viernes, 28 de febrero de 2025

  


Ecología y Filosofía
David De los Reyes

                                                Redes sociales Vegetales. DDLR/2024


1.- Lo Ecológico
Desde la Antigüedad el hombre siempre ha pensado en la conformación que surge a partir de la relación entre la vida humana y el ambiente que hace posible su misma existencia. La vida del hombre es impensable e imposible sin la acción con su hábitat, con ese continuo adaptar y transformar culturalmente su vida a partir de lo que ofrece su entorno natural. A mediados del siglo XIX se estructuró lo que podemos llamar hoy “ciencia de la ecología”
El término ecológico fue, por primera vez, utilizado en ese siglo por el naturalista norteamericano Henry D. Thoreau y por el biólogo alemán Ernst Haeckel. Este último describió a esa nueva ciencia como el estudio de las relaciones totales entre los seres vivos y su medio ambiente, orgánico e inorgánico. Por supuesto que, al hablar hoy de ecología, se entiende una acepción mucho más densa. La ecología es la ciencia más específica del momento; ella se encuentra en la encrucijada de todas las demás ciencias y no se ocupa únicamente de la defensa de la naturaleza. El paradigma ecológico está abocado a comprender el sofisticado funcionamiento cibernético (traspaso de información) de la naturaleza, con lo cual su campo de acción pareciera ser ilimitado. Este paradigma pone fin al esquema dualista y disociador del hombre con su entorno. El hombre no debe sentirse como una criatura ajena, extraña al cosmos; la interdependencia es una categoría esencial de esta joven/madura ciencia. La ecología se mostrará encargada por diversos aspectos de un mismo poderoso movimiento que ya no es una mera utopía. Muestra que un aumento indefinido de algo, del tipo que sea, no puede ser sostenido por unos recursos finitos. El paradigma ecológico abarca aspectos como el de la complejidad, la eco-organización, el pensamiento sistémico, la convivialidad, una ética del entorno, el desarrollo cualitativo, el reencantamiento del mundo, una sensibilidad mística o económica, etc., modos que nos llevan, de una u otra forma, a recaer en una insistente pregunta: ¿cuáles son los fines del progreso humano? ¿Cuáles son las necesidades auténticas del hombre? La ecología se presenta como una reflexión sobre los fines del hombre y del mundo, retoma un sentido teleológico, su misma condición de ciencia.



2.- La Antigüedad Griega
                En el mundo de la Grecia del siglo V a.de n.e., los filósofos no dejaron de sorprenderse por el misterio de la existencia general. Buscaban un principio único con el cual explicar el origen de la  materia, del mundo, del universo. Por otro lado tuvieron la preocupación de hallar la armonía del individuo con el cosmos, con la polis (ciudad-estado) natal. Hipócrates, Aristóteles y Epicuro pueden ser algunos de los nombres de los filósofos que emprendieron la faena de pensar integralmente la situación del hombre, preocupados por comprender el significado del “oikos”, del “hogar” (casa), que pertenece al hombre. Cada uno de ellos nos presenta una visión y preocupación particular respecto a la vida y a la relación hombre-naturaleza dentro de los orígenes de la cultura occidental. Veámoslo.

                Hipócrates (¿460-377? a. de n.e.), el más famoso de los médicos antiguos, nace en la isla de Cos, donde creará su propia escuela. Su comprensión del individuo es integral: abarca las dimensiones de lo individual, social, y ecológico. “La fuerza curativa natural que habita dentro de cada uno de nosotros es la mayor arma de que disponemos para recuperarnos”; para Hipócrates el llamado “paciente” no era un sujeto pasivo, sino que internamente tenía la capacidad de recuperar el equilibrio corporal somático.
                Aristóteles (384-322 a. de n.e.) hace una clara distinción entre lo que se requiere para abastecer a una familia (hogar, “oikos”) y una ciudad-estado (“polis”) y la otra actividad, el comercio, que conlleva la formación de los precios por el mercado. Para este filósofo la primera actividad es llama “economía”, la cual contiene la raíz griega “oikos”, que es la misma de la palabra “ecología”; la segunda actividad la llamó “crematística”, que será el dinero obtenido a partir de la venta de los productos. Aristóteles afirma que al hablar de economía corresponde con lo que  entendemos por ecología humana, y al hablar de la crematística se refiere a lo que nombramos actualmente con la palabra “economía”. La economía aristotélica está referida a la actividad que se requiere para abastecer a una familia o a la polis; ciencia de administrar la escasez y la búsqueda de autonomía familiar y ciudadana. Tal abastecimiento no debía ser regulador por los precios del comercio o mercado.
                Epicuro (341-270 a. de n.e.) escribe una filosofía centrada en lo ético. Su preocupación por el individuo es la búsqueda de un placer ascético y de un modo autosuficiente de existir del hombre junto a un orden ecológico. Sustituye toda metafísica idealista por una visión materialista y asienta las bases para fundar una ética individualista. Epicuro basa su postura filosófica en el principio de la utilidad y del placer, entendido este último como placer sensual o erótico, sino en tanto ausencia de dolor. Su individualismo está asentado en la recurso de la “fylis”, es decir, en la amistad como estado de convivencia supremo entre los hombres. La autonomía y la autosuficiencia serán los estados perfectos de la existencia humana. Nos afirma: “el que presta atención a la naturaleza y no a las vanas opiniones es autosuficiente en cualquier circunstancia. Pues en relación a lo que por naturaleza es suficiente toda adquisición es riqueza, pero en relación a los deseos ilimitados la mayor riqueza es pobreza”.




