El Mecanismo del Chivo Expiatorio
en René Girard
Maria Eugenia Cisneros Araujo
Introducción
El
mecanismo del chivo expiatorio constituye una de las categorías fundamentales
de la visión antropológica que ofrece René Girard. El pensador francés le
interesa analizar cómo se produce el fenómeno del chivo expiatorio; las
acciones mediante las que se elige a la víctima propiciatoria y las causas de
la mecánica de la acusación que se le hace a la víctima escogida. El mencionado
autor aborda el mecanismo del chivo expiatorio a partir de los siguientes
aspectos: En primer lugar, los cuatro estereotipos que caracterizan a la
víctima propiciatoria: 1) Crisis; 2) Culpabilización; 3) “Signo de la víctima”;
y, 4) La violencia. En segundo lugar, se trata de una víctima inocente. En
tercer lugar, para que el mecanismo del chivo expiatorio funcione es necesario
que exista unanimidad en la multitud en creer que la víctima es la única
responsable del desastre en la que se encuentra. En cuarto lugar, la víctima
tiene una doble condición simultánea: destruye y construye. Y en quinto lugar,
la víctima es divinizada.
El
mecanismo del chivo expiatorio es producto del deseo mimético. En El misterio de nuestro mundo. Claves para
una interpretación antropológica[2],
Girard afirma que el deseo humano es mimético. En el hombre las interferencias miméticas están
modificadas por la hominización[3];
esto quiere decir que en el ser humano los instintos no lo arrastran
automáticamente. El hombre tiene que configurar su cerebro a partir de sus
experiencias. La hominización implica
acciones llenas de interferencias
miméticas que se van complejizando.
Lo mimético significa “ver en el otro
a un alter ego como la facultad correlativa de desdoblamiento interno, de
reflexión, de conciencia” [4].
El
ser humano tiene un vacío ontológico y ese hueco lo llena
imitando a otro que concibe como su modelo. La
tesis de Girard es la siguiente: Los otros nos donan el ser y por esa razón en
el hombre el deseo es el instinto modulado por otro, es decir, el ser del
individuo se configura mediante la imitación. Pero el deseo mimético se explaya
en una relación en la que un individuo desea el ser del
otro, quiere ser como su modelo y aquí comienzan los problemas
porque el ser humano se hace únicamente mediante la imitación y si el modelo
elegido a copiar se convierte en obstáculo nace la rivalidad y con ello la
violencia. “El deseo es la misma crisis mimética, la rivalidad mimética aguda
con el otro, en todas las empresas llamadas «privadas» que van del erotismo a
la ambición profesional o intelectual…”[5].
Dicho de otra manera, la liberación del deseo mimético desemboca en una
anarquía confusa, angustia, competencias que crean situaciones inquietantes; en
la relación de interferencias miméticas,
el hombre se enfrenta a su mayor obstáculo, su rival que también es una
competencia. Esta dinámica da origen a la violencia.
Según Girard, la inserción en la cultura
ocurre por el mimetismo; el aprendizaje, la educación, la forma de ser, todas
las conductas humanas responden al mimetismo.
La imitación suscita rivalidad y conflicto porque del otro emana una doble
situación: como modelo elegido se quiere imitar; como rival, ocurre lo
contrario.
En la rivalidad se presenta la
estructura triangular del deseo mimético: se desea el ser del otro mediante los
objetos que posee el otro. Dicho de otra forma, se cree que consiguiendo el
objeto del modelo a imitar también obtengo el ser del modelo. En principio, la
causa de la rivalidad es por el objeto que posee el modelo. El objeto es un
bien que se pelea y esto hace que aparezcan las ambiciones en las partes de la
relación mimética. Mientras más difícil sea la adquisición del objeto su valor
aumentará y el sujeto tiende a asignarle a ese conflicto unos significados que
no tiene. Pero en realidad, lo que quiere el individuo es apoderarse del ser
del otro. En palabras de Girard: “El modelo posee una autosuficiencia y una
omnisciencia de la que el sujeto sueña con apoderarse”[6].
La relación mimética es de reciprocidad porque en algún punto del mimetismo se
puede generar un intercambio en el que el modelo pase a imitar al sujeto que lo
eligió en principio como susceptible de ser copiado. Y en este contexto la
violencia es una relación mimética recíproca en el que cada uno imita la
violencia del otro. Esto es lo que llama Girard la relación de dobles. La tesis de Girard es que para todos los
hombres hay un mismo deseo: el mimetismo.
