domingo, 3 de noviembre de 2024

 

Gilles Deleuze: 

breve aproximación a su Estética

David De los Reyes




 Con este  breve ensayo sobre Gilles Deleuze queremos recordar la partida de este importante pensador del postestructuralismo francés, quien el 4 de noviembre de 1995 fallece en París. 

Gilles Deleuze, en su momento, propuso una perspectiva radicalmente distinta en torno a la estética, el arte y la filosofía. Entre sus concepciones de estos campos teóricos, cuestiona las nociones tradicionales sobre la representación. ¿Debería la obra de arte limitarse a estructurar una representación del mundo? ¿Es la representación la finalidad del arte contemporáneo? La intención de este polémico autor francés fue vincular intrínsecamente la ontología a las experiencias estéticas, entendidas como formas de conocer el mundo. Así, se amplía el campo tradicional de la estética moderna, que no se reduce a la percepción sensible, sino que está intrínsecamente ligada a múltiples afectos y sensaciones.

 

Su propuesta en torno al arte se centra en la construcción de nuevas realidades y experiencias alternas, buscando intensidades más que ser un mero espejo de la realidad. El arte se convierte en una explotación y experiencia que afecta e irrumpe en la carne sensible del espectador, transformando su limitada o inerte comprensión de la realidad. Esto nos lleva a relacionar el arte con el movimiento, una condición propia del arte cinematográfico. Las imágenes en movimiento despiertan y relacionan otras formas de pensamiento y percepción. Estas imágenes no son neutrales; afectan al espectador, transformando su comprensión de una realidad en permanente cambio, tanto a través del arte como del devenir de la existencia cotidiana. El movimiento se convierte en un elemento constante en nuestra relación con el mundo.

 

Deleuze admite, entonces, que se puede establecer una vinculación entre la estética y la filosofía, convirtiendo al arte no solo en objeto de conocimiento o estudio, sino en una apropiación y establecimiento de diferentes procesos que la creación artística aporta. Estos procesos arrojan nuevas formas de entender y sentir nuestros entornos, tanto espaciales como temporales. Además, el arte puede estructurarse como un laboratorio para explorar ideas y conceptos filosóficos. Si el arte siempre ha sido una condición humana para la creación y experimentación de formas y constructos argumentativos, ampliando el marco de lo sensible, no se reduce solo a reflejar el mundo existente. Pretende crear nuevos mundos inexistentes que afectan la percepción y visión del individuo como receptor de esas estructuras estéticas en curso.

 

Una de las referencias e inspiraciones para sus propuestas se encuentra en las visiones de Antonin Artaud y sus concepciones del teatro de la crueldad. ¿En qué se basa esta propuesta estética teatral de este delirante y lúcido actor y creador teatral francés? Asqueado de la escena del teatro burgués y de la permanente construcción del realismo social o del naturalismo, que se reduce, en última instancia, a ser una imitación de situaciones de la vida, el teatro y su doble ofrecen, más que una respuesta intelectual al espectador, una propuesta que lo removerá visceralmente. Artaud desafió las estructuras del teatro clásico, abriendo un compás que da cabida a lo abstracto y lo simbólico, donde el cuerpo sin órganos y la voz adquieren un rol fundamental en la expresión de la experiencia humana.

 

Deleuze enfatiza la concepción artaudiana del teatro y su doble, al aceptar, por un lado, que puede ser un reflejo de una realidad dada, pero también un espacio y un tiempo donde se pueden entrever y presentar otras formas de ser y de sentir. Lo doble en la obra no solo es un espejo que refleja un fragmento de la realidad humana, sino que incorpora las luchas internas y emocionales de cada individuo. El teatro, y el arte en general, se conciben como un laboratorio permanente de ideas donde se critican, cuestionan y deconstruyen las convenciones y nociones tradicionales y autoritarias de la representación del relato simbólico del poder, estrechando así una mayor cercanía con la sensibilidad física del cuerpo del espectador. Un teatro, un arte, que transforma la experiencia escénica en un acto de permanente creación, riesgo y exploración de los límites de la sensibilidad convencional, irrumpiendo con nuevos sentidos de la belleza y estableciendo matices de descubrimiento donde el cuerpo, la voz, la gestualidad y las fuerzas vitales, junto con la puesta en escena, juegan un papel crucial como herramientas de expresión. Este entrelazado aporta inusitadas opciones artísticas para anunciar nuevas realidades estéticas, ofreciendo otras intensidades tanto al participante dentro como fuera de la escena.

 

Si hemos tocado a Artaud en estos párrafos, no menos deberíamos esbozar la importancia y los aportes de la pintura del artista inglés Francis Bacon para las teorías de Deleuze. La obra de Bacon nos impacta con sus representaciones de cuerpos desvanecidos, sin una identidad definida, sin rostros reconocibles, y con una presentación cruda y visceral del cuerpo. Sus telas despiertan angustia y desasosiego, fracaso y pérdida de realidad, utilizando tonalidades intensas y contrastantes que deforman la construcción del cuerpo y de la realidad convocada en la tela. Esta brutalidad, crueldad y desvanecimiento se acercan al concepto del cuerpo sin órganos de Artaud. Más que una representación de algo, ambos artistas conjugan su obra en la construcción de intensidades. La intensidad es la materia sensible fundacional de estos artistas y de la perspectiva estética, artística y filosófica de Deleuze. Se trata de ir más allá de la representación convencional, de trascender lo dado, descubriendo fuerzas subyacentes y constitutivas de la experiencia humana que han estado ocultas o encubiertas por la superficialidad de las convenciones aceptadas, que amarran al cuerpo en un orden global casi infranqueable. Se busca tomar esas fuerzas intrínsecas para expresar lo inefable, lo que puede estar más allá de la verbalización de la existencia.

 

Como hemos mencionado, tanto para Artaud como para Bacon, y no menos para Deleuze, el arte en el que ellos se sumergen y nos sumergen tiene la dirección de ser un laboratorio de experiencias alternas a la inercia cotidiana, desafiando normas, valores, conceptos y afectos mediante lo inusitado e inefable del misterio y de la opresión de la vida contemporánea. El arte construye una experiencia estética que corta la tela de la condición humana en toda su complejidad y crudeza.

 

Esta interrelación entre arte y filosofía, así como la creación y puesta en uso de ideas filosóficas, nos transporta a una comprensión más compleja y profunda de la experiencia estética. El arte, en su planteamiento, debe tener en cuenta las emociones, sensaciones y afectos que desea despertar a través de la experiencia estética, trascendiendo el círculo restringido de la realidad material de los sentidos.

 

De este modo, podemos notar que Deleuze nos lleva a compartir el arte con la política. El arte se convierte en una forma de resistencia y transformación social, un hilo constante en su propuesta. Actúa como una forma de transformación, lucha y cambio tanto individual como social, estableciendo implicaciones colectivas y políticas mediante la creación artística. Esta resistencia artística es una propuesta provocadora y desafiante de las estructuras de poder, lanzando al ruedo social nuevas visiones del mundo.

