martes, 1 de abril de 2025

 


Sobre Marshall McLuhan y la música.

De la mecanización de la música al rock

David De los Reyes

 


Marshall McLuhan


Introducción: de la mecanización de la música

En el marco de su análisis sobre el retorno al mundo acústico, Marshall McLuhan otorga un lugar destacado a la música como un medio cultural y sensorial que refleja y amplifica las transformaciones de la sociedad contemporánea. Particularmente, la música rock, con su carácter envolvente y tribal, se convierte en un símbolo de la transición del paradigma visual, lineal e individualista hacia un entorno acústico, simultáneo y grupal. Para McLuhan, la música no es simplemente un arte o una forma de entretenimiento, sino un medio que moldea nuestra percepción y nuestras relaciones, actuando como un espejo de los cambios sensoriales y sociales que atraviesa nuestra civilización.

Respecto a comparar la música electrónica con una orquesta nos dice:

“En comparación con las antiguas máquinas, es la diferencia entre el oboe en la orquesta y el mismo sonido en un instrumento de música electrónico, con el que se pueden generar todos los sonidos en cualquier intensidad y duración. Cabe tomar nota de que la antigua orquesta sinfónica era una máquina compuesta de instrumentos separados que causaba un efecto de unidad orgánica. Con el instrumento electrónico, se empieza con la unidad orgánica como realidad inmediata de perfecta sincronización. Por ello, es vano el intento de causar dicho efecto de unidad orgánica; la música electrónica ha de buscarse otros objetivos[1].

Lo que notamos en esta observación es que hay un cambio entre la escucha de una obra sinfónica para orquesta, donde un conjunto diverso de instrumentos tiene la particularidad de constituirse como una unidad orgánica sonora a través de la interpretación en su conjunto. La máquina de la música electrónica tiene como condición en aparecer como una unidad orgánica sonora desde su comienzo. Y ese no debe ser su objetivo primordial sino, sobre todo, el de construir un ambiente sonoro envolvente desde un principio.

Una referencia que es importante para el McLuhan de su texto El medio es el masaje, es el compositor experimental estadounidense John Cage y su actitud ante el arte musical. Comparte, con el canadiense, la importancia de la experiencia del humor, de la risa en esta etapa cultural de los fenómenos mediáticos. Cage considera que todo sonido debe ser imparcial. Hay que aceptar el sonido como sonido sin más. No somete a la música como la constitución de una ilusión a través de ideas de orden o expresiones de sentimientos y del resto del paquete tradicional estético cultural que se ha heredado. En su propuesta de composición el mejor propósito es no tener ninguno. Esto aspira a que tengamos una identidad similar con el espíritu armónico de la naturaleza, con su modo de operar, que representa obrar sin aspirar a tener un fin determinado de antemano: sólo obrar, ser devenir. Para Cage, lo ha dicho reiteradamente, que todo lo que hacemos es música. Todo lo que hacemos tiene un espectro sonoro que puede tomarse y tornarse, conscientemente, como música. El sentido de ser compositor, para este músico, se estampa sobre la idea de defender, transferir y difundir la alegría[2].

Establece, nuestro pensador de los medios, un vínculo con la aparición del fonógrafo con la canción y el baile, que compara similar a lo sucedido entre el telégrafo y el teléfono. Así que, con las primeras impresiones de las partituras impresas en el siglo XVI, se inició un distanciamiento entre palabra y música. Aparece la opción para el reconocimiento de virtuosos instrumentistas que buscan presentarse independientemente de la voz y sus instrumentos acompañantes. Esto dará entrada a los desarrollos musicales de obras para virtuosos del siglo XVIII y XIX. La impresión de partituras sufre la fragmentación y especialización en las artes, que vendrá a dar grandes resultados en la industria militar por la ciencia y para la empresa militar. Como las grandes iniciativas de cooperación entre el periodismo (cultural) y las orquestas sinfónicas. [3]

Otro aspecto que da cuenta es la aparición de los elepés y su efecto transformador de la percepción y experimentación del arte musical. Con ellos la alta fidelidad y la estereofonía dará, de un golpe, un cambio a la escucha y a la participación, a través de un enfoque de profundidad de la experiencia musical. Con estas opciones de escucha musical, advirtió que las personas perdieron sus inhibiciones respecto al culto, a la música formal o clásica, volviéndose loca por la música y la cultura populares. Este sentido, que llama de profundidad, lo define como un interés que se despierta por los asuntos más grandes. Profundidad aquí significa en interrelación, no aisladamente. Profundidad quiere decir penetración, no punto de vista; y la penetración es una especie de implicación mental en virtud de la cual el contenido de un artículo parece del todo secundario. La conciencia misma es un proceso inclusivo que no depende del contenido[4]. Y con el tocadiscos y el elepé se amplio el repertorio de la música clásica, introduciendo toda una cultura musical en muchísimos países y épocas.  Sin este dispositivo musical del siglo XX, lo que conocemos por tango, jazz, ragtime, boleros u otros hubieran tenido ritmos diferentes a cómo los conocemos hoy.

