…Maquiavelo
escribía El príncipe por la noche, después de haber estado confundido con los
obreros durante el día…
…-¿No
puedo hacerme periodista para vender mi tomo de poesías y mi novela, y
abandonar en seguida el periodismo?
-Sólo
Maquiavelo obraría así…
Ilusiones perdidas
Honoré
de Balzac
Claude Lefort en
su libro Maquiavelo. Lecturas de lo
político[1],
explica que existen dos interpretaciones sobre la obra El Príncipe, una negativa, generada por la iglesia, donde predomina
la idea que el tirano es un opresor, no obedece a los deberes religiosos, no
reconoce la libertad para los súbditos, utiliza la violencia y la astucia, es
de naturaleza malvada, usurera, utilitario, estratega. Refiere a un poder que
se instituye a expensas de la riqueza, la libertad y la moral. Estos
comentarios le atribuyen al pensador florentino las etiquetas de maestro de
tiranos, profeta del Estado fascista y de la razón de Estado.
Para el filósofo
francés, la exégesis negativa asume la noción de poder del príncipe: 1) Por
encima de la sociedad y desvinculado de ésta; 2) Al príncipe separado de los
hombres que se encuentran a su merced; 3) Muestra una unidad virtual en la
figura del príncipe entre el poder y la sociedad; y, 4) Exhibe una disolución
del vínculo que une el poder con la totalidad de la existencia humana y, en
esta división se pierde la sustancia de la sociedad y el hombre. Esto fomenta
una explicación que enmascara el principio de la división consustancial a toda
sociedad, el hecho que el estatuto de la política y del sujeto está
estrechamente unido.
La visión positiva sostiene que la política
maquiavélica: 1) Representa al hombre contra el hombre en la sociedad lo que
revela el vínculo que existe entre la política y la historia; 2) Define el
principio de la acción política; 3) Ofrece la noción de una moralidad concreta
que se instituye por el juego de las acciones particulares como resultado de la
política. Para dar fuerza a estos argumentos, Lefort se apoya en Baruch Spinoza
y la interpretación democrática que hace del Príncipe en su obra Tratado
de la política. Allí, según Lefort, el filósofo judío señala que: A.1)
Maquiavelo destaca el lazo entre la teoría de un Estado fundado sobre la
libertad y la potencia del pueblo; A.2)
Toda masa libre no debe confiar su salvación a un sólo hombre; A.3) Existe un
doble lenguaje que consiste en una enseñanza secreta que se disimularía bajo la
intención clara de servir a los príncipes. B) La tesis de Giovvanni Gentile que
afirma que Maquiavelo no instruye al tirano, por el contrario, lo expone al
desnudo a la mirada del pueblo haciendo pública sus acciones secretas. C) Las
ideas de Johann Gottlieb Fichte luego de leer El Príncipe, en donde se destaca que Maquiavelo se refiere al
conocimiento de las relaciones de fuerza que están en el fundamento de la vida
política, lo que permite ahorrarse la violencia y evitar que se desencadenen
las guerras. Son los errores de los soberanos los que engendran la mayor parte
de los conflictos. D) Agrega que Fichte y Georg Wilhelm Friedrich Hegel descubren leyendo a Maquiavelo la
exigencia de descifrar en la historia, en lo visible, en las conductas de hecho
de los actores políticos, en las determinaciones particulares y aparentes del
conflicto que se juega en el interior de cada Estado y entre los Estados los
signos de la constitución del sentido de una lógica universal.
Para Lefort en El Príncipe, Maquiavelo establece la
fundación del Estado vinculado con el descubrimiento de la verdad efectiva; se
instaura una relación nueva con la política que se distancia de los clásicos y
las concepciones cristianas; conduce la política a los siguientes temas: el
concepto del poder, la separación del Estado y la sociedad, la división y
deseos de clases. El filósofo francés sostiene
que en la obra Discursos sobre la primera década de Tito Livio se encuentra la
verdadera enseñanza de Maquiavelo. En la mencionada obra maquiaveliana, se aprueba
las insurrecciones del pueblo y el regicidio; elabora el modelo republicano;
critica a la tiranía y sirve a la causa de la libertad.
Lefort
rescatando el enfoque positivo, persigue presentar a Maquiavelo como: precursor
de la filosofía de la praxis; teórico de la clase dominada que enseña las
condiciones de la emancipación; fundador del realismo científico en su sentido
revolucionario. Asimismo, busca descubrir en la obra del florentino la
dimensión imaginaria del campo de la representación que asume como un espacio
de cultura, lo cual permite identificar la función que desempeñan los procesos,
aquellos acontecimientos que no terminan de poner en cuestión la relación del pensamiento
político con la sociedad política. Igualmente, pretende desenmascarar el mito
de la división del poder y la sociedad para demostrar que tal separación no
existe.
Siguiendo
la línea de interpretación de Lefort sobre el pensamiento de Maquiavelo, me
propongo mostrar que uno de los temas de los que se ocupa Maquiavelo consiste
en las incertidumbres que acompañan al ejercicio del poder[2].
En
reiteradas ocasiones, Maquiavelo afirma que el príncipe debe evitar el odio del
pueblo y valerse de todos los medios para mantener el favor del vulgo[3].
El diplomático florentino, incorpora en la política las vicisitudes entre la
obediencia y la desobediencia. Los hechos que rodean esta relación se
manifiestan en la experiencia en la vinculación que se despliega entre la
persona que tiene el dominio y el resto de los dominados, la obediencia del
pueblo es la principal fuente que sostiene al poder. La desobediencia es la
vital arma para que se derrumbe el poder. Por esta razón, existe una
preocupación latente en la obra El
Príncipe: las incertezas que acompañan al ejercicio del poder.
La
naturaleza del poder la examina Maquiavelo como un individuo que forma parte
del pueblo[4]. Esto
significa que el análisis de los elementos constituyentes que conforman la
práctica del poder es realizado desde quien padece los efectos del dominio y no
quiere ser mandado ni oprimido[5].
Maquiavelo
tiene presente que el poder implica una relación de predominio que ejerce el
príncipe sobre los hombres, este lazo tiene dos modalidades: 1) Hombres
acostumbrados a vivir bajo el mando de un príncipe; y, 2) Hombres habituados a
ser libres aún cuando esté presente la figura de un príncipe en el mando. Entonces,
las características que conforman la práctica del poder dependen del ámbito dónde
se despliegue el vínculo entre quien manda y aquellos que son mandados. La
forma de poder se manifestará dependiendo del enlace que se constituye entre el
príncipe y el pueblo y, en su modo de institución intervendrá la fortuna, la
virtud y la prudencia. En El Príncipe
a Maquiavelo le interesa elucidar sobre la actividad del poder en los
principados hereditarios, mixtos y nuevos, la práctica del poder produce una
forma institucional que se labra en la experiencia a partir del encuentro entre
la obediencia y la desobediencia.
