Constantin Stanislavski
o la continua innovación del actor
David De los Reyes
No hay pequeños papeles, sólo hay pequeños actores, frase que el gran actor ruso, Konstantin Stanislavski (Moscú 1863-1938), repetiría muchas veces como director frente a los actores de la compañía Teatro de Arte de Moscú. En el teatro, no por los grandes personajes es que crecen los actores, son los actores los que dan vida y credibilidad con la disciplina de su arte a los personajes ficticios de una obra.
Dentro del teatro del siglo XX, Stanislavski fue quien más dedicó su talento y tiempo a descifrar las múltiples posibilidades del cambiante arte del actor. Se le ha identificado con un método de actuación, apreciación de la que renegaría en 1936, dos años antes de su muerte. Repudió cualquier intento de codificar su sistema de la preparación del actor. Únicamente encontraría respuestas a las dificultades de la actuación a través de su concepción de la naturaleza orgánica creadora de la acción teatral; fue lo que llamaron posteriormente discípulos, continuadores y otras escuelas de teatro el método Stanislavski, un lema para vender y garantizar cierto prestigio a quienes impartía dicha enseñanza; son a quienes se les llamó, peyorativamente, actores de método; era una estatización de la continua invención y creación orgánica de la actuación, con la que se identificó nuestro afamado actor ruso.
Sus ensayos comenzarían por describir lo que él llamó la lógica y secuencia de sentimiento. ¿En qué consistía? El actor, ante su personaje, se encontraba desnudo de palabras y pedía que lo interpretase mediante la pura acción para encontrar la línea interior del movimiento escénico, captando así a su personaje a través de su cuerpo y de sus músculos. Una vez obtenido esto, el actor sabía ya qué era lo que debía aspirar para su representación. Ello le daba finalidad, razón a su actuación y era el momento de búsqueda para el desarrollo de su arte en la escena. Era encontrar la idea dominante y el hilo de la actuación, dos elementos donde apoyó su arte teatral. Más que dedicarse a explicar lo que no se debe hacer se explayó en mostrar el cómo lograr los resultados requeridos.
Actor que se sometió al dictamen de la obra escrita, siempre desconfió de los productores y actores que no vacilaban en trastocar, cambiar, adaptar y hasta destruir la labor del dramaturgo. El dramaturgo sería el único legislador en la escena. Si esto se hubiese asumido en toda su fuerza muchos de los experimentos y desarrollos del arte teatral no se hubiesen dado en el siglo XX; se hubiese limitado al teatro a permanecer dentro del naturalismo stanislavskiano.
Sin embargo buscaba autenticidad en la escena y odio mortal contra toda falsedad teatral. Comprendió que gracias a ese mismo rechazo de la superficialidad en la actuación logró acercarse al pleno sentido de lo que debe ser la vida del artista. La llamó el camino de la verdad y éste dio origen al sentimiento y por el sentimiento surgía la intuición creadora que necesitaba para su trabajo personal. ¿Cómo puede esperarse, pues, que piense en amor, sin hablar de experimentar las sensaciones de amor, en tales circunstancias? Búsqueda de una concentración lo más completa posible de la naturaleza física y espiritual del actor. En el teatro hasta la mentira más obvia debe convertirse en verdad para ser arte. En el arte, todo aquel que no avanza siempre retrocede.
Su teatro está dirigido a la gente común. Estaba convencido que el teatro como institución sólo merecía existir mientras no se separase de esta afirmación. Consideró demasiado importante la influencia ejercida por el actor ante su público, sólo a través de esa relación era que se justificaba el acto creador de la escena. La misma palabra griega actúo (ago - ago) nos refiere a la fuerza de la palabra-sentimiento lanzada al público desde el escenario. La fuerza del pensamiento de un actor estalla como una bomba con alta carga explosiva entre la gente.
Exigía, para crear una compañía de teatro, que todos los actores que la conformasen tuvieran el mismo nivel de educación. Todo dirigido a obtener un resultado fundamental: crear actores que hubiesen sido entrenados en el espíritu del verdadero arte; actores creadores, alejados de la mera imitación y de la acción farsante: actores maníaco ignorantes: la más grande sabiduría es la comprensión de la propia ignorancia.
Stanislavski hizo de su vida artística una continua búsqueda de belleza: no hay nada en el mundo más ávido de belleza que el alma humana. Y la alegría que inspiró a su trabajo fue el motor de aquella búsqueda: Vigilaos, y advertiréis que vuestro talento crece sin cesar, si empezáis el día con un sentimiento de alegría por poder vivir dentro del trabajo que amáis.
Stanislavski, Konstantin, 1980: El arte escénico. Ed. Siglo XXI, México.
1981: Un actor se prepara. Ed. Diana, México.
1981. Manual del actor. Ed. Diana, México.
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