comenzaron por ser creaturas.
Pero lo que resulta que la hibridez
es la condición de lo que define García Bacca por hombre. Una hibridez real de
hombre natural o primitivo, señor del
universo y hombre productor, creador de
mundo[7].
Sin embargo, no deja de plantear los peligros de este estadio de la
técnica. Y ello lo plantea a través de la conocida frase “viajar por el mundo como maleta”. Donde los maletas seremos aquellos hombres contemporáneos que se mueven como
tales alrededor del paisaje artificial
de los aparatos pero extrañados, distantes al no habernos enterados de qué es, por ej., un auto, la luz
eléctrica, un cheque, un televisor, un celular en relación a la serie de “cantidad y calidad de ocurrencias, trucos,
artimañas y artificios, cálculos teorías, que encarnan o enmaterializan todos
esos inventos; y de unos pasan a otros, cual reales “maletas”, tantos y tantos
con cara de humanos” (ET, 1968:125). En su concepción materialista e
influenciado por el marxismo académico y filosófico, tal condición no es sino
sufrir extrañeza, alienación, enajenación, cosificación; seremos un don nadie dentro de ese universo de
inventos y artefactos. Tratamos con máquinas, pero no sabemos con qué tratamos realmente.
Ello, sin embargo, no será sólo en referencia al cosmos humano de lo
técnico, sino que también se puede adentrar tal apreciación a nuestra relación,
en tanto maletas respecto al mundo
natural. García Bacca se pregunta “¿Qué
saben la mayoría de biología: botánica, zoología, mineralogía... descriptiva: de esas maravillas de
células, órganos y funciones y taxonomías, respecto del limonero de casa, del geranio
de la ventana, de la manzana?” Pudiéramos extender tal condición respecto a
los medios de comunicación y preguntarnos qué
sabemos de cómo operan, como se construyen las informaciones, cómo es el mundo que nos devuelven a
nuestros sentidos a través de su reproducción, cómo se vive dentro del vientre de la ballena mediática y del
cibermundo del presente y la realidad (sic) del fakenews. La relación de extrañeza más allá del uso inmediato, unidimensional, -para usar la fórmula de
Marcuse-, vuelve a ser más que nunca inminente. Nos movemos en dicho universo,
manejamos, utilizamos, y nos utiliza, pero la comprensión de los procesos
técnicos que implican y la conformación de todas estas técnicas de la
cibernética se nos vuelven una oscuridad alrededor de la claridad difusa de las
comunicaciones e informaciones. De ahí también la frase acerca del papel de la
filosofía, “no hay, pues, una filosofía única, perenne y eterna, sino
diferentes filosofías que reflejan el proceso de recuperación del hombre de sus
extrañamientos” (Sánchez, 1994:174)
Sus palabras respeto a la condición de cómo experimenta aquella naturaleza
referida antes es igual de reveladora ante la experiencia que tenemos frente al
paisaje artificial amueblado de
aparatos e información, producidos por la técnica y de los medios: “Volver a la naturaleza redúcese para los maletas afortunados a pasar unos días en alguna
hacienda de amigos, bien defendida contra mosquitos, culebras, calor...; nada
de aventurarse en el bosque, menos en selva tropical, sino a lo más bien
vacunado y provisto de defensas contra
lo natural”. Y termina refiriéndose que el sentido de la humanización es
una empresa y no un engendro natural
o automática adaptación determinista al ambiente (1968:126). De una
humanización del universo actual amueblado
de manera creciente por una ingente cantidad de aparatos, instrumentos y
enseres de toda clase de artefactos. Lo artificial del mundo es un pasaje de
artefactos que nos rodea sin saber realmente qué y cómo son, reduciéndonos a su uso, pero no a su comprensión en
tanto modelo, plan. En un mundo sin
novedad, todo es previsible, calculable. Y por tanto vivimos en una estaticidad
móvil, donde el marco para una real novedad
para la historia es casi imposible.
