Fotografía: la objetivación
como mecanismo de re-humanización
Marysabel Rodríguez
La fotografía constituye un acto de re-presentación: una determinada perspectiva del espacio-tiempo, mediada únicamente por los sentidos – estando ya presente – vuelve a ser presentada (re-presentada) a través de una superficie plana de doble dimensión, la foto. Un objeto diferente a nosotros y al espacio-tiempo percibido directamente, un tercero.
Las imágenes re-presentan la realidad. Cuando decimos “objetividad” nos referimos a su carácter externo-material, no a su imparcialidad, ya que su construcción está mediada por constantes subjetividades. De manera que compartimos la advertencia de Flusser cuando señala:
“Este carácter aparentemente objetivo, de las imágenes técnicas hace que el observador las mire como si no fueran realmente imágenes, sino una especie de ventana al mundo. El observador confía en ellas como confía en sus ojos. Si las critica, no lo hace como una crítica a la imagen, sino de la visión; sus críticas no se refieren a la producción de imágenes sino al mundo en cuanto visto a través de ellas. Tal actitud acrítica hacia las imágenes técnicas es peligrosa (…) la objetividad de la imagen técnica es una ilusión”[1]
La foto como tercero-objeto expresa una re-presentación, un producto, una construcción, una interpretación. Este “volver a presentar” supone alguna novedad en la recomposición de los elementos, la diferencia, lo no antes visto en razón de una nueva perspectiva. La composición de diversos objetos-sujetos en la acción fotográfica guarda características artísticas en tanto que la imagen re-crea una realidad, es decir que en la interpretación de esta última se produce una imagen que es novedosa en motivo de su composición. El acto de creación radica no en la invención de una nueva realidad, sino en una nueva propuesta de comprensión a través de la composición. El arte, lo creado es la materialización de la interpretación, no la realidad en sí.
De esta manera, una cualidad definitiva de la fotografía es la representación-interpretación de la realidad mediante la composición de imágenes. El fotógrafo, en tanto síntesis y expresión de un marco cultural específico, manifiesta en su trabajo una serie de prejuicios que caracterizarán su producto, de manera consciente o no. El enfoque estético, la sujetos y objetos fotografiados, la relación entre estos, sus posturas, las dinámicas espaciales y los contenidos que puedan develar la construcción gráfica se limitan tanto a la capacidad técnica de la cámara (lo que ella es capaz de captar) como a la intención subjetiva del fotógrafo o fotógrafa. En palabras de Flusser:
“Los obstáculos de la cultura, la condición cultural, informan el acto fotográfico (…) la crítica fotográfica debe ser capaz de descifrar las condiciones culturales internas de cada fotógrafo (…) la estructura no está contenida en el objeto del fotógrafo, sino en su mismísimo acto”[2]
La acción fotográfica se constituye como un proceso social complejo, en el que interactúan diversos componentes. Si bien el fotógrafo define y articula el producto final, no solo sus intenciones son parte del proceso. En fotografía de denuncia, fotoperiodismo, e incluso fotografía documental, es decir, cuando se trabaja con personas, las expectativas de estas son un elemento - muchas veces omnipresente - en la dinámica entre fotógrafo-fotografiado. De igual forma, el público, quienes van a observar el trabajo, a los que va destinado de manera consciente ese “dar a conocer” (ya que, como veremos más adelante, tanto el fotógrafo como el fotografiado también se re-conocen) son parte de la interacción, de la acción-reacción que pretende despertar, alertar, informar, e incluso cambiar - o al menos cuestionar – conductas y realidades.
En este sentido, podemos caracterizar preliminarmente la fotografía como proceso social a partir de los siguientes componentes paralelos entre sí:
El fotógrafo(a): cuenta con una carga de prejuicios que define su trabajo. Su enfoque y el resultado social de la foto tienen que ver el propósito y el tipo de fotografía (denuncia, documental, antropológica, fotoperiodismo). Se puede orientar a la denuncia ante instituciones públicas, a generar empatía y sensibilidad en la ciudadanía, a la promoción de valores, al estudio académico de sectores, grupos o conductas. Esto supone en el fotógrafo un sentido previo del por qué y para qué de la foto desde una perspectiva e incidencia colectiva en el marco de una comprensión ética y estética, que puede ser consciente o no, y define los modos de re-presentar esa realidad.
El/la/los fotografiados(as): también tienen creencias sobre la posible incidencia y alcance de la fotografía para satisfacer sus expectativas. La denuncia puede ayudar a la resolución de sus conflictos, la satisfacción de sus necesidades gracias a la presión ejercida por la difusión de “temas incómodos” para los gobiernos en medios masivos de comunicación. La colaboración por parte de particulares mediante donaciones, por ejemplo. El apoyo de ONGs, sea este material, jurídico, psicológico. La promoción del reconocimiento y tolerancia hacia grupos vulnerados o discriminados históricamente (contra la violencia de género, discriminación sexual, social, económica o política).