En resumen, el
deseo mimético genera rivalidad, conflicto y esto se materializa en una crisis
que es el terreno donde se hace visible la figura del chivo expiatorio. Dice
Girard que el deseo mimético va hacia la locura y la muerte a menos que surja
un chivo expiatorio que engendre la razón. El deseo mimético se convierte en
una crisis que desencadena las persecuciones colectivas ante la pérdida
de lo social, el fin de las reglas, de las diferencias que definen los órdenes
culturales y la desaparición de las instituciones. Al surgir la
indiferenciación se impone la confusión y se da una uniformización por reciprocidad. Al desaparecer las diferencias
jerárquicas y funcionales todo asume un mismo aspecto: conflicto, violencia,
venganza, insultos, golpes. En una situación de esta naturaleza, los individuos
antes de culpabilizarse a sí mismo incriminan a otro o a la sociedad en su
conjunto. Lo que le interesa analizar a Girard es la causa de la mecánica de la
acusación, las formas en que se producen las persecuciones y las acciones
mediante las que se realizan tales persecuciones. Al respecto, explica Nelson
Tepedino en su artículo “Un intelectual católico y el misterio de la violencia:
René Girard, In memoriam”[7]
lo siguiente:
“Girard encontró en
sus estudios de mitología, literatura e historia la visión del hombre como un
ser esencialmente deseante: desea apropiarse de un ser que no le viene dado y
que tiene que cobrarlo de alguna manera en la realidad […] Imita el deseo de
los otros que son sus modelos para llenar su vacío ontológico […] Aprendemos a
ser imitando a los otros. El deseo que forma nuestra condición humana es un
deseo mimético […] La comunidad sumida en la violencia se redirige contra
alguien, ese alguien es el chivo expiatorio”[8].
En el presente trabajo se estudiará: 1) Los elementos que
constituyen el mecanismo del chivo expiatorio; y, 2) El mito de Edipo Rey. Allí,
según René Girard, Sófocles narra el mecanismo de la víctima propicitoria[9].
1.
El mecanismo
del chivo expiatorio
En su libro El chivo expiatorio, en el capítulo II titulado Los estereotipos de la persecución[10],
Girard explica que existen elementos específicos que hacen que una sociedad
elija a una víctima y la señale culpable de la crisis de indiferenciación en la
que se halla, como se expuso en la introducción al hacer referencia al deseo
mimético. Estos estigmas son:
1) La crisis social y cultural: Se trata del debilitamiento de las
instituciones normales que implica una pérdida de las reglas y de las
diferencias que definen los órdenes sociales y culturales. La indiferenciación se
muestra por la aparición de la multitud, de la pérdida total de lo cultural, de
la confusión y del desorden absoluto[11].
Esta crisis desencadena grandes persecuciones colectivas porque los individuos
se sienten impotentes ante el desorden que viven y antes de culparse a sí
mismos por la situación violenta, que están viviendo, acusan a algunos
individuos que consideran nocivos o sospechosos de crímenes de un tipo especial
como de una peste o epidemia. En palabras de Girard:
“…La acusación […]
permite desplazar la responsabilidad de unos desastres perfectamente reales a
unas personas cuyas actividades criminales nunca han sido realmente
descubiertas […] consiguen persuadirse de que un pequeño grupo, o incluso un
único individuo, puede dañar a toda la sociedad sin ser descubierto…”[12]
2) La culpabilización: La acusación se origina mediante el
señalamiento que se le hace a un individuo por considerar que está vinculado a
los crímenes que causaron la crisis social y cultural. Estos hechos violentos
son los siguientes: En primer lugar “…están los crímenes violentos perpetrados
contra aquellos a quienes es más criminal violentar […] el rey, el padre, el
símbolo de la autoridad suprema […] los más débiles e inermes, en especial
contra los niños”[13].
En segundo lugar, los crímenes sexuales: violación, incesto[14].
Por último, los crímenes religiosos: profanación, transgresión de tabúes[15].
Para Girard todos estos crímenes son centrales porque suspenden las diferencias
que establecen la sociedad y la cultura y generan todas las confusiones que de
ésta pérdida se derivan. Tales transgresiones a la jerarquía establecida
institucionalmente, aunque haya sido realizada por un individuo, tienen efectos
globales porque afectan el orden cultural, la jerarquía familiar cuyos efectos
equivalen a una epidemia, peste, desastre natural que destruyen todo[16].
