Del esnobismo ambiental (o ecológico)
David
De los Reyes
Un tema que me ha estado últimamente dando vueltas por mi
cabeza es lo que he llamado esnobismo ambiental o ecológico. La relación entre
el vicio del esnobismo y la ecología se establece a través de las actitudes
morales surgidas dentro de un ambiente cultural de consumo. Estas actitudes
giran en torno a productos, estilos de vida, dispositivos artísticos, alimentos
y prácticas que, más que basarse en una conciencia “verde” auténtica o en
posturas éticas frente a los excesos del desarrollismo extractivista
contemporáneo, actúan como una máscara de distinción. Esta máscara se
manifiesta en el consumo de productos asociados a un estilo de vida
"verde" que, en última instancia, no escapan de ser un medio para
obtener un anhelado y farsante reconocimiento social. Las prácticas que se
promocionan como ejemplo de conciencia ambiental no siempre buscan rescatar o
restaurar la devastación irresponsable y antropocéntrica que afecta la
naturaleza, las ciudades, las comunidades, las familias y al individuo. En
muchos casos, este comportamiento opera como una forma de diferenciación social
más que como una acción comprometida con el fenómeno ecológico.
Para
contrastar esta superficialidad, podemos recurrir al concepto de conatus del filósofo moderno Baruch
Spinoza, definido como aquella fuerza íntima que impulsa a todo ser a
perseverar en su existencia. En su obra Ética, Spinoza lo presenta no
como un mero instinto de supervivencia, sino como la esencia misma de todo lo
que existe: "Cada cosa, en cuanto está en y para sí, se esfuerza por
perseverar en su ser" (Ética III, Prop. 6) (1). Esta idea trasciende su
época para iluminar una ética ecológica genuina, donde no hay jerarquías entre
humanos, ríos, bosques o partículas; todos somos modos finitos de una misma
sustancia infinita (Deus sive Natura) (2). Desde esta perspectiva, dañar un
ecosistema es dañar una parte de nosotros mismos, lo que choca con el esnobismo
ambiental que prioriza la distinción social sobre esta interdependencia
profunda.
El vicio del esnobismo, como argumentó la filósofa Judith
N. Shklar en su libro Vicios ordinarios
(1984), está vinculado con otros vicios propios de nuestra condición moral.
Shklar examina ciertos vicios comunes y cotidianos, presentes en todas las
culturas, como el esnobismo, la crueldad, la hipocresía y la traición. Respecto
al esnobismo, lo describe como un comportamiento que refleja desigualdades
sociales y jerarquías implícitas, que al mismo tiempo destruyen o deterioran el
sentido de igualdad en las interacciones humanas.
El concepto de esnobismo surge del término inglés snob, que comenzó a utilizarse en el
siglo XVIII dentro de las universidades británicas, especialmente en Cambridge.
Era una abreviatura de los términos latinos sine
nobilitate, que significan “sin nobleza”. Este término servía como una
distinción discriminatoria para referirse a los estudiantes que no provenían de
familias aristocráticas. De este modo, marcaba una diferencia entre los
estudiantes de origen burgués y sus altos compañeros nobles.
Para comprender el esnobismo
ambiental o ecológico, es esencial partir de una definición clara del esnobismo en general. Esta manifestación
de la personalidad en el comportamiento social no es exclusiva de la alta
burguesía, sino que se presenta bajo diversos nombres y formas en todas las
esferas de la sociedad. El Diccionario
Webster, que mantiene su vigencia, define al snob como "aquel que mezquinamente admira cosas
mezquinas". Seguramente, todos lo somos en alguna de sus múltiples y
sutilísimas manifestaciones, o lo hemos sido por lo menos alguna vez en nuestra
existencia (3). Ha sido también descrito de manera similar: al decir "dar
importancia a cosas sin importancia" y "admirar mezquinamente cosas
mezquinas"(4).
