En torno a Visionarios del Ruido
de José
Manuel López D`Jesús
David De
los Reyes
I
La lógica sensible de la
Música
La música, siendo una sucesión
evanescente de sonidos - y ahora, inclusive, de ruidos -es la más abstracta de
las artes por su contenido casi inmaterial - hoy virtual; la más metafísica de
las artes, al decir de Schopenhauer. Su manifestación, su composición o
elaboración y por ende su interpretación, despierta o adormece emociones que
pueden ser de aceptación o rechazo, de intensa emoción subjetiva y un evento,
tribal o individual, que culmina en nuestro devenir histórico con un proceso de
elaborada y compleja abstracción y participación colectiva. Conocemos e
imaginamos el mundo en tanto representación no únicamente como voluntad, al
decir de Schopenhauer, sino representación virtual en tanto numeración o
digitalización sonora que estructura y ancla casi insospechadamente a múltiples procesos vitales.
Claude Lévy-Strauss señaló que en toda composición de
cualquier obra musical se haya una lógica de lo sensible. Y el libro de López
D´Jesús, nos lleva a desentrañar la lógica sensible del sentido de vida, de su
compromiso, de su actitud estética, artística y política de los seguidores del
rock. La singularidad que la escucha proporciona, surge una experiencia corporal
y espiritual cuasi religiosa de ese diálogo mudo en, aunque sonoro,
entre cuerpo y sonido, entre el hombre y la música, haciendo aparecer en la
experiencia musical un erotismo del espíritu y una vibración estética que nos
conduce desde la angustia a la beatitud de la alegría intelectual y emocional,
trastocándonos hacia una verdadera metamorfosis sensible del
entendimiento y del cuerpo. Experiencia que establece una exquisita y
sensible conexión entre el sentido más intelectual, el oído, y los más
escondidos y oscuros ritmos internos de nuestra vida orgánica, nuestros
ritmos viscerales, cardiacos y respiratorios.
El libro Los Visionarios del Ruido de José Manuel
López, docente, músico y poeta de la Universidad de Los Andes de Venezuela. Nos
conocimos a raíz de su defensa de tesis en el Doctorado de Filosofía de esta
misma universidad. Una investigación interesante en torno a la música y la
filosofía alemana de Schopenhauer y Nietzsche. Cultor y estudioso del género
musical del rock, se ha dado la tarea de investigar lo que ha significado esta
manifestación contestataria del mundo global a partir de la década del 50 del
siglo XX. Un género que desde sus
orígenes nunca dejó de escalar una mayor presencia tanto en la Industria
Cultural Musical como también en la identidad y expresión de cierta corriente
generacional orientada a cuestionar al mundo establecido y sus convenciones
instituidas esclerotizadas.
El rock,
en principio, es una elaboración de la disconformidad sentida ante el rutinario
y muchas veces absurdo mundo en el que vivimos. Es en esta esfera musical y
poética que nos presenta su obra López D´Jesús, pero albergándola en el entorno
del rock en Latinoamérica. Desde sus primeras agrupaciones, sus festivales
convocatorios, así como ciertas obras literarias que vienen a ofrecer una
narración en la que se filtran cuáles son los fines de sus líderes y
seguidores, este género musical arrastra toda la atmósfera cultural, definiendo
un estilo de vida y una concepción propia del mundo.
Como
todos sabemos, esto arranca en los países anglosajones. Estados Unidos e
Inglaterra se llevarán el sitial de origen. Una vez establecido como un género
en expansión gracias a los medios masivos de comunicación, se adentrará en
países de una diversidad musical y de valores distintos, pero también embrujados por este chorro de ruidos,
sonidos y melodías acordes y discordes, de estruendos disparados por guitarras eléctricas,
percusión y otros instrumentos que se les irá añadiendo. Lo primordial es un
ensamble fácilmente transportable y desmontable: guitarra y bajo eléctrico,
amplificadores y batería. Eso fue y sigue siendo la agrupación estándar de todo
conjunto de rock. Sin embargo, adentrados en la era digital se ha vuelvo más
complejo y más enriquecido por todas las multitudes de posibilidades técnicas,
tímbricas, e instrumentos electrónicos y acústicos que hoy la conforman.