En su libro La violencia y lo sagrado,
el pensador francés dice: “Tan pronto como se tiene a ver en un individuo
aislado el responsable de la crisis sacrificial, esto es, de toda la diferencia
perdida, nos sentimos obligados a definir este individuo como destructor de
estas reglas fundamentales que son las reglas matrimoniales, en otras palabras,
como esencialmente «incestuoso»…”[17]
3) El signo de la víctima: Para Girard
existen unas categorías universales para elegir a la víctima[18].
Valga la cita in extenso:
“Junto a criterios
culturales y religiosos, los hay puramente físicos.
La enfermedad, la locura, las deformidades genéticas, las mutilaciones
accidentales y hasta las invalideces en general tienden a polarizar a los
perseguidores […] Los impedidos siguen siendo objeto de medidas claramente
discriminatorias y vejatorias […] La invalidez se inscribe en un conjunto
indisociable de signos vejatorios […] cualquier individuo que experimente
dificultades de adaptación, el extranjero, el provinciano, el huérfano, el hijo
de la familia, el pobre, o, simplemente, el último en llegar, es más o menos
asimilable al inválido […] Cuando las invalideces o las deformaciones son
reales […] cuando un grupo humano ha adquirido la costumbre de elegir a sus
víctimas en una cierta categoría social, étnica o religiosa, tiende a atribuirle
las invalideces y las deformidades que reforzarían la polarización vejatoria si
fueran reales […] la marginalidad de los miserables, o marginalidad de los de
fuera, haya que añadir una segunda, la marginalidad de los de dentro, la de los
ricos y de los poderosos […] las cualidades extremas […] extremos de la riqueza
y de la pobreza […] del éxito y del fracaso […] de la belleza y de la fealdad,
del vicio y de la virtud, del poder de seducir y del poder de disgustar; a
veces se trata de la debilidad de las mujeres, de los niños y de los ancianos,
pero otras el poder de los más fuertes se convierte en debilidad delante del
número […] contra aquellos que en un primer tiempo ejercieron sobre ellas un
dominio excepcional…”[19]
El
argumento de Girard consiste en señalar que existen estigmas visibles de
carácter universal que hacen que un individuo sea elegido por una turba como
chivo expiatorio. En otras palabras, existe un perfil transcultural de la víctima que la hace ser seleccionada
como chivo expiatorio[20].
Los rasgos de la víctima significan “la diferencia en el exterior y al margen
del sistema, la posibilidad para el sistema de diferir de su propia
diferencia…”[21].
Aquí el pensador francés destaca una cuestión que le parece central: el
problema de la diferencia al margen del sistema es que representa su propia
vulnerabilidad. Y por eso generalmente los privilegiados de una cultura corren
mayor riesgo de muerte a manos de una multitud desenfrenada. Recordemos lo
sucedido a Luis XVI y María Antonieta en la Francia de 1789[22].
4) La violencia: Se refiere aquí Girard
a la violencia colectiva, la de los perseguidores contra la víctima para
sacrificarla. La violencia propia que produce y reproduce el proceso
persecutorio y el mecanismo del chivo expiatorio.
Además
de estos cuatro estereotipos, para que el mecanismo del chivo expiatorio se
produzca efectivamente, se requiere que los perseguidores estén convencidos de
la culpabilidad de la víctima. Se necesita la unanimidad en la creencia que el
individuo señalado por la masa es perjudicial para la sociedad. Basta con que
uno no crea en la culpabilidad de la víctima elegida para que no se produzca el
mecanismo del chivo expiatorio[23].
El
asunto es que la turba le atribuye al individuo la responsabilidad de la
crisis; la acusación al individuo lo
muestra como el origen y la causa de toda la crisis social y cultural en la que
se encuentra. La turba cree que sacrificando a la víctima elegida regresará
nuevamente el orden porque con la muerte del chivo expiatorio eliminarán el
desorden de la sociedad. En otras palabras, en la unanimidad del convencimiento
de la culpabilidad de la víctima está la creencia del saneamiento de la
sociedad[24].