La historia debe componerse de fastos, de inventos, de acaecimientos, de novedades. Sus hechos son fastos o fiestas. Como lo fueron en su
momento para el hombre la invención de la rueda, del eje, de la vara, del uso
del buey, de la sílice tallada, etc y que en su conjunto posterior vendría a
dar la construcción e invención de la carreta. Y la condición de la historia es
su condición y racionalidad retrospectiva.
Ello quiere decir que no porque se haya inventado la imprenta en el siglo XV
podemos ya anunciar las vísperas del
ordenador. Al venir al mundo cualquier medio de comunicación, radio,
televisión, dispositivos digitales, por ejemplo, encontramos que todos los
modelos anteriores pasaron a precursores de ellos y pasan a formar parte del
museo de antiguallas de los medios,
por ser obsoletas y anacrónicas. Se crea una estela[8]
a partir de este último estadio.
Esta humanización de la técnica actual
–donde vivimos y nos movemos desembarazadamente por todo este primer paisaje artificial gracias al
esfuerzo de la inventiva real y no imaginada- consigue por la conciencia
histórica, por la historia de la técnica, por museos que contengan su evolución,
la virtud de desentrañarnos y facilitarnos nuestro acomodo sobre ese entorno:
es la estela de los inventos lo que nos devuelve el largo camino que ha
recorrido el hombre hasta el presente: es la historia real del hombre, para García Bacca. Su comprensión nos
despierta de otro envelamiento existencia y humano: la de conseguir que el
hombre deje de sentirse creatura o de
la Naturaleza o de Dios¸ en pordiosero[9]
y se sienta lo que es: productor de sí mismo y de un universo propio. Lo
contrario vendría a ser el reconocimiento de una identidad humana que refleje
que toda creación, sea material o ideológica (dioses, mitos, teorías morales,
religiosas, económicas, jurídicas, sociales, etc.), se comprendan como suyos y
no de un otro superior: las manos del hombre son sus manos: suyas; luego las teorías son igualmente un producto suyo. “Nada del hombre es de otro; lo humano es íntegramente del hombre”
(ET,1968:134)
Las matemáticas, la alienación y el
paisaje artificial.
Para García Bacca nuestra
comunicación con los seres y las cosas está dado a través de dos posibilidades
de lenguaje. El primer, el lenguaje natural y el segundo, también netamente
creación humana, el lenguaje matemático. Respecto a este último encuentra que ha
habido cambios en su uso y aplicación desde la antigüedad hasta nuestros días.
Ya en el dintel de la Academia Platónica estaba la frase inscrita “Quien no sepa geometría – el ageométrico tal
es la palabra griega- que no entre aquí”. En matemáticas están impresos
todos nuestros enseres y mundo de los objetos. Desde aviones, televisores,
teléfonos, planchas, hasta la red digital de los ordenadores. Exige que deberá
ser obligatorio el conocimiento de ellas de la misma manera que se nos exige el
leer y escribir en la primaria, “y constituye una de esas obligaciones, junto
con esotra de ocupación plenaria, que
el Estado, en cuanto moderno, se ha
echado encima...” (ídem p.135). Todo tiene la impronta matemática. Este mundo impreso
de matemáticas que nos rodea por doquier vendría a ser lo característico de
nuestro mundo moderno y sólo serían coetáneos
de dicho estadio histórico aquellos que supiesen leer “tales impresos e
improntas verdaderos caracteres de un mundo suyo”.
Esta es una de las exigencias que pide García Bacca para separar y superar al sentimiento
de enajenación, alienación, cosificación, extranjero de la realidad compartida.
sino se es, sin eufemismos, un analfabeto.
