Pornografía:
La estética de la perversión
María
Eugenia Cisneros Araujo
Max Sauco
La sexualidad humana es, independientemente de las represiones
cristianas, un fenómeno muy discutible, y se cuenta, al menos potencialmente,
entre las experiencias extremas de la humanidad, y no entre las comunes. Por
muy domesticada que esté, la sexualidad continúa siendo una de las fuerzas demoníacas
de la conciencia humana, que nos empuja esporádicamente hacia los deseos
prohibidos y peligrosos, los cuales abarcan desde el impulso a perpetrar un
acto súbito de violencia arbitraria contra otra persona, hasta el anhelo
voluptuoso de extinguir la propia conciencia, de morir literalmente. Incluso en
el plano de la simple sensación física y del estado de ánimo consiguiente, el
acto sexual se parece tanto, si no más, a un ataque epiléptico, como al acto de
ingerir una comida o de conversar con otra persona. Todos han experimentado
(por lo menos en su fantasía) un encanto erótico de la crueldad física y la
atracción erótica de elementos que son depravados y repulsivos. Estos fenómenos
forman parte del espectro auténtico de la sexualidad, y si no se los quiere
descartar como simples aberraciones neuróticas, aparece un cuadro distinto del
que postula la opinión pública ilustrada. Distinto y menos simple.
Sunsan Sontag La imaginación pornográfica
... el porno fascina porque es el único testimonio de creación
imaginable que aborrece el talento, que requiere de la ausencia de talento para
existir en toda su pureza, y que será tanto más logrado cuanto menos talento
contenga
Andrés Barba y Javier Montes La ceremonia del porno
... la unión de los sexos sólo frotación de vientres acompañada de la
eyaculación, en virtud de un espasmo, de un líquido viscoso...
Marco Aurelio Meditaciones
Introducción
Este ensayo tiene como fin mostrar
que la literatura es un género artístico que permite plasmar el lado oscuro destructivo
presente en todos los individuos y que unos pocos materializan con acciones
concretas. La manifestación de nuestras pasiones más bajas generalmente está asociada
a situaciones sexuales extremas que desatan celos, envidia, inseguridad, odio,
miedo, rabia, inclinación a producir dolor, disfrutar del dolor. Se trata del
sexo como vehículo estimulador de nuestros demonios. Para ello, la primera
parte, referirá a explicar qué se entiende por literatura pornográfica como
género artístico apoyándome en las tesis de Susan Sontag y Barba y Montes, así
como a dar ejemplos de ello, para demostrar que en nuestro presente sí existe
una género literario pornográfico artístico que mantiene vivo mediante sus
narraciones las obscenidades de las que son capaces los individuos en la época
que les toca vivir. En la segunda parte, busco investigar sobre la perversión
como el lado oscuro destructivo para determinar que le es consustancial a la
naturaleza humana: la maldad, las acciones bajas, viles, infames. Para desarrollar
esta idea utilizo las tesis expuestas por Bataille, Foucault y Roudinesco donde
claramente se puede observar que los tres coinciden en aceptar las pasiones
desmesuradas como intrínsecas a la naturaleza de todos los individuos.
Asimismo, se notará que la perversión es individual, colectiva y social. Se
presenta una situación que en apariencia es un contrasentido, pero que en
términos factuales no lo es: La ley, la política, la moral, la ética, la
economía condenan los actos perversos y al mismo tiempo los producen. El
interés es la producción y consumo de la perversión como negocio. Queda
excluida cualquier tipo de reflexión filosófica que pueda aportar claves para
aceptar y desarrollar herramientas para manejar esta dimensión humana. Se
concluye que este espacio aún sigue siendo desconocido y sólo tenemos
conocimiento de este cuando aparece en la escena social mediante acciones
específicas: violación, asesinato, crimen, secuestro, desfiguración, entre
otros. Se afirma que a pasar de este desconocimiento, lo que sí se puede hacer
es manipular este campo para convertirlo en un fructífero negocio que estimule
el consumo y su producción.
Max Sauco
1.-
La pornografía como género literario
En este apartado me ocuparé de
analizar qué se entiende por género literario pornográfico artístico a partir
de las tesis de Susan Sontag y Barba y Montes con el fin de mostrar que este
género aún está vigente y se encarga de preservar la historia perversa sexual
de las que somos capaces los individuos.
La preocupación de Susan Sontag se
centra en encarar a la pornografía desde la literatura. La cuestión a discutir
en su tesis es si se puede considerar los temas pornográficos expuestos en
textos literarios como un género artístico. De acuerdo a lo que explica la
autora, hasta ahora la tendencia al rechazo a estimar a la pornografía como un
tipo de género literario es mayor que a aceptarla. Sontag expondrá una serie de
razones por las cuales ella considera que sí existe un tipo de literatura
pornográfica que representa rasgos estéticos cuyo contenido manifiesta un tipo
de conocimiento. Aquí me ocuparé de exponer los motivos de Sontag para sostener
que la descripción de actividades sexuales desmesuradas plasmadas en forma de
literatura constituye un género que se puede considerar como arte.
Para Sontag existen tres tipos de
pornografía según sus ámbitos de desarrollo: 1) como elemento de la historia
social; 2) como fenómeno psicológico; y 3) una modalidad dentro de las artes. A
Sontag le interesa explorar el tercer tipo: la pornografía como género
literario artístico.
En ese contexto, el género literario
pornográfico será aquel documento que se le reconozca un mérito artístico. De
esta manera, Sontag quiere destacar la auténtica literatura pornográfica de
aquellas publicaciones que no lo son, como las dirigidas a alagar a las masas.
Lo cierto es que las posiciones sociales a favor o en contra de la pornografía
también arropan a la literatura, creaciones que no escapan a ser censuradas,
prohibidas. Generalmente se identifica a la pornografía como la producción de
un tipo de mercancía que estimula su autoproducción y consumo, pero no se
reconoce como un tema susceptible de análisis, de reflexión filosófica y
literaria. Sencillamente se toma como la representación de las fantasías
sexuales que interrumpen el desarrollo de lo que se considera la normalidad
sexual para que las compren quienes estén interesados en contemplar este
material. En otras palabras, el sentido que generalmente las sociedades le
atribuyen a la pornografía como significación social es el de patología colectiva
o la enfermedad de toda una cultura al asumir que este ámbito
presenta en el orden de lo colectivo las obras como símbolos de fracaso o de la
deformación de la imaginación. A pesar de este señalamiento y la
represión sexual que ello genera, motivado por la religión, la ignorancia
fisiológica, el orden político, esta misma situación estimula la producción de
literatura pornográfica (en libros, blogs, etc.), lo que constituye uno de las
cuestiones a elucidar por las sociedades presentes.
Sontag resalta que una sociedad que
se asienta en la represión tiene como contrapartida la resistencia o subversión
representada en la pornografía. En consecuencia, estas prácticas creativas de
vida no sólo pueden limitarse al ámbito moral, político, porque existe un aspecto
a tomar en cuenta dado el dinamismo que los mismos ciudadanos le imprimen, como
lo es la posibilidad de valorar las obras pornográficas como literatura.
Para la autora generalmente las
obras pornográficas no se reconocen como literatura por cuatro razones: 1) La
función de la literatura no consiste en excitar sexualmente al lector; 2) Según
Adorno las obras pornográficas comienzan y no tienen un final, es decir,
carecen de un comienzo-nudo-desenlace como los auténticos libros
literarios; 3) Los textos pornográficos presentados como libros no suscitan
ningún tipo de interés porque el único medio utilizado es el lenguaje escrito y
esta forma no es capaz de producir en el lector fantasías no verbales como las
imágenes que muestran las pantallas; y, 4) La pornografía solo le interesa la
interacción de cuerpos despersonalizados y no la complejidad humana como seres
de sentimientos, emociones que se relacionan entre sí.
Según estos cuatro argumentos el
valor literario de los textos pornográficos es nulo. Contrariamente a lo
expuesto, para Sontag, una obra literaria pornográfica sí puede excitar
sexualmente al lector y también tiene un comienzo, un nudo y un desenlace bien
estructurados. Incluso se puede encontrar personajes con emociones,
motivaciones aunque estas no sean consideradas “normales”. Lo fundamental en
una obra literaria es que refiera “las complejidades de la mismísima
conciencia, como medio a través del cual existe y se constituye un mundo”[1], y esto lo
puede mostrar una obra pornográfica de género literario.
Algunas veces el autor no busca
mostrar en su texto la tensión en la descripción de las relaciones personales y
sociales, tan solo persigue construir un algo inanimado. También en ocasiones
busca mostrar los “extremos del sentimiento y la conciencia humana... estados
que excluyen... el flujo mundano de sentimientos, y que sólo están ligados
casualmente a personas concretas, como en el caso de la pornografía”[2]. Lo que
quiere indicar Sontag es que existe, aunque algunos críticos ingleses y norteamericanos
no lo quieran aceptar, una literatura pornográfica que pertenece al arte. Esta
forma de literatura muestra las complejidades de la conciencia a partir de la
cual se constituye un mundo mediante la descripción minuciosa de sentimientos
extremos que se desarrollan causalmente entre personas concretas. Ciertamente:
“... el arte (y su elaboración) es una forma de conciencia; los
materiales del arte son las diversas formas de conciencia. No existe ningún
principio estético en virtud del cual se pueda interpretar que esta
concepción de los materiales del arte excluye hasta las formas extremas de
conciencia que trascienden la personalidad social o la individualidad
psicológica[3]”.
Filosóficamente hablando no existe
un fundamento universal válido para determinar que ciertas obras son literarias
y otras no. La producción literaria como creación artística responde a
múltiples factores, variables formas espontáneas y determinadas, contingentes y
necesarias, imaginativas y racionales que en la libre asociación imaginativa
producen un modo de presentar situaciones extremas de conciencia y una de ellas
consiste en la descripción minuciosa de las prácticas sexuales que inventan los
individuos y se desarrollan en un plano narrativo que muestra frontalmente la experiencia
de la fantasía sexual llevada a cabo por los individuos (hombre-mujer;
mujer-hombre-mujer; hombre-hombre; mujer-mujer, hombre-mujer-hombre, entre el
abanico de todas las posibilidades que se elija y se practique). La literatura
pornográfica mediante la narración, descripción de las fantasías sexuales
libera a la conciencia de la represión social cotidiana a la cual está
sometida, permitiendo la manifestación espontánea de los sentimientos extremos
que son parte de la naturaleza humana de todos los individuos.
La literatura pornográfica se
distingue por su hiper-realismo: exagerar la dimensión, números y duración de
los orgasmos, la variedad de las potencias sexuales, los diferentes caminos por
los que se puede acceder a la variedad de las potencias sexuales, la
magnificación de la energía sexual. Todo ello constituye los elementos
creativos de una literatura específica que explora otro espacio de la
conciencia: la imaginación ilimitada de las prácticas sexuales que desarrollan
los individuos[4].