                3.- De la Filosofía moderna al Paradigma Ecológico
                La filosofía siguió su curso. Los hombres siguieron pensando creativamente su mundo cuando podían. La libertad de pensamiento batalló entre los telones de regímenes absolutistas. La ciencia y la técnica catapultaron al hombre no solo a “pensar” y llevar una vida basada en los ritmos naturales de su ambiente. Ahora la especie llamada “hombre” pensó que podía estar por encima de los límites de su hábitat, gracias al apéndice de la razón; la visión mecánica de la naturaleza centraría su fuerza en el método científico de la causalidad; el mundo es visto como un mecanismo que está compuesto de engranajes intercambiables: el hombre debía entender el lenguaje matemático inscrito en el movimiento de todos los componentes del universo. Encuentra que podría descubrir procedimientos y técnicas que lo llevarías a un olvido de su ser animal y natural. Se adora a la razón. La verdad comprobada será el límite de todo conocimiento; la verdad es solo racional. Se olvida y no se acepta ningún otro discurso y sentido de lo que puede significar verdadero. Se olvida la verdad que reside en la propia experiencia que integra la vida individual dentro de un todo, pero que se diferencia de él.
                Hoy la filosofía, en esta era (supuestamente) post-ideológica para algunos, post-socialista marxista para otros y donde trata de no desfallecer la moribunda democracia de corte occidental, tiene una cita significativa con lo que científicos, intelectuales, artistas y políticos han intentado concretar con el nombre de ecología. La ecología política sustituye el esquema Nación-Estado por la idea de un planeta indivisible constituido por federaciones, guiándose por el principio del respeto a la diversidad,  todo ello ayudando a crear un “movimiento” donde emerge una nueva mentalidad y sensibilidad ecológica que localiza su interés en la “pequeña zona” de la biosfera: topos donde residen desde los organismos más simples, bacterias, virus, hasta los más complejos, como es el caso del hombre. Entre esta simplicidad y complejidad se nos muestra la necesidad y la vida de una interrelación que hace posible la convivencia mutua; dentro de esta burbuja de vida, la supervivencia de un elemento depende de la supervivencia de los demás. La Tierra puede considerarse, en tanto hipótesis, como una criatura singular ecológicamente viva.
                Épocas como esta son decisivas por lo frágil que se encuentra la permanencia de nuestra especie sobre la Tierra, situación debida a un orden de explotación, hasta ahora indiscriminado, de los recursos naturales, y de la escasez que se ha creado en relación a ellos, esto aunado al crecimiento demográfico desproporcionado y al ritmo de la explotación de recursos para satisfacer las demandas de esa misma población mundial. Mundo unido por una bélica economía de la competencia y no de una cooperación global. Ivan Ilich ha dado cuenta acerca de cómo las soluciones que se han ido creando para resolver nuestros problemas, terminan por crear problemas superiores a los que han querido resolver. Así la sociedad sabe que las cárceles son el lugar más seguro para producir criminales o los manicomios la forma más segura para mantener la locura.
                La ecología nos muestra la posibilidad de crear una cultura planetaria y a la vez diversificada; forjamiento de una cultura pluralista, centrada en una creatividad permanente, gracias a la acción que conduce al incremento de la complejidad organizadora.
                Nunca antes el hombre había hurgado, conocido, explotado, saqueado, acumulado información sobre el medio ambiente como ahora. Nunca, igualmente, fue tan dependiente de ella. Nuestra época ya no puede entenderse como una curva histórica ascendente; autores han hablado de “ciclos históricos”, y la historia que estamos engendrando a nivel global tiene la forma de una espiral que se encoge o se ensancha de acuerdo a las crisis que, de ahora en adelante, y debido a la escasez de recursos, serán continuas y “naturales” dentro de   nuestras sociedades, sean estas “desarrolladas” o no. En fin, formas geométricas para lo informe abstracto: la vida humana, si es que a estas alturas ella sigue teniendo importancia para alguien, si es que puede seguir apostándose a ella frente al siglo que inaugura, y no por casualidad sino por su propio modo de producción, a las “fábricas de la muerte” y de las “soluciones finales”, o de los genocidios étnicos de los nativos americanos por gobiernos de corte “nacionalista”, o de los éxodos masivos de la desmembrada África gracias al “desinteresado progreso” del colonialismo occidental en pos de superficiales lujos y ganancias fáciles; repito, si la vida sigue siendo importante para alguien, ese alguien no puede ser otro que el mismo hombre, en pro de mantenerse como especie dentro de la diversidad vital de este planeta azul que flota abandonado en el último rincón de una galaxia, entre las millones de millones que habitan este universo en expansión. La imagen de nuestro universo está, simultáneamente, compuesta de caos y orden; el azar es un elemento importante para su conformación, millones de extravagancias habitan en él. La evolución ecológica es una reorganización perpetua en sí misma, a través de los azares de sus sucesivas desorganizaciones. Un ecosistema carece de centro organizativo: se organiza descentradamente, como si en lugar de tener un cerebro fuera todo él un cerebro. Orden- desorden, vida- muerte, -como ya dijera Heráclito-, no pueden pensarse separadamente. La vida es, ante todo, diversidad. Morin ha dicho que en un ecosistema el interés particular trabaja al mismo tiempo contra y por el interés general. La ambivalencia es la medida de toda complejidad ecosistémica. A medida que hemos dominado más a la Naturaleza más somos dominados por ella, de ahí que Morin puntualice que hemos devenido más y más a ser dependientes de nuestros instrumentos de independencia. Toda nueva tecnología tendrá que plantear sus secuelas físicas y sociales, así como hasta contar los plazos de tiempo necesarios para su introducción.