El
mecanismo del chivo expiatorio permite, por un lado, a los perseguidores liberar
la angustia, las frustraciones colectivas originadas por la crisis social y
cultural; por el otro, la reconciliación consigo misma. ¿Qué significa esto? En
la víctima confluye simultáneamente, la crisis social, cultural y el nacimiento
de un orden totalmente nuevo. En una frase, la víctima es responsable del
desorden y del orden[25].
En palabras de Girard: “…la metamorfosis de la que la víctima ritual, a
continuación de la víctima originaria, debiera ser el instrumento; debe atraer
sobre su cabeza toda la violencia maléfica para transformarla, mediante su
muerte, en violencia benéfica, en paz y en fecundidad”[26].
En resumen, el mecanismo del chivo
expiatorio consiste en lo siguiente: 1) sacrificar a una víctima inocente; 2)
la unanimidad en la creencia de los perseguidores en la culpabilidad de su
víctima; 3) la acusación de la víctima, la culpa y el crimen cometido son
inseparables[27].
Finalmente,
a los rasgos anteriormente mencionados, se une el siguiente: La divinización
del chivo expiatorio. Esto significa que: “…atribuyen […] a la víctima
colectiva que facilita el retorno a la normalidad, deducirán necesariamente de
esta doble transferencia la creencia en un poder trascendente a la vez doble y
único que les aporta alternativamente la pérdida y la salvación, el castigo y
la recompensa…”[28].
Es decir, la muerte de la víctima pone fin a la crisis de indiferenciación en
la que está sumida la sociedad; y simultáneamente, es el origen de su nueva
estructuración. Y esta facultad de transformar el desorden en orden es lo que
hace que sea divinizada, esto es, el sacrificio es el origen de la divinidad[29]. Se presenta aquí la idea del eterno retorno,
esto es, crisis, sacrificio del chivo expiatorio, orden, crisis y así continúa
la repetición[30].
Para
Girard: “…De la divinidad muerta proceden no sólo los ritos sino las reglas
matrimoniales, las prohibiciones, todas las formas culturales que confieren a
los hombres su humanidad”[31].
Lo que quiere decir el pensador francés es que el origen de toda sociedad y
cultura proviene de la violencia y el sacrificio de una víctima inocente que es
el chivo expiatorio convertido en una divinidad. Este doble carácter de la
víctima produce la indiferenciación y da origen nuevamente a la diferenciación[32].
La
cuestión que destaca Girard es que del homicidio colectivo, de la víctima
propiciatoria, del chivo expiatorio surge la humanidad, lo social y la cultura.
Los perseguidores con el mecanismo del chivo expiatorio “…Quieren reproducir
con la mayor fidelidad posible el modelo de una crisis anterior que se ha
resuelto gracias al mecanismo de la víctima propiciatoria…”[33].
Y esto es lo que los mitos ocultan: la sociedad se erige mediante el sacrificio
de la víctima propiciatoria. La muerte de la víctima le devuelve la
tranquilidad y la paz a la comunidad. El mecanismo del chivo expiatorio ha sido
tomado como un modelo universal para restaurar el orden, la tranquilidad y la
unidad. Lo que significa que el chivo expiatorio se convierte en el mecanismo
fundador de la sociedad, la cultura, la humanidad[34].
2. Edipo
Rey: El chivo expiatorio
Girard
toma el mito de Edipo Rey de Sófocles
para mostrar los aspectos que conforman el mecanismo del chivo expiatorio. En
su obra El chivo expiatorio, explica
que el mito de Edipo Rey muestra: 1) La crisis: la peste que está sufriendo
Tebas. 2) Los crímenes: parricidio e incesto cometidos por Edipo Rey; estos
hechos cometidos agudizan la crisis de indiferenciación que vive Tebas.
Para el pensador francés, lo que
se lee en la tragedia es lo siguiente: se perdió la jerarquía entre el padre y
el hijo; y, entre la madre y el hijo. Esto hace que la indiferenciación se
contagie a toda la sociedad. Además, Edipo Rey posee un estigma físico que lo
inviste de víctima: es cojo; y tiene un signo de invalidez: es extranjero. Estos
estereotipos desatan la persecución unánime de la turba contra Edipo por creer
que es culpable de la crisis en la que está sumida Tebas. Su sacrificio acabará
con la epidemia, restaurará el orden, la paz y la tranquilidad[35].
