Wilhelm Reich y el fascismo
Ignacio Dobles Oropeza (*)
Universidad de Costa Rica
Tomado de: Actualidades en Psicología, 2003, Vol.19, No. 106, 97-112
Resumen. Este artículo discute diversos aspectos de los aportes elaborados por Wilhelm Reich en las décadas de los 30 y 40 para abordar el fenómeno nazi-fascista en Alemania, y sus polémicas con el movimiento psicoanalítico y también con la Internacional Comunista. Enfatiza el abordaje caracterológico del fascismo por parte de Reich y su análisis de la política, la propaganda y la estrategia fascista, cubriendo su lectura del marxismo y del psicoanálisis y las tareas psicopolíticas que intentó esbozar.
Palabras clave: fascismo; psicoanálisis; materialismo dialéctico; sexualidad; carácter.
Abstract. This paper discusses several aspects of Wilhelm Reich’s analysis of the nazi-fascist phenomenon in Germany in the 1930’s and 1940’s and his controversies with the institutionalized psicoanalytical movement and also with the Communist International. The paper discusses the characteriological approach defended by Reich and his analysis of fascist politics, strategy and propaganda, covering his peculiar understanding of marxism and psychoanalysis, and the political tasks he proposed.
Key Words: Fascism, psychoanalysis, materialism, dialectical, sexuality, character.
(*)Dirección postal: 1046 – 2050, San José, Costa Rica; Ce: idobles@yahoo.com
97 Wilhem Raich y el fascismo
Introducción
Quiero discutir en este trabajo la valoración conceptual y práctica del fascismo que hacía el psicoanalista vienés Wilhelm Reich en los años 1930-1940, enfatizando los aportes sociopsicológicos y culturales del autor y su identificación de diversos aspectos ideológicos y culturales del fascismo alemán. Se trata de una perspectiva que engendró, en el marco del movimiento obrero organizado de la izquierda europea de la época, modalidades organizativas y políticas que eventualmente condujeron a contradicciones insalvables con las organizaciones comunistas. El otro lado de la historia se revela en las implicaciones y consecuencias de esta politización del psicoanálisis, lo que produjo otras contradicciones que desembocaron en otras rupturas. Reich era, sin duda, incómodo para muchos.
Se trata de un personaje paradigmático. Psicoanalista, el “más comprometido políticamente” según Dahmer (1983) y el “más vital de los discípulos de Freud” según Moscovici (1985, p. 298), se separa de la ortodoxia freudiana desde principios de los años veinte, y a finales de este decenio de entreguerras se acerca primero al movimiento socialista y luego al comunista, con el que romperá en 1933. Reúne la particularidad de haber sido expulsado del Partido Comunista y también de la Asociación Psicoanalítica de Viena.
Reich era, políticamente, un personaje sumamente incómodo para el establishment psicoanalítico, dirigido por Freud. En su autobiografía, escrita en los años cincuenta, cuenta cómo, ante un escrito suyo acerca del masoquismo en que criticaba la teoría freudiana, Freud hace una advertencia editorial en la revista Internationale Zeitschrift para aclarar que era una publicación abierta a todos los psicoanalistas, pero que en el caso de Reich había que hacer la observación de que se trataba de un “miembro del Partido Bolchevique”, lo que limitaba su “libertad de investigación”. De paso le cuenta a Sandor Ferenczi que la posición de Reich era “el colmo de la tontería” (Dahmer, 1983).
Reich contesta que parecía no existir esa libertad en las discusiones políticas y sociológicas en la Asociación Psicoanalítica, destacando que su crítica a ciertos aspectos de la teoría freudiana antecedía a su encuentro con el marxismo. Lo curioso es que ya en los años cincuenta, en que se ha desentendido de la militancia política, Reich termina dándole la razón al Freud censor. Pero en los años treinta, este analista y militante era un serio problema para un Freud que intentaba, ilusamente, por cierto, desvincular la institucionalidad psicoanalítica de las tormentas políticas de la época (Dahmer, 1983).
Cuando emigra a Estados Unidos, en 1941, Reich es perseguido por el FBI y seguido minuciosamente por J. Edgar Hoover, director de este organismo. Podemos leer en los informes a que se tiene acceso de acuerdo con el Freedom of Information Act correspondientes a estas fechas, que se sospechaba de su “trayectoria comunista” y de su “influencia entre las mujeres doctoras”1. En 1947 una investigación de seis años del FBI llega a la conclusión de que su trabajo no era peligroso para la seguridad nacional de EE.UU., sin embargo, será de nuevo perseguido al continuar durante los años sombríos del macartismo sus investigaciones sobre el “Orgón” y la energía biofísica, en una finca que había adquirido en el Estado de Maine. Acusado de violar disposiciones de la Food **And Drug Administration (F.D.A.) es encarcelado en 1955, muriendo en una cárcel estadounidense en 1957, a los sesenta años, de un ataque cardiaco.
Los libros de Reich fueron quemados por los nazis en 1933 y por el macartismo en Estados Unidos en los años cincuenta. Su obra Psicología de masas del fascismo, que es de fundamental importancia para este trabajo, no pudo ser editada en EE.UU. hasta 1971, y fue por una orden judicial. Es presentado con facilidad como un quack 1 (charlatán) debido a su búsqueda incesante de la fuente última de la energía vital, sin embargo, aún en estas últimas etapas de su vida resulta influyente para algunas concepciones new age y en la etapa que nos concierne, la más politizada de los años treinta, sus observaciones acerca del fascismo y la psicología de masas eran sumamente agudas e influyentes. Su tratamiento de la “familia patriarcal” es central, y además, precursor.
En este trabajo nos concentraremos en esta primera etapa de Reich, de gran fecundidad política, de los años 1920-1940. Cabe anotar que Reich fue reelaborando sus concepciones de acuerdo con su cambio en circunstancias (me refiero a emigraciones, rompimiento con organizaciones, etc.) y en el prólogo de Psicología de masas del fascismo que escribe en 1942 describe como fue abandonando el uso de algunos términos al reelaborar sus escritos 2. Parker (1997) ha advertido acerca de las dificultades que esto provoca al intentar discutir al autor, ya que repetidas veces reelaboró sus obras, manteniendo el mismo título, de acuerdo a las modificaciones en su pensamiento y en sus circunstancias. Reich constantemente se reinventaba a sí mismo, aunque haciendo concesiones en su pensamiento político.
Llama la atención que Mary Higgins, encargada del Trust de Wilhelm Reich, al notar que en los años setenta había un interés renovado por su obra de parte de los activistas políticos de esa época, plantea en la introducción a la edición de Psicología de masas del fascismo que no se puede disociar al Reich politizado (que le interesaba a los activistas, y a este trabajo) del Reich del orgómetro. Esto es muy cuestionable, aunque no sorprenda el interés de la Sra. Higgins en promover la totalidad de la obra del autor.
Reich nace en Dobryzcynica (Austria) en 1897, en una familia judía no practicante en la que se habla el idioma alemán. Su padre, estricto, severo, fue un agricultor, y su madre, que eventualmente se suicida, educadora. Fue teniente del ejército en la Primera Guerra y posteriormente estudia primero Derecho, y luego Medicina. Su ingreso en la Sociedad Psicoanalítica de Viena en 1920 está matizado por el interés de Freud en sus estudios sobre sexología. Dahmer (1983), parafraseando al mismo Reich, expresa que mientras la trayectoria de Freud lo llevó “del psicoanálisis a la sexología” la de Reich lo lleva “de la sexología al psicoanálisis”. Producto típico de la Primera Guerra Mundial, pudo estudiar debido a su condición de veterano de la misma. Su acercamiento a Freud no es
tangencial, sino personal y directo. De hecho, se convierte en asistente clínico del fundador del Psicoanálisis en Viena en 1922. 3
Estos elementos biográficos sirven para delimitar la situación y las características de un clínico e intelectual que en este convulso periodo de entreguerras ofrece no solo visiones particulares de su propia disciplina, sino elementos para conceptuar al fascismo y para enfrentarlo desde las posiciones de izquierda. Hay que subrayar este aspecto. Reich está escribiendo sobre el fascismo en los años de su ascenso, es, por decirlo así, una mirada in situ y no a posteriori, y no es la mirada distante del intelectual observador de los acontecimientos, sino la de un intelectual militante directamente involucrado en el trabajo con las masas.