Lo que caracteriza a la literatura pornográfica como arte es “la originalidad,
la minuciosidad, la autenticidad y la fuerza de la misma conciencia
trastornada, tal como ésta se encarna en la obra...la exclusividad de la
conciencia que se corporiza en los libros pornográficos no es en sí misma
anómala ni antiliteraria”[5]. Lo que
hace que un texto pornográfico sea literario es la capacidad del autor de
explayar en la narrativa sus genuinas obsesiones para que la descripción de la
trama sexual se transmita con la misma fuerza como se imagina o se vive. Desde
esta perspectiva, para Sontag la finalidad de la literatura pornográfica no
puede reducirse al solo efecto de provocar la excitación del lector, pues en
este campo intervienen otros aspectos que son importantes tomar en cuenta
respecto al lector como: su experiencia sexual, su personalidad y su cuerpo.
Lo
que busca la literatura pornográfica como arte es dislocar la psique,
movilizarla para hacerla flexible al acceso de este lado humano. Así que el
lector ante un libro pornográfico eventualmente puede o no excitarse
corporalmente. La fuerza de los textos pornográficos como literatura a nivel de
arte consiste en la estructura de las fantasías y representaciones cuando el
autor logra convertir las palabras en imágenes. Se estimula la parte
imaginativa del lector cuya vivencia se puede o no manifestar en el cuerpo. Con
ello la literatura pornográfica deja un espacio al lector para que este emita
sus propias respuestas ante la afectación imaginativa de la que está siendo
objeto mientras lee “La imaginación pornográfica prefiere por su propia
naturaleza, los convencionalismos estereotipados en materia de personajes,
escenarios y acción. La pornografía es un teatro de tipos, nunca de individuos
...”[6] Es un
teatro porque es una representación de las prácticas sexuales humanas que
despoja a los individuos del pudor y les recuerda su parte instintiva haciendo
uso de los roles establecidos socialmente (empresario, sacerdote, militar,
monja, juez, rector de una universidad, magistrado, entre otros) deja al
descubierto un ámbito de la realidad de los individuos generalmente cercenado
lleno de prejuicios por la normativa social. Se cuestiona lo establecido
rescatando los mismos valores secuestrados por la religión, la política, la
moral. La pornografía separa lo auténtico para la naturaleza humana de lo que
le es inauténtico. “A los personajes de la pornografía, como a los de la
comedia, sólo se les ve desde fuera, en función de su comportamiento... de modo
que el tono básico de la pornografía aparece desprovisto de afecto y de
emoción”[7].
El hecho es que la literatura
pornográfica expresa un modo de vida social que destaca los gustos y prácticas
sexuales que realizan los individuos en una época determinada y esto se puede
expresar mediante textos literarios, históricos, filosóficos. Una muestra de
ello se encuentra en el libro de Thomas W. Laquer Sexo solitario. Una
historia cultural de la masturbación. Allí, entre otros temas, el autor
muestra cómo fueron los inicios de la masturbación, comienzo que sitúa
alrededor de los años 1708-1716 cuando un autor anónimo escribió un breve
tratado largamente titulado Onania; o, el atroz pecado de la autopolución y
sus terribles consecuencias, indagado en ambos sexos, con consejos espirituales
y físicos para aquellos que han dañado con esta abominable práctica. Y una
provechosa admonición a la juventud de la nación de ambos sexos, donde
inventó una nueva enfermedad un mecanismo que genera culpa porque:
“cualesquiera sean sus causas inmediatas, ese pecado tiene amplia
difusión porque quienes lo practican ignoran que están haciendo lo incorrecto,
pues lo que hacen parece libre de las habituales objeciones de la conciencia y
de la comunidad, y además no parece tener consecuencias dañinas para la salud”[8].
Con este breve tratado se pone por
escrito una actividad sexual humana que se presenta como una situación extrema
al considerarla antinatural y corruptora del propio cuerpo porque los jóvenes
(hombres y mujeres) consiguieron la satisfacción sexual mediante la exploración
de su cuerpo en solitario mediante el onanismo. Para esa época el onanismo era
una “... práctica antinatural por la cual personas de ambos sexos pueden
corromper sus propios cuerpos sin la asistencia de otros. Mientras se abandonan
a la sucia imaginación, se esfuerzan por imitar y procurarse aquella sensación
que, según Dios dispuso, ha de acompañar al comercio carnal entre ambos sexos
para la continuidad de nuestra especie”[9]. Lo que se
propone investigar Laqueur en ese capítulo es por qué la masturbación se
convirtió en un problema moral perturbador en esa época. Es un texto que da
cuenta de la historia de la masturbación y la significación imaginaria que cada
sociedad le atribuyó desde 1708 en
adelante. El imaginario pornográfico la mayoría de las veces retrata con mayor
veracidad el modo de ser de una sociedad que el político, social, psicológico,
jurídico. Así “el apetito sexual humano es una función natural y placentera; y
que lo <<obsceno>> es un convencionalismo, la ficción que una
sociedad convencida de que hay algo detestable en las funciones sexuales
humanas y, por extensión, en el placer sexual, impone a la naturaleza”[10].
La literatura pornográfica le
muestra al lector que somos seres humanos sexuales y que nuestra realización
personal no es distinta a nuestra realización sexual. La literatura
pornográfica se vale de la descripción cruda de los órganos y actos sexuales para
evidenciar con fuerza la transgresión a determinada regla moral. Describe
fantasías eróticas donde los individuos realizan lo que está prohibido por la
religión, la política, la sociedad, la moral, la ética y las buenas costumbres
en lo atinente al ejercicio sexual. La realización de lo prohibido generalmente
despierta la imaginación del lector y lo lleva a sentir que es testigo de actos
perversos así como de las posibilidades estéticas del desarrollo de otros actos
sexuales. En este sentido, la literatura de lo obsceno presenta a la
pornografía como un ámbito donde se generan actos sexuales estéticos que dotan
a la literatura pornográfica de artística. La literatura pornográfica describe
intenciones y actividades sexuales, es decir, todo lo que sucede está
relacionado con un acontecimiento erótico. De esta manera, la literatura
pornográfica ofrece la oportunidad de ser un desahogo de la constante represión
a la que los individuos se ven sometidos en su cotidianidad por el modelo
social establecido, brinda el espacio para que el lector se dé cuenta que el desarrollo
personal está íntimamente vinculado con el sexual, pero también puede despertar
acciones constructivas o destructivas. Esta sacudida que se puede producir en
el lector se debe a que la literatura pornográfica muestra un aspecto de verdad
sobre el sexo, la sensibilidad, la personalidad individual. Esta dosis de
verdad es la que puede ser expresada con rasgos estéticos para posibilitar su
valoración como una obra de arte y pueda ser compartida por varios individuos.
“Este discurso que podríamos definir como la poesía de la transgresión también
es conocimiento. El transgresor no sólo viola una norma. Va a donde los demás
no van y sabe algo que los demás no saben”[11]. La
literatura pornográfica como arte aporta al lector un tipo de conocimiento
imaginativo de la experiencia de la ocurrencia de actos sexuales entre
individuos donde se desata lo constructivo o lo destructivo. El problema para
Sontag radica en los usos que los individuos le puedan dar a este tipo de
conocimiento pues no todas poseen las condiciones necesarias para captar este
tipo de información: “La pornografía no es más que una de las muchas mercancías
peligrosas que circulan por esta sociedad y, a pesar de su falta de atractivo,
es una de las menos letales, de las que menos cuestan a la comunidad en
términos de sufrimientos humanos ... El problema no gira en torno de la existencia
de la conciencia o el conocimiento, sino en torno de la calidad de la
conciencia y el conocimiento. Y esto invita a meditar sobre la calidad o el
refinamiento del sujeto humano, el más problemático de todos los patrones... ”[12]. En este
punto, Sontag destaca una cuestión fundamental a mi modo de ver, y es precisar
que la crítica, la censura, el rechazo que tiene la pornografía por parte de la
mayoría de los individuos apegados a la hipocresía social si se ve en un plano
universal es un mal menor en comparación con otras situaciones que impiden el
desarrollo de una sociedad y que son verdaderos problemas como: la violencia,
la corrupción, el terrorismo, el racismo, la discriminación, la desnutrición,
los totalitarismos, la guerra, entre otras.
La cuestión de la pornografía es un
asunto que amerita ser reflexionado, analizado, elucidado objetivamente para
evidenciar que es un fenómeno humano que tiene que ver con su existencia y que
las aristas que contiene son rasgos a considerar porque se quiera o no es una
significación imaginaria social que aparece en la escena práctica con unas
características que le son propias y que hablan de una forma de ser individual
y social como lo son las prácticas de los actos sexuales vividas por los
individuos y el colectivo como un modo de socialización permanente y en
continua dinámica que sirve de resistencia a las formas represivas que establece
la sociedad para docilizar a los individuos en su individualidad y como parte
del colectivo.
En resumen, Sontag aborda el asunto
de la pornografía desde lo literario. Su estudio sobre este fenómeno radica en
postular que sí existe un género literario artístico pornográfico. Tal género
responde a unas características propias y únicas que se dedican a la
descripción de la actividad sexual que se desarrolla entre personajes causal o
casualmente relacionados cuyo fin es magnificar las distintas situaciones
eróticas que se pueden generar entre ellos como una forma más de vida. En otras
palabras, la idea central a partir del cual se construye esta literatura es la
descripción mordaz, hiper-realista, exagerada de la actividad sexual como
formas de realización de acontecimientos eróticos. De su contenido se deriva un
conocimiento que se le ofrece al lector donde se le brinda la oportunidad de
acceder a un lado proscrito por la moral pero que es parte de la naturaleza
humana y cuyo desarrollo a su máxima expresión va en conjunción con la
evolución personal, individual. Además de enterarse de las distintas
modalidades de cómo los individuos y la colectividad realizan su experiencia sexual-social
en la institución que les toca vivir.
Andrés Barba y Javier Montes se
encuentran a favor de la precedente afirmación con ciertas diferencias en
cuanto a la argumentación de Sontag. Barba y Montes en su libro La ceremonia
del porno[13] señalan
que la narración pornográfica no está sometida a las características de la narración
tradicional. Esta última se estructura en función de una veracidad, realismo y
coherencia. En cambio, la narración pornográfica crea su propia forma
descriptiva y busca salirse de esta estructura tradicional. Sontag sostiene que
la excitación sexual o no del lector no es la finalidad de la literatura
pornográfica porque esta se dirige a estimular la imaginación. Contrariamente a
Sontag, Barba y Montes afirman que “En la narración pornográfica la veracidad
se sostiene sólo en tanto que la excitación se produce, y abarca sólo hasta que
esa excitación se resuelve... La coherencia de la narrativa porno... Está
dirigida precisamente a lograr que el espectador se excite...”[14]. Es
fundamental para el lector imaginar que la penetración, la felación están
ocurriendo efectivamente en la práctica. Esta situación entre la veracidad y la
verosimilitud, el sentido y el sinsentido es uno de los aspectos que
caracteriza la narración pornográfica. Cuando la narración pornográfica exagera
en la descripción de las situaciones sexuales hasta el punto de presentarlas
irreales produce el efecto contrario en el lector: la percepción de exceso de
realismo produce el gozo sensual corporal. Este juego de ambigüedad entre lo
real y lo irreal en la presentación narrativa de los juegos sexuales es lo que
le interesa a la literatura pornográfica.
