Del Islam y la
filosofía:
Acercando dos mundos encontrados
David De los Reyes
El Islam y la filosofía no siempre
han tenido una buena relación. Si los filósofos árabes en tiempos antiguos se
interesaron y guardaron la mayor parte
de las obras más importantes de la filosofía griega, también hubo
fundamentalismos ya tempranos para no
permitir el desarrollo de la gnosis islámica filosófica. En los momentos y en los lugares que se
asumió al Islam como una religión legalista de la sari’a, los filósofos, en situación embarazosa, no habrían pasado
ni ser ahora reconocido entre los anales de la historia del pensamiento. Los
filósofos han sido perseguidos en todas las épocas por su arrojo y disyuntiva a
pensar de manera distinta al dictamen de las autoridades del estado o del
sentido común del pueblo, como de los ministros o representantes religiosos. La
filosofía, como siempre se ha dicho, ha guardado en todo momento su condición,
el riesgo, es decir, pensar es lo más subversivo en todos los tiempos. La aventura del
pensamiento no ha dejado de sufrir en ninguna época el cerco
impuesto del silencio y el acorralamiento al libre ejercicio de la
imaginación y de la razón discursiva filosófica. El logos es lo más común a
todos, como dijo Heráclito, pero también lo que pareciera distinguirnos unos respecto
a otros.
El Islam ha sido una gran cultura.
Una cultura que se interesó en todos los
campos del saber. Un impulso místico que se adentró en conocimientos tanto
exotéricos como esotéricos. Astronomía, astrología, matemáticas y kábala,
medicina y encantamientos, todos ellos encausados por el interés de profundizar
y descubrir diversas aplicaciones ante una realidad oculta, esotérica (batin), donde la filosofía cobraba un
nuevo sentido y cumplía con su fin: ampliar los horizontes del conocimiento
humano.
Si el Islam acobijo en su interior una
preocupación gnóstica fue debido a la
ausencia del fenómeno Iglesia dentro
de su seno, en tanto institución de los concilios. Eso cambió cuando el Islam tomó
un rumbo fundamentalista, a partir de la
década de los años setenta del siglo
pasado y su renacer en tanto fervor
religioso.
Los gnósticos del Islam, de este
modo, no tienen que reconocerse en un único
mandato eclesiástico, como lo es dentro de la gnosis católica sometida al
dictamen oficial del Vaticano. Los gnósticos
sólo deben mostrar fidelidad a los “hombres de Dios”, es decir, a lo
Imanes o guías religiosos. Ello ha hecho que la filosofía islámica se manifestó siendo una “filosofía
profética”, la cual hay que comprender como un fruto espontáneo de la conciencia islámica. Teología y filosofía van juntas en este reino de Alá.
Esta filosofía no puede separarse de
la tendencia si’ista del Islam, la cual se basa, sobre todo, en el desarrollo
de una conciencia ocupada en
desentrañar el verdadero sentido de la revelación divina transcrita por Mahoma en el Corán. De la
interpretación del sentido de la revelación depende los orígenes y el destino de la existencia
humana, hay una predeterminación y un determinismo en los pasos de la vida que sólo están reservadas a aquél que sepa
desentrañar la debida interpretación de
la letra sagrada.
Esto es lo que hace que el Islam, a
diferencia de otras religiones, sea una religión profética basada en una
“comunidad del libro”, del Libro Sagrado, que “nunca se creó ni ha sido
creado”, pues es de siempre. Su contenido
sólo se le dio por el mensaje del Angel Gabriel al profeta Mahoma, (su nombre completo: Abu l-Qāsim Muḥammad ibn ‘Abd
Allāh al-Hāšimī al-Qurayšī; en árabe: ابو القاسم امحمد ابن عبد الله ابن عبد المطلب
ابن هاشم القريش). Esta interpretación no pudo escapar
al gran legado que obtuvieron los árabes al traducir a casi toda la filosofía
griega al árabe. Y es con ello que se busca o bien una cercanía interpretativa
por medio de una hermenéutica filosófica helenizada (como la de los
filósofos al-Kindi y al-Suhrawardi, (587/1101),
del sentido profético del mensaje del Ángel, o de un purismo religioso ortodoxo, que dará pie al surgimiento de un fundamentalismo como al que se ha manifestado en estos
últimos cuarenta años. Pero también están las diferencias propias de los giros del mismo árabe en la transcripción e
interpretación del sentido coránico.
