La Universidad Central de Venezuela,
esa herida
Celina Carquéz
Es un mediodía indiferente cuando el
mundo se detuvo un miércoles 17 de junio 2020, a tres meses del inicio de la
pandemia de la Covid-19 pero a nadie le importa. No hay casi personal en la Universidad Central de Venezuela, porque el país está en una estricta cuarentena y solo
quien posee salvoconducto puede desplazarse por la ciudad, así que algunos
miembros del personal de seguridad tienen permitido entrar y salir de la ciudad
universitaria
“Yo estaba aquí en mi oficina casi
por irme, cuando de repente siento un ruido ensordecedor que viene de afuera,
fue como una bomba; lo juro, una cosa espeluznante”, recuerda Rosa Biancoli,
jefa de operaciones y seguridad de la Facultad de Humanidades y Educación, a
quien todo el mundo conoce como “Rosita”. El estruendo la hizo atravesar todas
las puertas en segundos, salió al pasillo y cuando vio lo que pasó, se puso las
manos en la cabeza y enmudeció por varios minutos. No salía de esa especie de
trance y las manos ya moviéndose por la boca, el pecho y otra a la cabeza.
Rosita subió inmediatamente un post a Facebook con fotos del colapso del techo
y lo tituló “fin de mundo”.
Como no había mayor información en
el país —salvo el lúgubre conteo gubernamental de enfermos y fallecidos por la
Covid-19 —, un popular periodista retuiteó la imagen, y en las siguientes horas
se aparecieron todos los medios nacionales e internacionales en la universidad,
así como las autoridades rectorales.
Lo que se escuchó fue como crujieron
y cedieron las bases y se desplomó la viga 13 del corredor número cinco de
tierra de nadie, (el famoso jardín de la Ciudad
Universitaria que no le pertenece a ninguna
facultad) y los tramos 12-13 y 13-14 del inmenso corredor de ese jardín, y lo
que vio fue cómo un techo de concreto armado se partió y la primera parte
parecía una especie de lengua expandida que llegaba en largos pedazos
rectangulares hasta el piso, que se seguían uno a otro y formaban una suerte de
triángulos, porque los pedazos rotos eran muy grandes.
Había un señor moreno a lo lejos,
recordó, que se acercó a donde comenzaron a llegar algunos profesores de
ingeniería y otros vigilantes. Rosita lo vio lívido y le preguntó qué le pasaba
y contó que mientras iba caminando por tierra de nadie sintió cómo el cemento
craqueó sobre su cabeza, echó a correr y se lanzó a la grama antes de que le
cayera el techo y lo aplastara.
La pregunta que todos se hacían era
¿cómo era posible que se cayera un techo en la UCV creada por el gran
arquitecto Villanueva? Y comentaban que, a pesar de todo, ocurrió en pandemia y
cuarentena, cuando no había ni estudiantes ni profesores que pudieran ser
víctimas de una tragedia, porque ese corredor es el más transitado de esa casa
de estudio.
La imagen viralizada en Twitter e
Instagram conmovió no solo a los estudiantes, profesores y egresados, sino a
toda la sociedad, porque la UCV es a la vez más que una universidad y
Patrimonio Histórico y Artístico de la Humanidad por la Unesco: es un símbolo.
La Ciudad Universitaria alberga la mayoría
de las escuelas y facultades de la UCV y fue levantada en una hacienda de
cacao, la “Hacienda Ibarra”. Se comenzó a edificar en 1944 por el reputado
arquitecto Carlos Raúl Villanueva, y se terminó de construir en la década de
los 50. En total su construcción demoró 15
años.
Para
el arquitecto Hernán Zamora la parte de mayor belleza y acabado de la
universidad es el edificio de la Biblioteca Central, el auditorio del Aula
Magna y el edificio del Rectorado. “En la Plaza Cubierta del rectorado el suelo
brilla casi como si fuera agua y juega con las maneras en que el sol entra y
produce sombras, que van cambiando a lo largo del día en los patios de luz. En
el Aula Magna están las nubes de Alexander Calder, que es un cielo magnífico de
la luz interna en la luz interior así como la Plaza Cubierta representa la
presencia de la luz del cielo atravesando la sombra de lo humano, el Aula Magna
representa la luz creada y el cielo por acción del saber humano y una acústica
especial que se consigue crear junto con las nubes”, explicó.
La
Plaza del Rectorado y la universidad están llenas de obras de artistas como
Fernand Léger, Víctor Vasarely, Víctor Valera, Mateo Manaure, Oswaldo Vigas,
Pascual Navarro, Jean Arp, Henry Laurens, entre otros.
***
La
UCV es una obra de arte. Y en el año 2001 fue reconocida como Patrimonio
Histórico y Artístico de la Humanidad por la Unesco.
Un arquitecto llamado Carlos Raúl
Villanueva, que aunque es venezolano vivió toda su vida en Francia, hijo de un
diplomático, llegó al país con 28 años de edad y es escogido para crear lo que
se conoce como la Ciudad Universitaria.
El pujante gremio médico venezolano
escoge la Hacienda Ibarra, dedicada al
cultivo de caña y destilación de ron, para edificarla. La Ciudad Universitaria arranca con el proyecto y
edificación del Hospital Clínico, que es el hospital más grande de
Venezuela y cuenta con mil camas y los
institutos de anatomía y medicina.
Villanueva llega influenciado por
las beux arts francesas, lo que en la
arquitectura se ha dado en llamar como el movimiento moderno, porque se produce
una gran transformación en la estética y el material que se usaba, explica el
profesor y arquitecto, Hernán Zamora.
“El concreto armado, el acero, el
extraccionismo y la fusión con las artes como el cubismo de Picasso, el trabajo
de Piet Mondrian y en arquitectura el trabajo de arquitectos holandeses como
Jerry Ritbel, y, por supuesto, la labor del arquitecto alemán Walter Gropius
(pionero fundador de la escuela Bauhaus) y los cinco puntos de la arquitectura
de Le Corbusier todo ello está presente en la formación de Villanueva”.