Edipo
Rey es la víctima que contamina lo que le rodea, contagia la peste, trae la
discordia, produce todos los desastres. Es el criminal, el culpable, el chivo
expiatorio. El mito de Edipo muestra que la víctima está condenada de antemano
y no puede defenderse de su condena. Tiresias culpa a Edipo de parricidio y de
incesto, le desvela que los hermanos, Eteocles y Polinice, se matarán entre sí.
La obra está impregnada de un ambiente de violencia en la que se mueven los
protagonistas: Edipo y Tiresias[36].
Edipo
Rey es el único responsable del parricidio y del incesto. “…Es posible, como
mínimo, afirmar de Edipo algo que no se puede decir de nadie más. Es el único
culpable del parricidio y del incesto. Se nos presenta como una excepción
monstruosa; no se parece a nadie y nadie se le parece”[37].
Edipo transgrede la diferencia más fundamental la que existe entre padre, madre
e hijo. Al asesinar a su padre y casarse con su madre elimina la diferencia[38].
Al eliminarse la diferencia entre padre e hijo se introduce la rivalidad por la
madre lo que genera la violencia extrema porque también se borra la jerarquía
que conforma a una familia: Padre y madre juntos y por encima de los hijos. Al
convertirse la madre en rivalidad entre el padre y el hijo, por los crímenes de
parricidio e incesto, se produce el estado de la indiferenciación y por
consiguiente la crisis. En otras palabras, la rivalidad, el conflicto se
materializa en una crisis social y cultural que se manifiesta por el
debilitamiento de las instituciones al perderse la jerarquización establecida y
surgir la indiferenciación; este es el terreno donde se produce las condiciones
para que aparezca el mecanismo del chivo expiatorio.
La crisis social y cultural puede
llevar a la comunidad a la locura y la muerte a menos que surja un chivo
expiatorio que los regrese nuevamente a la razón. En palabras del pensador
francés:
“Incluso cuando
consigue absorber la relación del padre y del hijo, la reciprocidad violenta ya
no deja nada fuera de su campo. Y absorbe esta relación de la manera más
absoluta posible, convirtiéndola en una rivalidad que ya no se refiere a un
objeto cualquiera sino a la madre, esto es, al objeto más formalmente reservado
al padre y más rigurosamente prohibido al hijo. También el incesto es
violencia, violencia extrema y, por consiguiente, extrema destrucción de la
diferencia, destrucción de la otra diferencia principal en el seno de la
familia, la diferencia con la madre. Ambos el parricidio, completan el proceso
de indiferenciación violenta. La idea que asimila la violencia a la pérdida de
las diferencias debe culminar en el parricidio y en el incesto como término
último de su trayectoria. No queda ninguna posibilidad de diferencia; ningún
ámbito de la vida puede escapar ya a la violencia”[39].
El
crimen más terrible que transgrede a la sociedad y tiene un origen impuro
consiste en mezclar la misma sangre que tiene que estar separada. Esta
situación abominable es contagiosa porque da inicio a un proceso de generación
producto de la combinación de la misma sangre. Y esta situación, en el análisis
de Girard, se concibe como la reproducción de la indiferenciación. Dicho de
otro modo, las crisis que desencadenan las persecuciones colectivas son
aquellas en las que hay una pérdida de lo social, fin de las reglas, fin de las
jerarquías que definen los órdenes culturales y la desaparición de las
instituciones. Al surgir la indiferenciación se impone la confusión y se
uniformiza la comunidad. Al desvanecerse las diferencias jerárquicas y
funcionales todo asume un mismo aspecto: conflicto, violencia, venganza, desorden.
En una situación de esta naturaleza, los individuos antes de culpabilizarse a
sí mismo incriminan a otro, en este caso, a Edipo Rey.
Girard busca estudiar la relación
entre las persecuciones colectivas y lo cultural. Su planteamiento sostiene que
bajo la indiferenciación aparece la multitud con la necesidad de satisfacer su
apetito de violencia. Este apetito se libera por la persecución de aquel o
aquellos señalados como nocivos para la comunidad. El elegido como víctima
responde a razones culturales, religiosas, físicas (enfermedad, deformidad). El
asunto es que la multitud iracunda culpabiliza a alguien de su desgracia y una
vez que son perseguidos y asesinados el tumulto depura a la comunidad de los sujetos
que la pervierten.