En
los principados hereditarios la imposición del poder por parte del príncipe se
presenta sin dificultad, puesto que los hombres están amoldados a obedecer a
quien esté en el mando y lo que tiene que hacer el príncipe es mantener la
institución que ya ha sido establecida. Los principados mixtos le exigen al
príncipe habilidad para enfrentar las dificultades, se trata de la anexión de un
Estado diferente a un Estado anterior. Los problemas se originan en el Estado
que se añade porque allí se instaura una nueva relación de poder entre el
príncipe y los súbditos.
...Digo,
por tanto, que estos Estados que al adquirirlos se añaden a un Estado antiguo
del que los adquiere, o son del mismo país y de la misma lengua o no lo son. En
el primer caso es muy fácil conservarlos, sobre todo si no tienen la costumbre
de vivir libres: para poseerlos con toda seguridad basta con haber extinguido
el linaje del príncipe anterior, pues en todo lo demás, al no haber diferencia
de costumbres, los hombres viven tranquilos si se les mantiene en las viejas
formas de vida [...] las dificultades aparecen cuando se adquieren Estados en
un país de lengua, costumbres e instituciones diferentes. En este caso es
necesario tener gran fortuna y mucha habilidad para conservarlos. Uno de los
remedios mayores y más eficaces sería que quien los adquiere pasara a residir
allí; esto haría más segura y más duradera su posesión [...] pues estando allí
se ven nacer los desórdenes y se les puede buscar remedio rápido...[6]
Dominar
a un pueblo es fácil si los individuos que lo conforman no tienen el hábito de
vivir en libertad, basta con mantener a los súbditos en sus costumbres,
valores, maneras de vida, proveerlos de seguridad y tranquilidad. Los problemas
se presentan en aquellos ámbitos donde las costumbres, instituciones, lenguaje
son diferentes y los individuos tienen la tradición de vivir en libertad, en
tales predios se puede presentar desórdenes. Tales circunstancias ameritan que
el príncipe resida en su nueva adquisición, ello le facilitaría controlar
cualquier tipo de irregularidad que surgiera. También, el príncipe puede optar
por mantener el nuevo territorio como una colonia y dispersar a los súbditos
para evitar cualquier turbación[7], todo
ello con el fin de lograr la obediencia del nuevo pueblo.
Claramente,
Maquiavelo tiene presente que la principal causa de incertidumbre en el
ejercicio del poder lo constituye la práctica de la libertad que se traduce en
la desobediencia al príncipe. Las dificultades surgen en el modo en el que se
configura la articulación entre el poder
y la libertad, por esta razón “a los hombres se les ha de mimar o aplastar”[8].
Así se conserva y se mantiene la obediencia al poder pero no se extingue su
sombra: la desobediencia. Al príncipe se le exige habilidad, templanza,
prudencia para tomar las decisiones apropiadas ante las circunstancias que se
le presenta, buscar aliados, defenderlos, darle seguridad, conseguir apoyo,
minimizar el poder de sus enemigos, no engrandecer en demasía a sus amigos. Un
error político del príncipe pudiera costarle que sus aliados y amigos se
pasaran al bando de sus enemigos y la pérdida del poder.
Las
incertidumbres del poder: la práctica de la libertad por los individuos, la
desobediencia al príncipe y los errores que comete el príncipe en sus acciones
y decisiones sobre las cuestiones de Estado, pueden acarrear el odio del pueblo:
“…quien propicia el poder de otro, labra su propia ruina, puesto que dicho
poder lo construye o con la astucia o con la fuerza y tanto la una como la otra
resultan sospechosas al que ha llegado a ser poderoso”[9].
La certeza del poder: la obediencia de los súbditos, las decisiones y acciones
acertadas tomadas por el príncipe, la seguridad del apoyo de sus aliados y el favor
del pueblo: “…los principados […] se encuentran gobernados de dos maneras
distintas: o por un príncipe y algunos siervos que, convertidos en ministros
por gracia y concesión suya, le ayudan en el gobierno del reino; o por un
príncipe y por nobles, los cuales poseen dicho grado no por la gracia del
señor, sino por herencia familiar…”[10]
Quien
ejerce el poder para conservarlo y mantenerlo requiere del apoyo y obediencia
de aliados incondicionales. Para ello, debe otorgar a su grupo de amigos
privilegios lo que garantizará su lealtad, de esta manera, la consolidación del
poder viene dada por el vínculo entre el príncipe y sus súbditos; la unidad
entre el príncipe y sus socios, ambas situaciones fundamentadas en la opresión.
La forma de poder que se expresa como tiranía tiene como mayor enemigo la
insurrección, rebelión, desobediencia, el deseo de libertad, el descontento de
ciertos aliados: “…Y quien pasa a
ser señor de una ciudad acostumbrada a vivir libre y no la destruye, que espere
ser destruido por ella, pues en la rebelión siempre encontrará refugio y
justificación en el nombre de la libertad y en sus antiguas instituciones,
cosas que jamás se olvidan a pesar del paso del tiempo y de la generosidad del
nuevo señor”[11].
Por
tal razón, la principal fuente de mantenimiento y conservación del poder radica
en instituir la sumisión, fortaleciendo por cualquier medio la obediencia de
los súbditos, de los amigos, de la fuerza militar, dividiendo, disgregando y
dispersando a los individuos[12].
El príncipe necesita de un equipo para consolidar su poder, armar su grupo
depende de su prudencia. Entre sus amigos tiene que rodearse de los mejores y
distanciarse de los aduladores, en su elección muestra lo acertado o no de su
tino. Debe seleccionar individuos “sensatos y otorgando solamente a ellos la
libertad de decirle la verdad, y únicamente en aquellas cosas de las que les
pregunta y no de ninguna otra […] debe preguntarles de cualquier cosa y
escuchar sus opiniones, pero después decidir por sí mismo y a su manera”[13].
En
cuanto a los principados completamente nuevos es fundamental la experiencia,
porque “un hombre prudente debe discurrir siempre por vías trazadas por los
grandes hombres e imitar a aquellos que han sobresalido extraordinariamente por
encima de los demás, con el fin de que, aunque no se alcance su virtud, algo
nos quede de su aroma…”[14].
Los principados completamente nuevos le exigen al príncipe que la actividad del
poder esté determinada por la experiencia, prudencia, virtud y fortuna para dar
frente a las dificultades que se derivan de lo desconocido.
La
configuración del modo de poder entre el príncipe y los súbditos se creará en
la dinámica social particular de ese Estado, se trata de forjar acciones e
instituciones entre el príncipe y el pueblo. Esta fabricación dependerá de la
oportunidad que se le presente al príncipe para mostrar a plenitud su virtud en
el juego que implica el dominio. Es decir, la conservación y mantenimiento del
poder dependerá exclusivamente de las hazañas y maniobras de las que sea capaz
de realizar el príncipe ante aquellos acontecimientos que no dependen de su
voluntad. Se plantea un escenario donde los atributos de la personalidad del
príncipe junto con las circunstancias que emergen del entorno determinarán el
ejercicio del poder y la obediencia del pueblo. El encuentro entre la virtud y
la fortuna solventarán las dificultades que se originan por la incorporación de
nuevas instituciones para fundamentar el Estado y su seguridad, se necesita
tanto de la virtud como de la fortuna, porque si el príncipe llega al poder sólo
por la fortuna y una vez allí no sabe mandar ante la primera adversidad, se
derrumba.