El
tratado del rock de nuestro amigo López D´Jesús tiene un componente que lo hace
atractivo para las nuevas, y no tan nuevas, generaciones que se sienten
atraídas por el rock. Digo atractivo
porque, si bien es una investigación especializada, posee la virtud de recurrir
a un enfoque multi, trans e inter-disciplinario en el tratamiento del sujeto de
estudio desde los campos de la música, la literatura, los estudios culturales,
la filosofía, la sociología y la psicología junguiana.
Sus enfoques
no se reducen a hacer sólo una historia del rock latinoamericano, sino que nos
lleva a presentar sus diferentes tramas de la percepción estética y teórica.
Vasos comunicantes del rock con la filosofía por las ideas que le brindan legitimidad
cultural; con la psicología por los cambios que surgen por su componente
mental, emocional y químico corporal; con aires anarquistas que rechazan a las
convenciones institucionales sociales como la familia, la religión institucionalizada
y la formación académica; con actitudes anti-formales donde se busca un sentido
de libertad alcanzando o rayando al libertinaje; con una postura política
contra la desfachatez y corrupción del establishment de la política
demagógica y sus ramales militaristas
dictatoriales; y, por último, con la creación literaria como especulum (espejo), nominal de su
presencia y desarraigo, sus posturas y sus riesgos, sus alegrías y sus
suicidios posibles, lo que resulta en una reflexión capital sobre el rock.
Y a esta
última esfera literaria satelital del conjunto planetario del rock es que López
D´Jesus rompe con las convenciones de los estudios del género, adentrándose en
campos narrativos en los que expande su luz expositiva e hermenéutica. Como el
mismo lo escribe, se trata del rock latinoamericano y su repercusión en la
literatura.
Su texto
está dividido en tres partes que se complementan de forma sistémica. Tres
capítulos por los que nos lleva de la mano, en argot rockero, al asilo del rock:
El
primero, Efecto amplificado abre con
sus referencias, transitando de forma lúdica entre géneros, entre lo musical,
lo poético-literario. Nos presenta algunos de los festivales emblemáticos que
dan apertura a toda esta onda ruidosa expansiva contestaría latinoamericana.
El cap.
II lo titula Rock es sabiduría ¿y
quién lo duda? Nos lleva a comprender las singladuras y componentes de los
valores y posturas de este estilo de vida,
cuasi-marginal respecto a la mirada que tiene de la familia, del núcleo social
en que habitamos. También en ese despertar
de una Consciencia alterada que exige su presencia insoslayable en el
imaginario no sólo social sino cultural, musical y poético implícito. Y los
entretelones con la ideología de sus seguidores.
Un tercer
capítulo titulado Los Ecos delante del
telón, explica cómo este movimiento sociocultural afectó y afecta a las
mentalidades y sus expresiones corporales de los individuos tanto a nivel
personal como tribal. Analiza López D´Jesus cómo viene a posesionarse esta
bruma sonora del rock de una parte de nuestro yo consciente y subconsciente. Para
ello se vale de cinco conceptos que toma prestados de la mirada profunda del
análisis junguiano: el ya nombrado yo,
junto con la alteridad (la
posibilidad de ser otro), la sombra (los
impulsos internos ocultos, pero deseando ser expresados), el ánima (lo femenino en el varón) y el animus (lo
masculino en la hembra).
Un
siempre insurrecto género musical que polemizaba dentro de las sociedades
conservadoras. El rock poco a poco se convirtió en un medio universal para
expresar ideas, sentimientos, inconformismos o afinidades para una generación
de jóvenes que se encontraban prácticamente relegados en un mundo histórico con
un despliegue de poder absurdo y aniquilador.