 

Por lo tanto, el entramado deleuziano entre estética, arte y filosofía nos exige romper con los cauces convencionales del arte como ornamento o habilidad técnica, o como una postura que se limita a acciones estéticas inteligentes. Sus ideas, que arrojan una actitud desafiante en todo momento, proponen un enfoque que corta las limitaciones de la representación tradicional en el arte. Integrando el concepto de movimiento y devenir, junto a las implicaciones en la intensidad de los afectos que suscita, se establece una interconexión entre el arte y la política. Esto nos habla, como integrantes de una sociedad, de aceptar que una de las funciones esenciales del arte es su capacidad de transformar la percepción y la realidad misma.

 

Bibliografía

Artaud, Antonin. El arte y la muerte. Traducción de José Miguel Pallarés. Barcelona: Ediciones Cátedra, 1991.

Artaud, Antonin. El teatro y su doble. Traducción de José Miguel Pallarés. Barcelona: Ediciones Cátedra, 1988.

Badiou, Alain. El arte y la filosofía. Traducción de José Luis Pardo. Madrid: Ediciones Akal, 2005.

Deleuze, Gilles, y Félix Guattari. ¿Qué es la filosofía? Traducción de José Luis Pardo y Carolina Dayer. Buenos Aires: Ediciones Siglo XXI, 1991.

Deleuze, Gilles. El pliegue: Leibniz y el barroco. Traducción de José Luis Pardo. Madrid: Ediciones Siglo XXI, 1988.

Deleuze, Gilles. Francis Bacon: lógica de la sensación. Traducción de José Luis Pardo. Madrid: Ediciones Siglo XXI, 1981.

Deleuze, Gilles. La imagen-movimiento. Traducción de José Luis Pardo. Madrid: Ediciones Siglo XXI, 1986.

Deleuze, Gilles. La imagen-tiempo. Traducción de José Luis Pardo. Madrid: Ediciones Siglo XXI, 1986.

Rancière, Jacques. El espectador emancipado. Traducción de José Luis Pardo. Buenos Aires: Ediciones Siglo XXI, 2000.

 

viernes, 1 de noviembre de 2024

¡El gran Edy Martínez en Guayaquil!

David De los Reyes

(Fotos: David De los Reyes)


En la Universidad de las Artes (Guayaquil, Ecuador), en el marco del Festival "Piano ma non solo" (29 al 31 de octubre), tuvimos un encuentro con el maestro compositor y arreglista musical colombiano Edy Martínez (1942, Pasto – Colombia), una figura estelar del latín jazz. Celebramos esta charla en la plaza publica de Manzana14, gracias al diálogo fructífero que se dio con la presentación del profesor Freddy Vallejos.

Edy Martínez es un veterano de la música latina. Durante muchos años residió en Nueva York, donde se destacó como arreglista, compositor e intérprete de reconocidas orquestas y artistas representativos de la música caribeña, especialmente de la salsa.

En la década de los 60, con 18 años, dejó Colombia para emprender su odisea artística. Se detuvo en Aruba, tocó en Miami, pasó un tiempo en Nueva Orleans y luego se trasladó a la ciudad que se convertiría en el centro de todo lo relacionado con la música tropical y, sobre todo, con la salsa: Nueva York. Esta ciudad es el lugar donde nació el género latino de la salsa y se exploró y constituyó el “latín jazz”.

Al preguntarle sobre sus influencias musicales, siempre mencionó la herencia de sus padres. Por el lado paterno, su padre, Manuel Martínez, trombonista y percusionista, admirador de John Coltrone, le transmitió la rítmica y lo guió en su desarrollo a través de la percusión. Edy comenzó a tocar en la orquesta de su padre a una edad temprana. Por parte de su madre, pianista clásica y reconocida conocedora de la armonía, recibió su influencia formal y académica.

Estudió durante dos años en el conservatorio, pero abandonó los estudios formales. La profesora de piano rusa, que era muy estricta y disciplinada, le pegaba en las manos cuando se equivocaba. Edy le dijo a su padre que no quería seguir con tal práctica “a la rusa”. Así que Edy adquirió métodos, obras y libros de piano y de teoría músical para emprender su educación de forma autodidacta, estudiando las obras de Mozart, Beethoven y Chaikovski, entre otros, y orientando y preguntando sobre sus inquietudes técnicas e interpretativas a los compañeros más avanzados del conservatorio.

Su formación autodidacta continuó a través de la “escucha” atenta. Se hizo de los mejores discos de los músicos de la época, escuchó a Max Roach, Count Basie, Mongo Santamaría, Quincy Jones, junto a las grandes bandas del momento hasta aprenderlos de memoria. Se preocupó por absorber las dos culturas musicales, la latina y la americana. Ambas aportaron elementos fundamentales para su carrera musical. De cada una obtuvo “el acento” propio para lanzarse al mundo del jazz latino internacional. Para él, cada cultura musical tenia sus secretos, y a partir de ahí se dedicó a descubrirlos en el piano, apropiándose de sus modulaciones y giros armonicos, de todos sus fraseos y de sus amplias posibilidades de composición en ese género en particular, haciéndolo suyo de una forma personal y original. Ambas culturas, afirma, producen una extraordinaria formación musical, que requiere coraje, virtuosismo, dedicación y un espíritu mestizo en las entrañas del músico. En su caso, se apropia, además de la armonía, del “fraseo”, de los secretos de los ensambles y de la orquestación rítmica arriesgada, junto a las expresiones de la música contemporánea formal, pero sobre todo, sobre todo del jazz. Trabaja todos los estándares jazzísticos que llegan a sus manos, a la par de escuchar los discos de los grandes maestros del jazz de todos los tiempos y estilos. Este será uno de los “métodos” de aprendizaje que más apreció para alcanzar su completa formación: escuchar y escuchar. Analizar, entender, explorar, experimentar y practicar. Y, sobre todo, prestar atención al “fraseo” de los grandes del jazz, que es su continua recomendación para la nueva generación de músicos presentes en la charla.

Trabajó como músico, arreglista y compositor en la orquesta de Ray Barreto, para Larry Harlow, las estrellas de Fania All Stars, Mongo Santamaría, la Orquesta Broadway, Típica 73, entre otras. Arregló para cantantes como Celia Cruz, Machito y Ángel Canales, por mencionar algunos.

Regresó a Colombia en 1993, y sus amigos, dueños de locales nocturnos, le preguntaron si no formaría una orquesta de salsa. A esa solicitud respondió, no. En cambio, decidió constituir un proyecto personal: establecer una Big Band de latín jazz en Bogota, con el formato de las grandes orquestas americanas. Con sus propios arreglos y composiciones, grabó entonces uno de sus álbumes emblemáticos: “Privilegio”. Otra de sus grandes satisfacciones está en su disco “Celebration”.