El origen de la palabra "snob" es objeto de
debate. El Diccionario Webster le
atribuye un ancestro danés o bajo alemán, que ya en el Middle English (el
idioma de la época anterior a aquella en que las obras de Chaucer en el siglo
XV, cuajaran el origen del inglés que conocemos hoy) se había incorporado al
lenguaje de la isla como "snobben". Otras fuentes autorizadas le
atribuyen un origen más próximo y anecdótico: se dice que, en las listas de
estudiantes de las universidades de Oxford y Cambridge, que educaban a la
grandeza de Inglaterra, se agregaba "S. Nob." a los nombres de los
alumnos de origen plebeyo, sigla que significaba "sine nobilitate" (sin nobleza). Es dudoso que aún se haga,
pero no sería imposible que la costumbre haya perdurado hasta muy cerca de la
neo-barbarie en que hoy vivimos: no en vano Oxford y Cambridge han sido tanto
notorias productoras de esnobismo como víctimas de la literatura sobre el tema.
(5)
José Ortega y Gasset, en La rebelión de las masas (1930), refuerza esta etimología. Según el
filósofo español, el uso de la palabra "snob" procede de la
contracción del término "sine nobilitate", explicando que "en
Inglaterra las listas de vecinos indicaban junto a cada nombre el oficio y
rango de la persona. Por eso, junto al nombre de los simples burgueses aparecía
la abreviatura 's. nob.', es decir, 'sin nobleza'. Este es el origen de la
palabra 'snob'“. (6)
Con el tiempo, el concepto evolucionó y adquirió nuevos
matices. Pasó a describir a quienes, sin poseer títulos nobiliarios, adoptaban
actitudes o comportamientos de la nobleza que los discriminaba, con el fin de
aparentar un estatus social más alto. Más tarde, el término se extendió para
referirse a personas que admiraban excesivamente todo lo que consideraban
sofisticado o exclusivo, llegando a despreciar aquello o a quienes no cumplían
con estos estándares.
El sentido moderno de la palabra se estableció a mediados
del siglo XIX, gracias a una serie de artículos publicados por William Makepeace Thackeray (1811-1863) en la
revista Punch, con el título The Snobs of England by One of Themselves
(en español, Los esnobs de
Inglaterra por uno de ellos), y posteriormente editados como libro
en 1848, bajo el nombre de The Book of
Snobs. En él satírica y analiza las actitudes y la envidiosa admiración
hacia la clase alta de su tiempo. Y consolidó el término como un concepto
universal con implicaciones sociales concretas. Para Thackeray, un snob era "aquel
que admira mezquinamente cosas mezquinas no es más que un snob". El libro
fue considerado demasiado virulento e iconoclasta. (7)
Los personajes de The
Book of Snobs son más bien arquetipos, una sucesión de divertidísimas
caricaturas que forman una especie de catálogo de toda clase de snobs, y es un
deleite para el lector interesado en estas materias. Snobs mercaderes,
militares, eclesiásticos, universitarios (naturalmente), literatos, viajeros;
una jocosa galería de los clásicos snobs rurales de Inglaterra; los snobs en
familia, en la mesa, en el matrimonio y en el club; como jugadores y como
enamorados. No podemos equivocarnos: si bien el tono es cómico, la condena es
siempre moral, aunque sea más que nada por medio del ridículo. Thackeray
critica desde la imbecilidad en el poder (¡qué tema más contemporáneo!) hasta
las vanidades cotidianas.
En el Dictionnaire
du snobisme, Philippe Jullian escribe que "el sonido mismo de la
palabra 'snob', que comienza con un silbido para terminar como una pompa de
jabón, lo abocaba a una gran carrera en el terreno del desprecio y la
frivolidad". Es casi en ese sentido como lo entiende Thackeray, pero él le
añade una connotación moral. (8)
Retomando algunas de las ideas de los vicios ordinarios
de Judith Shklar, podemos establecer una relación con lo que he llamado como
esnobismo ecológico o ambiental. Este término se refiere a un fenómeno
contemporáneo vinculado a movimientos políticos y culturales que han generado
una emocionalidad cercana a este vicio. Algunos ejemplos de ello lo encontramos
de varios modos, como formas de esnobismo cultural que consisten en
distinguirse mediante el consumo de arte, música, literatura o cine
considerados de élite. También se manifiesta el esnobismo tecnológico,
relacionado con las últimas tendencias de dispositivos y servicios premium, y el esnobismo experiencial,
que gana terreno en redes sociales a través de la publicidad de experiencias
únicas, turismo de aventura o de riesgo, como viajar a destinos exóticos o
participar en eventos exclusivos. Todos estos fenómenos tienen un factor común:
que es proyectar estatus y exclusividad mediante prácticas simbólicas de
distinción.