Irrumpir
en lo establecido implica ganarte de enemigos a aquellos que eran beneficiados
por el orden establecido y, tener de aliados a quienes defienden la nueva institución
porque le es provechosa, mover los cimientos hace visible lo desconocido y con
ello el miedo. El príncipe se encuentra entre dos grupos: los que rechazan los
cambios y los que sí los apoyan. Tal contexto representa un peligro para el
príncipe y para el pueblo, puesto que la estructuración de la constitución del
poder como Estado dependerá del tipo de vinculación que se establezca entre el
príncipe y el pueblo. En este caso, generalmente el príncipe se vale de sus
propios atributos personales (experiencia, prudencia, habilidad, templanza) y
de la fuerza. Mediante la represión obliga a los que rechazan las
transformaciones a aceptarlas. En otras palabras, persigue el convencimiento y
la obediencia al poder mediante la represión[15]. El
príncipe tiene que
…asegurarse
frente a los enemigos, ganarse amigos, vencer con la fuerza o con el engaño,
hacerse amar y temer por los pueblos, seguir y respetar por los soldados,
destruir a quienes te pueden o deben hacer daño, renovar con nuevos modos el
viejo orden de cosas, ser severo y apreciado, magnánimo y liberal, disolver la
milicia infiel, crear otra nueva, conservar la amistad de reyes y príncipes de
forma que te recompensen con cortesía solícita…[16]
Del
encuentro entre la virtud y la fortuna pudiera suceder que el príncipe utilice
sus atributos personales en forma despreciable para obtener el poder,[17] o
se valga de su prudencia, experiencia, habilidad para alcanzar el poder
mediante el apoyo del pueblo. Esto último, Maquiavelo lo denomina principado
civil y se caracteriza porque “se encuentran estos dos tipos de humores: por un
lado, el pueblo no desea ser dominado ni oprimido por los grandes y por otro
los grandes desean dominar y oprimir al pueblo; de estos dos contrapuestos
apetitos nace en la ciudad uno de los tres efectos siguientes: o el principado,
o la libertad o el libertinaje”[18].
En este tipo de principado, concurren dos condiciones contrarias que permanecen
en tensión. Unos que tienen apetito de oprimir y otros que tienen deseo de
libertad, este equilibrio de opuestos será lo que instituya el ejercicio del
poder que puede ser la tiranía o la república.
Los
que ambicionan mandar, buscarán hacerlo, si tienen la oportunidad, convirtiendo
en príncipe a algún particular que forma parte del pueblo. En este caso, los
grandes tendrán el dominio escudados por el individuo que convirtieron en
príncipe. Por el contrario, el pueblo instituye príncipe a uno de los grandes
para que con su autoridad los defienda de aquellos que desean oprimirlo. En
principio, pareciera contradictorio porque los poderosos buscan al pueblo para
obtener el poder y el pueblo busca convertir a los superiores en príncipes para
que con la autoridad de su investidura impida que se les oprima. La respuesta
de Maquiavelo a la aparente contradicción la centra en la siguiente frase: el favor del pueblo. El particular que
se convierte en príncipe con el apoyo del pueblo se mantiene en el poder con
facilidad porque: 1) la mayoría desea obedecerle; y, 2) el ejercicio del poder
está en función de evitar la servidumbre del pueblo. En cambio, el particular
que es convertido en príncipe por los poderosos tendrá dificultades para
permanecer en el poder por las siguientes causas: 1) los grandes no están dispuesto
a obedecerle; y, 2) la práctica del poder tiene como fin oprimir a los
individuos valiéndose de un particular proveniente del pueblo. En ambos casos,
destaca el peso que el político florentino le da al favor popular. La certeza que plantea Maquiavelo es que la
auténtica fuente de la manutención y conservación del poder depende del apoyo
del pueblo a la preservación de la forma instituida del poder que se esté desarrollando.
Esta concesión popular contiene en sí misma su propia incertidumbre: el rechazo
del pueblo a la forma de dominio que se esté
desplegando. Por ello, el límite a las acciones y decisiones del
príncipe en la actividad del poder reside en conservar sólidamente el respaldo
del pueblo. Esto es lo que me permite afirmar que la tesis de Maquiavelo en su
libro El Príncipe consiste en lo
siguiente: La certidumbre del poder depende de su propia incertidumbre.
Entre
el pueblo y los poderosos, Maquiavelo sugiere que el príncipe debe conservar al
pueblo de amigo y tener reservas respecto a los poderosos. Si los grandes deciden respaldar al príncipe,
él debe convertirlos en aliados otorgándole privilegios. Si por el contrario,
no lo apoyan por adolecer de una ambición desmedida, entonces el príncipe debe
tratarlos como sus enemigos. “...es necesario al príncipe tener al pueblo de su
lado. De lo contrario no tendrá remedio alguno en la adversidad”[19]. Para
asegurarse en el poder el príncipe tiene que mantener el favor del pueblo, para
ello, debe construir cimientos de roble que le garanticen su obediencia
incondicionalmente. Para el diplomático florentino los principales fundamentos
de los principados hereditarios, mixtos y nuevos “consisten en las buenas leyes
y las buenas armas”[20].
La
fuente del poder es la obediencia y la estructura que sostiene al manantial es
la vinculación entre la ley y las armas. En otras palabras, el Estado se
reserva el ejercicio de la violencia legítima. El eidos del poder se organiza jurídicamente. Ciertamente lo que se
legitima y se legaliza es el uso de la fuerza por el Estado: “...no puede haber
buenas leyes donde no hay buenas armas y donde hay buenas armas siempre hay
buenas leyes”[21].
Las armas evocan violencia, imposición, constricción, miedo, temor, control,
amenaza, defensa, ataque. Todo este significado que le da contenido a la fuerza
a nivel simbólico debe ser generado por el propio Estado y no debe tomarse
prestado de territorios extranjeros. El Estado tiene que disponer de sus
propias tropas si quiere afianzar su poder, esto, reclama del jefe de
Estado perfeccionar su habilidad en el
arte de la guerra: “El príncipe que carece de esta habilidad, carece del primer
requisito que ha de cumplir un jefe militar, porque esa habilidad enseña a
encontrar al enemigo, acampar en los lugares apropiados, conducir el ejército,
disponer el orden de batalla y asediar las ciudades con ventaja tuya”[22]. También
le sirve para obligar al pueblo a obedecer.