Dada esta contextualización, los propósitos de este trabajo son los siguientes:
1. Discernir la conceptuación política existente en los escritos de Reich acerca del fenómeno fascista, intentando discutir los alcances y también las limitaciones de esta comprensión.
2. Identificar, propiamente en el campo del psicoanálisis, en que consistía la contribución particular de Reich, y comparar su perspectiva con la de Freud. Esto implica también considerar la notable contribución de Reich al debate sobre psicoanálisis y marxismo que se llevaba a cabo con fuerza en esa época.
3. Discutir las categorías teórico conceptuales, psicoanalíticas y psicosociales, utilizadas por Reich para entender los fenómenos de masas asociados con el fascismo.
La conceptuación de Reich sobre el fascismo
Hemos establecido la ubicación militante de Reich ante el fascismo. Se conoce la anécdota de que después de observar la represión ejercida por la policía de Viena ante una manifestación obrera socialdemócrata en 1927 Reich se encuentra con Freud y la comenta con indignación, siendo sorprendido por una respuesta del “maestro” en el sentido de que se trata de una “catástrofe natural” 4. Ese fatalismo político sin duda resultaba chocante para Reich.
La definición del fascismo planteada por Reich es fundamentalmente psicológica, lo que crea enormes problemas conceptuales, ya que, por ejemplo, implica una subvaloración de la problemática ideológica implicada. Es claro, además, aunque no es el propósito de Reich detenerse en eso, que la emergencia del fascismo se relaciona con procesos de concentración y centralización
concomitantes a la creciente monopolización del capital, la competencia entre las potencias capitalistas rivales, y también constituye un intento de revertir y sofocar las olas revolucionarias marxistas que se presentaban en Europa durante y después de la Primera Guerra Mundial. El fascismo es definido por el autor en 1942 como: “la expresión políticamente organizada de las estructuras del carácter del hombre medio, de una estructura que no está ligada ni a determinadas razas ni naciones ni a determinados partidos, sino que es general e internacional” (Reich, 1981, p.11).
Esta conceptuación ofrecida ya en el contexto de la guerra ilustra que la definición del fenómeno se hace dependiente de “estructuras del carácter” y por otro lado denota la ubicuidad del fenómeno en la visión de Reich. Esto, a la vez, crea un problema conceptual en la definición ya que el fenómeno fascista pierde especificidad y precisión, lo que desfigura sus contornos ideológicos y políticos. Esto facilita que para los años cuarenta haya deslizado su análisis de manera tal que aparece el “fascismo rojo” sin establecer, aun en plena guerra, diferencias entre la Alemania Nazi y la Unión Soviética. Esta no era su posición en los años treinta.
Sus críticas a la Unión Soviética se centran en los cambios en las leyes del país de los soviets sobre la familia, la homosexualidad y otros temas a mediados de los años treinta, que para Reich implicaban un retorno a una represión sexual que había sido al menos en parte superada en los primeros años de la Revolución Bolchevique.
Pese a estas dificultades, es claro que en la vorágine de los años treinta Reich expresaba una serie de valoraciones políticas acerca del fenómeno fascista que son de enorme interés. Hay fortalezas y debilidades en su tratamiento del fascismo como fenómeno sociopolítico.
El lugar del “mito” soreliano en la ideología y la práctica fascista ha sido señalado por Sternhell, Sznajder y Asheri (1994). La fuerza de la combinación de “nacionalismo” y “socialismo” antimarxista es evidente en la “religión política” (Gentile) del fascismo y la evocación de estos “mitos movilizadores” no pasaban por la razón, sino por las “emociones”. Reich hace, en sus escritos, una valoración muy perspicaz del papel de la manipulación de lo irracional en la política, y de la fuerza social del irracionalismo expresada en el movimiento nazi: “Hitler revela la fuerza social de la fantasía” escribe con agudeza (Dahmer, 1983, p. 280).
Esta identificación de la fuerza de lo irracional en el fascismo fundamenta, como discutiré mas adelante, el lugar que propone para el psicoanálisis en la lucha antifascista y explica, además, la ineficacia de la propaganda racional de los movimientos de izquierda. La frase de Ernst Bloch citada por Dahmer lo dice todo: “Los nazis hablaban engañosamente, pero a las personas, y los comunistas tenían toda la razón, pero solo hablaban de cosas” (Dahmer, 1983, p.280). Reich señalaba que los partidos marxistas intentaban enfrentar un fenómeno que era nuevo con conceptos que correspondían al siglo diecinueve, lo que es en esencia un reconocimiento del carácter “moderno” del fascismo. Si el dilema era ¿“socialismo o barbarie”?, ¿cómo explicar que triunfara la barbarie?.
Por otro lado, contrario a visiones dominantes en el Movimiento Comunista Internacional a finales de los años veinte (tomemos como ejemplo la visión ofrecida por Jorge Dimitrov en un informe a la Internacional Sindical en Moscú en 1928, en un encuentro en que el fascismo se
convierte en el tema principal) Reich distingue claramente en sus escritos el aspecto “revolucionario” del fenómeno. No se trata de que la ideología fascista (nazi en el caso con el que lidia Reich) sea meramente de derecha o conservadora, o quiera retornar a un orden de cosas anterior, sino que moviliza anhelos de cambio de sus sujetos: “las masas de base del fascismo son de índole subjetivamente revolucionarias y objetivamente reaccionario” escribe Reich (Dahmer, 1983, p.281).
Este es un punto álgido para el posicionamiento del marxismo ante el fascismo. Recurro al informe de 1928 de Dimitrov, figura clave en la Internacional Comunista ante el problema del fascismo, porque coincide cronológicamente con las fechas de “politización” de Reich. En este informe, aunque Dimitrov reconoce la existencia de un fascismo construido “desde abajo” (Italia) se define al fascismo como la “última fase de la dominación de clase de la burguesía” y no obstante que se destaca el uso del nacionalismo y de la colaboración de clases por parte del fascismo no hay reconocimiento alguno del ánimo revolucionario que forma parte del mito movilizador del movimiento, al menos en esa época. Además, Dimitrov, en la línea de la caracterización del “socialfascismo” plantea que hay “completo acuerdo ideológico y político con el fascismo” por parte de las dirigencias sindicales reformistas, lo que en buena ley hacía imposible cualquier alianza contra el fascismo (Dimitrov, 1976).
Ya para 1935 la valoración es muy diferente, y en su famoso informe ante el Congreso de la Internacional Comunista no solo propone el “frente único contra el fascismo” como estrategia de lucha, sino que hace un análisis más detenido de que como logra el fascismo establecer políticamente su influencia en las masas, usando incluso sus “tradiciones revolucionarias” (Dimitrov, 1976). Sin embargo, el análisis de esta influencia coincide muy poco con el de Reich. Es interesante que presenta una autocrítica muy fuerte del trabajo de los comunistas con la juventud, tema predilecto de Reich. Para esta época, ya lo he mencionado, éste ha sido ya expulsado del Partido Comunista.
Otro rasgo interesante de la conceptuación de Reich acerca del fascismo es su desacuerdo con aquellos que lo definían como un asunto pasajero, o que no había que tomar en serio. Mas bien considera que hay que tomar muy en serio a la ideología fascista, en el terreno en que se exprese, y en mi opinión algunos de los pasajes más interesantes de Psicología de masas del fascismo son aquellos en que relata discusiones públicas con los nazis. En esta línea, no extraña que Reich ubique la lucha antifascista no solo en las elecciones, los sindicatos, en la lucha por el poder político, sino también en la familia, en la iglesia, en la sexualidad. La batalla de Reich está en la “cotidianidad” en la “cultura”, y sobre todo, en la “sexualidad”.