Esta crítica al esnobismo, con su énfasis en la
admiración mezquina y la frivolidad, se extiende a manifestaciones
contemporáneas, como el hipsterismo, que puede verse como una forma moderna de esnobismo,
particularmente en su vertiente ambiental o ecológica. El hipster (hispanizado
como hípster) es una subcultura de jóvenes bohemios de clase media-alta que se
establecen por lo general en las civilizaciones o también en las comunidades
que experimentan procesos de crecimiento inteligente y gentrificación. Se
asocian a tendencias musicales indie
y alternativas, a una moda alejada de las corrientes predominantes (basados más
en lo independiente, que incluye artículos vintage),
a posiciones políticas green, al
consumo de alimentos orgánicos, productos veganos y ropa de segunda mano. Se
caracteriza por una sensibilidad variada, alejada de las corrientes culturales
predominantes (mainstream) y afín a
estilos de vida alternativos. (9)
A comienzos de los años 2010, la subcultura hipster
inicia su auge y gana mayor popularidad, convirtiéndose en una de las más
populares entre los jóvenes de todo el mundo, particularmente entre miembros de
la generación millennial. Son comúnmente identificados con la ropa, las
actividades al aire libre, la música y la comida fuera de la principal
corriente social (mainstream), escuchando a bandas generalmente poco conocidas
y sobre todo de los géneros rock alternativo e indie rock, rechazando al
consumismo y a la música comercial, y a veces son identificados con el
vegetarianismo o el veganismo entre sus hábitos alimenticios, y promoviendo el
ecologismo, el bricolaje y la moda vintage. (10)
Sin embargo, esta aparente rebeldía no es más que una
forma de conformidad disfrazada. Se afirma que "el punto principal de los
hípsteres es que ellos evitan las etiquetas y ser etiquetados. Sin embargo,
todos ellos visten lo mismo y actúan igual, y se conforman en su no
conformidad" hacia un "aspecto vintage, sensiblero, cuidadosamente
cuidado e icónico". En esencia, el hipsterismo se convierte en una
"creación de mitos" comerciales y contribuye a la formación del
discurso contemporáneo, una mitología moderna de influencia mediática, formada
ideológicamente y culturalmente que se apropia del campo de consumo indie y
finalmente se transforma en una forma de estigma. (11)
El esnobismo ecológico se inscribe dentro de estas
variantes contemporáneas. Este fenómeno, amplificado por las redes sociales,
abarca desde políticas basadas en la ecología profunda hasta en proyectos
artísticos como en estrategias de marketing verde que se presentan como una
actitud moral superior. Estas prácticas, más que reflejar una convicción
ecológica auténtica, suelen ser utilizadas como herramientas de distinción y
discriminación social que refuerzan inseguridades y la búsqueda de validación
en un contexto cultural cambiante. Por tanto, el esnobismo ambiental no escapa
a las dinámicas económicas que perpetúan diferencias y jerarquías sociales.
Estos fenómenos se expresan con especial claridad en las
redes sociales, donde se promueven tres variantes del esnobismo ambiental. La
primera es la exhibición de productos sostenibles, como ropa orgánica,
utensilios biodegradables o vehículos ecológicos, que se convierten en símbolos
de compromiso moral y estatus. La segunda es el travel-blogging ambiental, que abarca viajes a destinos remotos o
actividades que proyectan una imagen de activismo, como limpiar playas o
participar en safaris sostenibles. La tercera es el discurso moral de consumos
éticos, frecuentemente promovido por figuras públicas e influencers que defienden el veganismo, las dietas orgánicas o la
transición energética. Estas prácticas pueden contribuir a consolidar un
discurso moral que desvaloriza a quienes no adoptan estas posturas.