Es lo que nos diferenciaría de las épocas griega, romana y medieval, que la mayoría se manejó y
estableció sus relaciones cognitivas a través de un mundo natural. Fueron analfabetos
matemáticos; por lo que tocaban, percibían y pensaban a través de los
sentidos y mentes naturales no
necesitaban ni saber matemáticas ni leer libros (además de lo poco que estaba
en forma de imprenta). Y ello cambia a partir del renacimiento[10] en que
se comienza, con asaz impulso, a imprimir las ideas en papel en ediciones
centenarias de ejemplares y que nos muestra los comienzos de comprendernos por
la grande empresa de imponer la impronta del
hombre productor, inventor o creador en todas las cosas que hasta el momento
parecían que eran “imborrables e inalterables huellas o imágenes de Dios”. Es cuando
el hombre comienza a confiar de él mismo para sentirse señor del mundo,
abarcándolo a partir de este saber matemático aplicado tanto a los objetos más
banales como a los más complejos del momento (ET. p.136s)
Es por ello que García Bacca insiste
en este tipo de instrucción y de comunicación necesaria para establecer una
relación con la verdad que habita o
está impresa en el conjunto de todos
los elementos que conforman este paisaje artificial. El refiere que “para
terminar con esa enfermedad a la moda
de alienación, enajenación, cosificación, extrañamiento lo que hace falta es
saber leer, descifrar y palpar las improntas
del hombre. Y puesto que estas improntas
son, por mayoría creciente, llamativa e incontenible, impronta matemática, lo
urgente es acabar con el analfabetismo
matemático (sub. nuest.)” (ET, p.137).
Hace una distinción entre ser coetáneos
o contemporáneos de este primer
paisaje artificial. De todos los hombres que viven en la actualidad sólo unos
pocos podrán ser coetáneos de él mientras los demás serán contemporáneos a él,
que habitan en el mismo tiempo. Para ejemplificar más su ejemplo nos habla que
serán contemporáneos con un concierto todos los ruidos y sonidos de la sala y
de las calles; pero son coetáneos, en rigor, sólo aquellos sonidos de la
orquesta. Es por ello que el hombre con calidad de contemporáneo a dicho
paisaje es normal que se sientan cual “desafinados,
pitidos, estornudos, truenos, ronquidos o conversación privada dentro de un
concierto. Alienados –o despistados”. García Bacca nos propone como panacea cognitiva el
dejar de ser analfabeta matemático pues el remedio
no es, en un caso, acabar con la orquesta; y en otro destruir la técnica; acallar
la orquesta, o, borrar la impronta del hombre. La solución consiste a
aprender a leer en dicho lenguaje que está impreso en ese universo natural que
nos ayuda a adentrarnos en las improntas,
las huellas digitales de las manos del hombre, gracias a sus capacidades
técnicas desarrolladas: todo lleva el carácter de las dimensiones humanas: una
silla, una puerta, etc. Ello decanta en una empresa pedagógica, empresa de todo
Estado moderno y de particulares, de vida muerte para los dos. De esta manera
comprendemos que si el hacerse del hombre es un hecho individual una vez
concretado algo en un hecho se
convierte en social. El individuo hace una puerta, pero una vez hecha e
instalada se convierte en un utensilio social. Hacerse es, y ha sido,
individual; lo hecho es social. De ahí que toda comunicación también podemos
trasladarle esta condición de todo hacer humano. Toda comunicación parte de un
individuo que se ha hecho de un lenguaje que nombra al mundo, pero una vez
emitido por cualquier medio hacia otros cualquier mensaje ya contiene en sí el
carácter social de la forma comunicacional del lenguaje, sea este natural o matemático. Es como los individuos han inventado su propia
socialización. El ser de este
individuo, cuando por acción se manifiesta en lo que es, es todos -todos nosotros. Sólo por el hecho de ya hacer algo nos convertimos
en seres sociales. Y de ahí el mundo de contradicciones pronto a aparecer pues,
como decía Unamuno, referido por García
Bacca, el único remedio para no contradecirse es no hablar. Y el único remedio
de que dispone el escéptico, dirá Aristóteles, para no poder ser refutado, para
no contradecirse, es callar.