Esta mecanización de la música también hizo ampliar las opciones de compositores y la escucha de distintos periodos de la música. Nos doto de un espectro donde cabía toda la música de cualquier siglo, del siglo XVI, al lado de la música del siglo XIX o cualquier otro; colocando músicas exóticas del oriente al lado de rancheras mexicanas. Rompiendo las jerarquías de los estilos y de las obras en su mercantilización. La cultura musical que se inició con la aparición de estos dispositivos nos dio la opción de que al escuchar autores medievales como Perotinus o Dufay encontrarse muy cerca de las obras de Stravinsky o de Bartok. Considera que en el nuestro tiempo se ha revertido lo que había comenzado en el siglo XVI con la música, la separación entre canto e instrumentos musicales, donde se les dieron funciones especializadas[5]. El auge del jazz comenzó después de la primera guerra mundial, en los años veinte del siglo pasado. Siendo una reacción popular a la refinada riqueza y sutilidad orquestal del período Debussy- Delius. El jazz lo concibe como un punto medio entre la música culta y la música popular, advirtiendo que los ritmos de los poemas de Elliot están inspirados en la tonalidad del jazz[6]. El origen de la palabra jazz lo refiere al francés jaser, que es parlotear, es decir, una especie de diálogos entre músicos, tanto consigo mismos como con los que bailan. Y rompió, con la síncopa, el destiempo, los cambios armónicos directos sin preparación, el ritmo homogéneo y repetitivo del uniforme y marcial vals.

Aunque el vals en los tiempos de Napoleón también sería todo un destape respecto al baile y a los movimientos de la pareja. Como dice McLuhan: fue acogida como una bárbara realización del sueño de Rousseau del buen salvaje. Era una nueva forma musical naciente de la edad mecánica. Al comenzar a tomarse del brazo y tomar la cintura de la dama se rompió el antiguo e impersonal patrón cortesano de las cuadrillas. Los valseadores realizaron movimientos mecánicos, precisos y marciales. Y, como bien observa meticulosamente el ojo del canadiense, para que el  vals pueda tener todo un sentido, son necesarios los uniformes militares[7]. Y esto fue consustancial con los ejércitos de ciudadanos de Napoleón, lo cual implicaba un sentido de libertad individual, pero manteniendo la deferencia jerárquica y de clase. Todos estarían iguales con sus uniformes, obteniendo la vía libre para moverse por toda la sala.

Con el ragtime y con el jazz se anunció la llegada de otros nuevos salvajes que meneaban el trasero. Indignados en caer en el repetitivo vals, la música en torno al jazz la considera como una ruptura con el mecanismo de dirección discontinuo, participativo, espontáneo e improvisado. Y como advertía los mismos músicos de jazz respecto a las grabaciones: es un tópico entre músicos de jazz que el jazz grabado está tan rancio como el periódico de ayer[8]. El jazz requiere la espontaneidad del conversador, dependiendo del repertorio disponible. Donde interpretar es, a la vez, componer. Asegurando así el alargamiento de la participación entre músicos y bailarines. Scott Joplin advirtió que la improvisación en las orquestas de jazz y de ragtime se debió para alargar los temas musicales más de la duración de sus partes. Llevando a los músicos a componer variaciones del tema a tiempo real y satisfaciendo a los bailarines con la ampliación del gozo del movimiento continuo. Y advierte que, al vivir en la época de la electricidad o post-alfabética, el músico de jazz utiliza todas las técnicas que se presentaron en la poesía oral. Lo que hace que no sea contradictorio en nuestro siglo XXI también, pues estamos plenamente identificados como modos orales más que formales y tipográficos[9]

 

 El rock como retorno a la oralidad y la experiencia tribal

En su análisis de la música rock, McLuhan identifica un fenómeno que va más allá de lo meramente estético o generacional. El rock, podemos advertir con su énfasis en el ritmo, la repetición y la resonancia, representa un retorno a la oralidad y a las formas de comunicación prealfabéticas. En Comprender los medios de comunicación, McLuhan escribe: "La música rock no es simplemente un género musical, sino una forma de educación acústica que conecta a los individuos en una experiencia colectiva, tribal y sensorial"[10]. Este retorno a lo tribal, según McLuhan, es una respuesta directa a las tecnologías eléctricas, que han erosionado las estructuras lineales y privadas del mundo visual.

El rock, al igual que otros fenómenos culturales contemporáneos, desafía las nociones tradicionales de individualidad y autoría. En lugar de centrarse en melodías lineales o narrativas musicales, el rock se construye sobre patrones rítmicos repetitivos que apelan al cuerpo y a la experiencia comunitaria. Este énfasis en el ritmo y la resonancia no solo refleja un cambio sensorial, sino también una transformación en los valores culturales. Como señala McLuhan: "El rock no cuenta historias; crea ambientes. Es un medio que no busca informar, sino involucrar, sumergir y transformar a sus oyentes"[11].

El carácter tribal del rock también se manifiesta en su capacidad para generar comunidades y movimientos sociales. Desde los festivales masivos como Woodstock hasta las subculturas urbanas que se han formado en torno a géneros específicos, el rock ha actuado como un catalizador para la creación de identidades colectivas. Sin embargo, McLuhan advierte que este retorno al tribalismo no está exento de riesgos. En su visión, la erosión de la alfabetización y la responsabilidad individual podría dar lugar a un "grupalismo" acrítico, donde la identidad personal se diluye en un mandato colectivo.

 

La música contemporánea como reflejo de la simultaneidad acústica

Más allá del rock, McLuhan observa que la música contemporánea en general ha experimentado un cambio radical en su estructura y función. En el mundo visual, la música estaba dominada por la melodía, que seguía una lógica lineal similar a la del alfabeto fonético. Sin embargo, en el mundo acústico, la música se fragmenta en armonías, texturas y ritmos que apelan a una experiencia multisensorial. Este cambio refleja la transición de una percepción lineal y secuencial a una percepción simultánea y envolvente. En palabras de McLuhan: "La música contemporánea no busca una progresión lógica, sino una inmersión sensorial. Es un medio que nos lleva a experimentar el tiempo y el espacio de una manera completamente nueva"[12].

