Norbert
Wiener, sobre Ideas e IA.
David
De los Reyes
Norbert Wiener (1894-1964), matemático,
zoólogo y filósofo norteamericano, creador, en buena parte, de la teoría de la
cibernética alrededor de los años 50 del siglo pasado, se hacía una pregunta
clave para la evolución de la ciencia: ¿qué está pasando con ella cada vez que se
detiene más en los datos que en las ideas?
Por esos años escribió un artículo que
sólo se vino a conocer después de su muerte, en 1964. El artículo se titula Invention: The Care and Feeding of Ideas,
que podemos traducir por “Invención: el cuido y alimentación de las ideas”, que
vendría a ser publicado en 1993, es decir, unos cuarenta años más tarde de
haber sido escrito[1].
En ese ensayo se refiere al cambio
operado en la ciencia de los Estados Unidos que, ante sus ojos, se había
burocratizado y había pasado a ser controlada y financiada o bien por grandes corporaciones,
o bien por el Departamento de Estado norteamericano para investigaciones en
torno a la defensa en plena época de inicios de la guerra fría con la otrora
llamada URSS.
Wiener observó que en el momento más
alto de la evolución y desarrollo de la ciencia occidental pareciera haber
llegado a su estadio crítico, de declive creativo y decadente, virando hacia
proyectos derivativos de otros. Proyectos que se separaban y distanciaban de la
ciencia alimentada por la anterior y próspera cultura de las ideas de la
invención científica de la que tanto se alimentó y la hizo evolucionar y crecer.
Afirmó este pensador, en su reflexión
profética, al considerar a los líderes de las tendencias de la época y la
consecuencia de sus decisiones, con una lente única y nada optimista ante los
derroteros que tomaba la ciencia ya para entonces. Surgía toda una situación
particular que sólo mentes brillantes como la de Wiener se daban cuenta: pasar
de la investigación individual a una
investigación controlada e industrial, inclinada a los pies de los intereses
corporativos o del estado. Esta propuesta hizo levantar sospechas y
desconfianza hacia la originalidad y creatividad de la condición humana. Tal
postura rompía con la cadena de investigadores individuales que habían hecho
prosperar toda una cultura de la invención, del descubrimiento y del
conocimiento en la ruta moderna de la ciencia. Invocando ahora una tendencia
cercana a una especie de anti-humanismo.
Se pasó de una condición científica surgida
por mentes individuales a una de las mentes
colmena y sus enjambres, posición que tomo el que-hacer científico.
Esto conduciría, según Wiener, a lo que
llamó el efecto estadístico, como
portador de ideas cuantificadas; lo
cual alentaría menos la necesidad de intelectuales de investigación original y,
por tanto, un menor uso de ideas humanas.
Es el tratamiento casi común y universal que observamos hoy en todos los campos
del saber científico (o no tan científico). Se trata, en su mayoría, de
construir un conocimiento estadístico, completamente basado en datos,
convirtiéndose desde entonces una amenaza aparente las nuevas perspectivas
conceptuales e ideas científicas que difieran del tema del datismo.
Para Wiener estaba claro del milagro científico de la modernidad. Sabía que las ideas surgen sobre un caldo de
cultivo cultural, social y palítico particular, donde existen entornos que
otorgan valor y libertad a los intelectuales y creadores individuales. Sus
palabras lo advirtieron así: Las ideas
nuevas se conciben en el intelecto de los científicos individuales, y en
especial tienden a originarse allí donde hay numerosos intelectos bien
entrenados, y por encima de todo allí donde se valora al intelecto[2].
Valoración que no vislumbramos en la actualidad en la mayoría de los países
ahogados por las tendencias políticas en que la ciencia se ideologiza y debe específicamente
adecuarse a los intereses y planes de los estados y sus políticas populistas o
demagógicas (aunque se digan que son sociedades democráticas). Pareciera tener
la ciencia un requerimiento impositivo para esos entornos oscuros de exegesis y
culto nacionales que exige a la ciencia, en primer término, establecer vínculos
con la comunidad, más que con las ideas.
Esto vendría a establecer el estadio de
la ciencia que, para Wiener, en su tiempo, la veía ya sometida hacia una
dirección anti-intelectual y antihumana. Y esto lo encontramos también con los
efectos del gran entusiasmo en que se
acoge en el presente la aparición y la implementación de los ordenadores
superinteligentes o la misma Inteligencia Artificial (IA). Que, entre sus
posibilidades reales (¡no es ficción!), vendrán, como sabemos, a reemplazar a
los seres humanos y desterrar una diversidad de profesiones y puestos de
trabajo. Dando aparición a una intensa emoción de ansiedad sobre un estambre
tecnológico anti-intelectual y antihumano, propio de lo que el filósofo Mayz
Vallenilla llamó, bajo una mirada optimista, como “ratio técnica”.