En este contexto, el esnobismo ambiental se convierte en
una postura estética más que ética, donde las acciones ecológicas sirven para
reforzar jerarquías sociales en lugar de impulsar cambios genuinos hacia un
futuro más sostenible.
Volviendo al ojo inquisidor de Thackeray y su The Book of Snobs, podríamos señalar que
el esnobismo ecológico emerge como una de las formas más representativas del
esnobismo moderno. ¿Cuándo aparece esta “mascarada verdosa”? No cuando se
observa una verdadera convicción hacia la sostenibilidad, entendida esta como
una práctica que se refleja tanto en acciones cotidianas como en propuestas que
abordan la urgente necesidad de responder al deterioro ambiental y a la visión
antropocéntrica de los recursos y las energías que consumimos diariamente. Se
trata, como dice nuestro escritor inglés, de admirar mezquinamente cosas
mezquinas (“Meanly admire mean things”). Este esnobismo ecológico se utiliza
como una herramienta para destacar y diferenciarse socialmente, pero también
para imponer una superioridad que puede restringir libertades individuales y
generar temores infundados. Detrás de esta máscara no necesariamente se
encuentra un compromiso genuino con lo que este hito significa dentro del
desarrollo industrial que nos envuelve, incluso en los resquicios más íntimos
de nuestra existencia.
Un ejemplo claro de ello es el caso de adquirir un
automóvil eléctrico de alta gama. Si bien este acto puede reflejar interés por
el medio ambiente, en muchos casos se convierte en un símbolo de estatus y
exclusividad. Se manifiesta como una moda que acoge una supuesta ética de
preocupación por lo que se denomina la "huella de carbono personal"
que dejamos a lo largo de nuestra existencia. Esta actitud puede ser más
performativa que sustancial, transformando el compromiso ambiental en una herramienta
de distinción social.
Así, notamos una doble cara en este esnobismo ecológico o
ambiental. Por un lado, impulsa la adopción de prácticas sostenibles que buscan
construir acciones de conservación del entorno. Este aspecto es positivo, ya
que puede inspirar cambios genuinos ante los riesgos que nuestra forma de vida
representa para nosotros mismos, el medio ambiente y las futuras generaciones.
Por otro lado, estas prácticas, cuando se utilizan como símbolos de estatus,
desvían el enfoque del impacto ambiental hacia una superficial competencia
social. Incluso pueden desincentivar a aquellos sectores de la población que no
tienen acceso a estos productos o servicios verdes, sin cuestionar los modos de
vida actuales ni las estructuras que perpetúan el problema.
Un aspecto determinante para adentrarnos en el esnobismo
ambiental es su dimensión estética, ya que muchas de las prácticas y consumos
“verdes” funcionan en tanto símbolos visuales y culturales que expresan un
determinado estatus social, determinando nuestra sensibilidad y percepción. El
arte, como forma de expresión estética, puede tanto reforzar esta máscara de distinción como cuestionarla
profundamente. En este sentido, Pierre Bourdieu señaló hace tiempo que el gusto
estético no es neutral ni meramente individual, sino que forma parte de un
sistema de diferenciación social donde las preferencias sensibles e
intelectuales culturales sirven para arraigar o desafiar jerarquías sociales.
Por tanto, el esnobismo ambiental puede entenderse como una manifestación
contemporánea de cómo la estética se instrumentaliza para la construcción de
identidad y exclusión social, más que para un compromiso genuino con la
naturaleza (12).
Sin embargo, el arte también tiene la virtud de presentar
la interdependencia ecológica por medio de experiencias estéticas que
trascienden la mera apariencia. Freya Mathews, en The Ecological Self, afirma que la experiencia estética de la
naturaleza nos ofrece revelarnos una identidad ecológica auténtica, donde el
sujeto se reconoce a sí mismo en tanto un ente inseparable del entorno natural,
instalando así una ética que va más allá de la intranscendente superficialidad
del consumo verde. (13) Por lo tanto, el arte puede convertirse en un medio
para superar el esnobismo ambiental, sugiriendo una percepción estética que
conlleve la solidaridad y el respeto hacia todos los modos de existencia.