La tendencia si’i (o shiíta), es la
que ha patrocinado la aparición de una filosofía profética, propia de una
religión basada en la profecía, tratando de alcanzar una plena manifestación de todos los sentidos
ocultos o espirituales de la revelación
divina.
La esencia del pensamiento si’i está
en su doble condición. Por un lado, lo
comprendido por la palabra barin o lo
esotérico; por otro, la walayat, que se centraría en el dilema
de la siguiente pregunta ¿la religión islámica debe limitarse exclusivamente a
la interpretación legalista y jurídica, a la Ley, es decir, a lo exotérico (zahir)? Si se asume afirmativamente esta pregunta no hay
cabida a la filosofía y hay que someterse,
al estilo taliban, al dictamen de la interpretación y aplicación
exotérica de esa Ley. Pero si se
comprende a ese zahir a ese sentido
exotérico cómo una de las capas en las que está
envuelta la gnosis entonces se da pie a
la posibilidad de hablar de filosofía. Si se piensa regular a la vida
práctica con el mandato de la interpretación jurídica de la ley y ella es vista
como un momento más de la vida, queda en pie la posibilidad de
tratar de desentrañar, mediante un misticismo islámico y profético, las
últimas envolturas del bajtin, de lo
interior, del sedimento exotérico de lo esotérico de la existencia. Ese sentido
oculto sólo se trasmite en tanto
herencia espiritual y ella está integrada por el enorme corpus que comprende la
enseñanza tradicional de los Imanes del si’ismo, quienes se consideran los
“herederos de los profetas”. Como vemos, aquí gnosis y tradición, pensamiento y
misticismo, cuerpo esotérico y exotérico van juntos a envolverse entre una
filosofía donde lo profético le otorga legitimidad tanto cognitiva como
profundidad de interpretación religiosa.
Hablar de filosofía profética es igualmente regresar a comprender y
estudiar a la tradición (al sunna),
la cual debe englobar toda la enseñanza antigua de los Imanes.
Los Imanes son los “Mantenedores del
Libro”, los cuales tiene como deber
trasmitir a sus discípulos el sentido oculto de las revelaciones. En ello se
funda el esoterismo islámico.
Con Mahoma, considerado como el
“Sello de los Profetas”, por ser último
(antes están; Adán, Noé, Abraham, Moisés y Jesús), es este final un punto de
partida para inaugurar un nuevo ciclo de
la walayat, palabra que significa
amistad y protección. Dentro los “Amigos de Dios” o “Amados de Dios” corresponden a los profetas y a los imanes,
los cuales se presentan como una minoría selecta a quienes la inspiración
divina les ha revelado sus secretos. Es
gracias a esa amistad que Dios les otorga, se constituyen en guías
espirituales respecto al resto de la humanidad. La palabra walayat evoca, ante todo, a la función introductora del Imán en el
momento de iniciar en los misterios de la doctrina y ello va junto a un
conocimiento que tiene el carácter de ser salvífico
y acompañado de la idea del amor.
Otra de las variantes del islamismo
está en la diferencia que encontramos entre si’ismo y sufismo. Este último tiene por condición en emprender
un esfuerzo de interiorización de la
revelación coránica, y lleva a cabo una total ruptura con la religión legalista.
Su fin es alcanzar la experiencia íntima
del Profeta en la noche del Mi’ray; propios de la exégesis interiorista. Tal experiencia se reduce a que el creyente
convencido de que sólo Dios puede enunciar, por boca de este fiel, el misterio de su unidad. Los Imanes mantiene
una actitud severa ante el sufismo, aunque se encuentran grupos si’istas
sufistas. Esta será una constante dentro del Islam, este enfrentamiento entre
el sufismo y el si’ismo restringido a
favor de un desarrollo espiritual a aquel otro islamismo sometido a la
interpretación literal de la Ley y es esta polémica lo que ha alimentado en
todo momento al cuerpo de la filosofía
islámica.
El esoterismo del Islam encuentra una
veta profunda en los comentaristas
si’is acerca de de dignitate hominis dentro del
pensamiento islámico. Él se
presenta sobre todo en los
versículos que a luden a los secretos divinos a los que el VI Iman Ya’far al.Sadiq
declara: “Nuestra causa es un secreto (sirr) dentro de otro secreto, el secreto
de algo que permanece oculto, un secreto que sólo otro secreto puede desvelar;
es un secreto acerca de un secreto que se basta
con un secreto”.