Sin embargo, nos da un ejemplo claro que la voz siempre será expresión de
lo individual y la acción, el obrar, lo sintomático de lo social. Y es que la
voz es de Jacob, por ej., pero las manos son de Esaú. “Y engaño Jacob a su
padre Isaac por las manos de Esaú, porque Isaac se dejó guiar, cual criterio,
por las manos, no por la voz. La voz del individuo, y dice: esto es mío, y sólo
mío, porque lo he hecho yo, y sólo yo; las manos son de Todos: de El Hombre, de la Sociedad; y por ellas, por las manos del trabajador, tiene que
guiarse el individuo consciente de su humanidad y de su mundo, y no por lo que
dice el yo con eso de mí, mío”. Hay una acentuación por la calidad del obrar en
tanto social y una disminución del carácter social
de la voz en tanto expresión individual. Realmente García Bacca en este aspecto no tiene una cabal
comprensión del fenómeno social de la comunicación
tanto por la voz como por la palabra
impresa de los medios de comunicación que vendrán a reflejar por esas
instancias modos de obrar y de encausar acciones sociales determinadas en el
colectivo en que decantan. Nos muestra, por lo visto, toda su aceptación del
concepto del ser social mediante la acción individual de la producción que hace
la teoría marxista en boga para el momento y tan importante dentro de su
formación social como pensador. Pero una cosa podemos sacar de dicho análisis y
es que la comunicación social en tanto producto, por más insignificante que sea,
vendrá a influir en todos los demás productos que estén en la constelación mercantil.
Está conectado con todo, por tanto “uno con todos y todos con uno”, para
nuestro tiempo actual. Y es la
comprensión de lo ya dicho por Heráclito: este mundo es el mismo para dioses o para hombres; en nuestra condición social de
vivir dentro de un paisaje artificial
tanto de la técnica, de la ciencia, de la producción mercantil y del desarrollo
de las comunicaciones bien podemos comprender que lo que pasa en una parte o lugar
repercute en todo lo demás. Es un mundo en que nos encontramos igualados por
ese conflicto de lo particular y lo universal que provee este estadio de la
globalización de la economía y de la cultura en todos sus aspectos, momento en
que los hombres, gracias a todo el desarrollo de esos factores y en especial de
los medios de comunicación podemos afirmar junto con García Bacca que ha hecho que todos los hombres
participemos de un primer contexto
unitario real (ET.p.144). Somos parte de esa humanidad que, optimista o
pesimistamente, hemos vivido en paisaje
artificial, pero también el primero que ha vivido en paisaje humano pleno en tanto producto de eso ser social. Economía,
comunicaciones y sociedad, podemos decir en tanto inventos del hombre, son
artefactos de totalidad.
Estas acciones, este obrar es lo que vendrá a darle al hombre el sentido y
el contenido de su conciencia social en tanto “padre, madre...vendedor, comprador,
traficante, rey súbditos”. Y tales contenidos
de una conciencia social, en tanto productos organizados e inventados serán instrumentos sociales que tienen un mandato a modo de preceptos morales,
normas de derecho etc. Instrumentos que no por sueltos no forman partes de todo
un sistema de relaciones y convenciones. Ello es más que una trasmutación de lo
natural a lo social, no es fácil habituar el oído para aceptar oír a los
pájaros a escuchar la complejidad sonora de una orquesta. Si sólo es una trasmutación de incorporación realmente
seremos sólo contemporáneos alienados
de tales cambios. Para participar de la complejidad del concierto actual de los
conocimientos el trabajo es más exigente. Para dominar lo real del mundo
actual, en estado de Técnica, tendremos que dejar ser dirigidos, en tanto
ejecutantes de dicho saber, por directores competentes que para García Bacca son los representantes más conspicuos
de la ciencia: los “Hilbert, Poincaré, Cántor, Riemann..., Einstein, Planck,
Heisenberg...Fermi, Oppenheiner, Teller, Lenin, Churchill, Roosevelt”, etc.,
(ET, p.149). Y pasar de ser un público
folclórico y abigarrado a otro que refleje una conciencia social conexa, estructurada
y universal. Insiste García Bacca que
mientras no sea así arrastraremos una conciencia alienada, escindida, en trance
de desgarramiento, por mantenernos sólo en lo natural sin hacernos de una cultura científica, técnica, es decir,
humana y propia de saberse en tanto miembro de una sociedad.