                4.- La cara boba del progreso
                Señalamos antes cómo en la antigüedad griega pensaba la relación del hombre con la totalidad pero en forma particular, local, en relación a su polis; era un pensamiento que se remitía a los límites de la ciudad y del mundo, cuyas arenas eran bañadas por aguas del Mediterráneo. Historia, hombres, culturas que han dejado su profunda huella en el surco de la aventura humana. Ahora presentimos que, en la actualidad, no se puede permanecer dentro de los meros límites de lo que se inventó al inicio de la llamada “modernidad” como “nación”, es decir, centralización de poderes, leyes, normas, ritos, creencias, que se ejerce a conjuntos humanos diversos por igual. Sin embargo, a su vez, nuestra época ha alcanzado los medios y las capacidades para poder pensarse en tanto unidad planetaria, manteniendo al conjunto de culturas en forma descentralizada, autónomas pero integradas a la aventura humana global; mundo apto para persistir dentro de la diversidad cultural y natural. El futuro de la humanidad será posible en la medida que se practique un orden económico que persiga cierta justeza y racionalidad de los recursos en proporción de los hombres que habitamos este planeta. La ecología no puede ser entendida como un mero arcaísmo; no supone dejar hacer a la naturaleza, como tampoco es una postura ubicada en un liberalismo romántico de espontaneidad. Hoy la supervivencia de la humanidad -y junto a ella, la de todos los organismos que fluyen en la biosfera- depende de abandonar el viejo reflejo de conquistar a la naturaleza y cambiarla por la actitud de cooperar creativamente junto con ella.
                La visión dieciochesca del progreso industrial continuo, a partir de la explotación materialista de la naturaleza y del hombre, no es la imagen más apropiada para los tiempos de escasez que se avecinan a pasos con botas de siete leguas. Y lo peor de todo es que pareciera no existir el justo freno para detener esta movilidad destructiva que se erige en cualquier palmo de tierra en nuestro planeta. Hablar sobre el mito del progreso en forma unilateral es miopía o mentira consciente; es una visión que surge de la concepción estructural de los crecimientos sociales en forma exponencial. Si encontramos discursos donde se refiera dicho concepto en término de iluso optimismo, bien podemos decir de ello dos cosas: o que son ingenuos o que son los próximos asesinos de la naturaleza y de la humanidad. Sin embargo, en vez de proponer la idea de un crecimiento cero o moderado pudiéramos tratar de ensayar la opinión de Serge Moscovici que propone un crecimiento limitado y discontinuo, precedido por una “suave austeridad”. No se puede seguir manteniendo una explotación de los recursos donde un país, en este caso los Estados Unidos con un 6% de la población mundial, acapara el 50% de los recursos que se explotan anualmente a nivel mundial.
                Pániker ha acuñado el término de retroprogresivo para entender lo que debiera significar un verdadero progreso. Lo retroprogresivo es un avance simultáneo hacia lo nuevo y hacia el origen. Un ejemplo es el que, si una sociedad posindustrial no sirve para recuperar ciertas virtudes de las sociedades preindustriales, no sirve para nada.



                5.- Ética y Ecología.
                El olvidado “medico de la selva”, músico y filántropo francés Albert Schweitzer, desde su hospital de Lambarené (Gabón) en el corazón de África, lanzó hace años un mensaje ante el avance destructivo que se erguía en los países no desarrollados a costa de una civilización donde la ética era una abstracción más de la razón instrumental. En su libro “Civilización y Ética” trató de fundar una postura para guiar a los hombres después que la civilización occidental mostrara su barbarie incubada desde las ciudades “modernas”, y en los centros de decisión respecto a políticas y explotación colonial. Su ética está construida no tanto en una axiomática moral de corte y principios abstractos de un deber-ser propio de una sociedad secularizada o de un tender a un mero y rabioso bienestar individual, propio de nuestra cercana sociedad de consumo; toda abstracción representa la muerte de la ética. Su ética tendrá una responsabilidad sin límites hacia todo lo que vive, como reverencia por la voluntad de vivir dentro y fuera de cada uno de nosotros; la ética como dedicación a la vida, inspirada por la reverencia hacia la vida, ella es la que debe impulsar al hombre. Su máxima era: “soy vida que quiere vivir, entre vida que desea vivir”. La ecología no está separada de la reflexión ética, como hoy tampoco puede desinteresarse esta última por todo lo que ocurra en el ámbito ecológico y en el mundo real. Se ha dicho que el paradigma ecológico nos libera del fetichismo moral que ha prevalecido en occidente a lo largo de los últimos milenios. No hay formas absolutas; ningún puritanismo, ninguna tiranía moral ha de ser aceptable. No más distinciones entre lo sagrado y lo profano, lo espiritual y lo material, lo superior y lo inferior. El gran principio del shivanismo era que todo en el universo formaba parte del cuerpo divino; el principio del ecologismo está en que todo incide sobre todo, no se puede privilegiar a ningún centro.