Un ejemplo destacado de esta transformación es el auge de la música electrónica, que utiliza tecnologías digitales para crear paisajes sonoros complejos y envolventes. En lugar de seguir una narrativa musical tradicional, la música electrónica se construye como un entorno acústico que invita a los oyentes a participar activamente en su interpretación. Este enfoque refleja lo que McLuhan llama "la simultaneidad del mundo acústico", donde los eventos no se suceden en una línea temporal, sino que ocurren todos a la vez, creando una experiencia inmersiva y multisensorial.

Asimismo, McLuhan observa que la música contemporánea, al igual que otros medios eléctricos, ha borrado las distinciones tradicionales entre el creador y el receptor. En el mundo acústico, los oyentes no son meros consumidores pasivos, sino participantes activos que co-crean el significado de la música. Este fenómeno se puede observar en la cultura del remix y el sampling, donde los artistas reutilizan y recontextualizan fragmentos de música preexistente para crear nuevas obras. Para McLuhan, este enfoque refleja una sensibilidad acústica que privilegia la conexión y la interacción sobre la originalidad y la autoría individual.

 

La música como medio educativo y transformador

Otro aspecto crucial del análisis de McLuhan es el papel de la música como una forma de educación en la era eléctrica. En su conferencia de 1974, McLuhan advierte que la música rock y otros géneros contemporáneos están desafiando los sistemas educativos tradicionales, que se basan en la alfabetización y el pensamiento lineal. En su lugar, la música actúa como un medio educativo oral que transmite valores, emociones e ideas a través de la experiencia sensorial y colectiva. En La galaxia Gutenberg, McLuhan escribe: "La música es un medio que educa no a través de palabras o conceptos, sino a través de la resonancia y la participación. Es una forma de conocimiento que no se puede separar de la experiencia"[13].

Sin embargo, McLuhan también advierte sobre las posibles implicaciones de este cambio. Si bien la música puede ser una herramienta poderosa para conectar a las personas y fomentar la creatividad, también puede contribuir a la fragmentación de la atención y la superficialidad en un mundo dominado por la simultaneidad acústica. En este sentido, McLuhan nos invita a reflexionar sobre cómo podemos equilibrar las oportunidades y los desafíos que plantea la música en la era eléctrica.

 

Conclusión: La música como espejo de la transformación sensorial

En el pensamiento de McLuhan, la música no es simplemente un arte o un entretenimiento, sino un medio que refleja y amplifica las transformaciones sensoriales y culturales de nuestra época. Desde el tribalismo del rock hasta la simultaneidad de la música electrónica, la evolución de la música contemporánea nos ofrece una ventana única para comprender el paso del mundo visual al mundo acústico. Este cambio, como señala McLuhan, no es simplemente estético, sino profundamente filosófico, pues redefine nuestra relación con el tiempo, el espacio y la comunidad.

La música, en su esencia, nos recuerda que el medio es el mensaje. En su capacidad para envolvernos, conmovernos y conectarnos, la música nos muestra cómo los medios moldean no solo lo que percibimos, sino también quiénes somos. En última instancia, la reflexión de McLuhan sobre la música nos invita a escuchar más allá de las notas y los ritmos, y a reconocer las resonancias más profundas de un mundo que está siendo transformado por las tecnologías eléctricas y ahora las digitales.

 

Bibliografía:

McLuhanm M.: La Galaxia Gutenberg. 1ra edición en ingles 1962. Obtenido en Lectulandia.com Visitado el 17 de febrero de 2025



[1] McLuhan, M. Para comprender los medios de comunicación. Paidos, Argentina, p.372. Bajado del portal Lectulandia.com. el 17 de febrero 2025. 

[2] McLuhan, M y Fiore Q.: El Medio es el Masaje. Paidos, Argentina, 1967. P.60

[3] “El vínculo entre el fonógrafo y la canción y el baile no es menos profundo que su primera relación con el telégrafo y el teléfono. Con la primera impresión de partituras en el siglo XVI, se distanciaron la palabra y la música. El virtuosismo independiente de la voz y de los instrumentos formó la base de los grandes desarrollos musicales de los siglos XVIII y XIX. Parecida fragmentación y especialización en las artes y las ciencias brindaron gigantescos resultados en la industria y en la empresa militar, y en las grandes iniciativas cooperativas como los periódicos o las orquestas sinfónicas”. McLuhan, M. Comprender los medios de comunicación. Ed. Paidos. Argentina, p.225.

[4] Ibid. 226.

[5] Ibid. 263.

[6] Ibid. 223.

[7] Ibid. 224

[8] Ibid.

[9] McLuhanm M.: La Galaxia Gutenberg. 1ra edición en ingles 1962. Obtenido en Lectulandia.com Visitado el 17 de febrero de 2025

[10] McLuhan, Marshall. Comprender los medios de comunicación: Las extensiones del ser humano. Ediciones Paidós, 1996, p. 111.

[11] Ibid., p. 123. 

[12] Ibid., p. 134. 

[13] McLuhan, Marshall. La galaxia Gutenberg: Génesis del hombre tipográfico. Ediciones Paidós, 1996, p. 89

    El dolor de emigrar

Theo D´Elía

Credit: Efe (Referencial)

“Emigrar es desaparecer para después renacer;

inmigrar es renacer para no desaparecer nunca más”


Samir Nair

 

La movilidad geográfica es una de las características que define a la raza humana, y se ha repetido constantemente en todas las épocas y civilizaciones de nuestra humanidad.

Separarnos de la tierra que reconocemos como nuestra, es una experiencia que duele y le acompaña todo un carrusel de emociones. Lleva en sí la pérdida de la patria, cultura, idioma, paisajes, relaciones familiares y sociales, entre muchas otras. En sentido metafórico, separar el árbol de sus raíces. ¡Estado del ser que bien merece una atención especial!.  