Estos
tres momentos de su discurso, tres dimensiones estructuradas de esta visión de mundo, son los que nos otorgan
una entrada a las profundidades de luz y sombra de la cultura ¿o anticultura?
del rock
II
El Pharmakon del Rock
Como referimos
antes, el rock vino a despertar una toma de consciencia a partir de la década
de los años 50 del siglo XX. Sus propuestas estaban en las frases que se
desprendían de los conciertos de los legendarios The Beatles o de los Rolling
Stone. ¿Cuáles son esas ideas? Los autores nos las recuerdan. Son los
principios de una lucha por la libertad, la igualdad, la postura
antimilitarista y antibelicista, como los estertores, ahora en la vibración de
decibeles sonoros, de una emancipación femenina.
El Rock
ha sido catalogado como un género contracultural, esgrimiendo una postura
radical, en algunos grupos, teatral, en otros más acomodaticios y mercantiles,
contra los valores establecidos y conservadores de la modernidad. Una defensa
al reconocimiento de la cultura afroamericana, representado esta cruzada
rockera africana por el legendario Chuck Berry, pilar determinante de la
seducción musical de este género de la controversia y de la polémica.
A partir
de la década de los 70 surge el rock progresivo, sinfónico, con grupos como Emerson, Lake y Palmer, Led Zelein, Uriah Heep,
Black Sabbat, King Crimson, Deep Purple, Yes, Pink Floyd, por nombrar
algunos. Se mutan al heavy metal o heavy rock (rock pesado). Pero el género
evoluciona hacia lo que hoy se entiende por el trash, black, death, progressive, doom, new metal y un largo etc.
El
discurso narrativo poético y musical del rock latinoamericano se caracteriza por
ser transgresor, aferrado a una
crítica contra la discriminación social, racial, política, de género y
religiosa. Conforma un amplio sincretismo glocal. Desde 1955
está presente, casi de forma subterránea, en la tierra al sur del Río
Grande: México, Brasil, Colombia, Perú, Argentina, Chile, Uruguay, Ecuador,
Venezuela. En todas sus apariciones se le adjunta el sello de la censura y
persecución a sus seguidores y creadores. Se teme a todo movimiento que se exprese
con una tolda aparte del sistema, de búsqueda de liberación, de experiencias
catárticas, de la exaltación de la alegría, la amistad espontánea, el
descontrol de las conductas formales y el espíritu lúdico que en todo momento
se apertura en esta ola sonora desbordante de los visionarios del ruido. Como
nos dice López D´Jesús: El carácter
rebelde del hecho roquero genera censura, p.27.
Es un
movimiento cultural que arropa a una minoría, la de las personas sobrantes, olvidadas, marginadas, que
quieren expresarse y ser representadas y escuchadas. No menos pasó con otros
géneros latinos, como la Cumbia (Perú) o la Salsa del Caribe, de las que surgen
una poética lírica de la inconformidad, del amor y del desarraigo.
El rock
vendrá a ser una especie de pharmakon
eléctrico, una especie de medicina sónica, para reducir los síntomas de las
atrocidades e injusticias sociales de varias generaciones, al menos ya de
cuatro. Es un escudo epocal contra la carencia de memoria por las singladuras
impuestas a través del sueño de los valores políticos, culturales, filosóficos
ideológicos que se pretenden inamovibles y prescriptivos de toda vida. ¿Qué
buscó - ¡busca! - el rock? Para los que nos encontramos en la actualidad de
este presente, según nuestro autor, pues un espacio, en el cual, a partir de
ciertos eventos, ideas, literatura, poesía, tecnología, mercado cultural, brindar
un sentido de vida destinado al encuentro de una contracultura demandante de igualdad social, política y religiosa y que
va dirigido a todas aquellas personas con este espíritu, p.30
En
Latinoamérica tuvo su punto germinal en el Festival de Avándaro en los 70s,
escenario abierto a la expresión de ideas de libertad sin ningún prejuicio. Una
jerarquía que heredará el Festival de las Nuevas Bandas, realizado en Venezuela
a partir de 1991. Pero también han surgido festivales para acolitar a sistemas
represivos, injustos, militares, como algunos de los convocados en Argentina o el
GillmanFest cercano al régimen del Socialismo S.XXI promovido por el cantante de
tendencia nazista Paul Gillman.