                Encontramos algo de esencialmente neurótico (abstracto) en la obsesión occidental por la “justicia”, sin tener en cuenta las raíces y las relaciones que surgen del contexto ecológico. La conciencia moral particular debe tender a una conciencia más amplia: ecológica. Esta conciencia simultáneamente incluye a lo individual, lo social, lo natural y lo cósmico. Salvador Pániker ha señalado que tampoco ninguno de nosotros es completamente responsable de sus actos; nuestra responsabilidad comienza, precisamente, al saber esto. ¿Cómo se puede comprender lo anterior? El hecho es que todas nuestras acciones se inscriben en un ecosistema natural/cultural, que se interfecundan con otras acciones que están dentro del ecosistema en que residimos y regresan transformadas e imprevisible hacia nosotros mismos.
                Hoy sabemos que todo antropocentrismo ha fracasado (al igual que el monoteísmo judeocristiano), que la vida de cualquier animal, microbio o planta, es, de una forma u otra, importante para el mantenimiento del equilibrio de nuestro hábitat; que la llamada selección natural ha elegido a la diversidad. El esquema Darwiniano de la supervivencia del más apto tiende a ser sustituido por la postura ecológica de la supervivencia del más cooperativo: la especie solo permanece cuando existe cooperación entre los miembros que la conforman, de ahí que la máxima de Schweitzer, en defensa de la vida, debería propiciar a los medios y a la cultura contemporánea para que surja el interés por una conciencia ecológica universal en el hombre, en pensar nuestra acción a escala global, pero actuarla localmente; en pensar nuestras vidas en tantio cooperación y no en desfalleciente competencia voraz. Se comprende que nunca hacemos una cosa a la vez; cualquier acción nuestra repercute en el ecosistema en forma azarosa. Toda cosa que hagamos genera efectos secundarios que, tarde o temprano, volverán de una forma u otra hasta nosotros, y sobre el ambiente en general. Hacer una cosa significa hacer muchas. La mecánica cuántica (concepto de inseparabilidad de la material), refuerza la concepción del paradigma ecológico: el mundo es, a la vez, diverso y no dual.
                Como vemos, la filosofía tiene una importante cita con la ecología. En el pensamiento de nuestro presente y futuro no puede pasar desapercibida la relación de vida y su entorno. Cuando hablamos de la permanencia en la Tierra de la especie humana no podemos mantenernos dentro del dualismo y en la fisura del hombre con su entorno, del pensamiento cargado de separaciones abstractas. La vida y el planeta piden un cambio en la conciencia y la voluntad del hombre para proseguir su maravilloso y misterioso rumbo. Probablemente estamos entrando en el camino de un nuevo misticismo global, mas sin embargo, a pesar de todo -y aunque cierto pesimismo escale entre nuestro dolorido pensamiento, pero sabiendo que todo pesimismo contiene una teoría positiva- no podemos dejar de apostar por ese cambio. La Tierra, nuestra Diosa Gaia, ya no espera, si el hombre ha quedado mudo, el planeta nos lanza un fatigado y desgarrador grito desde todos los lugares. Hoy, más que nunca, no podemos abandonarla a su propia regulación, a su propio equilibrio, porque ello nos afectaría. Si nos despreocupamos y abandonamos a la Tierra estamos abandonando nuestra vida, a nuestra posibilidad de vivir en el planeta azul.




Agradecimiento:
Queremos agradecer a la Br. Neyda Urbaez (ESC-UCV), en haber transcrito y digitalizado este texto, y hacer posible,  con ello, de incorporarlo a nuestro blog para el uso y lectura de todos los interesados en el tema.

miércoles, 26 de febrero de 2025

John Cage

y la estética del wabi-sabi

David De los Reyes

 

     

RSV/DDLR 2024

La filosofía del wavi-sabi y la obra de John Cage comparten una profunda conexión que va más allá del ámbito estético y se cohesiona en la experiencia humana, la percepción del arte y la vida misma. Ambas corrientes, la filosofía zen y la obra del compositor, desafían las nociones tradicionales de belleza, perfección y orden, invitando a una apreciación más profunda sobre la impermanencia y la autenticidad de todo lo que existe en el universo, en un mundo saturado de expectativas.