Barba y Montes coinciden con Sontag
en sostener que la narrativa pornográfica no le interesa mostrar la complejidad
del proceso de afectividad entre los personajes. Según ellos, lo que busca la
literatura pornográfica con los personajes es mostrar el “deshacerse para
envestirse y manifestarse”[15] No se
trata de exhibir al personaje como un individuo con sentimientos. Se trata de
presentar al personaje como un cuerpo que se encarna como un simple objeto
sexual. La literatura pornográfica resalta la manifestación corporal de los
personajes. La interacción se da por el encuentro de los cuerpos como objetos
en movimientos cuyo eje central es el sexo.
También coinciden con Sontag en
reconocer que la narrativa pornográfica sigue un esquema de
“planteamiento-nudo-desenlace”[16]. Para
Barbas y Montes el nudo consiste en la capacidad descriptiva de mostrar las
deformaciones en el rostro, en el cuerpo y las desvinculaciones de algunos
miembros del cuerpo producto de las prácticas sexuales morbosas (felación,
penetración, masoquismo, entre otros). Desde este punto de vista, los
personajes se presentan desde la modificación de sus estados corporales y no
desde su interioridad existencial y moral. El desenlace consiste en la
eyaculación que se deriva de las escenas que componen el nudo.
La idea central a destacar en este
punto es que la naturaleza del género literario pornográfico no responde a
modelos ni a estructuras pre-establecidas. Por el contrario, genera sus propios
modos de expresión creativa. El sexo como imagen que se vive como gozo perverso
o como gozo sublime tiene su origen en las prácticas imaginativas de los
individuos cada vez que dan rienda suelta al disfrute del placer eminentemente
sexual.
Los planteamientos precedentemente
expuestos, en mi criterio, aun siguen estando vigente, pues en la actualidad se
encuentran libros donde las narraciones exploran la pornografía como forma
literaria artísticas; las actividades sexuales extremas para mostrar formas
existenciales y de comportamientos individuales y sociales. Referiré aquí
algunas obras que considero se ajustan al género literario que señalan los
autores mencionados.
Deseo de Elfriede
Jelinek. Es un libro con un comienzo, nudo y desenlace. La trama se centra en
lo siguiente: el director de la fábrica por miedo al contagio del sida decide
hacer uso de su esposa en la misma medida que lo hacía con las prostitutas que
había frecuentado. En el hogar comienza a sucederse una serie de actividades
sexuales obscenas y violentas que ocurren incluso bajo la mirada de su propio
hijo. Esta situación llevará a la esposa a buscar un amante más joven que ella
a quien convertirá en su verdugo. A la par de esta descripción Jelinek
desenmascara las hipocresías de la sociedad contemporánea y su sexualidad
enfermiza. A continuación dos párrafos de la novela donde se puede detectar las
máscaras sociales sobre las relaciones humanas y la actividad sexual extrema:
“La mujer yace desparramada, abierta al mundo, en el suelo, con
alimentos viscosos esparcidos sobre ella, y es subastada por un efecto y varios
efectos. Sólo su marido negocia con ella, y negocia completamente solo. Y ya
cae en el amueblado vacío de la habitación. Sólo su propio cuerpo le hace
justicia, y cuando lo desea puede hacerse oír y retumbar en el deporte. Como
una rana, la mujer tiene que abrir las piernas hacia los lados, para que su
marido pueda mirar dentro de ella lo más posible, hasta la Audiencia Provincial
para causas Penales, y examinarla. Está por entero bañada y cagada por él,
tiene que levantarse, dejar caer al suelo las últimas cáscaras e ir a buscar
una esponja para limpiar al hombre, ese enemigo irreconciliable de su sexo, de
sí mismo y del flujo que ella ha producido. Él le mete el índice derecho bien
hondo en el ano, y con los pezones colgando ella se arrodilla sobre él y
limpia, el cabello en los ojos y en la boca, sudor en la frente, saliva ajena
en la garganta, la blanca ballena asesina allí ante ella, hasta que la amable
luz se pone, llega la noche y este animal empieza a fustigarla de nuevo con su
rabo”[17]
“... quizá el sexo sea la naturaleza del ser humano quiero decir, que
la naturaleza del hombre consista quizá en correr detrás del sexo, hasta que,
visto en su integridad y en sus limitaciones, se vuelve tan importante como él.
Un símil le convencerá a usted: el ser humano es lo que come. Hasta que el
trabajo lo convierte en un sucio montón, en un muñeco de nieve fundida. Hasta
que, lleno de cardenales desde su nacimiento, se le cierra hasta el último
agujero en el que esconderse. Sí, los hombres, hasta que al fin son
interrogados y conocen la verdad sobre sí mismos... Entretanto escúcheme: Estos
indignos son importantes y hospitalarios un único día, cuando se casan. Pero ya
un año después se les piden responsabilidades por sus muebles y vehículos.
Sucede una detención masiva cuando ya no pueden pagar los plazos. ¡Pagan a
plazos hasta las camas en las que se revuelcan! Sonríen a los rostros de los
extraños que los llevan a sus pesebres, para que puedan hacer volar unas
briznas de heno al aliento de su sueño, antes de seguir adelante. Pero nosotros
tenemos que levantarnos todos los días a horas intempestivas, somos forasteros
y estamos lejos, y solamente vemos nuestra pequeña calle, donde entretanto
nuestras primorosas parejas son codiciadas y usadas por otros. Y en las mujeres
debe arder un fuego. Pero no son más que muertos nidos de pasión, sobre los que
la sombra del atardecer cae ya en la mañana, cuando desde las gargantas de sus
camas en las buhardillas, donde tiene que atender a los niños, reptan
directamente hasta el estómago de la fábrica ...”[18]
En estos párrafos se puede admirar
la narrativa mordaz de la autora en la descripción del tono sexual que se está
desarrollando entre el director de la fábrica y su esposa. No se trata de un
vínculo amoroso, se trata de recrear las imágenes en torno al mero sexo
mediante el lenguaje. La hiper-realidad con la que se muestra el poder de
dominación que ejerce el director de la fábrica sobre su esposa. Su dominación
está marcada por las pasiones más bajas que son las que excitan al señor. La
esposa es un instrumento pasivo reducido a un objeto que sólo recibe lo que su
dueño desee hacerle y darle. Ella está en el suelo cubierta con una mezcla de
excremento y cualesquiera tipo de alimentos viscosos, ella debe abrirle las
piernas al señor para que este haga lo que quiera. Como una esclava debe
limpiar a su amo y luego nuevamente el propietario continúa su actividad sexual
penetrando con su dedo índice el ano de la esposa. En palabras de Sontag se
trata de una obra que se vale de las convenciones sociales de personajes,
roles, en este caso el dueño de una fábrica, un pequeño empresario. Además es
una descripción donde los personajes son vistos en función de su comportamiento
sexual extremo desprovistos de cualquier afecto y emoción. Toda la trama gira
alrededor del sexo que también le sirve para denunciar como aquellas personas
que se valen de los papeles que le asigna la sociedad se venden como garantes
de la moral y las buenas costumbres. Cuando son desenmascarados aparece en
escena su naturaleza perversa generalmente escondida bajo los
convencionalismos. La autora muestra en su narrativa los sucesos de dos mundos
el aparente y el verdadero. Un aparente estructurado que muestra un es que no
es y un mundo verdadero donde lo que no es sí es. Aunado a ello, tal como
explican Barba y Monte, también se puede observar que los personajes son
simples objetos que interrelacionan a partir de sus cuerpos y el vínculo que
los une es el sexo. La descripción se centra en las modificaciones,
alteraciones y padecimientos a los que es sometido el cuerpo, en este caso, de
la mujer.
Siguiendo con la idea de género
literario pornográfico como arte también se puede mencionar Jotaro el
masoquista de Junichiro Tanizaki. Jotaro padecía una inclinación morbosa:
masoquismo. Placer del que estaba impedido disfrutar porque las mujeres
japonesas no prestaban ese servicio. La pasión se volvió tormento, frustración
hasta llegar a la desesperación, momento en el que consiguió la solución, pagó
a un amigo por una chica joven para entrenarla en las prácticas masoquistas. A
continuación la transcripción de algunos párrafos para mostrar la narrativa del
gozo de Jotaro ante el dolor físico:
“Será necesario explicar aquí esta inclinación morbosa de Jotaro, que
solía deprimirse al pensar en ella como si se tratara de un vicio repugnante o
de un desafortunado destino que se le hubiera impuesto como castigo. Desde
luego, la había ocultado como un secreto muy íntimo cuidado de no revelarla
delante de sus amigos, pero en realidad aquella inclinación no comportaba la
gravedad que él imaginaba. Para decirlo de una vez: Jotaro era un clásico Masochisten,
un masoquista hecho y derecho. No sólo disfrutaba del desprecio de las mujeres,
sino que encontraba un placer supremo en ciertos maltratos que implicaran algún
sufrimiento físico... Ya no podía vivir sin imaginar que lo sometían a crueles
torturas, y solía extasiarse en medio de alguna disparatada representación
teatral creada por su mente viciosa sólo para su placer. En aquel mundo de
ensoñación, una tropa de bellas e inocentes criaturas, imaginadas a su antojo
como objetos de adoración, acudía para someterlo a las más refinadas torturas.