De
esta manera, el Estado como institución se conforma por la organización
jurídica del poder que está determinada por el tipo de vinculación que se
desarrolla entre el príncipe y el pueblo. El fundamento de tal sistema descansa
en la obediencia del pueblo, la lealtad de los aliados y amigos, el uso
legítimo de la fuerza que deriva de la creación del propio cuerpo militar,
policial, de seguridad conformado por los particulares que viven en ese Estado.
Los principados que buscan conservar el poder tienen que armar y organizar sus tropas:
“…sin armas propias, ningún principado se encuentra seguro, antes bien: se
halla totalmente a merced de la fortuna, al no tener virtud que lo defienda en
la adversidad […] Y las armas propias son aquellas que están formadas o por
súbditos, o por ciudadanos, o por siervos y clientes tuyos. Todas las demás son
o mercenarios o auxiliares…”[23]
El
poder, la ley, la fuerza se manifiesta en la experiencia, responden a
circunstancias relativas, subjetivas, producto de las acciones humanas. Una
organización social de este tipo determina el comportamiento del príncipe, sus
acciones están estipuladas por las circunstancias que se generen de la propia
dinámica de la práctica del poder: “…un príncipe, si se quiere mantener, que
aprenda a poder ser no bueno y a usar o no usar de esta capacidad en función de
la necesidad”[24].
Es decir, la necesidad de conservar el poder regula los actos del príncipe.
Esto significa, que el príncipe: “…no se preocupe de caer en la fama de
aquellos vicios sin los cuales difícilmente podrá salvar su Estado, porque si
se considera todo como es debido se encontrará alguna cosa que parecerá virtud,
pero si se la sigue traería consigo su ruina, y alguna otra que parecerá vicio
y si se la sigue garantiza la seguridad y el bienestar suyo”[25]. Es
aquí donde Maquiavelo separa el ámbito ético-moral del político, el ejercicio
del poder está determinado por la necesidad de mantener el Estado como
institución que legitima la violencia. Eso es un asunto meramente político y no
moral, por eso, algunas veces las acciones de los príncipes estarán encausadas
por la necesidad de mantener el poder y su comportamiento vicioso está
justificado por razones políticas pero no éticas. En palabras de Honoré de
Balzac: “…Todo se excusa y se justifica, en una época en que la virtud se ha
convertido en vicio, y el vicio en virtud…”[26].
Al
respecto, explica Cappelletti[27]
que Maquiavelo es quien dice que la política consiste en el arte de conquistar,
conservar y acrecentar el poder del Estado, este método es ajeno a la ética.
Por consiguiente, el príncipe como encarnación del Estado está exento de toda
moral. El príncipe solamente se debe ocupar de asegurar la conquista y posesión
del poder. Para el mencionado autor, lo que caracteriza al príncipe, según el
diplomático florentino, es su disposición natural y permanente para obrar in-moralmente[28].
Lo que concierne a la política es la fuerza, el poder del Estado y su
personificación en la figura del príncipe, lo que pone en evidencia Maquiavelo
es que por encima de la ética y de la moral, está la política, por ello, su
naturaleza es in-moral. Así se tiene
que la política se caracteriza por lo siguiente: 1) Se encuentra en un plano
diferente a la moral; 2) Se opone a la moral como arte de lo in-moral; y, 3) Se considera superior a
la moral. Ello es así, porque la política se manifiesta en la experiencia, en
la vida social y no en la teoría, la abstracción, el puro pensamiento. “…la
política es, para Maquiavelo, un cuerpo de reglas para el gobierno…”[29] y
el Estado una entidad in-moral. Cappelletti afirma que el
diplomático florentino describe la forma política del Estado moderno, la cual
se manifiesta como el monopolio de la fuerza militar y de la coacción física.
Comparto
la interpretación de Cappelletti en cuanto que Maquiavelo separa la esfera
política de la ética, enuncia que en el juego del poder la moral queda al
margen. Lo que queda fuera es la moral cristiana-metafísica y la idea clásica
aristotélica que concibe la política como un sistema ético[30].
Pero, deja el campo abierto para preguntarse y reflexionar sobre ¿cómo es, en
qué consiste y qué caracteriza la ética y moral que se está generando en el
Estado moderno?
En
el análisis que desarrolla Lefort sobre Maquiavelo, también destaca la
distancia que toma el escritor florentino con respecto a la visión humanista de
la antigüedad. A Maquiavelo no le preocupa el deber ser porque no hay ejemplos
para regular las instituciones y guiar la acción política. Los clásicos se
ocupan de describir que en una República deberían gobernar los mejores o la
sabiduría de los legisladores. El criterio de estos es el que establece el
orden que reina en la ciudad y en la estabilidad de las instituciones. La
virtud constituye la norma de conducta de los individuos que se desarrolla de
acuerdo al marco de las instituciones establecidas y en las condiciones del
momento. Explica Lefort que Maquiavelo se da cuenta que los modernos son
víctima de la ética cristiana que les prohíbe encontrar en este mundo la medida
última de su acción. En el mundo moderno aceptan de buen grado la servidumbre y
los que mandan son tentados por la tiranía. La virtud es el valor mediante el
cual se mantiene al pueblo en la obediencia, pero también reconoce, que los
modernos son capaces de descubrir los principios de la política, comprender el
sentido de las acciones e instituciones ocultado por la visión clásica.
Según
Lefort, Maquiavelo que vive la atmósfera del Renacimiento, le interesa develar
la verdad efectiva relacionada con lo político, para eso, encuentra que en la
República romana los resortes de la libertad eran eficaces porque no eran
producto de un discurso sobre el bien de la ciudad, de la concordia y de
ciudadanos eminentes. El escritor florentino observa que Roma se edificó por
los acontecimientos; no por una sabia legislación. Estos sucesos se deben a los
conflictos que hicieron que la relación entre el senado y la plebe fuese de
discordia y oposición. Roma acoge el conflicto e inventa respuestas que
mantienen en jaque la amenaza constante de la tiranía. Surgen acciones
políticas con sentido porque los deseos de la multitud de evitar la opresión no
son dañinos, son deseos de reivindicar la libertad. Deseos consustanciales a
los oprimidos que consiste en rechazar la dominación, el deseo desmesurado de
reconquistar o proteger la libertad expresa en el ámbito simbólico, su
necesidad de ser y no de tener. La ley es producto de la desmedida del deseo de
libertad. A Maquiavelo le llama la atención lo que se denomina virtú; una virtud que da al sujeto su
mayor fuerza para resistir a las pruebas de la fortuna y para asegurarle el
mayor poder de acción, en la virtú se conjuga el arte y la acción política.