En el contexto alemán, el ascenso del nazismo es congruente con la presencia de un clima social y cultural predominantemente conservador y autoritario. Mosse (1964) analiza con mucha claridad este ambiente político, social y cultural que llega a incubar al fenómeno nazi. Me parece que Reich hace una operación similar, aunque su interpretación no privilegia la ideología, como lo hace Mosse.
Llama la atención que ambos autores ofrezcan datos acerca de la filiación juvenil en los movimientos católicos conservadores y nazis a principios de los años treinta. En la concepción de Reich el fascismo es producto de un ambiente conservador, cuya “célula germinal central” es la
familia patriarcal, que el nazismo recupera como símbolo. Esta línea analítica trazada por Reich lo lleva a prestar especial atención a la situación de la niñez, la juventud y de la mujer en el fascismo, lo que no es común en su época. 5
Otro aspecto interesante de la visión de Reich, que antecede a la reelaboración de doctrina por parte de la Internacional Comunista, es que desde el año 1933 escribe y habla acerca de la necesidad de un “frente obrero unido” es decir, de la necesaria unión entre socialdemócratas y comunistas en la lucha contra el fascismo.
Lo fundamental del aporte de Reich consiste en captar la utilización política de la irracionalidad en la política fascista y en su ideología y en ofrecer una visión acerca de sus raíces ubicada en su conceptuación acerca del desarrollo del psiquismo. Identificando la “religión política” del fascismo (aunque, como expondré más adelante, no efectúa la división analítica entre religión y política que llevan a cabo escritores como Gentile, porque parte de que obedecen a la misma matriz del misticismo) y la “teatralización de la política” llevada a cabo por los movimientos fascistas, Reich no se queda en la exterioridad de estos fenómenos, sino que intenta explicar cómo y por qué funcionan en las masas, y, además, como pueden ser combatidos.
Por último, se ha sugerido que el fascismo es una respuesta a los problemas planteados por la modernización a la civilización europea de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Incluso se afirma que el fascismo es, en realidad, la primera filosofía política ubicada en la era moderna. A Reich no se la escapa este aspecto, central, de la cuestión. Define al fascismo no en términos políticos sino como: “la actitud emocional básica del hombre autoritariamente sojuzgado de la civilización maquinista y de su concepción vital místico-mecanicista. Es el carácter místico-mecanicista de los hombres de nuestra época el que crea los partidos fascistas y no a la inversa” (Reich, 1981, p.11).
En otro pasaje expresa que: “el fascista es el sargento mayor en el ejército gigantesco de nuestra civilización profundamente enferma y muy industrializada”(Reich, 1981, p.14).
La contrapropuesta utópica de Reich apunta, en diferentes momentos, a la simplicidad en la existencia, a la “sexualidad natural” y, posteriormente en sus elaboraciones, a la “democracia laboral”. Si el propósito de los sindicalistas revolucionarios en su revisión del marxismo es liberar a la dinámica de los factores productivos de todo condicionante externo a la esfera de la producción (Sznajder, 1997), el de Reich es el de liberar a la “vida sexual natural” de todas sus trabas externas.
Para los primeros se trata de una política económica, para Reich es un asunto de política sexual. Creo que es válido tener presente la pregunta de si esta visión que puede tener tintes románticos de una “vida sexual natural”, que tanto marcó las acciones, las elaboraciones y las polémicas de Reich en esta época y a lo largo de su vida podía estar de alguna manera influenciada por nociones de la ideología “volkista” que permeaba la atmósfera intelectual, cultural y también política de su contexto
y de su época.6 Esto es lo que insinúa Dahmer, cuando hace la observación de que Reich se muestra poco crítico acerca de algunos componentes de las propuestas nazis, aquellas que implicaban cierto “culto a la naturaleza” (las excursiones, los campamentos, la vida "saludable" al aire libre, etc.): “La naturología de Reich lo volvió acrítico respecto del movimiento nazi del culto a la vida, la juventud, la sangre y la tierra” (Dahmer, 1983, p.276).
La definición del fascismo planteada por Reich es fundamentalmente psicológica, lo que crea enormes problemas conceptuales, ya que, por ejemplo, implica una subvaloración de la problemática ideológica implicada. Es claro, además, aunque no es el propósito de Reich detenerse en eso, que la emergencia del fascismo se relaciona con procesos de concentración y centralización
concomitantes a la creciente monopolización del capital, la competencia entre las potencias capitalistas rivales, y también constituye un intento de revertir y sofocar las olas revolucionarias marxistas que se presentaban en Europa durante y después de la Primera Guerra Mundial. El fascismo es definido por el autor en 1942 como: “la expresión políticamente organizada de las estructuras del carácter del hombre medio, de una estructura que no está ligada ni a determinadas razas ni naciones ni a determinados partidos, sino que es general e internacional” (Reich, 1981, p.11).
Esta conceptuación ofrecida ya en el contexto de la guerra ilustra que la definición del fenómeno se hace dependiente de “estructuras del carácter” y por otro lado denota la ubicuidad del fenómeno en la visión de Reich. Esto, a la vez, crea un problema conceptual en la definición ya que el fenómeno fascista pierde especificidad y precisión, lo que desfigura sus contornos ideológicos y políticos. Esto facilita que para los años cuarenta haya deslizado su análisis de manera tal que aparece el “fascismo rojo” sin establecer, aun en plena guerra, diferencias entre la Alemania Nazi y la Unión Soviética. Esta no era su posición en los años treinta.
Sus críticas a la Unión Soviética se centran en los cambios en las leyes del país de los soviets sobre la familia, la homosexualidad y otros temas a mediados de los años treinta, que para Reich implicaban un retorno a una represión sexual que había sido al menos en parte superada en los primeros años de la Revolución Bolchevique.
Pese a estas dificultades, es claro que en la vorágine de los años treinta Reich expresaba una serie de valoraciones políticas acerca del fenómeno fascista que son de enorme interés. Hay fortalezas y debilidades en su tratamiento del fascismo como fenómeno sociopolítico.
El lugar del “mito” soreliano en la ideología y la práctica fascista ha sido señalado por Sternhell, Sznajder y Asheri (1994). La fuerza de la combinación de “nacionalismo” y “socialismo” antimarxista es evidente en la “religión política” (Gentile) del fascismo y la evocación de estos “mitos movilizadores” no pasaban por la razón, sino por las “emociones”. Reich hace, en sus escritos, una valoración muy perspicaz del papel de la manipulación de lo irracional en la política, y de la fuerza social del irracionalismo expresada en el movimiento nazi: “Hitler revela la fuerza social de la fantasía” escribe con agudeza (Dahmer, 1983, p. 280).
Esta identificación de la fuerza de lo irracional en el fascismo fundamenta, como discutiré mas adelante, el lugar que propone para el psicoanálisis en la lucha antifascista y explica, además, la ineficacia de la propaganda racional de los movimientos de izquierda. La frase de Ernst Bloch citada por Dahmer lo dice todo: “Los nazis hablaban engañosamente, pero a las personas, y los comunistas tenían toda la razón, pero solo hablaban de cosas” (Dahmer, 1983, p.280). Reich señalaba que los partidos marxistas intentaban enfrentar un fenómeno que era nuevo con conceptos que correspondían al siglo diecinueve, lo que es en esencia un reconocimiento del carácter “moderno” del fascismo. Si el dilema era ¿“socialismo o barbarie”?, ¿cómo explicar que triunfara la barbarie?.