Hay que señalar que la manifestación
de lo esotérico en el islamismo no conduce a una supresión de la Sari’at
y del sentido exotérico, sino a la religión positiva, privada de su realidad espiritual (baqiqat) de su aspecto
esotérico (batin), la cual no es sino
opacidad y servidumbre.
Profetología
La filosofía profética es la forma de pensamiento más acorde, por su
esencia, con la religión profética de cuantas se han dado en el Islam, pues la ciencia divina –aunque no sea una
ciencia en el sentido occidental del término-, es incomunicable: sólo un profeta
puede comunicarla. El objeto de esta filosofía profética estriba en
abordar cómo resguardar y estudiar las
condiciones para que el contenido de
esa comunicación fructifique tras el fin
de la profecía. En ella encontramos la preocupación por ponerse en juego al
propio destino del destino espiritual del hombre.
Una de las tesis si’i es la
imposibilidad de ver a Dios en este
mundo, y en el otro, lleva a que se desarrolle una ciencia del corazón, de un
conocimiento por el corazón (ma’rifat
qalbiye), que engloba todas las potencias racionales y supra-racionales y esboza una filosofía inherente a una
filosofía profética. Tal situación profética significa la necesidad de hombres inspirados, sobrehumanos, a los que
se llegará a llamar, sin que ello
implique la idea de encarnación, hombre
divino o señor divino bajo forma humana
(insan rabbani, rabb insani)
Respecto al Corán, como se sabe, es el libro sagrado
bajado del cielo, el libro que habrá que
mantener, trabajo que le corresponde
a los Imanes. Para los filósofos islámicos el libro tiene su propia profundidad
esotérica que lo hace impenetrable para la filosofía vulgar, es decir, la
filosofía que hacemos en occidente, aquella que tiene una vocación moderna y
hasta helénica, la que aguarda por revelar el logos tanto del mundo como del
acontecer humano. El pensamiento no es lo único para adentrarse en los
misterios que encierra este libro. Pero el Corán tendrá que ir acompañado de la
interpretación y exégesis de los imanes cuando quiera defenderse o
discutirse. Para rebatir al adversario
el Corán no basta por sí solo, pues
faltaría comprender, como hemos
dicho, sus sentidos ocultos, profundidades esotéricas, contradicciones
aparentes. El libro hay que
llevarlo al nivel en que puede llegarse a desprenderse su
sentido verdadero. La verdad coránica es una verdad que sólo puede presentarse
a los iniciados, a aquellos que han emprendido
interpretarlo en los sentidos velados que ocultan y se encuentran
tejidos entre sus palabras.
Si en la filosofía griega y en las
demostraciones de la muy novisima filosofía analítica lo
verdadero de una proposición o de un argumento se encierra en presentarlo y demostrarlo por la fuerza y comprensión del
silogismo, para la filosofía islámica ello no
basta. Para abordar el sentido verdadero se requiere lo más lejano a la
claridad del intelecto, poseer una
herencia espiritual donada por el Profeta a los elegidos, una inspiración que devele lo esotérico (batin) y lo exotérico (zabir)
y, sobre todo, el sometimiento de los seguidores al registro que impone de las
palabras proféticas por el Iman o guía espiritual que tiene la función de ser
el “Mantenedor del Libro” (el Huyyat
de Dios).
Para ilustrar esta situación se
conoce uno de los casos más célebres de
la historia del Corán, en uno de
los más célebres compañeros del Profeta, el Iman ‘Abd-Allah ibn ‘Abbas, quien cuenta la profunda impresión que sentían
todos cuanto oían a ‘Alí comentar la Fatiha
(la primera sura del Corán). Sus palabras: “No descendió (no le fue revelado)
al Enviado de Dios ni un solo versículo del Corán, sin que a continuación me lo
dictase y me lo hiciese recitar. Yo le escribía de mi puño y letra y el me
enseñaba el tafisr (la explicación
literal) y el ta’wil (la exégesis
espiritual), el nasij (versículo
abrogatorio) y el mansuj (versículo
abrogado), el muhkam y el mutasabih (lo preciso y lo ambiguo), lo particular y lo
general. Y le rogaba a Dios que
aumentase mi comprensión y mi
memoria. Luego ponía su mano en mi pecho y pedía a Dios que llenase mi corazón de conocimiento y de
comprensión, de juicio y de luz.”.