En
resumen, para Lefort, Maquiavelo muestra que las instituciones romanas nacen de
la improvisación ante los efectos de los eventos. La ventaja de ello, es que
los conflictos en una República ponen al descubierto la tensión entre los que
desean mandar y oprimir, y los que no desean ser mandados ni oprimidos. La
historia de la República romana permite descubrir una relación singular entre
las instancias del campo de lo político que aclara su lógica: el orden de la
ciudad es indisociable de un estilo de devenir porque los accidentes se ordenan
en razón de la lucha de la plebe y el senado. En este contexto, la virtud
consiste en prever y forjar instituciones que resistan a la adversidad, esto le
permite afirmar a Lefort que a
Maquiavelo lo atrae conocer la verdad de hecho y no la ficción; reabsorbe la
moral a la política y la reduce a la técnica; disminuye la virtud y la justicia
a efectos de la necesidad y muestra cuales son las condiciones a partir de las
cuales los hombres son puestos en la necesidad de conducirse como buenos
ciudadanos. Por consiguiente, el arte de lo político consiste en el
conocimiento de la necesidad y tal discernimiento permite concebir
objetivamente los imperativos que se imponen para la edificación y la
conservación de una tiranía; mostrar el conflicto permanente entre el deseo de
los que quieren oprimir y el deseo de los que rechazan la opresión; el bien
común es producto de la necesidad y las pasiones.
De
la lectura de Lefort se deriva que Maquiavelo elucida sobre cuál es la justa estimación de los
medios que utilizan los que desean mandar para obtener el apoyo del pueblo, que
le es indispensable para lograr satisfacer su deseo de opresión. También
sostiene que sólo donde el conflicto logra manifestarse -donde el pueblo se
muestra capaz de resistir a la opresión de los grandes-, se forjan nuevas leyes
y la República merece verdaderamente su nombre porque acoge la división, el
cambio, las oportunidades que ofrece la acción. El filósofo francés muestra que
Maquiavelo busca poner en evidencia el vínculo entre libertad y ley, mostrar
que en toda organización social las diferencias devienen de la vida civil y las
leyes regulan esas desavenencias. Existe una oposición entre dos formas de
gobierno: el gobierno de uno sólo (Príncipe: déspota, tirano) y la República, para
Lefort, Maquiavelo sugiere al príncipe inspirarse en el modelo de la República
que le puede servir de norma, no en el tiránico.
Estoy
de acuerdo con la visión de Lefort, Maquiavelo analiza la realidad efectiva
social y ubica allí lo político. El poder es social y lo social crea sus formas
de poder, por ser social, la fuente del poder, del Estado, de las leyes, de las
armas se deriva de las acciones de los individuos, específicamente de sus
conflictos. El principal desacuerdo que Maquiavelo destaca consiste en la
dinámica que se despliega entre aquellos poderosos que desean mandar y oprimir
y el pueblo que no quiere ser mandado y oprimido. En una primera lectura de su
obra se puede creer que Maquiavelo sólo le preocupa el Estado, el poder, la
fuerza, las armas, reiteradas lecturas de la obra agregan elementos a este
inicial acercamiento. Se constata que la preocupación de Maquiavelo es
evidenciar que la fuente del poder es la obediencia y por esta razón su riesgo
es la desobediencia. El diplomático florentino es reiterativo en afirmar que el
príncipe debe evitar ser odiado por el pueblo, la cuestión de la política
radica en la tensión entre el poder y la libertad y los conflictos que se generan
de su praxis social.
El
príncipe debe saber hacer uso de las leyes y la fuerza dependiendo de la
necesidad de conservar el poder y mantener el apoyo del pueblo: “…existen dos
formas de combatir: la una con las leyes, la otra con la fuerza […] como la primera
muchas veces no basta, conviene recurrir a la segunda…[31]. El
diplomático florentino pone en evidencia que lo político es una esfera que
contiene sus propias diatrivas como son: Estado-sociedad, príncipe-pueblo,
poder-libertad, obediencia-desobediencia, leyes-fuerza, y cómo estos elementos
se organizan y estructuran como una institución legal y legítimamente
conformada[32].
El príncipe debe cuidarse de no perder el apoyo del pueblo, si para mantener el
favor del pueblo tiene que hacer uso de los vicios, pues, procede en función de
ellos porque así protege la práctica del poder: “…es más sabio ganarse la fama
de tacaño, que engendra un reproche sin odio, que por mor de la fama de liberal
verse obligado a incurrir en la fama de rapaz, que engendra un reproche al que
va unido el odio”[33].
Entre ser tacaño y liberal, es preferible que el príncipe elija ser tacaño, tal
defecto lo beneficia porque puede ocuparse de las cuestiones del Estado sin
gravar con impuestos onerosos al pueblo. “Debe por tanto un príncipe no
preocuparse de la fama de cruel si a cambio mantiene a sus súbditos unidos y
leales”[34]. Si
la crueldad es lo que le posibilita mantener el poder, entonces debe valerse de
ese vicio.
En
este mismo contexto, afirma Maquiavelo que el príncipe entre ser amado o
temido, es preferible que sea temido, considera que el temor es un apetito que
depende del carácter del príncipe y permanece porque procede del miedo al castigo.
En cambio, el amor es una pasión que en cualquier momento desaparece porque
depende de la voluntad de los particulares. Lo que debe evitar el príncipe es
ser odiado por el pueblo, esto, es lo que explica que el príncipe use todos los
medios posibles para impedir que tal sentimiento se manifieste. “…No puede […] un
señor prudente -ni debe- guardar fidelidad a su palabra cuando tal fidelidad se
vuelve en contra suya y han desaparecido los motivos que determinaron su
promesa”[35].
El príncipe engaña al pueblo para no perder su apoyo, su actuación es la de un
gran simulador y disimulador. El príncipe debe parecer un individuo lleno de
virtudes aunque sus acciones estén gobernadas por los vicios, se muestra
compasivo, moral, probo, cuando sus acciones son contrarias a lo que exhibe. Detrás de lo público, sus cualidades son la
ambición, lo perverso, la mentira y el uso de la fuerza para oprimir al pueblo[36].
…un
príncipe -y especialmente un príncipe nuevo- no puede observar todas aquellas
cosas por las cuales los hombres son tenidos por buenos, pues a menudo se ve
obligado, para conservar su Estado, a actuar contra la fe, contra la caridad,
contra la humanidad, contra la religión. Por eso necesita tener un ánimo
dispuesto a moverse según lo exigen los vientos y las variaciones de la fortuna
[…] a no alejarse del bien, si puede, pero a saber entrar en el mal si se ve
obligado[37].
Maquiavelo
advierte lo siguiente: la obediencia del pueblo, el príncipe la mantiene por
las leyes o por la fuerza. Cuando las leyes son insuficientes para salvaguardar
el favor del pueblo, entonces, el príncipe recurre a la fuerza. Es decir,
sostiene el apoyo del pueblo mediante la represión. En este contexto, el
príncipe se muestra íntegro, leal, como un individuo de fe, honesto, protector
del pueblo. Bajo la máscara de las supuestas virtudes se manifiesta la
auténtica naturaleza: ambición, deseo de oprimir al pueblo, crueldad, uso de la
fuerza para quedarse en el poder. La mayoría ve la máscara y no al individuo
que la usa, mediante este artificio el príncipe se mantiene en el poder.