Algo
que es un sello de Villanueva y está presente en toda la concepción de la obra
son los corredores que conectan toda la universidad. “El espíritu de la ciudad
universitaria es el de aprender caminando, que es el origen de la enseñanza del
diseño aristotélica de los peripatéticos, que es aprender caminando por los
corredores, por las pérgolas. Uno podría casi que sintetizar la ciudad
universitaria en ese conjunto de corredores como las mejores aulas en el cual
se inscribe la naturaleza de la naturaleza y el clima excepcional de Caracas”, explicó
Zamora
explicó que es inconcebible que a tres años de la caída del corredor techado no
se haya reparado, pues el concreto armado se produce en el país aunque ahora es
cuestionado porque es contaminante. “En un mes eso pudo repararse, eso de que
el concreto es especial y hay que traerlo de Egipto como te dijeron es una
leyenda urbana”, enfatizó.
Para
el docente en la caída del techo del corredor hay una impresionante
representación de lo que ha pasado con el país y la ciudad universitaria como
símbolo. “Es simplemente una herida hecha en una parte del cuerpo que te deja
con una cicatriz, que ya no te va a permitir ser el mismo que eres antes de
ella”, sentenció.
Le
pido que diga cómo ve o cómo transmitiría a otro ese techo roto: “La ciudad
universitaria es una representación de la civilidad, así que sería una bota
militar embadurnada de mierda imponiéndose con toda su furia a una mariposa. Si
cada tramo del corredor es una mariposa sobre el paisaje o una abeja esté
moviéndose entre las flores, está la fuerza de gravedad allí por la desidia
cuando la bota las pisoteó”, afirmó.
***
Ricardo Ramírez Requena es un
reconocido poeta, escritor y gestor cultural. Fue profesor de literatura
anglosajona en la Escuela de Letras de la UCV por un período entre 2009 y 2021.
Ahora dirige la Fundación La Poeteca, un espacio plural para la
promoción de la poesía, realizan recitales y lecturas de poetas, presentaciones
de libros, lecturas, conferencias y talleres. Cualquiera se puede acomodar en
un mullido sillón y leer en sus instalaciones.
Ramírez imparte cursos de literatura
autobiográfica y escritura de diarios poéticos vía WhatsApp desde que inició la
cuarentena. Es uno de los escritores que se ha sumado a una resistencia dentro
del país y la convicción de que hay que defender, construir y reconstruir lo
que existe.
Recuerda
que tuvo que trabajar desde muy joven y entró a estudiar letras a los 22 años y
su experiencia de los espacios de la universidad como estudiante fue limitada.
Su carrera era nocturna, lo que le permitió trabajar, pero lo privó de conocer
la UCV como cualquier estudiante común; conocía solo las Facultades de Ciencias
Sociales e Ingeniería porque quedaban cerca. “El entorno literario y las
amistades con escritores no era lo más cercano para mí al inicio de mi
carrera”. Como estudiante trabajó en el Ateneo de Caracas y conoció la zona de
Bellas Artes y fue librero en la librería El Buscón, un espacio legendario en
Trasnocho Cultural, un centro cultural importante en Caracas desde hace más de
20 años, y pudo empezar a conocer más del mundo al que aspiraba. Cuando se
graduó y se le presentó la oportunidad de dar clases, empezó a sentir que podía
pertenecer a una comunidad literaria. Siempre fue profesor del departamento de
literaturas occidentales y su primera materia fue literatura europea del Siglo
XX; luego barroco europeo inglés y literatura norteamericana de diferentes
períodos. Fue profesor de 2009 a 2021. Su carta de renuncia a la Escuela de Letras
de la UCV publicada por la prestigiosa web literaria Prodavinci
en plena pandemia se convirtió en un hito sobre las penurias de los profesores
universitarios, y desnudó una realidad que estaba lejos del debate público, y
ahora con los años se ha hecho más ruda y difícil de atajar y resolver; una
especie de queja generalizada de los profesores bien formados que no percibían
más de cinco dólares al mes por impartir clases ¿Quién puede vivir con 5 dólares
al mes en una economía hiperinflacionaria dolarizada en plena pandemia?
Los
vínculos más importantes para Ramírez Requena, admite, han sido la universidad,
no solo como estudiante, sino al hacerse profesor, tutor de tesis, jurado;
incluso en el apartamento en el cual vive junto a su esposa e hijo, tiene como
vista la UCV. Así que no fue una decisión fácil renunciar a dar clases.
Tras
su concurso de oposición cursó la maestría de Literatura Comparada y su plan
era preparar la tesis y que le sirviera para el ascenso y luego más proyectos:
cursar un doctorado fuera del país. Pero su plan se torció; la situación
económica del país les apretó las tuercas a todos y se dio cuenta de que no
podía mantener a su familia con lo que ganaba.
“Empecé
a resentir la situación económica. Y a mí me generaba mucha angustia la
imposibilidad de poder investigar y poder dedicar tiempo de calidad a leer de
manera apropiada como un profesor o una académico lo necesita hacer, y sentía
que me repetía en la bibliografía, en el contenido de los cursos”, relató.
Cuando entró a dar clases la
universidad ya pagaba muy poco. Pero eso podía representar un 30% de lo que
podía ganar en otro empleo; sin embargo, la universidad tenía una caja de
ahorros y el famoso y alguna vez muy codiciado Instituto de Previsión Social del Profesorado (conocido como el IPP). Así cubrió
una operación para él y hospitalizaciones para su hijo; pero eso fue
diluyéndose con la acelerada crisis económica y descubrió, hacia 2018, que
apenas le daba para cubrir una emergencia por una noche.
“Me sentí muy desalentado y amargado por esa
situación y contexto. Y a partir de ahí vino mi decisión de renunciar, además
de que cuando decidí tomar esa decisión la universidad no tenía, digamos, las
reparaciones o los arreglos que se empezaron a acometer hacia el año 2022. En
mí facultad no había un baño disponible, por ponerte un caso, y eso me pareció
humillante”, reclamó.
Hubo —y hay—, decenas de profesores
en todas las escuelas que comenzaron a dejar sus aulas mucho antes que él de
manera silenciosa, quizá por una certeza interior: el chavismo y su deriva
autoritaria sumada al madurismo, iban a robarse varias generaciones.
Un ejemplo de ello es el filósofo y
guitarrista clásico David de los Reyes. Tiene una carrera descollante:
licenciado en Filosofía, UCV en 1981; Master en Filosofía, Universidad
Simón Bolívar,
1990. Doctorado en Filosofía UCV, 1998. Estudios y trabajo Postdoctoral, Universidad Neuchatel, Suiza, 1998-2000 y alumno de guitarra del brillante
Antonio Lauro. Tiene nueve CD de guitarra clásica grabados, y es escritor de
diversos libros sobre comunicación y filosofía.