Esta filosofía y exégesis retorna a la comprensión del corazón y
desarrollo lo que se ha llamado la imanología.
Lo cual hace que que se inserte este rasgo de lo instintual y de lo
espiritual dentro de su hermenéutica religiosa. Rasgo propio de toda enseñanza
criptográfica de alguna escritura dentro de cualquier cofradía de este tipo,
sea cristiana o judía, por ejemplo. Siempre hay un sentido no revelado por la
razón que hay que buscar bajo el pecho que alberga la luz de un conocimiento
exacto gracias a los pálpitos de un corazón ganado a mantener el libro y de no revelar a todos los que no se hayan iniciado bajo el
rito jerarquizante de los seguidores del Iman. No hay una posibilidad
democrática de acceder al conocimiento, los altibajos, los recovecos, los
rincones del misterio, los laberintos de los hálitos recorridos sin la guía del
Iman son casi imposibles. El islamismo, como todas las religiones, convierten a
la jerarquía de la interpretación, a la cofradía de los iniciados en las rutas
lejanas de la exégesis esotérica y exotérica de los versículos coránicos en la
fuente de orden y ley de los hombres que han
aceptado someterse a la palabra de Ala. No es casual que Islam significa en árabe estado
de sometimiento. Y en esto encontramos que el sometimiento está alrededor
del guía, del Iman, que lo conduce hasta las orillas del mandato de Ala.
Los Imanes han sido considerados
epifanías divinas, en ellos se dan la unión hipostática de las dos naturalezas,
la divina y la humana; son figuras de luz, entidades precósmicas. Todos son de
una misma Esencia y una misma Luz, y esto se aplica a cada uno de los doce
imanes históricos. Todos son herederos
de los conocimientos del Enviado de Dios y de todos los profetas anteriores.
Necesitan la investidura (nass) y la impecabilidad (‘ismat).
Existen cuatro imanes fundadores de
cuatro ritos jurídicos del Islam sunni (Hanbali, Hanifi, Maliki, Safi’’i). Y
ello contribuirá a conformar la religión legalista, la interpretación puramente
jurídica del Islam. Ello es un fenómeno típico
de laicización y socialización del Islam. El batjin, separado del zahir,
rechazado incluso, representa también la situación de los filósofos místicos, cada vez más comprometidos
y difíciles. De ello surge la reacción
de los si’ies, al comprender que el Islam se había reducido a una
religión puramente legalista y niegan a esos cuatro imanes su condición de
herederos del Profeta, iniciándose así
toda una ruptura entre los grupos islámicos y que se diferencian por la
interpretación del sentido del Corán y de
las interpretaciones de los Imanes
que asumen su sentido batjin o
zahir, lo esotérico o lo exotérico, llevando al Islam a ser una religión de corte político y
organizativo desde un aspecto legal
respecto a la vida social del musulmán.
Esta distinción surgida en el Islam
de ser interpretado como una religión legalista más que espiritual tendrá
graves consecuencias para el movimiento religioso.
La gnoseología propia de esta filosofía profética no puede
desprenderse de la relación con el libro sagrado. Esta filosofía profética
surgió del Islam si’i. Su orientación religiosa difiere completamente de la filosofía cristiana que se sustenta en el hecho de la Encarnación y que es la
entrada de la divinidad dentro del tiempo y de la historia.
El corpus gnoseológico de los imanes V, VI y VII aportarán los distintos grados del conocimiento y de las personas proféticas en función de la
mediación del Ángel dador de la palabra de Dios. Todo una especulación
fantástica para los ojos de la filosofía racionalista crítica y de tradición
científica occidental.
La gnoseología islámica no puede
desprenderse, entonces, de su vínculo con una angeología. Ello permite a los filósofos (los falasif) identificar al ángel del conocimiento con el ángel de la
revelación. Pero hay que dejar de lado
aspirar a encontrar una racionalización del Espíritu y de lo espiritual entre
el Agl (inteligencia) con la Rub (Espíritu), o, al decir de la
filosofía griega clásica, entre el Nous
con el Pneuma.