El wavi-sabi, es una concepción filosófica que se centra en la belleza de la imperfección y la transitoriedad, la cual resuena con la concepción de Cage sobre la música y el arte. Cage, un compositor y artista innovador y experimental, fue un avanzado explorador en lo que se considera música y sonido, desafiando las convenciones establecidas. Su obra, marcada por la experimentación y la aleatoriedad, busca en detenerse sobre la esencia del momento presente, lo que se identifica perfectamente con la filosofía wavi-sabi. Una postura oriental que valora lo efímero y lo natural. En lugar de buscar la perfección técnica, Cage abrazó la idea de que el sonido y el silencio son igualmente significativos, lo que refleja la aceptación de la imperfección y la belleza en lo cotidiano.

Una de las obras más emblemáticas de Cage, 4'33'', es un claro ejemplo de cómo su perspectiva creadora se alinea con los principios del wavi-sabi. En esta pieza, el intérprete debe sentarse en silencio durante cuatro minutos y treinta y tres segundos, invitando al público prestar una escucha atenta a los sonidos del lugar. Este acto de atención a lo que normalmente no le prestamos nuestros sentidos, refleja la esencia del wavi-sabi: la belleza se halla en lo simple y lo momentáneo de nuestra contingencia cotidiana. La obra nos conduce a lo que a menudo consideramos ruido o perturbación, pudiendo ser una fuente de belleza y significado si estamos dispuestos a escucharlo y vivirlo.

Además, la aleatoriedad y el azar en la música de Cage puede verse como una manifestación del principio wavi-sabe de lo impermanente de la realidad. Al permitir que los elementos de su composición se desarrollen de manera espontánea, Cage crea experiencias musicales que siempre serán originales, pues su ejecución las hace únicas e irrepetibles. Esta idea de que cada interpretación es diferente y que el proceso es tan importante como el resultado final se suma  a la apreciación estética vital de la transitoriedad en el wavi-sabi. En este sentido, tanto Cage como los principios del wavi-sabi nos invitan a abrazar lo efímero, lo circunstancial, lo cotidiano y a encontrar belleza en la singularidad de cada momento.

El uso de materiales no convencionales en la obra de Cage también refleja una estética wavi-sabi. Sin limitarse a los instrumentos tradicionales, Cage incorporó objetos cotidianos y sonidos de la naturaleza en su música, diluyendo las líneas entre el arte y la vida. Esta elección de materiales refleja la rusticidad y la autenticidad que el wavi-sabi valora, concertado que la belleza puede encontrarse en lo más insignificante, en aquello que se considera banal. Al hacerlo, Cage trasciende las nociones tradicionales de lo que constituye una obra de arte, invitando a una reevaluación de nuestras percepciones y expectativas.

No puede dejarse de lado uno de los aspectos que este explorador de  sonidos incorpora en sus propuestas estéticas. Me refiero que la conexión entre el wavi-sabe y la obra de Cage también se hace presente su enfoque hacia la importancia del silencio como elemento esencial para que se dé el sonido. Para Cage, el silencio no es simplemente la ausencia de sonido, sino un espacio lleno de posibilidades. En este contexto, el silencio se convierte en una especie de un lienzo sobre el cual se proyectan las experiencias sensoriales, un concepto que hace eco con la idea wavi-sabi de encontrar belleza en lo que no se muestra. Este enfoque invita a los oyentes a reflexionar sobre su propia relación con el sonido, el silencio y el entorno, promoviendo una experiencia más consciente y apreciativa.

La filosofía wavi-sabi también se manifiesta en la actitud de Cage hacia la vida y el arte. Su enfoque zen y su interés por la meditación reflejan una búsqueda de autenticidad y conexión con el momento presente. Al igual que el wavi-sabi, Cage nos invita a dejar de lado nuestras expectativas y juicios, y a abrirnos a la experiencia de lo que es. Este enfoque se traduce en una obra que no solo busca desafiar las normas, sino también fomentar una mayor comprensión y apreciación de la vida misma.

En el ámbito de la música contemporánea, la influencia de Cage y el wavi-sabi se pueden observar en la forma en que los artistas contemporáneos experimentales abordan la creación y la interpretación. Frente a la perfección el orden absoluto de la obra en la música formal y tradicional, la incorporación de la imperfección y la transitoriedad en las obras musicales ha llevado a una nueva generación de músicos a explorar nuevas formas de expresión que desafían las convenciones tradicionales. Al asumir ciertos principios estéticos de Cage, estos artistas están dispuestos a experimentar con el sonido, el silencio y el entorno, creando obras que son reflejos de su tiempo y espacio.

Pero quiero advertir que la relación entre el wavi-sabi y la obra de John Cage no solo se limita a la estética, sino que también se extiende a una profunda y permanente filosofía de vida que invita a la introspección y la apreciación de lo cotidiano en todos sus posibles enfoques perceptuales. Ambas actitudes, introspección y apreciación de la cotidianidad, nos enseñan a valorar lo efímero, a encontrar belleza en la imperfección y a abrazar la singularidad de cada momento. En un mundo que, como hemos advertido antes, a menudo prioriza la perfección y la uniformidad, el wavi-sabi y Cage nos recuerdan que la verdadera belleza reside en la autenticidad y en la capacidad de estar presentes en nuestras experiencias.