Por otro lado, contrario a visiones dominantes en el Movimiento Comunista Internacional a finales de los años veinte (tomemos como ejemplo la visión ofrecida por Jorge Dimitrov en un informe a la Internacional Sindical en Moscú en 1928, en un encuentro en que el fascismo se
convierte en el tema principal) Reich distingue claramente en sus escritos el aspecto “revolucionario” del fenómeno. No se trata de que la ideología fascista (nazi en el caso con el que lidia Reich) sea meramente de derecha o conservadora, o quiera retornar a un orden de cosas anterior, sino que moviliza anhelos de cambio de sus sujetos: “las masas de base del fascismo son de índole subjetivamente revolucionarias y objetivamente reaccionario” escribe Reich (Dahmer, 1983, p.281).
Este es un punto álgido para el posicionamiento del marxismo ante el fascismo. Recurro al informe de 1928 de Dimitrov, figura clave en la Internacional Comunista ante el problema del fascismo, porque coincide cronológicamente con las fechas de “politización” de Reich. En este informe, aunque Dimitrov reconoce la existencia de un fascismo construido “desde abajo” (Italia) se define al fascismo como la “última fase de la dominación de clase de la burguesía” y no obstante que se destaca el uso del nacionalismo y de la colaboración de clases por parte del fascismo no hay reconocimiento alguno del ánimo revolucionario que forma parte del mito movilizador del movimiento, al menos en esa época. Además, Dimitrov, en la línea de la caracterización del “socialfascismo” plantea que hay “completo acuerdo ideológico y político con el fascismo” por parte de las dirigencias sindicales reformistas, lo que en buena ley hacía imposible cualquier alianza contra el fascismo (Dimitrov, 1976).
Ya para 1935 la valoración es muy diferente, y en su famoso informe ante el Congreso de la Internacional Comunista no solo propone el “frente único contra el fascismo” como estrategia de lucha, sino que hace un análisis más detenido de que como logra el fascismo establecer políticamente su influencia en las masas, usando incluso sus “tradiciones revolucionarias” (Dimitrov, 1976). Sin embargo, el análisis de esta influencia coincide muy poco con el de Reich. Es interesante que presenta una autocrítica muy fuerte del trabajo de los comunistas con la juventud, tema predilecto de Reich. Para esta época, ya lo he mencionado, éste ha sido ya expulsado del Partido Comunista.
Otro rasgo interesante de la conceptuación de Reich acerca del fascismo es su desacuerdo con aquellos que lo definían como un asunto pasajero, o que no había que tomar en serio. Mas bien considera que hay que tomar muy en serio a la ideología fascista, en el terreno en que se exprese, y en mi opinión algunos de los pasajes más interesantes de Psicología de masas del fascismo son aquellos en que relata discusiones públicas con los nazis. En esta línea, no extraña que Reich ubique la lucha antifascista no solo en las elecciones, los sindicatos, en la lucha por el poder político, sino también en la familia, en la iglesia, en la sexualidad. La batalla de Reich está en la “cotidianidad” en la “cultura”, y sobre todo, en la “sexualidad”.
En el contexto alemán, el ascenso del nazismo es congruente con la presencia de un clima social y cultural predominantemente conservador y autoritario. Mosse (1964) analiza con mucha claridad este ambiente político, social y cultural que llega a incubar al fenómeno nazi. Me parece que Reich hace una operación similar, aunque su interpretación no privilegia la ideología, como lo hace Mosse.
Llama la atención que ambos autores ofrezcan datos acerca de la filiación juvenil en los movimientos católicos conservadores y nazis a principios de los años treinta. En la concepción de Reich el fascismo es producto de un ambiente conservador, cuya “célula germinal central” es la
familia patriarcal, que el nazismo recupera como símbolo. Esta línea analítica trazada por Reich lo lleva a prestar especial atención a la situación de la niñez, la juventud y de la mujer en el fascismo, lo que no es común en su época. 5
Otro aspecto interesante de la visión de Reich, que antecede a la reelaboración de doctrina por parte de la Internacional Comunista, es que desde el año 1933 escribe y habla acerca de la necesidad de un “frente obrero unido” es decir, de la necesaria unión entre socialdemócratas y comunistas en la lucha contra el fascismo.
Lo fundamental del aporte de Reich consiste en captar la utilización política de la irracionalidad en la política fascista y en su ideología y en ofrecer una visión acerca de sus raíces ubicada en su conceptuación acerca del desarrollo del psiquismo. Identificando la “religión política” del fascismo (aunque, como expondré más adelante, no efectúa la división analítica entre religión y política que llevan a cabo escritores como Gentile, porque parte de que obedecen a la misma matriz del misticismo) y la “teatralización de la política” llevada a cabo por los movimientos fascistas, Reich no se queda en la exterioridad de estos fenómenos, sino que intenta explicar cómo y por qué funcionan en las masas, y, además, como pueden ser combatidos.
Por último, se ha sugerido que el fascismo es una respuesta a los problemas planteados por la modernización a la civilización europea de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Incluso se afirma que el fascismo es, en realidad, la primera filosofía política ubicada en la era moderna. A Reich no se la escapa este aspecto, central, de la cuestión. Define al fascismo no en términos políticos sino como: “la actitud emocional básica del hombre autoritariamente sojuzgado de la civilización maquinista y de su concepción vital místico-mecanicista. Es el carácter místico-mecanicista de los hombres de nuestra época el que crea los partidos fascistas y no a la inversa” (Reich, 1981, p.11).
En otro pasaje expresa que: “el fascista es el sargento mayor en el ejército gigantesco de nuestra civilización profundamente enferma y muy industrializada”(Reich, 1981, p.14).
La contrapropuesta utópica de Reich apunta, en diferentes momentos, a la simplicidad en la existencia, a la “sexualidad natural” y, posteriormente en sus elaboraciones, a la “democracia laboral”. Si el propósito de los sindicalistas revolucionarios en su revisión del marxismo es liberar a la dinámica de los factores productivos de todo condicionante externo a la esfera de la producción (Sznajder, 1997), el de Reich es el de liberar a la “vida sexual natural” de todas sus trabas externas.
Para los primeros se trata de una política económica, para Reich es un asunto de política sexual. Creo que es válido tener presente la pregunta de si esta visión que puede tener tintes románticos de una “vida sexual natural”, que tanto marcó las acciones, las elaboraciones y las polémicas de Reich en esta época y a lo largo de su vida podía estar de alguna manera influenciada por nociones de la ideología “volkista” que permeaba la atmósfera intelectual, cultural y también política de su contexto
y de su época.6 Esto es lo que insinúa Dahmer, cuando hace la observación de que Reich se muestra poco crítico acerca de algunos componentes de las propuestas nazis, aquellas que implicaban cierto “culto a la naturaleza” (las excursiones, los campamentos, la vida "saludable" al aire libre, etc.): “La naturología de Reich lo volvió acrítico respecto del movimiento nazi del culto a la vida, la juventud, la sangre y la tierra” (Dahmer, 1983, p.276).
Sobre el psicoanálisis
El segundo tema que me ocupa, el de la relación de Reich con el psicoanálisis, implica no sólo el posicionamiento ante Freud, sino también los reiterados esfuerzos de Reich en los años treinta para ubicar la discusión entre psicoanálisis y marxismo, (punto de unión, de encuentro o desencuentro que a lo largo de estos decenios ha provocado tantas discusiones), de forma tal que se pueda discernir cómo los descubrimientos del psicoanálisis podían ser de utilidad para el marxismo.
La clave para entender la posición de Reich en el psicoanálisis es identificar la importancia que le otorgaba a la sexualidad. La influencia de Bergson (que paradójicamente también influenció a Sorel y al fascismo) es clara. En su autobiografía escribe Reich: “Era imposible negar el principio de una fuerza creadora que rigiera la vida. Solo no podía estar satisfecho en tanto aquella fuerza no fuera tangible, en cuanto esto no pudiera ser descrito y manejado en la práctica” (citado en Dahmer, 1983, p.263).