Cuando en 2014 llegó el momento de
jubilarse de la universidad, un amigo, Julián Martínez, le comentó que en
Ecuador estaba abriéndose una Universidad de las Artes. La idea era perfecta
para él, quien siempre se ha movido entre la filosofía y la música. Envió sus
papeles a algunas universidades sureñas y a esa universidad en Ecuador. En la Uneartes fue admitido y, además, sería bien remunerado; en menos de
10 días tuvo que mudarse para presentar el concurso de oposición. Pensó en irse
un par de años porque se sentía asfixiado en Venezuela. Mientras, el país
atravesaba el convulso momento de la sucesión tras la muerte del presidente
Hugo Chávez y había cierto optimismo con las futuras elecciones parlamentarias.
Pero esa sucesión democrática nunca
ocurrió; al contrario, se inició una escalada represiva y el país comenzó a
inundarse con denuncias por violaciones a los derechos humanos y asesinatos a
estudiantes que protestaban en las calles, ejecuciones extrajudiciales en
barriadas pobres para hacer profilaxis social. Cada vez Nicolás Maduro se
atornillaba más en el poder, y la oposición era más errática en su conducción y
gestión de la emergencia humanitaria compleja del país; no había una salida
posible ni cercana.
A él le iba muy bien en la
universidad y Ecuador, así que no encontraba ninguna razón para volver. En 2022
visitó Caracas para estar con uno de sus hijos a quien tenía cinco años sin
ver, y paseó por la ciudad universitaria. De los Reyes, que es un orgulloso
ucevista, solo sintió dolor al ver que habían desaparecido los famosos libreros
del pasillo frente a la escuela de ingeniería producto de la crisis económica y
de la digitalización, y ver cómo se veía tierra de nadie con el techo herido
(lo vio primero en las redes) y la otra mitad del techo lleno de andamios,
porque que tres años después seguía sin reparación. Terminó con una gran
desazón cuando se acercó a la Escuela de Comunicación Social en la cual ejerció
la docencia por más de 20 años, pues se hablaba mucho de cómo el Gobierno había
remozado la universidad, la cual estaba supuestamente sumida en el abandono y
la desidia por la irresponsabilidad de las autoridades rectorales. Se encontró
con una burbuja, como se le llamó al alivio que representó la dolarización de
la economía que comenzó en 2019. La Escuela había sido pintada, pero en pleno
siglo XXI carece de WIFI, no tiene aires acondicionados y no pueden encender
los obsoletos equipos de los estudios de radio y televisión —así que los
estudiantes mucho menos pueden pensar en grabar un podcast. La Escuela carece
de presupuesto de ninguna clase para investigar, y se enteró de muchos
profesores viven en la pobreza. Sí, la burbuja de la dolarización ya se había
desinflado y los arreglos e inversiones eran solo cosméticos. Y es que desde
que Maduro asumió la presidencia tomó una serie de medidas económicas que
llevaron al país a una hecatombe: la reducción del 75% del
Producto Interno Bruto del país.
“Siempre pensé, afirmó, que iba a
culminar mi vida académica en la universidad, que al jubilarme seguiría dando
clases y ofreciendo seminarios vinculados a la filosofía y la comunicación, que
es mi área. Ese era mi futuro, el que yo había pensado”.
“La muerte de Chávez junto con el
descalabro de la universidad te daba un ambiente de que si te separabas de la
UCV no perderías nada. No me desprendí de la UCV, solo me fui del país por las
condiciones de la realidad y siempre se lo recomiendo a los alumnos con los que
mantengo contacto”, afirmó.
***
Mireya Tabuas era una periodista del
extinto diario El Nacional,
compaginaba su trabajo en el periódico con la impartición de clases en la
Escuela de Comunicación Social, y era reconocida por la escritura de libros
infantiles.
Por eso se ganó una beca en Chile en
2014 para cursar una maestría en Estudios Latinoamericanos. Dedicó 15 años de
su vida a sus estudiantes de la Escuela y le dolió mucho irse. “Presenté mi
concurso de oposición y cualquier profesor de la Central te va a decir esto:
esa es una de las cosas más difíciles que hay en la vida académica, es muy
exigente y me tuve que preparar mucho para ello; así me convertí en profesora a
medio tiempo”.
Compartía el trabajo del periódico
con el de la universidad, hasta que llegó un punto en que el sueldo como
profesora le alcanzaba solo para los desayunos.
“Daba clases por
vocación, amor a la universidad, y no solo yo, creo que a muchos profesores de
carrera a tiempo completo y titulares que tenían el 100% de su vida dedicado a
la universidad y la investigación y ganaban sueldos paupérrimos les pasaba lo
mismo”, afirmó.
En su momento la UCV le concedió el
permiso para hacer el magíster en Chile, una vez vencido el plazo en 2016,
pidió un segundo permiso y se lo negaron, y planteó hacer alguna colaboración
así fuese a distancia y sin cobro, pero
aún no había clases por Zoom o
Meet como existen ahora.
Tabuas se fue del país porque estaba convencida de que no habría cambio de
gobierno ni transición democrática con el chavismo. “Empezaron a pasarle cosas
a colegas míos muy cercanos; había amenazas, sufrí acoso en redes. Hice algunos
trabajos complejos y temía que hubiese algo contra mí en algún expediente. Quizá
fue un poco de paranoia y por eso no quise ir al país en los primeros cinco
años que salí de Caracas. Al final me fui por la misma razón por la cual lo
hace mucha gente: para darle una mejor calidad de vida y oportunidades a mis
hijos, y aquí vivo con mi esposo, que era fotógrafo del periódico, y se
reinventó en Santiago en una empresa de transporte”, explicó.
Cuando el techo de tierra de nadie
se desplomó, lo comento con mucha gente de la UCV en un chat que tienen, sintió
dolor e impotencia. No solo era una potente imagen literaria del desplome del
país, sino que era algo real.
“Verlo caído en ese momento, además, cuando uno sentía que
la universidad estaba ya desplomada como el país, fue muy simbólico y además no
puedes hacer nada desde lejos ni estando allí”, concluyó.
***
Es frecuente y de uso común que se
use el lema de la UCV como “la casa que vence la sombra” cuando se habla de
política. Ese lema está en un mural en una de sus entradas y es un verso en el
himno de la universidad. Tirios y troyanos lo citan siempre como un mantra.