Algunas veces aparecía un hermoso compañero con la figura de Gonpachi Shirai,
en el papel de Kumosuke, para montarlo a horcajadas y luego atravesarle el
cuello con una daga. En otras ocasiones era una vecina de 14 o 15 años, apodada
Oyocchan, que huía con Jotaro a una isla desierta y lejana, y allí le declaraba
su fidelidad eterna y su disposición de servirle como esclavo hasta el fin de
sus días. También se inventó una escena en la cual él mismo había sido arrojado
como un cadáver luego de que Osen, la sirvienta, lo hubiera estrangulado y
mutilado, y de paso le hubiera arrancado los ojos... Ya que los masoquistas
procuraban el dolor físico antes que los sufrimientos mentales, las mujeres
japonesas, que de por sí eran muy delicadas, no se prestaban desde el comienzo
a esa clase de servicios...”[19]
“La chica no atinaba a comprender si Jotaro hablaba en serio o en
broma... Por favor, trátame como si yo fuera tu sirviente. Puedo ser tu
esclavo, tu mascota, tu trofeo de caza... Haré cualquier cosa por ti. Róbame
cuando quieras, y si te da la gana puedes matarme también... Anda aquí tienes
armas a tu antojo: pistola, cuchillo, cuerdas, látigo, cadenas, e incluso una
droga muy eficaz, todo lo que necesitas para tu labor... ¿No quieres matar a
alguien con este cuchillo? ¿Es que acaso no deseas narcotizar a una persona con
esta droga? ¿No te parece divertido atar a un hombre con esas cuerdas o aún
mejor con la cadena? Si no te animas por temor a un castigo de parte de la ley,
déjame decirte que no deberías preocuparte para nada. Por supuesto que la
sociedad no te perdonaría un acto ilegal, pero yo sí te lo permito. En esta
habitación no existe ninguna ley. Nadie te castigará por los daños que me
pudieras hacer, te lo aseguro. Si me quieres matar, hazlo aquí ahora mismo, que
no habrá forma alguna que te descubran... Los ojos de Jotaro se iluminaron de
una manera por demás grotesca, pero no dejó de sonreír enigmáticamente...
Vamos, para empezar aquí tienes una cuerda y un látigo. Desnúdame, átame con la
cuerda y luego me castigas con el látigo... La chica no pareció sorprenderse ni
extrañarse de lo que estaba haciendo. Indiferente, le tomó ambas manos, tan
parecidas por las bastas a unos nabos, y las ató a la espalda fuertemente con
la cuerda. El cuerpo flojo de Jotaro cayó de bruces sobre el piso rebotando
como si fuera una pelota. La chica le dobló las piernas hacia atrás con
rapidez, quedando el cuerpo, visto por delante, con el aspecto de un busto sin
extremidades... ¿No le duele estar atado tan estrechamente? Sí, me duele y
disfruto del dolor... Ahora sí, por fin me he vuelto loco, se le ocurrió a
Jotaro, pero no sintió ningún miedo y se animó a continuar transitando por este
camino de placer hasta llegar al límite de la Madness. Con las
articulaciones que traqueaban bajo la fuerte presión, los huesos le dolían
intensamente como si estuvieran a punto de fracturarse, pero entendía con
lucidez que ya no le importaba morir de esta manera... Anda muchacha, haz como
si me fueras a matar. Si llegara a morir, deja mi cadáver aquí mismo atado con
la cuerda y vete a donde quieras...”[20]
Una descripción de la práctica del
masoquismo dirigida a excitar la imaginación cuyos efectos pudieran
manifestarse corporalmente en el lector. La forma narrativa moviliza el morbo,
la obscenidad con un halito seductor y erótico. No me refiero al erotismo que
se deriva del afecto sino del erotismo que se deriva de lo perverso mediante
las palabras convertidas en imágenes. La causa de la estimulación mental es la
capacidad de imaginarse el grado de placer, de gozo corporal que está sintiendo
Jotaro ante la infricción de dolor. El placer de la mente al imaginar las
sensaciones corporales de Jotaro ante el dolor físico. La capacidad del lector
de transformar las palabras en imágenes o de recibir las palabras como imágenes
y a partir de allí la producción de recrear la escena.
Finalmente sobre este género
literario, se puede agregar, Las tribulaciones del estudiante Tôrless de
Robert Musil. El mundo de relaciones de la adolescencia lo describe Musil
exaltando los placeres sexuales extremos que se les ocurren a estos muchachos
en el instituto donde se encuentran cursando sus estudios. Torless, el
personaje central de la novela, descubre un lado oscuro de su intimidad a
partir de los juegos sexuales desmesurados que inician sus amigos. Todo comenzó
con la excusa que Basini pidió prestado dinero y no lo pagó. Beineberg y
Reiting están indignados por la falta de Basini. Para vengarse citan a Basini a
un cuarto viejo y desocupado del instituto. Allí, entre ellos, se comienza a
desarrollar relaciones pervertidas donde Beineberg y Reiting someten, golpean y
flagelan a Basini, y Torless queda como observador de tales sucesos. El joven
Torless ante la contemplación de las escenas obscenas y mórbidas siente el
pinchazo de la excitación sexual. Simultáneamente al proceso de sometimiento,
abuso y de infringir dolor físico a la víctima, Torless padece los cambios
corporales al despertar del placer que la escena le produce. A continuación la
transcripción de algunas partes del texto donde se detecta que el hilo conductor
de la narración son las prácticas sexuales desmedidas:
“... ¿qué habrías de decirle a Basini?... ¿Has vuelto hablar con él?
-preguntó Beineberg interviniendo en la conversación.
-Sí, ayer por la noche estuvo conmigo y me pidió dinero, porque tiene
otra vez deudas que no puede pagar.
-¿Y ya le has dado algo?
-No todavía no
-Ah, muy bien -opinó Beineberg-. Entonces tenemos aquí la ocasión para
atraparlo. Podrías citarlo en alguna parte para hoy por la noche
-¿Dónde? ¿En el cuarto?
...
A las once menos cuarto, Tôrless vio cómo Beineberg y Reiting se
deslizaban de sus camas, y él se levantó entonces inmediatamente.
-Pst... Espera un poco. Llamaremos la atención si salimos los tres
juntos
Torless volvió a meterse entre las sábanas
Se reunieron en el corredor y subieron hasta el desván con las
habituales precauciones.
-¿Dónde está Basini? -preguntó Torless.
-Vendrá por el otro lado. Reiting le dio la llave.
Estuvieron todo el tiempo a oscuras. Sólo una vez arriba, ante la gran
puerta de hierro, Beineberg encendió su pequeña linterna sorda.
La cerradura ofrecía resistencia. Se había afianzado en una posición a
causa de los muchos años que permaneciera cerrada y no obedecía a la ganzúa.
Por fin cedió con ruido seco y la pesada hoja se movió, chirriando, en los
goznes herrumbrados.
Del desván se desprendió un aire cálido, rancio, como el que exhalan
los invernáculos pequeños.
Beineberg volvió a cerrar la puerta.
Los tres subieron por la escalerita de madera y se agazaparon junto a
una enorme viga transversal.
...
Todo aquel ambiente era agobiador en alto grado: el calor de debajo del
tejado, el aire enrarecido y la maraña de grandes vigas que en parte se perdían
hacia arriba en la oscuridad y en parte se arrastraban por el suelo formando
una espectral urdimbre de maderos.
Beineberg cegó la linterna y, sin decir palabra, se sentaron inmóviles
en medio de las tinieblas... Pasaron largos minutos.
De pronto se oyó el chirrido de una puerta en el extremo opuesto. Suave
y vacilante. Era un rumor que hacía saltar el corazón hasta el cuello, como la
primera señal de que se aproxima la presa.
Siguieron unos pasos inseguros, el ruido retumbante de un pie contra la
madera, un murmullo apagado, como el de un cuerpo que cae... Silencio. Después
de nuevos pasos temerosos... Un momento de espera...
Una voz muy baja.
-¿Reiting?
Entonces Beineberg quitó la pantalla de la linterna y dirigió un ancho
rayo hacia el lugar de donde venía la voz.
Se iluminaron algunas enormes vigas que proyectaron agudas sombras,
pero más allá no se veía otra cosa que un cono de polvo, que bailaba en el
aire.
Los pasos se hicieron cada vez más claros y próximos.
Se oyó de nuevo un pie -esta vez muy cerca- que daba contra la madera,
y al instante siguiente surgió, en medio de la base del cono luminoso, el
rostro de Basini..., ceniciento en la dudosa luz.
Basini sonreía. Graciosamente, dulcemente. Se salió del marco de luz
manteniendo esa sonrisa rígida, como la de un cuadro.
Torless, sentado en su viga, sintió que le temblaban los músculos de
los ojos.
Beineberg se puso a enumerar, mesurado, con roncas palabras, los actos
vituperables de Basini. Luego preguntó:
-¿Entonces no te avergüenzas?
Basini dirigió a Reiting una mirada que parecía decir: “Ha llegado el
momento en que debes ayudarme”. Y en ese mismo instante, Reiting le dio un
puñetazo tal en el rostro que Basini retrocedió tambaleándose, tropezó con una
viga y terminó por caer al suelo.
Beineberg y Reiting se lanzaron sobre él.
La linterna se había tumbado y su luz se difundía, incomprensible y
pesada por el piso, hasta los pies de Torless... por los ruidos y murmullos,
éste se dio cuenta de que habían despojado a Basini de sus ropas y de que ahora
lo estaban flagelando con algo delgado, elástico, correoso. Evidentemente
habían preparado todos los detalles. Torless oía los ayes y las quejas,
lanzadas a media voz, de Basini que, suplicante, pedía sin tregua perdón; por
último, percibió tan solo un suspiro, como un grito reprimido, luego palabrotas
de injuria proferidas a media voz, y la cálida, vehemente, respiración
entrecortada de Beineberg.
Torless no se había movido de su sitio. Verdad es que al principio
había tenido unas ganas bestiales de abalanzarse con ellos, de flagelar también
con ellos, pero lo contuvo la sensación de que habría llegado demasiado tarde y
sería superfluo. Una pesada mano le tenía paralizado los miembros.
Se había quedado mirando el suelo, frente a sí, aparentemente con
indiferencia...
Torless habría podido permanecer en esa actitud una hora entera sin
notarlo. No pensaba en nada y sin embargo estaba interiormente henchido por
algo. Y se observaba a sí mismo; pero lo hacía como si en verdad mirara el
vacío y se viera a sí mismo sólo como en un destello confuso. Y ahora,
lentamente, pero cada vez más perceptible, de ese destello confuso salía algo
que buscaba imponerse a la clara conciencia.
...
Lo había sobrecogido una alteración tal que debió aferrarse a las vigas
para defenderse del vahído.
...
Había vuelto a reinar el silencio; sólo Basini se quejaba en voz baja,
para sí, en tanto que buscaba a tientas sus ropas.
La voz quejosa de Basini suscitó en Torless un sentimiento grato. Como
con patas de araña, le recorrió las espaldas un estremecimiento, arriba y
abajo. Luego se le concentró entre los omoplatos y de allí, con finas uñas le
estiró hacia atrás la piel de la cabeza. Con gran sorpresa, Torless comprobó
que se encontraba en un estado de extrema excitación sexual. Trató de
establecer desde cuándo estaba así y sin recordarlo supo que su estado ya era
aquél cuando sintió la singular necesidad de apretarse contra el suelo. Se
avergonzó; pero era como si una violenta onda de sangre le hubiera inundado la
cabeza ...”[21]
Se nota en esta obra el arte
literario para describir las manifestaciones pérfidas, morbosas de los
individuos. Mediante la literatura se muestra artísticamente el lado oscuro
humano. La facultad imaginativa, la potencia creadora del individuo para mostrar
como obra de arte los demonios, fantasmas presentes en todo individuo desde que
nace hasta que muere. Torless es un voyerista, la simple contemplación de la
escena baja, grotesca, dañina, le produjo una excitación sexual espontánea, no
lo esperaba, hasta que su cuerpo le mostró esta verdad por sus sentidos.