En otro pasaje escribe: “Por mi propia experiencia, observando a los demás y a mí mismo, he llegado a la conclusión de que la sexualidad es el punto central en torno al cual giran tanto la vida sexual como el mundo psíquico del individuo” (Dahmer, 1983, p.263).
A través de su vida, Reich entiende al materialismo en la dirección de que los fundamentos biológicos de la existencia puedan ser “descritos y manejados en la práctica”. La culminación de esta lógica la encontramos en la propuesta del “Orgón”. Es por esta razón que mientras resalta al Eros o pulsión de vida en la conceptuación de Freud, que considera tiene fundamentos materiales en la alimentación y la vida sexual, rechaza al Thanatos porque la considera “metafísica” al no tener fundamentos materiales (Reich, 1989).
Este rechazo al Thanatos es lo que causa la reacción de Freud ante su escrito sobre el masoquismo, que ya fue mencionado, pero hay que destacar que no se trata únicamente de que Reich considere que esta elaboración de Freud sobre la pulsión de muerte sea inevitablemente leída en clave reaccionaria, sino que intenta fundamentar su rechazo, epistemológico, desde el materialismo dialéctico.
Como recordaremos, en su última versión de una teoría de las pulsiones, Freud distingue entre la pulsión de vida (Eros) que tiene que ver con procesos de construcción, y la pulsión de muerte (Thanatos) que tiene que ver con la destrucción (Freud, 1997a). El Thanatos, seria lógico pensarlo, tendría que ver en la concepción freudiana directamente con el fascismo, con su énfasis en la violencia, el terror, la destructividad. Sin embargo, para Reich esto implicaría hacer una aplicación directa del psicoanálisis a los fenómenos sociales, lo que considera inaceptable. 7
Por estas razones Reich se opone frontalmente a la “sociología analítica” del fundador del psicoanálisis, presente, por ejemplo, en El malestar en la cultura. (Freud, 1997b). Además, mientras que en esta obra Freud plantea la contradicción irresoluble entre cultura y vida psíquica del individuo, Reich ubica la contradicción en el ámbito de estructuras sociales particulares, no universales. Para Reich el conflicto es social, no cultural.
Lo débil de esta posición, por más que se fundamente en un punto de vista epistemológico, desde una lectura del materialismo dialéctico, es que establece una frontera insalvable entre lo social y lo psíquico, eliminando ese terreno de encuentro que es precisamente el ámbito de una psicología que se pretenda social, y además, ignora lo que hay de social en el planteamiento de Freud. Para Reich lo psíquico y lo social ocupaban cada uno su lugar y en conjunto, al menos desde el psicoanálisis y el marxismo, se amparan en la dialéctica materialista, pero por aparte. Su interpretación de la pulsión de muerte difiere, en este sentido, de la que posteriormente ofrecería Herbert Marcuse (1973).
Reich, en el debate de los años treinta sostiene que aunque el psicoanálisis es dialéctico en su método (y materialista) 8 su ámbito de competencia es el de la vida psíquica, por lo que la “sociología” del psicoanálisis, que lo aplica directamente sería “metafísica”. Esto es fundamental para entender la posición epistemológica de Reich sobre el psicoanálisis y para entender lo que considera es su aporte a la compresión del fascismo. Para Reich, escribiendo en la Alemania del 34, la pertinencia del psicoanálisis para el estudio de los fenómenos sociales, que es lo que lo convierte en psicología social, radica en el abordaje de lo que constituye conducta irracional en el ser humano.9
Mientras que el materialismo histórico, conceptualmente, y también en la práctica de los partidos marxistas, apela a los intereses “racionales” de los seres humanos, se queda corto al intentar explicar como la “ideología” se conforma en las cabezas de las personas. De ahí la famosa aseveración de Reich de que lo que hay que explicar no es por qué el obrero va a huelga en defensa de sus intereses, sino por qué el obrero no va a huelga en defensa de sus intereses, que seria una conducta irracional vista desde el materialismo histórico. Esto será desarrollado a mayor profundidad en la próxima sección de este trabajo.
Volviendo a la relación de Reich con el psicoanálisis, podemos, además resaltar los siguientes elementos:
-Mientras que Freud enfatiza la represión intrapsíquica, Reich se basa en la represión sexual externa, la coacción exterior, no la problemática interior. El problema para Reich es de “derribar las instancias morales y en su lugar instalar la autorregulación de las actividades de fundamento libido económicas” (Dahmer, 1983, p.263).
-Reich enfatiza la sexualidad genital. Hay en sus escritos, según Dahmer una “fetichización de la sexualidad genital”. Llega a plantear, en su karacteranalyse desarrollado a principios de los años veinte, 10 que el “carácter genital” es el tipo ideal de la persona sana, con su sexualidad activa y su creatividad. Esto es clave también para la propuesta sexual-política que planteara Reich y para su crítica al fascismo.
Hay que hacer notar que Reich entiende al “carácter” como una especie de “blindaje” que protege al yo de peligros interiores y exteriores, y que identifica los siguientes caracteres: el “neurótico”, el “genital” el “histérico”, el “fálico-narcisista” y el “compulsivo”. Por otro lado, es preciso señalar que el modelo de sexualidad con que trabaja excluye problemáticas no asociadas con el acto sexual directo y por lo tanto dista mucho de la compleja problemática de la sexualidad vista por Freud, quedando por fuera los deseos, los temores, las fantasías, las ilusiones.
Para Dahmer, en la visión de Reich se pierde el “aura utópica” presente en la perspectiva freudiana sobre lo sexual. (1983, p.269). Se ha señalado que esto no era ignorado por Reich al inicio de sus elaboraciones, pero que fue progresivamente quedándose en la sexualidad genital y excluyendo otros aspectos de la propuesta freudiana.
-Como ya he señalado, Reich rechaza la existencia de la “pulsión de muerte” por considerarla metafísica, a la vez que rechaza la “sociología analítica” de Freud. Si para este último la noción de “pulsión” es una especie de “concepto límite” (entre lo psíquico y el mundo social en que se desenvuelve la persona y que la moldea) que necesariamente adquiere al menos cierto grado de ambigüedad, Reich, creyéndose fiel a las primeras formulaciones freudianas e inspirándose en Bergson retoma la “pulsión” como algo que debe materializarse. Lo que quizás para Freud es una esperanza en que un desarrollo posterior de la ciencia sustantivase y así legitimara sus postulados, es para Reich la certeza de que hay que proceder a constatar empíricamente materialidades.
-Enfatiza la psicotécnica, mas que la teoría, en sus consideraciones clínicas sobre el psiquismo. Como, pese a todo, hay una línea de coherencia en la obra total de Reich, esto llega, eliminando lo “psico”, a convertirse en técnica física pura con el “Orgón”.
No deja de ser paradójico, en este sentido, que la crítica de Reich al fascismo alemán, caracterizado por su biocracia,11 por el énfasis en lo racial como un a priori biológico termine basándose en una concepción de la “biología natural”. Tenemos así la paradoja de un psicoanalista que más que cualquier otro en su tiempo buscaba llevar al psicoanálisis más allá de una franja límite
que cuidadosamente instituía y defendía Freud, en lo que se refiere a su encuentro con los procesos históricos y políticos, pero que lo hacía desde una posición epistemológica y teórica que simplifica, irremediablemente, algunos de los postulados más complejos del psicoanálisis.
En lo que se refiere al encuentro de estas dos teorías críticas (sobre la sociedad y sobre lo psíquico), no creo que sea justa la observación de Gruner (1998, p.31) de que los “equívocos y las inconsistencias” de Reich y sus colaboradores representaran un freno a este acercamiento, porque eso es ignorar algunas de las intuiciones y empujes de Reich que dinamizaron una posibilidad, pero no hay duda de que este “arranque inicial” estaba condicionado por las simplificaciones del pensamiento reichiano.