Al final, la obra de Cage y la filosofía del wavi-sabi nos ofrecen un marco para entender y apreciar el arte y la vida de una manera más profunda, vital y humana. Nos invitan a cuestionar nuestras percepciones, a abrirnos para crecer con nuevas experiencias y a encontrar significado en lo que a menudo se pasa por alto a nuestra consciencia. En este sentido, tanto la obra y vida de Cage como los principios de la filosofía del wavi-sabi nos proporcionan herramientas para navegar un mundo complejo y en constante cambio, recordándonos que la belleza y la autenticidad pueden encontrarse en los lugares más inesperados y cotidianos.

domingo, 2 de febrero de 2025

 

Theodor Adorno,

sobre el ensayo y el arte.

David De los Reyes

Serie Principium Vegetalis. Redes Sociales Vegetales. DDLR/2025 enero Guayaquil


Adorno considera el ensayo como su forma predilecta para escribir y reflexionar en torno a los temas de su interés. Su pensamiento se centra en abordar la realidad desde el fragmento, es decir, en expresar la realidad fragmentada que lo habita. Su mirada, crítica hacia la razón universal, tal como lo expone en su obra Dialéctica de la Ilustración, se opone a cualquier intento de concebir al objeto de estudio bajo la pretensión epistemológica de alcanzar un conocimiento universal.

Esta perspectiva fragmentada se vuelve aún más evidente en su enfoque hacia el arte. Para Adorno, la única opción válida para comprender el significado e interpretar una obra es el ensayo. Sabemos que el ensayo siempre presenta una postura personal, donde el análisis y la libertad de pensamiento del autor se manifiestan de forma primordial. Adorno señala que el ensayo tiene la virtud de no someterse ni al rigor de la ciencia ni a las restricciones de la teoría. No es doctrinario; más bien, se asienta en lo efímero, lo cambiante, lo transitorio y lo voluble, lo que lo convierte en un intento de pensar que se opone a la gran filosofía sistemática. El ensayo se erige en lo perecedero, en oposición a la creencia en un concepto determinante y absoluto de una realidad cerrada. Como señala Adorno: "El ensayo no quiere ni puede encerrar su objeto en un sistema cerrado; más bien, se mueve en lo abierto, en lo problemático, en lo incompleto"1.

El ensayo se enfoca, en primer lugar, en un objeto particular, lo que lo hace especialmente adecuado para interpretar una obra de arte. Sin necesidad de contar palabras o páginas, el ensayo está limitado únicamente por la interrupción personal de quien lo escribe. No hay una medida establecida. La medida, si se puede hablar de ella, reside en la forma en que se interpreta y argumenta en torno al objeto artístico concreto y particular elegido. La medida también está en cómo nos lleva a comprender el significado y la existencia de lo tratado. La afinidad de Adorno por el ensayo nos muestra que esta es la forma más adecuada para interpretar y exponer tanto los alcances como las limitaciones de la obra en cuestión.

Respecto a la idea de una filosofía del arte en Adorno, es bien conocida su cercanía a la postura de Hegel, quien propone una estética centrada en la obra de arte, en contraste con Kant, que abarca tanto la estética de la naturaleza como la del arte sin distinción. Con Hegel nos adentramos en la incorporación de la historia en el arte, la cual, de alguna manera, impulsa al autor en su concepción, aunque sea de forma inconsciente. Para Adorno, al igual que para el idealista alemán, el arte es una forma de conocimiento que, de manera indirecta, permite acceder a una lectura de la realidad que funda la obra. Se advierte que, debido a esta influencia histórica, el autor no tiene un control completo sobre lo que produce. Una obra de arte lograda siempre presenta y conserva una autonomía propia en relación con su creador. Por esta razón, no debe intervenir en la interpretación de una obra de arte ni la biografía del autor ni un análisis histórico o cronológico de sus obras. Su análisis y comprensión están más allá de estos detalles externos. Como afirma Adorno: "El arte auténtico se emancipa de las intenciones de su creador y, en su autonomía, deviene en una crítica implícita a la sociedad que lo rodea"2.

El arte, según Adorno, es la libertad en medio de la "ilibertad". Por "ilibertad" se refiere a la condición social impuesta por el tardocapitalismo, mientras que la libertad alude al carácter autónomo y libre de la forma artística. La obra de arte se presenta como protesta, como escándalo, como reclamo, como crítica frente a la opresión social. Es un medio para develar la injusticia y el totalitarismo arraigados en la sociedad, en sus detalles y en las técnicas de dominio que esta impone. Como sabemos, el arte de vanguardia tuvo y sigue teniendo lineamientos basados en estos estandartes de crítica directa y denuncia, lo que históricamente lo llevó a ser reducido, acorralado o prohibido por regímenes dictatoriales. Sin embargo, la diferencia entre un estado totalitario y las democracias, según Adorno, radica en que estas últimas no prohíben las vanguardias. En cambio, las permiten subsistir y las incorporan a la Industria Cultural, apropiándose de ellas, absorbiéndolas y utilizándolas como parte del mecanismo mercantil del mercado de masas contemporáneo. Aunque en algunos países pueda existir censura, el objetivo no es tanto prohibir como neutralizar la crítica, convirtiéndola en un objeto masivo de distribución comercial.