Los mitos dan cuenta de las
violencias reales contra víctimas reales. No son producto simplemente de una
mera imaginación fantástica. Y un ejemplo de esta situación es la narración del
mito de Edipo Rey. Para Girard, la esencia de este mito y de los mitos en
general consiste en relatar una persecución real. Son escritos por los
perseguidores; no por las víctimas. Muestran las circunstancias reales en las
que aparece la persecución, la violencia colectiva y las características que llevan
a la turba a elegir a su víctima. En otras palabras, según el pensador francés,
los mitos son escritos por los asesinos; allí los perseguidores describen su
perspectiva de los acontecimientos; ocultan la verdad del linchamiento
primordial y de la violencia como origen de la sociedad y la cultura[40].
En
el mito de Edipo se verifican los estereotipos del mecanismo del chivo
expiatorio: la crisis social y cultural generada por la peste; la
indiferenciación producto del incesto y del parricidio; se atribuye el desastre
a la presencia contagiosa de un culpable; los estigmas de la víctima (cojo,
extranjero); la violencia que toda la situación genera. Para Girard, la crisis
da cuenta del desastre colectivo; el incesto y el parricidio muestra la
indiferenciación y la violencia atribuida a un individuo: Edipo[41].
Edipo es la víctima propiciatoria,
el único responsable de todo. La colectividad para librarse de la violencia en
la que se encuentra debe transferirla a un único individuo: el chivo
expiatorio, que en el caso que nos ocupa es Edipo: “…Siempre se trata de
endosar la responsabilidad del desastre a un individuo concreto…”[42].
El mito de Edipo “…es una caza al chivo propiciatorio que acaba por dirigirse
[…] contra el que la ha comenzado”[43];
opera lo que Girard llama la unanimidad de todos contra uno:
“En este instante en
que todo parece perdido, en que la sinrazón triunfa en la infinita diversidad
de los sentidos contradictorios, la solución, en cambio, está muy próxima; la
ciudad entera se desplazará de golpe hacia la unanimidad violenta que la
liberará […] todas las diferencias desaparecen paulatinamente. En todas partes
aparece el mismo deseo, el mismo odio, la misma estrategia, la misma ilusión de
formidable diferencia en una uniformidad cada vez más total […] La firme
creencia de todos no exige otra comprobación que la unanimidad irresistible de
su propia sinrazón”[44].
Todos
unánimemente culpan a Edipo del desastre en el que se encuentran, el desorden
ha llegado a su máximo, las condiciones están dadas para el sacrificio de la
víctima inocente y la restauración del orden. El mecanismo del chivo expiatorio
muestra la realidad de la violencia humana y eso es lo que está presente en la
obra de Edipo Rey, pero que el mito oculta. Y esta es la perspectiva que
destaca Girard, los mitos esconden la verdad de lo que significa el mecanismo
de la víctima propiciatoria: “…la crisis sacrificial jamás aparezca bajo su
aspecto verídico en los mitos y en el ritual […] el mito edípico nos ha
ofrecido […] la ocasión de verificarlo”[45].
Finalmente,
en el mito de Edipo están presentes los estereotipos que funcionan en el
mecanismo del chivo expiatorio: la crisis y la violencia; los signos de la
víctima; la elección de una víctima inocente que es la única culpable del
desastre; la necesidad de sacrificarla para convertir el desorden en orden[46].
Asimismo, Edipo reúne en su persona el
desorden y el orden. La turba cree que una vez que Edipo sea expulsado de la
ciudad nuevamente regresará la paz, la tranquilidad y el orden. Como víctima
propiciatoria transforma la violencia en paz. Se trata de un “temible y
misterioso salvador que hace enfermar a los hombres para curarlos después […]
Edipo comienza por ser maléfico y se convierte después en benéfico […] Edipo es
salvador […] en su calidad de hijo parricida e incestuoso”[47].
[1]
Conocí las ideas de este pensador francés en el curso de Introducción al pensamiento de René Girard, que dictó el Prof. Dr.
Nelson Tepedino en el Doctorado de Filosofía de la Universidad Simón Bolívar.
[2] Girard,
René. El misterio de nuestro mundo.
Claves para una interpretación antropológica. Salamanca, Ediciones Sígueme,
1982.
[3] Los
términos en cursivas son utilizados literalmente por René Girard.
[4] Girard,
René. El misterio de nuestro mundo.
Claves para una interpretación antropológica. Op cit., p. 323.
[5]
Ibid., p. 326.
[6]
Ibid., p. 328.