Existen muchas razones nos llevan a emigrar. Algunos de forma voluntaria por trabajo, estudios u otros. La gran mayoría de personas emigran huyendo de condiciones precarias y conflictivas que ocurren en su país de origen, aspirando a mejorar su calidad de vida. Independientemente de la razón por la cual se emigra, todos experimentamos en mayor o menor grado el dolor de la pérdida. 

Emigrar implica entre otros, afrontar un proceso de adaptación que exige el lugar escogido como destino, lo que en un primer momento puede conllevar a distanciarnos de  nuestros valores, creencias, cultura y comportamientos que nos han identificado con esa sociedad a la cual pertenecimos. Por lo que nos “distraemos” de ese ser consciente sobre el dolor emocional que ocasiona el haber dejado nuestro lugar de origen y con ello la pérdida de esa vida. 

La emigración puede ser percibida de manera diferente por los miembros de una misma familia, pero en todos los casos estará marcada por la ausencia y la necesidad de adaptación a una nueva realidad. Significando en los niveles más profundos de nuestro ser una ruptura sentimental, personal y familiar, que bien tiene su tiempo para poder ser reconstruida y sanada.

El reconocer y hacer contacto con nuestro dolor por la pérdida del territorio, para luego procesarlo conscientemente,  nos permitirá llenar ese espacio de vacío que produce el proceso de adaptación. Como puede ser la sensación de soledad,  desesperanza, añoranza, fracaso, dolor, tristeza, miedo, pena, que en oportunidades sufrimos los emigrantes.

“Este duelo empieza cuando una persona se aleja de su territorio, ya sea una migración interna o transfronteriza, donde se pierden vínculos, creencias y todas esas reacciones van a ser producto de esos nuevos retos”.

Gerson Yesith Jaimes

El duelo migratorio es un proceso de adaptación a una nueva realidad, bastante complejo y multifacético. Suele ser vivido de forma individual y colectiva al mismo tiempo. Tiene entre sus características el no atender a un patrón lineal, manifestándose de forma y tiempo diferente en cada individuo, incluso a nivel del grupo familiar. Dependiendo de la capacidad de manejo del estrés de adaptación y la manera de reconstruir la pérdida de quien lo sufre.

Existen ciertas características del duelo migratorio que lo diferencia de otros tipos de duelos:

      Contiene en sí varios duelos al mismo tiempo: A la sensación de pérdida de nuestro territorio se ha de sumar, el haber dejado nuestra zona de confort y estabilidad, la cotidianidad que representa por la separación de familiares, amigos,  costumbres, idioma, nivel social, paisajes, entre muchos otras.

      Al mismo tiempo, en tanto que nuestro país de origen no desaparece, la sensación de pérdida aparece como parcial. Pudiendo ser, en nuestro imaginario, el retorno como una opción abierta.

      Es un duelo recurrente, en tanto que reaparece cada vez que hacemos contacto con lo propio de nuestro país.

Al igual que el duelo por la pérdida de un ser querido, para el duelo migratorio podemos recurrir a las llamadas “cinco etapas del proceso de duelo”, negación, ira, culpa, negociación, tristeza, mencionadas por Elizabet Kubler Ross, (1926-2004). Recordando que estas etapas carecen de orden y no necesariamente están presentes en todos los que transitamos este duelo. Cada quien vive su dolor migratorio de la manera que pueda y lo necesite. El camino lo hacemos al andar.

  1. Negación: Ocurre cuando estamos todavía asimilando el cambio. Etapa  en la cual negamos o minimizamos la magnitud del dolor que nos produce la migración. Rechazando o ignorando lo que sucede, como la anestesia que en momentos necesitamos para bloquear el dolor. Pudiendo experimentar euforia por la novedad del nuevo entorno o, por el contrario, una negación del impacto emocional de la migración.
  2. Ira: En un primer momento puede manifestarse como un enfado con nosotros y/o nuestros seres queridos. A medida que se asienta la realidad de la situación, podríamos sentir ira hacia las circunstancias que nos obligaron a dejar nuestro lugar de origen y/o hacia la nueva sociedad que nos acoge considerándola hostil. Es una forma de energía que nos permite revelarnos ante la pérdida, asociada a la frustración e impotencia o con cualquier circunstancia o  persona que consideremos responsable de nuestra situación
  3. Culpa, tiene que ver con lo que hicimos o dejamos de hacer en aquella patria, refiriéndonos no sólo a nosotros sino a otros. Retornando a un pasado, imposible de cambiar.
  4. Negociación, que hacemos con nosotros mismos y con nuestro territorio de origen. En un intento de encontrar formas de adaptarnos a la nueva vida que nos ofrece el lugar que nos dio espacio, donde estará presente nuestra cultura de origen.
  5. Tristeza o melancolía profunda por la sensación de pérdida del territorio que nos hemos visto en la necesidad de dejar atrás y el esfuerzo que necesitamos hacer para llegar a este momento. En esta etapa comenzamos a ser conscientes de la pérdida y se intensifica la nostalgia por el país de origen, abrazando lo que ya no está.

Podemos añadir tres etapas mencionadas por estudiosos del tema, como son la: reconstrucción, aceptación e integración. Estas etapas son parte del camino hacia una  nueva versión potenciada de nosotros. El resurgir como el Ave Fénix.