Adorno también se opone al arte comprometido, pues este sigue una línea de pensamiento que predetermina al espectador, dividiendo el mundo entre buenos y malos. Es, en esencia, una crítica social publicitaria que apoya una política específica, terminando por atraer a un público predispuesto a aceptarla. La Industria Cultural, entonces, sabe cómo atemperar y explotar esta visión política para su beneficio. El público que se identifica con esta postura comprometida se convierte en un producto más de consumo. Esto genera una falsa concepción: se presenta una obra que supuestamente se opone a una sociedad opresiva, pero que en realidad se sumerge en la dinámica de producción del sistema que pretende denunciar.

Entre los autores que Adorno reconoce como verdaderamente autónomos en su arte y su posición como artistas se encuentran Samuel Beckett y Franz Kafka. Ambos exponen una realidad alienante y la ponen en evidencia con claridad. Sus obras no buscan parecerse a la sociedad que critican. La angustia y la opresión, la marginalidad y el absurdo, la desesperación y la apatía son las claves de una existencia humana que no pretende reconciliarse con la sociedad en la que transita. Desde esta perspectiva, el arte, en un entorno alienado y opresivo, encuentra en la libertad formal su única posibilidad de felicidad. Como señala Adorno: "La obra de arte, en su autonomía, es la promesa de una reconciliación que no se realiza en la realidad social"3. Si el arte entra en la telaraña de la opresión generalizada, debe también poseer el mecanismo para sustraerse a ella. No debe mirar hacia un pasado idealizado en busca de una edad de oro, sino asumir con seriedad el sufrimiento del presente y, si es posible, señalar una vía de escape al dolor que la sociedad inflige.

Finalizamos señalando que Adorno, con su propuesta de comprender la realidad fragmentada, termina proponiendo en practicar una filosofía paradójica. Paradójica porque por un lado advierte la imposibilidad de sustraerse al mundo en que se vive, y tampoco a su carácter opresivo, injusto, arbitrario. Pero por otro lado nos conmina a mantener la atención sobre la necesidad de resistir. La resistencia, ¿resiliencia? podríamos agregar hoy, a esa doble condición que nos exige el destino de nuestra historia individual y colectiva. En su mirada de comprender los fenómenos y la realidad nos inserta su dialéctica negativa, el pensamiento negativo, en quedarse en el momento de no reconciliación con el sistema y sus contornos factuales. La paradoja filosófica está en asumir la admisión del poder desmesurado que surge desde la misma capacidad producción y consumo, que se nos presenta como un seductor y sugestivo círculo mágico de toda existencia humana, al cual no podemos superar, pero no por ello dejar de oponerse a él para confrontarlo y enmendarlo en la medida que podamos. Sea la realidad opresiva que tengamos ante nuestra vida, nunca perder el hálito que nos lleva continuamente a la necesidad de respirar la resistencia, de resistir.

 

1.      (1)Theodor W. Adorno, Teoría Estética, traducción de Jorge Navarro Pérez (Madrid: Akal, 2012), p. 21.

       (2) Theodor W. Adorno, Teoría Estética, p. 131.

3.      (3) Theodor W. Adorno, Teoría Estética, p. 199.

 

sábado, 1 de febrero de 2025

Pensamiento crítico, 

una necesidad en tiempos de confusión e

 incertidumbre

David De los Reyes


Redes Sociales Vegetales/DDLR2024 - Guayaquil


Introducción

Vivimos en una era marcada por la sobreabundancia de información, cambios tecnológicos vertiginosos y una creciente complejidad en los problemas sociales, económicos y culturales. En este contexto, el pensamiento crítico se presenta como una herramienta indispensable para navegar en un mundo lleno de incertidumbre y confusión. Este ensayo aborda la importancia del pensamiento crítico como una habilidad esencial, no solo para la vida cotidiana, sino también para campos específicos como la composición musical, donde la creatividad y el razonamiento autónomo son fundamentales para enfrentar los desafíos del siglo XXI.

 

La definición y propósito del pensamiento crítico

El pensamiento crítico nos permite razonar de manera autónoma, tomar decisiones informadas e interpretar y resolver problemas complejos en un mundo también complejo. Según Peter A. Facione, el pensamiento crítico implica "un buen juicio, casi lo opuesto al pensamiento ilógico, irracional [...] es un pensamiento que tiene propósito, probar un punto, interpretar lo que algo significa, resolver un problema [...] son habilidades y actitudes o hábitos que se caracterizan por su interpretación, análisis, evaluación, inferencia, explicación y autorregulación"[1]. Esto requiere contar con información documentada y diversa, discriminar su calidad, trabajar desde la herramienta de la pregunta y realizar juicios fundamentados desde el análisis y la evaluación de argumentos y perspectivas.