Ciertamente los análisis sobre la
narración pornográfica que proponen Sontag, Barbas y Montes continúan vigentes.
Por consiguiente, hay que aceptar que sí existe el género literario estético
pornográfico.
Ahora bien, la pornografía es un
imaginario atacado por los convencionalismos, definido por la moral y las
buenas costumbres como crimen, ofensa a la sociedad, al presentarse los valores
como instituciones con la función de dictar los parámetros para diferenciar el
sexo “normal” del que no lo es. Esto tiene como consecuencia, que todo aquel
que contemple, lea, practique, se convierta en actor de escenas obscenas es
imputado como un individuo que está al margen de lo establecido por la cultura
común sexual e inmediatamente es descalificado, desprestigiado, lesionado en su
reputación, disminuido y execrado como el pervertido de la sociedad.
Independientemente de la posición
social, convencional, del correcto comportamiento y las buenas costumbres, la
pornografía ofrece a los lectores y espectadores, dos ámbitos de prácticas del
sexo que se pueden apreciar de la siguiente forma: 1) Como un tratado de
pedagogía sexual; y 2) Como exhibición de las perversiones humanas mediante el
sexo. En la primera, el lector o espectador aprende como acercarse íntimamente
al cuerpo de otro, cómo tocarlo, qué hacer para provocar la excitación, entre
otras cosas. En el segundo, el lector o espectador tiene conocimiento de la
capacidad ilimitada destructiva que tienen los individuos hacia otros,
utilizando como medio el sexo.
La pornografía muestra que la
naturaleza humana contiene pasiones desmesuradas capaces incluso de llevar a
los individuos a la locura y a cometer acciones irracionales como la violación,
el asesinato, la flagelación, el robo, sobre su propio cuerpo o el de otro.
Esta facultad llamada perversión ya la advertía Hobbes al describir la
naturaleza humana como un estado de guerra de cada hombre contra cada hombre
donde: se hace uso de la violencia para someter o matar a otros hombres, a sus
esposas e hijos, se desprecian y son enemigos entre sí. Se valen de su propia
fuerza y habilidad para conseguir lo que desean, sus acciones provocan un
constante miedo y peligro porque cualquier individuo puede perecer en esta
lucha. Es un estado en el que los individuos se destruyen mutuamente y se
genera un clima donde la existencia es solitaria, desagradable porque todo
dependerá del más fuerte, de aquel que utilice su poder para conseguir lo que
quiera de primero y conservarlo. En este estado no hay ley, ni justicia, ni
moral, ni ética. Lo único que existe son las pasiones desmedidas de los
individuos como una manifestación de su naturaleza humana[22]. Sobre
estas pasiones desmesuradas de los individuos Susan Sontag dice que:
“... Se puede demostrar que en la capacidad sexual humana -o por lo
menos en las aptitudes del hombre civilizado- hay algo que está incorrectamente
diseñado y que es potencialmente desorientador. El hombre, ese animal enfermo,
lleva dentro de sí un apetito capaz de enloquecerlo. Ésta es la concepción de
la sexualidad -como algo situado más allá del bien y el mal, más allá del amor,
más allá de la cordura; como un recurso para el suplicio y para la ruptura de
los límites de la conciencia- ...”[23]
Sontag también asume que es
consustancial a la naturaleza humana de los individuos una parte conformada por
pasiones desmedidas que lo llevan a la locura, a su propia destrucción y a la
de otros. Se trata de una dimensión que existe como parte de la configuración humana.
En la Institución imaginaria de la sociedad, Cornelius Castoriadis
afirma que el hombre es un animal loco, que comienza por ser loco y quizás
pueda llegar a ser racional[24]. Existe un
ámbito en los individuos que es oscuro, allí habitan los demonios, los
fantasmas, las epifanías. La oscuridad se puede manifestar constructivamente
como creación hacia el desarrollo o destructivamente como creaciones absurdas e
irracionales. Me interesa explorar el sentido de nuestro lado oscuro
destructivo este espacio que se califica como perversión.
Angel Roy
2.-
Perversión: Una dimensión de nuestro lado oscuro destructivo
En
este punto me dedicaré a explorar la perversión en su dimensión destructiva
para destacar que es un ámbito que la mayoría de las sociedades excluye, tapa,
a la vez que la engendra. Se demuestra que el lado destructivo es un ámbito
intrínseco a la naturaleza humana y que las instituciones al rechazarlo,
condenarlo, castigarlo el efecto que produce es el inverso: su estímulo en los
individuos. Se deja claro que no hay una reflexión filosófica a nivel
institucional. Por el contrario, lo que se da en este marco es el desarrollo de
mecanismos eficaces y eficientes para manejar este ámbito como un negocio
productivo. No interesa reflexionar sobre el lado oscuro destructivo presente
en todos los individuos como formas de conformación, desarrollo y control social.
Mientras esta situación continúe así seguirá creciendo el caldo de cultivo para
que la mayoría de los individuos sigan cometiendo acciones criminales. Estas
ideas las desarrollaré valiéndome de las tesis de Bataille, Foucault y
Roudinesco.
George
Bataille en la Noción de gasto[25], explica
que no existe un medio correcto para definir lo que es útil a los hombres. La
utilidad se ha definido recurriendo del modo más injustificable a principios
que se sitúan más allá de lo útil y del placer como el honor, el dinero, Dios,
el espíritu. Destaca que lo útil tiene que ver con el placer que la sociedad se
encarga de canalizar como producción y adquisición de bienes excluyendo el
ámbito que tiene que ver con los placeres violentos. Dicho de otra manera, lo
útil para que sea considerado válido socialmente es presentado como el esfuerzo
individual dirigido a la producción y consumo de bienes materiales. Esta visión
reduce el esfuerzo de los individuos a las necesidades derivadas de estas dos
esferas. De esta manera, los placeres que surgen de los juegos de envite y
azar, arte y las prácticas viciosas se asumen como situaciones subsidiarias de
las que se valen los individuos para descansar. Desde este punto de vista, la
función principal de los individuos consiste en la actividad social productiva.
De secundario, las prácticas que realizan e inventan los individuos para
descansar, divertirse y disfrutar. La mayoría de los individuos se adaptan a
este papel principal. Pero, existe una minoría por decirlo de alguna manera, que
se opone a esta función y su desacuerdo lo demuestra con su comportamiento y su
conducta toda vez que no le interesa la vida utilitaria que la sociedad le
establece. Aquellas situaciones en que las necesidades de algunos individuos
devienen de la angustia, el miedo, la tristeza, estados orgiásticos, que lo
impulsan a la realización de catástrofes, la dilapidación de dinero, la
destrucción sin sentido es la dimensión que la sociedad excluye por considerar
que se trata de un gasto improductivo.
En este sentido, el planteamiento de
Bataille consiste en puntualizar que la sociedad admite el gasto productivo: el
consumo y elaboración de bienes materiales. Pero, excluye el ámbito humano que
tiene que ver con nuestros propios demonios, fantasmas que nos inclinan a la
destrucción de nosotros mismos, de los otros y de la sociedad por estimar que
las energías manifiestas en este espacio constituyen un gasto improductivo. Al
quedar al margen este campo, también queda coartada la posibilidad de
satisfacer, canalizar estas necesidades que surgen de ciertos estados extremos
como los mencionados anteriormente. Esto es en teoría, puesto que en la
sociedad efectiva real los individuos con estas necesidades surgidas de
pasiones extremas logran satisfacerlas ampliamente porque ellos mismos generan
las condiciones para transgredir o porque la misma sociedad le brinda la
oportunidad de tener a su alcance la posibilidad de transgredir. Por esta
razón, afirma el mencionado autor que “La humanidad puede hacer suyas unas
concepciones tan estúpidas y miopes... Pero, en la práctica se comporta de tal
forma que satisface necesidades que son una barbaridad atroz e incluso no
parece capaz de subsistir más que al borde de lo excesivo”[26]. Bataille
deja al descubierto: 1) Que no todos los individuos siguen el modelo
establecido por la sociedad; 2) Que los individuos padecen de inconsecuencias
humanas que los llevan a transgredir; 3) Que en las acciones de los individuos
está presente un mínimo de error; 4) Que la sociedad rechaza a este tipo de
individuos precisamente por la estrechez de las variables que conforman el
modelo instituido; y 5) Las acciones que realizan estos individuos son
catalogadas como un gasto improductivo. En palabras de Bataille:
“La actividad humana no es enteramente reducible a procesos de
producción y conservación, y la consumición puede ser dividida en dos partes
distintas. La primera, reducible, está representada por el uso de un mínimo
necesario a los individuos de una sociedad dada la conservación de la vida y
para la continuación de la actividad productiva. Se trata, pues, simplemente,
de la condición fundamental de esta última. La segunda parte está representada
por los llamados gastos improductivos: el lujo, los duelos, las guerras, la
construcción de monumentos suntuarios, los juegos, los espectáculos, las artes,
la actividad sexual perversa (es decir, desviada de la actividad genital), que
representan actividades que, al menos en condiciones primitivas, tienen su fin
en sí mismas”[27].
De
acuerdo a las palabras de Bataille todo aquello que se relacione con
actividades de placer, disfrute, diversión, ocio, pornografía, creación, búsqueda
de sabiduría, la práctica filosófica como estética de la vida que son parte
intrínseca del desarrollo de los individuos y de la sociedad son reducidos a su
mínima expresión por ser desvalorizados al constituir gastos improductivos, es
decir, al ser considerados como pérdida. Pero, el citado filósofo también
demostrará que las actividades consideradas productivas racionalmente van acompañadas
por los gastos improductivos. Para explicar esta idea se vale de varios
ejemplos: 1) Las joyas además de ser bellas y deslumbrantes tienen un valor
simbólico. Este último consiste en ser un regalo fastuoso cargado de deseo
sexual; 2) La creación de cosas sagradas como la crucifixión de Jesús que
provoca la angustia humana, la sensación de ruina sin límites; 3) Los deportes
o las carreras de caballos donde se gasta considerables sumas de dinero por la
manutención de locales, equipos, dirigidas a provocar en el público la
necesidad de apostar, sentimientos de estupefacción, desbordar las pasiones
ante la pérdida de las apuestas que generalmente lleva a los individuos a la
quiebra, a la cárcel o a la muerte; 4) En cuanto al arte: arquitectura, música,
danza, escultura, pintura, la literatura, el teatro y la poesía provocan la
angustia, el horror, la risa mediante sus representaciones, imágenes
literarias, puestas en escenas. Sobre este punto dice Bataille “la
función creativa compromete la vida misma del que la asume, puesto que lo
expone a las actividades más decepcionantes, a la miseria, a la desesperanza, a
la persecución de sombras fantasmales, que sólo pueden dar vértigo, o a la
rabia”[28].