Finalmente, afirma que “la música es científica”. Hay que entenderla, superar el “acento local” y entrar a comprender el “acento internacional”. El “fraseo” es una condición importante a tener en cuenta. Hay que esquivar el acento regional. El lenguaje de la música es “sagrado”, no perdona y "siempre discrimina". Si queremos hacer música, “tenemos que escuchar la verdadera música, la buena música, de todo tipo y estilos, e intentar tocar ‘sin acento’ y saber darle el ‘correcto’”.

Fue una tarde de aciertos, saberes, exploraciones, experiencia de vida, y recomendaciones para todos los amantes y cultores de la música!
¡Bienvenido, maestro Edy Martínez!


Les dejo el enlace de su álbum Privilegió aquí:
https://www.youtube.com/playlist?list=PLqyWhqJXJX8NmUnIXMSQQqTprgPVz0o48



      

Sostener el futuro desde las bibliotecas


Claudia Furiati Páez

 

                   

                     Biblioteca de la Universidad Central de Venezuela, Caracas. 


 

  


     Son espacios para la construcción de paz, preservación de la memoria y la articulación, así como         la circulación del conocimiento y la inteligencia social

 

#PorUnFuturoSostenible ha sido el lema escogido para conmemorar el Día Internacional de las Bibliotecas, este 24 de octubre, en ánimo de reforzar la puesta en valor de la acción y política del libro y la biblioteca para la consecución de objetivos considerados prioritarios en el desarrollo de los pueblos. Sus promotores se hacen eco del mandato universal de las Naciones Unidas dispuesto en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible (ODS) que busca impactar las esferas económica, social, medioambiental y/o educativa.

Esta resolución remarca acciones coordinadas en los 17 ODS para poner fin a la pobreza, así como “erradicar el hambre y lograr la seguridad alimentaria; garantizar una vida sana y una educación de calidad; lograr la igualdad de género; asegurar el acceso al agua y la energía; promover el crecimiento económico sostenido; adoptar medidas urgentes contra el cambio climático; promover la paz y facilitar el acceso a la justicia” (Guzmán Sánchez 2022, 7). En su consecución se reconoce a la cultura como recurso y herramienta transversal, y en varios de estos ODS la biblioteca se proyecta como agente dinamizador.

En cuanto a las bibliotecas, una instancia rectora a nivel global como es la Federación Internacional de Asociaciones e Instituciones Bibliotecarias (IFLA por sus siglas en inglés) confirma que dichas instituciones ofrecen una gran variedad de productos y servicios que impulsan el logro de cada uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) (IFLA 2019). Estos son:

·      Promover la alfabetización universal, incluyendo la alfabetización y las habilidades digitales, mediáticas e informacionales, con el apoyo de personal especializado.

·      Superar las dificultades en el acceso a la información y ayudar al gobierno, la sociedad civil y la empresa a comprender mejor las necesidades locales en materia de información.

·      Implementar una red de sitios de suministro de programas y servicios gubernamentales.

·      Promover la inclusión digital a través del acceso a las TIC.

·      Actuar como el centro de la comunidad académica y de investigación.

·      Preservar y proporcionar el acceso a la cultura y el patrimonio del mundo.

Destaca IFLA el rol de garante de acceso abierto a la información de la biblioteca, que de forma expresa se establece el ODS 16, como factor para el desarrollo de sociedades pacíficas, garante de justicia para todos y de instituciones eficaces, responsables e inclusivas a todos los niveles. También es directa su influencia en los ODS referidos al Patrimonio (#1) y a las TIC (#5, #9 y #17).

“Las bibliotecas ofrecen infraestructura para las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), ayudan a las personas a desarrollar la capacidad de usar la información en forma eficaz, y preservan la información para garantizar el acceso permanente de futuras generaciones. Proporcionan una red confiable y establecida de instituciones locales que puedan llegar a todos los sectores de la población” (2019, 3).


Pasillo de la Biblioteca de la Universidad Central de Venezuela

Como portavoz a nivel mundial de los profesionales de las bibliotecas y la información, IFLA se permite incluso en la guía referida, hacer un conjunto de sugerencias a los formuladores de políticas públicas que buscan hacer realidad estos objetivos de desarrollo sustentable, incorporando la biblioteca como un actor clave. Las recomendaciones son:

a.       Incluir a las bibliotecas en sus planes nacionales de desarrollo, para ampliar acceso de información en zonas marginadas y en tiempos de coyuntura.

b.      Hacer de la biblioteca su colaborador directo para accionar estrategias y programas nacionales de inclusión en lucha contra la pobreza, emprendimiento y enseñanza.

c.       Trabajar con las bibliotecas para crear conciencia sobre los ODS y lo que significan para la transformación local.

La Unión Europea es claro ejemplo de este proceso de integración biblioteca – desarrollo sostenible, incluso en lo que refiere a la potenciación de la fuerza laboral de sus economías (ODS 8). Fungen como plataformas para la búsqueda y consecución de empleo, conquistando la cifra de 250.000 personas en alta laboral en línea cada año, beneficiarias de sus capacitaciones informacionales y de acceso libre a internet (2019, 11).

             En cuanto a su influencia en territorio como agente de pacificación y resiliencia social (ODS 11), resalta la buena práctica de los Parques Biblioteca de Medellín, parte integral de su plan de renovación urbana que ha sido ejemplo para las redes bibliotecarias de América Latina y el mundo y sobre el cual volveremos en el capítulo dedicado a la Innovación Abierta.

             

            La biblioteca universitaria y los ODS 2030

Ahora, ¿cuánto de estos objetivos de desarrollo sostenibles pueden ser impulsados y defendidos desde la biblioteca universitaria o centros de aprendizaje? Dar respuesta a esta interrogante fue el propósito de la Red de Bibliotecas Universitarias de España (REBIUN). En la valoración se dio prioridad a aquellos ODS y metas que las bibliotecas universitarias pueden operacionalizar de forma directa y autónoma en los cuatro ejes de actuación académica: la educación, la investigación, la proyección social y la gestión. Es decir, sin requerir pautas e instancias de decisión de las autoridades rectoras de la universidad a la que sirven.

             REBIUN dispuso articular su instrumento de valoración a partir de las seis transformaciones estructurales que las sociedades requieren para ser exitosas en sus metas de desarrollo sostenible, determinadas por el investigador J.D. Sachs y sus colaboradores, con el objeto de facilitar la comprensión (REBIUN 2021, 7). Estas son:

             1. educación, género e igualdad

2. salud, bienestar y demografía

3. descarbonización de la energía e industria sostenible

4. alimentación, tierra y océanos sostenibles

5. ciudades y comunidades sostenibles

6. revolución digital para el desarrollo sostenible.

Las transformaciones primera y sexta fueron las seleccionadas por la organización española para una intervención directa y genuina de las bibliotecas universitarias y científicas, pues son ámbitos alineados con sus funciones específicas y recursos. Propone ir más allá de las gestiones relacionadas al libre acceso de la información científica (Meta 9,5 en Dimensión Inclusión y Participación), así como de aquellas otras que la IFLA atribuye en general a las bibliotecas: alfabetización, acceso a las TIC y preservación del patrimonio cultural (2021, 9).