En consecuencia, el desarrollo del pensamiento crítico en los individuos tiene que ver con la capacidad de discernir entre la infinita información que nos llega a través de los medios de comunicación. En un mundo donde las noticias falsas y la posverdad se han convertido en fenómenos cotidianos, adquirir estas habilidades es más urgente que nunca. Según la Real Academia Española, la posverdad es "la distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales"[2]. Frente a este escenario, el pensamiento crítico se erige como una herramienta para resistir la manipulación y fomentar una ciudadanía más informada y activa.

 

El pensamiento crítico en la educación y las falacias del sistema actual

A pesar de su importancia, el pensamiento crítico no siempre es fomentado en los sistemas educativos tradicionales. Según Matthew Lipman, la educación actual tiende a centrarse en la transmisión de conocimiento de los profesores hacia los estudiantes, bajo un paradigma en el que "se considera que los estudiantes piensan cuando aprenden lo que se les ha enseñado"[3]. Este enfoque autoritario y memorístico limita el desarrollo de habilidades críticas y creativas, dejando a los estudiantes incapaces de interpretar datos, realizar análisis complejos o generar soluciones innovadoras.

Además, los sistemas educativos no suelen preparar a los estudiantes para reconocer y evitar falacias en su razonamiento. Como señala Irving Copi, las falacias son formas de razonamiento que parecen correctas, pero no lo son cuando se analizan detenidamente [4]. Ferrater Mora las describe como "argumentos falsos con apariencia de verdad"[5]. Estas falacias, a menudo cometidas de manera intencional o por ignorancia, dificultan la capacidad de los individuos para evaluar críticamente la información y los argumentos que encuentran en su vida diaria.

 

El pensamiento crítico en el ámbito laboral y artístico

En el contexto del siglo XXI, las habilidades de pensamiento crítico, creativo y la capacidad para resolver problemas se han convertido en requisitos indispensables en el mercado laboral. Según diversos informes, para el año 2025 estas habilidades serán esenciales para los profesionales y técnicos de cualquier área. La tecnología está transformando rápidamente el mercado laboral, y los empleadores buscan personas capaces de adaptarse a estos cambios mediante el uso de un razonamiento autónomo y creativo.

En el ámbito artístico, y particularmente en la composición musical, estas habilidades cobran una relevancia especial. La creación y ejecución musical no pueden desligarse de los cambios tecnológicos y culturales que afectan a los mercados y campos artísticos. Los compositores y músicos deben desarrollar un pensamiento crítico que les permita interpretar y responder a las demandas estéticas, culturales y formativas de la sociedad. Esto incluye la capacidad de construir proyectos artísticos que sean pertinentes y significativos en un mundo globalizado.

 

El impacto de la tecnología y la globalización

La tecnología y la globalización han transformado profundamente la manera en que interactuamos y comprendemos el mundo. En este contexto, no basta con participar en el vínculo social inmediato; es necesario tener una comprensión más amplia de cómo nuestras acciones afectan a nivel global. La interacción ya no puede entenderse de manera ingenua, sino como una construcción compleja que requiere habilidades de pensamiento crítico, creativo y autónomo.

La creatividad, en particular, está estrechamente vinculada con el pensamiento crítico. Según diversos estudios, la creatividad implica la capacidad de imaginar y entender problemas desde nuevas perspectivas, aplicando soluciones innovadoras y efectivas. Esto es especialmente relevante en el ámbito artístico, donde la imaginación y el razonamiento autónomo son esenciales para enfrentar los desafíos culturales y tecnológicos del presente.

 

Conclusión

El pensamiento crítico no es solo una habilidad deseable, sino una necesidad en tiempos de confusión e incertidumbre. Ya sea en la vida cotidiana, en el ámbito laboral o en la creación artística, esta capacidad nos permite enfrentar los desafíos de un mundo complejo y en constante cambio. Como compositores y músicos, desarrollar un pensamiento crítico nos ayuda a interpretar y responder a las demandas culturales y estéticas de nuestra sociedad, al tiempo que nos prepara para construir proyectos artísticos significativos y trascendentes. En un mundo donde la posverdad, las noticias falsas y las falacias son moneda corriente, el pensamiento crítico se convierte en una herramienta indispensable para navegar con éxito en la era de la información.

 

 

Referencias

[1] Facione, Peter A. Pensamiento Crítico ¿Qué es y por qué es importante? Insight Assessment, 2007, pp. 2-4. 

[2] Real Academia Española. Diccionario de la lengua española. 23ª ed., 2014. 

[3] Lipman, Matthew. Thinking in Education. Cambridge University Press, 2001, pp. 55-56. 

[4] Copi, Irving M. Introduction to Logic. Macmillan, 1969, pp. 59-91. 

[5] Ferrater Mora, José. Diccionario de Filosofía. Tomo P, Editorial Sudamericana, 1964, p. 369. 

 

Bibliografía

Copi, Irving M. Introduction to Logic. Nueva York: Macmillan, 1969.

Facione, Peter A. Pensamiento Crítico: ¿Qué es y por qué es importante? Insight Assessment, 2007.

Ferrater Mora, José. Diccionario de Filosofía. Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1964.

Lipman, Matthew. Thinking in Education. Cambridge: Cambridge University Press, 2001.

Real Academia Española. Diccionario de la lengua española. 23ª ed. Madrid: Real Academia Española, 2014.