Se puede apreciar que el gasto
improductivo tiene su origen en la vinculación de la sociedad y los individuos,
puesto que la sociedad como institución establecida moviliza en algunos
individuos ciertas pasiones y necesidades que lo llevan a la consecución de
acciones extremas: crimen, suicidio, asesinato, locura, al facilitar el acceso
al juego, las apuestas, las competencias, deportes. También las produce el
propio individuo en el ejercicio de sus actos creativos explorados mediante
distintas modalidades artísticas que le despiertan pasiones que lo conducen a
la oscuridad, al vicio, a la destrucción, a la miseria. Generalmente este
ámbito no es tomado en cuenta por la sociedad, la mayoría de las veces es
totalmente excluido de toda actividad productiva social. Sin embargo, Bataille
muestra un ejemplo de una sociedad donde su economía estaba fundamentada en
principios de venganza, pérdida y destrucción. Valga la siguiente cita en
extenso del autor:
“Opuesta a la noción artificial de trueque, la
forma arcaica del intercambio ha sido identificada por Mauss con el nombre de potlatch
tomado de los indios del noroeste americano, que practican el tipo más
conocido. Instituciones análogas al potlatch indio o rastros de ellas
han sido halladas con mucha frecuencia. El potlatch de los tlingit, los
haïda, los tsimshian, los kwakiutl de la costa noroeste ha sido estudiado con
precisión desde fines del siglo XIX (pero no fue comparado, entonces, con las
formas arcaicas de intercambio de otros países). Los pueblos americanos menos
avanzados practican el potlatch con ocasión de cambios en la situación
de las personas, iniciaciones, matrimonios, funerales e incluso, bajo una forma
menos desarrollada, nunca puede ser disociado de una fiesta, bien porque el potlatch
ocasione la fiesta, bien porque tenga lugar con ocasión de ella. El potlatch
excluye todo regateo y, en general, está constituido por un don considerable de
riquezas que se ofrecen ostensiblemente con el objeto de humillar, de desafiar
y de obligar a un rival. El carácter de intercambio del don resulta del hecho
de que el donatario, para evitar la humillación y aceptar el desafío, debe
cumplir con la obligación contraída por él al aceptarlo respondiendo más tarde
con un don más importante; es decir, que debe devolver con usura.
Pero el don no es la única forma del potlatch.
Es igualmente posible desafiar rivales por medio de destrucciones
espectaculares de riqueza. A través de esta última forma es como el potlatch
incorpora el sacrificio religioso, siendo las destrucciones teóricamente
ofrecidas a los ancestros míticos de los donatarios. En una época relativamente
reciente, podía acontecer que un jefe tlingit se presentara ante su rival para
degollar en su presencia algunos de sus esclavos. Esta destrucción debía ser
respondida, en un plazo determinado, con el degollamiento de un número de
esclavos mayor. Los tchoukchi del extremo noroeste siberiano, que conocían
instituciones análogas al potlatch, degollaban colleras de perros de un
valor considerable para hostigar y humillar a otros grupos. En el noroeste
americano, las destrucciones consisten incluso en incendios de aldeas y en el
destrozo de pequeñas flotas de canoas. Lingotes de cobre blasonados, una
especie de moneda a la que se atribuía un valor convenido tal que representaban
una inmensa fortuna, eran destrozadas o arrojadas al mar. El delirio propio de
la fiesta se asocia lo mismo a las hecatombes de patrimonio que a los dones
acumulados con la intención de maravillar y sobresalir.
La usura, que interviene regularmente en estas
operaciones bajo forma de plusvalor obligatorio en los potlatch de
revancha, ha permitido poder decir que el préstamo con interés debería ocupar
el lugar del trueque en la historia de los orígenes del intercambio. Hay que
reconocer, en efecto, que la riqueza se multiplica en las civilizaciones con potlatch
de una forma que recuerda el hipercrecimiento del crédito en la
civilización bancaria. Es decir, que sería imposible realizar a la vez todas
las riquezas poseídas por el conjunto de los donadores en base a las
obligaciones contraídas por el conjunto de los donatarios. Pero esta semejanza
alude a una característica secundaria del potlatch.
El potlatch es la constitución de una
propiedad positiva de la pérdida -de la cual emanan la nobleza, el honor, el
rango en la jerarquía- que da a esta institución su valor significativo. El don
debe ser considerado como una pérdida y también como una destrucción parcial,
siendo el deseo de destruir transferido, en parte, al donatario. En las formas
inconscientes, tales como las que describe el psicoanálisis, el don simboliza
la excreción, que está ligada a la muerte según la conexión fundamental del
erotismo anal y el sadismo. El simbolismo excremencial de los cobres
blasonados, que constituyen en la costa noroeste objetos de don por excelencia,
está basado en una mitología muy rica. En Melanesia, el donador designa como su
basura a los magníficos regalos que deposita a los pies del jefe rival.
Las consecuencias en el orden de la adquisición
no son más que el resultado no querido -al menos en la medida en que los
impulsos que rigen la operación sigan siendo primitivos de un proceso dirigido
en un sentido contrario. “El ideal, indica Mauss, sería dar un potlatch
y que no fuera devuelto”. Este ideal es realizado por ciertas destrucciones en
las cuales la costumbre consiste en que no tengan contrapartidas posibles. Por
otra parte, cuando los frutos del potlatch se encuentran, de alguna
forma, unidos a la realización de un nuevo potlatch, el sentido arcaico
de la riqueza se pone de manifiesto sin ninguno de los atenuantes que resultan
de la avaricia desarrollada en estadios ulteriores. La riqueza aparece así como
una adquisición en tanto que el rico adquiere un poder, pero la riqueza se
dirige enteramente hacia la pérdida en el sentido en que tal poder sea
entendido como poder de perder. Solamente por la pérdida están unidos a la
riqueza la gloria y el honor.
En tanto que juego, el potlatch es lo
contrario de un principio de conservación. Pone fin a la estabilidad de las
fortunas tal como existían en el interior de la economía totémica, donde la
posesión era hereditaria”[29].
De
la precedente cita se puede decir que la capacidad de destrucción, maldad,
inclinación a hacer daño a los demás es una condición natural en el individuo y
una situación social, por cuanto este último ámbito le brinda al individuo las
posibilidades de materializar estas inclinaciones. Desde esta perspectiva, las
inclinaciones latentes de nuestro lado oscuro destructivo son individuales y
sociales. Esta conjunción permite la concreción de las acciones bajas, viles,
criminales.
En
resumen, para Bataille la conformación de sociedades con fundamento racionales
que determinen un orden universal de validez en el que se excluye el gasto
improductivo por no considerarlo importante para el consumo como forma de
legitimar el orden establecido tiene como consecuencia el nacimiento de formas
perversas creadas por los individuos junto con el colectivo para huir de esa
imposición instituida y conseguir así caminos para liberar la fuerzas
improductivas. En este contexto, las acciones ruines, viles, vengativas,
pasionales tendientes a la locura son formas de escape y de rebelión ante un sistema
que sólo toma la parte de la naturaleza humana que le conviene explotar y se
olvida de ésta, que es la más importante. Una rebelión destructiva, sí, pero
que rechaza de raíz la institución instituida.
Michel Foucault escribe La vida
de los hombres infames[30],
inspirado en el trabajo de Bataille intitulado la Literatura y el mal.
Allí, Foucault explica que a partir de unos avisos que leyó de diversas
vidas a finales del siglo XVII y principios del XVIII, se propone a dar cuenta
de acontecimientos reales efectuados por determinadas personas que fueron
calificados de monstruos, enfermos, locos, sodomitas, etc. Personas de vidas
miserables, incursa en excesos, cuyos actos se manifiestan en forma perversa.
Foucault intenta analizar “por qué había sido de pronto tan importante en una
sociedad como la nuestra que estas existencias fuesen “"apagadas"
(del mismo modo que se ahoga un grito, se apaga un fuego o se acaba con un
animal); vidas como las de un monje escandaloso o un usurero fantasioso e inconsecuente;
intenté buscar la razón por la que se quiso impedir con tanto celo que las
pobres mentes vagasen por rutas sin nombre...”[31]. En otras
palabras, por qué la sociedad oculta, esconde las acciones perversas realizadas
por ciertos individuos, por qué tales actos no son analizados, estudiados. Por
el contrario, pasan desapercibidos, a pesar que tales hechos se repiten y se
siguen cometiendo en el transcurso del tiempo. Para referirse a este tipo de
vidas Foucault se valió de las siguientes consideraciones:
“-que se tratase de personajes que hubiesen existido realmente;
-que sus existencias hubiesen sido a la vez oscuras e infortunadas;
-que esas existencias fuesen contadas en pocas páginas o, mejor, en
pocas frases, de la forma más sucinta;
-que esos relatos no contuviesen simplemente extrañas o patéticas
anécdotas, sino que, de una forma o de otra -puesto que se trataba de demandas,
denuncias, órdenes o informes- formasen parte realmente de la minúscula
historia de esas vidas, de su infortunio, de su rabia o de su incierta locura;
-y, en fin, que del choque producido entre esos relatos y esas vidas,
surgiese para nosotros todavía hoy un extraño efecto mezcla de belleza y de
espanto”[32].
Foucault para su propuesta decide:
1.- que se trate de vidas reales, de personas que existieron en la realidad
efectiva social y sus vidas fueron miserables, infortunadas, presos de
sufrimientos, envidias y maldades. Con esto Foucault deja en claro que la
maldad es consustancial a la naturaleza de los individuos, que se trata de acciones
concretas, materiales que realmente ocurren. No se trata de actos verosímiles,
imposibles o meramente imaginativos. Muestra que los hombres son envidiosos,
egoístas, individualistas, pasionales, vengativos, capaces de engañar, de
utilizar armas, trampas, de gritar, insultarse, agredirse, matar, secuestrar,
someter, violar, en una frase, tienen la aptitud de hacer cualquier cosa para
lograr lo que se propongan; 2.- se refiere a ciudadanos comunes y corrientes, a
esos individuos que viven la cotidianidad que les tocó vivir o la que deciden
vivir. Aquellos que se levantan cada día a tomar el metro o el autobús o su
propio carro para trabajar en un comercio, empresa, etc. Aquellos que tienen
una vida familiar apacible: esposa, esposo, hijos, mamá, papá, abuelo, abuela,
tíos, tías, hermana, hermanos. Desayunan en una panadería o en su casa.