En el caso de la Transformación 1, el foco de las acciones bibliotecarias estará en mejorar la calidad de la educación superior y ampliar la difusión de la investigación científica con objeto de impulsar la innovación y el crecimiento económico. En cuanto a la Transformación 6 exige a la función bibliotecaria hacer de centinela ante los efectos e impacto de las expansiones y disrupciones digitales en su comunidad universitaria, pero también en otros usuarios externos, así como no usuarios a los que sirven.


Edificio de la Biblioteca de la UCV, Caracas.

A partir de este marco REBIUN propuso cinco (5) ODS desplegados en siete (7) metas en las que las bibliotecas universitarias y centros de recursos de aprendizaje (CRAI) deberían innovar de forma abierta en sus prácticas. Los reseñamos aquí como aporte a este significativo día y dejamos enlace de acceso a su guía https://repositoriorebiun.org/handle/20.500.11967/895.


 

ODS

Meta

Transformación

N°4. Garantizar una educación inclusiva y equitativa de calidad y promover oportunidades de aprendizaje permanente para todos.

4.3 De aquí a 2030, asegurar el acceso igualitario de los hombres y las mujeres a una formación técnica, profesional y superior de calidad, incluida la enseñanza universitaria.

Educación, género y desigualdad

N°4. Garantizar una educación inclusiva y equitativa de calidad y promover oportunidades de aprendizaje permanente para todos.

4.4 De aquí a 2030, aumentar el número de jóvenes y adultos que tienen las competencias necesarias, en particular técnicas y profesionales, para acceder al empleo, el trabajo decente y el emprendimiento.

Educación, género y desigualdad

N°4. Garantizar una educación inclusiva y equitativa de calidad y promover oportunidades de aprendizaje permanente para todos.

4.7 De aquí a 2030, asegurar que todos los alumnos adquieran los conocimientos teóricos y prácticos necesarios para promover el desarrollo sostenible: educación y los estilos de vida sostenibles, los DD.HH, la igualdad de género, la promoción de una cultura de paz, la ciudadanía mundial y la valoración de la diversidad cultural, entre otros.

Educación, género y desigualdad

N°9. Construir infraestructuras resilientes, promover la industrialización inclusiva y sostenible y fomentar la innovación.

9.c Aumentar significativamente el acceso a la tecnología de la información y las comunicaciones y esforzarse por proporcionar acceso universal y asequible a Internet en los países menos adelantados.

Revolución digital para el desarrollo sostenible

N°11. Lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles.

11.4 Redoblar los esfuerzos para proteger y salvaguardar el patrimonio cultural y natural del mundo

Revolución digital para el desarrollo sostenible

N°12. Garantizar modalidades de consumo y producción sostenibles.

12.7 Promover prácticas de adquisición pública que sean sostenibles, de conformidad con las políticas y prioridades nacionales.

Educación, género y desigualdad

N°16. Promover sociedades pacíficas e inclusivas para el desarrollo sostenible, facilitar el acceso a la justicia para todos y construir a todos los niveles instituciones eficaces e inclusivas que rindan cuentas.

16.10 Garantizar el acceso público a la información y proteger las libertades fundamentales, de conformidad con las leyes nacionales y los acuerdos internacionales.

Revolución digital para el desarrollo sostenible

ODS y Metas para las Bibliotecas Universitarias. REBIUN, 2021 (Elaboración propia)





                                                               Pensamiento nómada 

(Sobre Nietzsche)

GILLES DELEUZE 


 


 

Con este texto queremos recordar la partida de este importante pensador del postestructuralismo francés, quien el 4 de noviembre de 1995, fallece en París. 

Si nos preguntamos qué es o en qué se ha convertido Nietzsche hoy, sabemos bien en qué dirección hemos de buscar. Hay que mirar hacia los jóvenes que están leyendo a Nietzsche, descubriendo a Nietzsche. Nosotros, la mayor parte de los presentes, somos ya demasiado viejos. ¿Qué es lo que un joven descubre hoy en Nietzsche, que no es seguramente lo mismo que descubrió m¡ generación, como eso no era ya lo mismo que habían descubierto las generaciones anteriores? ¿Por qué los músicos jóvenes sienten hoy que Nietzsche tiene que ver con lo que hacen, aunque no hagan en absoluto una música nietzscheana, por qué los pintores jóvenes, los cineastas jóvenes se sienten atraídos por Nietzsche? ¿Qué está pasando, es decir, cómo están recibiendo a Nietzsche? Todo lo que en rigor podemos explicar desde fuera es el modo en que Nietzsche siempre reclamó, para sí mismo tanto como para sus lectores contemporáneos y futuros, cierto derecho al contrasentido. Da igual qué derecho, por otra parte, puesto que posee reglas secretas, pero en todo caso cierto derecho al contrasentido, del que hablaré enseguida, y que hace que no venga al caso comentar a Nietzsche como se comenta a Descartes o a Hegel. Me pregunto: ¿quién es, hoy, el joven nietzscheano? ¿El que prepara un trabajo sobre Nietzsche? Quizá. ¿0 es más bien aquel que, poco importa si voluntaria o involuntariamente, produce enunciados singularmente nietzscheanos en el curso de una acción, de una pasión o de una experiencia? Hasta donde yo sé, uno de los textos recientes más hermosos, y uno de los más profundamente nietzscheanos, es el que ha escrito Richard Deshayes, Vivir es sobrevivir, un poco antes de ser alcanzado por una granada en una manifestación (a). Quizá una cosa no excluye la otra. Acaso sea posible escribir sobre Nietzsche y además producir enunciados nietzscheanos en el curso de la experiencia.

Somos conscientes de los riesgos que nos acechan en esta pregunta: ¿qué es Nietzsche hoy? Riesgo de demagogia («Los jóvenes están con nosotros…»). Riesgo de paternalismo (consejos a un joven lector de Nietzsche). Y, sobre todo, el riesgo de una abominable síntesis. En el origen de nuestra cultura moderna está la trinidad Nietzsche, Freud, Marx. Da igual si todo el mundo se ha deshecho de ella de antemano. Puede que Marx y Freud sean el amanecer de nuestra cultura, pero Nietzsche es algo completamente distinto, es el amanecer de una contra- cultura. Es evidente que la sociedad moderna no funciona mediante códigos. Es una sociedad que funciona a partir de otras bases. Si consideramos, pues, no tanto a Marx y Freud literalmente, sino aquello en lo que se han convertido el marxismo y el freudismo, vemos que están inmersos en una suerte de intento de recodificación: por parte del Estado, en el caso del marxismo («es el Estado quien te puso enfermo y el Estado es quien te curará», porque ya no será el mismo Estado); por parte de la familia, en el caso del freudismo (la familia te pone enfermo y la familia te cura, porque no es ya la misma familia). Esto es lo que sitúa ciertamente, en el horizonte de nuestra cultura, al marxismo y al psicoanálisis como las dos burocracias fundamentales, una pública y otra privada, cuyo objetivo es realizar mejor o peor una recodificación de lo que no deja de descodificarse en nuestro horizonte. La labor de Nietzsche, en cambio, no es ésa en absoluto. Su problema es otro. A través de todos los códigos del pasado, del presente o del futuro, para él se trata de dejar pasar algo que no se deja y que jamás se dejará codificar. Transmitirlo a un nuevo cuerpo, inventar un cuerpo al que pueda transmitirse y en el que pueda circular: un cuerpo que sería el nuestro, el de la Tierra, el de la escritura…