También se repite con frecuencia que
la Central es un microcosmos del país, pero esto sí tiene cierto asidero, pues
muchos estudiantes conocieron aquí, por primera vez, a compañeros de otras
clases sociales, creencias religiosas y tendencias políticas, que no hubiesen
encontrado en universidades privadas a las que solo puede acceder un mínimo
porcentaje del país.
Para muchos que han sido a la vez
profesores y estudiantes, esa casa de estudio les permite mirar el mundo en su
completitud.
“Gracias a la universidad,
aprendes a relacionarte de una forma diferente con tu entorno, a
sensibilizarte, porque, además, cuando cursé la carrera tuve como profesores
como Alfredo Maneiro, fundador de La Causa Radical (mítico partido de
izquierda) o el gran narrador Adriano González León; gente que más allá de su
excelencia académica te marcaban de una manera mucho más profunda”, relata la
escritora Tabuas.
Pero no puede evitar recordar que,
al mismo tiempo, la UCV ha sido sombra, pues de allí y sus institutos de
posgrados salieron los primeros ministros del gobierno del presidente de origen
militar Hugo Chávez, en especial se menciona a Jorge Giordani, economista y
director del Centro de Estudios para el Desarrollo (Cendes), a quien se le
atribuye la destrucción del aparato productivo del país y la creación del
sistema de control de cambio de divisas, como Cadivi, que permitió el saqueo de
la economía a través de dólares preferenciales. El también economista
presidente del Banco Central de Venezuela (BCV), Nelson Merentes; la
vicepresidenta de la República, Adina Bastidas y la ministra del Ambiente, Ana
Elisa Osorio y otra camada más joven que, en su momento fueron dirigentes
estudiantiles de la llamada “generación boba”, por el entonces rector de la
universidad, Edmundo Chirinos como el ministro de Planificación Ricardo
Merentes; el funcionario con más cargos del gobierno y multifacético médico
psiquiatra: alcalde de Caracas, primero rector y luego presidente del CNE,
ministro de Comunicaciones, vicepresidente de la República y ahora presidente
de la Asamblea Nacional, Jorge Rodríguez; la alcaldesa de la extinta Alcaldía
Mayor, Jacqueline Farias;. Muchos más que acompañaron a Chávez en diversos
cargos hasta que murió venían de la UCV. Solo Merentes se mantuvo unos años con
el sucesor del militar, Nicolás Maduro.
***
El cronista oficial de la UCV, el
historiador Alberto Nava, entorna los ojos cada vez que alguien le pregunta si
la universidad de verdad ha vencido a la sombra o le citan esa estrofa de un
himno escrito en 1946 por Luis Pastori.
Para un historiador como él que
recuerda que antes de que Venezuela fuera una República hace 300 años y una
Capitanía General y se independizara de la corona España, la universidad ya
existía, le resulta baladí plantearse una estrofa de un himno de mediados del
siglo XX como si fuese un conjuro contra el mal.
Y si es por momentos de sombra,
Navas recuerda que en el siglo pasado, durante el gomecismo (1908-1935), la
universidad estuvo cerrada doce años; que el presidente socialcristiano, Rafael
Caldera la intervino con tanques y la clausuró entre 1969 y 1971, y si se
remonta en el tiempo encontrará momentos más lúgubres durante los gobiernos de
Antonio Guzmán Blanco, quien le quitó la autonomía a la universidad 21 días
después de concedérsela porque su plancha rectoral no ganó, y le incautó los
bienes que le concedió el Libertador Simón Bolívar para que se pudiese
financiar. En la UCV se graduó Don Andrés Bello, quien luego residiría en Chile
y contribuiría a la conformación de ese Estado de Chile y haría un sinnúmero de
aportes al lenguaje español y el gran prócer, Francisco de Miranda.
Explicó que “la universidad fue el modelo como Universidad de
universidades, un modelo, occidental que nació en España y se regó por América
con la Gran Colombia en ese sentido la Universidad vino a representar una
vanguardia académica, además del papel de ser la cabeza del mundo cultural y
académico en Venezuela, y de sustituir la ausencia de los partidos políticos
modernos en muchas acciones y gestiones, que ya venía desde el período colonial,
siendo modelo para países hermanos como Colombia, Ecuador y Perú”, relató
Navas.
Si es por buscar luces, un momento
que encandila es después de 1811, cuando Venezuela se libera de España y firma
el acta de independencia en sus instalaciones, en el paraninfo de la
universidad, que es un lugar sagrado, el espacio más importante de la UCV.
También recuerda que los estudiantes
y profesores organizados fueron claves en enero de 1958 para el derrocamiento
de la dictadura militar de Marcos Pérez Jiménez, y que muchos de esos
estudiantes, influenciados por el triunfo del derrocamiento de la también
dictadura de Anastasio Somoza en Cuba, a cargo de Fidel Castro, trataron junto
a cuadros estudiantiles comunistas invadir a Venezuela durante el nacimiento de
la incipiente democracia en 1960. Los gobiernos de Rómulo Betancourt y Raúl
Leoni tuvieron que intervenir en la universidad porque muchos de esos
comunistas se escondían en las residencias estudiantiles, hasta que el gobierno
del social cristiano Rafael Caldera violó la inmunidad universitaria y allanó
con tanques de guerra la ciudad universitaria y la cerró dos años. Algo que
nunca le perdonó cierta izquierda a Caldera.
Afirmó que lo que ahora se ha
denominado “chavismo disidente”, quienes reivindican los logros de Chávez, pero
se oponen a Maduro, conviven normalmente con los profesores que quedan, pero sí
están enfrentados a los maduristas. Un ejemplo de ello era que todos los
profesores opositores y chavistas disidentes, estaban unidos contra quien fue
ministro de Educación, el politólogo Hugbel Roa y diputado del oficialista Partido Oficialista Unido de Venezuela (PSUV) a quien se le allanó la
inmunidad parlamentaria por estar envuelto en una trama de corrupción en Petróleos de Venezuela (PDVSA) y ayudar a descalfar más de
3 millardos de dólares del país a través de criptomonedas junto con Tarek El
Aissami, quien presidía PDVSA, pues lo acusaban de agredir constantemente a la
institución de la UCV.
Ramírez
Requena también asegura que en la casa de estudios conviven todas las ideas
políticas y perspectivas de ver el mundo, un espacio en donde el conocimiento
tiene lugar.