Almuerzan en algún lugar o en su casa y para la cena lo mismo. Individuos que
no son héroes, ni ricos, ni genios. Por el contrario, individuos marcados por
el dolor, la desventura, los fracasos, el tono gris, la violencia, existencias
que no son dignas de ser contadas, narradas o tomadas en cuenta, los
considerados anónimos, mediocres, villanos, llenos de maldad y bajeza; 3.-
Individuos cuyas vidas destinadas a ser fugaces, a no dejar rastros de haber
pasado por esta pradera, fueron sacados del anonimato y destacados por el
poder, una vez que esta fuerza fue activada por las acciones realizadas por
estos sujetos para ser castigados, vilipendiados, encarcelados, ajusticiados,
juzgados. En este sentido para Foucault:
“... El punto más intenso de estas vidas, aquel en que se concentra su
energía, radica precisamente allí donde colisionan con el poder, luchan con él,
intentan reutilizar sus fuerzas o escapar a sus trampas. Las breves y
estridentes palabras que van y vienen entre el poder y esas existencias
insustanciales constituyen para éstas el único momento que les fue concedido;
es ese instante lo que les ha proporcionado el pequeño brillo que les permitió
atravesar el tiempo y situarse ante nosotros como un breve relámpago”[33].
De acuerdo a las anteriores palabras
para el mencionado autor es la relación que se establece entre estos individuos
oscuros y el poder lo que hace que dejen de ser desconocidos, corrientes,
ordinarios y pasen a ser reconocidos y a vivir su instante de gloria con la
desventaja que sus acciones estarán mediadas por el poder y eso hace que sea
difícil conocer realmente sus vidas, sus acciones, sus trabajos, su
cotidianidad. Pero ¿qué es lo que hace que el poder se fije en unos individuos
de esta clase y en otros no? A esto responde Foucault que esta selección es
hecha por el azar. Es por esta circunstancia que algunas veces el poder recae
en un monje, en determinada mujer o empresario y no en otros. Lo que quiere
decir que en la sombra aun queda una cantidad considerable de individuos con
estas características que jamás sabremos quienes fueron. Y los que sí conocemos
están etiquetados bajo el calificativo de infames. Este último término, de
acuerdo a lo señalado, lo relaciona Foucault con aquellas vidas cuyo instante
las dotan de una fama universal caracterizada por las acciones abominables, por
el terror que dichos actos aún provocan escalofríos cuando se tiene
conocimiento de ellos, por la intensidad en las maldades cometidas. Son infames
porque“existen gracias exclusivamente a la concisas y terribles palabras que
estaban destinadas a convertirlos para siempre en seres indignos de la memoria
de los hombres”[34].
Vidas que pasaron por la cotidianidad mediante prácticas irregulares,
desordenadas, que se movían en los bajos fondos destinadas a quedar ocultas,
anónimas, escondidas, son sacadas a la luz por los registros que se encuentran
en los archivos, en los documentos, en las decisiones policiales, que una vez
revisados nos exhibe una información mediatizada de estas personas.
Generalmente muestran la realización de acciones que estaban prohibidas por la
ley, por la sociedad y este mismo hecho las convierte en actos escandalosos.
Prácticas realizadas en la cotidianidad que expresan el lado oscuro humano: la
transgresión, el escándalo, el ubicarse al margen de la ley, el desplazar los
códigos morales y las reglas éticas, sacar lo peor de sí, el ejercicio pleno de
la intolerancia.
Se puede notar que con este estudio
que hace el mencionado filósofo de las vidas del siglo XVII y XVIII pone al
descubierto un ámbito propio de la naturaleza humana, como es el lado
destructivo y perverso. Todos los individuos, antropológicamente hablando,
estamos dotados de esta dimensión, sólo que algunos individuos la manifiestan
mediante acciones concretas y otros no. ¿A qué se debe que algunos la
practiquen y otros no? Es una interrogante que sigue vigente y sin una
respuesta que aún nos convenza. Todavía quedamos pasmados ante hombres o
mujeres corrientes, trabajadoras, sin problemas estructurales de personalidad,
que no fueron agredidos por sus padres, ni pasaron por situaciones traumáticas
y repentinamente desarrollan una crueldad que difícilmente cualquiera pueda
imaginar. En todo caso, lo que me interesa destacar en este apartado, es el
esfuerzo de Foucault por llamar la atención sobre este espacio desde la
reflexión objetiva para invitarnos a indagar sobre qué es nuestro lado oscuro
destructivo.
Élisabeth Roudinesco en su libro Nuestro
lado oscuro. Una historia de perversos[35], intenta
responder lo siguiente “¿Dónde empieza la perversión y quiénes son los
perversos?”[36]
En cuanto al término perversión la autora explica que:
“Forjado a partir del latín perversio, el sustantivo
<<perversión>> aparece entre 1308 y 1444. En cuanto al adjetivo
<<perverso>>, se halla atestiguado en 1190 y deriva de perversitas
y de perversus, participio pasado de pervertere: volver del
revés, volcar, invertir, pero también erosionar, desordenar, cometer extravagancias.
En consecuencia, perverso -sólo existe un adjetivo frente a varios sustantivos-
es aquel aquejado de perversitas, es decir, de perversidad (o de
perversión) ...”[37].
Roudinesco a partir de la época
medieval hasta el siglo XX exhibirá como en cada uno de esas instituciones
sociales estuvo presente la perversión con su correspondiente valoración. Las
tesis que desarrolla esta autora a lo largo de su trabajo servirán para aclarar
aún más la noción de nuestro lado oscuro destructivo. Explica Roudinesco que la
perversión puede ser: 1) sublime cuando se manifiesta en rebeldes como el caso
de Prometeo; y, 2) abyecta cuando se presenta en su forma destructiva. Estas
dos dimensiones son intrínsecas a la especie humana, conforman un hecho humano
que se manifiesta en todas las culturas.
“... la perversión sólo existe como un desarraigo del ser respecto al
orden de la naturaleza. Y por consiguiente, a través de la palabra del sujeto,
no hace sino imitar el mundo natural del que se ha extirpado con el fin de
parodiarlo mejor. Tal es la razón de que el discurso perverso se apoye siempre
en un maniqueísmo que parece excluir la parte de sombra a la que no obstante
debe su existencia. Absoluto del bien o locura del mal, vicio o virtud, condena
o salvación: tal es el universo cerrado por el que el perverso circula con
deleite, fascinado por la idea de poder liberarse del tiempo y de la muerte”[38].
De las anteriores palabras se deriva
que la perversión se hace presente en la escena social producto de la
extirpación en los individuos y el colectivo de su condición humana en
concordancia con su naturaleza. Se bifurca lo que es consustancial al hombre
resaltando ciertos aspectos y ocultando otros que son tan fundamentales como
los que se destacan. A pesar de esta separación debido al entramado social establecido,
los individuos y el colectivo tienden a unir tal división ficticia y a
recuperar su auténtica naturaleza. Corren al rescate de sus instintos para
salvar su ser y nuevamente reinventarse a partir de aquello que le es propio y
le pertenece, como lo es su humanidad, esto es, su cuerpo, sus pasiones, sus
sensaciones, el disfrute, el ocio para llevarlo a lo sublime o a la
destrucción, lo imaginativo-constructivo o lo imaginativo-destructivo como
partes consustanciales a su naturaleza. La perversión se encuentra entre lo
prohibido y su transgresión. Una prohibición que te impide ser y una
transgresión que te libera. Los valores instituidos nutren la forma de
liberación, es decir, los dirigen hacia la constitución de una sociedad
perversa donde la socialización está caracterizada por la rapiña, la vileza, la
matanza, el robo, los secuestros, el crimen, los ajusticiamiento, la
arbitrariedad; o los canalizan a la consolidación de una forma social donde
reine la virtud, el respeto, la libertad, la autonomía. No quiere decir esto
que en una sociedad con estas condiciones desaparezca la perversión, sigue allí
dentro de ciertos cánones, pequeños grupos, individuos pero que serían una
minoría y que de alguna manera estaría controlada.
La perversión en alta o baja
intensidad siempre está presente en toda sociedad, la cuestión a tomar en
cuenta es cómo cada sociedad le da entrada y valoración a este lado oscuro. Son
los individuos, el colectivo y la sociedad quienes toman esta decisión. Se
trata de aceptar que la desmesura materializada en crimen, incesto, la
fascinación por la muerte, por la transgresión a lo prohibido, la maldad, el
estupro, la destrucción de sí mismo y de los otros les son deseables a los
individuos por ser una tendencia consustancial a la naturaleza humana. En otras
palabras, la perversión es una parte intrínseca, inseparable e indivisible de
la naturaleza humana.
De acuerdo a Roudinesco esto se
puede observar en las prácticas de los mártires cristianos, en las santas cuyo
arte de vivir consistía en la destrucción de su cuerpo mediante la flagelación,
la devoración de inmundicias para llegar a la purificación y la resurrección.
Pervirtiendo al cuerpo se llegaba a la esencia: Dios. Cito dos ejemplos que da
la autora:
“Margarita María Alacoque afirmaba ser tan delicada que la menor
suciedad le revolvía. Sin embargo, cuando Jesús la llamó al orden, para limpiar
el vómito de una enferma no se le ocurrió otra cosa que convertirlo en su
alimento...Catalina de Siena declaró un día no haber comido nada tan deleitoso
como el pus de los pechos de una cancerosa. Y entonces oyó cómo Cristo le
hablaba: <<Mi bien amada, has mantenido por mí duros combates y, con mi
ayuda, has salido victoriosa. Nunca me has sido tan querida ni tan grata... No
sólo has despreciado los placeres sensuales, sino que has vencido a la
naturaleza al beber con alegría, por amor a mí, un horrible brebaje. Pues bien,
dado que has realizado un acto que excede la naturaleza, quiero darte un licor
que excede la naturaleza>>”[39]
Se trata de atormentar al cuerpo
para alcanzar la verdadera santidad, el gozo de Dios: rechazar el cuerpo
sexuado y convertirlo en asexuado, dejar de comer, de dormir, de evacuar. El
camino de las prácticas perversas conducía a aquellos que las llevaban a cabo a
lo sublime que en este caso era a lo que se consideraba como divino. Con el
tiempo la flagelación dejó de ser una dádiva a Dios y pasó a considerarse como
un vicio que propiciaba hacia el desenfreno.
“... Al dejar de ser una ofrenda a Dios o un culto mariano, la
flagelación se contempló entonces como un vicio ligado a una inversión sexual o
aun travestismo, en especial cuando se sospechó que el rey Enrique III,
homosexual notorio, se había entregado a ella tras haber fundado, en 1583, una
congregación de penitentes... Tras haberse considerado un rito de mortificación
que perseguía transformar el cuerpo odiado en un cuerpo divino, la flagelación
fue asimilada a un acto de desenfreno. Sobre todo por el hecho de que los
penitentes -metamorfoseados en adeptos de una sexualidad pervertida- optaban ya
no por azotarse la espalda, como quería la antigua tradición, sino la totalidad
del cuerpo, y en especial las nalgas, receptáculo por excelencia de una
potenete estimulación erótica. Por lo demás, experimentaban un placer extremo
en dejarse flagelar y azotar por sus íntimos”[40].