Nos encontramos con un abanico de
opciones funcionales algorítmicas que fundamentan las consideraciones ante los
avances de la tecnología y su evolución a futuro, que se ve prescrita en la
defensa del mito del anti-humanismo, o superación de la condición de la
inteligencia humana sustituida por la rapidez de respuesta que pueda dar
cualquier dispositivo que se maneje, por ej., a través de lo llamado por GPT.
El mito moderno de la velocidad nunca
se hace más presente que ahora con el manejo de datos. Presente en esa
perspectiva anti-humanista, en tanto requerimiento para el avance de la
tecnología. También pudiéramos hablar de lo mismo a partir del concepto -con
bisos de falso dilema nietzscheano-, y ampliamente referido, usado y defendido,
con el concepto de posthumanismo.
Modifiquemos un estribillo conocido
desde varios siglos: un fantasma está recorriendo al mundo y es el fantasma del
control humano por la IA. Presentándola como la panacea para remediar y salvar
a la especie.
Lo que pueda arrojar para el beneficio
humano a futuro esta tendencia de avances
tecnológicos puros de la IA,
no pueden ser aun realmente considerados de forma real y precisa, sólo pensarla
en tanto suposiciones: parte de la literatura de ciencia ficción ya ha dado
muestras de las posibles distopías posibles. William Gibson nos dio en 1984 su
clásica obra Neuromancer, novela
paradigmática del género ciberpunk. Donde
nos muestra un mundo dominado totalmente por la tecnología y la interconexión
digital. Presentando una descripción pormenorizada de los tiempos por venir
sombríos y distópicos; donde la realidad virtual, la IA y los implantes
cibernéticos de un ciberantropo, son la moneda corriente de la asfixiante cotidianidad
digital. Una novela de anticipación, además de haber acuñado Gibson el término,
hoy común, de ciberespacio.
Mientras, nos encontramos en el
presente con un cortafuego digital al intelecto humano al reducirlo a una
reclusión y una creatividad minimizada. Lo que se nos muestra es que, tanto la
investigación científica, como el avance teórico y los conocimientos a obtener,
tendrán un derrotero algo reducido, gracias a la IA. Pareciera que de ahora en
adelante se desalentará la evolución de la mente/inteligencia natural en general, y no se reconocerá
importante la invención genuina y la construcción de ideas por la inteligencia y la conciencia humana.
Para Wiener estaba claro. Toda
investigación sometida a los dictámenes de la financiación corporativa
obstaculizaba la inversión para el desarrollo de una cultura de ideas
originales y genuinas. Afirmó que no se puede tener control de los réditos económicos de las ideas y de su considerable
valor, en su mejor sentido, sino con el paso del tiempo y no precisamente en el
momento de su aparición y su puesta crematística inmediata en el mercado. No se
pueden predecir las ideas novedosas. Las ideas no deben tener sólo como norte ser
creadas sólo por los beneficios económicos e intelectuales para una mayor prosperidad (cuestionable e incierta), que
pueda obtenerse a corto plazo. La tecnología y la ciencia irán de cabeza a
sustentarse y enraizarse en los usos de la Web e inclinarse a la labor técnica
de la Inteligencia Artificial que arrojen beneficios inmediatos, declinando
atención por los nuevos inventos e ideas. Entraremos a una enajenación o
congelamiento de la cultura de la invención, o del método del descubrimiento
científico original por ideas innovadoras.
La mente humana está siendo reemplazada por programas informáticos que
ahora, más que ser creados por humanos, surgen de los chats del GPT, es decir,
de un producto puro de la tecnología de la IA y sus acelerados algoritmos.
Wiener lo capto así: El
deseo contemporáneo por encontrarle un reemplazo mecánico a la mente humana
tiene unos límites bien definidos. Allí donde las tareas realizadas por un
individuo se puedan comprender con atención y nitidez no costará encontrar un
sustituto razonablemente adecuado o bien un dispositivo mecánico, o una
organización en la que las mentes humanas se unan como si fueran partes de ese
dispositivo[3].