…en
las acciones […] de los príncipes, donde no hay tribunal al que recurrir, se
atiende al fin. Trate…un príncipe de vencer y conservar su Estado, y los medios
siempre serán juzgados honrosos y ensalzados por todos, pues el vulgo se deja
seducir por las apariencias y por el resultado final de las cosas, y en el
mundo no hay más que vulgo…[38]
En
la precedente cita, Maquiavelo reafirma que la fuente de conservación del poder
radica en la colaboración que le preste el pueblo al príncipe. En otras
palabras, el surtidor de legalidad y legitimidad del poder consiste en la obediencia
del pueblo al príncipe. Todas las acciones del príncipe deben tener presente
conservar este asentimiento.
…un
príncipe debe tener poco temor a las conjuras cuando goza del favor del pueblo;
pero si éste es enemigo suyo y lo odia, debe temer de cualquier cosa y a todos.
Los Estados bien ordenados y los príncipes sabios han buscado con toda su
diligencia los medios para no reducir a la desesperación a los nobles y para
dar satisfacción al pueblo y tenerlo contento, porque ésta es una de las
materias y cuestiones más importantes para un príncipe[39]
Si
el príncipe se ve en la necesidad de realizar una acción que le pueda generar
el odio del pueblo, tiene que ejecutarla mediante otra persona de su equipo y
no él directamente, su mayor cuidado consiste en mantener y conservar el favor
del pueblo. Lo que descubre Maquiavelo es que la colaboración del pueblo es lo
que efectivamente mantiene el poder, las acciones del príncipe están reguladas
por ese apoyo, de allí, la incertidumbre del poder. Cualquier error que cometa
el príncipe en sus acciones o decisiones cuya consecuencia sea la pérdida del
favor del pueblo es su derrota: “…el odio se conquista tanto mediante las
buenas obras como mediante las malas…”[40]. El
riesgo reside en que el respaldo que confiere el vulgo es inconsecuente y
cambiante, esto se debe a que los individuos se caracterizan por ser:
…ingratos,
volubles, simulan lo que no son y disimulan lo que son, huyen del peligro,
están ávidos de ganancia; y mientras les haces favores son todo tuyos, te
ofrecen la sangre, los bienes, la vida, los hijos […] cuando la necesidad está
lejos; pero cuando se te viene encima vuelve la cara. Y aquel príncipe que se
ha apoyado enteramente en sus promesas, encontrándose desnudo y desprovisto de
otros preparativos, se hunde…[41].
Entonces,
el príncipe tiene que utilizar todos los medios posibles para controlar tales
inclinaciones ínsitas a la conformación antropológica de los individuos con el
fin de mantener y conservar el poder. El favor del pueblo depende de la
fortuna. Por consiguiente, le corresponde al príncipe mediante su virtud domar las
circunstancias azarosas que rodean a la obediencia del vulgo: “…la mejor
fortaleza es no ser odiado por el pueblo, porque por muchas fortalezas que
tengas, si el pueblo te odia no te salvarán, ya que jamás faltan a los pueblos,
una vez han tomado las armas, extranjeros que le presten ayuda…”[42].
El
príncipe también conserva la obediencia de la sociedad aumentando su reputación
ante ella, ofreciéndole distracción y prosperidad al pueblo. Por eso, el
príncipe se muestra al vulgo como su protector, como muna persona capaz de
superar las dificultades y los obstáculos que surjan del transcurrir de la vida.
Si las complicaciones no surgen por la fortuna, entonces, el príncipe las
inventa con el fin de engrandecer su imagen ante los súbditos, dando ejemplos
extraordinarios y emprendiendo grandes empresas[43]. Simultáneamente:
…debe
procurar a sus ciudadanos la posibilidad de ejercer tranquilamente sus
profesiones, ya sea el comercio, la agricultura o cualquier otra actividad, sin
que nadie tema incrementar sus posesiones por miedo a que le sean arrebatadas o
abrir un negocio por miedo a los impuestos […] debe incluso tener dispuestas
recompensas para el que quiera hacer estas cosas y para todo aquel que piense
por el procedimiento que sea engrandecer su ciudad o su Estado […] debe
entretener al pueblo en las épocas convenientes del año con fiestas y
espectáculos…[44]
En
resumen, se puede decir que la obediencia la procura el príncipe mediante las
leyes y las armas. Cuando lo consigue por las leyes el apoyo es legal y
legítimo, si se vale de la fuerza, la cooperación del vulgo dependerá de las
cualidades personales del príncipe y del temor. En este caso, la incertidumbre
del poder cobra relevancia porque la conservación del Estado depende de los
actos del príncipe y de las pasiones de los súbditos. La aprobación de la
mayoría al sostenimiento del poder deviene de la represión. El riesgo consiste
en que la base del poder depende de las armas y no de la propia voluntad de los
particulares. Por consiguiente, la desobediencia y el odio del pueblo al
príncipe constituyen la espada de Damocles del poder.
Para Lefort la
preocupación de Maquiavelo se centra en analizar: cómo se establece el poder en
una monarquía y en una república; cuáles son las estrategias del poder en una
monarquía y en una república, distinguir los tipos de Estado, apreciar el papel
que desempeñan los conflictos de clase en su desarrollo, el dominio del poder,
los múltiples elementos del campo de la política, la desunión del Estado
respecto a la sociedad civil, la división de clase, el deseo de clase en
función de la posición política en la que se encuentra el sujeto. Para el
filósofo francés, la función del príncipe no es el tema fundamental en el
pensamiento de Maquiavelo, el argumento central del pensamiento del diplomático
florentino radica en considerar que lo político consiste en los juegos de las
fuerzas sociales que se organizan en función del poder, del conflicto que se
origina del deseo de los que quieren dominar y el deseo de los que no quieren
ser dominados. Surge la ley, la virtud y la libertad que tomarán la forma de un
tipo de Estado, Lefort destaca que la ley nace de la desmesura del deseo de
libertad vinculado al apetito de los oprimidos quienes buscan una salida a la
dominación. El pueblo cuida su libertad impidiendo que otros se la apropien.
Para el filósofo francés, la cuestión radica en lo siguiente: Maquiavelo
muestra que el deseo de los que quieren dominar no persigue en conservar lo
adquirido, por el contrario, son apetitos peligrosos porque se traducen en la
posesión de riqueza, prestigio, poder; el temor de perder esos bienes desata en
los que quieren dominar los mismos instintos que el deseo de adquirir, pasión
que los empuja a querer obtener más. Los que están en posición dominante no les
interesa establecer la paz civil, su preocupación se centra en el gozo sin
freno de la posesión del poder, del prestigio y la riqueza. Estos deseos se
hacen visibles en la sociedad mediante las acciones de los que quieren dominar,
porque tienden a trabajar en función de extender todo aquello que significa
poder. Esta ramificación del poder despierta el deseo de los que rechazan la
opresión. Del conflicto de estos deseos que se encuentran en oposición se
origina la ley para limitar la prolongación de la potestad de ejercer dominio y
oprimir, con ello, Maquiavelo, deja claro, que la visión clásica no es la
apropiada para dar cuenta de lo político. La antigüedad oculta la división de
clases mediante la oposición de la naturaleza y la ley; se refieren a la
esencia del hombre y de la sociedad, noción totalmente teórica y alejada de la
realidad política. La vida política supone el desarrollo de los efectos de la
división de los deseos.