Sabemos cuales son los grandes instrumentos de codificación. Las sociedades no cambian tanto, no disponen de infinitos medios de codificación. Conocemos tres medios principales: la ley, el contrato y la institución. Los hallamos bien representados, por ejemplo, en las relaciones que los hombres han mantenido con los libros. Hay libros de la ley, en los cuales la relación del lector con el libro pasa por la ley. Se les llama precisamente códigos en otros lugares, y también libros sagrados. Hay otra clase de libros que tienen que ver con el contrato, con la relación contractual burguesa. Ésta es la base de la literatura laica y de la relación comercial con el libro: yo te compro, tú me das qué leer; una relación contractual en la cual todo el mundo está atrapado: autor, editor, lector. Y hay, luego, una tercera clase de libros, los libros políticos, preferentemente revolucionarios, que se presentan como libros de instituciones, ya se trate de instituciones presentes o futuras. Y hay toda clase de mezclas: libros contractuales o institucionales que se tratan como libros sagrados…, etcétera. Todos los tipos de codificación están tan presentes, tan subyacentes, que los encontramos unos en otros. Tomemos otro ejemplo, el de la locura: los intentos de codificar la locura se han llevado a cabo de las tres formas. Primero, bajo la forma de la ley, es decir, del hospital, del manicomio - la codificación represiva, el encierro, el antiguo encierro que está llamado a convertirse, andando el tiempo, en una última esperanza de salvación, cuando los locos empiecen a decir: «Qué buenos tiempos aquellos en que nos encerraban, porque ahora nos hacen cosas peores». Y hay una especie de golpe magistral, que ha sido el del psicoanálisis: se sabía que había quienes escapaban a la relación contractual burguesa tal y como se manifiesta en la medicina, a saber, los locos, ya que no podían ser parte contratante por estar jurídicamente «inhabilitados». La genialidad de Freud consistió en atraer a la relación contractual a una gran parte de los locos, en el sentido más lato del término, los neuróticos, explicando que era posible un contrato especial con ellos (de ahí el abandono de la hipnosis). Fue el primero en introducir en la psiquiatría - y ello ha constituido finalmente la novedad psicoanalítica- la relación contractual burguesa, excluida hasta ese momento. Y después nos encontramos con las tentativas más recientes, en las cuales son evidentes las implicaciones políticas y a veces las ambiciones revolucionarias, las tentativas llamadas institucionales. He ahí el triple medio de codificación: si no es la ley, será la relación contractual, y si no la institución. Y en estos códigos florecen nuestras burocracias.

Ante la forma en que nuestras sociedades se descodifican, en que sus códigos se escapan por todos sus poros, Nietzsche no intenta llevar a cabo una recodificación. Él dice: esto no ha hecho más que empezar, todavía no habéis visto nada («la igualación del hombre europeo es hoy el gran proceso irreversible: habría incluso que acelerarlo.). En cuanto a lo que piensa y escribe, Nietzsche persigue un intento de descodificación, no en el sentido de esa descodificación relativa que consistiría en descifrar los códigos antiguos, presentes o futuros, sino de una descodificación absoluta: transmitir algo que no sea codificable, perturbar todos los códigos. Esto no es fácil, ni siquiera en el nivel de la mera escritura y del lenguaje. Sólo le encuentro parecido con Kafka, con lo que Kafka hace con el alemán en función de la situación lingüística de los judíos de Praga: construye, en alemán, una máquina de guerra contra el alemán; a fuerza de indeterminación y de sobriedad, transmite bajo el código del alemán algo que nunca se había escuchado. En cuanto a Nietzsche, él se siente polaco frente al alemán. Se sirve del alemán para poner en marcha una máquina de guerra que transmita algo que no se puede codificar en alemán. Eso es el estilo como política. En términos más generales, ¿en qué consiste el esfuerzo de este pensamiento, que pretende transmitir sus flujos por encima de las leyes, recusándolas, por encima de las relaciones contractuales, desmintiéndolas, y por encima de las instituciones, parodiándolas? Vuelvo otra vez al ejemplo del psicoanálisis: ¿por qué una psicoanalista tan original como Melanie Klein permanece aún en el sistema psicoanalítico? Ella misma lo dice a la perfección: los objetos parciales de los que habla, con sus explosiones, sus caudales, etcétera, son fantasías. Los pacientes aportan estados vividos, experimentados intensivamente, y Melanie Klein los traduce como fantasías. Ahí tenemos un contrato, específicamente un contrato: dame tus experiencias vividas, y yo te devolveré fantasías. Y el contrato implica un intercambio de dinero y de palabras. Aún más, un psicoanalista como Winnicott llega auténticamente al límite del análisis porque tiene la impresión de que, a partir de cierto momento, este procedimiento no es conveniente. Hay un momento en el que ya no se trata de traducir, de interpretar, de traducir en fantasías o de interpretar en significados o significantes, no, no es eso. Hay un momento en el que hace falta compartir y meterse en el ajo con el enfermo, hay que participar de su estado. ¿Se trata de una especie de simpatía, o de empatía, de identificación? Como mínimo, es ciertamente más complicado. Lo que sentimos es la necesidad de una relación que ya no sea legal, ni contractual, ni institucional. Y eso es lo que sucede con Nietzsche. Leemos un aforismo o un poema del Zaratustra. Material y formalmente, estos textos no se comprenden ni mediante el establecimiento o la aplicación de una ley, ni por la oferta de una relación contractual, ni a través de la instauración de una institución. El único equivalente concebible podría ser «estar en el mismo barco». Algo de Pascal que se vuelve contra el propio Pascal. Estamos embarcados en una especie de balsa de la Medusa, mientras las bombas caen a nuestro alrededor y la nave deriva hacia los glaciales subterráneos, o bien hacia los ríos tórridos, el Orinoco, el Amazonas, y los que van remando no se aprecian entre ellos, se pelean, se devoran. Remar juntos es compartir, compartir algo, más allá de toda ley, de todo contrato, de toda institución. Una deriva, un movimiento a la deriva o una «desterritorialización»: lo digo de manera muy imprecisa, muy confusa, porque se trata de una hipótesis o de una vaga impresión acerca de la originalidad de los textos nietzscheanos. Un nuevo tipo de libro.