En la misma línea, Bruno Latour advierte la necesidad de
crear otras formas estéticas y políticas que respondan a la crisis ecológica
actual, cuestionando las máscaras
sociales y culturales que oculta los intereses económicos y las desigualdades.
Para Latour, el arte debe intentar construir a una política del entorno que
reconozca nuestras conexiones profundas con el planeta e incitando una ética
del cuidado per se y la convivencia,
muy distinta del uso del ecologismo como mero accesorio de distinción social. (14)
Por último, respecto a la estética, pudiéramos retomar el
ya referido concepto spinoziano de conatus,
que ofrece un marco para acercar la dimensión estética y ética de la vida
misma. La voluntad individual de perseverar
en el ser no es solo un impulso biológico, sino también una fuerza
que se manifiesta en la belleza y armonía de la naturaleza y en las obras que
la celebran. Desde esta perspectiva, el arte puede encarnar esa fuerza vital y
conectar al espectador con una ética ecológica profunda, contraria a la frivolidad
del esnobismo ambiental. (15)
Judith N. Shklar, cuya obra inspira esta reflexión, no
aborda directamente el esnobismo ambiental, pero su análisis sobre el esnobismo
como vicio social proporciona un marco útil para entender este fenómeno. Shklar
describe el esnobismo como una conducta que crea líneas de separación con
respecto a los demás, no a partir de méritos genuinos, sino adoptando valores
artificiales que refuerzan jerarquías culturales, políticas y económicas. En el
contexto del esnobismo ecológico, esta dinámica se ve intensificada por el
llamado marketing verde, que fomenta una distinción social a través de
prácticas supuestamente sostenibles. Este tipo de esnobismo no solo afecta las
relaciones interpersonales, sino que, dentro de un sistema democrático,
erosiona los principios de igualdad y respeto mutuo.
Cuando el compromiso ambiental o “verde” se transforma en
una práctica de ostentación, cae en la trampa de la exclusividad, en la que
ciertas élites logran una distinción mediante prácticas ecológicas que están
fuera del alcance de la mayoría. Este fenómeno refuerza las desigualdades
sociales, especialmente en contextos del llamado “Tercer Mundo,” donde el
acceso a productos ecológicos o tecnologías sostenibles está restringido para
grandes sectores de la población. Así, el esnobismo ambiental desvía el propósito
esencial del activismo ecológico: construir colectivamente un modelo de
desarrollo que favorezca un planeta más sostenible desde la escasez de recursos
(y no desde su abundancia desmedida). Este enfoque ético y democrático debería
invitar a una reflexión profunda sobre nuestra responsabilidad hacia el
presente y el futuro, transformando nuestra percepción del mundo que nos rodea.
En el contexto del esnobismo ambiental o ecológico, esta
subcultura hipster ilustra cómo el ecologismo puede convertirse en una pose
snob: una admiración mezquina por lo "verde" que prioriza la
apariencia sobre la sustancia, promoviendo hábitos como el veganismo o el consumo
orgánico no por convicción profunda, sino por distinción social. Así, el esnobismo
trasciende épocas y clases, adaptándose a temas actuales como la
sostenibilidad, donde la condena moral de Thackeray resuena con fuerza en
nuestra era de "imbecilidad en el poder" y frivolidades disfrazadas
de virtud.
Con los planteamientos de Judith N. Shklar, asumimos la
tarea de comprender los vicios ordinarios y subrayar la importancia de cultivar
virtudes cívicas accesibles para todos, que fortalezcan la igualdad y el
respeto mutuo en las sociedades democráticas. Estas palabras en relación con el
ambiente, la ecología y la sostenibilidad son, más que una crítica, un llamado
de atención hacia posturas que desdibujan la auténtica sostenibilidad en un
mundo desbordado por el excesivo consumo fútil y el extractivismo desmedido. Se
trata de enfrentar el reto de buscar una aceptable justicia ecológica. Es vital
que los postulados de una ecología responsable y prácticas sostenibles no se
conviertan en herramientas de distinción social que nos aparten del verdadero
camino hacia la restauración de cierto justo equilibrio natural y del respeto
por los demás seres vivos y demás entes que habitan este planeta, sino que
tales propuestas reflejen la convicción auténtica del peligro inminente de lo
que concierne a la existencia del planeta en su conjunto.