Al respecto,
dice Lefort, que Maquiavelo demuestra que: el orden de la ciudad requiere la
expansión del deseo de los hombres en el doble movimiento en que se opone a sí
mismo; la organización no resulta de reprimir los deseos mediante la instancia
de la razón. El equilibrio se genera en la puesta en juego de la división y, en
este escenario la represión es un efecto secundario de su expresión porque se
vuelven equivalentes los deseos, la ley y la libertad. Afirma que Maquiavelo
está a favor de un régimen democrático porque deja sentado que una República
nace cuando sus fundamentos se arraigan en el deseo de libertad del pueblo.
Adquiere su forma en la medida que acepta que la necesidad de dar salida a los
conflictos productos de estos deseos le exigen hacer frente a los accidentes,
acontecimientos que surgen de la dinámica de la coexistencia de la oposición de
los deseos entre los que quieren mandar y los que no quieren obedecer. De aquí
que las instancias de lo político se caracterizan porque devienen de las
complicaciones que se manifiestan por la lucha de estos deseos y por lo tanto
no pueden ser deducidas de la razón y la naturaleza. Lo que identifica a un
orden social es mantener el conflicto y no pretender eliminar los deseos. Lo
que tiene que hacer es irrumpir en esa dinámica de fuerzas, pasiones mediante
la ley que deviene del deseo de la libertad que expresan los oprimidos para
poner límites a los sujetos que se encuentran en posición de dominar.
Finalmente, lo
que Lefort quiere resaltar de su lectura sobre la obra de Maquiavelo es que con
la división social se pone en juego la unidad del cuerpo político y la
reivindicación de la libertad implica la transgresión de ese orden de hecho.
Igualmente, subraya que Maquiavelo advierte que el régimen republicano o
tiránico tienen una misma esencia: conquistar la amistad de su pueblo. En la
república los que están en el poder oprimen al pueblo y lo someten a su persona,
en cambio el príncipe libera al pueblo y simultáneamente lo somete. Los órdenes
sociales adquieren su forma institucional por las condiciones en las que se
desarrollan la diferencia de los deseos de clase y las históricas que le son
impuestas. En otras palabras, lo que fija el modo específico de una institución es la relación que el
Estado establece con sus súbditos o ciudadanos; y la relación que los súbditos
o ciudadanos establecen entre sí, según el grado de igualdad o desigualdad
alcanzado. La institución se construye a partir de las respuestas que da a la
actividad efectiva social donde se desenvuelven las diferencias, se oponen las
fuerzas y los deseos de clase. También sostiene que la política se ubica en una
dimensión simbólica de lo social donde el poder es indisociable de su representación
y su experiencia. Lo real no es ajeno a la tensión entre el deseo de oprimir y
el deseo de no ser oprimido, de esa división nace el poder que instituye lo
social como espacio de coexistencia. La función simbólica del poder consiste en
hacer visible en el campo de la representación la tensión entre el deseo de
oprimir y el deseo de no ser oprimido, la división entre el poder y la
sociedad.
Lo simbólico es
ese espacio donde reina la incertidumbre, las creaciones y obras individuales y
colectivas para construir ese modo de la institución. El sentido del orden
social es indeterminado y exige un permanente desciframiento, eso es lo que
posibilita que la experiencia cotidiana adquiera distintas maneras
institucionales específicas acorde con su tiempo. La esencia de lo político es
la libertad y su ejercicio. Lo que implica hacer a los individuos y al
colectivo responsable de sí mismos y de la expresión social en un mundo carente
de referencias, modelos y guías.
Por
último, Lefort evidencia que lo que cambia es la forma como los hombres
responden a las cuestiones permanentes que plantean la organización de una
ciudad. Uno de esos asuntos consistentes se centra en la división entre el
deseo de los que quieren mandar y el deseo de los que no quieren ser mandados.
La solución ante estos acontecimientos que brotan de la experiencia social es
la que surge del espacio simbólico e imaginario porque en cada época el supuesto
remedio deviene de la creación. El enigma de toda institución es tener presente
que el deseo de libertad no puede separarse del deseo de opresión, esta
necesidad social exige urgentemente la invención de la acción.
Apoyándome
en las ideas de Lefort, considero que el tema de Maquiavelo en su obra El Príncipe reside en mostrar que lo
político se ocupa de las relaciones que se entretejen a partir del poder. El
poder es una potestad social, se construye en la experiencia, en las prácticas
que se despliegan entre unos pocos que quieren mandar y oprimir y una mayoría
que no desea la sumisión ni ser oprimida. Por tanto, uno de los aspectos
centrales de la política es el juego entre la certidumbre y la incertidumbre
que acompaña el ejercicio del poder. El equilibrio entre sus certezas y riesgos
dependen del justo medio que el príncipe logre establecer mediante sus actos
entre la obediencia y la desobediencia en la organización social donde se
instituya. Lo que anuncia Maquiavelo es que el peligro del poder es la pérdida
del favor del pueblo. El príncipe puede hacer uso de cualquiera de los medios
que considere pertinente para no dejar el poder. La negación de la libertad
instituye y fortalece el poder como tiranía, la práctica de la libertad limita,
controla y regula al poder como república.
Termino
el presente ensayo con las siguientes palabras de Honoré De Balzac:
…¿ha
estudiado usted los medios por los cuales
los Médicis, simples comerciantes, llegaron a ser grandes duques de
Toscana?
…
…hiciéronse
grandes duques, como Richelieu se hizo ministro […] De lo que acabo de tomar al
azar de la colección de los hechos verdaderos, resulta esta ley: no vea en los
hombres, ni sobre todo, en las mujeres, más que instrumentos; pero no se lo
declare. Adore como Dios al que, colocado más alto que usted, pueda serle útil
y no le abandone hasta que le haya pagado muy caro su servilismo. En el
comercio del mundo, sea áspero y bajo como el judío; haga usted por el poder lo
que él hace por el dinero. Además, no se preocupe del hombre caído, como si no
hubiera existido. ¿Sabe por qué debe conducirse así? [...] Usted quiere dominar
el mundo, ¿verdad? Pues es preciso comenzar por obedecer al mundo y estudiarlo
bien. Los sabios estudian los libros; los políticos estudian los hombres, sus
intereses, las causas generatrices de sus acciones. Así, el mundo, la sociedad,
los hombres tomados en conjunto, son fatalistas; adoran el acontecimiento.
¿Sabe por qué le doy este pequeño curso de historia? Porque le creo lleno de
una ambición desmesurada…[45]
Bibliografía
Cappelletti,
A. (1994), “La política como in-moralidad en Maquiavelo”, en Estado y poder político en el pensamiento
moderno. Mérida, Universidad de Los Andes, Primera edición.