[7]
Ver en Tepedino, Nelson. “Un intelectual católico y el misterio de la
violencia: René Girard, In memoriam”. http://m.prodavinci.com. Consultado el
18-09-2016.
[8]
Idem
[9]
“El mecanismo de la víctima propiciatoria explica los principales temas del
mito de Edipo…” Ibid., p. 95. Material de lectura facilitado por el Prof. Dr.
Nelson Tepedino: René Girard. La
violencia y lo sagrado. Barcelona, Editorial Anagrama.
[10] Material de lectura facilitado por el Prof. Dr.
Nelson Tepedino: René Girard. El chivo
expiatorio. Barcelona, Editorial Anagrama.
[11] “…Se trata del terror que inspira a los hombres el
eclipse de lo cultural, la confusión universal que se traduce en la aparición
de la multitud; esta coincide, finalmente, con la comunidad literalmente «desdiferenciada», es decir, privada de todo lo que hace diferir a unos hombres de otros en el
tiempo y en el espacio, que ahora, en efecto, se amalgaman de manera
desordenada en un mismo lugar y momento” Ibid., pp. 24 y 25.
[12] Ibid.,
p. 26.
[13]
Ibid., p. 24.
[14]
“la violación, el incesto, la bestialidad. Los que transgreden los tabúes más
rigurosos respecto a la cultura considerada son siempre los invocados con mayor
frecuencia” Ibid., pp. 24 y 25.
[15]
“la profanación de hostias. También en ese caso se han de transgredir
precisamente los tabúes más severos” Ibid., p. 25.
[16]
“Todos estos crímenes parecen fundamentales: lesionan los fundamentos mismos
del orden cultural, las diferencias familiares y jerárquicas sin las cuales no
habría orden social. Por consiguiente, aunque inscritos en la esfera de la
acción individual, se corresponden, con las consecuencias globales de una
epidemia de peste o de cualquier desastre comparable. No se limitan a relajar
el vínculo social, lo destruyen por entero” Idem
[17]
René Girard. La violencia y lo sagrado…,
op cit., p. 122.
[18]
“…la pertenencia de las víctimas a determinadas categorías singularmente
expuestas a la persecución […] Hay […] unos rasgos universales de selección de
víctimas…” René Girard. El chivo expiatorio…,
ob cit., p. 28.
[19]
Ibid., pp. 28, 29 y 30.
[20]
“…son sus rasgos victimarios los que exponen a la persecución a estas
víctimas…” Ibid., p. 32.
[21]
Idem
[22]
“…los riesgos de muerte violenta a manos de una multitud desbocada son
estadísticamente más elevados para los privilegiados que para cualquier otra
categoría…” Ibid., p. 28.
[23]
“Los perseguidores siempre acaban por convencerse de que un pequeño número de
individuos, o incluso uno solo, puede llegar pese a su debilidad relativa a ser
extremadamente nocivo para el conjunto de la sociedad. La acusación
estereotipada permite y facilita esta creencia y desempeña un papel mediador.
Sirve de puente entre la pequeñez del individuo y la enormidad del cuerpo
social” Ibid., 25
[24] “…Los miembros de la multitud siempre son
perseguidores en potencia pues sueñan con purgar a la comunidad de los
elementos impuros que la corrompen, de los traidores que la subvierten…” Ibid.,
26.
[25] “…una víctima muy culpable y de una conclusión
simultáneamente violenta y liberadora sólo puede explicarse mediante la fuerza
extraordinaria del mecanismo del chivo expiatorio […] el orden ausente o
comprometido por el chivo expiatorio se restablece o se establece por obra de
aquel que fue el primero en turbarlo […] una víctima aparezca como responsable
de las desdichas públicas […] esta misma víctima devuelve el orden, lo
simboliza e incluso lo encarna […] El transgresor se convierte en restaurador e
incluso en fundador del orden transgredido […] El supremo delincuente se
transforma en pilar del orden social…” Ibid., pp. 60 y 61.
[26]
René Girard. La violencia y lo sagrado,
op cit.,… p. 103.
[27] “…La víctima es
un chivo expiatorio […] Chivo expiatorio denota simultáneamente la
inocencia de las víctimas, la polarización colectiva que se produce contra
ellas y la finalidad colectiva de esta polarización…”. René Girard. El chivo expiatorio, op cit.,… pp. 56 y
57.