Los
festivales de rock, como lo refiere López D´Jesús, se convierten en un rito
religioso, eventos en que se relegan todos los convocados en un solo
sentimiento de fe. Y lo podemos referir
con el Festival de Ancón realizado en la ciudad de Antioquia entre el 18 y 20
de junio de 1971, que llevaba el lema: “Es cuestión de fe y nos unimos todos
con la música”.
También se
repasa lo acontecido en Argentina con la Guerra de las Malvinas y el régimen
militar liderado por el militar Leopoldo Galtieri. Este impulsó la realización
del Festival de la Solidaridad Latinoamericana. Todo un evento demagógico para
solapar los desmanes de la dictadura y sus violaciones a los derechos humanos,
desviando la atención hacia un enfrentamiento patriótico ante un
enemigo externo (Inglaterra), en disputa por los territorios de las islas
Malvinas (1982). La coyuntura bélica alentó una serie de medidas
anti-anglosajonas, como la prohibición de la música en inglés y, por tanto,
motivando el crecimiento de la producción local en castellano. Con ello Argentina
devendría en uno de los epicentros geográficos del rock en ese idioma de la Ñ.
Al
Festival invitaron al legendario grupo argentino de rock Virus, que se negó a participar en espectáculos que patrocinaba la criminal
junta militar argentina. La pérdida de la guerra de las Malvinas vino a
derrocar en unas cuantas semanas al régimen dictatorial, y Virus organizó, en
respuesta a su postura contra la guerra, los militares y cualquier hecho
violento, realizar un concierto que fue todo un éxito para el grupo. Este se
convirtió en un ejemplo del rock como respuesta contra los regímenes de facto,
violadores de derechos, propagadores de guerras absurdas, junto a la represión
de un estado cuartelario ante el convulsionado escenario político de la época.
Es interesante
destacar algunas precisiones sobre los festivales. No cabe duda que cada uno de
ellos vienen a crear cierto clima de desorden
público (parafraseando el nombre de la conocida banda venezolana). Crea un imaginario que irrumpe con diferentes
posturas, aptitudes, reflexiones que se cruzan con una búsqueda de igualdad y
paz, pero no por ello los festivales dejan ser también un hervidero de
inquietudes reprimidas y soterradas en sus participantes que vienen a encontrar
espacio para expandirse en los festivales. También hay que considerar que el
desequilibrio, el caos, descontrol, posturas lúdicas se esgrimen con un vínculo
a reivindicaciones que formulan discursos humanistas, feministas, ecológicos,
alternativos. Encontrando declaraciones que reafirman valores como la
honestidad, la alegría, lo lúdico, la fraternidad, el eros. Son instancias
consuetudinarias generacionales que vienen a negar y rechazar la violencia en
todas sus manifestaciones, tanto en lo micro como en lo macro en la esfera de
la comedia humana.
José
Manuel López D´Jesús hace una cita interesante al filósofo romántico alemán
Arthur Schopenhauer, al referir que la
música rompe las barreras de todos los lenguajes porque ella constituye en sí
misma la expresión de lo inefable. Con ello nos da a entender que ante el
malestar en la cultura del sistema puede surgir - ¡y surgió! -, una forma
unitaria contestaría al sistema. El rock tiene esa opción: presentar las
contradicciones por medio de antítesis que queda no en una erradicación total
del sistema. Su camino está en andar entre enunciados posibles contra las
instituciones enquistadas en que se reafirma la hipocresía total. Es mostrar, los primeros pasos, que devenga en una
síntesis que aspire a superar los obstáculos y la cárcel de las contradicciones.
III
Literatura
y Rock
Este
texto nos muestra la profunda huella que dejó, y que se mantiene en el
imaginario urbano, el rock al convertirse en una voz en el conjunto del
continente. Un grito que arrastra toda una estética y una puesta en escena de
crítica participación artístico-política tanto a nivel de las naciones, de las
regiones y, podemos decirlo, del continente. Un rock a la latinoamericana. Todo
ello aupado y seguido de cerca por la industria cultural del disco y el uso de las
nuevas tecnologías de grabación e instrumentación que se democratizaron,
impulsando toda una lírica peculiar, toda una poética de hacer música contestaría.