De Balzac, H. (1968). “Ilusiones pérdidas”, en Obras inmortales. Madrid, E.D.A.F., Goya.
Lefort, C.
(2007). El arte de escribir y lo político.
Barcelona, Herder Editorial S.L.
Lefort, C.
(2007). “Maquiavelo y la veritá effetuale”.
En El arte de escribir y lo político.
Barcelona, Herder Editorial S.L.
Maquiavelo, N.
(1982). El Príncipe. Madrid, Alianza
Editorial, Segunda Edición.
Randle,
M. (1998). Resistencia civil.
Barcelona, Paidós, Primera edición.
* Profesor-Investigador
adscrita al Instituto de Filosofía de la Universidad Central de Venezuela. Magister Scientiarium en Filosofía.
Mención Filosofía y Ciencias Humanas. Lic. en Estudios Internacionales; Abogado
y Lic. en Filosofía. Todas cursadas en la Universidad Central de Venezuela. Correo
electrónico: cisnerosmariaeugenia@gmail.com
[1] Lefort, C. (2010). Maquiavelo. Lecturas de lo político.
Madrid, Editorial Trotta, pp. 1-582. Y Lefort, C. (2007). “Maquiavelo y la veritá effetuale”. En El arte de escribir y lo político.
Barcelona, Herder Editorial S.L., pp. 233-277.
[2] “…Nicolás
Maquiavelo (1469-1527), hizo ver la vulnerabilidad de los gobernantes ante el
desafío de sus «agentes» y de la población en general durante un fecundo
período de transición de los «principados civiles» al despotismo absoluto”.
Randle, M. (1998). Resistencia civil.
Barcelona, Paidós, Primera edición, p. 43.
[3] “…Maquiavelo
advierte que el gobernante «que considera como enemigo suyo al conjunto del
público nunca puede sentirse seguro; y que cuanto mayor sea su crueldad, más
débil se tornará su régimen» […] da la impresión de que Maquiavelo suponía que
la renuencia de esos delegados del poder y del pueblo a obedecer órdenes
constituiría el preludio de la conspiración o de una insurrección violenta…” Ibíd, p. 44.
[4] “...para conocer bien la
naturaleza de los pueblos es necesario ser príncipe y para conocer bien la de
los príncipes es necesario formar parte del pueblo”. Maquiavelo, N. (1982). El Príncipe. Madrid, Alianza Editorial,
Segunda Edición, p. 32.
[5] Maquiavelo
“Comprometido en un complot contra los Medici, fue arrestado y confinado en San
Casciano, donde escribió sus Comentarios
a Tito Livio, dedicó el Príncipe a Juliano, hermano del papa León X y murió
al poco tiempo de la restauración de la república florentina”. Cappelletti,
A. (1994), “La política como in-moralidad en Maquiavelo”, en Estado y poder político en el pensamiento
moderno. Mérida, Universidad de Los Andes, Priemera edición, p. 43.
[6] Ibíd., p. 36.
[7] “...en los asuntos de Estado
[...] los males que nacen en él se curan pronto si se les reconoce con
antelación (lo cual es dado sino a una persona prudente); pero cuando por no
haberlos reconocido se les deja crecer de forma que llegan a ser de dominio
público, ya no hay remedio posible”. Ibíd.,
p. 39.
[8] Ibíd., p. 37.
[12] “Cuando […] se
adquieren Estados que están acostumbrados a vivir con sus propias leyes y en
libertad, el que quiera conservarlos dispone de tres recursos: el primero,
destruir dichas ciudades; el segundo, ir a vivir allí personalmente; el
tercero, dejarlas vivir con sus leyes, imponiéndoles un tributo e implantando
en ellas un gobierno minoritario que te las conserve fieles…” Ídem.
[15] “Hierón
disolvió el viejo ejército, formó uno nuevo; abandonó las viejas alianzas y
contrajo otras nuevas. Como tenía entonces aliados y soldados que eran
realmente suyos, estaba en condiciones de edificar sobre tal fundamento
cualquier edificio, hasta tal punto que lo que le costó bastante esfuerzo
conseguir lo pudo conservar con poco”. Ibíd.,
p. 51.
[17] “El siciliano
Agatocles llegó a rey de Siracusa no sólo a partir de una condición privada,
sino incluso ínfima y despreciable […
llegó al principado […] a través de los grados militares, ganados además
con mil molestias y peligros. Y alcanzado su objetivo se mantuvo gracias a sus
muchas decisiones animosas y arriesgadas […] no es posible llamar virtud a
exterminar a sus ciudadanos, traicionar a los amigos, carecer de palabra, de
respeto, de religión. Tales medios
pueden hacer conseguir poder, pero no gloria…” Ibíd., pp. 59 y 60.
[18] Ibíd., p. 63.
[19] Ibíd., p. 65.
[20] Ibíd., p. 72.
[21] Ídem.
[24] Ibíd., p. 83.
[25] Ibíd., p. 84.
[26] De Balzac, H.
(1968). “Ilusiones pérdidas”, en Obras
inmortales. Madrid, E.D.A.F., Goya, p. 615.
[27] Cappelletti,
A. (1994). “La política como in-moralidad en Maquiavelo”, en Estado y poder político en el pensamiento
moderno, pp. 37-49.
[28] “Para Maquiavelo la razón
suprema no es sino la razón de Estado. El Estado (que identifica con el
príncipe o gobernante) constituye un fin último, un fin en sí, no sólo
independiente sino también opuesto al orden moral y a los valores éticos, y
situado, de hecho, por encima de ellos, como instancia absoluta…”. Ibíd., p. 39.
[30] “…siendo mi
propósito escribir algo útil para quien lo lea, me ha parecido más conveniente
ir directamente a la verdad real de la cosa que a la representación imaginaria
de la misma. Muchos se han imaginado repúblicas y principados que nadie ha
visto jamás ni se ha sabido que existieran realmente; porque hay tanta
distancia de cómo se vive a cómo se debería vivir, que quien deja a un lado lo
que se hace por lo que se debería hacer, aprende antes su ruina que su
preservación: porque un hombre que quiera hacer en todos los puntos profesión
de bueno, labrará necesariamente su ruina entre tantos que no lo son…” Maquiavelo
N. (1982). El Príncipe, p. 83.
[32] “…de la parte
del príncipe está la autoridad del principado, las leyes, el apoyo de los amigos
y del Estado que actúan en su defensa […] el favor popular…”. Ibíd., p. 95.
[36] “…parecer
clemente, leal, humano, íntegro, devoto, y serlo, pero tener el ánimo
predispuesto de tal manera que si es necesario no serlo, puedas y sepas adoptar
la cualidad contraria…” Ibíd., p. 92.
[43] “…un príncipe
debe ingeniárselas, por encima de todas las cosas, para que cada una de sus
acciones le proporciones fama de hombre grande y de ingenio excelente”. Ibíd., p. 109.
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