La psicología de masas del fascismo
Emilio Gentile, escribiendo acerca del fascismo italiano, expone una serie de ideas que son también directamente aplicables al nazismo con que lidió Reich. Destaca la dimensión cultural del fascismo y su propuesta, llevada a la práctica, de: “una cultura fundada en el pensamiento mítico y en el sentimiento trágico y activista de la vida, que es concebida como manifestación de la voluntad de poder en el mito de la juventud como artífice de la historia y en la militarización de la política como modelo de vida y de organización colectiva” (Gentile, 1973, pp. 25-26).
Destaca cómo el fascismo hace un “uso racional de lo irracional”, y cómo a través de una mitología y una liturgia política efectúa esa “estetización de la política” usando el concepto de Benjamín (2000) que la convierte en perenne espectáculo:
Donde el hombre nuevo fascista se exaltaba con el discurrir de la masa ordenada, con la repetición de los ritos, con la exposición y la veneración de los símbolos, con el sugestivo reclamo a la solidaridad colectiva hasta alcanzar, en los momentos de alta tensión psicológica y emotiva, la fusión mística de la propia individualidad con la unidad de la nación y de la raza, con la mediación mágica del Duce (Gentile, 1973, p.31).
No hay duda de que Gentile describe con mucha fuerza esta “sacralización de la política”. Sin embargo, su análisis se queda en lo exterior, la preocupación de Reich era la de explicar por qué funcionaban estos mecanismos o rituales. Que ocurría, en los seres humanos, para dar lugar a esta fusión fascista. En el prólogo a Psicología de masas del fascismo escrito en 1942, Reich retoma sus postulados caracterológicos para postular la existencia de tres niveles o “capas” caracterológicas en el ser humano. En un primer nivel se encontraría una capa superficial, en que se ubica la conducta cortés, civilizada, de “modales” a que apelaban los regímenes liberales. Esta capa caracterológica se derrumbaba en tiempos de crisis, como los vividos en Europa en los años veinte. En un segundo nivel caracterológico se ubicaría la destructividad, el sadismo, la crueldad a que apelaban los regímenes fascistas, producto de la represión de impulsos.
Una tercera capa, más profunda, que denomina “núcleo biológico” tenía que ver con las tendencias naturales en el ser humano, en que se ubicaban la sexualidad plena, la creatividad, el ímpetu revolucionario. Esta capa solía expresarse exclusivamente en el plano artístico o de la
ciencia. A este tercer nivel, profundo, tendría que apuntar la política revolucionaria para poder enfrentar al fascismo. Este sería el sustento “biopsíquico” del que carecía la política marxista, dada su “brecha biopsicológica”.
Para Reich este “núcleo profundo” tiene que ver con la sexualidad y su vivencia. Es curioso que, como destaca Mosse (1964), la ideología “volk” tan influyente para el pensamiento conservador alemán y por supuesto para el nazismo apelara también a la “naturaleza profunda” y a la “creatividad” del ser humano, aunque con la vertiente de una profundidad de sentimiento inmerso en la unidad y fusión con otros miembros de su pueblo.
Las claves para la comprensión de la psicología de masas del fascismo, para Reich, son la familia patriarcal y el misticismo, todo relacionado con su visión de la represión de la sexualidad.
Reich consideraba que Hitler se planteaba una serie de preguntas claves en los años 20: ¿cómo hacer triunfar la idea nazi?, ¿cómo combatir eficazmente al marxismo? y ¿cómo tener acceso a las masas?. Su estrategia, al decir de Reich, consistía en apelar a sentimientos nacionalistas, pero organizando al movimiento con métodos similares a los de los partidos marxistas, lo que, de paso, lo llevaba a superar ampliamente a otras organizaciones políticas alemanas de derecha que bebían en las mismas fuentes ideológicas y culturales pero que no podían lidiar con el empuje nazi, y la clave de su éxito era la estructura autoritaria y el miedo a la libertad características de las masas en la sociedad industrial. Este tema lo retomara luego Erich Fromm, pero desde una perspectiva en la que, para disgusto de Reich, no se incorpora la problemática de la sexualidad (Fromm,1968).
La forma de combatir esa estructura autoritaria y temerosa no era apelando a la primera capa caracterológica, que se derrumbaba fácilmente, sino a las profundidades de la estructura biopsíquica, de ahí la necesidad de la política sexual (sexpol).
Reich efectúa un análisis profundo de la clase media, señalando que es la base del partido nazi hasta el año 1932, en que esta base se masifica. Esta clase media, en el contexto de la crisis de los años veinte, está acostumbrada a depender de la estructura de un estado autoritario, y a “mirar hacia arriba” a la vez que le tiene terror a la proletarización.12 Entender su problemática implica ubicarla en tres niveles: uno de su inserción en el modo de producción, otro concerniente a su situación social, y el último ubicado en la familia. Aunque los sectores medios estuviesen en franco deterioro en el contexto socioeconómico, su situación social proporcionaba una serie de claves de status y de identificación que la separaban de las masas obreras, y en la familia se ubicaba una socialización en la obediencia, de rechazo al goce sexual y de una angustia religiosa que inclinaban en una dirección muy conservadora.
La “célula germinal central” del fascismo sería la familia patriarcal, en que se reprime sexualmente a los niños y a las mujeres, y en la que se educa en la obediencia. Esto lleva a una idealización de la madre, asexuada, que es retomada con fuerza por el nazismo. La madre es la patria (“La patria es la madre de la vida, no lo olvides jamás”, sentencia Goebbels. Reich, 1981, p.92), la familia, la nación, y en la ideología fascista, en que este elemento nacionalista juega un papel fundamental, se elevan a
rango supremo valores que tienen que ver con el ideal de “honor” intrínseco a esta concepción idealizada de la familia campesina.
Como destaca Reich el “honor” se convierte en emblema destacado de la ideología nazi, llegando al extremo de los discursos de Himmler en que refiere como los miembros del SS cumplen sus tareas de represión salvaje con un “sentido del honor”. Honor personal, honor familiar, honor de la raza, honor del pueblo alemán. Este lugar de la familia patriarcal ayuda a explicar el papel del hombre como “representante” en ella del estado autoritario, y por otro lado, ayuda a explicar la dependencia ante y sobre todo la identificación con personajes masculinos autoritarios como Il Duce o Hitler. El Führer, escribirá Reich, es el padre severo, pero también protector, una especie de “figura paternal autoritaria”. No se trata por lo demás, de una figura que apabulla, ante la que se busca establecer distancia, sino todo lo contrario la identificación lleva a “sentirse-una-misma-cosa-con-el-Führer” (Reich, 1981, p.96).
De esta manera la fusión de esta “sacralización de la política” funciona no por los rituales, que son facilitadores, sino porque las personas ya han sido socializadas para esta sumisión. La familia patriarcal seria así “el más importante lugar de producción del hombre reaccionario y conservador” (Reich, 1981, p. 138).
En este análisis, el papel de la mujer es, por supuesto, subordinado. Reich escribe que si se llegase a concebir a la mujer como un ser sexual, todo el andamiaje se derrumbaría. Lo que ocurre, más bien, es que se acentúa esa visión de la mujer asexuada, idealizada, la mujer, precisamente de “kinder, kuche y kirche”.
Reich no considera que el fascismo llegue a ocupar el lugar de la religión, apropiándose de rituales y símbolos, sino que, en el fondo obedece a la misma matriz del “misticismo”, asentado sobre la represión sexual. Sólo que mientras que la religión organizada niega el goce sexual, reprime la sexualidad del niño y la mujer, dando lugar en esta negación de lo corporal a una especie de “masoquismo”, el fascismo, basándose en este mismo misticismo, llega a aparear los sentimientos místicos con una “brutalidad sádica”. Por eso, diríamos, los mecanismos sociopsicológicos que funcionan tan bien para la experiencia religiosa serían directamente aplicables a la psicología de masas del fascismo. La lucha contra este misticismo, escribe Reich, no puede darse sólo en el terreno intelectual. Ya Strasser, líder nazi de masas, posteriormente asesinado por Himmler, advertía a principios de los años treinta a los marxistas: “vuestro error fundamental es que negáis u os burláis del alma y del espíritu, que son los que todo lo mueven” (Reich, 1981, p.36).