Un rock promotor de un mestizaje sonoro cultural, al incorporar expresiones y
ritmos musicales fusionados con la estructura tradicional (¿clásica?) del rock.
Además de
los festivales de rock, la lectura nos conduce por la ruta que este género musical
contestatario ha trazado dentro de la literatura. Un capítulo importante es su
expresión en la literatura latinoamericana. Son varias las novelas que refiere,
dejándolas como tarea a leer: ¡Que Viva
la Música! de Andrés Caicedo, 1971. Los
Inocentes de Oswaldo Reynoso 1961. Opio
en las Nubes de Rafael Chaparro 1992. Rocanrol
de Lucas Garcia Paris 2007. Y dentro de este repertorio, el autor opta por
abordar hermenéuticamente un relato en especial: Concierto del Desconcierto (1981) de Manuel
Giraldo (Magil).
La novela
testimonial Concierto del Desconcierto (1981)
vendrá a ser un libro fundacional para entender el fenómeno histórico y
cultural de la epidermis rockera, sobre todo en Colombia. La novela Conciertos
del desconcierto de Manuel Giraldo (Magil) gana en 1982 el reconocido
premio literario de Plaza y Janes, con un jurado en el que se encontraba el conocido
crítico Isaías Peña. La obra es elogiada por la ruptura que crea en relación a los
recurrentes temas de la narrativa colombiana. Y, además, confirma y legitima la
existencia de un movimiento social y cultural que dejó una impronta
indiscutible en el imaginario colectivo de una buena parte de la población
juvenil del país colombiano entre las décadas de los 60 y los 70. Magil nos invoca en su texto el momento emergente
de las bandas urbanas (Daro Boys, Los Young Beats, Los Speakers, Los Flippers,
los Ámpex, The Time Machine y otras), Agrupaciones que comienzan a
posesionarse y tocar un permanente y ruidoso género musical insurrecto que confronta
desde dentro a las sociedades conservadoras. Magil nos ancla nuestra atención
en su texto como protagonista principal la banda Los Apóstoles del Morbo, que existió realmente, junto a los
personajes integrantes de La Mona, El Apóstol Menor y al líder orador profético
y músico de esta primera era del ruido,
Macarius, alias Profeta del Ruido. Creando la atmósfera adecuada de un entorno
contrastante entre las opciones de lo lumínico ditirámbico (lo lúdico dionisiaco
del rock) y lo trágico sombrío (el suicidio como salida posible), junto a los acontecimientos
que significaron aventurarse tocar rock para entonces. Magil con su obra vino a
presentar las turbulencias vivenciales de un tiempo, o como decía la carátula del
legendario álbum de una de las fundadoras bandas del rock bogotano entre los
años de 1965-67, los Young Beats: ellos están cambiando los tiempos. Y
realmente cambiaron los tiempos.
IV
¿Un
lenguaje universal?
Cuando
estudié con el maestro guitarrista y compositor Antonio Lauro, supe de un
idioma internacional que no conocía, y que él practicaba y hablaba. Y no era precisamente
un lenguaje musical. Era un lenguaje que tenía otros alcances, pretendía lograr
la comunicación universal de los hombres por encima de los idiomas nacionales
por medio de un mestizaje de palabras e idiomas. Me interesé por tal particular fenómeno
lingüístico, pero solo como una curiosidad idiomática que practicaban un cierto
grupo de personas cultas y que no eran muchos a nivel mundial. Alegaban éstos
entusiastas de dicha cosmopolitan lingua, que se debía estudiar para lograr la
utópica mejoría de la comunicación al viajar o leer literatura. También me pasó
la misma situación inusual con el maestro y pianista español republicano Francisco
Romero, docente en la cátedra de lógica de la Escuela de la Filosofía en
pregrado de la UCV. En sus clases, de tanto en tanto, este locuaz andaluz
venezolanizado por los cuatro costados, refería a esa lengua críptica. Ello me despertó
la curiosidad que dos músicos cercanos - ¡entre ellos buenos amigos! -, tenían
afinidad con este lenguaje, algo esotérico para un joven estudiante inexperto.