Se puede notar que la elaboración
cultural de la perversión depende de los individuos y del colectivo en función
del tipo de sociedad que estén generando. De una perversión asumida como una
práctica obligatoria, único camino, para ascender a la esencia divina, en el
Renacimiento es valorada como un vicio que moviliza las inclinaciones hacia la
desmesura y las pasiones extremas como el sexo entre hombres. Así la
“inhumanidad del hombre podía, pues, contemplarse como consustancial a su
humanidad y ya no como la consecuencia de una degradación impuesta por el
destino o por el orden divino”[41]. En este
sentido, la perversión tiene que ver con la inclinación de destruir a otros y a
sí mismo. La desmesura de las pasiones, sensaciones naturales en los
individuos, consiste en ser criminal, excesiva, tendiente al goce ilimitado, al
mal.
Lo cierto es que los modos de
prácticas perversas dependerán de las reglas que cada sociedad instituya para
imponer normas de comportamiento al individuo que en su mayoría lo escinden de
su condición natural. La manifestación de la perversión como destructiva es un
rechazo a la forma social instituida que recuerda permanentemente que los
individuos vivimos entre la mesura y la desmesura. Ello implica una aceptación
individual, colectiva y social de estas dimensiones que configuran un vínculo
indisoluble a la condición humana que en sus modos viles, bajos, maléficos
constituyen un grito desesperado al retorno de sí mismo y a nuestros orígenes
para reinventarnos nuevamente un ser que busque al arte de vivir y no de
padecer permanentemente.
Roudinesco confirma las ideas que se
vienen manejando a lo largo de este punto. La perversión es consustancial a los
individuos, también es un asunto social, jurídico, político y económico. Hasta
ahora el modo de proceder de la sociedad en cuanto a nuestro lado oscuro
coincide: ocultar, prohibir, castigar. Simultáneamente erigir espacios para su
producción. Pareciera un contrasentido, pero no lo es. Ese es precisamente el
negocio que garantiza la producción y el consumo con máxima eficacia y
eficiencia.
No importa que los homosexuales, travestis,
transexuales, bisexuales, masoquistas, prostitutas, entre otros, sigan siendo
rechazados, señalados, castigados, perseguidos. Lo fundamental es que esta
postura continúe porque esa es la garantía de la permanencia de la pornografía
como práctica perversa cuya estimación cada segundo se revaloriza fuertemente
gracias a las redes sociales. La prohibición y su transgresión dependiendo de
la posición donde el individuo se encuentre es una forma de poder o de
esclavitud. Los individuos, el colectivo y la sociedad se dieron cuenta que es
preferible la explotación mercantil de nuestro lado oscuro destructivo que su
liberación y encauce hacia el constructivo.
Finalmente haré referencia a dos
casos donde, en mi criterio, ciertos individuos desarrollaron prácticas
perversas ocurridas en Venezuela. Estos sucesos los extraigo del libro de
Fermín Mármol León 4 crímenes. 4 poderes[42].
El primer caso con el que uno se
topa en el libro está referido a la violación y asesinato de la hermana de un
sacerdote que sucedió en Ciudad Bolívar, capital del Estado Bolívar. Allí
relata Mármol León acuciosamente todos los pasos seguidos como investigaciones,
averiguaciones, experticias, interrogatorios, reconstrucción infinitamente de
los hechos para dar con el autor del crimen. Cumplidos todos los pasos vertidos
en el expediente junto con los interrogatorios de todos los testigos y demás
experticias, todas las pruebas indicaban que tan vil y bajo acto lo había
cometido el sacerdote con el móvil de ser un crimen pasional. El sacerdote,
representante de Dios aquí en la tierra, violó y asesinó a su hermana por un
ataque de celos con el novio que ella tenía. Se logró acusar al sacerdote,
incluso que se le dictara auto de detención por considerarse presunto culpable
del homicidio de su hermana, para: “Meses después y por la presión indiscutible
del Poder Eclesiástico, el representante del Dios en la Tierra, el sacerdote
Pedro Luis Cuzati, era puesto en libertad, por no existir elementos probatorios
contra él”[43].
El tercer caso que describe el
mencionado policía refiere a un Oficial del Ejército, específicamente un
Capitán, de estado civil casado, que solicita al General permiso para disfrutar
de unas vacaciones en Miami en compañía de la amante de turno, situación que no
era desconocida para su esposa. Fueron los tiempos en que se produjo la
rebelión cívico-militar denominada el porteñazo. La esposa del mencionado
Capitán estudiaba economía en la Universidad Central de Venezuela. Las andanzas
del Capitán eran públicas, la prensa dejaba constancia de ello. Lo que se llama
en derecho un hecho notorio. Hasta que ocurrió el hecho criminal: Se escucharon
unos disparos, el Capitán salió corriendo con su esposa en brazos, al llegar al
Hospital Universitario, ella murió. La investigación arrojó claramente que el
Capitán de la Aviación en un arrebato de celos mató a su esposa, a pesar de sus
esfuerzos de hacer creer que se trató de un atraco. Nuevamente, a pesar que se
le dictó auto de detención por homicidio calificado “la Justicia una vez más se
tambaleaba frente al Poder, poco tiempo más tarde, el flamante Capitán... salía
en libertad plena... Otros Jueces deshonestos y controlados por el Poder
Militar, decidían que no había suficientes elementos de prueba contra el
indiciado... había sido absuelto y nunca más podría ser enjuiciado por este
caso. Otro crimen impune”[44].
Estos dos ejemplos exhiben
claramente las perversiones humanas destructivas motivadas por pasiones
desmesuradas presentes en los individuos, independientemente del papel que
desarrollan en la sociedad. Los individuos llevan intrínseca la maldad en su
naturaleza y la sociedad le ofrece las herramientas para que las pongan en
escena. Un sacerdote que viola y asesina a su hermana; un militar que mata a su
esposa. Ambos hechos causados por la pasión desmedida de los celos. Más
perverso aún las instituciones que ocultan, tapan estas abyectas acciones en
vez de castigarlas en cumplimiento de la ley, y así por lo menos, el intento de
canalizarlas. Acontecimientos reales contados haciendo uso del recurso de la
literatura para exponer en detalle nuestro lado oscuro destructivo.
Ciertamente existe una literatura
artística pornográfica también una literatura artística de las perversiones. En
ambas, mediante sus propias características narrativas, espontáneas, creativas,
dejan constancia de esas fuerzas oscuras que impulsan a los individuos, al
colectivo y a la sociedad a prácticas destructivas dada la manifestación de las
bajezas humanas alentadas por el vínculo que se establece entre los individuos,
el colectivo y la sociedad. La estética de la pornografía, la estética de la
perversión, la pornografía como estética de la perversión mantiene viva en cada
época esta parte oscura de nuestra naturaleza que aún sigue siendo una
dimensión desconocida. Sólo la conocemos cuando se materializa en hechos
concretos, cuando aparecen en escenas. Pero el abismo de donde surgen es una
incógnita aún que sigue siendo excluida, ignorada por las sociedades pero que
es manejada como un negocio que garantiza riqueza y por supuesto poder.
Termino
estas líneas con las siguiente palabras de Sándor Márai:
“... El hombre es mero juguete de fuerzas y voluntades cuya verdadera
naturaleza desconocemos, títere de pasiones que vibran más allá del
entendimiento humano... No sabes nada sobre los hombres, y tampoco sobre las
fuerzas que los mueven y animan a vivir o morir... ”[45]
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[1]Sontag, Susan. “La
imaginación pornográfica”. En Estilos radicales. Madrid, Santillana
Ediciones Generales, S.L., 2002, p. 70.
[2]Ibíd., p. 72.
[3]Ibíd., p. 75.
[4]“Los materiales de los libros
pornográficos que valen como literatura son, precisamente, una de las formas
extremas de la conciencia humana. Indudablemente, muchas personas admitirían que,
en principio, la conciencia obsesionada por el sexo puede incluirse en la
literatura como forma artística” Ibíd., p. 78.
[5]Ibíd., p. 79.
[6]Ibíd., p. 86.
[7]Ibíd., pp. 90 y 92.
[8]Laqueur, Thomas W. Sexo
solitario. Una historia cultural de la masturbación. Buenos Aires, Fondo de
Cultura Económica, Primera edición, 2007, pp. 15 y 16.
[9]Ibíd., p. 16.
[10]Sontag, Susan. “La
imaginación pornográfica”, pp. 94 y 95.
[11]Ibíd., p. 116.
[12]Ibíd., pp. 117 y118.
[13]Barba,
Andrés y Montes, Javier. La ceremonia del
porno. Barcelona, Editorial Anagrama, 2007.
[14]Ibíd., p. 98 y 103.
[15]Ibíd., p. 103.
[16]Ibíd., p. 104.
[17]Jelinek, Elfriede. Deseo.
Barcelona, Ediciones Destino S. A., Cuarta Reimpresión, 2005, pp. 71 y 72.
[18]Ibíd., p. 73.
[19]Tanizaki, Junichiro. Jotaro
el masoquista. Dos novelas japonesas. Caracas, Fundación Japón,
bid&co.editor, 1a edición, 2009, pp. 70, 72 y 76.
[20]Ibíd., pp. 104, 105, 106, 108
y 109.
[21]Musil, Robert. Las
tribulaciones del estudiante Torless. Coyoacán, Ediciones Coyoacán S.A. de
C.V., Segunda Edición 1999, pp. 83, 84, 85, 86, 87 y 88.
[22]Ver Hobbes, Thomas. Leviatán.
Madrid, Alianza Editorial, Cuarta Reimpresión, 1996.
[23]Sontag, Susan. “La
imaginación pornográfica”. En Estilos radicales. Madrid, Santillana
Ediciones Generales, S.L., 2002, p. 96.
[24]Ver
Castoriadis, Cornelius. La institución
imaginaria de la sociedad. El imaginario social y la institución V.2.
Buenos Aires, Tusquets Editores, 2ª Reimpresión, 2003.
[25]Ver Bataille, George.
www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía Universidad ARCIS.
[27]Idem
[28]Ibid,
p. 4.
[29]Ibíd., pp. 5 y 6.
[30]Ver Foucault. Michel. La
vida de los hombres infames. La Plata, Editorial Altamira, 1996.
[31]Ibíd., p. 82.
[32]Ídem.
[33]Ibíd., p. 84.
[34]Idem
[35]Roudinesco,
Élisabeth. Nuestro
lado oscuro. Una historia de perversos. Barcelona, Editorial Anagrama, Primera
Edición, 2009.
[36]Ibíd., p. 11.
[37]Ídem
[38]Ibíd., p. 14.
[39]Ibíd., p. 28.
[40]Ibíd., pp. 35 y 36.
[41]Ibíd., p. 50.
[42]Mármol León, Fermín. 4
crímenes. 4 poderes. Caracas, Tipo Impacto, 1978.
[43]Ibíd., p. 123.
[44]Ibíd., p. 323.
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