Precisamente el gran logro del nazismo es el de llevar adelante una “revolución o renovación espiritual”, apelando a las raíces culturales e intelectuales conservadoras, y de manera decisiva al antisemitismo como arma ideológica, mientras deja intacta la estructura socioeconómica de explotación.
Pero para Reich la lucha no está, tampoco, en los ámbitos del espíritu, sino en los del cuerpo. “La conciencia sexual es el final de la mística” escribe (Reich, 1981, p. 226). Se trata no de la lucha contra la religión, sino de “desenmascarar la actitud mística como fuerza antisexual” (Reich, 1981, p.223).
Desde su perspectiva, debido a la represión sexual ejercida en la familia patriarcal y al misticismo, el ser humano “fascistizado”' es un ser humano carenciado, ya que no puede vivir ni expresar esa “sexualidad natural” que forma parte esencial de la propuesta de Reich. La visión que ofrece el autor de la propaganda nazi y sus efectos es consecuente con estos postulados. Así, en el capítulo dedicado a la swástica y sus efectos Reich enfatiza que en realidad podría estar simbolizando la unión de dos cuerpos copulando, y, en lo que se refiere a los imaginarios derivados de la idealización de la madre, del honor patriarcal, y de otros elementos de la ideología fascista encontramos, por ejemplo, el análisis de un escrito de Goebbels, Die verfluchen Hakenkreuzler, en que respondiendo a la pregunta de si un judío era un ser humano escribía:
Si alguien le da a tu madre latigazos en la cara, le dirás ¡Muchas gracias! ¡El también es un ser humano! No es un ser humano, ¡es un monstruo!. ¡Cuánto peor han tratado los judíos a nuestra madre Alemania y siguen haciéndolo hoy día!. Los judíos han corrompido a nuestra raza, minado nuestras fuerzas, socavado nuestras costumbres y roto nuestra energía (citado en Reich, 1981, pp. 92-93).
Evidentemente, desde la perspectiva de Reich, este tipo de discurso de los jerarcas nazis estaría tocando, a fondo, las fibras socializadas de amplias masas y sería por lo tanto sumamente efectivo en movilizar ánimos y acciones.
En esta perspectiva, es lógico, los rituales y las ceremonias cobran una gran importancia, pero por qué se asientan en esta represión sexual producto de la socialización patriarcal. Mencionemos el análisis que hace Reich del militarismo, componente tan importante para el proyecto fascista:
El efecto del militarismo descansa esencialmente, desde el punto de vista de la psicología de masas, en un mecanismo libidinal: el efecto sexual del uniforme, la excitación erótica de los desfiles causada por la perfección del movimiento rítmico, el carácter exhibicionista de la pose militar, han sido hasta ahora más accesibles a una criada o a una empleada media que a nuestros políticos más cultos (Reich, 1981, p. 62).
Desde su perspectiva, lo que no veían estos políticos “cultos” (ni los propagandistas revolucionarios marxistas) era que los rituales y las ceremonias fascistas funcionaban porque se asentaban sobre la estructura caracterológica biopsicosexual de amplias masas y, si se pretendía tener algún éxito en contra de estas tendencias, no se podía confiar únicamente en la propaganda racional y mucho menos en el economicismo, sino que había que ir a la raíz del asunto, ahogando al fascismo no en la cuna, sino en la cama.
Conclusiones
No pretendo en estas conclusiones retomar aspectos polémicos de la obra de Reich que he venido discutiendo a lo largo de estas páginas. Sí creo que hay que señalar que pese a su influencia (de una u otra manera) en elaboraciones posteriores sobre la relación entre psicoanálisis y marxismo no hay duda de que Adorno y sus colaboradores retoman sus intuiciones en la versión “psicométrica” de la Escuela de Frankfurt que se evidencia en La personalidad autoritaria, para
Actualidades en Psicología, 2003, Vol. 19, No. 106, 97-112 110Ignacio Dobles Oropeza
mencionar tan solo un ejemplo relevante, (Adorno, Frenkel-Brunswick, Levinson y Sanford, 1965) y su “rescate” en diferentes momentos sociopolíticos y culturales, se trata en lo fundamental de un autor incómodo, con varios flancos criticables pero que a la vez termina siendo imprescindible.
No hay duda, por todo lo que he venido discutiendo, que su concepción acerca del fascismo como fenómeno resulta limitada, al no valorar en su debida dimensión sus rasgos ideológicos y políticos. Es notoria, también, la poca atención que Reich brinda en Psicología de masas del fascismo a lo racial (el nazi racista, violentamente antisemita será un sujeto biosexualmente carenciado: “la ideología racial es una experiencia auténticamente biopática del hombre orgásticamente impotente” (Reich, 1981, p. 13), y el análisis, pese a que hay un breve capítulo sobre el tema, no avanza mucho mas allá). Por otro lado su concepción acerca de lo psíquico evidentemente difiere de postulados psicoanalíticos básicos y tiende a ser simplista, por lo que he discutido hasta aquí. En relación con su propuesta utópica, Dahmer (1983) se encarga de atacarla severamente, desde la literatura, al mencionar que mientras Orwell retoma lo sexual en una vertiente de represión en 1984, Huxley se encarga en Brave New World de administrarlo en dosis adecuadas de satisfacción, igualmente represivas.
Sin embargo, tomemos también en serio las siguientes palabras de Moscovici sobre Reich: “su afirmación de que el fascismo debe ser considerado como un problema que dimana de la psicología de masas y no de la personalidad de Hitler o de la política del Partido Nacional-socialista ha permanecido grabada en la mente de varias generaciones, hasta nuestros días” (Moscovici, 1985, p. 297) ya que cuando la discusión acerca del fascismo, o acerca del autoritarismo se desplaza del ámbito del ejercicio del poder político a la familia, a la forma en que se socializa y se educa a los niños y niñas, por ejemplo, de alguna manera se vuelve al terreno que en relación con el fascismo Reich fue el primero en pisar y tratar de entender.
Reich, pese a todas sus limitaciones teórico-conceptuales, sus giros políticos y sus particularidades personales trazó con gran energía una serie de interrogantes y ámbitos de indagación e intervención que marcaron época y que siguen presentando retos. Reich le coloca el cuerpo, socializado, a la discusión sobre el fascismo y esto sigue siendo enigmático, o, como insinúa Moscovici, explosivo.
Notas:
**Esta es una observación policial muy curiosa, dada la perspectiva de Reich sobre la política sexual.
1 En los términos en que se usa este concepto en Estados Unidos, es decir como el “científico charlatán”, “a pretender to medical skill” dirá el Webster’s Seventh New Collegiate Dictionary
2 Términos como “comunismo”, “socialismo”, “conciencia de clase” son reemplazados en esta revisión por otros que considera más “científicos” Reich, W. (1981). Prólogo Psicología de Masas del Fascismo, 23. Barcelona: Bruguera.
3 Sin embargo hay un rompimiento de Reich con Freud, que no es solo teórico, sino también político. En el año 1927, clave para la politización de Reich, éste le solicita a Freud que sea su terapeuta, pero Freud lo rechaza. Leude, J. (1998). Wilhelm Reich, a short biography. En http://orgone.org.