  1. Reconstrucción: A medida que somos conscientes de  los beneficios del nuevo hogar, se inicia un proceso de reconstrucción interno que nos lleva a  redefinirnos, conscientes del cambios ocurrido en nuestra vida a raíz de la migración, lo que somos y/o deseamos ser, donde estamos y a dónde queremos llegar. En la oportunidad de vernos en nuestras fortalezas, debilidades, oportunidades y amenazas en el nuevo territorio y nuestra visión del mundo. Es lo que llamo el principio de la última fase del duelo. Nuestra oportunidad de reconstruirnos en la tarea de recomponer lo que se ha roto, reinventar nuestra nueva vida y salir del dolor. Escuchándonos profundamente, sin juzgarnos, centrándonos en nuestras necesidades y sobre todo siendo profundamente compasivos y amorosos  con nosotros mismos.
  2. La aceptación: Período en el que comienza con la adaptación a la nueva realidad. Empezamos a formar nuevas conexiones, a familiarizarnos con la cultura local y a sentirnos más cómodos en el nuevo entorno. Nos permitirá reconocer y aceptar los cambios que han acontecido en nuestra vida. Con el tiempo, muchos migrantes llegan a aceptar su nueva realidad y encuentran formas de construir una vida satisfactoria en su nuevo hogar. 
  3. Integración como última etapa de nuestro duelo. Implica tomar las acciones que nos permitan retomar el contacto con nuestra nueva vida. Luego de esta experiencia nunca volveremos a hacer los mismos. En esta fase integramos la pérdida en nuestro interior. Aprendemos a recordar nuestro lugar de origen sin sufrimiento y reconocernos como Ciudadanos del mundo.

La elaboración del duelo migratorio, viviéndolo paso a paso y a conciencia plena, nos permitirá colocar a nuestra tierra de origen en un lugar muy especial del corazón, recordando con orgullo, agradeciendo los años que tuvimos la gracia de vivir en ella. Y saber que aun cuando hayamos sido arrancados de nuestras raíces de origen, nuestro tronco ha sido tan vigoroso que pudimos retoñar, crecer,  florecer, dar frutos y semillas que serán los presente y futuros árboles del Mundo.

lunes, 24 de marzo de 2025


Del esnobismo ambiental (o ecológico)

David De los Reyes

 

 

Redes Sociales Vegetales/DDLR2025 marzo

Un tema que me ha estado dando vueltas por la cabeza es lo que he llamado esnobismo ambiental o ecológico. La relación entre el vicio del esnobismo y la ecología se establece a través de las actitudes morales surgidas dentro de un ambiente cultural de consumo. Estas actitudes giran en torno a productos, estilos de vida, dispositivos, alimentos y prácticas que, más que basarse en una conciencia “verde” auténtica o en posturas éticas frente a los excesos del desarrollismo extractivista contemporáneo, actúan como una máscara de distinción. Esta máscara se manifiesta en el consumo de productos asociados a un estilo de vida "verde" que, en última instancia, no escapan de ser un medio para obtener un anhelado y farsante reconocimiento social. Las prácticas que se promocionan como ejemplo de conciencia ambiental no siempre buscan rescatar o restaurar la devastación irresponsable y antropocéntrica que afecta la naturaleza, las ciudades, las comunidades, las familias y al individuo. En muchos casos, este comportamiento opera como una forma de distinción social más que como una acción comprometida con el fenómeno ecológico.

El vicio del esnobismo, como argumentó la filósofa Judith N. Shklar en su libro Vicios ordinarios (1984), está vinculado con otros vicios propios de nuestra condición moral. Shklar examina ciertos vicios comunes y cotidianos, presentes en todas las culturas, como el esnobismo, la crueldad, la hipocresía y la traición. Respecto al esnobismo, lo describe como un comportamiento que refleja desigualdades sociales y jerarquías implícitas, que al mismo tiempo destruyen o deterioran el sentido de igualdad en las interacciones humanas.

El concepto de esnobismo surge del término inglés snob, que comenzó a utilizarse en el siglo XVIII dentro de las universidades británicas, especialmente en Cambridge. Era una abreviatura de los términos latinos sine nobilitate, que significan “sin nobleza”. Este término servía como una distinción discriminatoria para referirse a los estudiantes que no provenían de familias aristocráticas. De este modo, marcaba una diferencia entre los estudiantes de origen burgués y sus altos compañeros nobles.

Con el tiempo, el concepto evolucionó y adquirió nuevos matices. Pasó a describir a quienes, sin poseer títulos nobiliarios, adoptaban actitudes o comportamientos de la nobleza que los discriminaba, con el fin de aparentar un estatus social más alto. Más tarde, el término se extendió para referirse a personas que admiraban excesivamente todo lo que consideraban sofisticado o exclusivo, llegando a despreciar aquello o a quienes no cumplían con estos estándares.

El escritor inglés William Makepeace Thackeray, observador mordaz de la naturaleza humana en la sociedad victoriana, escribió en 1848 The Book of Snobs, una obra satírica que analiza las actitudes y la envidiosa admiración hacia la clase alta de su tiempo. A través de esta obra, el perspicaz Thackeray consolidó el término como un concepto universal con implicaciones sociales concretas.

Retomando algunas de las ideas de los vicios ordinarios  de Judith Shklar, podemos establecer una relación con lo que he llamado como esnobismo ecológico o ambiental. Este término se refiere a un fenómeno contemporáneo vinculado a movimientos políticos y culturales que han generado una emocionalidad cercana a este vicio. Algunos ejemplos de ello lo encontramos de varios modos, como formas de esnobismo cultural que consisten en distinguirse mediante el consumo de arte, música, literatura o cine considerados de élite. También se manifiesta el esnobismo tecnológico, relacionado con las últimas tendencias de dispositivos y servicios premium, y el esnobismo experiencial, que gana terreno en redes sociales a través de la publicidad de experiencias únicas, turismo de aventura o de riesgo, como viajar a destinos exóticos o participar en eventos exclusivos. Todos estos fenómenos tienen un factor común: que es proyectar estatus y exclusividad mediante prácticas simbólicas de distinción.