Y
es el gran epicentro del país, por encima de universidades autónomas regionales
como la Universidad de los Andes; en la zona centro occidental la Universidad
del Zulia y la Universidad de Carabobo y en Oriente la Universidad de Oriente.
“Las
carreras y facultades de la UCV han
sido pensadas siempre para un espectro nacional y pensadas para el desarrollo y
la contribución crítica a la Nación; no solo están los planteamientos marxistas
y post marxistas y liberales de izquierda sino la social democracia y
democracia cristiana (que al final migró a la Universidad Católica Andrés Bello), planteamientos que se pueden ver en las escuelas de
Ciencias Políticas y en Estudios Internacionales en la Facultad de Ciencias
Sociales. Aunque se “extravío” por un tiempo entre los ñángaras (como se le llamaba a los comunistas en los 60 del
siglo pasado), Ramírez no deja de enaltecer la función de la UCV como centro
del saber y producción del conocimiento en todas las disciplinas y áreas.
Recuerda que desde hace una década
se culpa a la UCV por haber formado parte del gobierno chavista y que sus
ministros, los que sentaron las bases para el cambio de sistema económico y
social, provinieron de allí. “Desde hace
como unos 10 años se dice que la universidad es la culpable de todo lo que pasa
porque había producido una serie de ‘individuos’; la universidad no produce una
‘serie de individuos’, da los conocimientos y plantea los debates de ideas; uno
no puede culpar a la universidad porque un grupo determinado de personas se
hayan formado en ella y hayan terminado formando parte de un gobierno que
destruyó la economía y por la cual mucha gente se fue”, sentenció.
En su opinión, hay una enorme
cantidad de personas egresadas de la universidad y que llegaron a formar parte
del chavismo o sintieron simpatías por el chavismo, tuvieron la valentía de
romper con él (Chávez), por diferencia de ideas y de planteamientos y tuvieron
una visión crítica hacia ese movimiento.
Con el tiempo, dijo, nosotros
pasaremos y habrá otros gobiernos y la universidad seguirá contribuyendo con su
saber en la construcción de un país. “Hemos vivido momentos lamentables, pero
este es un momento determinado de nuestra historia y ya vendrán momentos
mejores. Me dirás que este es el momento de la sombra “siento que hemos
convertido el lema de ‘la casa que vence la sombras’ en una cosa como
mitológica, La universidad es un espacio de crítica, de debate, de formación en
saberes específicos; no es de elfos ni de una serie de oráculos que te van a
contar o te van a revelar una serie de cosas”.
Rescató todas las investigaciones
que están produciendo egresados de la UCV en otros países o universidades
privadas, pues es una forma de devolver a la sociedad lo que la universidad les
dio; como por ejemplo las investigaciones desde en el campo del feminismo y la
política y la literatura, por ejemplo, de la profesora Gisela Kozak, que hoy en
día es profesora en el Instituto de Tecnológico
de Monterrey
en México.
El historiador y director de Instituto
de Estudios Hispanoamericanos, Lionel Muñoz, no cree que la UCV sea un reflejo
del país, aunque admite que
desde 1811, cuando el país se independiza de España, el 80% de los cuadros que
ha dirigido los asuntos del Estado han provenido de la UCV.
“Durante los años que transcurren en Venezuela entre el año
59 y el año 99 del siglo XX los partidos políticos que gobernaban el país, en
términos del movimiento estudiantil, eran de una presencia muy disminuida en el
seno de la universidad. Muy por el contrario, las fuerzas políticas que no eran
mayoría en el país eran las fuerzas políticas de izquierda en la universidad
eran mayoría, entonces no es el reflejo del país en ese momento y ahora tampoco
hay una continuidad de la relación histórica de la universidad con el Estado,
el gobierno y con la sociedad venezolana”, elaboró.
Insiste:
la fuerza que ha demostrado ser mayoría en el país, que es el chavismo, siempre
ha sido una minoría aquí.
***
Muñoz tiene una maestría en Historia
de Venezuela Republicana y literatura venezolana. Imparte la cátedra de
historia de Venezuela Contemporánea en la escuela de Comunicación Social.
También es diputado del oficialista PSUV ante la Asamblea Nacional, pero parece que no le gusta que se
lo recuerden, porque cada vez que lo menciono, acota: “soy suplente”, como si
ello le restara un poco de autoridad a su cargo.
Me encuentro con él en la puerta de
la escuela y anda a las carreras porque debe buscar a su pequeña hija al
colegio, así que me subo a su camioneta y le hago la entrevista entre muchas
interrupciones.
Disparo:
— ¿Usted cree que el gobierno de
Maduro tiene una política de asfixia a las universidades autónomas?
— La falta de recursos es un reflejo
de la crisis económica que vive el país, las sanciones coercitivas contra la
economía, el bloqueo contra el país por parte de Estados Unidos y la Unión
Europea.
— Profesor, ¿cuánto gana usted como
docente?
Ríe pero no contesta; me pide
amablemente que me baje del carro para que su hija pueda subir porque es una
camioneta de dos puertas.
Le insisto:
— ¿Cuál es el problema en que me
diga cuánto gana al cambio en dólares?
— 58 dólares, responde su hijita
después de fastidiarse por oír mucho rato la misma pregunta, intercalada entre
otras. Él la reprende dulcemente y le dice “pero hija…”. Sin embargo, le lanza
una mirada fulminante durante unos segundos.
Según los datos de la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida elaborada por la Ucab (Encovi), la
pobreza por ingreso en el país se ubica en 81,5%, es significa que 8 de cada 10
venezolanos no cuentan con los recursos suficientes para adquirir la canasta
básica cifrada en 511 dólares según el Centro de Documentación y
Análisis para los Trabajadores (Cendas) para una familia de cuatro miembros. La pobreza
extrema bajó de 68% en 2021 a 53,3% en 2022. La economía venezolana ya es
comparada con la de países africanos como Mozambique y Angola; de hecho, ya
este país es oficialmente más pobre que Haití. Y la desigualdad es una brecha
inmensa que crece año a año: la persona más rica gana 70 veces más al mes que
la persona más pobre.