Toda esta filosofía está nutrida de una gran aspiración profética y ha
dividido esta aptitud gnoseológica en cuatro categorías. La primera, nabi (también awliya), que se entiende ser
profeta sólo para sí, individualmente; en ella no está implicado el mensaje
recibido de Dios ya que se trata de un mensaje
personal. La segunda categoría
profética es el nabi que tiene
visiones y oye en sueños la voz del Ángel, pero no lo ve cuando está despierto,
tampoco tiene la misión de predicar. A estos dos nabies (anbiya: plural de
nabi) simples se le añade la del
profeta que tiene visiones o percepciones de la voz del Ángel no sólo en sueños
sino en estado de vigilia; puede considerarse un enviado entre grupos más o
menos numerosos de seguidores. Y el último nabi
es aquel conocido como la de los
profetas-enviados (Moisés, Adán, Noé,
David, Jesús y Muhammad). Estos últimos tienen la misión de enunciar una nueva sari’at, una nueva Ley divina que abroga la anterior se trata de
una profecía legisladora propiamente dicha.
Las categorías gnoseológicas
proféticas se establecen en función de la mediación visible, audible o invisible del Ángel, es
decir, en función de la conciencia que de ella puede adquirir el sujeto. La
misión del Enviado significa la visión del Ángel en vigilia (visión consistente
en un modo distinta de percepción a la
visible), que tiene el nombre de wahy
(comunicación divina). También en ello entran otros grados como son el de
inspiración (ilham) con varios grados
y de revelación mística (kasf). Se ha dicho que “el imam oye la voz del Ángel pero no lo ve,
ni en sueños ni despierto”. Tales grados de gnosis sólo tienen
sentido si se les refiere en su conjunto
a la profetología islámica. Si no se
hace ello se estaría cometiendo una mutilación a toda la teosofía si’i.
Siguen la tradición aristotélica
quizás al darle al corazón el significado de ser un órgano sutil
de la luz (latifa nuraniyya), soporte de la inteligencia, que tiene su propia
naturaleza y capacidad de aprehender la realidad espiritual (haqa’iq) de todo lo cognoscible.
Ello permite apreciar que no es la razón, el logos griego heracliteano, lo que permite comprender
la inteligencia común de todo lo existente. La filosofía profética del Islam no
sólo se satisface en comprender sino en ¿adivinar? O profetizar, conocer el mensaje trascendente
del Ángel invisible, gracias a la escucha espiritual del corazón en tanto
órgano de la luz divina.
El concepto del conocimiento como
epifanía, revelación del mensaje y su sentido, en ese órgano de percepción en
que se convierte el corazón. Los distintos grados de conocimiento espiritual
son el de la visión exterior (basar al-zahir) que consta del ojo, la
facultad de la vista, la percepción (idrak),
el sol. La visión interior (basirat al-batin), del corazón (qalb), la inteligencia (‘aql), el conocimiento (‘ilm), el Ángel (Espíritu Santo,
Inteligencia Agente). Sin que el sol ilumine, el ojo no puede ver; sin que el
Ángel-inteligencia le ilumine, el intelecto humano no puede conocer: la teoría
aviceniana se funde aquí con la gnoseología profética. El Ángel-inteligencia
recibe el nombre de Cálamo, por ser causa mediadora entre Dios y el hombre en
la actualización del conocimiento en el corazón, como el cálamo (pluma) lo es
entre el escritor y el papel en el que
escribe o dibuja. Lo sensible y lo
inteligible, visto así, son dos momentos de un mismo proceso. No hay separación
o dualismo entre mente y materia.
Esta gnoseología profética le compete tanto al filósofo en tanto
hierognosis (conocedor de lo sagrado): son los modos de conocimiento
superiores, las percepciones de lo suprasensible, las apercepciones
visionarias. De ahí que se asuma al admitir la autenticidad de las visiones proféticas y de las percepciones de
lo suprasensible, además de la percepción sensible y de la intelección pura,
una tercera facultad del conocimiento. Es la importancia que le concede esta
filosofía islámica a lo concerniente a la conciencia y percepción imaginativa,
en tanto órgano de aprehensión de un mundo que le es propio, el mundos imaginabilis (‘alam al-mital), que a diferencia de la
tradición filosófica occidental, son convertidas en una facultad
psicoespiritual pura, independiente del soporte físico y perecedero. De esta
manera encontramos una triada entre la concepción profetológica de los Imanes: la
triada de lo sensible, imaginal,
inteligible, que tiene su correspondencia antropológica en la triada cuerpo,
alma y espíritu.