El esnobismo ecológico se inscribe dentro de estas variantes contemporáneas. Este fenómeno, amplificado por las redes sociales, abarca desde políticas basadas en la ecología profunda hasta estrategias de marketing verde que se presentan como una actitud moral superior. Estas prácticas, más que reflejar una convicción ecológica auténtica, suelen ser utilizadas como herramientas de distinción social que refuerzan inseguridades y la búsqueda de validación en un contexto cultural cambiante. Por tanto, el esnobismo ambiental no escapa a las dinámicas económicas que perpetúan diferencias y jerarquías sociales.

Estos fenómenos se expresan con especial claridad en las redes sociales, donde se promueven tres variantes del esnobismo ambiental. La primera es la exhibición de productos sostenibles, como ropa orgánica, utensilios biodegradables o vehículos ecológicos, que se convierten en símbolos de compromiso moral y estatus. La segunda es el travel-blogging ambiental, que abarca viajes a destinos remotos o actividades que proyectan una imagen de activismo, como limpiar playas o participar en safaris sostenibles. La tercera es el discurso moral de consumos éticos, frecuentemente promovido por figuras públicas e influencers que defienden el veganismo, las dietas orgánicas o la transición energética. Estas prácticas pueden contribuir a consolidar un discurso moral que desvaloriza a quienes no adoptan estas posturas.

En este contexto, el esnobismo ambiental se convierte en una postura estética más que ética, donde las acciones ecológicas sirven para reforzar jerarquías sociales en lugar de impulsar cambios genuinos hacia un futuro más sostenible.

Volviendo al ojo inquisidor de Thackeray y su The Book of Snobs, podríamos señalar que el esnobismo ecológico emerge como una de las formas más representativas del esnobismo moderno. ¿Cuándo aparece esta “mascarada verdosa”? No cuando se observa una verdadera convicción hacia la sostenibilidad, entendida como una práctica que se refleja tanto en acciones cotidianas como en propuestas que abordan la urgente necesidad de responder al deterioro ambiental y a la visión antropocéntrica de los recursos y las energías que consumimos diariamente. Se trata, como dice nuestro escritor inglés, de admirar mezquinamente cosas mezquinas (“Meanly admire mean things”). Este esnobismo ecológico se utiliza como una herramienta para destacar y diferenciarse socialmente, pero también para imponer una superioridad que puede restringir libertades individuales y generar temores infundados. Detrás de esta máscara no necesariamente se encuentra un compromiso genuino con lo que este hito significa dentro del desarrollo industrial que nos envuelve, incluso en los resquicios más íntimos de nuestra existencia.

Un ejemplo claro de ello es el caso de adquirir un automóvil eléctrico de alta gama. Si bien este acto puede reflejar interés por el medio ambiente, en muchos casos se convierte en un símbolo de estatus y exclusividad. Se manifiesta como una moda que acoge una supuesta ética de preocupación por lo que se denomina la "huella de carbono personal" que dejamos a lo largo de nuestras existencia. Esta actitud puede ser más performativa que sustancial, transformando el compromiso ambiental en una herramienta de distinción social.

Así, notamos una doble cara en este esnobismo ecológico o ambiental. Por un lado, impulsa la adopción de prácticas sostenibles que buscan construir acciones de conservación del entorno. Este aspecto es positivo, ya que puede inspirar cambios genuinos ante los riesgos que nuestra forma de vida representa para nosotros mismos, el medio ambiente y las futuras generaciones. Por otro lado, estas prácticas, cuando se utilizan como símbolos de estatus, desvían el enfoque del impacto ambiental hacia una superficial competencia social. Incluso pueden desincentivar a aquellos sectores de la población que no tienen acceso a estos productos o servicios verdes, sin cuestionar los modos de vida actuales ni las estructuras que perpetúan el problema.

Judith N. Shklar, cuya obra inspira esta reflexión, no aborda directamente el esnobismo ambiental, pero su análisis sobre el esnobismo como vicio social proporciona un marco útil para entender este fenómeno. Shklar describe el esnobismo como una conducta que crea líneas de separación con respecto a los demás, no a partir de méritos genuinos, sino adoptando valores artificiales que refuerzan jerarquías culturales, políticas y económicas. En el contexto del esnobismo ecológico, esta dinámica se ve intensificada por el llamado marketing verde, que fomenta una distinción social a través de prácticas supuestamente sostenibles. Este tipo de esnobismo no solo afecta las relaciones interpersonales, sino que, dentro de un sistema democrático, erosiona los principios de igualdad y respeto mutuo.

Cuando el compromiso ambiental o “verde” se transforma en una práctica de ostentación, cae en la trampa de la exclusividad, en la que ciertas élites logran una distinción mediante prácticas ecológicas que están fuera del alcance de la mayoría. Este fenómeno refuerza las desigualdades sociales, especialmente en contextos del llamado “Tercer Mundo,” donde el acceso a productos ecológicos o tecnologías sostenibles está restringido para grandes sectores de la población. Así, el esnobismo ambiental desvía el propósito esencial del activismo ecológico: construir colectivamente un modelo de desarrollo que favorezca un planeta más sostenible desde la escasez de recursos (y no desde su abundancia desmedida). Este enfoque ético y democrático debería invitar a una reflexión profunda sobre nuestra responsabilidad hacia el presente y el futuro, transformando nuestra percepción del mundo que nos rodea.