Leyendo
el texto En el Castillo de Barba Azul del
crítico y pensador británico George Steiner, ya en mis años como profesor
universitario e interesado en los temas de estética y música, me volví a
encontrar con la referencia a este idioma oculto, pero de forma algo peculiar; la
música seguía rondando alrededor de él.
Este
lenguaje poco conocido y practicado por Lauro y Romero, era y es el esperanto. Un idioma que sus bases
estructurales lingüísticas aparecieron a finales del siglo XIX (1887, para ser
más precisos), por un oftalmólogo polaco de nombre Zamenhof. ¿Cuál era la
novedad e intensión de este profesional de los ojos que medía las dioptrías y
diagnosticaba sobre las dificultades visuales? Pues establecer un idioma global
con el que todo el mundo pudiera comunicarse sin las barreras idiomáticas
nacionales. El esperanto tenía la
aspiración e intención de ser una lengua cosmopolita, que rompía barreras
lingüísticas nacionales y regionales. El
políglota George Steiner, en la obra antes nombrada, no hacía referencia a esa
función original del esperanto. Pero sí usó el término metafóricamente para
designarlo a la música. Dijo, ante la crisis del arte a fines del siglo XX, que
el rock podía ser catalogado como un idioma musical universal. Y esto es lo que
lo llevó a relacionarlo con el idioma internacional del esperanto.
Fue
una constante de Steiner su preocupación sobre la aparición de toda esta
cultura vibrátil de los decibeles, de este nuevo humanismo del esperanto sónico
globalizado. Esta nueva lingua franca, este dialecto musical universal
formó –y aún forma-, parte de toda adolescencia, llegando a un umbral en el que
se ha despojado a la antigua autoridad del orden verbal por la asimilación de
toda esta resonante cultura esparcida por rincones del mundo. La música
sintoniza voluntades y la nueva religión sónica, como refiere López D´Jesús,
pareciera tener oración musical. Y esa es la paradoja liberadora de la
que habla Steiner. El rock es un esperanto
musical, que muchos hemos aprendido no sólo hablarlo, sino escúchalo, vivirlo y
que sigue, hasta el día de hoy, recreando y resucitando tanto por sus cultores
legendarios como sus actuales seguidores.
En
nuestro presente hay una búsqueda y sed de contacto humano, de estados del ser
que pueden ser intensos y que no excluyen a los demás. Dionisos clama y alcanza
su dardo rockero a todos por igual. Pareciera ser la muerte del egoísmo, algo
propio de toda cultura clásica.
La
música lleva a encontrarnos parados sobre un creativo terreno humano que, en
referencia a la experiencia individual y colectiva, no puede hacerlo el
discurso impreso. Encontramos un signo y su significado de la nueva religión.
La poesía de la emoción religiosa viene suministrada por las
vibraciones al unísono del sentimiento colectivo, albergándose en cada uno de
nosotros por el efecto de trascendencia en ese fondo sonoro
insoslayable. Pareciera que ahora los valores morales e intelectuales tendrán
una afinación de diapasón y están constantemente acompañados con música,
surgida desde cualquier lugar a toque de reproducción electrónica. Y como
afirmó Steiner al observar este nuevo estadio cultural global: Dela musique
avant toute chose (Ídem, p. 160).
El
filósofo del idealismo alemán Hegel, acuñó una frase que ha sido reiteradamente
usada por los filósofos. Escribió que la filosofía era un intento de llevar la
época a conceptos. La lectura y confrontación de este libro, me lleva a reinterpretar
la frase hegeliana, a pulso de onda de los Visionarios
del Ruido, para afirmar que el rock es el intento de expresar por medio de
la música y la lírica descarnada la contracultura en nuestros tiempos.
Con estas
imprecisas palabras damos la bienvenida al texto Visionarios del Ruido del poeta y músico José Manuel López D´Jesús,
editado por UArtes Ediciones de la Universidad de las Artes de Guayaquil 2022.
Y como muchas veces decretara el recordado cultor y promotor venezolano del
rock Alfredo Escalante, estamos ante la inobjetable presencia de La Música que Sacudió al Mundo.
DDLR. Guayaquil,
30 de noviembre del 2022