Tal conocimiento de la hierognosis da explicación a la
continuidad de la necesidad de esta situación profética esotérica secreta para
la supervivencia del mundo de los hombres.
Tal filosofía no se explaya en una Dialéctica del Espíritu sino en una
epifanía, revelación del Espíritu Santo o Ángel.
Hierohistoria y metahistoria
El nombre de hierohistoria se refiere a las representaciones implicadas en la idea de los ciclos (dawr, plural adwar) de la profesía y de la walayat.
Es una historia que no consiste en la observación, el registro o crítica de
unos hechos empíricos, sino que es el resultado de uno modo de percepción
que excede a nuestro empirismo y materialismo histórico cotidiano. Se
dirige a una percepción de lo suprasensible
y de los distintos grados de
introspección profética ya comentados antes. Los hechos percibidos no tienen
una realidad factual con este mundo o el de las personas físicas, que son esos
hechos que llenan los libro de historia occidental, pues suponemos que son ellos los que hacen la historia.
Para la hierohistoria musulmana todo hecho debe revelar una
significación espiritual. Los hechos son hechos espirituales en el sentido
estricto de la palabra. Suceden en la metahistoria (por ejemplo, el día del
pacto entre Dios y el Hombre) o se traslucen en los sucesos de cada día,
constituyendo lo invisible de cada suceso o cada suceso invisible que escapa a la percepción del profano y es
sólo observada por la percepción
teofánica.
El suelo de los profetas y de los
imanes es el terreno de una
hierohistoria o historia sagrada. Es una historia cíclica compuesta de dos
momentos: uno primero, la del periodo profético (una bajada) y otra segunda, la
del ciclo postprofético de los imanes (una subida),
con los que se cierra el ciclo de la historia. No se trata de una
historiazación de lo divino, como sugiere la idea cristiana de la
Encanarnación.
La función epifánica consta, de esta forma, de dos momentos, una que sólo tendrá
su Manifestación en el corazón y otra,
de apariencia externa y visible a todos, creyentes o no.
La metahistoria es, por lo tanto,
necesaria. Es el límite, el umbral que
da sentido a la historia y que surja de ella una hierohistoria. Sin
metahistoria, es decir, sin anterioridad en
el Cielo de todo el mensaje traído por el Ángel a los hombres, y sin
escatología resultará absurdo hablar del sentido
de la historia. Es por ese momento originario, transhistórico que puede
concebirse la historia y la hierohistoria islámica como tal.
Las interpretaciones reales, por
tanto, del presente obedecerán no a
hechos, datos externos sino a la interpretación y su relación con el cuadro
espiritual que aporta la Metahistoria. Ella comienza con Adán y el Día del
Pacto, época de la pre-existencia de las almas, situación aceptada por el
si’ismo. Y todo ello se dirige al Imam oculto, lo cual requiere de una
filosofía profética para conocer su llegada y por ello, una condición netamente
escatológica.
El Profeta del Islam se convierte en
el Sello de la profecía. No puede haber otros profetas después de él, es el
último. Con él se ha dado al hombre una
definitiva sari’at, una Ley divina.
Ello plantea el dilema de la estaticidad de la ley divina. La conciencia
religiosa se vuelve, de generación en
generación, hacia ese pasado profético
prístino y terminado. En el Libro sagrado encuentra un código de vida moral y social y el tiempo de la profecía, sólo deja tras de
sí lo esotérico. También queda otra posibilidad y es que ese pasado profético
no esté concluido del todo aún, que el Libro contiene un sentido oculto y
espiritual y para ello requiere una iniciación igualmente espiritual, ello hace
la aparición del misterio (el secreto del secreto) de los Imanes. Al ciclo de
la profecía sigue el de ciclo de la walayat,
concepto fundamentalmente si’i.