Respecto a los límites ontológicos de la técnica encontramos que por su
intención y programa implícito de tal tipo de pensamiento y acción tendera a la
superación de lo presentado en tanto inmutabilidad
natural, de aquellas concepciones anacrónicas de esencias perennes. La técnica no deja definir a lo natural y
esencial como inmutable y eterno. Ello es un efecto de lo que advertía Berkeley
a los científicos y filósofos: Comenzamos
por levantar polvaredas, y después nos quejamos de que no vemos. Se
comienza por hablar de esencias y naturaleza, esa polvareda que luego impide ver, comprender y obrar que son cosas
mutables, pasajeras, contingentes, generables, corruptibles, simples,
temporales, que es el programa que vendrá a demostrarnos de todas ellas la
técnica para quien toda esencia es mutable, transmutable por excelencia,
sometiendo toda materia a cambios que sólo le impone límites de la imaginación
y la razón humana. Dónde hay límites pareciera que la ciencia y la técnica los
observa como un momento ideal para traspasarlos, es lo que decanta la evolución
del saber moderno. De ahí que García
Bacca interprete la frase de Heráclito: Si
no esperáis no daréis con lo inesperado. “Si no se pone el hombre a tantear
todo, a experimentar todo, a invertir, pervertir, subvertir todo..., no daremos
con lo inesperado –e inesperable, según las leyes naturales; con lo nuevo” (ET,
1968 p.154). La técnica, para la visión un tanto optimista de García Bacca respecto a ella, es inicio para la
apertura de la realidad a encontrar novedades
a partir de ella; la condición de la naturaleza
es la apertura a las repeticiones en
innumerables veces. Inercia natural ante la aceleración de la técnica. La
naturaleza tiene y nos advierte de ciertos límites, la técnica nos conmina a
sobrepasar cualquier límite, nos advierte que es imposible ponerle puertas al
campo.
¿Peligros de la técnica?
La concepción de la técnica a la que refiere el pensamiento de García Bacca es al desarrollo de ella que opera en
la historia social a partir de la revolución industrial. Pero los peligros que
presenta esta condición técnica son varios y uno primordial es la pérdida de
diversidad cultural humana. Es la condición de la proclama de los de Ovejuna, todo a la una, que
pudiera ser un síntoma de uniformidad propia de una mal interpretación de la
democracia popular al formar un colectivo real. Las sociedades de
masas, o de individuos de masas, al
decir del comunicólogo francés Dominique Wolton, nos lleva a que al aumentar el
número entra en vigor una ley más real que la de gravedad. Al aumentar el
número se cae el conjunto a un estado de medianía,
en que las cualidades humanas –de vida, racionalidad, voluntad, arte, religión,
política, sociedad, las virtudes- vendrán a caer en la mediocridad, cayendo los individuos de masas en lo que llama García Bacca en un cualquierismo: ¿el todo da igual postmodernista occidental?, nos
preguntamos. Es el efecto que surge de una demasía desbordada de la técnica sin
comprenderla y vivirla en extrañamiento. Así surgen sus efectos perturbadores
de esa feliz condición de humanizar
el universo: “La propaganda, los medios de comunicación de masas, el
adoctrinamiento público...no pudieron surgir, como fenómenos reales que son
ahora cuando los hombres eran unos millones desperdigados por la tierra; ni la
producción en serie en cuanto método de producción –invento moderno- pudo ni
acudir ni realizarse para un mercado de cien, mil, dos mil... hombres”. Sus
palabras pueden ser hasta un tanto proféticas en un mundo interconectado y que
vive a paso de efectos globalizantes continuos e instantáneos al afirmar que
“la industria y comercio actuales –díganlo o no en lenguaje filosófico,
teológico político-, se sienten felices al extender su mercado a través y contra
fronteras nacionales, religiosas, políticas, raciales; todos de la talla 12,