Con los planteamientos de Judith N. Shklar, asumimos la tarea de comprender los vicios ordinarios y subrayar la importancia de cultivar virtudes cívicas accesibles para todos, que fortalezcan la igualdad y el respeto mutuo en las sociedades democráticas. Estas palabras en relación con el ambiente, la ecología y la sostenibilidad, son, más que una crítica, un llamado de atención hacia posturas que desdibujan la auténtica sostenibilidad en un mundo desbordado por el excesivo consumo fútil y que enfrentan el reto de buscar una aceptable justicia ecológica. Es vital que los postulados de una ecología responsable y prácticas sostenibles no se conviertan en herramientas de distinción social que nos aparten del verdadero camino hacia la restauración de cierto justo equilibrio natural y del respeto por los demás seres vivos y entes que habitan este planeta, sino que tales propuestas reflejen la convicción auténtica del peligro inminente de lo que concierne a la existencia del planeta en su conjunto.

Bibliografía

Shklar, Judith N. Vicios ordinarios: una aproximación a la moral política. Traducción de Roberto Ramos Fontecoba. Ed. Página Indómita, Barcelona. 2022. 

jueves, 13 de marzo de 2025

 La guerra en Ucrania y sus depósitos de tierras raras

                (Importancia de un tema olvidado en la agenda informativa en los medios)

David De los Reyes

 


 

En el contexto actual de la guerra entre Ucrania y Rusia, el interés por los recursos naturales del país ha cobrado una relevancia sin precedentes. Entre estos recursos, los depósitos de tierras raras se destacan como un activo estratégico que podría cambiar el rumbo económico de Ucrania y su posición en el escenario global. Los medios han hablado mucho sobre cómo va el desarrollo de este asedio y conflicto bélico, donde los intereses por el territorio no son tanto los referidos a pasados y tradiciones con Rusia, sino por lo que puede obtenerse con el control de las llamadas tierras raras, que no son raras ni solo tierra. No es de extrañar que uno de los puntos importantes a tratar para el pago por la ayuda militar de EE. UU. hacia Ucrania esté en el interés de la firma de un acuerdo previo sobre esas rarezas territoriales, entre los presidentes Donald Trump y Volodímir Zelenski, exigiendo la retribución del 50% de las ganancias con el extractivismo de dichos yacimientos.

Pero, ¿Qué son las tierras raras?

Antes de entrar en el tema de la relación entre Ucrania y sus yacimientos raros, creo necesario hablar de qué se trata y por qué hay tanto interés en lograr el control (Rusia) o un acuerdo comercial del fifty/fifty con EE. UU., y al que la UE tampoco se quiere quedar atrás.

Las tierras raras son un grupo de 17 elementos químicos que, a pesar de su nombre, son relativamente abundantes en la corteza terrestre. Estos elementos, que incluyen el lantano, cerio, praseodimio, neodimio, prometio, samario, europio, gadolinio, terbio, disprosio, holmio, erbio, tulio, iterbio, lutecio y escandio, son esenciales para una variedad de aplicaciones tecnológicas que van desde dispositivos electrónicos hasta energías renovables. Su importancia radica en su capacidad para mejorar el rendimiento de productos como imanes, baterías, pantallas y catalizadores, lo que los convierte en componentes clave en la transición hacia tecnologías limpias y sostenibles.

El interés por las tierras raras ha crecido exponencialmente en las últimas décadas, impulsado por la revolución tecnológica y la necesidad de materiales para la fabricación de productos innovadores. La creciente demanda de vehículos eléctricos, turbinas eólicas y dispositivos electrónicos ha llevado a los gobiernos y empresas a buscar asegurar el acceso a estos recursos estratégicos. En este contexto, se han convertido en un tema candente en la geopolítica moderna, ya que el control de estos elementos puede influir en la competitividad económica de las naciones.

Actualmente, los principales países que explotan y producen tierras raras son China, Estados Unidos, Australia, Rusia y Brasil. China, en particular, ha dominado el mercado, controlando aproximadamente el 60% de la producción mundial. Este dominio ha generado preocupaciones sobre la dependencia global de un solo país para un recurso tan crítico, lo que ha llevado a otros países a diversificar sus fuentes y buscar nuevas minas. Las potencias alternas a la oriental no quieren quedarse atrás en el dominio de tales yacimientos para su explotación en todo el arsenal de producción tecnológica electrónica. La situación se complica aún más por las tensiones comerciales y políticas, lo que ha llevado a un aumento en la inversión en la exploración y extracción de tierras raras en otras partes del mundo, como es el caso de la intervenida Ucrania.

Los elementos que conforman las tierras raras son fundamentales en diversas industrias. Por ejemplo, el neodimio se utiliza en imanes fuertes que son esenciales para motores eléctricos y generadores, mientras que el europio es crucial en la fabricación de pantallas LED. Cada uno de estos elementos tiene propiedades únicas que los hacen indispensables en la producción de tecnología moderna. Sin embargo, la extracción y procesamiento de tierras raras también plantea desafíos ambientales significativos, incluyendo la contaminación y la degradación de ecosistemas, lo que ha llevado a un llamado a prácticas más sostenibles en su explotación.

Es por ello por lo que las tierras raras son elementos clave en la era tecnológica actual, con un papel fundamental en la fabricación de productos que impulsan la innovación tecnológica y la sostenibilidad. Su interés y demanda continúan creciendo, lo que resalta la necesidad de un enfoque estratégico en su extracción y uso. A medida que el mundo avanza hacia un futuro más verde y digital, la gestión responsable de estos recursos se convierte en un imperativo no solo para las economías nacionales, sino también para la salud del planeta.

Es por ello que el conflicto de Ucrania no solo se juega en la defensa de la democracia y el sentido de la libertad occidental ante los autoritarismos a lo oriental, sino también en la obtención de estos materiales imprescindibles para el desarrollo de la llamada Tercera Revolución Industrial (Rifkin, 2011), en la que países como EE. UU., China y la UE están en feroz competencia por ganar esa rara carrera.