Notas
1.
Spinoza, Baruch. Ética. Trad. Vidal Peña, Madrid:
Alianza, 2007.
2.
Spinoza, Baruch. Ética. Trad. Vidal Peña, Madrid:
Alianza, 2007.
3.
“Snob”, Merriam-Webster, Merriam-Webster's
Collegiate Dictionary, 11th ed. (Springfield, MA: Merriam-Webster, 2003), s.v.
"snob."
4.
"Snob", Wikipedia, última modificación el 15 de agosto de 2023,
https://en.wikipedia.org/wiki/Snob.
5.
Merriam-Webster,
Merriam-Webster's Collegiate Dictionary, s.v. "snob."
6.
José Ortega
y Gasset, La rebelión de las masas (México: Planeta, 1985), 1.
7.
William Makepeace Thackeray,
El libro de los snobs. Traducción J.R. L. López.
Ed. Planeta, Barcelona. 2008. (The Book of Snobs. Londres:
Punch Office, 1848).
8.
Philippe
Jullian, Dictionnaire du snobisme (París: Bartillat, 2006), 1.
9.
"Hipster (contemporary subculture)," Wikipedia, última modificación el 10 de julio de
2023, https://en.wikipedia.org/wiki/Hipster_(contemporary_subculture).
10. Mark Greif, "What Was the Hipster?" New York
Magazine, 24 de octubre de 2010, https://nymag.com/news/features/69129/.
11. Greif, "What Was the Hipster?"
12.
Pierre
Bourdieu, La Distinción: Criterio y bases sociales del gusto (Buenos Aires:
Siglo XXI, 1984), 112.
13.
Freya
Mathews, The Ecological Self (Londres: Routledge, 1991), 45.
14.
Bruno
Latour, Facing Gaia: Eight Lectures on the New Climatic Regime (Cambridge:
Polity Press, 2017), 78.
15. Gilles Deleuze, Spinoza: Filosofía práctica (Barcelona:
Tusquets, 1981), 52.
Bibliografía
Bruno
Latour, Facing Gaia: Eight Lectures on
the New Climatic Regime Cambridge: Polity Press, 2017.
Freya
Mathews, The Ecological Self. Londres: Routledge, 1991.
Gilles
Deleuze, Spinoza: Filosofía práctica
Barcelona: Tusquets, 1981.
Greif,
Mark. What Was the Hipster? New York
Magazine, 24 de octubre de 2010. https://nymag.com/news/features/69129/.
Jullian,
Philippe. Dictionnaire du snobisme.
París: Bartillat, 2006.
Merriam-Webster.
Merriam-Webster's Collegiate Dictionary.
11th ed. Springfield, MA: Merriam-Webster, 2003.
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México: Planeta, 1985.
Pierre
Bourdieu, La Distinción: Criterio y bases
sociales del gusto. Buenos Aires: Siglo XXI, 1984.
Shklar,
Judith N. Vicios ordinarios.
Cambridge, MA: Harvard University Press, 1984.
Spinoza, Baruch. Ética. Traducido por Vidal Peña. Madrid:
Alianza, 2007.
Thackeray, William Makepeace. El libro de los snobs. Traducción J.R.
L. López. Ed. Planeta, Barcelona. 2008, (The
Book of Snobs. Londres: Punch Office,
1848).
Otras Referencias:
Wikipedia:
"Hipster
(contemporary subculture)." Wikipedia. Última modificación el 10 de julio
de 2023. https://en.wikipedia.org/wiki/Hipster_(contemporary_subculture).
"Snob."
Wikipedia. Última modificación el 15 de agosto de 2023. https://en.wikipedia.org/wiki/Snob.
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