Tengo una
lengua, y no es la mía
Homenaje a
Jaques Derrida a diez años de su muerte
Aníbal Rodríguez
Silva
Habitar una
lengua, entrar en lucha cuerpo a cuerpo con un idioma, es para Jacques Derrida
habitar la casa del otro. Morar en un idioma es propiamente la experiencia de
la alteridad. Con la pregunta paradójica Si,
no tengo más que una lengua; ahora bien, no es la mía, da inicio a uno de
los textos más reveladores del autor de la desconstrucción.
Se trata de El monolingüismo del otro
(1996). Escrito en forma de diálogo platónico, el autor intentará desarrollar
su particular mayéutica. La primera
pregunta que nos hacemos es ¿quiénes son
los sujetos del diálogo? Es decir, a quién va dirigida esta pregunta tan
contradictoria, a saber, la de tener una
lengua y no ser suya. ¿Cómo tener una lengua y no pertenecerle?
El oponente del
diálogo no es otro que el propio Derrida. Podríamos decir el cuerpo de la
memoria, la lengua como fuente y como depositaría. La lengua viva que es el
propio Jacques Derrida. Ese solipsismo
inagotable soy yo antes que yo, afirma el autor. ¿De qué trata, entonces,
el libro? Pues de una autobiografía intelectual, más propiamente de un género
muy del siglo XX, una bildunsroman. Es
el proceso de formación de una escritura, la de Jacques Derrida. Esta bildunsroman, esta novela de formación,
comienza con una pregunta cuyo rasgo fundamental está soportado por una
contradicción performativa, a saber, que se
tiene una lengua y no es suya, no le pertenece. La temática no es nueva en
su obra. Se trata de una repetición: Lo
que me interesa es el desplazamiento en la repetición, indica el autor
argelino de lengua francesa, mejor dicho, el judío nacido en Argelia y de
lengua francesa, quien confiesa que, a partir de los últimos decenios, su
escritura gira y se ha desplazado a la primera persona del singular: no he dejado de acercarme a una escritura
que con frecuencia se dice que es cada vez más autobiográfica. En éste
sentido, podemos mencionar dos textos que superan los límites de lo académico y
el canon: Circunfesión (1994) y El monolingüismo del otro (1996).
Precisamente en
el cruce de estas fronteras entre la autobiografía y la escritura, se instalan
los argumentos de Derrida para mostrarnos (y mostrarse) su hipótesis, la de tener una lengua y no pertenecerle.
Se trata de ir mostrando-mostrándose el proceso según el cual se tiene una
lengua y no le pertenece. Ésta noción de lengua se inscribe en la propia noción
de desconstrucción.
La desconstrucción consiste en una
estrategia de desimentación, de
desmontaje de las instituciones. Y también desmontaje de lecturas, sabiendo de
antemano que no existe una sola lectura y que, en lo fundamental, se trata de
tener más de una lengua: la mía (que no es mía) y la del texto (que está
conformada por capas de lecturas, por lenguas).
Mi lengua no es mi lengua, sino, que
es la lengua del otro; la lengua con
la cual leo un texto no es mía. Igualmente, la lengua que leo en el texto no es
la lengua de un autor, sino otras lenguas. Lo que nuestro autor pone en duda es
la transparencia de la lengua, su inteligibilidad. Todo sistema lingüístico tiene
como característica su opacidad en oposición a lo que los estudios
tradicionales nos han enseñado: la uniformidad del sistema lingüístico, la
lengua como identidad.
¿Cuál es el
centro del asunto? Se trata de un programa y una política a la vez. El asunto
tratado es el de problematizar nociones como ciudadano, identidad y política colonial. La estrategia de la
que se sirve es la de mostrar su experiencia autobiográfica. La escritura
derridiana recorre la memoria y se sitúa en los tiempos de la ocupación nazi en
Francia y sus consecuencias en los territorios coloniales allende del mar. Nos
dice: Yo era un buen alumno en la escuela
primaria (…) el primero de la clase, lo que me permitió darme cuenta de los
cambios debido a la ocupación y la llegada al poder del Mariscal Pétain. En los
colegios de Argelia, a donde no habían llegado los alemanes, nos obligaban a
mandarle cartas al Mariscal Pétain…
Pero ¿qué es la
autobiografía para Derrida? No se trata de relatar una sucesión de hechos, de relatar, narrar una identidad previa que se va mostrando, exponiendo,
develando. Se tratade ir más allá. Se está en una situación. Nos encontramos ya
en situación y no lo sabemos. Para Derrida, quien cuenta, quien narra,
quien recuerda, no sabe de antemano
lo que va a relatar. Si lo supiera, la escritura no tendría sentido. Es la
escritura misma quien narra, la que acontece. La desconstrucción es acontecimiento, una verdad irrepetible. Acontece
y ya.
Para Derrida, el
problema no es de identidad sino de identificación. Lo que ocurre es un proceso interminable, indefinidamente
fantásticode identificación. Se trata de un volver a casa, de un regreso de un
proceso de anamnesis. Lo que el monolingüismo plantea es la
problematización del concepto de identidad como noción transparente. Siguiendo a su maestro Levinas, nos dirá que
el yo-el cogito- proviene de una
cadena semántica de hospi-hosti. Es
decir, de una relación entre la hospitalidad
y la hostilidad. Aquí, entonces,
podemos comprender por qué tenemos una lengua y no nos pertenece. Porque haber
nacido en cualquier lugar, en Argelia, ser judío y hablar perfectamente francés,
es habitar la casa del otro que es nuestra propia casa.
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