La foto: es el producto, es la materialización de lo objetivado, es el tercer elemento que sintetiza los objetivos y filtro cultural del fotógrafo, las expectativas del fotografiado y la reacción esperada del público en razón de los motivos que orientan el trabajo. La superficie plana que emula una parte de la realidad y que por estar orientada subjetivamente, constituye una interpretación de lo que existe.
El público/observador/sintiente: a quien va destinado preliminarmente la representación gráfica - ya que en la práctica tanto el fotógrafo(a) como los fotografiados también son espectadores -. La intención es sensibilizar a las personas, es incidir en las posturas, acciones o funciones a partir de la generación de consciencia sobre determinada situación. Estos también realizan su interpretación bajo prejuicios culturales que enmarcan sus criterios.
Todo lo captado por la cámara se objetiviza por el simple hecho de ser proyectado en una superficie espacio-temporal diferente a la real. Esto supone un proceso de desnaturalización: la realidad se recorta, se filtra, la temporalidad histórica desaparece, la imagen congela la “realidad”, la eterniza.
De esta manera estamos en presencia de una paradoja cuando consideramos que las personas, como componentes de la fotografía, también son objetivizadas. Estamos ante sujetos objetivados. ¿En qué sentido? Cuando hablamos de incidencia colectiva del contenido fotográfico, esto supone la capacidad de influir en ideas, concepciones, juicios, creencias que evidencian un conjunto de valores que filtran la percepción que tienen las personas sobre sus semejantes y la interacción con ellos. De manera que las fotografías con esta orientación revelan actitudes, sentimientos, necesidades, es decir, cualidades subjetivas de los personajes fotografiados que son maximizadas, enaltecidas, destacadas, a fin de llamar la atención. El heroísmo, la entereza, la persistencia, la entrega, la resignación, humildad, la ira, la resistencia, la humillación, la tristeza, la esperanza, son algunos de los caracteres que pretenden ser transmitidos, que buscan ser conocidos, respetados, tolerados e incluso socorridos.
Así, la objetivación de cualidades busca plasmar, evidenciar, eternizar para cada espectador un enfoque de la realidad que invita a ser conocido, puesto que la fotografía no es la realidad en sí, sino una interpretación de la misma, principalmente del fotógrafo, y en menor medida del observador, quien puede cuestionar la perspectiva original.
Este proceso de objetivación busca ponernos frente a frente, a nosotros (lo real, el fotógrafo, fotografiado y público) respecto a la propia interpretación de ella (la foto como motivo de síntesis de esos tres momentos). Concebimos a los otros y a nosotros como “otros”, en un plano bidimensional. La percepción de “un yo fuera de sí”: los tres sujetos componentes visualizan sus prejuicios, expectativas, necesidades, conflictos. Los espectadores ven la historia, los problemas, las motivaciones, las posturas de las que son conscientes o inconscientes en su entorno cotidiano. Cada toma tanto en su proceso de conformación como en su resultado, son ocasiones para visualizar los criterios que gobiernan la toma, de allí que el fotógrafo se pueda observar a sí mismo en el desempeño de sus labores, tenga oportunidad para notar, y en consecuencia, fortalecer, cuestionar o reconsiderar, las creencias e intenciones que dan forma a su ejercicio. Los fotografiados, es quizá el sector más consciente dentro del proceso, ya que la mayoría de las veces participa con una intención clara: espera reconocimiento, apoyo, ayuda e incluso remuneración, en razón de su situación de vulnerabilidad económica, personal o social (esto en caso de ser conscientemente fotografiados).
El acto fotográfico entonces tiene el efecto de un espejo, representa una síntesis de momentos que da lugar a la autopercepción. Es una ocasión para el re-conocimiento, es decir, el “volver a conocerse” mediante la propia objetivación. La gráfica refleja 1) los marcos culturales del fotógrafo, sus prejuicios sobre la realidad 2) la situación, necesidad, sentimientos del fotografiado(a) y 3) la necesidad, carencia, vulnerabilidad, o estado de ánimo de los otros como miembros de un colectivo, del que el espectador es parte.
Desde una concepción estética fácilmente podemos aseverar que la foto no es la realidad, o la altera notoriamente, (ya que la realidad no es blanca y negra, por ejemplo). Con las cualidades subjetivas, que no son verificables ni sujetas a experiencia empírica directa, el hecho de caracterizarlas como reales a través de fotos es mucho menos coherente, ya que no hay referencia en el sentido positivista del término. Sin embargo, esa carga emocional-anímica acompañada de la discusión, el texto, el testimonio, le brinda cierta certeza y sentido tangible al hecho fotográfico al generar empatía, identidad o simple interés. Sin negar que estemos ante las fotografías entendidas como interpretaciones, estas tienen la capacidad de incidir en nuestras conductas. Si la realidad objetiva no existe, lo real puede ser una interpretación más, un prejuicio en el que buscamos coincidir con el propósito de re-humanizarnos.
Referencias bibliográficas:
FLUSSER, Vilém. Hacia una filosofía de la fotografía, México: Editorial Trillas, 1990.
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