todos de tal credo, todos de tal Partido...”. Sus apreciaciones no
escapan tampoco a la condición cristiana o católica, la cual ha caído en la ley de los grandes números al aspirar
una colonización mental de todos los hombres de la tierra en función de su idea
de dios único. Es por ello que el catolicismo
de masas lo lleva a emparentar, en tanto efecto, con la condición del
capitalismo, en que ambos aspiran a ser condición universal y como un efecto de
la grandiosidad en que hemos caído por razón de la ley de los grandes números:
“y el catolicismo o universalismo del comercio capitalista no es, por igual y
profunda real razón y causa, efecto propio de la economía capitalista; no es una de sus virtudes; o lo es realmente,
mas lo es profundamente de la ley de los grandes números” (ET, 1968, p.172). Es
la desmesura del número de hombres que ha proporcionado la justificación y
aparición de tal mediocridad vital y
profusión y extensión en que el conjunto se convierta inevitablemente y en
buena parte en aquel todos a una de
Ovejuna. Ello por falta de controles y continencia en la reproducción, como
advierte García Bacca, y de la
regulación de los órganos genéticos
vendremos a inaugurar en el siglo XX la
cantidad de los mil millones de seres humanos[11]. Tal
ley se convierte en una necesidad matemática, ley de los grandes y crecientes y
continuos números, que impregnan a todo régimen religioso, político y
económico: “ser trescientos millones de católicos, doscientos millones de
norteamericanos, ochocientos millones de chinos, cien millones de arios puros,
treinta millones de partidarios, cien millones de clientes...”, que si bien ya
esas cifras no se corresponden a la realidad del presente no dejan de ser asombrosas
al referir los cambios que se vendrán a operar por la aplicación de la ciencia
y técnica que si en un momento de la humanidad no tenían un carácter de
necesidad para sostener tales números de individuos hoy se convierten sus
investigaciones y aplicaciones la condición para la permanencia de la especie
hombre en la tierra, siempre que se quiera mantener tal condición cultural y
vital de tal especie. Es el mundo de lo desmesurado y que se pone a prueba con
los límites de los propios recursos naturales y con cierta preservación apta de
la ecología y del ambiente. De ahí la necesidad de no dejar pasar por alto la
realidad de dicha ley; la ignorancia de la ley de los grandes números “nos
evita romperse la crisma”.
La técnica actual padece de una incontinencia aritmética de la naturaleza.
Su criterio es el de reproducción, en tanto distintivo de la vida en
contraposición con lo animado. Llevando la categoría del número por encima del
de cualidad, “anegar el alma en cuerpos”, afirma. Es la pérdida de la idea de
la finitud de dicha reproducción,
aunque ella sea condición de todo lo vivo. La naturaleza será portadora de una
espontánea o natural novedad,
originalidad, que viene a convertirse siempre y cuando vaya acompañada de la
posibilidad de sujetarse al paso siguiente de la reproducción, reedición,
repetición, es su ley de creación o producción de novedad. El caso de la técnica,
como lo hemos entrevisto ya, tiene como condición constante a la novedad y a la
creación de originalidad, invención, ocurrencia. La reproducción, repetición,
reedición son tendencias propias de la naturaleza. Ello marca un significa
persistente al encontrar que la naturaleza es
la tentación de la técnica por ese carácter de reproducción, reedición y repetición
que también asumirá en tanto producto social. A la final, volvemos a comprender
que la naturaleza de las cosas, en cuanto naturales, tienen una esencia, la
técnica, por ser constitutiva, contiene un plan que como tal vendrá a dominar a
la esencia. Es una lucha de dominación. “La técnica es, pues, el plan mismo de
dominar la naturaleza” (1968, p.176).