4 La anécdota la menciona Dahmer (1983, p. 279). La incomprensión de Freud ante el fenómeno fascista, parecido al de muchos liberales de su época ha sido comentado en la literatura. Sternhell, Sznajdjer y Asheri nos recuerdan el envío de un libro a Mussolini en 1933 en que Freud se dirigía al dictador fascista como un “héroe de la cultura”.(1994. p. 388) Por supuesto que posteriormente le toca a Freud enfrentarse directamente a la represión nazi, teniendo que huir a Londres. Cabe preguntarse si el episodio del obsequio de este libro a Il Duce fue ingenuidad o cálculo político, comprendiendo los intentos de Freud de preservar la institucionalidad psicoanalítica a flote aún en las turbulentas aguas del fascismo. Hay que agregar, sin embargo, que este obsequio no es una iniciativa de Freud, sino su respuesta espontánea a la solicitud de un paciente italiano. Ver Jiménez Burillo, F. (1993). Freud y la política. Revista Latinoamericana de Psicología, 25,1, pp. 105-113.
5 Es interesante que este es uno de los temas que se encuentran muy presentes en el florecimiento del movimiento feminista en Estados Unidos, haciendo extrapolaciones de la situación de la mujer bajo el régimen nazi a lo que ocurre en otras sociedades. Ver por ejemplo el artículo de Weinstein, N. (1972). Kinder, Kuche, kirche. En: Ruitenbeek, H. (edit). Going Crazy. New York: Bantam Books, pp. 233-247. La autora no menciona a Reich.
6 Me refiero, por supuesto, a los elementos, con tintes románticos, que apuntan hacia la “comunidad germana”, que derivan fácilmente en la superioridad de lo ario.
7 En su ensayo “Psicoanálisis e investigación histórica” Reich expresa que: “Los psicoanalistas eran totalmente consecuentes en la aplicación del método de la interpretación de contenidos psíquicos significativos cuando afirmaban que los fenómenos psíquicos se reducen a mecanismos instintivos inconscientes, incluyendo entre aquellos fenómenos sociales tales como la organización capitalista o la organización monogámica. Y precisamente por eso se equivocaban, ya que la sociedad no tiene psique, ni subconsciente, ni instintos, ni superyo, como supone Freud en El Malestar en la Cultura.” Reich, W. (1989).Materialismo dialéctico y psicoanálisis . México: Siglo XXI, p.82.
8 En Materialismo dialéctico y psicoanálisis (1989) ofrece diversos ejemplos, sobre el complejo de Edipo, la relación vida/muerte, la sexualidad, etc. para demostrar que el psicoanálisis es materialista dialéctico, lo que implica en las controversias de la época, reivindicarlo para el marxismo.
9 Hay que dejar claro, no obstante, que la concepción de Reich sobre lo “irracional” que pretende ser dialéctica, no lo separa mecánicamente de aquello que define como “racional”, ni de las condiciones que lo configuran, lo irracional tiene también su razón de existir. Reich, W. (1989). Materialismo Dialéctico y Psicoanálisis, México: Siglo XXI, p.51.
10 Las primeras elaboraciones propias de Reich en el psicoanálisis lo llevan a examinar las resistencias que presentaban los pacientes ante la terapia psicoanalítica. De ahí deriva su teoría de los caracteres. Para una discusión crítica de estas elaboraciones ver Dahmer, H. (1983). Libido y Sociedad. México: Siglo XXI Editores.
11 El término lo tomo de Lifton, R.J.(1982). The Nazi Doctors New York: Basic Books.
12 Esto se evidencia claramente en el análisis que hace Mosse de la Deutschnationale Handelsgehilfen verband, la principal organización gremial de empleados públicos (Mosse, G., 1964).
1 En los términos en que se usa este concepto en Estados Unidos, es decir como el “científico charlatán”, “a pretender to medical skill” dirá el Webster’s Seventh New Collegiate Dictionary
2 Términos como “comunismo”, “socialismo”, “conciencia de clase” son reemplazados en esta revisión por otros que considera más “científicos” Reich, W. (1981). Prólogo Psicología de Masas del Fascismo, 23. Barcelona: Bruguera.
3 Sin embargo hay un rompimiento de Reich con Freud, que no es solo teórico, sino también político. En el año 1927, clave para la politización de Reich, éste le solicita a Freud que sea su terapeuta, pero Freud lo rechaza. Leude, J. (1998). Wilhelm Reich, a short biography. En http://orgone.org.
4 La anécdota la menciona Dahmer (1983, p. 279). La incomprensión de Freud ante el fenómeno fascista, parecido al de muchos liberales de su época ha sido comentado en la literatura. Sternhell, Sznajdjer y Asheri nos recuerdan el envío de un libro a Mussolini en 1933 en que Freud se dirigía al dictador fascista como un “héroe de la cultura”.(1994. p. 388) Por supuesto que posteriormente le toca a Freud enfrentarse directamente a la represión nazi, teniendo que huir a Londres. Cabe preguntarse si el episodio del obsequio de este libro a Il Duce fue ingenuidad o cálculo político, comprendiendo los intentos de Freud de preservar la institucionalidad psicoanalítica a flote aún en las turbulentas aguas del fascismo. Hay que agregar, sin embargo, que este obsequio no es una iniciativa de Freud, sino su respuesta espontánea a la solicitud de un paciente italiano. Ver Jiménez Burillo, F. (1993). Freud y la política. Revista Latinoamericana de Psicología, 25,1, pp. 105-113.
5 Es interesante que este es uno de los temas que se encuentran muy presentes en el florecimiento del movimiento feminista en Estados Unidos, haciendo extrapolaciones de la situación de la mujer bajo el régimen nazi a lo que ocurre en otras sociedades. Ver por ejemplo el artículo de Weinstein, N. (1972). Kinder, Kuche, kirche. En: Ruitenbeek, H. (edit). Going Crazy. New York: Bantam Books, pp. 233-247. La autora no menciona a Reich.
6 Me refiero, por supuesto, a los elementos, con tintes románticos, que apuntan hacia la “comunidad germana”, que derivan fácilmente en la superioridad de lo ario.
7 En su ensayo “Psicoanálisis e investigación histórica” Reich expresa que: “Los psicoanalistas eran totalmente consecuentes en la aplicación del método de la interpretación de contenidos psíquicos significativos cuando afirmaban que los fenómenos psíquicos se reducen a mecanismos instintivos inconscientes, incluyendo entre aquellos fenómenos sociales tales como la organización capitalista o la organización monogámica. Y precisamente por eso se equivocaban, ya que la sociedad no tiene psique, ni subconsciente, ni instintos, ni superyo, como supone Freud en El Malestar en la Cultura.” Reich, W. (1989).Materialismo dialéctico y psicoanálisis . México: Siglo XXI, p.82.
8 En Materialismo dialéctico y psicoanálisis (1989) ofrece diversos ejemplos, sobre el complejo de Edipo, la relación vida/muerte, la sexualidad, etc. para demostrar que el psicoanálisis es materialista dialéctico, lo que implica en las controversias de la época, reivindicarlo para el marxismo.
9 Hay que dejar claro, no obstante, que la concepción de Reich sobre lo “irracional” que pretende ser dialéctica, no lo separa mecánicamente de aquello que define como “racional”, ni de las condiciones que lo configuran, lo irracional tiene también su razón de existir. Reich, W. (1989). Materialismo Dialéctico y Psicoanálisis, México: Siglo XXI, p.51.
10 Las primeras elaboraciones propias de Reich en el psicoanálisis lo llevan a examinar las resistencias que presentaban los pacientes ante la terapia psicoanalítica. De ahí deriva su teoría de los caracteres. Para una discusión crítica de estas elaboraciones ver Dahmer, H. (1983). Libido y Sociedad. México: Siglo XXI Editores.
11 El término lo tomo de Lifton, R.J.(1982). The Nazi Doctors New York: Basic Books.
12 Esto se evidencia claramente en el análisis que hace Mosse de la Deutschnationale Handelsgehilfen verband, la principal organización gremial de empleados públicos (Mosse, G., 1964).
Referencias
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Artículo recibido: 8-8-2003 ,
aceptado: 12-11-2003
aceptado: 12-11-2003
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