Salario según escalafones de profesores
universitarios
Instructor:
135,70 bs a 35bs por $ del 30 de octubre según el BCV: 3,87$
Asistente:
153,34 bs a 35bs por $ del 30 de octubre según el BCV: 4,38$
Agregado:
173,28 bs a 35bs por $ del 30 de octubre según el BCV: 4,95$
Asociado:
195,80 bs a 35bs por $ del 30 de octubre según el BCV: 6,85$
Titular
a dedicación exclusiva: 552,16 bs a 35bs por $ del 30 de octubre según el BCV:
15,77$
Fuente: Asociación de Profesores de la
UCV (Apucv)
— ¿Usted cree que si la canasta básica
es de 500 dólares, una familia puede vivir con 58$? Y eso que usted es director
de un Instituto ¿cómo siguen abiertos?
—
La
función de la Universidad que es producir conocimiento, que los estudiantes se
formen se cumple. En algunos lugares como en los institutos de investigación,
no; es decir, ya no están funcionando. El mío sigue funcionando, pero hay otros
cerrados por falta de profesores. Muchas cosas las pago yo mismo. El
presupuesto de la universidad sí fue severamente recortado durante la década de
los 60 y 70 con los gobiernos de Rómulo
Betancourt, Raúl Leoni y Rafael Caldera, quien llegó a cerrarla con tanques de
guerra dentro del campus y hace promulgar en 1970 una ley que acaba con la
autonomía universitaria hasta que Chávez se la devolvió le dio rango
constitucional.
— No entiendo algo. ¿De qué vive
usted?
Ríe entre nervioso e incómodo. Le
pregunto varias veces por qué no puede contestar algo tan sencillo.
— Me rebusco—, admite.
— ¿Cómo es eso que se rebusca? ¿En
dónde? (Se pone un poco tenso y de mal humor, pero no dejo de preguntarle y
finalmente cede…).
— Hago investigaciones para organismos
del Gobierno, ensayos, y así.
— Vaya, qué suerte tiene usted, ¿no?
Tras dos décadas de recortes
presupuestarios, hasta sólo enviar dinero para pagar la nómina de profesores y
obreros, una Comisión Presidencial al frente de la vicepresidenta de la
República y egresada de esa casa de estudios, Delcy Rodríguez, comenzaron a
remozar y reparar desde hace dos años la estructura de universidad que parecía
abandonada y fantasmal, eso, para Muñoz, “la más importante que se ha hecho
desde que se construyó la ciudad universitaria” en la década de los 50.
El hecho de que el candidato a
rector del chavismo haya quedado de séptimo lugar de un total de ocho
aspirantes es una prueba para él del talante democrático del madurismo, así
como el reglamento que redactó la comisión presidencial, para que esas elecciones
tuvieran lugar, pues una sentencia del Tribunal Supremo de Justicia prohibió la
realización de elecciones dentro de la universidad.
Ello sirvió, o tal vez ya convendría
decir que condenó a la UCV a que la rectora Cecilia García Arocha estuviera
quince años en el poder, pese a decir que era defensora de la democracia. Y
aunque directores de Escuela y Decanos buscaron fórmula legales para dejar sus
cargos sin que el chavismo o el madurismo ocuparan esos espacios, ella se quedó
allí hasta el 15 de julio de este año, cuando se fue y a los pocos días se
anunció que formaría parte del comando de campaña de la candidata de extrema
derecha, María Corina Machado, para las internas opositoras del 22 de octubre,
y que, de momento, lidera la intención de voto.
***
Alberto
Bellorín es un hombre humilde y de habla pausada. Es una eminencia en sus
áreas: físico e ingeniero eléctrico. Hace cuatro años llegó a Argentina.
Di
con él gracias a un investigador que le lleva el rastro a los científicos e
investigadores que están repartidos por el mundo, en una de las diásporas más
grandes que haya sufrido un país que no ha vivido una guerra: siete millones de
venezolanos por el mundo.
Bellorín
era profesor en la Escuela de Ciencias de las materias que los alumnos detestan
y que ningún profesor quiere dictar: física cuántica dos; electromagnetismo,
por ejemplo. Dio clases aun estando en Argentina durante los primeros meses de
la pandemia. Lo dejó en 2020 porque, a pesar de sus 64 años, sus sólidos
conocimientos lo ayudaron a encontrar un trabajo en datacenters y
electroservidores. En la UCV trabajó durante 28 años. Quiso seguir dando clases
porque se sentía en deuda con el país.
Llegó
a Buenos Aires en 2016 porque su esposa consiguió un trabajo en una
trasnacional en la Argentina y su único hijo vivía ya en Chile, se fue después
de haber sido asaltado violentamente. Venezuela es uno de los países con las
mayores tasas de criminalidad en el mundo. También una de las hermanas de
Bellorín ya vivía en Chile, así que la familia iba a estar más cerca y unida.
Aunque
no es egresado de la UCV sino de una universidad norteamericana Toledo
en Ohio, a la que ingresó gracias a una beca Gran Mariscal de Ayacucho, para
cursar física aplicada e ingeniería eléctrica, al volver comenzó a dar clases
en la universidad. Sí cursó su doctorado en la UCV, llegó a tutorear muchas
tesis, tuvo cargos como director de posgrado, fue director de la Escuela de
Física. Cuando se fue del país no tenía alumnos haciendo tesis ni cargos
administrativos, pero quería seguir aportando. Hasta que apareció una
oportunidad laboral y no la dejó pasar.
Relató
que en la Facultad de Ciencias desde 2006 comenzó a sentirse la asfixia
presupuestaria que hacía cada vez más difícil la investigación y generación de
conocimiento. El dinero muchas veces solo alcanzaba para pagar la nómina de
profesores y obreros. “Hubo un grupo de profesores que estaba de acuerdo en
hacerle frente a ello, pero eso implicaba cerrar la universidad, y otro tenía
la actitud de la Iglesia Católica: soportarlo todo y resistir”, explicó.
La
universidad sigue abierta, admite, pero no hay investigación y la mayoría de
los profesores se han ido. Ya no cumple con su función de producir conocimiento
porque la investigación no es algo barato; ni en materiales ni en recurso
humano. Le duele que Venezuela se haya convertido en una suerte de maquila
donde contratan a los profesionales y les pagan muchísimo menos que lo harían
en otros países, debido a la crisis económica y social.
Bellorín
rememora que cuando vio a través de las redes lo que pasó con el pasillo de
tierra de nadie sintió indignación y cólera contra el Gobierno por no dar los
fondos necesarios para el mantenimiento de la infraestructura, y contra las
autoridades universitarias por la desidia. “La universidad se excusa en la
falta de recursos, en parte la caída del pasillo es porque no lo barrían periódicamente,
por lo que se fue acumulando materia orgánica (hojas de árboles), que ocasionó
el deterioro de la estructura”, aseguró.