[28]
Ibid., p. 63.
[29]
“…Si la violencia unánime contra la víctima propiciatoria pone realmente
término a esta crisis, está claro que debe situarse en el origen de un nuevo
sistema sacrificial. Si la víctima propiciatoria es la única que puede
interrumpir el proceso de desestructuración, también está en el origen de toda
estructuración…”René Girard. La violencia
y lo sagrado, op cit.,… p. 101.
[30]
“…la violencia contra la víctima propiciatoria pudiera ser radicalmente fundadora
en el sentido de que, al poner fin al círculo vicioso de la violencia, inicia
al mismo tiempo otro círculo vicioso, el del rito sacrificial, que muy bien
pudiera ser el de la totalidad de la cultura”. Idem / “…El mecanismo de la
violencia recíproca puede describirse como un círculo vicioso; una vez que la
comunidad ha penetrado en él, ya le resulta imposible la salida…” Ibid., p. 89.
[31]
Idem
[32] “paso de la mala violencia a este bien supremo que
son el orden y la paz […] las dos caras opuestas de la experiencia primordial
están inmediatamente yuxtapuestas; en el seno de una breve y terrorífica «unión de contrarios», la comunidad vuelve a ser unánime.” Ibid., p. 122.
[33]
Ibid., p. 103.
[34]
“Si la violencia contra la víctima propiciatoria sirve de modelo universal es
porque ha restaurado realmente la paz y la unidad. Sólo la eficacia social de
esta violencia colectiva puede explicar un proyecto político-ritual que no sólo
consiste en repetir incesantemente el proceso sino en tomar la víctima
propiciatoria como árbitro de todos los conflictos, en convertirla en una
auténtica encarnación de toda soberanía”. Ibid., p. 117.
[35]
“…el mito de Edipo, la peste asola Tebas: es el primer estereotipo de
persecución. Edipo es responsable porque ha matado a su padre y se ha casado
con su madre: es el segundo estereotipo. Para acabar con la epidemia, afirma el
oráculo, hay que expulsar al abominable criminal. La finalidad persecutoria es
explícita. El parricidio y el incesto sirven abiertamente de intermediarios
entre lo individual y lo colectivo; estos crímenes son tan indiferenciadores
que su influencia se extiende por contagio a toda la sociedad […]
indiferenciado coincide con apestado. Tercer estereotipo: los rasgos
victimarios. Aparece en primer lugar la invalidez: Edipo cojea […] extranjero
[…] es el hijo del rey y rey él mismo […] Edipo se las ingenia para acumular la
marginalidad exterior y la marginalidad interior…”René Girard. El chivo
expiatorio…, op cit., pp. 35 y 36.
[36] “La indiferenciación violenta, la identidad de los
antagonistas, hace bruscamente inteligibles unas réplicas que expresan
perfectamente la verdad de la relación trágica”. René Girard. La violencia y lo
sagrado…, op cit., p. 80
[37]
Idem
[38]
“El parricidio es la instauración de la reciprocidad violenta entre el padre y
el hijo, la reducción de la relación paterna a la «fraternidad»
conflictiva…”Ibid., p. 83.
[39]
Idem
[40] “…el parricidio y el incesto desempeñan en el mito de
Edipo exactamente el mismo papel que los restantes motivos míticos y rituales
[…] Disfrazan la crisis sacrificial mucho más que la designan. Es cierto que
expresan la reciprocidad y la identidad violenta, pero bajo una forma tan
extrema que aterroriza, y para convertirla en el monopolio exclusivo de un
individuo concreto…”Ibid., p. 84.
[41] “…toda la elaboración mítica se reduce a un
desplazamiento de la indiferenciación violenta que abandona a los tebanos para
concentrarse por completo en la persona de Edipo. Este personaje se convierte
en el muladar de las fuerzas maléficas que asediaban a los tebanos […] Edipo es
responsable de las desdichas de la ciudad. Su papel es el de un auténtico chivo
expiatorio humano”. Ibid., pp. 85 y 86.
[42]
Ibid., p. 86.
[43]
Idem
[44]
Ibid., pp. 87 y 88.
[45]
Ibid., p. 90.
[46]
“El mito edípico, desconstruido y explicado […] se basa en un mecanismo
estructurante que coincide con el mecanismo de la víctima propiciatoria…”
Ibid., p. 91.
[47]
Ibid., p. 94.
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