Lo anterior es propio de este estadio de la humanidad que García Bacca plantea respecto a su concepción de
hombre. Este será un ser natural, participe de una esencia que se expresa y refleja en tanto animal racional más ello
será sólo un principio u origen pues su sentido es estar encaminado hacia una
empresa extranatural y extraesencial: “la de transmutarse de
explosivo de la realidad a motor de explosión, a regulador, gobernador o
cybernetes de la realidad en cuanto explosiva en nuevos seres, -nuevos tipos de
vida, nuevas maneras de hacerse la vida, de engendrar, de pensar y querer, de
asociarse o creer”. Esta es su condición actual
según este filósofo. Se convierte en ser
explosivo, explosivo planificador de su propio poder: ello es la empresa del hombre presente. Así la
técnica no es otra cosa que empresa de novedades en ser o el empresario de novedades de ser: es posibilidad de aventura de ser.
Pero ello da apertura a confundir innovación con renovación. Este último
lo único que hace es repetir una vez más lo anteriormente fue realmente
innovación. Pero ésta se reduce a ser una
nueva vez. Los renovadores pretenden ser innovadores y son sólo repetidores
de una y una segunda vez de ser, no hay novedad de ser. Lo contrario implica
novedad, lo nunca visto, aparecido y sido, es la aventura de ser.
Estas dos categorías son aplicadas para distinguir la técnica actual, que es técnica de innovación
(“por primera vez”), respecto a la técnica clásica,
la que se distingue por ser técnica de repetición (“una vez más”). La primera crea, la segunda le vasta conservar. Sin embargo, las dos perviven
en nuestra situación de hombres impregnados de la ley de los grandes mundos que
habitan internados dentro del ahora ya no paisaje
artificial sino también virtual,
¿paisaje virtual? ¿paisaje del pasaje artificial en tanto representación
virtual?
NOTAS
[1] Habría que agregar el dictamen de Heráclito “la
naturaleza ama ocultarse”, donde la justificación del filósofo, amante de la
sabiduría y del ser, estaría su deber centrado en desocultar o des-cubrir a lo
oculto. En cierta forma el sentido de la verdad
griega, la aletheia, significa realmente
des-cubrir lo que alguien olvido o quiso
olvidarse.
[2] El texto que trabajaremos
a lo largo de este ensayo sobre García
Bacca es Elogio de la Técnica, Ed.
Universidad Central de Venezuela, Caracas, 1968. De ahora adelante nos
referiremos en el texto a él a través de las siglas ET.
[3] También pertenecerán a este naturalismo el
derecho natural, la física natural, la religión natural, la lógica natural,
todos ellos vendrían a ser la negación de la historia para García Bacca.
[4] El primer telescopio probablemente creado es
el del óptico holandés Hans Lippershey en la primera década del siglo XVII.
Galileo fue uno de los que lo utilizaron y perfeccionaron para observar los
cielos. El telescopio de Galileo era un refractor con lente convexa delante y
una lente ocular cóncava lo cual era propenso a la aberración cromática, es
decir, la producción de franjas de colores falsos en las imágenes. Esto fue
finalmente superado combinando lentes de diferentes índices de refracción. El telescopio
reflector superará ese defecto al utilizar dos espejos y una lente ocular de
forma que elimina los problemas de los tubos de largo alcance y la distorsión
del color. Como vemos, la técnica, sin embargo, siempre ha tratado de buscar
una mejoría, una perfección, pero no
ya en las cosas de la naturaleza sino en los instrumentos sobrenaturales, es
decir, aquello creados por el hombre.
[5] El holandés Antoni van Leeuwenhoek
(1632-1723) fue quien por primera vez desordena la mirada ante lo pequeño de la
naturaleza. Pionero la fabricación de microscopios los construyó como
entretenimiento y a partir de diminutas lentes biconvexas montadas sobre
platinas de latón, que se sostenían muy cerca del ojo. A través de ellos podía
observar objetos, que montaba sobre la cabeza de un alfiler, ampliándolos hasta
trescientas veces (potencia que excedía con mucho la de los primeros
microscopios de lentes múltiples).