***
Otra
investigadora que perdió Venezuela fue Roselen Peña. Licenciada y doctora en
Física egresada de la UCV afincada en Antofagasta, Chile desde 2019, recuerda
cómo en tres años sus estudiantes, semana a semana, iban adelgazando. Era 2016,
una época que quedó tallada en la piel de los venezolanos, cuando no había casi
comida para abastecerse en el país, se vendían productos racionados por
terminal de cédula en colas de seis y ocho horas, si tenías suerte, y la gente hacía
trueques con lo que tenía en sus despensas: un paquete harina pan por unas
toallas sanitarias; o papel de baño por latas de atún. Los años del hambre, se
les llama popularmente. Y todo el que le tomara una foto a un anaquel vacío en
los estantes de los supermercados (en general para mostrar la imagen en medios
internacionales) era retenido y muchas veces apresado por días.
“Para
mí era terrible ver a mis estudiantes delgados porque no comían, se veía en la
ropa cada vez más holgados, las hebillas de los cinturones más apretadas y en
las ojeras”, recuerda. O como cuando en una conversación con su abuela, que
vive en el interior del país, le comentó —sin darle mayor importancia—, que no
estaba cenando, para que la nieta pequeña que vivía con ella tuviera sus tres
comidas.
“Me
dijo que estaba dejando de comer porque en la casa donde ella estaba con una de
mis tías no alcanzaba la comida y ella prefería no cenar para que la nieta
comiera bien”, recordó.
Le
angustiaba que cada vez más le costaba ayudar a su mamá y abuela con dinero.
Tiene una hija, y aunque en esos años nunca les faltó nada en la mesa porque
vivía en Caracas, decidió que tenía que irse para buscar una mejor vida para
ella, su hija y su familia, porque luego iba a ser más difícil salir del país.
Primero estuvo dos meses en Colombia en 2018 con un laboratorio en un
intercambio de investigación y luego le salió una oportunidad en la Universidad
de los Andes en Antofagasta, donde ya había estado en 2016.
Ya
había estado en esa región, en la Universidad de Antofagasta, en un intercambio de investigación.
“Me
vine con mi hija, estaba muy agotada. Mis compañeros me ayudaron y me
propusieron un trabajo de septiembre a diciembre”, recordó.
Con
eso gané un poco de plata porque yo había pedido prestado a una amiga para
poder instalarme, explicó, y justamente en diciembre de 2018 se abrió la
posibilidad de un posgrado en mi área, un trabajo por dos años prorrogable por
uno más, y me dediqué a eso hasta marzo de 2021.
Con
la pandemia, el gobierno chileno no renovó los contratos al personal temporal
de la universidad, y pasó seis meses sin trabajar viviendo de lo que se llama
“ingreso familiar de emergencia” y daba clases particulares. No podía mantener
a su hija que es música y acordó con su exesposo enviarla a Venezuela, y que se
fuera luego a estudiar a Europa con una beca en la que fue admitida.
Peña,
sin ser activista o militante, era una ciudadana que estaba pendiente de la
política en su país, y algunos hechos no solo la hicieron desencantarse de la clase política sino aceptar que el cambio
político no iba a llegar a corto plazo y se desilusionó de todos. Siempre ha
mantenido un lazo con la UCV y sus compañeros en la Facultad de Ciencias.
Recuerda perfectamente cómo se sintió cuando se cayó el techo de tierra de
nadie.
“Era
como si se hubiese caído el país, ¿no? Me sentí horrible anímicamente. Respeto
muchísimo a mis amigos y la gente que está ahí intentando mantener eso en pie,
porque la universidad está en un estado terrible”, evocó.
Cuando
una de sus tías enfermó, su primo que vive en Ecuador fue a Venezuela, y en una
llamada él le contó que la situación estaba mejor, y ella replicó:
—
¿Ya sale agua del chorro de mi mamá?
—
No. Y para Roselen eso fue suficiente para saber que las supuestas mejoras en
el país son muy tímidas, por no decir que imperceptibles.
***
En
todas las escuelas y facultades de la UCV conocen a Nashla, a secas. Es una
antropóloga y antigua dirigente estudiantil que trabajó como community manager
de las redes de IPP cuando lo dirigía el profesor Víctor Márquez.
Cuando
llegó la pandemia escuchó un rumor delicado, de esos que no se repiten hasta
corroborarlos. Un profesor de la Facultad de Humanidades y jubilado del
Servicio de Administración Tributaria no
tenía comida ni dinero para comprarla; no tenía a nadie y el mundo atravesaba
los inicios de la pandemia.
Su
sensibilidad la hizo mover no solo sus redes sociales sino los contactos que
hizo en el instituto, y en unos días recogió 50 kilos de comida junto con la
gerente de bienestar social. “Fue un shock. Me parecía inconcebible que un
profesor viva en situación de vulnerabilidad. Sé que le comenté a la profesora
Ocarina Castillo —una reconocida
investigadora que ha trabajado con comunidades vulnerables y experta en
antropología de la investigación—, que estaba segura que había más casos”.
Como
el IPP estuvo cerrado durante la cuarentena no había cómo chequear los niveles
de nutrición del profesorado, pero igual se movía cuando se enteraba de un
caso. Cuando en 2021 finalmente abrió decidieron hacer una encuesta y Junto a
un grupo de expertas como Susana Raffalli (Cáritas Venezuela); Marianella
Hernández (especialista en nutrición) y María Soledad Tapia (miembro de escuela
de biología del instituto de Ciencia y tecnología y Alimentos e Individuo de
Número de la Academia de Ciencias, Físicas y Matemáticas) adaptaron las
encuestas con estándares internacionales para la población de la UCV, se la
mandaron a 6.200 profesores y solo 751 respondieron y más de la mitad de
quienes contestaron eran jubilados y sin redes de ayuda, que era justo en nicho
al que apuntaban.
“Encontramos
datos alarmantes: 13% de los profesores había hecho algo riesgoso para comer,
eso implica robar, prostituirse o hurgar en la basura. En el último año más de
los profesores habían perdido ocho kilos y logramos identificar 144 por vulnerabilidad
alimentaria, no todo fue por la encuesta que se hizo”, explicó
A
las mujeres las identificaron a través de la encuesta, pero no a todos los
hombres, y Baéz asegura que eso está relacionado con el machismo y la visión
del hombre como “proveedor”.