¿Cuáles son las características de un aforismo de Nietzsche para que llegue a producir esta impresión? Hay una que Maurice Blanchot ha esclarecido particularmente en El diálogo inconcluso (b). Es la relación con el exterior. En efecto, cuando se abre al azar un texto de Nietzsche, se tiene una de las primeras ocasiones de soslayar la interioridad, ya sea la interioridad del alma o de la conciencia o la interioridad de la esencia o del concepto, es decir, aquello que siempre ha constituido el principio de la filosofía. Lo que confiere su estilo a la filosofía es que la relación con lo exterior siempre está mediatizada y disuelta por y en una interioridad. Nietzsche, al contrario, basa su pensamiento y su escritura en una relación inmediata con el afuera. ¿Qué es un cuadro bello o un gran dibujo? Hay un marco. Un aforismo también está enmarcado. Pero ¿a partir de qué momento se convierte en belleza lo que hay en el marco? A partir del momento en que sabemos y sentimos que el movimiento, que la línea enmarcada viene de otra parte, que no comienza en el límite del cuadro. Como en la película de Godard, se pinta el cuadro con el muro. Lejos de ser una delimitación de la superficie pictórica, el marco es casi lo contrario, es lo que le pone en relación inmediata con el exterior. Así, conectar el pensamiento con el exterior, eso es lo que, literalmente, nunca han hecho los filósofos, incluso cuando han hablado de política, de paseo o de aire libre. No basta con hablar del aire libre o del exterior para conectar el pensamiento directa e inmediatamente con el exterior.

«[…] Llegan igual que el destino, sin motivo, razón, consideración, pretexto, existen como existe el rayo, demasiado terribles, demasiado súbitos, demasiado convicentes, demasiado distintos para ser ni siquiera odiados […] ». Éste es el célebre texto de Nietzsche sobre los fundadores del Estado, «esos artistas con ojos de bronce» (Genealogía de la moral, II, 17). ¿0 es el de Kafka sobre La muralla china? «Es imposible llegar a comprender cómo han llegado hasta la capital, que está tan lejos de la frontera. Sin embargo, aquí están, y cada día parece aumentar su número […] Es imposible conferenciar con ellos. No conocen nuestra lengua. […] ¡Hasta sus caballos son carnívoros!» (c). Pues bien: lo que decimos es que estos textos están atravesados por un movimiento que viene del exterior, que no comienza en esa página del libro ni en las precedentes, que no se mantiene en el marco del libro y que es completamente distinto del movimiento imaginario de las representaciones o del movimiento abstracto de los conceptos tal y como éstos tienen lugar habitualmente mediante las palabras o en la mente del lector. Hay algo que se sale del libro, que entra en contacto con un puro exterior. En ello reside, según creo, ese derecho al contrasentido en la obra de Nietzsche. Un aforismo es un juego de fuerzas, un estado de fuerzas siempre exteriores las unas a las otras. Un aforismo no quiere decir nada, no significa nada, no tiene ni significante ni significado. Esas son formas de restaurar la interioridad del texto. Un aforismo es una relación de fuerzas en la que la última, es decir, al mismo tiempo la más reciente, la mas actual y provisionalmente la última, es también siempre la más exterior. Nietzsche lo plantea claramente: si queréis saber lo que quiero decir, hallad la fuerza que le da sentido, si es preciso un nuevo sentido, a lo que digo. Conectad el texto con esa fuerza. En este sentido, no hay problema alguno de interpretación de Nietzsche, no hay más que problemas de maquinación: maquinar el texto de Nietzsche, buscar la fuerza exterior actual mediante la cual transmite algo, una corriente de energía. Es aquí donde nos encontramos con todos los problemas que plantean algunos textos de Nietzsche que tienen resonancias fascistas o antisemitas… Y, tratándose de Nietzsche hoy, hemos de reconocer que Nietzsche ha sustentado y sustenta aún a muchos jóvenes fascistas. Hubo un tiempo en el que era importante mostrar que Nietzsche había sido utilizado, falsificado, deformado completamente por los fascistas. Eso se llevó a cabo en la revista Acéphale, con Jean Wahl, Bataille, Klossowski. Pero hoy ya no parece ser ése el problema. No hay que luchar en el terreno de los textos. Y no porque no se pueda luchar en ese dominio, sino porque esta lucha ya no es útil. Se trata más bien de encontrar, de asignar, de alcanzar las fuerzas exteriores que dan a tal o cual frase de Nietzsche un sentido liberador, su sentido de exterioridad. La pregunta por el carácter revolucionario de Nietzsche se plantea en el orden del método: el método nietzscheano es lo que hace que el texto de Nietzsche no sea ya algo acerca de lo cual hayamos de preguntarnos «¿Es fascista? ¿Es burgués? ¿Es revolucionario en sí mismo?», sino un campo de exterioridad en el que combaten las fuerzas fascistas, burguesas y revolucionarias. Planteado así el problema, la respuesta necesariamente conforme al método es ésta: hallad la fuerza revolucionaria (¿quién es el superhombre?). Siempre una apelación a nuevas fuerzas que vienen de fuera y que atraviesan y reformulan el texto nietzscheano en el marco del aforismo. Éste es el contrasentido legítimo: tratar el aforismo como un fenómeno que está a la espera de nuevas fuerzas que vendrán a «subyugarle», a hacerle funcionar o a provocar su estallido.

El aforismo no es solamente una relación con el exterior, sino que su se­gunda característica es estar en relación con lo intensivo, que es algo muy parecido. Sobre este punto, Klossowski y Lyotard lo han dicho ya todo. Esos estados vividos de los que hablaba hace un momento, cuando decía que no es necesario traducirlos en representaciones o en fantasías, que no hay que someterlos a los códigos de la ley, del contrato o de la institución, que no hay que canjearlos sino, al contrario, hacer de ellos fluidos que nos lleven siempre un poco mas lejos, más al exterior, eso es exactamente la intensidad, las intensidades. El estado vivido no es algo subjetivo, o al menos no necesariamente. Tampoco es individual. Es el flujo, y la interrupción del flujo, ya que cada intensidad está necesariamente en relación con otra intensidad cuando pasa algo. Eso es lo que sucede bajo los códigos, lo que escapa de ellos y lo que los códigos quieren traducir, convertir, canjear. Pero Nietzsche, con su escritura de intensidades, nos dice: no cambiéis la intensidad por representaciones. La intensidad no remite a significados, que serían como representaciones de cosas, ni a significantes, que serían como representaciones de palabras. ¿Cuál es entonces su consistencia, como agente y a la vez como objeto de descodificación? Esto es lo más misterioso de Nietzsche. La intensidad tiene que ver con los nombres propios, y éstos no son ni representaciones de cosas (o de personas) ni representaciones de palabras. Colectivos o individuales, los presocráticos, los romanos, los judíos, Jesucristo, el Anticristo, César Borgia, Zaratustra, todos esos nombres propios que aparecen y reaparecen en los textos de Nietzsche no son significantes ni significados sino designaciones de intensidad en un cuerpo que puede ser el cuerpo de la Tierra, el cuerpo del libro, pero también el cuerpo sufriente de Nietzsche: yo soy todos los nombres de la historia… Hay una especie de nomadismo, de desplazamiento perpetuo de las intensidades designadas por los nombres propios, que penetran unas en otras a la vez que son experimentadas por un cuerpo pleno. La intensidad sólo puede vivirse por la relación entre su inscripción móvil en un cuerpo y la exterioridad igualmente móvil de un nombre propio, y por ello el nombre propio es siempre una máscara, la máscara de un agente.