Con ello se ponía en guardia ante lo
que hoy se construye en los derroteros del mito de la IA, al defender el nocivo efecto (Wiener), sobre la
humanidad de la constitución de las mentes colmenas en la red y enjambres
científicos de investigación.
Lo más difícil en esta época de la
comunicación inmediata de información y conocimientos, paradójicamente, es la
creación y aparición de nuevas ideas originales de verdad. Ello se convertía en
un fenómeno novedoso en cada ocasión. Lo que procede ahora será a una
remodelación azarosa de ideas ya existentes, separadas de la dirección de una
mente que seleccione las ideas. Dando una confianza superlativa a las máquinas
y una reducción de participación a la creatividad humana en la selección y
constitución de nuevas ideas y concepciones de mundos posibles. ¿Habrá que prever
una ética para los usos y decisiones de la misma IA?
Lo previsto por Wiener lo encontramos
ya en las inversiones millonarias de las últimas décadas. Henry Markram[4]
invirtió 1000 millones de euros en IA. Se trata de construir un cerebro
artificial que use redes neuronales y superordenadores (usando las teorías
neuronales existentes hasta el momento). Esto genera la fachada de una fantasía
en el uso de la IA. Tendrá un papel central en nuestra cultura, al poderse
aplicar para anticipar problemas y cuestiones proyectadas a un futuro cuasi
real virtual. Un tiempo por venir donde las máquinas superinteligentes podrán
ser nuestros nuevos tiranos cotidianos (si no es que no lo son ya, por todas
las relaciones que se nos imponen subrepticiamente en el entorno en que se
desempeñan nuestras vidas mecánicas
del presente: los Smartphone son un
buen ejemplo de un excelente joker
tecnológico de dominio: ¡mira sólo tu pantalla!).
Todo esto es lo que Norbert Wiener pudo
entrever desde su rincón de científico y pensador individual durante los años
50, década donde ya había afinado su teoría sobre la cibernética de 1948, al
aparecer su libro Cibernética o el
control y comunicación en animales y máquinas, junto a otro texto
revelador, casi desconocido y menos leído: El
uso humano de los seres humanos: Cibernética y Sociedad (1950), que refería
a las prácticas de la cibernética en la sociedad, y los peligros que su
aplicación podía ocasionar. Todo esto sin tener en cuenta lo que ha venido a
ser los avances de la cibernética en el desarrollo de los campos y dispositivos
digitales que nos rodean, invaden y ¿colonizan? hasta en nuestros más íntimos
sueños.
Bibliografía:
Wiener, Norbert,
(1948): Cybernetics: Or Control and Communication in the Animal and
the Machine (Cibernética:
Control y Comunicación en el Animal y la Máquina). Editorial: The MIT Press. Cambridge, Massachusetts.
------------------, (1950): The
Human Use of Human Beings: Cybernetics and Society (El Uso Humano de los
Seres Humanos: Cibernética y Sociedad). Ed.Da Capo Press, Nueva York, (reimpresión
en 1988)
----------------,
(1963) God and Golem, Inc.: A Comment on
Certain Points Where Cybernetics Impinges on Religion (Dios y Golem, S.A.:
Comentario Sobre Ciertos Puntos en los que la Cibernética Afecta a la Religión).
Ed. The MIT Press, Cambridge, Massachusetts.
----------------,
(1995). Inventar:
sobre la gestación y el cultivo de las ideas. Introducción de Steve Joshua Heims; traducción de Ambrosio
García. Ed. Tusquets, Barcelona.
[1]
Norbert Wiener. (1995): Inventar:
sobre la gestación y el cultivo de las ideas. Introducción de Steve Joshua Heims. Barcelona: Tusquets,
1995.
[2] ídem, p.96.
[3] Ídem, p.87
[4] Henry Markram (1962, Suráfrica)
es un científico suizo conocido por su trabajo en el campo de la neurociencia. Fundó
y dirigió el Laboratorio de Circuitos Neuronales en la Escuela Politécnica
Federal de Lausana (EPFL) en Suiza. Es reconocido principalmente por su
liderazgo en el proyecto Blue Brain
(Cerebro Azul), cuyo propósito es crear, bajo su visión, un modelo
computacional detallado del cerebro humano utilizando supercomputadoras y
técnicas de simulación por computadora. El proyecto Blue Brain se ha dirigido en entender los procesos complejos que
ocurren en el cerebro, bajo la razón científica optimista y legitimadora de
proporcionar información sobre enfermedades neurológicas y trastornos mentales.
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