Esta ampliación en intensidad de la mirada al mundo
vendrá a descubrir gracias a ellos los protozoos, los glóbulos rojos de la
sangre, el sistema de capilares y los ciclos vitales de los insectos.
Leeuwenhoek, para nada ya hombre natural, se enfrentó a la teoría de la época
por aquel entonces en vigor, la generación espontánea (propios de una ciencia
aristotélica naturalista), llegando a demostrar que los gorgojos, las pulgas y
los mejillones no surgían espontáneamente a partir de granos de trigo y arena,
sino que se desarrollaban a partir de huevos diminutos. Describió el ciclo
vital de las hormigas mostrando que las larvas y pupas proceden de huevos.
También examinó plantas y tejidos musculares, y describió tres tipos de
bacterias: bacilos, cocos y espirilos. Se fue a la tumba con el secreto del
arte de construir sus lentes impidiendo que se realizaran nuevas observaciones
de bacterias hasta que se desarrolló el microscopio compuesto en el siglo XIX.
[7] García Bacca nos da su propio concepto de mundo, que define como un conjunto
coherente de cosas naturales convertidas “en criados y criadas del hombre, en
servicio doméstico, constituye el primer acontecimiento histórico; y el hombre
natural, por virtud de él, asciende a ser primer hombre”. Y ello se diferencia
del universo que será “conjunto de cosas en sí mismas o unidas por leyes para
una cualquiera, ninguna privilegiada”, (ET, 1968:99)
[8] La idea de estela pensamos que su origen se debe al poema de Machado, querido
poeta de García Bacca, al decir “caminante no hay camino, sino estelas en la mar”. Una estela,
entonces, es un testimonio de que un algo, un barco, un avión, ha pasado, no
que va a pasar; que fue: es la consideración de las genealogías respecto a
algo. La estela mira al pasado desde el mundo desde donde avanza el presente;
tal visión no va del presente o futuro. Y ella tiene la significación de
englobar todas las posiciones anteriores, toda pasada trayectoria de algo, (García Bacca, 1968:126).
Y esto no sólo lo aplica al mundo de la técnica sino también de las teorías. La
del mundo de la física relativista en relación con la newtoniana y galileana,
las cuales pasan a ser estela
respecto a la primera, descienden a antiguallas mentales, a conmovedoras simplificaciones,
a obsoletos procedimientos mentales y físicos. No es que ellas sean falsas,
sino que son algo históricamente peor: obsoletas. Son parte de la estela de la
física actual. Y esta relación podemos también referirla al uso de empecinadas
teorías ideológicas del nacionalismo del siglo XIX y XX en relación con el
estadio de la globalización actual que está presente en las relaciones de las
políticas públicas dentro del mundo estático/dinámico mediático. E igual
respecto a la lógica matemática o simbólica moderna respecto a la silogística
aristotélica.
[9] Término de García Bacca, para quien la vida
religiosa, moral y social, le es dada y creada por dios y no a partir del
universo construido y creado por el hombre en tanto creador de la humanización
del universo. El pordiosero es una
especie de alienación, pues sentirse enajenado –término que el autor usa sin
distinción y como sinónimo de alienación-, es aquel que nada tiene de suyo: “ni
sus manos, ni los pocos e insignificantes productos de ellas”. Es la condición
del análisis marxista en que los productos realizados por el hombre no le
pertenecen ya que su ser deja de ser suyo.
[10] El Renacimiento es visto por García Bacca como el momento en que el
hombre no permite que se mantenga títere
con cabeza. Será el momento del gran tanteo y de la ingente acción
experimentadora en todo orden de cosas e ideas; “es El Tanteador y El
Experimentador” (ET, 1968:159).
[11] Es una advertencia real. A principios del
siglo XX la humanidad alcanzó por primera vez, en todos los miles de años de
existencia como especie, la cifra de mil millones de seres. Al final de ese
siglo ya éramos los seis mil millones. Ello hace que surja la nombrada ley de
los grandes números a que se refiere García Bacca, que en economía no es otra cosa que aquel campo
llamado macroeconomía.
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