Tercer punto: la relación del aforismo con el humor y la ironía. Quienes leen a Nietzsche sin reírse mucho y con frecuencia, sin sufrir de vez en cuando de ataques de risa, es como si no lo hubiesen leído. Y esto no vale sólo para Nietzsche, sino para todos los autores que constituyen ese preciso horizonte de nuestra contra- cultura. Lo que manifiesta nuestra decadencia, nuestra degeneración, es la manera en que tenemos necesidad de recurrir a la angustia, a la soledad, a la culpabilidad, al drama de la comunicación y a todo lo que hay de trágico en la interioridad. Sin embargo, hasta el propio Max Brod nos cuenta que el auditorio no podía evitar partirse de risa mientras Kafka leía El proceso. Y es como mínimo difícil leer a Beckett sin reírse, sin ir de un rato de alegría a otro. La risa, y no el significante. Risa, esquizofrénica o revolucionaria, es lo que emana de estos grandes libros, y no la angustia de nuestro narcisismo privado o de los terrores de nuestra culpabilidad. Podemos llamar a esto «la comicidad de lo sobrehumano» o «el payaso de Dios», pero los grandes libros siempre irradian una indescriptible alegría, aunque hablen de cosas horribles, desesperantes o terroríficas. Todo gran libro opera en sí una transmutación y constituye una salud futura. No es posible dejar de reír mientras se desbaratan los códigos. Al poner el pensamiento en relación con el exterior, surgen momentos de risa dionisíaca, y en eso consiste el pensamiento al aire libre. Nietzsche se encuentra a menudo ante algo que juzga repugnante, innoble, vomitivo. Pero le hace reír. Si es posible, lo exagera. Dice: vayamos mas lejos, aún no es lo suficientemente asqueroso; o bien: es admirable lo repulsivo que es, es una maravilla, una obra maestra, una flor venenosa, al fin «el hombre empieza a ponerse interesante». Así es, por ejemplo, como Nietzsche considera y trata la mala conciencia. Pero siempre hay comentadores hegelianos, comentadores de la interioridad, que tienen atrofiado el sentido de la risa, y dicen: he aquí la prueba de que Nietzsche se toma en serio la mala conciencia, hace de ella un momento en el camino de la espiritualidad hacia sí misma. Sobre el modo como Nietzsche concibe la espiritualidad pasan de puntillas, porque huelen el peligro. Vemos, pues, que si Nietzsche da lugar a contrasentidos legítimos, también hay contrasentidos enteramente ilegítimos, los que recurren al espíritu de la seriedad, de la gravedad, al mono de Zaratustra, es decir, al culto a la interioridad. La risa de Nietzsche remite siempre al movimiento exterior de los humores y las ironías, y este movimiento es el de las intensidades, el de las cantidades intensivas que han expuesto Klossowski y Lyotard: juego de altas y bajas intensidades, o bien una intensidad baja que puede socavar la más alta e incluso igualarla, y también al contrario. Este juego de las escalas intensivas es lo que gobierna los vuelos de la ironía y los descensos del humor de Nietzsche, desplegándose como consistencia o cualidad de vivencia en su relación con el exterior. Un aforismo es una materia pura hecha de risa y alegría. Si somos incapaces de encontrar en un aforismo algo que nos haga reír, esa distribución de humor e ironía y ese reparto de intensidades, entonces no hemos entendido nada.

Y aún queda un último punto. Volviendo al gran texto de La genealogía sobre el Estado y los fundadores de imperios: «Llegan igual que el destino, sin motivo, razón», etcétera (d). Podemos reconocer en él a los llamados «hombres de la producción asiática». Basándose en las comunidades rurales primitivas, el déspota construye su máquina imperial que todo lo sobrecodifica con la burocracia y la administración que organiza las grandes obras y se apropia del excedente («en poco tiempo surge, allí donde aparecen, algo nuevo, una concreción de dominio dotada de vida, en la que partes y funciones han sido delimitadas y puestas en conexión, en la que no tiene sitio absolutamente nada a lo cual no se le haya dado antes un «sentido» en orden al todo»). Pero también podemos preguntarnos si este texto no reúne dos fuerzas que pueden distinguirse en otro sentido - y que Kafka, por su parte, distinguía y hasta oponía en La muralla china- . Cuando se investiga el modo en que las comunidades primitivas segmentarias han sido sustituidas por otras formaciones de soberanía, cuestión que Nietzsche plantea en la segunda disertación de La genealogía, vemos que se producen dos fenómenos estrictamente correlativos, pero del todo diferentes. Es verdad que, en el centro, las comunidades rurales quedan atrapadas y regladas en la máquina burocrática del déspota, con sus escribas, sus sacerdotes, sus funcionarios; pero, en la periferia, las comunidades emprenden una especie de aventura, con otra clase de unidad, nomádica en este caso, en una máquina de guerra nómada, y se descodifican en lugar de dejarse sobrecodificar. Hay grupos enteros que se escapan, que se nomadizan: no como si retornasen a un estadio anterior, sino como si emprendiesen una aventura que afecta a los grupos sedentarios, la llamada del exterior, el movimiento. El nómada, con su máquina de guerra, se opone al déspota con su máquina administrativa; la unidad nomádica extrínseca se opone a la unidad despótica intrínseca. Y, a pesar de todo, son fenómenos tan correlativos y compenetrados que el problema del déspota será cómo integrar, cómo interiorizar la máquina de guerra nómada, y el del nómada cómo inventar una administración del imperio conquistado. En el mismo punto en el que se confunden, no dejan de oponerse.