¿Cómo se constituye esta
hierohistoria? Surge de una intuición propia de la profetología si’i. De la
profecía absoluta esencial y primordial que corresponde al Espíritu Supremo (antrophos celeste, Inteligencia Primera)
que Dios envía antes al Alma universal que a las almas individuales y en donde
se dan a conocer los nombres y atributos divinos. Pero es el si’ismo quien
cerrará la puerta al esoterismo con la conclusión de haberse cerrado el ciclo
profético y de ello surge su legislación cerrada de la ley divina. Junto a ello
quedará el walayat abierto hasta el
día de la Resurrección.
Con nuestras introductorias apreciaciones entre el
islam y la filosofía quisimos dar a conocer
diferentes aspectos entre la condición de
la cultura y pensamiento islámico, para con ello intentar una mejor
comprensión por parte de nuestra sesgada
y discriminatoria mirada occidental. Una
cultura religiosa que tiene fuertes
aspectos espirituales, proféticos, metahistóricos y hierohistóricos, que vienen a contrastar y cuestionar, complementar y participar ante nuestros modos de vida materialista occidental de
ahora en delante de una manera acuciante e intensa, preocupante y en algunos casos enfática, que por momentos comparte y por otros agrede
mortalmente a su oponente ideológico religioso cultural. Una cultura hierática a la que no podemos
cerrar los ojos y ser ciegos a su
permanente presencia creciendo día a día más en nuestro mundo, en seguidores, poniendo en jaque los valores tradicionales de
occidente, como son la democracia, el pluralismo, la libertad individual, la
tolerancia, condiciones espirituales y religiosas occidentales, las cuales parecieran perdidas o
en peligro de extinción por la barbarie occidental imperante en el presente en muchas de las naciones que se declaran
portadoras de tales formas sociales, culturales y políticas en su seno. Ante el avance permanente de los números adherentes
y fieles a la ley del Corán queda, pues, la necesidad imperiosa de consolidar un acercamiento y estudio de los
aspectos culturales profundos y metafísicos (esotéricos y exotéricos), que engloban su sentido
espiritual, que los motiva a actuar,
convivir y relacionarse con el mundo, e intentar una aproximación y una posible
construcción de puentes culturales conscientes y tolerantes, que enriquezcan y
sigan nutriendo la condición humana de occidente. Con ello se busca más que acendrar, tanto a
unos como a otros, el odio y la venganza, con el resultado evidente de
separarnos y aniquilarnos mutuamente de
la manera más absurda y atroz. Es
sólo un acercamiento con las ideas filosóficas y religiosas, por ahí se puede empezar … y acercar dos mundos
encontrados…
Glosario árabe
utilizado:
Ángel: el Espíritu Santo o Inteligencia Agente. Qalam
o Cálamo: Ángel-inteligencia
Awliya: profeta
Batin: lo esotérico.
Falasif: Filósofo.
Kasf: revelación divina
Si’a: del árabe, “grupo de adeptos”,
partidarios del imanato.
Si’ismo: religión oficial de Irán
desde hace cinco siglos.
Ilham: inspiración.
Imam: sin confundir con la palabra iman que significa fe, designa al que marchar en cabeza, al guía.
Al que guía los gestos de la oración en la mezquita. También para designar al
jefe de una escuela (como Pláton de la platónica, por ej. Platón sería un iman par los filósofos). Esto en un sentido laxo pero en un sentido
ortodoxo se aplica sólo a los miembros de la familia del Profeta, que son
llamado los Impecables. La existencia del Iman oculto hace referencia al guía personal e invisible por
excelencia, oculto a los sentidos pero presente en el corazón y presente tanto
en el pasado como en el futuro.
Huyyat, la prueba, la garantía de Dios ante los hombres. Tal prueba
debe ser constante, aunque se trate de una presencia invisible e ignorada por
la mayoría de los hombres. Por su intemporalidad está asociado a una realidad
metafísica que nos conduce al tema gnóstico
del antrophos
celeste. Esta forma primera, llamada el Adán real y verdadero es del homo maximus, Espíritu supremo, Inteligencia primera, Cálamo supremo, Califa supremo. Este
antrophos celeste es también la Realidad eterna mahometana, la
Luz de su gloria, su Logos. Ello tiene
una doble realidad: exotérica o externa (la profecía) y otra interna o
esotérica (la walayat), propia de la iniciación espiritual.
Nabi: profeta. Anbiya:
plural de profeta.
Tafsir: explicación literal del Corán.
Ta’wil: la exégesis espiritual del Corán.
Zahir: lo exotérico
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