¿Con qué cantidad de estos elementos raros cuenta las tierras de Ucrania? Ucrania cuenta con aproximadamente 2 millones de toneladas de reservas de tierras raras, situándola entre los principales poseedores de estos recursos en Europa. Elementos como el neodimio, lantano y cerio son fundamentales para la fabricación de dispositivos electrónicos, baterías y turbinas eólicas, esenciales en la transición hacia energías limpias. La creciente demanda de tecnologías sostenibles ha puesto a las tierras raras en el centro de atención, y Ucrania podría convertirse en un proveedor clave en este contexto.


Mapas de tierras raras en Ucrania. Fuente Ok y Servicio geológico ucraniano.

Las principales áreas con depósitos de tierras raras se encuentran en la región de Zhitómir, Zaporiyia y en partes de Donetsk[1]. La riqueza mineral de estas regiones no solo representa una oportunidad económica, sino que también se ha convertido en un punto focal en el conflicto armado. A medida que se intensifica la lucha por el control territorial, el acceso a estos recursos se vuelve un factor determinante, tanto para Ucrania como para las potencias extranjeras interesadas.

Aunque la producción actual de tierras raras en Ucrania es limitada, se estima que, con las inversiones adecuadas y la estabilización política, el país podría alcanzar una producción anual de hasta 10,000 toneladas (a razón de 30 a 50 mil euros por tonelada, ergo, se obtendrían entre 300 y 500 millones anuales, lo cual no está nada mal…). Este incremento no solo beneficiaría a la economía ucraniana, sino que también podría ayudar a diversificar su base económica, reduciendo la dependencia de otros recursos naturales. Al firmar el acuerdo entre Zelenski y Trump, EE. UU. ha asegurado una ganancia anual de unos 300 millones de dólares en su extracción, además del control de la distribución de esos minerales para su propio mercado[2].

En esta guerra económica desatada entre EE. UU. y China, podemos decir, como  ya me referí antes, que este último país, a nivel mundial, domina el mercado de tierras raras, controlando aproximadamente el 60% de la producción. Sin embargo, la situación geopolítica actual ofrece a Ucrania la oportunidad de posicionarse como un actor relevante en este sector. Con el auge de la demanda global, proyectada a crecer entre un 5% y un 10% anual en la próxima década, Ucrania podría convertirse en un socio estratégico occidental para las naciones que buscan asegurar su suministro de tierras raras.

A pesar del potencial ucraniano, la explotación de estos recursos enfrenta hoy desafíos significativos. La inestabilidad política y el conflicto actual limitan la capacidad de Ucrania para atraer las inversiones necesarias para desarrollar su industria minera, aunque EE. UU. está presto a hacerlo. Habría que esperar un armisticio, un cese al fuego en la guerra, lo cual no está planteado para la parte imperialista beligerante e invasora, es decir, la Rusia de Putin. De lo contrario todo lo planteado pasaría a manos del neozar ruso.  Sin embargo, si se logra estabilizar y dominar la situación, el país podría no solo beneficiarse económicamente, sino también contribuir a la seguridad energética de Europa, de Estados Unidos y de otros países del mundo.

Los depósitos de tierras raras en Ucrania representan un recurso inexplorado que podría transformar la economía del país y su posición en el escenario internacional. En un mundo cada vez más dependiente de tecnologías sostenibles, la capacidad de Ucrania para aprovechar sus reservas de tierras raras podría ser clave para su recuperación y desarrollo futuro. A medida que la comunidad internacional observa de cerca el conflicto, la atención se dirige no solo a la lucha por el territorio, sino también al control de estos valiosos recursos naturales. De ello podemos deducir que el interés de Rusia en invadir Ucrania se debe al gran desarrollo tecnológico y minero que puede representar el país en las próximas décadas, lo cual se busca impedir a toda costa, limitando la autonomía y la soberanía de Ucrania en el uso de sus riquezas del subsuelo, así como en su capacidad innovadora científica, tecnológica y defensiva de la inteligencia de sus habitantes.



[1] Estas regiones poseen los yacimientos más importantes de tierras raras. La región de Zaporiyia es un área considerada como una de las más ricas en esos depósitos, con concentraciones significativas de elementos como el neodimio, lantano y cerio. Y en la región de Donetsk también se han registrado depósitos en esta región, aunque su explotación se ha visto afectada por el conflicto. La región de Zhitómir, en Ucrania, es conocida por su riqueza mineral, incluidos los depósitos de tierras raras. Aunque no hay cifras exactas y actualizadas sobre la cantidad específica de tierras raras en esta región, se estima que tiene recursos significativos, especialmente en minerales como el niobio y el tántalo, que a menudo se asocian con tierras raras.   

[2] Aunque la producción actual de tierras raras en Ucrania es limitada, se estima que, con las inversiones adecuadas y la estabilización política, el país podría alcanzar una producción anual de hasta 10,000 toneladas. Este incremento no solo beneficiaría a la economía ucraniana, sino que también podría ayudar a diversificar su base económica, reduciendo la dependencia de otros recursos naturales.

El valor de esta producción puede ser significativo. Considerando un precio promedio por tonelada que varía entre 30,000 y 50,000 euros, el potencial económico de estas 10,000 toneladas se traduce en un valor total que oscila entre 300 millones y 500 millones de euros. En términos de dólares, y utilizando un tipo de cambio aproximado de 1.07 USD/EUR, el valor en dólares podría variar entre 320 millones y 540 millones, dependiendo del precio específico de las tierras raras en el mercado.

Este potencial económico resalta la importancia de las tierras raras no solo como un recurso mineral, sino como un motor de desarrollo para Ucrania. La capacidad del país para aprovechar estos recursos podría transformar su panorama económico, ofreciendo una alternativa viable a la dependencia de otros sectores y contribuyendo a su estabilidad y crecimiento en un contexto global cada vez más competitivo.