El discurso filosófico nació de la unidad imperial, a través de muchos ava­tares, los mismos que conducen desde las formaciones imperiales hasta la ciudad griega. E incluso en la ciudad griega el discurso filosófico mantiene una relación esencial con el déspota o con su sombra, con el imperialismo, con la administración de las cosas y de las personas (se encuentran todo tipo de pruebas de ello en el libro de Léo Strauss y Kojève sobre la tiranía) (e). El discurso filosófico siempre ha permanecido en una relación esencial con la ley, la institución y el contrato que constituyen el problema del Soberano, y que atraviesan la historia sedentaria que va de las formaciones despóticas hasta las democráticas. El «significante» es en verdad el último avatar filosófico del déspota. Si Nietzsche se separa de la filosofía es quizá porque es el primero que concibe otro tipo de discurso a modo de contra- filosofía. Es decir, un discurso ante todo nómada, cuyos enunciados no serían productos de una máquina racional administrativa, con los filósofos como bu­rócratas de la razón pura, sino de una máquina de guerra móvil. Acaso sea éste el sentido en el que Nietzsche anuncia que con él comienza una nueva política (lo que Klossowski ha llamado el complot contra la propia clase). Sabemos bien que, en nuestros regímenes, los nómadas no tienen cabida: no se escatiman medios para regularlos, y apenas consiguen sobrevivir. Nietzsche vivió como uno de esos nómadas reducidos a no ser más que su sombra, de pensión en pensión. Pero, por otra parte, el nómada no es necesariamente alguien que se mueve: hay viajes imóviles, viajes en intensidad, y hasta históricamente los nómadas no se mueven como emigrantes sino que son, al revés, los que no se mueven, los que se nomadizan para quedarse en el mismo sitio y escapar a los códigos. Sabemos que el problema revolucionario, hoy, consiste en hallar una unidad de las luchas puntuales que no reconstruya la organización despótica o burocrática del partido o del aparato de Estado: una máquina de guerra que no remitiría a un aparato de Estado, una unidad nomádica en relación con el Afuera, que no se sometería a la unidad despótica interna. Esto es quizá lo mas profundo de Nietzsche, la medida de su ruptura con la filosofía tal y como aparece en el aforismo: haber hecho del pensamiento una máquina de guerra, una potencia nómada. E incluso aunque el viaje sea inmóvil, aunque se haga sin moverse del lugar, aunque sea imperceptible, inesperado, subterráneo, hemos de preguntar: ¿quiénes son hoy los nómadas? ¿Quiénes son hoy nuestros verdaderos nietzscheanos?

 

 

Debate

André Flécheux.- Lo que me gustaría saber es cómo piensa Deleuze evitar la deconstrucción, es decir, cómo puede conformarse con una lectura monádica de cada aforismo, a partir de lo empírico y de lo exterior, porque esto me parece, desde un punto de vista heideggeriano, extremadamente sospechoso. Me pregunto si el problema de la «anterioridad» que constituye la lengua, la organización establecida, lo que usted llama «el déspota», permite comprender la escritura de Nietzsche como una especie de lectura errática que procedería en cuanto tal de una escritura errática, cuando Nietzsche se aplica a sí mismo una autocrítica y teniendo en cuenta que las actuales ediciones nos lo descubren como un excepcional trabajador del estilo para quien, en consecuencia, cada aforismo no es un sistema cerrado, sino que lleva implícita toda una estructura de referencias. El estatuto de un afuera sin deconstrucción, en su pensamiento, coincide con el de lo energético en Lyotard.

Una segunda pregunta, que se articula con la primera: en una época en la que la organización errática, capitalista, llámela usted como quiera, lanza un desafío que es, finalmente, lo que Heidegger llama el establecimiento de la técnica, ¿piensa usted, fuera de bromas, que el nomadismo, como usted lo describe, es una respuesta seria?

Gilles Deleuze.- Si le he comprendido bien, dice usted que, desde un punto de vista heideggeriano, yo soy sospechoso. Me congratula saberlo. En cuanto al método de deconstrucción de los textos, entiendo perfectamente de qué se trata, y siento gran admiración por él, pero no tiene nada que ver con el mío. Yo no me presento en absoluto como un comentador de textos. Para mí, un texto no es más que un pequeño engranaje de una práctica extratextual. No se trata de comentar el texto mediante un método de deconstrucción, o mediante un método de práctica textual, o mediante otros métodos. Se trata de averiguar para qué sirve en la práctica extratextual que prolonga el texto. Me pregunta usted si creo en la respuesta de los nómadas. Sí, creo en ella. Gengis Kahn no fue un cualquiera. ¿Resurgirá del pasado? No lo sé. Si lo hace, en todo caso, será bajo una forma distinta. Igual que el déspota interioriza la máquina de guerra nómada, la sociedad capitalista interioriza constantemente una máquina de guerra revolucionaria. Los nuevos nómadas ya no se constituyen en la periferia (porque ya no hay pe­riferia); lo que me preguntaba era de qué nómadas - aunque sean inmóviles- es capaz nuestra sociedad.

André Flécheux.- Sí, pero usted ha excluido, en su exposición, lo que llamaba «la interioridad»…

Gilles Deleuze.- Eso es un juego de palabras con el término «interioridad»…

André Flécheux.- ¿El viaje interior?

Gilles Deleuze- He dicho «viaje inmóvil». No es lo mismo que un viaje interior, es un viaje por el cuerpo, si es preciso por cuerpos colectivos.

Mieke Taat.- Si le he comprendido bien, Deleuze, usted opone la risa, el humor y la ironía a la mala conciencia. ¿Estaría usted de acuerdo en que la risa de Kafka, de Beckett o de Nietzsche no excluye el llanto por estos escritores, siempre que las lágrimas no surjan de una fuente interior o interiorizada, sino simplemente de una producción de flujos en la superficie del cuerpo?

Gilles Deleuze.- Probablemente está usted en lo cierto.

Mieke Taat.- Tengo otra pregunta. Cuando usted contrapone el humor y la ironía a la mala conciencia, no distingue una cosa de otra, como hacía en Lógica del sentido, donde el uno pertenecía a la superficie y el otro a la profundidad. ¿No teme usted que la ironía esté peligrosamente cercana a la mala conciencia?

Gilles Deleuze.- He cambiado de opinión. La oposición profundidad- superficie ya no me satisface. Lo que ahora me interesa son las relaciones entre un cuerpo lleno, un cuerpo sin órganos, y los flujos que circulan por él.

Mieke Taat.- ¿Eso no excluiría, entonces, el resentimiento?

Gilles Deleuze.- ¡Claro que sí!

 

Notas:

(*) En Nietzsche aujourd’hui?, Tomo I: Intensités, UGE 10/18, París, 1973. pp. 159- 174 y discusión (no se reproducen más que las preguntas dirigidas a Deleuze), pp. 185- 187 y 189- 190). El coloquio Nietzsche aujourd’hui? se desarrolló en julio de 1972 en el Centro cultural internacional de Cerisy­-la- Salle.

a. Estudiante de enseñanza media de extrema izquierda, herido por la policía durante una manifestación en 1971.

b. M. Blanchot, L’entretien infini, Gallimard, París, 1969. pp. 227 ss. (trad. cast. El diálogo inconcluso, ed. Monte Avila, Caracas, 1970, [N. del T.]).

c. F. Kafka, La muraille de Chine et autres récits. Gallimard, París, 1950. col. Du monde entier. pp. 95- 96 (trad. cast. F. Kafka, Obras completas, III, dir. J. Jovet. Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2003, [N. del T]).

d. La genealogía de la moral, II, 17.

e. L. Strauss, De la tyrannie, seguido de Tyrannie et sagesse de Kojéve, reed. Gallimard. París. 1997.

 

Texto extraído de “La isla desierta y otros textos”, Gilles Deleuze, págs. 321/332, editorial Pre-textos, Barcelona, España, 2005.