Mientras
estuvo trabajando en la recolección de alimentos tres profesores murieron con
hambre, es decir, debido a otras patologías que se agravaron debido a la falta
de alimentos, y además ocurrió un evento que alarmó a toda la sociedad
universitaria.
“Un
profesor fue a hacerse unos exámenes de sangre en ayuna y luego le dieron
desayuno, comió el cachito con una desesperación inenarrable, como si llevara
días sin comer. Y a las pocas horas murió allí en el IPP y había sido director
de un instituto de posgrado”, rememoró.
Baéz
explica que las facultades que más casos tienen de profesores vulnerables son
Ciencias, Humanidades y Ciencias Económicas y Sociales.
Una
historia que le hizo dimensionar la crisis de los profesores fue ver con sus
propios ojos a un profesor que es una institución en la Escuela de Antropología
hurgar en la basura para recoger restos de hortalizas y verduras y que se
resistía a aceptar la ayuda del programa.
“Estos
casos ocurren en su mayoría en hombres que viven solos, en zonas de clase media
alta como Prados del Este, Los Palos Grandes o La Florida —en esas zonas no hay
redes de ayuda ni grupos de apoyo del gobierno—, y le dedicaron toda su vida a
la investigación, jamás trabajaron en el sector privado y no tienen mayores
vínculos familiares”, explicó.
Aunque
el programa ya no se está aplicando porque terminó la cuarentena, Baéz junto
con la trabajadora social del centro siguen atendiendo a 50 profesores, y ahora
que hubo cambio de autoridades rectorales quieren impulsar una nueva encuesta
para ayudar a los docentes. También se apoyaron en organizaciones no
gubernamentales; una fue Convite como
especializada en población de tercera edad y Acción Solidaria,
pero allí se depende mucho de la disponibilidad de esos organismo, y la decana
de Farmacia los ayudó con medicamentos para la tensión y la diabetes.
“Muchos
profesores pasaron de vender sus relojes y prendas de valor a malvender
licuadoras y microondas para poder comprar comida”, relató.
Eritza
Liendo es profesora agregada a tiempo completo de castellano, taller de
redacción I y II y literatura venezolana; y es una conocida repostera que lleva
un pequeño emprendimiento con los sabores de la cocina, en el estricto sentido
del término emprendimiento. Pero no siempre fue así.
Hace
una década, Liendo, quien siempre había cocinado para sí misma y sus amigos,
decidió hacer postres para vender y asegura que no nació
como un rebusque ni una alternativa para la mala remuneración de la
universidad.
“Debido
a los bajos salarios gano más con la venta de postres que al dar clases, y ha
terminado siendo una suerte de rebusque sin quererlo, porque me genera más
ingresos que los que me da la UCV, eso significa que yo financio con mi
presencia a la escuela porque pago el pasaje; compro mis marcadores para las
pizarras y compro mis bolígrafos. Yo misma gestiono las copias para mis alumnos
—no las pago yo—, pero las gestiono por mi cuenta cosa que debería hacer la
escuela”, sostiene.
Liendo
asegura que ama dar clases, cocinar y editar textos y no siente que ninguna de
mis actividades le reste a una o la haga menos. Las comparte las tres y así
dice ser feliz.
Tiene
más de 20 años en la Escuela de Comunicación y no aspira a convertirse en una
profesora titular ni hacer un doctorado, porque el esfuerzo intelectual que
tendría que hacer para cursar un estudios doctorales y luego concursar para
obtener el cargo no se ve recompensado en un cambio radical de sueldo. Serían
20 o 30 dólares como mucho, y asegura que disfruta más cocinando, editando y
dando clases y que, por ahora, es un balance perfecto para ella.
“Amo
dar clases: me entrego, me gusta ser agente de cambio social, vibro en el aula
enseñando a los carajitos y viendo cómo van evolucionando, cómo van creciendo.
No le voy a caer a cuentos a nadie, coño, no es que me reinventé con la
comida”, dice entre risas
La
profesora afirmó que seguirá dando clases hasta que su esfuerzo físico se lo
permita “porque tampoco es que hay alguien que nos reemplace. Los que podían
hacerlo se fueron del país, y los carajitos no le ven sentido a tanto esfuerzo
por cinco dólares, sino que lo que buscan es independizarse”, razona. Liendo,
que gana, entre su sueldo y las primas por antigüedad y bonos, alrededor de 40
dólares mensuales. “Nada”, dice y vuelve a reír.
Y
así va la UCV dando tumbos, los estudiantes se retrasaron en sus carreras al no
poder cursar muchas materias en línea; porque ellos o los profesores no tenían
los equipos adecuados. De 47 escuelas que tiene la universidad, solo 20
funcionaron en línea de acuerdo con una investigación del portal Crónica.Uno. Algunas facultades
como Ciencias, Ingeniería y Medicina han perdido a profesores con una formación
académica muy especializada e irremplazable. Hay cátedras cerradas y sin
posibilidad de reemplazo porque la dictaba un médico o científico en especial
que se fue del país. En medicina la hemorragia es masiva entre la deserción de
profesores y el cierre de institutos de investigación De
acuerdo con datos de la Coordinación Académica de la UCV 16 posgrados clínicos
—de un total de 34— estaban cerrados por falta de estudiantes. En el Hospital
Clínico Universitario posgrados tan importantes como neurología clínica, cirugía de tórax, neurofisiología
aplicada y la maestría en investigación clínica ya no se imparten; bien sea por
falta de estudiantes o de profesores. Cada vez la Central, como se le suele
llamar, gradúa a menos profesionales, pero el sentido de la universidad que es
impartir conocimientos, aún no se ha perdido, y aunque está en pésimas
condiciones físicas por dentro y por fuera, sigue funcionando con los
estudiantes que desean formarse y los profesores jubilados que se resisten a
dejarla morir, y hacen maromas para sobrevivir y se complementan dando clases
en instituciones privadas. La universidad está rota y herida, así como su techo en tierra de nadie. Ahora
con el inicio de una nueva gestión rectoral, tras 15 años sin elecciones por órdenes
del gobierno, empieza una nueva etapa en la vida de la UCV. Todavía es pronto
para saber si se profundizará la herida o podrá cicatrizarla y seguir adelante.
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